ESRUZA

Hace tiempo que sequé mis lágrimas,

y lucho porque no salgan

en mis noches solitarias

y en mis fríos amaneceres,

Mis días ahora son de 23 horas.

Una hora desapareció:

Una hora especial,

la hora de rememorar

cosas hermosas del Nayar,

sensuales, amorosas, tiernas;

de conversaciones amenas y

mariposas revoloteando felices.

Mas, de repente,

esa hora desapareció,

se borró tal como vino.

Ahora, mis días son de 23 horas.

Esa hora se volatilizó,

y hoy vivo días de 23 horas.

Sí, mis días son de 23 horas,

esa hora faltante se quedó varada

en mis sueños y en mi corazón.

Lo digo con lágrimas en los ojos,

que brotan a mi pesar.

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