ECONOMISTA
36
Aunque intentó no hacer ruido me desperté cuando Elvira se vestía en la oscuridad de la habitación, eran las nueve y media de la mañana. Cogió las medias que había dejado sobre el radiador y tras comprobar que ya estaban secas se las puso. A pesar de llevar los shorts por encima se notaba que estaban rotas por la zona de la entrepierna y junto con las botas militares y el top tan cortito, le daban un aire a puta de carretera, pero a Elvira le daba igual, ella era auténtica vistiendo y no le importaba que la gente siempre se quedara mirándola.
Desde luego que no pasaba desapercibida en todos los lugares por los que íbamos.
Me había dejado destrozado la noche anterior, lo de la piscina le había sabido a poco y después habíamos echado otro polvo en mi habitación, más de los que le gustan a ella, con sus azotes, sus gemidos escandalosos y había terminado con una buena mamada hasta hacerme correr en su garganta.
Todavía me quedé durmiendo una hora y media más y cuando me levanté sobre las once, Mónica estaba haciendo sus ejercicios de fitness en el jardín. Había salido un día soleado y me sorprendió que mis caseros no se hubieran ido de excursión, casi todos los domingos lo solían hacer, aunque seguramente estarían cansados después de haber llegado tarde la noche anterior.
Me calenté un poco de leche y salí al jardín a desayunar mientras veía a Mónica mover el culo arriba y abajo haciendo sus sentadillas. Fernando estaba a mi lado y estuvimos hablando un rato. La escena era peculiar, era evidente que los dos nos estábamos fijando en el culo de Mónica, no había otro sitio donde mirar. Me resultaba un poco violento hacerlo delante de su marido, e intentaba actuar con normalidad, aunque era difícil.
―Si te apetece vamos al estadio un ratillo y damos unas vueltas con el coche, así prácticas… si no tienes otros planes, claro ―me propuso Fernando.
―Ehhh… sí, vale, me parece bien…
―Aunque no podemos volver muy tarde, hoy voy a cocinar yo, os voy a hacer mi famosa paella que hace tiempo que no la hago… y luego la comemos aquí en el jardín, hace un día estupendo…
―Mmmmm, eso suena genial…
Terminé mis galletas y el vaso de leche sin dejar de mirar el culazo de Mónica y subí a cambiarme a la habitación. Fernando me llevó hasta la explanada del estadio, era un sitio amplio y el domingo por la mañana estaba vacío, por lo que era perfecto para poder dar unas vueltas con el coche sin riesgo de llevarme nada ni a nadie por delante.
Fernando me dio un par de buenos consejos, se notaba que tenía mucha paciencia y estuvimos casi una hora que me vino realmente bien para soltarme un poco. Sinceramente, prefería no pasar tiempo a solas con él, en esos momentos es cuando se me venía toda la culpa por lo que estábamos haciendo Mónica y yo. Fernando no se lo merecía.
Y además, después nos hizo una estupenda paella en la barbacoa del jardín, yo le estuve ayudando preparando los ingredientes, picando la cebolla y los pimientos para el sofrito como si fuera su pinche de cocina.
―Bueno, pues esto ya está, hay que esperar unos veinte minutos, creo que nos hemos ganado una cervecita… ―dijo en cuanto dejó la paella haciéndose al fuego.
―Desde luego que tiene muy buena pinta y huele fenomenal…
Al momento apareció Mónica por el patio con un par de cervezas.
―Para los dos cocineros, que se la han ganado…
Y sentados al sol dimos cuenta de la cerveza que Mónica nos había traído. Cuando la terminé me levanté para que ver qué tal iba la paella y luego me acerqué a la cocina para ayudar a Mónica a poner la mesa en el patio. Fernando estaba medio recostado, en una tumbona del jardín, con los ojos cerrados esperando que se consumiera el agua para luego dejar el arroz reposando cinco minutos.
Fuimos llevando hasta el patio los platos, cubiertos, vasos, pan y un poco de vino. Cada vez que me cruzaba con Mónica nos quedábamos mirando sin decirnos nada, hasta que coincidimos una vez en la cocina. Ella estaba sacando del cajón un cucharón para servir y yo me puse detrás de ella. Se notaba que todavía estaba enfadada por lo que había pasado por la noche.
No solo le sentaba fatal que llevara a Elvira a casa para follar con ella, es que encima me había pasado con ella, provocándola, hasta hacer que se humillara para chuparme la polla durante quince segundos.
―Perdona por lo de ayer… me pasé un poco… ―dije poniendo una mano en la cintura.
Ella se apartó a un lado mostrando un comportamiento infantil, sin tan siquiera contestarme.
―¿Estás enfadada por lo de anoche?… luego te lo compensaré… o si prefieres lo hago ahora ―me volví a poner detrás de ella bajando la mano para acariciar su culo por encima de sus mallas negras de deporte.
―Vale ya, Adrián… estate quieto…
―Fernando está tumbado, tranquila, no va a venir… ―le susurré en el oído metiendo los dedos en su entrepierna.
No me costó llegar a sus labios vaginales, podía sentirlos perfectamente palpitar a través de la tela, e hice una ligera presión para acariciar ese zona por encima de las mallas.
―Antes me has puesto cachondo viéndote hacer los ejercicios, se me ha puesto dura delante de tu marido, no lo he podido evitar…
―Adrián, para… ahhhhggggg ―gimió intentando apartar mi mano.
Pero yo hice más fuerza que ella y no iba a dejar que se escapara, me resultó relativamente sencillo convencerla para que se dejara masturbar, debía estar increíblemente excitada después de lo que había pasado por la tarde en el pasillo y luego por la noche en la cocina.
Mónica estaba tan cachonda que ya era un juguete en mis manos.
Apoyó las manos en la encimera y abrió un poco las piernas facilitándome el trabajo, al borde del orgasmo se dejó sobar unos treinta segundos sin importarle que su marido estuviera a unos pocos metros de distancia.
―No, Adrián, para, para… ahhhhggggg ―dijo en bajito apartándose de mí para llevar el cucharón a la mesa del patio.
―Está bien, comprueba que Fernando no se ha movido y vuelve ahora a la cocina, yo te espero aquí… quiero hacer que te corras…
Entró en el patio con el cucharón de la mano y se acercó a ver cómo estaba la paella. Yo me quedé a dos metros de la puerta, en la penumbra del salón, mirándola sin que su marido se diera cuenta de mi presencia, pero ella sí.
―Quedan unos diez minutos ―le advirtió Mónica a Fernando que seguía recostado en la misma posición en la que yo le había dejado.
―Vale, tranquila, que tengo el tiempo controlado…
Viendo que Mónica no volvía me acerqué a la puerta del salón.
―Mónica, ¿dónde están las servilletas que no las encuentro?, se ha terminado el otro paquete…
―Espera un momento…
Cuando vi que Mónica iba a entrar de nuevo en la casa, regresé a la cocina y la esperé allí. Estaba convencido de que ella quería que siguiera con lo que había empezado unos minutos antes. Con paso decidido regresó y yo le mostré las servilletas con una sonrisa en la boca.
