ALMUTAMID
La clave era muy sencilla. Mi novia estaba chisposa. Con un poco de vino perdía muchos de sus prejuicios, o al menos perdía el control sobre ellos. Pero el resultado había sido un sueño relajante y mimoso desnuditos tras un polvo con amanecer cariñoso incluido. Así que por esa parte mis vacaciones parecían mejorar.
Por la otra también pues ni Mikel ni yo sacamos el tema de ETA, y por supuesto Alba y Viqui tampoco. Y en ese ambiente nos fuimos al día siguiente a San Sebastián. Acostumbrados a nuestras ciudades monumentales antiguas y con restos de diversas culturas debo admitir que la Bella Easo me decepcionó, pero el espectáculo que ofrece la bahía de la Concha entre los dos montes que la cierran y la isla de Santa Clara con el precioso paseo marítimo con edificios de los siglos XIX y XX, desde el palacio real hasta el ayuntamiento bien merecen una visita. Pero el ambiente de las calles del casco viejo con sus tabernas y bares de pintxos aún más.
Pasamos un día estupendo con baño incluido en la playa. Bueno, sólo nos bañamos Mikel y yo en las frías aguas del Cantábrico. Además de nuevo se nos fastidió la tarde de playa con una galerna que hizo descender bruscamente la temperatura. En pocos minutos se nubló, cambió la dirección del viento con fuertes rachas que según nos explicaba Mikel fueron causa de grandes naufragios en el pasado.
Con ese panorama nos duchamos en la misma playa, bien preparada para ello, aunque pasando algo de frío y nos vestimos. Pero en vez de regresar decidimos tomar unos pintxos antes, pues estábamos a menos de 1 hora en coche del caserío. Pero no pude beber demasiado pues me tocaba conducir mientras los demás se estaban poniendo bastante contentillos.
La verdad es que se pillaron una buena cogorza que me jodió bastante por perdérmela, pero no me atrevía a beber no sólo por miedo a un control de la Ertxaintxa, sino sobre todo por las curvas de la autopista que une las dos principales ciudades vascas saltando entre montes, viaductos y túneles de un valle a otro.
Llegamos tan cansados que nos fuimos a dormir directamente y sin fiestas. A la mañana siguiente por efecto de ser el único que no había bebido me desperté el primero. Me di una ducha con tan mala suerte que debió terminarse la bombona de butano y se me cortó el agua caliente. Terminé por tanto duchándome con agua fría, algo que detesto, secándome rápidamente con una tiritera importante.
Regresé al dormitorio sin darme cuenta que mi novia había abierto los ojos. Me quité la toalla de la cintura mientras buscaba unos calzoncillos limpios. Entonces oí la voz de Alba comentar:
-Que gracioso ¿cómo puede ser tan gorda y ahora tan pequeñita?
La miré extrañado pues no sabía a qué se refería. Y con cara divertida me señaló con la mirada mi churra bastante contraída por la ducha fría.
-¿Qué pasa?¿Ya no te gusta?- pregunté haciéndome el ofendido.
-Jajajaja. Siempre me gusta, es tuya…
Entonces arrimándome a la cama poniéndome de rodillas a su lado le planté mi desmejorada polla en la mismísima cara diciendo:
-Conque no te gusta así ¿no?
Al sentir mi apéndice rozándole la mejilla y la nariz Alba empezó a reírse:
-Pero ¿qué haces, loco? Jajajajaja.
-Mira que decir que no te gusta…-continué pasándole la polla por la cara que evidentemente empezó a ganar tamaño al llenar mi flujo sanguíneo los cuerpos cavernosos de mi nabo.
Sin dejar de reír y sacando sus manos de debajo de las sábanas mi chica hizo el intento de retirarme mientras mi churra le daba golpecitos en la cara. Pero viendo que no podía noté como la atrapaba con sus labios. Entonces detuve el movimiento lateral de mis caderas permitiendo que Alba pudiera apoderarse de mi ya más entonada polla bastante morcillona consiguiendo con una mano agarrarla para llevársela a la boca.
