AKUARIES

28.

Lucía sonreía curiosa por saber lo que pasaría a partir de aquel momento. Carlos la colocó de lado, le levantó una pierna y él se colocó en medio de las dos piernas, ella le miraba con excitación y cierta preocupación, nunca se la habían follado así. Él con tranquilidad, le apuntó de nuevo la polla en la entrada de la vagina, la penetración fue rápida, seguida y hasta el fondo, una estocada certera. El grito de placer extremo de Lucía fue escuchado en todo el hotel, le miró a los ojos con los suyos muy abiertos, no se esperaba que al ser penetrada de esa manera le produjera tanto placer, un calambrazo de gusto le atravesó el cuerpo, esos pollazos eran muy profundos, la penetraba sin problemas ni obstáculos, estaba tan mojada que la polla resbalaba perfectamente dentro de su vagina, pero el placer que le producía cuando Carlos chocaba contra ella, teniéndola totalmente ensartada con su verga, era tremendo. Él se movía como si estuviera cabalgando, levantaba el culo para sacarla y lo bajaba para penetrarla, con una mano le sujetaba la pierna en alto doblada por la rodilla, la otra la tenía libre para agarrarle el culo, para abrírselo, así le podía ver el agujerito y a la vez penetrarla más profundamente, o amasarle una teta, pasándole un dedo por el pezón poniéndoselo durísimo.

Ella levantaba una mano, intentando pararlo, o al menos que Carlos follara más tranquilo, con menos velocidad, el gusto la estaba matando, era tan fuerte que dudaba que pudiera correrse, pero es que estaba sintiendo tanto, era como un orgasmo continuo sin llegar a explotar. Él no le hacía caso y seguía a lo suyo, sabía que Lucía estaba disfrutando, solo había que verle la carita, como gemía, gritaba y respiraba.

De pronto, le sacó la polla, la agarró por las caderas y de un tirón suave, la colocó a cuatro patas, tiró de ella para que se apoyara en las rodillas en el borde de la cama, él desde fuera, no le dio tiempo a nada a Lucía, con la  mano le levantó el coño, ella bajó la cabeza apoyándola en la cama, Carlos le metió la puntita de la polla en el coño y de un golpe, la atravesó empalándola, ella cerró los ojos, el cuerpo se le estremecía de gusto, no se podía creer que aquel hombre, el chico que le gustaba de la clase, con el que nunca pensó tener nada, solo buenas pajas por la noche, pudiera follar de aquella manera, la tenía loca.

Cuando Lucía no se lo esperaba, Carlos aflojó el ritmo, ahora se la metía de forma suave, acompasada, recreándose. Ella jadeaba, el gustito le estaba colonizando todo el cuerpo, era como un pequeño oasis en medio de un abrasador desierto, una pequeña tregua en el fervor de la batalla. Lucía recuperaba la respiración, seguía sintiendo mucho, sentía como ese chico, su chico, hacía con ella lo que quería, jugaba en su interior, la metía, la sacaba, le daba vueltas abriéndole el coño, ella solo jadeaba y sentía, cerraba los ojos y se dejaba llevar por sus sentidos.

En medio de ese momento zen, de esa pausa en la tempestad, un duro pollazo despertó a Lucía de golpe, se le abrieron los ojos, un calambrazo de placer le recorrió la espina dorsal, haciendo que levantara la cabeza y arqueara la espalda, acabó con un grito tremendo de gusto, Carlos volvió a hacerlo, y otra vez, una vez detrás de otra la fue penetrando sin compasión, sujetándole con sus manos firmemente las caderas. En aquella situación, Lucía no controlaba nada, todo era un placer muy intenso, como si su cuerpo no le perteneciera, le pertenecía a Carlos, Carlos hacía y deshacía lo que le daba la gana. Ella solo tenía que sentir, sentir por todo su cuerpo, dejar que la piel se le erizara, que los ojos se le pusieran en blanco, que sus manos se agarraran apretando los puños a la sabana, volver a notar el calorcito en sus mejillas sonrojadas, y como colofón, dejar que el orgasmo la abrazara, se apoderara de ella, que le invadiera su cuerpo, su mente y su alma.

En ese momento de gritos de placer, de descontrol de todo su cuerpo, notó los gemidos y gruñidos de Carlos, podía sentir los disparos de semen en su coño, como la inundaban, como le salía y le resbalaba por la pierna. Y finalmente, como la polla de Carlos se iba aflojando, mientras él resoplaba y le acariciaba las caderas.