―Creo que ya las he encontrado…
―Deja de hacer el tonto, Adrián… esto no es un puto juego…
―¿No quieres correrte?, sé que estás a punto… ven aquí…
―No, Adrián, para…
―Joder, te derrites en cuanto te meto la mano entre las piernas ―dije acercándome a ella para sobar su culazo con ganas―. Pero si no quieres correrte, tú misma… ―y bajé un poco más por la parte de atrás hasta alcanzar su coñito con el dedo corazón.
Ella cerró los ojos, agarrándose a mis brazos, estábamos frente a frente y se le escapó un pequeño gemido cuando hice presión varias veces con el dedo metiendo la tela de las braguitas entre sus labios vaginales. Noté cómo le temblaban las piernas y con un pequeño hilo de voz sensual me dijo.
―Sigueeee, ahhhhhggg… sigueeee…
―Me encanta que estés tan cachonda… no veas lo dura que me la pones, ¿vas a correrte?
―Ahhhhhhh… síííí, ahhhgggggg, sííííí ―gimió apretando con fuerza mis antebrazos.
―Está bien, te dejo… córrete…
Pegó la cabeza en mi hombro y ahogando sus gemidos comenzó a tener un mini orgasmo, soltando pequeños gemiditos cortos por la boca mientras yo movía el dedo dando pequeños golpecitos en su coño.
―Ahhhggg, ahhhgggg, ahhggggg…
Apenas tuvo tiempo de disfrutarlo y se separó de mí deprisa para volver al patio con su marido con un abridor y una botella de vino. No creo que ese orgasmo le hubiera satisfecho mucho, había sido más bien una mínima descarga de tensión, pero Mónica seguía realmente excitada.
Y a mí me encantaba que estuviera así.
Nos comimos la deliciosa paella que había hecho Fernando y luego subí a la habitación a descansar un rato esperando a que se fuera Fernando. Solo salí a las siete de la tarde cuando escuché la maleta rodando en el pasillo y las voces del matrimonio despidiéndose.
Yo también salí fuera del chalet viendo cómo Fernando sacaba el coche del garaje y Mónica y yo nos quedamos mirando desde la carretera alejarse el coche en dirección a Madrid. Otra vez estábamos solos.
Le di una palmadita en el trasero en cuanto perdimos el coche de vista y nos metimos dentro del chalet.
―No hagas eso en la calle, puede vernos cualquiera…
―No había nadie cerca, ya lo había comprobado.
―Da igual, por si acaso, nunca sabes quién puede estar mirando, o desde alguna ventana.
―Sí, tienes razón, tendré más cuidado, aunque… ufffffff, es que no me puedo resistir.
Mónica estaba cerrando las dos puertas con llave dejándolas en la cerradura para que no se pudieran abrir desde fuera.
―No hace falta que cierres todavía, esta noche me apetece salir a cenar al Mc’Donals y me gustaría invitarte ―le dije a Mónica.
―Mira, Adrián, tal y como te estás comportando prefiero no ir contigo a ningún sitio, no quiero que nos vean juntos…
―Lo siento, de verdad, deja que por lo menos te invite…
Me puse frente a ella sujetándola por la cintura y con ligero tirón de pelo incliné su cabeza para tener vía libre a su cuello, en el que puse los labios comenzando a besar esa zona con intensidad. Mónica abrió la boca y se le escapó un gemido, el pequeño orgasmo de antes de comer no había calmado su calentura y bajó una mano para agarrarme la polla por encima del pantalón.
―No corras tanto… no hace ni dos minutos que se ha ido tu marido y… ¿ya me estás sobando la polla?
Intentó meter la mano por el elástico de mi chándal para cogérmela directamente, pero yo se lo impedí, quería hacérselo desear un poco más. Podría haberla puesto contra la pared y habérmela follado, pero yo quería hacer otras cosas con ella, avanzar un poco más en nuestros juegos, provocar situaciones que nos dieran morbo.
Y salir a la calle con Mónica era una de ellas.
―Tranquila, que hoy te voy a follar como te mereces, pero antes me apetece salir contigo…
―Quiero quedarme en casa… además, ahora tenía que hacer mi clase de yoga…
―Puedes hacer tu clase, no hay prisa, luego saldremos, no vamos a tardar mucho, cenamos algo rápido y enseguida regresamos… ―dije besándola en la mejilla y acariciando su culo con las dos manos―. Si haces lo que te pido volveremos del burguer todavía con más ganas…
―¿Si hago lo que me pides?
―Sí, me gustaría que fueras sin ropa interior… me daría mucho morbo que hicieras eso, ¿te imaginas?, estás cenando conmigo y solo yo sabré que no llevas braguitas ni sujetador…
―No voy a hacer eso, Adrián…
―Pues claro que lo vas a hacer, lo estás deseando, si lo haces te prometo que me portaré bien y seré un chico bueno…
―¿Y si no lo hago?
―No contemplo esa posibilidad.
―Está bien, salimos a cenar, pero no me voy a quitar la ropa interior.
―Ponte unos vaqueros bien ajustados y una camiseta con escote, tienes buenas tetas y no sueles llevar escote para lucirlas, ¿es que no tienes ninguna camiseta sexy?, puedo pedirle a Elvira que te preste una…
―Muy gracioso, ¿ahora también me dices qué ropa me tengo que poner?, hoy me estás tocando un poco las narices…
―Lo sé… pero luego me lo agradecerás, te lo aseguro…
―Voy a hacer yoga ―dijo resignada una vez que se dio cuenta que de momento no íbamos a follar.
Entró en el salón con la esterilla de la mano, sus mallas negras Nike, una sudadera gris de manga larga sin capucha y una cinta en el pelo. Bajó la luz y puso música relajante antes de situarse en la posición inicial. Yo estaba sentado en el sofá viendo cómo lo hacía y cuando se puso con el culo en pompa me saqué la polla y comencé a masturbarme mirando hacia ella. Mónica no se dio cuenta al principio, pues estaba con los ojos cerrados, pero en cuanto los abrió me encontró a tres metros escasos haciéndome una paja sin cortarme ni un ápice.
De repente se quedó parada, sorprendida por pillarme así, intentó no desconcentrarse y recuperar el ritmo de la respiración, pero volvió a mirarme por el rabillo del ojo.
―Así es imposible… Adrián…
―Vale, vale, ya me voy y te dejo tranquila… ―dije incorporándome con la polla fuera.
Me acerqué a ella poniéndome de rodillas por detrás, pasé las manos hacia delante metiéndolas por dentro de la sudadera y agarré sus tetas que estaban libres.
―¡Me encanta cuando no llevas sujetador!, luego tampoco te lo pongas…
―Adrián, mmmmmmm ―susurró Mónica incorporándose hacia atrás y girándose para intentar besarme.
