KERANOS
Finalmente llegamos al único restaurante que había en ese pequeño pueblo. Era de decoración bastante rústica también. Y como esperaba por verlo nada más entrar, todo fue de maravilla. La comida estaba genial, de nuevo con ese contraste entre lo moderno y lo tradicional como vimos en el bar, pero esta vez con una carta más variada. Elena estaba encantada por toda la situación y yo aproveché para jugar un poco con ella, pero sin pasarme, ya que no quería hacerla sufrir mucho por lo que hicimos en el río. Simplemente jugaba entre los niveles más bajos mientras comíamos, llegando a ponerlo un par de veces en el más alto, pero lo quitaba de ahí enseguida al saber cómo ella no podía aguantarlo y al ver como apretaba su cara con fuerza cuando lo hacía. Sin embargo, me encantaba ver como relajaba su carita una vez lo bajaba, mirando a los lados tímidamente por si alguien se hubiera podido dar cuenta.
Después de cenar dimos otro pequeño paseo y acabamos en el cine de verano que estaba situado en la plaza más grande el pueblo, aunque tampoco es que fuera muy grande. Habría alrededor de 50 personas en total, y nosotros fuimos dos de ellas, sentándonos en el fondo para ver la película. Por suerte no fue algo aburrido, ya que por lo menos se trataba de una película relativamente reciente y la calidad de imagen y sonido eran buenas para lo que había. Lo pasamos bien viendo la película mientras yo jugaba con ella de vez en cuando de nuevo con el vibrador.
Elena me miraba sonriendo, aunque mirando mis labios también. En alguna de esas veces la besé porque ya no podía más al ver lo preciosa que estaba. También le susurraba al oído cuánto la quería. Ella se estremecía y se apegaba a mí para echar su cabeza sobre mi brazo. Y así se nos pasó toda la película hasta que acabó y volvimos dando un paseo más, pero antes de llegar al coche paré en una tienda para comprar una botella de champán y hielo.
-Madre mía cómo tengo los pies… –dijo ya cuando nos montamos en el coche.
-¿Te duelen?
-Sí. Mucho. No estoy acostumbrada a estos zapatos.
-Bueno, ahora te doy un masaje.
-Uff… Me encanta. Pero ya sabes lo que pasa…
-Claro que lo sé. Pues no nos queda noche…
-¿Sí? -preguntó con su vocecilla.
No podía con ella cuando se ponía así, por lo que me lancé a comerle la boca con mucha ansia, toqueteando por todo su cuerpo. Ella también le ponía ganas, sobándome el paquete por encima de la ropa, empezando a desabrocharme los primeros botones de la camisa. Yo aproveché para coger el móvil y encender el vibrador. Elena pegó un respingo, y lazó un gemido en mi boca que me encantó. Antes de que la cosa fuera a más decidimos ir a la casa teniendo en cuenta que donde estábamos nos podía ver alguien que pasara por ahí. Llegamos a la casa a toda prisa, comiéndonos la boca un rato antes de salir de coche. Conforme entramos por la puerta seguimos con ese magreo, yendo directamente a la cama para seguir besándonos ya tumbados.
Tantas ganas nos teníamos que acabamos echando un polvo rápido en el que Elena ni siquiera se quitó el vestido. Tan solo le quité las bragas y el vibrador, el cual salió empapado por sus fluidos. Yo tan solo me bajé los pantalones y los boxers hasta medio muslo para empezar a metérsela. Casi ni preliminares hubo, aunque todos esos besos que nos dimos antes de salir del pueblo y antes de entrar a la casa en el coche hicieron su labor, pero también venía ella calentita por todo el juego con el vibrador. Su lubricación era la idónea y no podíamos esperar, así que la follé en un misionero con buenas embestidas, durando ambos bastante poco. Un polvo rápido y frenético de 5 minutos en el que no parábamos de mirarnos a los ojos, donde ella se corrió entre sus gemidos dulces y al segundo me corrí yo dentro de ella al notar su orgasmo y sus contracciones. Una vez acabamos ambos, esperaré dentro de ella a que se recuperara, dándole muchos besitos por su cara y cuello. Ella parecía encantada con ello, porque, aun estando en su mundo, tenía la noción suficiente para emitir sonidos de agrado en respuesta a mis muestras de cariño. Una vez ambos nos recuperamos, salí de ella con cuidado, aprovechando para ir al coche a por el champán y el hielo. Mientras Elena estaba en el baño limpiándose bien y terminando de desnudarse, yo fui preparando el champán en un cubo de metal que había ahí, echando el hielo y colocando la botella para que se enfriara. Parecía que esas casas eran usadas por muchas parejas, porque además del cubo, tenían copas.