Lucía se dejó caer, apoyó su cabeza en la almohada cerrando los ojos, recuperándose. Carlos se colocó a su lado, le acariciaba la espalda.

-¿Todo bien?- Le preguntó interesado por ella.

-Todo perfecto.- Contestó Lucía abriendo los ojos mirándolo.

-¿Te ha gustado?- Insistía él.

-¡Oye! ¿Me has follado como si estuvieras haciendo un pollo a la brasa? Primero boca arriba, después de lado y finalmente boca abajo, porque me has ido dando la vuelta.

A Carlos se le escapó una carcajada tremenda, ella reía con él.

-Creo que ha sido el mejor polvo de mi vida.- Le confesaba ya seria Lucía.

-¿Quieres decir? Alguno mejor tendrás por ahí guardado.

Lucía le sonreía, ni se lo confirmaba ni se lo desmentía, pero ella sabía que había sido el mejor, nada que ver con lo que había hecho antes. Había soñado muchas veces que follaba con él, que se lo pasaba muy bien, que él dominaba, pero tanto, que le hiciera disfrutar tanto a su cuerpo, ni en sueños, Carlos había superado todas sus expectativas.

-¿Cómo es que follas tan bien?- Preguntaba curiosa Lucía.

-No lo sé, me sale así, yo solo intento que quien esté conmigo se lo pase bien.- Contestaba sin darle importancia Carlos.

-Te aseguro que conmigo el intento te ha salido muy bien, me has hecho disfrutar mucho.

-Me alegro.- Dijo Carlos acariciándole el pelo a su chica.

Los dos se quedaron en silencio, incluso Lucía cerró los ojos para dormir un poco. Carlos pensaba, él sí que sabía por qué follaba así.

Recordaba cuando la vio por primera vez, su padre se la presentó, Catalina sería la nueva empleada del hogar, ella cuidaría de su hermana y de él, también limpiaría la casa. Su padre, en ese momento estaba divorciado de su madre, ocupaba el tiempo en trabajar y no disponía para ellos. Seguramente por culpa de esa falta de tiempo no calculó bien, Catalina no era la típica señora que se cuidaría de unos chicos ya con cierta edad, en cuanto la vio se enamoró de ella, le pareció una diosa, una mujer impresionantemente guapa, una chica que tendría en su casa a todas horas, viviría allí con ellos. En aquel momento pensó que como ellos ya no eran unos críos, su padre contrato a la primera chica que le pareció bien, o también podía ser, que la contratara por lo buena que estaba, igual su padre pensó que si en algún momento se le ponía a tiro se la follaría, eso nunca lo supo con seguridad.

Catalina debía tener entre veinticinco y treinta años, o eso era lo que él calculó, nunca le preguntó la edad. Empezó a leer un libro, era la escusa para estar con ella en el salón cuando limpiaba, o en la terraza, o en su habitación, allí donde estaba ella, estaba él leyendo su libro. Esperando el mínimo descuido de Catalina para verle las piernas, y si tenía suerte le veía las bragas, eso desencadenaba varios acontecimientos, primero cerraba el libro, después se levantaba sin prisas, disimulando, daba varios pasos y salía corriendo para encerrarse en el baño y hacerse una paja celestial.

Cuantas pajas llegó a hacerse ¡Joder! Si hubiera sido cierto, eso que le contaban los amigos de pequeño, que si se hacía muchas pajas se iba a quedar ciego, madre de Dios, ya no tendría ni ojos, se pajeaba hasta perder la cuenta de las veces que lo hacía al día, como le ponía Catalina.

Cuando pasó un tiempo, pensó que eso de estar al acecho a todas horas, para verle un poquito por aquí y un poquito por allí, tenía que mejorarlo. Catalina dormía en una habitación para el servicio en la planta baja, detrás de la cocina, alejada de la parte central de la casa, ellos lo hacían en la segunda planta. Una noche cuando se fueron a dormir él y su hermana. Miró, abriendo un poco la puerta de su habitación, que se cerraran las luces de la planta baja, señal de que Catalina también se iba a dormir. Bajó las escaleras, se acercó a la cocina con cuidado, caminando de puntillas, se aseguró que todo estaba en silencio, con cuidado, abrió el seguro de la puerta de la cocina que daba a la terraza, eso permitiría dejarla abierta y poder volver a entrar por ella. Salió a la terraza, siguió caminando descalzo y de puntillas, como un vulgar ladronzuelo, un ladrón con una sola intención, robar la intimidad de Catalina. Miró la ventana de la habitación donde dormía ella, suspiró profundamente, todo el éxito de la operación dependía de un solo detalle, que la persiana de la habitación de Catalina no estuviera cerrada, y no lo estaba, calculó por la luz que salía de la habitación, que debía estar levantada unos cuatro dedos.