-¿Ahora sí te gusta?- pregunté.
-Mmmmmm-respondió respirando profundamente con mi polla ya dura dentro de su boca.
Ante su respuesta pasé la pierna por encima de su cuerpo quedando su cabeza entre mis piernas permitiéndome follarle la boca. Me estaba encantando la mamada matutina y se ve que a ella también pues con una mano acariciaba mi culo marcándome el ritmo de mis penetraciones a mi boca mientras que con la otra acariciaba mi pecho. Además bajo el nórdico agitaba sus piernas seguramente frotando sus muslos por la excitación.
Yo me había puesto tan caliente que estaba dispuesto a llenarla la garganta de semen caliente pero mientras estábamos enfrascados en nuestro sexo matinal de golpe llamaron a la puerta de la habitación.
-¡Chicos! Vamos a desayunar rápido, que nos vamos a Santader…
Era Viqui. Yo pegué un brinco saltando de la cama para coger la toalla y taparme por si entraba mientras Alba se limpiaba las babas con la mano con los ojos como platos aterrada. Torpemente respondí:
-Ya vamos…
Y oímos como bajaba la escalera. ¿Se habría dado cuenta de que estábamos practicando sexo? No creo. No nos habría cortado el punto. Eso sí en cuanto se fue nos dio la risa a los dos mirándonos como tontos tapándonos la risa con la mano. Pero no hubo vuelta a tras y Alba se salió de la cama para cambiarse de ropa mientras yo buscaba el calzoncillo. Pero antes de que mi chica saliera al baño la abracé desde atrás clavándole lo que quedaba de mi erección en as nalgas diciéndole al oído:
-Luego te voy a terminar de dar lo tuyo por haberle faltado el respeto a mi churra…
Se soltó de mí y se fue del dormitorio regalándome una sonrisa pícara. Cuando mi chica se relajaba era una bomba sexual. Y me encantaba.
Al bajar no hubo comentario jocoso ni miraditas por lo que supuse que no se habían percatado de lo que hacíamos cuando nos llamaron a la puerta. El Cantábrico nos regalaba, por no decir otra cosa, uno de esos días plomizos de nubes bajas y txirimiri intermitente. De hecho nos tuvimos que abrigar para salir pues la temperatura apenas llegaría a los 20º.
Tras rodear Bilbao tomamos la autovía por la margen izquierda de la ría de Nervión. En el norte son tan ordenados que en vez de mezclar barrios burgueses y obreros como ocurre en las ciudades del sur directamente los separan poniendo una ría de por medio.
Mientras la margen izquierda está llena de urbanizaciones con palacetes entre muros de yedra junto a las mejores playas de la ría en Getxo, Las Arenas o Algorta, la margen izquierda es un conglomerado de fábricas humeantes entre barriadas de pequeños adosados y bloques en Sestao o Baracaldo. Los dueños de las fábricas a un lado de la ría mientras sus obreros se comen su humo en frente. Aunque además en el caso vasco hay que sumarle una distinción más, pues lo mayoría de las familias que viven en la margen izquierda además son inmigrantes gallegos, aragoneses o andaluces, llamados “cariñosamente” maketos por, con lo que a la discriminación social se le suma la territorial.
Pero una vez abandonada la ría tras pasar la refinería de Petronor el Cantábrico asoma en todo su esplendor llevándonos por un paisaje entrecortado de entrantes y salientes de la tierra en el mar intercalando pequeñas playas con acantilados y rasas ya en territorio cántabro.
Llegamos a Santander a media mañana y nos dispusimos a recorrer su famoso paseo de Pereda hasta la península de la Magdalena para terminar almorzando en un restaurante en el Sardinero frente al casino. Viendo el tamaño de los platos pedimos dos raciones de pescado, una para Mikel y otra para los tres meridionales con estómagos menos elásticos.
Pero el día no acompañaba y no era agradable pasear así. Entonces Mikel tuvo una ocurrencia que no nos quiso desvelar.