―Te he dicho que todavía no, cuando vengamos del burguer… ―dije sin dejar de amasar sus preciosas tetas y apartando mi cara para que ella pusiera sus labios en mi mejilla―. ¡Me encanta que estés así!… te voy a dejar que termines la clase y a las ocho te espero abajo para ir a cenar.
Apoyé mi polla contra su culo y le pegué un par de embestidas, como si estuviéramos follando. Luego me puse de pie y subí a prepararme para la cena, dejando a Mónica en su esterilla a cuatro patas y todavía más cachonda.
Yo también intenté relajarme mientras me duchaba, llevaba una empalmada increíble y no veía la hora de follar con Mónica, aunque antes quería saber si ella estaba dispuesta a hacer lo que le había pedido. Me puse un vaquero, camisa y jersey y esperé en el salón a que ella se arreglara. Ya eran las ocho.
Puntual bajó por las escaleras, llevaba un look muy casual, con unos pantalones vaqueros blancos súper ajustados, zapatillas y una camisa de cuadros metida por dentro del pantalón, con el que iba marcando culo a lo bestia. Se cubría un poco con una chaquetilla de punto, todavía hacía buen tiempo aunque ya empezaba a anochecer y en un rato seguro que iba a refrescar.
―Mmmmm… estás muy guapa…
―Adrián, te lo digo en serio, no quiero tonterías cuando vayamos por la calle…
―Creo que podré aguantarme ―dije soltándole un pequeño azote en el culo antes de salir de casa.
Nos pedimos un par de menús en el McDonal’s que estaba a unos cinco minutos. Era pronto por lo que no había mucha gente, aunque a la hora de la cena se solía llenar de universitarios. Me senté frente a Mónica y apenas hablamos durante la comida. Solo nos mirábamos y la rocé un par de veces con el pie para entrar en contacto con ella.
La tensión sexual entre los dos era más que evidente y solo con ver cómo ponía la pajita de la Coca-Cola Zero entre sus labios ya me excitaba.
―¿Has cumplido lo que te dije? ―pregunté intentado adivinar si llevaba algo debajo de la camisa.
―No.
―¿Seguro?, ¿o tengo que comprobarlo por mí mismo?
―Ni se te ocurra…
―Pues quítate la chaqueta…
Con un gesto de exasperación hizo lo que le pedí quedándose tan solo con su camisa pija azul clarita a cuadros. Se le notaban bien los pezones a través de la tela e incluso parecía que se le marcaba el contorno de sus pechos.
―¿Llevas sujetador?
Mónica bajó la cabeza avergonzada terminándose las últimas patatas que le quedaban.
―Desabróchate un botón, quiero comprobarlo…
―¿Aquí?, ¿estás loco?
―Venga, vas demasiado formal…
―Uno solo ―dijo soltándose un botón y mostrándome un poco de su escote.
―Mmmmmmm… parece que no hay nada… levántate a por unas servilletas, por favor, quiero ver cómo te botan esas tetas cuando andas…
―¡Adrián!
―Venga, estás deseando hacerlo…
Antes de ponerse de pie se desabrochó otro botón de la camisa sin que se lo pidiera y se dirigió al mostrador donde se hacían los pedidos, por suerte no había nadie en ese momento, tan solo el empleado joven lleno de granos que nos había atendido. Mónica junto los brazos y se inclinó hacia delante por lo que me imaginé el escotazo que se le debía haber formado en ese momento.
―Perdona, ¿las servilletas?
―Sí, ahí las tiene ―dijo el chico señalando a su derecha.
―Muchas gracias.
Cogió tres o cuatro y despacio volvió a su sitio.
―¿Contento? ―me preguntó lanzándome las servilletas a mi sitio.
―¡Guau!, has estado espectacular, me ha encantado ver esas preciosas tetas libres bajo la camisa y joder, ¡menudo culo te hacen esos pantalones!, se te han quedado mirando ese par de chicos ―dije señalando a dos estudiantes que había a unos metros de nosotros.
―Me encanta que hayas hecho lo que te pedí, ufffff, solo de pensarlo la tengo durísima ya… solo me falta comprobar que no llevas braguitas…
―¿Quieres que me dé un paseo con los pantalones desabrochados también? ―me preguntó Mónica irónicamente.
―¿Lo harías?
―Claro… que no, idiota…
―Está bien, entonces solo hay una manera de comprobarlo… ―dije cambiándome rápido de sitio y sentándome a su lado.
―¡¡¿Qué haces?!!
―Shhhhhh, inclínate hacia delante ―y pasé la mano por su espalda.
―Que no, para, para…
―Inclínate hacia delante ―dije metiendo los dedos por el pantalón.
Nos quedamos mirando alrededor, tampoco había mucha gente y nadie estaba pendiente de nosotros, excepto uno de los estudiantes que antes había quedado prendado del culo de Mónica.
―Solo va a ser un segundo…
Con esfuerzo conseguí meter la mano por dentro de sus pantalones. No puedo describir con palabras lo que sentí al encontrarme desnuda la suave piel de su culo y la cara de zorra que puso Mónica cuando mis dedos recorrieron sus glúteos.
Creo que la polla me palpitó bajo los pantalones y quise asegurarme bien de que ella no llevaba ropa interior dejando mi mano allí unos segundos más.
―¡Qué hija de puta! ―exclamé yo.
Mónica sonrió orgullosa y comenzó a ponerse la chaquetilla de punto. Tan solo le había dado dos cucharadas al helado que se había pedido cuando se puso de pie.
―¿Nos vamos ya? ―me preguntó sabiendo la respuesta.
Le solté un pequeño azote en el culo a Mónica al pasar al lado del estudiante que no le quitaba ojo y me quedé con ganas de abrazarme a su cintura hasta llegar a casa, pero a esas horas podría vernos algún vecino o conocido.
Estiramos la zancada y aceleramos el paso para llegar lo antes posible. No podíamos aguantarnos más.
Recuerdo perfectamente que fue nuestra primera gran noche de sexo y estuvimos follando durante cuatro horas. Primero bajamos besándonos y quitándonos la ropa para entrar ya completamente desnudos a la piscina donde lo hicimos dentro del agua. Luego le comí el coño en la tumbona y ella me devolvió el favor con una mamada hasta que me corrí en su boca. Terminamos en mi habitación, a la que subimos desnudos sin tan siquiera recoger la ropa que habíamos dejado por el camino. Me la follé a cuatro patas sin dejar de azotar su culo, hicimos un misionero mientras ella me rodeaba la espalda con sus piernas, se me puso encima cabalgándome como una loca, hicimos un 69, me corrí en sus tetas y en su cara y terminamos duchándonos en mi baño, donde me la volví a follar de pie desde atrás hasta que descargué mis últimas reservas dentro de ella.
Me hubiera gustado que Mónica se hubiera quedado a dormir en mi cama, pero no quiso, y aquella noche nos acostamos exhaustos sobre la una de la mañana. Apenas tenía seis horas para descansar y recuperar energía con la que empezar una nueva semana.