Ese era el momento, el momento que él tendría que ser valiente, de ser capaz de acercarse y mirar dentro. Y por Júpiter que lo haría, se acercó agachado para esconderse debajo de la ventana, fue levantándose despacio, muy despacio, hasta que los ojos pudieran ver lo que pasaba dentro. El corazón le iba a mil, se tuvo que pasar las manos por los ojos un par de veces, como si así se los limpiara para ver más claro. Por fin estaba cerca, a punto de que sus ojos pasaran del límite de la ventana, lo consiguió, veía lo que pasaba dentro de la habitación de Catalina ¡Joder! Que desilusión, no había nadie, estaba vacía.

Salió del cuarto de baño Catalina, los ojos de Carlos se abrieron como platos, ella se quitó los zapatos, se puso delante del espejo y deshizo el nudo de la bata por detrás, se fue desabrochando uno a uno los botones por delante, Carlos ya podía ver que el sujetador y la braguita eran de color blanco, notó como la polla se le disparó, se le puso tiesa de golpe, sin avisar ni nada. Catalina se quitó la bata, se miraba en el espejo, de frente, de lado y de espaldas mirándose el culo. Otro que miraba sin perderse detalle era Carlos, le miraba el sujetador, le transparentaba los pezones de las tetas, unos pezones muy grandes para su entender, claro que eran los primeros que veía de verdad, antes los había visto, pero en el móvil o en el ordenador cuando buscaba imágenes para masturbarse. La vista se le quedó fijada en las braguitas, transparentes a juego con el sujetador, veía el pelo negro del coño como resaltaba de la ropa blanca.

Cuando Catalina se quitó el sujetador y sin esperar hizo lo mismo con las bragas, la vio totalmente en pelotas. Carlos pensó que la polla le iba a estallar de lo tiesa que se le había puesto, un pequeño dolor le recorría los huevos. Catalina se puso un camisón corto, muy corto, le llegaba por la cintura, le dejaba ver perfectamente los pelos del coño. Se tumbó en la cama, Carlos pensó que se acababa lo bueno, entonces se dio cuenta, que por el reflejo en el espejo la podía ver perfectamente, una sonrisa le salió en la cara. Tal como estaba ella estirada solo le veía los pies, y las montañas de las tetas eso sí.

Cuando Carlos ya pensaba que se había acabado, los pies se separaron, Catalina abrió las piernas y dobló las rodillas, le dejó una vista del coño espectacular, la polla le dio otro tirón y los huevos le volvieron a doler. Entonces ocurrió, algo que él ni había soñado, una mano de Catalina se acercó al coño y empezó a acariciárselo, se pasaba un dedo arriba y abajo, cada vez más rápido, con la otra mano se lo abrió, le dejó a Carlitos un coño abierto delante de sus narices, su primer coño en directo y se estaba enterando de todos los detalles. Carlos ni pestañeaba, no quería perderse nada de algo tan importante en su vida, por si eso fuera poco, Catalina, sujetándose el coño abierto con dos dedos de una mano, se metió dentro dos dedos de la otra, el cuerpo y las piernas se le movían de un lado a otro. Carlos se quedó petrificado, por lo que estaba viendo y por qué se había corrido allí mismo, dentro del pijama, sin llegar a tocarse. No importaba, siguió mirando hasta que Catalina se tapó con la sabana y apagó la luz.

Volvió con cuidado a su habitación, se metió en el cuarto de baño, se quitó el pantalón del pijama, lo tiró al cesto de la ropa sucia, abrió las dos tapas del váter, se colocó delante, se agarró la polla y se la machacó hasta volver a correrse. No se podía olvidar de lo que había visto, se durmió y soñó con eso, a las tres de la madrugada se despertó, volvió al cuarto de baño y se la volvió a pelar. Cuando se despertó, sobre las siete de la mañana, cayó otra paja. El chaval estaba desatado, tan caliente que le salía fuego por las orejas.

Catalina se dio cuenta que el chaval estaba pasado de vueltas, veía como la espiaba, como se acercaba disimuladamente cuando ella estaba encima de una escalera limpiando algo, como intentaba mirar por debajo de su falda. Ella, que lo veía gracioso, separaba las piernas, o apoyaba un pie en otro lugar para dejarle una visión directa de sus bragas. Luego se partía de risa cuando lo veía correr al cuarto de baño, menudas pajas se está haciendo el niño a mi costa, pensaba Catalina, siempre vio a Carlos como un buen chico que necesitaba despertarse con el sexo, y vaya si se despertaba, el chaval no paraba de hacer viajes al cuarto de baño, debía tener un callo en la polla de cojones.