Me desnudé, quedándome solo en boxers, esperando a que Elena saliera del baño y cómo mereció la pena la espera… Elena salió totalmente desnuda, con el pelo perfectamente alisado, hasta me daba la sensación de que se había pasado la plancha de nuevo. También se había cambiado el maquillaje un poco, pintándose más los ojos, con una sombra negra y los labios de un rojo muy intenso. Desnuda iba, porque solo llevaba unas medias de rejilla, de las que se ajustan a medio muslo y unos zapatos negros de tacón muy altos. No puedo decir con seguridad si me puse rojo, pero apuesto a que sí, porque sentí un calor en la cara muy fuerte al verla así. Me puso a mil ver a mi chica tan preciosa y sexy, con su perfecto cuerpo, sus marcas del bikini, su triángulo de pelo negro que tanto me gustaba y con esa pinta. Estaba espectacular.
-¿No me dices nada?
-Elena, estoy sin palabras. Estás…
-¿Cómo estoy?
-Perdona si te molesta, pero es que pareces un zorrón…
Elena lanzó una fuerte carcajada y yo me expliqué:
-… pero a buenas, no es a malas. Estás tremenda.
-¿Te gusta?
-Me encanta. Solo te he visto una vez tan pintada, pero… Joder, es que, por Dios…
-Jajajaja. Tranquilo mi amor…
-Es imposible.
-Es que como me he portado tan mal… Pues te quería dar una pequeña sorpresita…
-Ajá… -atiné a asentir como un cromañón debido al poco riego que tenía ya en la cabeza.
-Jajajaja, qué mono…
-Pfff… Elena…
-¿Podrás hacer una cosa por mí?
-Yo hago lo que tú quieras.
-Échame una foto. Quiero que Irene me vea así.
-Uff… Trae. Corre.
Le eché unas cuantas fotos a Elena en las que ella se puso a posar, poniendo una de sus manos en su cadera, otra en la que salía mordiéndose el labio, otra de espaldas con el culo en pompa, pero mirando hacia atrás… Estaba increíble y yo ya notaba hasta como palpitaba mi polla. De nuevo la iba a follar con fuerza y rapidez. En ese momento no me salía otra cosa. Dejé el móvil en la mesita y tiré de su mano para acercarla a mí. Le empecé a comer la boca de una manera salvaje, haciendo que se corriera el maquillaje de sus labios, pero es que me daba igual.
La puse boca arriba como si de una muñeca se tratara. Ella reía por mis maneras, pero poco le duró cuando se la empecé a meter. Cogió aire con fuerza, lanzando un gemido seco y alto una vez se la metí de golpe por completo. Le susurré algo que en realidad no recuerdo, aunque seguro que sería una barbaridad por cómo estaba. Ella tampoco prestaba mucha atención a eso porque estaba muy encendida también, gimiendo mientras yo se la metía dando fuertes embestidas. Seguimos así un rato, en su postura favorita en ese misionero que le permitía ver mi cara bien y tener acceso a besarme con facilidad cuando quisiera, como siempre me decía cuando me explicaba por qué era si postura preferida. Pero no solo iba a disfrutar ella de eso, porque sabía lo que a mí me gustaba y tiró de mí sin que yo lo esperara, ya que cuando estaba así solía ser muy manejable, quedándose como inerte. Pero esta vez era más consciente en ese aspecto. Me puso a mí tumbado boca arriba para empezar una buena cabalgada, empezando a botar, para luego hacerlo como más me gustaba a mí, con ese movimiento hacia delante y atrás con toda mi polla clavada en sus entrañas.
Tras una buena cabalgada con ambos aguantando más por estar recién corridos, la puse a cuatro patas para metérsela así un poco. Se oía como la cama retumbaba contra la pared por las embestidas tan criminales que le estaba dando, pero es que sus gemidos opacaban ese sonido. Elena gritaba a pleno pulmón, ninguno de los dos nos reprimíamos. Estábamos solos en el monte y nadie nos podía molestar, por lo que solo nos concentrábamos el uno en el otro. Veía como su pelo bamboleaba hacia delante y atrás por los movimientos tan bruscos y como sus carnes se movían de la misma manera. Pero llegó un punto en el que Elena se empezaba a estremecer. Ya notaba otro orgasmo suyo cerca. Y yo tampoco es que pudiera aguantar más. Pero ella se salió, gimiendo de manera extraña.
-No, no. Te quiero ver. Quiero que acabemos a la vez y quiero verte -dijo entre respiraciones muy aceleradas.
Le di un beso muy intenso y la puse boca arriba de nuevo. Me apetecía así, por lo que se la metí directamente, volviendo al misionero con esas fuertes y rápidas embestidas que le hacían gritar como si la estuvieran matando hasta que ya no pudo más y se empezó a correr. Yo aun así fui capaz de aguantar un poco más y esperé a que medio se recuperara para apretar otra vez y provocarle un nuevo orgasmo, tratando de no haberle daño al embestir con más cuidado. Elena se corrió de nuevo con gemidos muy agudos y ya no aguanté más, descargando de nuevo dentro de ella.