37
Mayo 2012
Por fin aprobé el carnet de conducir. Pensé que no lo iba a conseguir nunca, pero gracias a las clases particulares de Fernando fui ganando en confianza y soltura e increíblemente me lo saqué a la primera. Yo se lo agradecí de una manera muy especial.
Follándome a su mujer.
Recuerdo ese día perfectamente, me examiné un martes por la tarde y volví corriendo a casa para terminar con Mónica en mi cama haciéndome una deliciosa mamada después de haberla tenido durante media hora a cuatro patas.
En mayo ya había que empezar a estudiar para los exámenes finales, y en esa época dejamos de salir de fiesta, entre semana venía Elvira a estudiar a casa y los fines de semana quedábamos en la biblioteca de la facultad todos los amigos para estudiar juntos y al menos vernos un rato. Intenté que mi relación con Mónica me afectara lo menos posible en los exámenes finales, seguía haciendo las mismas cosas, iba a clase por las mañanas, por las tardes quedaba con Elvira y el resto del tiempo lo tenía para ella.
Follábamos prácticamente a diario, incluso dos veces al día, pero también me gustaba que ella siguiera manteniendo sus rutinas de estudio, fitness, yoga, baño en la piscina e interferir en ellas lo menos posible, dentro de lo que suponía estar manteniendo una relación prohibida con un chico de diecinueve años que tenías como inquilino en casa.
Dábamos rienda suelta a nuestra imaginación a la menor oportunidad que teníamos, ya no nos importaba que incluso estuviera Fernando en casa, en cuanto se echaba la siesta subíamos al pasillo de la primera planta y allí hacíamos de todo, incluso una vez me la llegué a follar en la cocina mientras su marido estaba plácidamente dormido.
Un sábado por la mañana le dijimos que íbamos a bajar a limpiar su coche y Mónica me hizo una paja aprovechando los dos minutos que estuvimos en el túnel de lavado, recuerdo cómo aceleró el movimiento de su mano cuando el coche se acercaba a la salida y terminé corriéndome sobre mi propio estómago disfrutando de la perversa sonrisa de Mónica.
De vez en cuando seguía acostándome con Elvira, aunque muy poco, ya que no salíamos los fines de semana, y tampoco es que tuviera muchas ganas de sexo, pues era un no parar con Mónica, pero alguna tarde sí hicimos algo en mi habitación y casi siempre fantaseando con Mónica, lo que parecía excitar mucho a mi compañera.
Y es que ya solo tenía mi cabeza puesta en Mónica, teníamos una atracción sexual tan potente que cada vez nos fuimos arriesgando más y más. Ese riesgo hacía que se intensificaran las sensaciones y era como una droga, cada vez queríamos dar un paso más lejos, necesitábamos de emociones más fuertes y así es como convencí a Mónica de que teníamos que empezar a salir de casa.
Ella fue muy reacia al principio, pero al final aceptó, empezamos tranquilos, con una película de cine un jueves por la noche en una sala medio vacía, allí Mónica me hizo una paja mientras yo metía los dedos por dentro de su pantalón y se puso tan cachonda que después de correrse me deleitó con una tremenda mamada hasta que eyaculé dentro de su boca. Ella se levantó de mi regazo, y me miró para que viera mi corrida sobre su lengua.
Aquella imagen me dejó impactado. Mónica se estaba convirtiendo en una jodida puta.
Otra tarde salimos a una cafetería grande que hay en el centro, tiene dos plantas y en la parte de arriba se suele estar muy tranquilo, pues ese día aprovechando que solo había un numeroso grupo de amigas, que rondarían los 65 años y no estaban muy pendientes de nosotros masturbé a Mónica abriendo sus pantalones vaqueros para meter la mano por debajo de la mesa sin que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Pero el mejor día fue la tarde que estuvimos de compras en El corte inglés, Mónica me dijo que llevaba tiempo sin salir y necesitaba comprarse un pantalón vaquero y uno de vestir. Fuimos eligiendo varios modelos y pasé con ella a los probadores, esperándola fuera. Cuando se ponía uno salía fuera y yo le daba el visto bueno si le quedaba bien, aunque eso no era muy difícil.
Con ese culazo todos los pantalones le sentaban como un guante.
No sé cuántos modelitos se puso para mí, pero cuando salió la tercera vez ya me tenía con una empalmada que no me molestaba en ocultar. Me gustaba que Mónica viera el efecto que provocaba en mí y ella salía del probador cada vez más decidida a incitarme con sus poses mientras me preguntaba.
―¿Y este me queda bien? ¿Cómo lo ves?
Aprovechando que no había ninguna dependienta cerca de nosotros y que tampoco había mucha gente, entré en el pasillo de los probadores y toqué en la puerta. Mónica me abrió sorprendida y terminó de subirse unos pantalones negros de vestir.
―Ahora salgo… ―dijo mostrándome sus braguitas.
Se puso en medio del pasillo y se dio un par de vueltas.
―¿Y este qué tal?
―Uffff, increíble, te queda de diez, bueno como todos, este me gusta mucho, te hace un culo que… mmmmmm ―dije acercándome a ella por su espalda y metiendo la mano entre sus piernas para acariciarle el coñito.
Mónica gimió y se dejó hacer unos segundos, cuando salió con otro vaqueros hice lo mismo, metiéndola mano en medio del pasillo y ya no me pude resistir más y entré con ella en su probador.
―¿Qué haces? ¿Estás loco?
Con un jersey puesto y en braguitas la estuve masturbando frotando mis dedos por encima de su ropa interior, eso parecía que excitaba más a Mónica y luego me puse detrás de ella y mirándonos en el espejo me saqué la polla y apartando sus braguitas se la metí desde atrás, follándomela unos segundos, mientras le tapaba la boca a Mónica para que no se le escapara ningún gemido.
Fue una pena que escucháramos ruido de otras clientes y también que había una dependienta que estaba merodeando, quizás sospechando lo que estaba pasando entre nosotros. Salí disimuladamente del probador dejando el polvo a medias y la chica al verme me preguntó si necesitaba algo.
―No, ya hemos terminado, se ha probado varios pantalones y creo que se ha decidido por dos…
Nos acompañó hasta la caja donde pagó las prendas y salimos de la tienda con un calentón importante. Cogimos el autobús para ir hasta casa y como iba lleno nos tocó quedarnos de pie en el medio. No desaproveché la oportunidad para sobar el culo de Mónica entre el tumulto de gente que había. Ella me miró y no dijo nada. No hacía falta.
Podía ver la cara que llevaba.
Solo abrió un poco más las piernas para facilitarme el trabajo y que mis dedos pudieran acariciar su coño por encima del pantalón. Podía notar el calor que desprendía su entrepierna a través de la tela, y creo que pocas veces había visto tan excitaba a Mónica. Tan cachonda.
Supe que había llegado el día de intentarlo de nuevo.