-Os voy a llevar a un sitio increíble.
Pero nada más. Si era playa, mirador, bosque o cafetería. Pero como buen anfitrión que estaba siendo no pusimos objeción especialmente apoyado por su novia. Salimos de Santander de regreso a la autovía pero en vez de dirigirnos a Bilbao nos desviamos por una carretera que se internaba en la montaña. El paisaje cada vez era menos formado por prados llenos de vacas cerrándose en pequeños bosques entre peñas. Al ascender las nubes envolvían todo dando un aspecto otoñal en pleno verano y algo misterioso. Tras pasar un pequeño pueblo con un balneario nos desviamos por un camino de tierra en el que no me hizo mucha gracia meter el coche. Recorrimos algo menos de un kilómetro haciéndome Mikel aparcar en un pequeño prado.
Saltamos un murete de piedra y nos internamos en un bosque. ¿Dónde carajo nos llevaba con tanto misterio? Alba y yo empezábamos a dudar mientras que Viqui cogida de la mano de su novio avanzaba confiada.
Llegamos a una especie de cueva de la que manaba un pequeño reguero de agua humeante. Descendiendo ligeramente por la ladera el arroyo formaba unas pequeñas pozas de escasa profundidad antes de continuar ladera abajo.
-Son aguas termales. Alimentan el balneario que está abajo en el pueblo, pero aquí te puedes bañar libremente.
-¿No hace frio para bañarse?- Objeté.
-Además está medio lloviendo- añadió Ala.
-El agua está caliente. Tenéis que probarlo.-insistió Mikel.
-Pero si ni hemos traído bañadores.- dijo mi novia.
-No hace falta. Hay confianza.
El vasco empezó a desnudarse. Alba y yo nos mirábamos dudando qué hacer. Pero Viqui más animada dijo:
-Venga, ¿cuándo vais a hacer algo así?
Mikel dejó su ropa en el tronco de un árbol pues el suelo estaba húmedo y se fue en pelotas enseñándonos su culo blanco y metiéndose en la poza en la que al sentarse le cubría hasta el pecho. Nos llamaba mientras Viqui se terminaba de quitar la ropa interior corriendo hacia su novio.
Ver a mi exnovia llamándonos con las tetas agitándose al ritmo de sus brazos me puso nervioso, pero no por lo que estáis pensando, era más incomodidad, especialmente por Alba. Nos llamaban e insistían llamándonos muermos. No era la primera vez que Mikel se despelotaba delante nuestra pero casi siempre sus provocaciones tenían escaso éxito. Pero ahora era Viqui la que nos animaba.
-Venid, el agua está increíble. Es una sensación única…
-¿Qué hacemos?- pregunté a Alba.
-Uy, Luis. Ve tú si quieres. Pero yo no me desnudo.
-No quiero dejarte sola.
-Pero si estás ahí al lado.
-¿No te importa?
-Claro que no lindo.
Me desnudé metiéndome en el agua. N sé si por ser unas tetas sobradamente conocidas o por la relajación de la camaradería se me pasó la incomodidad de tener a Viqui a medio metro en bolas. Y supongo que algo parecido sentiría ella cuando me vio caminar desnudo hasta la poza de agua caliente.
Era una sensación extraña combinar el calor del agua con el frío de fuera. Pero realmente se estaba muy bien. Se lo dije a Alba pero mi chica negaba con la cabeza desde el fondo. Estuve a punto de salirme con ella pero Mikel y Viqui me retuvieron. De hecho, fue Viqui la que me agarró del brazo diciéndome:
-Déjala. Tiene que aprender a controlar sus prejuicios.
Me sorprendió la frase de mi amiga pero era evidente que ellas habían tenido muchas charlas en las que mi chica habría expresado esos sentimiento por lo que me volví a sentar dejando de mirar hacia donde estaba mi novia.
A los pocos minutos sin esperármelo en absoluto sentí a Alba aparecer por mi espalda metiéndose en la poza. Iba con un conjunto de braga y sujetador blancos. En silencio sin decir nada se metió en el agua sentándose a mi lado mientras Viqui me guiñaba un ojo.
