JOSÉ MANUEL CIDRE
«… la batalla se desarrolló en el cielo. Su crudeza aún es recordada entre las gentes. La princesa movía los astros con sus poderes mientras su ejército arremetía contra los monstruos. Finalmente la princesa consiguió vencer. Hundió a uno de los monstruos en el Estanque Infinito, al otro lo despeñó al Abismo del Silencio y al tercero consiguió desintegrarlo con una gran bola de fuego.
De vuelta a su palacio fue recibida con grandes honores, pero en vez de casarse con su prometido el príncipe de la Eternidad, eligió al general que había comandado su ejército contra los monstruos.»
El cuentacuentos se inclinó ante el público predominantemente joven que tenía ante él, que le recompensaba con un aplauso antes de ir lanzando las monedas. Su hábito negro típico de los cuentacuentos y la capucha, apenas permitían distinguirle los rasgos.
-¿Qué te ha parecido? Preguntó Yal a Zayla mientras empezaban a caminar.
–Bien, pero esperaba más. ¿Que te parece si buscamos a aquella que se pone en la plaza de las fuentes donde abrevan los caballos?
-¿A la que fuimos la semana pasada? Bueno, no estuvo mal. Si tu quieres.
Mientras decía esto, el joven se dio la vuelta. Parecía que un hombre de unos cuarenta años había fijado mucho la mirada en ellos, se podría apostar a que les estuviera siguiendo. Era alto, moreno y vestía una chilaba en la que se mezclaban colores claros. No parecía que su aspecto destacase dentro de las murallas de la ciudad.
Los carromatos tirados por reses y las cabalgaduras que iban y venían formaban el ambiente sonoro de la población, junto con algunas pandillas de niños que jugaban y alguna riña extemporánea.
Cuando Zayla y Yal llegaron a la plaza, la cuentacuentos ya había comenzado;
…Jan sentía una arrebatadora pasión por Lenia aunque ésta no le correspondía. Lenia salía todas las noches de luna llena a unirse a una manada de lobas y empezaba a gritar remedando los aullidos que los animales lanzaban. Muchos decían que, en realidad su padre era un enorme lobo que había entrado en casa de su madre hacía muchísimos años y que por eso su padre siempre había estado yendo y viniendo, como si aquel realmente no fuese su hogar. También decían, que Lenia, lo que quería realmente era convertirse en loba.
Jan estaba loco por ella y utilizó la confianza que le unía al rey Hars, tras haber compartido con él multitud de batallas, para consultarle. ¡Imaginaos! Consultar al rey, incluso para asuntos amorosos. A los pocos días, Zandigan, el consejero del rey hizo llegar a Jan una gran hogaza de pan fabricado íntegramente con trigo cosechado en las fincas reales y recomendándole que le diese a comer a Lenia.
Cuando Lenia probó el bocado, se fue poco a poco sintiendo más y más atraída por Jan y también fue abandonando la manada de lobas, las cuales, todas las noches de luna llena acuden a aullar a los alrededores de la casa que Jan construyó para unirse con Lenia.
La narradora se inclinó y alargó la mano, mientras se escuchaban los sollozos de buena parte del público al que la historia había emocionado profundamente. Las monedas empezaron a caer en la mano estirada y los aplausos se hicieron cada vez más sonoros.
Yal y Zayla empezaban a alejarse despacio, aún con los ojos humedecidos. Decidieron tomar el sendero del río suponiendo que estaría poco concurrido de forma que podrían pasear tranquilos. Una vez allí, se sentaron bajo un almendro. En ese momento, escucharon una voz detrás.
-¿Qué es lo que os han contado?
Se volvieron y allí estaba, el mismo hombre de la chilaba de colores claros.
-Nos han contado dos cuentos. ¿Qué quieres que te los contemos enteros? Respondió Zayla sorprendida, y continuó. -Y por cierto, ¿Por qué nos espías?
-Jajaja. Lo siento, no quería molestaros…Ni tampoco que me repitáis las historias enteras. Lo preguntaré de otra manera. ¿Creéis que los cuentos son solo cuentos?
Los jóvenes se miraron entre sí. Yal se atrevió a responder.
-A ver. Nos gusta que nos cuenten cuentos porque nos distrae, de alguna manera nos hace viajar, vivir aventuras de forma imaginaria. En fin, es que no te entiendo bien ¿Cómo que si son solo cuentos?
–Mirad -sonrió- yo soy un explicador. Los explicadores somos gente que vamos por el mundo conversando con las personas que les gustan los cuentos intentando ver entre todos, qué hay detrás.
-¿Qué hay detrás? Respondieron Zayla y Yal.
-Claro. Mirad, por ejemplo; la heroína del primer cuento, el que os contó Hebebdo era una princesa y en el segundo, resulta que es conveniente ser amigo del rey. Parece que el poder es algo importante, que tener cargos o acceso a quien los tiene está bien. ¿No os parece?
Ambos se quedaron pensativos.
El explicador continuó. -La princesa no se casó con quien se había prometido, y por otro lado, Jan utilizó los poderes del pan para seducir a su amada. Da la impresión que en el amor hay que hacer lo que a cada cual le convenga ¿No es eso lo que parece?
–Perooo. Replicó Zayla tras reflexionar un segundo. -En eso no veo nada nuevo. Todo el mundo sabe que tener poder es bueno y que «en la guerra y en el amor todo vale».
-Muy bien. ¿Y os habéis preguntado qué papel juegan los cuentos en que «todo el mundo» crea esas cosas?
De nuevo se hizo presente el silencio reflexivo.
–Os digo algo que os va a sorprender. El consejo de la ciudad está intentando potenciar la venta de trigo para evitar que haya grandes excedentes. Esa hogaza de pan que aparece en el cuento de Lintfex ¿Será casualidad?
–O sea. Yal tomó la palabra resolutivo. -Los explicadores decís que los cuentos existen para influir en el comportamiento de la gente, queréis que desconfiemos de los cuentos ¿Es así?
–Con tal de que penséis lo que os cuentan me doy por satisfecho.
–Oye pues me gusta esto que planteas -afirmó Zayla animosa-. ¿Cuándo podemos volver a vernos?
El explicador les miró mientras su sonrisa se hacía más franca.
-Los explicadores vamos de un lado para otro. No nos queda más remedio. Al poder no le gusta que a la gente le expliquen lo que puede haber tras los cuentos, y mucho menos que las personas lo reflexionen y se lo expliquen unas a otras.
Aquello ensombreció el rostro de los jóvenes.
-Pero a partir de ahora -continuó- podéis hacerlo entre vosotros. En vez de ir de un cuentacuentos a otro y ya, podéis convertiros vosotros también en explicadores, entre vosotros y con los demás.
–¿Nosotros? Así, ¿sin más?
-Tenéis una cabeza cada uno ¿Verdad? Disfrutad de los cuentos y meditad sobre lo que siempre hay detrás. Veréis que cada vez os saldrá mejor. Al final, cada uno seréis también, un explicador.