Esta vez tardó más en recuperarse, quedándose mirándome después de que fuera corriendo a por un rollo de papel para ponerle algo en el coño y que no ensuciara las sábanas. Me miraba con una cara preciosa, aunque tenía el maquillaje bastante corrido, los labios por besarnos y los ojos por el traqueteo en general. Aun así, estaba preciosa, diciéndoselo yo y riendo ella de una manera encantadora. Le di un beso y me pidió que le trajera sus almohadillas desmaquillantes para quitarse todo eso y despejar su cara. Mientras ella se desmaquillaba, yo le quité esos tacones que ni siquiera recordaba que llevaba puestos para masajearle los pies. En el momento en el que lo hice ella lanzó un suspiro porque sabía lo que iba a pasar, pero viendo que yo lo hacía para quitarle el dolor que llevaba más que buscando calentarla, se relajó, aunque a veces se estremecía y lanzaba algún gemido muy sensual. Cuando terminó de desmaquillarse cogió mi móvil para ver las imágenes y reír al verlas. Aprovechó para enviarle alguna a Irene. Justo en el acto llamó y Elena descolgó para hablar con ella, poniéndolo en manos libres.
I: Elena, ¿te quieres casar conmigo?
E: Jajajajajaja.
I: Tía… Estás para comerte. Te quiero follar hasta que te mueras de gusto.
E: Ya te has calentado, ¿no?
I: Joder… Es que hemos venido reventados de la piscina, pero yo hasta que no eche un buen polvo no me voy a dormir.
E: ¿Podrá Mario, o estará muy cansado?
I: Pues me da igual, la verdad. Quiero que me folle. Se está duchando y hasta que no me folle bien, no se va a ir a dormir. Javi seguro que ya está K.O. ¿A que sí?
J: Qué va. Pues no nos queda noche…
I: ¿Me oye?
J: Sí. Y he oído lo de casarte con mi chica.
I: Ups…
J: A ver, no soy celoso, pero no sé si Elena querrá.
E: No, no. Yo me quiero casar con mi Javi.
I: Y tu Javi solo quiere contigo también.
E: Jejeje.
I: Contadme… ¿Qué habéis hecho?
E: Pues luego te cuento. Pero ya llevamos dos polvetes.
J: Polvetes dice…
E: Vale, polvazos.
I: Si te lo noto en la voz.
J: Sí. Ha gritado bastante.
E: Claro, ahora que puedo tengo que aprovechar, jajaja.
I: Ah… Es verdad. Que ya no estáis solitos en casa…
E: Sí, tenemos que aprovechar cuando podemos, porque ya…
I: Claro. Hay que aprovechar. Oye, que estás guapísima así. Me gustaría verlo en persona…
E: Mmm… -murmuró pensativa.
I: Ya, ya. Ya sé que estáis en plan cada oveja con su pareja. Pero entendedme… No me podéis mandar esas fotos sin dejarme verlo en persona… Eso es de ser mala gente, jajajaja.
J: Es que si lo hacemos en persona te lanzas encima de ella.
I: Ya, eso sí. Jajajaja.
E: No sé. Ya veremos. A ver qué le parece a Javi.
J: Bueno, algo se podrá hacer.
I: Uff… Qué bien. ¡Mario! ¡Ven aquí, corre, que me tienes que follar muy fuerte!
E: Jajajaja.
J: Verás los vecinos.
I: Una mierda me voy a cortar yo por los vecinos. Pues sí, hombre…
E: Jajaja, estás loca.
I: Sí. Un poco. Oye, se las puedo enseñar a Mario, ¿no?
E: Sí. Si ya me ha visto todo… ¿Qué más da?
I: Le va a encantar. Mira, ya está aquí.
M: Pero, ¿qué haces así, nena?
E: ¿Cómo está?
M: En pelotas, metiéndose los dedos.
J: Jajajaja. Ésta no pierde el tiempo.
I: Mario, que se están hinchando a follar y de qué manera, que Elena está ya medio ronca. Y me ha mandado unas fotos en la que está espectacular. Esto no puede ser, ¿eh? Me vas a tener que reventar.
M: Uff… Estoy algo cansado, pero si me lo pides así… Hoy rompemos la cama.
I: Nenes, os dejo, que me van a follar. Luego hablamos.
Nos despedimos de ella entre risas y seguí con el masaje para que ella se relajara. Al rato dejé sus piernas sobre la cama y fui hasta donde estaba el champán para coger dos copas y llevarlo todo a la mesita. Abrí la botella, casi rompiendo una figura que había por ahí por el rebote del corcho y nos serví una copa a cada uno. Brindamos por los 6 meses que hacíamos y bebimos poco a poco mientras comentábamos lo ocurrido esa noche y alguna anécdota de nuestra relación, con nuestros momentos favoritos. Nos tiramos así un buen rato mientras caía media botella de champán. No bebíamos casi nada ninguno de los dos, pero estábamos solos y había que celebrarlo. Nada podía salir mal y así fue porque nos empezamos a besar estando ambos tumbados de lado.
-Elena, he echado en la maleta la fusta porque quería castigarte, pero es que así es imposible…
-Jajajajaja, ¿por qué?
-Porque te quiero muchísimo y solo te quiero hacer el amor.
-Mmm, qué bien suena eso. Pero también me tienes que reventar.
-¿Más?
-Claro, mi amor. Tenemos que aprovechar cuando podamos.
-¿Pero no estarás muy sensible?
-Bueno, si llego a estarlo demasiado te lo digo.