Su pudor en realidad le estaba jugando una mala pasada, pues en cuanto el sujetador se mojó sus pezones negros aparecieron marcados en la fina tela para deleite de Mikel al que se le escapaba la mirada.
-¿Te gusta la sensación?- le pregunté.
-El agua está muy calentita- respondió cortada.
Al ver que ya estábamos los cuatro Viqui se recostó contra el pecho de su novio diciéndonos:
-Éstas van a ser unas vacaciones inolvidables.
El episodio del baño en las pozas de nuevo me llevó a una reflexión que me tuvo pensativo todo el camino de regreso que no fue precisamente cómodo. Pues lloviznando y sin toallas, todo el calor que habíamos disfrutado en el baño se transformó en frío. Vestirnos rápidamente humedeció la ropa por lo que la sensación de estar mojados nos acompañó la hora y pico de camino de vuelta.
Peor fue para Alba. Con la ropa interior empapada la tapé para que pudiera vestirse sin su ropa interior. Al margen de lo mucho que me gustó ver como se ajustaba su camiseta a sus pechos desnudos una vez en el caserío se lamentó de que le vaquero le había rozado sus partes íntimas generándole molestia. Conclusión: agradable el baño, divertida la experiencia, pero un desastre el regreso.
Pero volvamos a la mi reflexión. No pude evitar volver a caer en la comparación entre Claudia y Alba. No podía haberme enamorado de dos personas más distintas. ¿Y cómo era eso posible? Evidentemente una respuesta sencilla era explicar que no existe un prototipo de persona de la que te enamores. Simplemente sucede.
Yo me enamoré de Claudia nada más verla. O al menos eso creía. Su recuerdo en el pasillo de la residencia mientras Óscar me hacía de guía era imborrable en mi mente cada vez que la recordaba a pesar de todo lo vivido junto a ella. Aquella chica pálida, delgada de largas piernas que marcaba sus pechitos desnudos en su camiseta mientras observaba con ojos vivos era mi mejor recuerdo de ella a pesar de no ser mía.
Pero es que tras lo ocurrido en la poza no podían ser más distintas. Claudia se habría desnudado la primera para meterse en el agua caliente tirando de mí. Era así. Tan racional unas veces pero tan decidida otras. Para ella esa situación habría sido motivo de diversión y de provocación. Mostrar sus pequeños pechos cónicos que tan embelesado me tuvieron hasta que fueron míos no era causa de ningún problema si la situación así lo requería.
Si hasta físicamente eran casi opuestas. Ambas altas, pero una morena y la otra castaña. Ojos negros y marrones. Labios finos y más gruesos. Pechos pequeños y los hermosos pechos de Alba. Cadera estrecha y las caderas fuertes de mi actual novia. Sus cuerpos diferían como sus actitudes.
Teniendo habitación en una casa sólo con amigos me habría exprimido las pelotas hasta causarme dolor sin importarle un rábano quien nos oyera o incluso haciendo que nos oyeran a modo de juego entre amigos. Me habría follado en una habitación compartida sin problemas si así le apetecía.
Pero en el fondo ¿qué queja iba a tener con Alba? De la chica que conocí en el chalé de Leyre que se cabreó porque le tiraron un cubo de agua tomando el sol y le vimos las tetas de refilón (otra imagen, por cierto, que nunca se había ido de mi mente) a la que se metía semidesnuda en una poza natural de aguas termales con su novio y sus amigos había un gran cambio. Y yo era el motivo.
Alba no dejaba de esforzarse en cambiar su comportamiento por mí. Para ella yo estaba por encima de sus prejuicios y limitaciones, y ella misma se empujaba a dar pasos simplemente porque yo lo esperaba o porque creía que así me contentaría. No era sumisa. Tenía su carácter, que ya había sacado varias veces aunque después se disculpara al creer que se había propasado. Pero su necesidad de agradarme, de contentarme, de hacerme sentir que estaba dispuesta a casi todo por mí la hacía crecer ante mis ojos.