Llegamos a casa desesperados, casi corriendo, deseando cerrar la puerta y abandonarnos a la lujuria. Nadie podría imaginarse ni lo más mínimo lo que estaba sucediendo dentro de ese chalet. Subimos por las escaleras besándonos, tocándonos, nos costaba hasta respirar, de nuestras bocas solo salían gemidos ahogados y al llegar a la primera planta comenzamos a desnudarnos.
Yo le quitaba la ropa a Mónica y ella me la quitaba a mí.
La dejamos tirada por el suelo, nos daba igual. Estábamos de pie frente a frente, desnudos. Mirándonos. Solo estábamos ella y yo.
Bajé las dos manos para agarrar con fuerza sus glúteos y ella me agarró la polla, comprobando lo dura que estaba. Dejé que me masturbara unos segundos mientras sobaba su culazo mirándola con tanta rabia y deseo que podía traspasarla. Ella se dio cuenta de que algo se me estaba pasando por la cabeza. Me acerqué a su oído y mordí el lóbulo de su oreja.
―Hoy quiero follarte por el culo… ―dijo con voz firme.
Mónica me miró asustada, negó con la cabeza, pero su cuerpo le traicionó y sus piernas se volvieron de papel al escuchar mis palabras. Cuando acaricié su coño comprobé lo mojada que estaba e hice que se diera la vuelta apoyándose contra la pared.
Bajé despacio besando sus hombros, su espalda, hasta que me encontré con su prominente culo. Le di un sonoro beso en una de las nalgas y luego abrí sus glúteos con las manos para meter mi cabeza en la octava maravilla.
―No hagas, eso, he sudado mucho esta tarde… ―me pidió Mónica, pero ya era tarde, mi lengua se estaba abriendo paso en sus entrañas penetrando su ano.
Pocas cosas hay más obscenas y placenteras que comerse un buen ojete, te agachas detrás de ella, abres su culo con las manos y metes el hocico degustando ese pequeño músculo prieto y cerrado que sabe de maravilla.
Era un delicioso manjar. Joder, solo me faltó ponerme un puto babero.
Se lo comía con ansia, desesperado, si hubiera podido hubiera metido hasta los morros dentro, ponía la lengua firme para intentar penetrarla lo máximo posible, pero apenas conseguía hacerlo un centímetro. Mónica había sacado las caderas hacia atrás y me sujetaba por el pelo para empotrar su culo contra mi cara.
Y cuando ya estaba bien lubricado empecé a jugar con mi dedo. Veía en primer plano como mi dedo índice hacia presión para ir entrando lentamente en Mónica, no tenía ninguna prisa, tenía que hacerlo casi perfecto. Actuar con precisión de cirujano, si la cagaba ya podía irme olvidando de sodomizarla en otra ocasión.
Era mi última oportunidad.
Conseguí incrustar todo mi dedo dentro de su culo, de momento parecía que a Mónica le estaba gustando y de vez en cuando también le acariciaba el coño para que siguiera estando igual de cachonda, aunque seguramente no hiciera falta. Mónica parecía dispuesta y ya conocía cuando estaba realmente excitada. Cuando se coño se empezaba a mojar ya no podía detenerse. Y vi como una gota asomó entre sus labios vaginales hasta que finalmente cedió hasta el suelo.
Mónica ya empezaba a chorrear.
Estuve jugando un par de minutos con mi dedo en su culo, ella no se quejaba, solo gemía moviendo las caderas de lado a lado, acostumbrándose a la extraña sensación de verse penetrada por su entrada trasera. De vez en cuando cambiaba el índice por mi lengua y cuando ya volvía a estar bien lubricado le introducía otra vez el dedo en el culo.
Ahora venía el siguiente paso. Un segundo dedo. Esto iba a ser un poco más difícil, o eso pensé yo, pero sorprendentemente entraron casi igual de bien que uno solo. Su ano hacía más presión y se notaba, Mónica tenía el culo bien cerrado y jadeó con ganas cuando empecé a follármela con los dedos. Los saqué unos instantes para ver cómo se le quedaba el ano abierto, momento que aprovechaba para introducir la lengua en sus entrañas, y ahora sí, casi la penetraba por completo con mi húmedo músculo y antes de que se le cerrara el agujero cambiaba otra vez a mis dedos.
―¡Vamos fóllame ya, uffffff… si sigues así me voy a correr! ―gimió Mónica sin dejar de acariciarme el pelo.
Me puse de pie y nos dimos un morreo salvaje, quería que ella sintiera su propio sabor y luego tiré de Mónica escaleras arriba agarrando su mano. Cuando llegamos a mi habitación la empujé contra mi cama y quedó tumbada boca abajo.
―¡No te muevas! ―la ordené antes de ponerme encima de ella.
Cogí la almohada y la metí bajo su cuerpo, justo por la zona del ombligo, para que sus caderas quedaran un poco levantadas.
Había llegado el momento.
Agarró con fuerza las sábanas cuando sintió mi glande haciendo presión sobre su ano. Me dejé caer en su espalda sujetándome la polla y antes de empezar besé su hombro empapado en sudor, lo mismo que su espalda para intentar tranquilizarla.
―Shhhhh, relájate, te aseguro que te va a encantar…
―Ten mucho cuidado, por favor… ―me pidió Mónica.
Quise asegurarme que estaba bien lubricada y dejé caer un buen salivazo entre mis dedos para volver a jugar con ellos en su prieto agujero. Entraron con una facilidad insultante. Mónica estaba ya preparada.
Volví a colocar la polla pegada a su ano, yo también estaba nervioso y excitado y tenía el capullo muy sensible, hinchado, de un extraño color morado. Solo con rozarlo contra el cuerpo de Mónica ya se me erizó la piel y la sensación fue a más cuando empecé a empujar. Me daban ganas de agarrarla y metérsela de una solo embestida hasta los huevos.
Ese culo era lo que se merecía.
Pero tenía que ser paciente, estaba demasiado cerca de mi objetivo final y Mónica parecía dispuesta a dejarse encular en mi pequeña cama de estudiante. Su cara se crispó de dolor y cerró los ojos cuando mi glande fue desapareciendo lentamente en su culo, ya había pasado lo peor y seguí empujando con movimientos suaves y firmes, entraba y salía despacio cada vez penetrándola un poco más. Y otro poquito más. Milímetro a milímetro.
Me salía un poco para que se relajara y volvía a la carga llegando más lejos en cada embestida. No podía creérmelo, pero ya tenía medio tronco dentro de su culo. Estaba convencido de que iba a conseguirlo.
―¡¡¡Ahhhhhggggg, despacio!!!! ―gritó Mónica.
No creo que hiciera falta, pero para asegurarme me salí de dentro por completo, dejé caer un buen salivazo entre mis dedos otra vez y embadurné un poco más ano, penetrándola esta vez con tres dedos. Su agujerito ya estaba súper abierto y decidido me recosté sobre ella sujetándomela con firmeza.
