SHNEY

Se ha puesto tan cabronamente complicado moverse socialmente con algo de soltura, en lo posible sin herir susceptibilidades ni atropellar derechos, reales o imaginarios, que la posibilidad de que un simple monosílabo por ejemplo, pueda dar comienzo a una diatriba por parte del ciudadano hipersensible que siente que con tu  brevísimo comentario le has dado un agarrón en pleno culo. En cierta medida te coarta. Y es lógico, que no sano, que eso ocurra. Y no es sano porque pensarlo dos veces antes de poner un tema sobre el tapete es una especie de censura y de las peores: la autocensura.

 Es un salto en la oscuridad el que das cuando, por el simple placer de conversar afirmas que este año ha sido más — o menos, da lo mismo— lluvioso que el anterior.

 Así está el patio, colegas. Jamás se les ocurra soltar  en público una perla como: a pesar que mi trabajo es mal pagado y cabreador, soy un tipo feliz, recibirán miradas entre torvas y burlescas amén de una etiqueta del tipo borrego, lacayo, etc.

Antes, los temas tácitamente vetados en la mesa eran: política, religión y con el paso del tiempo, se ha agregado el fútbol. Y estaban vetados por la sencilla razón que normalmente acababan en discusiones un tanto agrias, cuando no subidas de tono básicamente porque esos temas son muy opinables y casi nadie tiene coincidencia de opinión al 100%, con el prójimo al respecto. Hoy, el universo de cosas sobre las cuales poder entablar una plática se ha reducido drásticamente: Lucía acaba de tener un bebé, fué varón— dice alguien con casual desinterés—  Sí, pero el hecho que haya nacido con  pene, no significa que vaya a ser siempre hombre — alega Marta, la feminazi residente. Y ahí mismo cagó la sobremesa.

Es enervante sentirse como búfalo en una cristalería por esto de la correción política y los Torquemada del lenguaje —nuevos inquisidores 24/7— y la remilputa que los parió.

Y es tan fácil sin darse uno cuenta, provocar urticaria en algún interlocutor o simple oyente al pasar… Prefiero el invierno al verano —dices—.  Claro —ladra el  termocéfalo de turno— como vives perfectamente cómodo en tu casa en buen barrio y tus ropas de buena marca te protejen, claro…pero ¿ y los pobres, los sin casa, los que viven en las calles, los explotados, los…. Oh, merde!

Entonces, ¿ qué nos queda?

Pensar.

Ejercer la actividad de pensar.

Con una salvedad:

Hay que hacerlo poniendo cara de jugador de póker, porque:

Si lo que estás pensando te motiva a sonreir, no faltará quien diga: y éste, ¿ de qué mierda se rie? ¿ no sabrá que a lo largo y ancho de este mundo hay guerras, hambre, huérfanos, gente sin acceso a la salud, al agua potable, porque las mismas transnacionales de siempre están promoviendo esas guerras y de pasada, agotando los recursos del planeta?

© Pangolín Insomne 2022

https://pangolininsomne.com/

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