NEUS BONET i SALA

“Un árbol cuyo tronco no se puede a duras penas abrazar nace de una minúscula semilla.

Una torre alta de nueve plantas empieza con un montón de tierra.

Un largo viaje de mil millas se empieza con un primer paso”

Lao Tse

Una figura se discernía a lo lejos entre campos de arroz, como si estos fueran una alfombra verde.  Palacios con muros de madera. Leones. Oscuridad. Gente gritando…

Ita se despertó de repente. Su corazón latía rápidamente. De nuevo la misma pesadilla que se repetía desde hacía dos meses. Ted aún dormía. Eran las cinco de la madrugada y ya no podía estar más en la cama. Se levantó y preparó café. Poco después se fue a la oficina, pues hoy iba a ser un día difícil.

Un tapiz de seda de la dinastía Ming, heredado de la familia de su madre, colgaba de la pared principal de su oficina. Era un paisaje precioso que le gustaba contemplarlo durante largos momentos. Era como si ya hubiera estado allí en otra época.

El teléfono sonó justo a las ocho. Hora de empezar a trabajar.

Después de doce horas de trabajo en la empresa, de las cuales ocho fueron reuniones con los principales accionistas de la Sociedad para discutir sobre el presupuesto del próximo año, consiguió convencerlos para abrir otra filial, esta vez en Roma,  pero ya no tuvo bastante fuerza para ir al gimnasio. Llamó a su hermana a las siete, como hacía habitualmente, y le dijo que no la esperara esa noche para ir al teatro. Había decidido ir directamente a casa para relajarse con su marido Ted y una buena botella de vino blanco.

Mientras iba hacia casa, llamó con su nuevo móvil, regalo de cumpleaños tardío de sus padres, a su peluquera preferida para pedir hora esa semana. Poco después llamó a Dani, su secretario, que no le había respondido a ninguna de las llamadas desde las cuatro de la tarde. Cuando llegó al aparcamiento de su casa, decidió llamarlo por última vez, para poder así repasar la agenda del día siguiente. Abrió la puerta principal de la casa; todo estaba oscuro en el salón. Se fue directamente a la cocina para buscar el vino y lo volvió a telefonear.

Mientras descorchaba la botella, una melodía familiar se oía a lo lejos. Venía del primer piso. Dejó la botella encima de la repisa y subió rápidamente las escaleras donde se encontraba el dormitorio. Abrió la puerta de la habitación con el teléfono aun sonando en la mano…. ¡No podía creer lo que estaba viendo con sus ojos de color miel!…¡Ted y Dani en la cama!!

Ted la vio, se levantó deprisa y corriendo para explicarle todo, pero ella bajó las escaleras sin querer escuchar ni una sola palabra. ¿Para qué escucharlo, si todo lo que iba a decirle serían solo mentiras?

Todo su mundo, creado a la perfección, se derrumbó justo en ese preciso instante, como un castillo de arena. Disgustada y enojada, buscaba solo alejarse de ellos. Sin saber dónde ir, subió al coche y aceleró al máximo para que Ted no pudiera abrir la puerta.

Con lágrimas corriendo por sus mejillas y el corazón partido, por primera vez en su vida no sabía qué hacer. Desconcertada, intentaba pensar dónde ir. No vio ni el Stop ni la camioneta… Poco después, solo una luz blanca y diversas sombras a lo lejos, luego, nada más.

Algunas veces podía discernir un paisaje verde en un valle, leones de piedra y lámparas rojas. Tapices de seda pendían de las paredes de un palacio, en el que se sentía como en casa. Otras veces gente asustada corriendo. Podía percibir los aromas del lugar y el calor del Sol calentando su rostro, mientras cogía de la mano a alguien, como si fuese su amor. Pero, ¿era real todo aquello que estaba viendo o sintiendo o solo era un sueño?

Una semana más tarde, abrió los ojos. Era una habitación blanca y fría que no podía reconocer. A mano derecha, una máquina que no paraba de hacer un sonido rítmico y a mano izquierda una figura muy conocida por ella, su hermana, que estaba durmiendo en el sofá. Fue entonces cuando empezó a recordar todo lo sucedido así como también los sueños.

No quería volver a ver más ni a Ted ni a Dani, ni tampoco trabajar en Barcelona. Algo había sucedido en su interior, los sueños, la luz blanca, las sombras desconocidas… La dominaba una inseguridad interior que la desconcertaba. Necesitaba ayuda, pero sin amistades ni nadie a quien dirigirse para reencontrarse en sí misma, no sabía qué hacer.

Anna se despertó y sonrió:

  • ¡Oh, Ita! ¡Qué feliz soy de verte despierta! Voy a decírselo al doctor!

Anna la abrazó fuertemente. Ita necesitaba de su hermana en ese preciso instante y del calor de su amor. Dos minutos más tarde volvió con dos doctores. Anna llamó por teléfono a su marido Joan y le dijo que cuidara de los niños esa mañana. Quería estar con Ita y hablar largo y tendido.

UN MES MÁS TARDE

21 horas de avión. Un libro leído, el “Tao te Ching”, El Sendero de la Vida. Cansada, pero feliz de hacer ese viaje, Ita llegó finalmente a Guangzhou.

Cogió un taxi hasta el hotel, que se encontraba en el centro de la ciudad, y luego fue al mercado a comprar un poco de fruta. Dos semanas antes había contactado con su primo Huang que vivía en las afueras de la ciudad con su esposa Mei. Ita quería conocer a su familia materna y él le había organizado un viaje “al pasado” para poder conocer las tradiciones del país.

Cuál fue su sorpresa cuando vio los campos de arroz soñados para llegar hasta la casa familiar! El Sol, los colores, los aromas…

Y fue justo un mes después, que vio a un hombre en un jardín, entre leones de piedra, moviéndose en armonía, como un bailarín danzando al ritmo del viento. La miró de reojo mientras se movía ligero como una pluma.

Cuando terminó, ella le dijo:

  • ¡Hola! Que movimientos más armoniosos.
  • ¡Hola! – repuso el- es Tai Chi, meditación en movimiento.

Parecía como si se conocieran de siempre. Hablaron durante cinco largos minutos y finalmente él le dijo.

  • Si quieres, mañana estaré aquí al amanecer, ¡Ven!
  • ¡Si, gracias! – contestó ella.

Y justo cuando se iban en direcciones opuestas, él la llamó:

  • Perdona, pero ¿cómo te llamas?
  • Me llamo Ítaca, un placer. ¡Nos vemos mañana!

Después de ese primer encuentro, volvió la seguridad en sí misma. Ítaca había descubierto su gran amor. Sus almas se reconocieron rápidamente.

Después de muchas vidas, muchos sueños, los caminos se habían cruzado de nuevo. Antes, ella había sido un guerrero y él su amada, ahora los dos enamorados se encaminaban hacia un largo y único sendero.

FIN

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2 comentarios sobre “Los caminos de Ítaca

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