―No te muevas, ahora te va a entrar hasta los huevos…
―Ten cuidad…
―¡¡Cállate ya, joder!!, en un par de minutos vas a estar gritando de placer como una puta…
Y ahora sí, mi polla entró con suavidad, abriéndose paso en sus lubricadas paredes, hasta que por fin mi tableta de abdominales chocó contra su cuerpo. La tenía toda dentro. Me salí despacio hasta la mitad y volví a la carga, una vez, y otra, y otra más, a un ritmo continuo, hasta que el culo de Mónica se fue acostumbrando a mi polla.
Ya me la estaba follando por el culo.
―¿Te gusta?
―¡¡¡Ohhhhh, diosssss, qué ricoooo!!!, da mucho gusto… ―exclamó Mónica cerrando los ojos―. Parece que me voy a mear encima, joderrr… ―dijo de manera vulgar.
Dejé que se acostumbrara a esa sensación tres o cuatro minutos y después tiré de su cintura hacia arriba e hice que se quedara a cuatro patas. Mónica miró hacia atrás y se apartó el sudoroso pelo de la frente. Tenía la cara desencajada de placer y se quedó expectante a ver qué iba a hacer.
―¡¡Vamos, fóllame!! ―dijo moviendo las caderas en círculos.
Con un golpe seco mi polla entró hasta el fondo de ella. ¡¡Ya era mía!! En ese momento Mónica dejó de existir para mí. Solo era un objeto. Un culo que follar. Nada más. Y vaya si lo hice. La muy zorra empezó a gritar a cada embestida, se la clavaba con golpes fuertes y secos, y ella no dejaba de pedirme que siguiera.
―¡¡Más, másssss…!!
Me parecía increíble haber conseguido sodomizarla con esa facilidad, y ella parecía que llevaba recibiendo pollas por el culo toda la vida. Con qué suavidad se tragaba la mía que se deslizaba en su interior de manera sublime. Estábamos los dos a punto de llegar al orgasmo, pero no quería terminar tan deprisa, además, había una cosa que quería hacer con Mónica y todavía no me había dejado.
De golpe le saqué la polla del culo dejándola apoyada en sus glúteos. Mónica movió desesperada las caderas en círculo intentando que se la volviera a meter.
―¿¿Qué haces?? ¡¡No pares, sigueeeee… estaba a punto de correrme!!, ¡¡vuélvemela a meter, por diosssss!!
―¿Por el culo? ―pregunté azotando sus nalgas con mi verga.
―Sí, por el culo, mmmmmmm… ¡¡dame otra vez por el culo!!
―Ven aquí, joder… ―¡PLAS!, dije azotando su glúteo derecho.
La sujeté por el pelo sacándola de la cama a la fuerza, Mónica no sabía lo que estaba pasando, y comprendió aún menos cuando agarré su mano para que bajara por las escaleras, en un primer momento se debió pensar que íbamos a ir a la piscina, pero enseguida comprendió mis intenciones cuando nos paramos a la puerta de su habitación y de un ligero empujón hice que pasara dentro.
―¡¡No, aquí no!!
Fuimos andando hasta el borde de su cama y la obligué a que se inclinara hacia delante, por lo que tuvo que apoyar las manos. Se quedó de pie, con el culo hacia fuera y yo me situé detrás de ella.
―¡No, ahhhhhh, aquí, nooooo… ahhhhhh! ―gimió cuando sintió mi polla otra vez entre sus piernas.
Me la agarré con fuerza haciendo que se pusiera lo más dura posible y se la restregué por la raja de su culo ocho o nueve veces haciendo presión cuando pasaba a la altura de su ano. Mónica siguió protestando, pero me di cuenta como cedían sus piernas y tuvo que apoyar una de las rodillas en la cama para no perder el equilibrio.
―¿Quieres que te la meta? ―pregunté sabiendo la respuesta.
Mónica se echó hacia atrás haciendo presión ella misma cuando sintió mi glande a la altura de su ano. Me sujeté la polla y con total facilidad fue entrando en el culazo de Mónica. Miré hacia abajo para verlo bien y comprobé que su coño ya había soltado un par de gotas que habían caído al suelo.
¡¡Estaba chorreando, literalmente!!
Y comencé a bombear, con golpes fuertes, secos, y duros, follándomela lo mejor que sabía, agarrando su cintura, haciendo rebotar mi pubis contra su cuerpo y Mónica se dejó llevar, acompañando mis movimientos con los suyos, buscando mis embestidas echando el cuerpo hacia atrás.
¡Me estaba follando su señor culo!
La empujé hacia delante y ahora puso las dos rodillas sobre la cama, yo me subí también y nos vimos reflejados en el espejo de su armario. Parecíamos dos putos animales y los gemidos de Mónica cada vez eran más salvajes. Me dio mucho morbo verme en el espejo, y yo creo que a ella también. Habíamos roto la última barrera que nos quedaba.
Hacerlo en su cama de matrimonio. Ya no quedaba nada por mancillar.
Mónica se abandonó al placer y yo metí la mano entre sus piernas para comprobar cómo chorreaba. Me volví a poner erguido para agarrarla bien por la cintura y terminar de sodomizarla con un baile acompasado y perfecto mientras Mónica gritaba “másssss, másssss, sigueee, sigueeee”.
Por suerte para mí, Mónica no tardó mucho en correrse porque yo no podía aguantar más, y al compás de sus chillidos me dejé llevar descargando mi espesa y caliente leche dentro de su culo. Con un último golpe de cadera se la incrusté hasta el fondo y me quedé parado. Ahora era Mónica la que se movía hacia atrás sin dejar de follarme y exprimiéndome hasta la última gota.
―¡¡Síííi, córrete dentro de mí, córrete, ahhhhhhggggg, córrete, cabrón!! ―gritó enfervorecida.
Nos quedamos unos segundos parados cuando terminé de descargar, yo no quería sacar mi polla de su culo, estaba demasiado bien allí metida, al calor del cuerpo de Mónica y ella meneaba sus caderas de lado a lado ronroneando de placer, como si todavía tuviera ganas de más.
Salí de ella con la polla dura, sucia y mojada, y me quedé mirando su ano abierto, del que salía mi reciente corrida. Mónica seguía a cuatro patas ofreciéndome su culo y no tenía intención de cambiar de postura, hasta que me dejé caer en la cama y ella hizo lo mismo.
―Buffffff, ha sido una pasada… ―dije yo―. ¿Te ha gustado?, nunca te habías corrido así… no ha estado nada mal para ser tu primera vez…
―Joder, ha estado muy bien… pero te pedí que no hiciéramos nada aquí…
―Lo siento, no me he podido resistir, me daba mucho morbo follarte en tu cama.
Me di la vuelta quedándome boca arriba, todavía tenía la polla tiesa y las venas seguían bien marcadas, estaba brillante por los jugos de Mónica y una gota de semen resbalaba desde la punta hasta el tronco. Mónica se quedó mirándola. Mi verga lucía más apetecible que nunca.
―¡Eres un cabrón! ―me insultó antes de pasar una pierna por encima de mi cuerpo y sentarse sobre mí.