Nos seguimos besando durante un buen rato más, acariciando nuestros cuerpos hasta que Elena me empezó a sobar la polla para ponérmela dura. La veía con muchas ganas de seguir follando, por lo que me incorporé para ponerme de rodillas en mitad de la cama y coger sus piernas. Elena se estremeció, lanzando un suspiro, como si viera lo que estaba por venir. Efectivamente cogí sus piernas con intención de jugar con sus pies. Para ello se las acaricié, empezando a besar desde sus rodillas hasta que fui bajando hasta llegar a ellos, primero en una pierna y luego en la otra. Como siempre que lo hacía, Elena se puso roja a rabiar como podía ver por la tibia luz de la lámpara de la mesita de noche. Llegados a este punto, no sabía si se ponía así por vergüenza, o por la excitación que le entraba, pero yo imaginaba que era por ambas.
Se los besé y se los lamí, metiéndome sus dedos en mi boca. Elena se derretía, cerrando sus ojos para centrarse en lo que sentía. A mí me volvía loco verla así, por lo que muy a su pesar tuve que parar para ponerme sobre ella para empezar a metérsela. Empecé despacio, pero la cosa fue cogiendo ritmo hasta que se empezó a oír ese sonido de dos cuerpos al chocar, específicamente, cuando esos cuerpos están húmedos debido al calor, ya que pese a estar en los primeros días de septiembre, aún hacía calor. Elena cada vez me decía que le follara ms rápido. Primero entre gemidos, luego entre gemidos más altos y agudos y finalmente entre gritos. Esa noche estaba bastante irreconocible, porque estaba teniendo mucho aguante. Aunque poco le duró cuando la follé muy rápido, como ella me pidió, pero cogiendo un pie para besarlo y lamerlo, volviendo a meterme los dedos en la boca. Elena arqueó su espalda y lanzó un grito que hasta me llegó a asustar. Evidentemente se estaba corriendo, porque unos movimientos sumamente raros, con unos espasmos que hacían mover su cuerpo muy bruscamente, siguieron a esos gritos de placer.
Yo, sin embargo, pude aguantar más al haberme corrido hacía nada, por lo que esperaré a que ella volviera en sí tras esa explosión que su cuerpo había experimentado. Una vez despertó, me miró empezando a reírse de manera encantadora, pasando a murmurar cuando bajó su mirada a mi polla y la vio dura aún mientras me la estaba meneando. Se puso sobre mí para besarme el pecho y fue bajando hasta que llegó a mi polla, cogiéndola para empezar a chuparla. Lo hacía despacio, con mucho cariño, con varios besitos. Mientras tanto, yo le acariciaba la cara, viendo como se le había corrido bastante el maquillaje, aunque estaba guapísima igualmente. Ese ritmo lento inicial se transformó en uno más rápido, empezando ella a tragar cada vez más. Llegó un punto en el que le decía que me iba a correr y eso le encantaba a ella, porque pasaba su mano por mi pecho para acariciarme mientras lanzaba soniditos animándome a que lo hiciera. Finalmente me acabé corriendo en su boca dando ligeras embestidas con mi cadera hacia arriba por el placer que me estaba ocasionando. Una vez me calmé, Elena mantuvo la posición, agarrando mi glande con sus labios mientras me pajeaba muy ligeramente. Me miraba fijamente a los ojos, moviendo sus pies a la vez de arriba a abajo. Después se lo tragó mientras me guiñaba un ojo. Y siguió con ese gesto suyo que me volvía loco de sonreírme con su preciosa sonrisa mientras giraba su cabeza. Me encantó, aunque me reí un poco por verla tan diferente a como siempre me lo hacía por tener su cara emborronada con el maquillaje. Ella me preguntó qué pasaba y yo le expliqué, por lo que fue al baño para quitárselo, apareciendo también sin medias, completamente desnuda.
Seguimos hablando un poco mientras nos acabamos la botella de champán, notándosele a Elena cómo arrastraba las últimas letras de las palabras mientras reía. Qué diferente la veía a otras veces en las que bebía más de la cuenta. Hasta la veía encantadora con esas chapetas que le salieron y con esa risa tan bonita, nada que ver con lo que pasó en la semana que nos fuimos con nuestros amigos y su hermana, casi dos meses atrás.
Elena fue la que se dio cuenta de que la habíamos acabado, poniéndola boca abajo mientras reía, mirándome como si me quisiera decir que habíamos bebido bastante. Después nos empezamos a besar de nuevo, hasta que volvió a coger mi polla para pajearla. Yo, incrédulo de lo que veía, le preguntaba si quería más, respondiéndome ella de manera afirmativa. Se puso de espaldas a mí para que se la metiera por detrás, haciendo la cucharita. Así empezamos a follar de nuevo, aunque era muy lento. Ella me pedía de vez en cuando que lo hiciera más rápido, pero tampoco me quise venir a arriba. Seguí un poco más hasta que se acabó corriendo, aunque no fue un orgasmo tan bestia como el anterior. Elena se recuperaba mientras yo le besaba el hombro y la cabeza, con mi polla aún en su interior. Después se dio la vuelta para besarme y empujarme para follarme entonces ella a mí, montándome. Ya sí que le costaba seguir, por lo que en cuestión de unos breves minutos se corrió de nuevo, apretando su cuerpo, encogiéndose. Se echó hacia delante para ponerse con todo su cuerpo sobre el mío. Yo me dediqué a acariciárselo y darle besos como solía hacer en esas situaciones.