No pasó mucho tiempo que estando Carlos en la terraza, leyendo el famoso libro, del que jamás pasó de la primera página por cierto, miraba como Catalina limpiaba una ventana. Era periodo vacacional y estaban solos, su padre trabajando, su hermana en la casa de su amiga Celestina, ‘Celes’ para los amigos, y la cocinera no llegaría hasta el medio día.

-¿Catalina tienes calor?- Le preguntó Carlos.

-Sí que hace sí, llevamos unos días con unas temperaturas tremendas.- Le contestaba ella por darle conversación.

-¿Te gustaría bañarte en la piscina? Así nos quitaríamos el calor de encima.- Se atrevió a decirle Carlos. Realmente ya hacía días que lo había pensado, sin atreverse a pedírselo antes.

Catalina lo miró sonriendo.

-Que sinvergüenza eres Carlitos ¿Me está pidiendo que nos bañemos juntos?

-Yo solo lo decía para que te quitaras el calor.- Se defendía haciéndose el inocente Carlos.

-Claro ¿Y cómo me baño? ¿Voy a ponerme el bikini?

-Como quieras, si quieres hacerlo en ropa interior, a mí no me importa.

-Carlitos eres un cabronazo ¿Te crees que no he visto como me miras por debajo de la falda en cuanto puedes? ¿Te crees que no sé que cada noche me estás espiando para verme desnuda en mi habitación? ¿Tan tonta te crees que soy?- Le acusaba Catalina mirándolo fijamente.

-Pues si lo sabías ¿Por qué no cerrabas la persiana de tú habitación? Has dejado que te viera cada noche.

A Catalina le hizo gracia que el chico fuera tan descarado, lo quiso poner a prueba.

-Nos bañamos si lo hacemos desnudos, en pelotas los dos.

Carlos tiró el libro y se puso de pie de golpe.

-Vale, vamos.- Respondió sin pensárselo.

En ese momento, Catalina pensó que igual no había sido buena idea provocarlo, ese chaval estaba dispuesto a todo. Pero por otro lado pensó ¿Hasta dónde será capaz de llegar?

-Está bien, vamos.

Dijo Catalina bajándose con decisión de la escalera, Carlos la siguió hasta el borde de la piscina. Ella se empezó a quitar la ropa, se giró a mirarlo y… Carlos ya estaba en pelota picada, se había quitado la ropa en un santiamén, a ella le entró la risa. Mientras se quitaba el sujetador y las bragas, Carlos la observaba con detenimiento.

-No sé porque me miras tanto, ya estás harto de verme por la ventana ¿O no?- Le decía Catalina.

-Sí, pero es que tan cerca no te había visto nunca.- Respondía él con descaro.

Catalina le miró la cara con detenimiento. Un pensamiento le vino a la cabeza.

-Tú, lo que quieres es follar ¿Lo has hecho alguna vez?

-Sí y no.- Respondió rápido Carlos.

-¿Cómo que sí y no? Es sí, o es no, aclárate.

-Que ‘sí’ quiero follar y que ‘no’ lo he hecho nunca.

Catalina levantaba los ojos mirando al cielo.

-Carlitos, que morro tienes tío, menudo sinvergüenza estás hecho.

Catalina se tiró al agua, nadó un poco y se paró en la parte menos profunda de la piscina. Carlos la siguió tirándose de cabeza, ella lo miraba mientras se acercaba nadando.

-¿Tienes novio?- Le preguntó Carlos, mientras nadaba a braza acercándose, como si la respuesta era que no, le diera permiso para lanzarse.

-A ti que te importa, si tengo o no tengo.

Le respondió ella mientras seguía mirándolo y pensando. Él llegó a su altura, ella apoyó la espalda en la pared de la piscina.

-Ven aquí.- Carlos se acercó despacio, como si supiera que algo importante iba a pasar.

-¿Has besado en la boca alguna vez a una chica?- Preguntó Catalina.

-Sí, eso sí que lo he hecho varias veces.- Contestó él seguro.

Catalina lo agarró por el pescuezo y le acercó la cabeza a la suya.

-Demuéstramelo.- Le dijo provocándolo.