Ella misma me sujetó la polla para ponerla a la entrada de su coño y se dejó caer, penetrándose y después comenzó a cabalgarme botando desesperada y golpeando con sus glúteos contra mis muslos cada vez que se la clavaba hasta los huevos. La sorprendí un par de veces mirándose en el espejo mientras me follaba.
No me cabía duda de que a ella también le daba morbo acostarse conmigo en la cama que había compartido tantos años con su marido y siguió follándome hasta que me corrí otra vez dentro de ella.
A partir de ese día ya no tuvimos límites, follábamos por toda la casa, en la piscina, en mi habitación, en su cama, en la cocina, hasta en el jardín, sin importarnos que pudiera vernos algún vecino curioso, eso todavía nos daba más morbo, follábamos en lugares públicos, en el cine, en el coche, en los baños de la cafetería… Incluso lo hicimos varias veces mientras estaba Fernando en casa, un día mientras él dormía la siesta en el salón sodomicé a Mónica en la cocina y terminé corriéndome en su cara.
Ya nos daba todo igual. Éramos seres irracionales, enfermos, nublados de razón. Solos nos importaba follar.
38
Junio 2012
El curso terminó muy bien, saqué unas notas que ni yo me esperaba, tres sobresalientes y el resto notables, mejorando las calificaciones del cuatrimestre anterior. Después de los exámenes me quedé unos días más esperando a que salieran las notas, aunque no hacía falta, podría haber regresado al pueblo y me hubiera enterado igual.
Salir de fiesta con mis amigos fue la excusa para quedarme en el chalet con Mónica una semana más. Fernando también estaba terminando la obra en la que trabajaba en Madrid, aquel domingo caluroso de junio se despidió de su mujer por última vez y nos dijo que posiblemente regresaría el jueves o el viernes.
Dos horas más tarde estábamos en la piscina Mónica y yo, acababa de correrme dentro de ella y todavía tenía la polla metida en su interior. Mónica me había rodeado la espalda con sus piernas y no dejábamos de abrazarnos y besarnos en plan romántico. Sabíamos que el final de nuestra aventura estaba muy cerca.
Había quedado con mis padres, para que pasaran a recogerme el jueves por la mañana y me ayudaran a guardar en el coche toda la ropa y las cosas que había ido acumulando en la habitación durante el curso. Apenas nos quedaban tres días para estar juntos.
―Uffff, voy a echarte de menos todo el verano ―le dije a Mónica que estaba preciosa con las mejillas encendidas y el pelo mojado.
―Yo también, pero sabíamos que esto se tenía que terminar…
―Entonces, ¿no hay ninguna posibilidad de quedarme en el chalet para el año que viene?
―No, ya lo hemos hablado Fernando y yo y ahora tenemos un dinerillo ahorrado, lo suficiente para acabar de pagar la hipoteca y tirar una temporada… y yo espero aprobar este año la oposición, creo que lo llevo muy bien…
―Joder, quiero seguir viéndote…
―Lo sé… ―dijo ella besándome en la boca.
―¿Qué vamos a hacer?
―No podemos hacer nada, Adrián, lo mejor para todos es que dejemos de vernos…
―Yo quiero seguir quedando contigo… ―dije metiendo un dedo en su boca para que me lo chupara―. Me vuelves loco, joder…
―En cuanto te eches una novia te olvidarás de mí…
―De eso nada, tú sí te olvidarás de mí…
―Sabes que no…
―Quiero seguir quedando contigo el año que viene, ya buscaremos la manera de hacerlo, puedes llamarme cuando Fernando no esté en casa y vendré corriendo a follarte, o podemos vernos fuera… me da igual…
―Adrián, lo mejor es que esto se termine ya, dejar que pase el verano y seguir con nuestras vidas…
―Nooo, Mónica, no me hagas esto…
―Sabes perfectamente que es lo mejor para los dos, esta aventura no va a ninguna parte, es solo sexo… y si seguimos tarde o temprano nos acabarán descubriendo, así que es mejor dejarlo ahora, nos quedaremos con un gran recuerdo…
―No me digas eso…
―Shhhhhh, no hables más… ―dijo metiéndome la lengua en la boca―. Vamos arriba, quiero que me vuelvas a follar…
El miércoles era nuestro último día juntos, estuvimos toda el día sin salir del chalet, nos acostamos dos veces, hicimos una clase de yoga, tomamos el sol en el jardín, nos bañamos en la piscina y después de cenar subimos a mi habitación. Sabía que era más que probable que fuera nuestro polvo final.
A las diez de la noche todavía era de día, aunque ya estaba anocheciendo, apenas entraba luz por la ventana de mi habitación y tenía a Mónica a cuatro patas en mi cama. Mi polla entraba y salía de su culo con una fluidez increíble y yo estaba cerca del orgasmo. Ya no podía aguantarme más, intenté retrasarlo y me quedé quieto, pero Mónica lanzaba su culo contra mí follándome como una loca.
―¡Más despacio, lo tengo a punto!
Mónica ralentizó el ritmo con movimientos lentos intentando que durara lo máximo posible, pero yo estaba al límite, me sujeté a su cintura y me dejé llevar. Entonces me percaté de un pequeño movimiento junto a la puerta, como una sombra que se movía.
Mi primera reacción fue asustarme, Mónica estaba tan concentrada y gemía tan alto que ni se dio cuenta, pero al mirar bien y acostumbrar mi vista a la oscuridad le pude ver bien. Estaba dos metros detrás de la puerta viendo lo que pasaba en la habitación.
¡¡¡Fernando nos había descubierto!!!
Me quedé paralizado por el miedo, sin saber qué hacer, el orgasmo ya había brotado de mis huevos y seguía con las manos en la cintura de Mónica. Casi sin querer me dejé llevar y mientras Mónica me embestía lanzando su culo contra mí, me corrí dentro de ella sabiendo que su marido estaba delante de nosotros.
―¡¡Vamos, córrete dentro de mi culo, asííííí, mmmmmm…!! gritó Mónica.
No podría explicar lo que sentía en ese momento. Una mezcla de miedo y placer que me disparó salvajemente los latidos del corazón en un orgasmo interminable.
En cuanto terminé de correrme, salí de Mónica y me quedé sentado en la cama. Confundido, derrotado y muy asustado. Sin saber cómo decirle lo que acababa de ocurrir.
―¿Qué te pasa? ―me preguntó dándose la vuelta.
―Creo que Fernando está en casa…
―¡¡¡¡¡¿Quéééééé?!!!!!!
―Sí, ha subido y… nos ha visto…
―¿Seguro?
―Sí…
―¡¡¡Joder, joder!!! ―dijo Mónica saltando de mi cama deprisa sin posibilidad de vestirse, pues había dejado la ropa tirada por el salón.
Yo ni me atrevía a salir de la habitación, lo siguiente que escuché unos minutos más tarde fue una monumental bronca entre Mónica y su marido en el salón.
―¡¡Que se largue ya!!, mañana cuando vuelva no quiero que siga aquí ―gritó Fernando antes de salir de casa con un portazo.