Esta vez sacó ella misma su polla de mí, balbuceando que jugara con su culo. Yo seguía sorprendido porque quería más, pero a mí también me apetecía, por lo que le hice caso, echándome saliva en los dedos para jugar con su culo. De nuevo empezó a gemir y como estábamos a gusto, pues estuve así durante unos minutos. Ya recuperada, me dijo que quería que se lo follara. Y así hice cuando se puso de espaldas a mí nuevamente para que se lo hiciera así. Por la postura era mucho más fácil, aunque me aseguré de dilatárselo bien con los dedos. Le entró bastante fácil y me empecé a mover con cuidado. Elena me decía que le encantaba y que siguiera así, pidiéndome que subiera el ritmo al poco. Cuando noté que estaba cerca yo, empecé a apretar más para que ella también llegara, pero eché mano a su clítoris para facilitar y acelerar su orgasmo. A los pocos segundos de empezar a estimularle de esa manera se puso a temblar, señal de que su orgasmo había llegado. Y notar como encogía y apretaba todo su cuerpo hizo que viniera el mío también, descargando dentro de su culo, aunque ya poco había que descargar después de tanto folleteo ese día.
Nos quedamos con la respiración acelerada y cogí papel que había en la mesita para limpiarla bien mientras ella terminaba de venir en sí. Estábamos sudados y hacia bastante calor, por lo que llené la bañera rápidamente con agua tibia, para darnos un baño y poder dormir más a gusto. Estuvimos un rato ahí, pero ya en silencio. Ambos estábamos cansados, y más después de todo lo que habíamos hecho. Simplemente nos limitamos a darnos caricias y besos por el cuerpo. Nos aclaramos y salimos con cuidado, porque el alcohol nos tenía algo mareados. Nos tumbamos y caímos redondos enseguida, siendo ya más de las 6 de la mañana.
Menos mal que puse la alarma del móvil viendo la hora que era, porque nos despertamos cuando sonó a la 1 la de la tarde. Lo hicimos un poco desconcertados al estar durmiendo tan profundamente y más con esa resaca que teníamos al habernos fundido una botella de champán los dos solos. De hecho, nos costó bastante desperezarnos y levantarnos. Le pregunté a Elena que cuando había que devolver las llaves de la casa y por lo visto hasta la noche podíamos estar ahí, así que no había problema. Optamos por levantarnos y darnos una ducha para bajar a comer al pueblo como hicimos el día anterior. Yo estaba perfecto sin contar la ligera resaca que tenía, pero Elena sí que tenía el cuerpo sensible de todo el traqueteo, tanto de la noche anterior, como de lo que pasó antes de comer en el río, con todo ese juego con el vibrador durante la cena y luego mientras veíamos la película. Tan sensible estaba que me pidió que nos ducháramos por separado para evitar acercamiento si me entraban ganas al verla desnuda. Así que me tocó esperar mientras ella se duchaba, mirando el móvil. Después de un rato salió enrollada en una toalla blanca y me dijo que ya podía pasar. Me pareció extraño, porque aún seguía desnuda, pero entré a ducharme. La cosa fue que se vistió en el dormitorio, entornando la puerta. Entró ya en ropa interior mientras yo acababa, empezando ella a echarse crema como el día anterior. Medio de broma le dije que salía, que me ponía muy burro verla así y más con ese olor tan dulce. Ella se rio y dijo que mejor no, que ese día poco podía hacer ella ya.
Al igual que el día anterior, bajamos al pueblo para comer, haciéndolo de hecho en el mismo lugar, ya que nos gustó mucho. Tras una comida lenta y agradable, cogimos el coche para regresar a la casa, ya que nos dolía la cabeza aún por lo bebido la previa noche y necesitábamos descansar. Elena, como siempre, iba preparada, por lo que en cuanto llegamos fue a la maleta para sacar unos Ibuprofenos para el dolor. Nos echamos y estuvimos descansando un rato hasta que se hizo media tarde y decidimos irnos de allí. De nuevo bajamos al pueblo a dejar las llaves y dimos un pequeño paseo, tomándonos un helado para regresar al coche e irnos a casa, porque necesitábamos descansar bien para el día siguiente, ya que tocaba trabajar y aún nos quedaba un trecho para llegar.
Llegando sobre las 10 de la noche, paré en una pizzería para que pudiéramos cenar en casa sin tener que ponernos a cocinar. Elena me lo agradeció porque la pobre estaba molida y no le apetecía nada ponerse en la cocina, además de que se tiró todo el viaje durmiendo, o era lo que apreciaba, porque iba con su carita apoyada en su mano, con los ojos cerrados. Hasta me llegó a decir que ya nos hacíamos mayores y que no teníamos el mismo aguante que en los años de universidad, pese a tener solo 24 años. Yo me reía, quitándole importancia y diciéndole que eso se arreglaba haciendo más planes así para acostumbrarnos mientras ella me miraba con una sonrisilla.