Hasta ese momento Carlos estaba muy seguro, cuando ella le pidió que la besara, y además en los labios, se lo pensó, le apareció la inseguridad.

-¿Qué te pasa? ¿Ya no eres tan valiente?- Seguía provocando ella.

Carlos entreabrió los labios y los juntó con los de Catalina, no se lo esperaba y notó su lengua meterse en su boca, buscarle la suya y retorcerse con ella. Catalina separó los labios.

-Me parece que todavía estás muy verde besando ¿Quieres mover la lengua hombre?

En el siguiente morreo, Carlos se lanzó, le metió la lengua hasta la garganta, jugó con la de ella y le comió la boca a base de bien.

Catalina sonreía, cuando empezó a besarla por tercera vez, le agarró la polla, a la vez acompañó una de las manos de Carlos hasta su coño, previamente había abierto un poco las piernas para que su mano le tocara el chichi de lleno. Él empezó a mover los dedos entre sus labios, ella le colocó de nuevo la mano encima de la suya.

-Espera campeón, despacio, despacio, así, así.- Le decía Catalina mientras le dirigía sus dedos tocándole el chocho.

Carlos estaba nervioso y hacía todo lo que ella le decía, lo que si notaba era la mano de Catalina agarrándole la polla, pajeándolo, y como lo pajeaba. Estuvieron un rato sobándose uno al otro. Catalina acompañó a la otra mano de Carlos para que le acariciara una teta.

-Despacio, sin prisas, sin apretar demasiado.- Le orientaba ella, mientras se tocaba con la mano de Carlos debajo de la suya.

Igual que la que tenía pajeándose el coño, hizo que le metiera dos dedos, indicándole como tenía que moverlos para frotarle el punto G. En ese momento, Carlos no aguantó más, se corrió dentro de la piscina, Catalina siguió haciéndole la paja ordeñándolo hasta el final.

-¿Ya estás? ¿Hasta aquí has llegado?- Le preguntaba con cierto desencanto Catalina.

-Sigue, sigue, todavía no estoy.- Le decía muy excitado Carlos.

Ella no paró la paja, bajó el ritmo, con la sorpresa que la polla no perdía su dureza. Él seguía moviendo sus dedos dentro del coño de Catalina, y la mano acariciándole y apretándole una de las tetas. Un ratito más tarde ella cerraba los ojos gimiendo, Carlos se volvía a correr. Catalina ya no preguntó nada, siguió haciéndole la paja, comprobando otra vez que la polla de Carlos no se aflojaba. Finalmente se corrió Catalina, le llenó los dedos a Carlos de sus flujos vaginales, y él, como no, se volvió a correr.

Ella le miró con cariño, le dio un beso en los labios y se dispuso a salir de la piscina. Carlos la miraba extrañado.

-Catalina, Catalina, no hemos follado.- Se quejaba Carlos.

-Te has corrido tres veces ¿Todavía te quedan fuerzas?- Se cachondeaba ella.

-No lo dudes, en un minuto estoy preparado para todo.- Le contestaba nervioso Carlos.

-Mira Carlitos, consigue que un fin de semana estemos solos en la casa, no quiero estar follando y que entre en la habitación alguien porque le falta un puto vaso de agua. Si follamos tiene que ser con tranquilidad y con tiempo.

-¿Y cómo lo hago?- Preguntaba Carlos pensando.

-No sé, espabílate chavalote, que bien que te espabilas cuando te interesa.

Catalina recogía de una hamaca la ropa que se había quitado.

-Solo dime una cosa ¿Te ha gustado?- Le preguntaba interesado Carlos en saber la respuesta.

-¿A ti que te parece? Carlitos, tú tienes futuro.- Contestó ella guiñándole un ojo cariñosamente. Que siendo tan joven se preocupara por ella, de cómo se lo había pasado, le hacía pensar a Catalina que sería un buen amante.

Carlos siguió nadando en la piscina, antes de que Catalina en pelotas, con la ropa y las bragas en la mano entrara en la casa, escuchó.

-Actualicemos el marcador, Catalina, un orgasmo, Carlitos, tres, ganador de la tarde, Caaaarlitooos, bien, bien, bien.- Gritaba Carlos dentro de la piscina, Catalina reía y giraba la cabeza de lado a lado ¿Dónde coño me he metido? Pensaba sin poder dejar de reír.

Y coño si se espabiló Carlos, a las dos semanas, había colocado a su hermana con unas amigas que estaban veraneando en Menorca. A su padre consiguió convencerle, para que le diera el fin de semana libre a la cocinera y para que él se fuera a tomar por culo a París.

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