Intenté hablar con Mónica, pero ella se refugió en su habitación y no pude hacer nada más esa noche. Yo me quedé hundido, sin saber qué hacer. Todo se había jodido en unos pocos segundos. Tengo que reconocer que me costó mucho conciliar el sueño esa noche, pues acababa de vivir una situación demasiado traumática. Al día siguiente vinieron mis padres a recogerme, Mónica salió a recibirles por educación, se la notaba muy triste y lucía unas buenas ojeras en la cara. Yo creo que no había dormido, lo mismo que yo. Nos despedimos con dos besos a la entrada y esa fue la última vez que la vi.
Ni por lo más remoto podía haberme imaginado unas horas antes que íbamos a tener un final así y me marché a casa muy preocupado, preguntándome por el futuro de Mónica.
No supe de ella en todo el verano, intenté llamarla varias veces y le mandé unos cuantos whatsapp que no me respondió hasta que terminó bloqueándome en el teléfono. Incluso pensé en presentarme en su casa, pero al final desistí de esa idea y decidí dejarlo correr.
Tuve que asimilar que nuestra historia había terminado para siempre.
FINAL
39
Febrero 2022 (Actualidad)
Durante la mañana estuve repasando la documentación de las cuatro firmas que tenía ese día en la notaría, donde trabajaba como oficial. Entonces vi sus nombres y apellidos, no cabía duda que eran ellos. Mónica y Fernando. Tengo que reconocer que me puse nervioso, llevaba casi diez años sin saber nada del matrimonio, y al parecer seguían juntos.
Venían a firmar un testamento, e irremediablemente se me agolparon en la cabeza multitud de recuerdos de mi época universitaria y ese primer año. Al terminar la carrera empecé a hacer unas prácticas en la notaría y aunque no era para lo que había estudiado, al final me quedé trabajando allí.
Con el paso de los años seguimos manteniendo la amistad y nuestro grupo de whatsapp “Elvi y los cuatro fantásticos”, y quedábamos regularmente para cenar, aunque desgraciadamente la última vez que nos juntamos todos fue con el fallecimiento de Iván en un accidente de tráfico hacía unos diez meses. Fue un golpe duro para el grupo y asistimos incrédulos al funeral.
Sergio ahora era mi cuñado, en tercero comencé a salir con su hermana pequeña y ya llevábamos ocho años de relación, él seguía con Laura, con la que estaba a punto de casarse y en cuanto terminó la carrera se puso a trabajar en la empresa que tienen sus padres de administradores de fincas, Pablo dejó la universidad en segundo y se metió en el ejército y Elvira era a la que mejor le iba.
Había estado trabajando en Londres, en EEUU y ahora llevaba tres años en Barcelona donde había montado una empresa de mensajería, con la que debía estar ganando mucho dinero, pues incluso salió en un reportaje en la tele como una de las empresarias jóvenes más prometedoras. Estuvimos saliendo unos meses en nuestro segundo año de carrera, aunque no cuajó nuestra relación, pero por ello no dejamos de estudiar juntos los cuatro años de facultad y nos seguimos acostando hasta que empecé a salir con mi actual pareja. Elvira también tuvo varias relaciones, le daba igual si eran chico o chica, ya nos había confesado su bisexualidad, hasta que finalmente se decantó por el lado femenino.
Al funeral de Iván se presentó con una súper modelo italiana con la que llevaba saliendo un año y estaba más guapa que nunca. Había ganado unos kilos que le sentaban fenomenal, ya no era esa chica alta y desgarbada, aunque seguía teniendo ese aspecto salvaje con sus tatuajes, solo que ahora vestía muy elegante con zapatos de tacón y americanas de color negro.
Nunca me arrepentí de no haber intentado algo más serio con ella, con dieciocho años solo la veía como una chica rara, a la que le gustaba follar, y poco más… nunca estuve enamorado de ella, pero ahora era toda una mujer de negocios, atractiva, sensual, elegante y tengo que reconocer que me acordaba mucho de todos los polvos que habíamos echado juntos. Me daba un morbazo tremendo cada vez que la veía.
Puntuales llegaron a la notaría Fernando y Mónica, no les había vuelto a ver desde que me fui de su casa, venían con un niño pequeño de nueve años y menuda cara que pusieron al verme. Fernando ni me quiso saludar y se llevó al pequeño de la mano a otra sala y Mónica al menos se detuvo a hablar conmigo.
―Hola, Adrián, ¡qué sorpresa!, no sabíamos que trabajabas aquí…
―Sí, llevo seis años, me alegro mucho de verte y saber que estás bien… ya vi en la escritura que eras funcionaria, o sea que sacaste la oposición…
―Sí, aprobé unos meses más tarde… de que te fueras…
―Estaba seguro que sacarías la plaza…
Tampoco hablamos mucho, apenas un minuto, Mónica iba con unos vaqueros ajustados y un jersey azul con cuello de pico, se notaba que ahora era más mayor, pero nadie diría que tenía 52 años. Seguía estando espectacular y su culo seguía igual que siempre. Impresionante.
Entramos en la sala y mientras el notario leía el testamento que Fernando y Mónica habían redactado, yo me fijé en ella varias veces, también me fui inevitable recordar los tres meses de relación que habíamos mantenido. Nunca volví a disfrutar tanto del sexo como cuando estuve con Mónica.
Esos encuentros a espaldas de su marido con aquella MILF fueron una puta delicia. Follábamos a diario cómo si fuera nuestro último día de vida, como animales, con los instintos a flor de piel cada segundo que pasábamos juntos.
¡Era todo tan prohibido y excitante!
Después de la firma del notario se fueron y me quedé dándole vueltas a la cabeza en mi oficina. Me alegraba que Mónica y Fernando siguieran juntos, pero el comportamiento de él siempre me pareció muy extraño, incluso a veces llegué a pensar que Fernando sabía que Mónica y yo estábamos juntos y lo que pasó el último día con la bronca que tuvieron, no fue más que una especie de teatro que habían montado. No consideraba muy lógico que Fernando se hubiera quedado mirando a la puerta de mi habitación sin decir nada, viendo cómo enculaba a su mujer.
Pero bueno, eso solo fue una teoría mía que tuve durante algún tiempo, me alegraba mucho por ellos y que les fuera bien, se lo merecían porque eran muy buena gente y además, al final habían conseguido ser padres, algo que Mónica deseaba con todas sus fuerzas. Supuse que el niño era adoptado, porque pensaba que ellos no podían tener hijos. El chico me hacía mucha gracia, era inquieto y tenía unos caracolillos en el pelo idénticos a los que tenía yo a su edad. ¡Qué casualidad!
Al final nunca le conté a nadie mi aventura con Mónica, fue algo que quedó entre nosotros y su marido y a pesar del paso de los años siempre tuve a Mónica muy presente. Fue una relación que me dejó muy marcado y nunca he vuelto a disfrutar del sexo como lo hice con ella.
Fueron los tres meses más intensos de mi vida. Un recuerdo que guardaré para siempre.
Me encantó la saga
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