DO.LOBERA
29 – Wulfrugida
En lo alto de la montaña de las Tinieblas, Wulfrugida, la bruja inmortal, había estado siguiendo las aventuras del pintoresco grupo de rescatadores. Eran patéticos, sin disciplina y sin magia, nunca la lograrían su cometido, igual que todos sus predecesores. Esa tierra, era suya, la magia la controlaba ella.
Había visto como el principito del reino de Lobera intentaba guiarse con un inútil mapa. No había podido evitar sonreír por su misera audacia. Igual que la magia, ella podía cambiar el terreno y claro, lo había cambiado para divertirse. Aún así, ellos habían logrado avanzar pasito a pasito, pero sin tener el control de sus pasos. No, el control era de ella, la gran Wulfrugida, la bruja inmortal.
Lo más divertido había sido lanzarles las arenas movedizas y hacerles caer en las cuevas de la desesperación, todos separados, sin posibilidad de salir de ellas. Y aunque el antiguo fénix no había sido absorbido, el efecto de sentirse solo y desamparado era igual que si hubiera caído. Ya no tenía nada que temer.
Se acercó a la jaula del pequeño dragón que intentaba lanzar débiles llamaradas. Ya había quemado un par de alfombras y Wulfrugida empezaba a perder la paciencia con el bebé. No quería quitarle la magia, ni siquiera por un breve periodo de tiempo, pues podía debilitarle, pero si el dragón no cejaba en su empeño no tendría otra opción. Le miró y este se alejó todo lo que pudo de ella. El pequeño sentía la maldad de su captora en todas las escamas de su cuerpo. La bruja probó otro hechizo antes de anular su magia elemental, rodeó su jaula de un fuego oscuro que ella decidía si quemaba o no. Esperaba que su prisionero viera lo inútil que era.
Volvió a centrar su atención en su plan. Pronto el dragón crecería, lleno de odio y de magia oscura y entonces podría empezar a asolar el mundo, empezando por el mísero reino de Lobera…