Una vez llegamos, fuimos al salón para cenar tranquilamente mientras veíamos la tele. Elena me dijo que tenía mensajes de Irene, pero que no tenía ganas de nada. La veía reventada, por lo que recogí rápidamente la mesa cuando acabamos para sentarme con ella en el sofá. Se puso muy mimosa, abrazándome y acariciándome sin parar, con muchos besos por todos lados. De repente se separó y se levantó diciendo que iba a echar la ropa que habíamos llevado a lavar. La paré diciéndole que ya me encargaba yo de eso al siguiente día, que lo que necesitaba era descansar. Me levanté y la cogí en brazos, apangando la tele, para ir nuestra habitación. Mientras íbamos por el pasillo ella me susurró que me quería muchísimo y me daba las gracias por cuidarla así. Me lo decía con una vocecilla que me costaba hasta responder, de hecho, no lo llegué a hacer, solo le di un beso cuando la dejé sobre la cama. Se quitó el vestido que se puso, quedándose solo en braguitas para dormir. Yo hice lo propio, quedándome en boxers. Nos tumbamos y ella cayó enseguida dormida. Yo estaba ya casi también abatido cuando noté como llegaba algún mensaje. Era Irene preguntándome si estaba todo bien, ya que le extrañó que Elena no le contestará. Le expliqué que estábamos muy cansados y que al día siguiente le respondería, aunque también me dijo que quería hablar conmigo, por lo que nos despedimos y al poco me dormí.
Al día siguiente Elena se levantó relativamente fácil, yendo a darse una ducha mientras yo me quedaba en la cama. No me apetecía nada levantarme y ella me volvió a despertar cuando vino a ponerse la ropa, dándome un beso antes de irse.
-Elena, espera.
-¿Sí?
-Muchas gracias por lo de este fin de semana. Se me pasó ayer por cómo vivimos.
-Qué mono te pones cuando me hablas así.
-Tú sí que eres mona.
-Te quiero -dijo acercándose para darme otro beso mientras apretaba mis mejillas con su mano.
Después se fue y me quedé durmiendo un par de horas más. Cuando me levanté puse una lavadora con todo lo que nos llevamos de ropa y me hice el desayuno. Iba a ponerme a trabajar, pero vi que tenía mensajes de Irene diciéndome de hablar cuando pudiera. Le respondí que me llamara cuando quisiera, pero pasaban los minutos y no me contestaba. Alrededor de media hora más tarde llamaron a la puerta. Yo fui a ver quién era algo extrañado, porque era sumamente raro que tuviéramos visita y resultó ser Irene.
-Hola, ¿qué haces aquí?
-Pues he venido a verte, que tenía ganas -dijo dándome un abrazo y dos besos con mucha energía.
Yo le devolví el saludo mientras veía lo guapa que iba y lo bien que olía. Era un olor muy dulce, se notaba que llevaba perfume, pero qué bien olía, muy fresco y afrutado. Respecto a su atuendo, iba con una camiseta de tirantes blanca que dejaba entrever un sujetador blanco debido al contraste del color de su piel, y más estando tan morena, con el blanco de la camiseta. Llevaba también unos shorts vaqueros bastante cortos y ajustados, de esos que dejan ver parte de las nalgas. El conjunto lo remataba una converse negras. Pese a ser un conjunto bastante sencillo, realzaba mucho su figura y su cuerpazo. También iba maquillada ligeramente, con su peinado de siempre, pero con su negra melena reluciente, acompañada de unas gafas de sol que se subió para dejarlas apoyadas en la parte superior de su cabeza.
-Ya decía yo que estabas tardando mucho en contestar.
-Sí. Es que he decidido venir a verte, porque quería hablar algo contigo en persona. Además, así te veo de paso y como Mario se ha ido unos días fuera por trabajo y lo llevan de un lado para otro, pues he cogido el coche y me he plantado aquí.
-Ah, guay.
-¿Tienes que trabajar, o nos podemos tomar un café?
-Que le den al trabajo. ¿A dónde quieres ir?
-Pues… Mira, ¿qué te parece si nos lo tomamos aquí y luego nos vamos todos por ahí a comer? Ya sabes lo poco que me gusta estar sola y es lo que me toca durante unos días.
-¿Y Sofía?
-Se ha ido con su madre unos días a casa también para estar con sus abuelos un poco.
-Bueno, por mí, perfecto.
Hice café y nos sentamos en el salón para tomárnoslo tranquilamente mientras hablábamos.
-Bueno, ¿y qué me querías decir?
-Pues te quería preguntar acerca de lo de Noelia. Ya me ha contado Elena que se ha venido a vivir con vosotros.
-Ah, eso…
-¿Va todo bien?
-Pues… La verdad es que sí.
-¿Sí? -preguntó extrañada.
-Sí. Se está portando como una persona normal y civilizada. Parece otra chica. Es que no tiene nada que ver con la Noelia que conociste en la playa.
