SHNEY
Equilibrista demente, ebrio de gloria en su momento cúlmine saltando ágil por sobre las azoteas, por sobre las preocupaciones del hormiguero-manada que discurre 10 pisos más abajo, por sobre las pantallas de los smartphones que le apuntan en su deambular postrero: caricatura patética cual señal de nuestros tiempos, que le llevará al estrellato en Twitter o Tumblr.
No te hagas ilusiones, en todo caso. La gente —no toda, aclaremos— está aquí movida por sentimientos un poco más mundanos y egoístas que la compasión o empatía hacia tí y tus dramas ( no imaginas cuánto cansa mantener el maldito teléfono en la incómoda posición de apuntar hacia arriba, con los brazos extendidos, buscándote, atrapándote…) Es sólo que has aparecido como tema salvador en las tertulias vespertinas de la feligresía saliente. Nada más. Si vieras las caras impacientes de tu público — a un tris de comenzar con los abucheos— tal vez habrías elegido otro edificio en otro vecindario o derechamente la muy socorrida, y por lo mismo carente de espectacularidad, cuerda y viga en el más recatado anonimato.
O puede que no.
Tal vez la justificación a tu vida sea, precisamente, este episodio… ¡ vaya uno a saber!
El humo de un millón de cigarrillos encendidos al mismo tiempo asciende en volutas mántricas desde el suelo, tapizado de espectadores ávidos por ver tu sangre y vísceras embadurnando el pavimento de ese, hasta antes de tu salida a escena, tranquilo domingo después de misa. La gente, con un tal vez conocimiento átavico de trayectorias, parábolas y otras consideraciones de la física, ha omitido ubicarse en el sitio en que, si todo vá como debiese, la aceleración de gravedad —9.8 Mts. por segundo al cuadrado, dato no menor— hará ¡ plaf! con tu humanidad en el pavimento, convertiendo tu anonimato en una historia y de paso, dará para unas líneas en el periódico de mañana y algunos segundos de relleno en los telediarios de antes de la cena.
Pero bueno, esto tampoco lo sabrás. No tienes de qué preocuparte.
© Pangolín Insomne 2022