DO.LOBERA
42 – Ataque – El bien contra el mal
—Vuestro mísero ataque llega ahora a vuestro fin—se regodeó la bruja mientras se preparaba para lanzarles un hechizo con su mano.
Siriel, con la rapidez de su entrenamiento le lanzó una de las flechas invisibles que le había dada el espíritu del mago. Wulfrugida aulló de dolor, mientras les atacaba con la otra mano. Todos alzaron sus escudos que apenas resistieron el envite del conjuro. Siriel le intentó lanzar otra flecha que desvió con la mano herida. Antes de que pudiera atacar, Tomás, golpeó los escalones que temblaron y se hicieron añicos, provocando que la bruja cayera hasta sus pies.
Wulfrugida se levantó hecha una furia, hasta que uno de los rayos del lugar la derribó. El grupo se había mantenido en una zona donde no llegaban pero la bruja no lo había previsto. Con un gesto de sus manos deshizo la red de rayos que dirigió a aquel grupo tan molesto. Lamia y Galat’z crearon un escudo que les protegió.
La fuerza de todos los rayos era demasiado potente para mantener el escudo, todos lo sabían, pero entre ellos no había ningún mago que pudiese pararlos. Akal estaba rabioso, por una vez que era valiente… Antes de eso solo era un come libros… Fue entonces que se dio cuenta de algo.
—Galena, toca la rama de sauco, puedes hacer magia y detener o redirigir los rayos.
—No estoy segura…
—Yo sí. Sé que puedes hacerlo.
Y mientras el escudo de fuego se iba desquebrajando, Galena empezó a entonar una melodía que domaba a los rayos alejándolos del escudo. Primero debía alejarlos, y luego… No necesitó que nadie le dijera lo que tenía que hacer para redirigir los rayos hacía la bruja.
Viendo sus intenciones, e incapaz de pararlos, Wulfrugida creo un nuevo escudo para parar los rayos que la sirenita le lanzaba. Lamie aprovechó el ataque de Galena para lanzarle una poderosa llamarada que acabó por quebrar el escudo de la bruja. Las llamas y los rayos tenían la fuerza suficiente para matar a un simple mortal, pero Wulfrugida no era mortal, era la temida bruja inmortal. Logró sobrevivir de milagro.
A pesar de la gravedad de las heridas, se puso de pie. No se iba a rendir. Reunió toda la magia que le quedaba y la lanzó contra sus enemigos. Pero la magia dejó de hacerle caso y se volvió en su contra. Atento a este hecho, Akal se adelantó con su espada apuntando a su corazón, mientras una flecha de Siriel apuntaba a su cabeza.
Wulfrugida no vio venir los ataques, pero sintió el dolor cuando la espada de Akal le atravesó el corazón. Fue un dolor que no duró mucho pues su muerte estaba sellada con la flecha que instantes después se clavó en su cabeza.
La bruja había muerto.