-Precisamente era eso lo que me rondaba la cabeza.
-¿El qué?
-Pues lo que nos contaste a Mario y a mí. Eso que pasó cuando nosotros estábamos de fiesta y os fuisteis los tres al apartamento.
-Ah…
-No dejo de darle vueltas a la cabeza con eso…
-¿Sí?
-Sí. De Noelia me lo esperaba. Esa chica está muy revolucionada. Pero lo que me dijiste de Elena… No. Me preocupa. No sé a qué viene eso. No le pega para nada.
-Ya, si yo estaba igual.
-Es que no sé… No se me ocurre nada para que pudiera hacer eso.
-Yo es lo que te dije. Solo se me ocurre que haga algo así porque tiene miedo de que su hermana se vea sola por cómo es. Supongo que quiere estar con ella como antes.
-¿Cómo antes?
-Cuando Noelia era pequeña, Elena y ella eran inseparables. Se pasaban todo el día juntas jugando y tal. Y cuando Elena se tuvo que marchar a la universidad, por lo visto Noelia se puso muy triste, llorando mucho y demás. En fin, digamos que la pubertad no le ha sentado muy bien a Noelia. Elena me ha dicho varias veces que no ve a aquella Noelia por ninguna parte.
-Ah… No tenía ni idea. ¿Y Noelia cómo estaba cuando dijo de venirse aquí?
-Pues… Ya antes de que nos lo contara, la vi contenta y me daba mala espina. La madre fue la que soltó la bomba.
-¿Y qué pasó?
-Que me negué.
-¿En serio?
-Sí. Le dije que no. Que estábamos muy a gusto sin familia en casa y que queríamos seguir así. Ambos necesitamos intimidad.
-Uff… A saber cómo reaccionó Maribel…
-Pues fue un show, la verdad. Empezamos medio a discutir y tal y ya no le quedó otra que rogarme.
-Anda… ¿Y Elena?
-Elena me apoyó a mí. Pero al final cedí porque vi cómo se empezó a poner después de que Noelia le dijera si no quería que ambas estuvieran como en esos tiempos en los que estaban todo el día jugando antes de que se fuera a la universidad.
-¿En serio?
-Tal cual.
-Madre mía…
-Y pues yo ya, en fin… Cedí y en cuanto acabamos de comer se pusieron ella y la madre a hacer las maletas para que se viniera esa misma tarde.
-Vaya suegra tienes…
-A mí me lo vas a decir…
-Entonces, ¿la convivencia bien?
-Sí. No sé… Es tan raro… Ayuda en casa, ni una palabra mala, comemos tranquilamente los tres hablando de cómo nos ha ido el día, de lo que hemos hecho y tal…
-Bueno, entonces todo genial.
-Ya. Yo no bajo la guardia. Esa chica es muy suya.
-Haces bien. Pero si me dices que está en ese plan, me quedo más tranquila.
-¿Más tranquila?
-Sí. Si te digo la verdad tenía miedo de que no parara de malmeter entre vosotros y que intentara algo contigo. Se ve que le atraes, en la playa te miraba mucho.
-¿Sí?
-Sí, bastante. También miraba a Mario, pero a ti más.
-¿Crees que debo tener cuidado?
-Sí. No me fio mucho de ella. Se le ve en la mirada.
-¿Qué le ves?
-No sé, pero no me gusta. Parece mentira que sea hermana de Elena y se le parezca tanto, sobre todo en la cara…
En ese momento llamaron a la puerta y, de nuevo fui a abrir algo extrañado por no saber quién podía ser. Para mi sorpresa, era Maribel, quien por un momento me dejó un poco descolocado por ir más arreglada de lo normal. Hasta por un momento me pareció que era Elena. Iba con una blusa beige que dejaba sus brazos al aire, con unos vaqueros muy ceñidos que acababan antes de llegar a sus tobillos, con unos tacones no muy altos. También iba maquillada, siendo bastante irreconocible para mí por solo haberla visto así en la graduación de Elena.
-¿Maribel?
-Javier. ¿Qué tal?
-Bien. ¿Qué haces aquí?
-Pues he traído a Noelia a la universidad, ya sabes… -dijo con algo de retintín-. Y me ha estado enseñando la universidad un poco, su facultad y alguna cosa más y ya está en la presentación.
-Ah…
-Y he aprovechado para venir a hablar contigo.
-¿Hablar conmigo?
-¿Puedo pasar, o…?
-Eh, sí. Claro, pasa.
Maribel pasó hacía el salón, encontrándose con Irene de cara. Irene se levantó del sofá, yendo hacia ella para darle un fuerte abrazo y dos besos muy sonoros. Maribel también se los dio, pero de manera más comedida. Una vez se separó de ella, la miró de arriba a abajo, mirándome a mí después, entrecerrando ligeramente los ojos. Me preocupó un poco esa mirada. Fue como si me diera la sensación de que estaba pensando que Irene y yo… Poco me duró lo que estaba pensando porque Irene le preguntó qué hacía ahí.
I: ¿Qué haces aquí, Maribel? ¿A dónde vas tan guapa?
M: Eh… He llevado a mi hija a la universidad. Me la ha enseñado un poco y he venido a hablar con Javier.
I: Ah… Qué suegra más buena tienes, Javi. Viene a verte para hablar contigo. Mira lo que se preocupa por ti.
J: Eh…
M: Irene, ¿nos puedes dejar solos?
Pasaron un par de segundos, los cuales fueron incómodos por como Maribel cortó la conversación de manera tan seca y directa. Irene me miró durante un segundo, poniéndose sería, pero salió como ella solía hacer.
I: Claro, mujer. Tenéis que hablar cosas de familia y yo poco pinto aquí. Javi, luego nos vemos para comer.
J: Eh, sí. Claro.
Irene le dio dos besos a Maribel de la misma manera que hizo cuando llegó y luego me dio uno a mí en la mejilla, yendo hacia la puerta y diciéndome por el camino que la avisara cuando hubiéramos acabado para venir de nuevo. Yo la acompañé y me hizo un gesto como dándome suerte para hablar con Maribel, sonriendo. Me dijo que se iba a dar una vuelta yendo a los sitios a los que solía ir cuando estudiaba en la ciudad y se marchó. Después regresé con Maribel al salón, preguntándole si quería beber algo. Le serví un café y me senté con ella para hablar.
-¿Qué pasa, Maribel?
-Pues poca cosa. ¿Qué hacía Irene aquí?
-Nada, que Mario está fuera unos días y ha venido a verme.
-No hace tanto que no os veis, ¿no?
-Eh… Bueno, tal vez, pero así lo ha querido ella.
-Y es muy cariñosa, ¿no?
-Mmm, bueno. No sé…
-¿Vais a comer juntos?
-¿Pasa algo, Maribel? Te noto nerviosa. ¿No pensarás que Irene y yo…?
-Me parece raro que venga a verte cuando sabe que mi hija está trabajando.
-Ya, es que resulta que es también mi amiga. Vamos a ir todos a comer juntos, no solos ella y yo.
-Vale, llevas razón. Perdona, pero es que desde lo de mi marido veo cosas donde no las hay.
-Bueno… ¿Qué me querías decir?
-Ah, sí. Te quería preguntar por Noelia.
-¿Preguntarme? ¿El qué?
-Preguntarte si es verdad que la cosa va bien desde que se ha venido a vivir con vosotros.
-Eh, sí. Todo va bien.
-¿De verdad?
-Qué sí. Todo va muy bien.
-Conozco a Noelia, créeme, soy su madre. Y sé cómo puede llegar a ser.
-Maribel, todo va bien. Se está portando muy bien, ayuda en casa, charla con nosotros y sale por las mañanas a dar una vuelta para ver la ciudad y no estar aquí encerrada.
-Sí, eso me ha dicho.
-Además, se ha hecho amiga de una vecina nuestra.
-Sí, también me ha contado eso. Una tal Arantxa, ¿no?
-Así es.
-Que hablan mucho y pasan bastante tiempo juntas.
-Ajá.
-Y que han quedado en ir juntas a la universidad y para estudiar juntas y eso.
-Claro.
-Javier, ¿de verdad que Noelia está bien?
-Qué sí, Maribel. No sé qué puedo decirte para que me creas.
-Si te creo, pero es que entiéndeme. Soy su madre y estoy preocupada por ella. Lo ha pasado muy mal este verano y no quiero verla así. No se lo merece.
-Ya, si Elena estaba igual.
-¿Sí?
-Pues claro. Si es su hermana. ¿Cómo no se va a preocupar por ella? Casi que decía lo mismo que estás diciendo tú.
-Ya. Es que es normal. La situación de Noelia era muy preocupante.
-Sí, sí que lo es.
-Qué miedo me dio cuando te negaste a que viniera aquí…
-Ya…
-Menos mal que al final dijiste que sí… Es que, qué suerte de que seas tan buen chico. Te agradezco mucho lo que has hecho por Noelia y por mí, de verdad.
-Lo hice por Elena en realidad. Vi la cara que puso y…
-Ah… Pero eso es muy bonito también. Y en el fondo sé que te preocupas por nosotras dos también.
Me quedé en silencio, sin saber qué responder, porque no estaba tan seguro de que eso fuera así y porque veía raro responder afirmativamente, como si tuviera algún interés extraño que no tenía en realidad. Maribel, al ver que no decía nada, dijo:
-Bueno, me voy ya.
-¿No quieres venir a comer con nosotros?
-No, no.
-Es una pena que te hayas puesto así de guapa para encerrarte ya. Vente, a ver si te sale un novio, mujer.
-Quita, quita. Yo estoy muy a gusto ahora mismo. No necesito eso. Y tampoco me hables así, que tenemos confianza, pero no tanta…
-Sí, perdona. Es que te pareces tanto a tu hija, que…
-Pues no te confundas, que bastante tuvimos el primer día que nos conocimos. ¿O ya no te acuerdas?
-¿No quedamos en que no hablaríamos de eso más?
-Con más gente. Ahora estamos solos.
Wow…Esa Maribel es medio toxica..aveces cae mal.
Me gustaLe gusta a 1 persona