En Claudia todo era natural. Nada forzado. Ella se metía desnuda en una playa llena de hippies porque así le salía. Sin más. Me gustara o no. Alba iba levantando barreras que de no ser por mí quizá siempre se habrían quedado rodeando su comportamiento. Eran la noche y el día. El yin y el yan. Y yo me había enamorado de las dos.
Pero repasando acontecimientos desde luego que no tenía dudas de con quien quería estar en ese momento. Alba no tendría una beca oculta para mí, y le habría gustado que fuera con ella a Madrid. Quizá sí habría evitado contarme que lo pasaba mal para no crearme mala conciencia, pero desde luego habría cambiado los planes que fuera para estar conmigo.
Lo curioso es que la determinación que yo veía en Claudia y que tanto admiraba en ella cuando me rechazaba era la misma que acabó provocando nuestra ruptura. El mismo gesto visto desde dos planos diferentes.
¿Y el sexo? Desde luego de aquellas pajas furtivas a la semana que habíamos pasado solos en su casa Alba había cambiado mucho. Y si nunca oculto su deseo de tenerme contento la forma había cambiado totalmente. ¡Si le había refregado la polla por la cara esa misma mañana para que acabara comiéndomela! Que Claudia era más directa, vale. Que quiso dármelo todo. Tiempo habría, aunque tras mis experiencias anteriores, ni el sexo anal ni los tríos, orgías, y ese tipo de prácticas me había generado experiencias memorables como para plantearme algo así con mi novia. Aunque aquel polvo con Alice Li con mi churra clavada en sus entrañas mientras se introducía un dildo por el coño estimulándome mi glande había sido una cumbre sexual para mí, era algo que no tenía necesidad de hacer con Alba para sentirme pleno con ella.
¿Y por qué regresaba Claudia a mi mente en esas ocasiones? Repetir situaciones y experiencias quizá. Pero yo me decía a mí mismo que no había nada más. No había nostalgia. Sí recuerdos. Aunque quizá el que más me doliese era el aniversario que acababa de cumplirse. No lamentaba ya la ruptura, pero sí la forma. Y esa espina me volvía una y otra vez. Y era la espada de Damocles de mi relación con Alba. Yo necesitaba un último gesto mientras que mi novia estaba seguro de que lo temía.
Como fuese, aquella noche nos cenamos una sopa caliente tras ducharnos para recuperar la temperatura. Con el chocho de Alba rozadito por el pantalón no era el momento de terminar lo de la mañana, así que los cuatro nos fuimos a dormir relativamente temprano y por el silencio que había sin fiestas.
Aunque mi novia sí tenía una de sus dudas ya conocidas por mí que esperó a la intimidad del dormitorio para expresármela. Ya acostados y echada sobre mi pecho me preguntó:
-Luis ¿te ha molestado lo de hoy?
-¿Qué de hoy?
-Que no me desnudara…
-Pero princesa, eso es cosa tuya. Yo solo quería que pasáramos un buen rato los cuatro, pero si a ti te suponía un problema yo me habría quedado contigo fuera.
-Pero tú querías…-insistió.
-Es una experiencia. Pero sé que no estabas cómoda y no me habría importado perdérmela por estar contigo.
Se acurrucó más sobre mí mientras decía:
-Por eso lo he hecho. He pasado mucha vergüenza.
-Pero si ibas como en bikini…
-Se me transparentaba todo. No me mientas.
-Viqui te habrá visto desnuda más de una vez.
-Sí, pero Mikel…
-Que me envidie, jajajaja.
-Tonto- respondió antes de besarme el pecho.
-Tenemos confianza en Mikel. Sólo he visto que mi novia está muy buena y nada más.
-Pero es que se me ha visto todo y me moría de la vergüenza.
-Pues no lo vuelvas a hacer- le dije- Pero ¿te cuento un secreto?
-Dime.
-Si no llegamos a estar acompañados te lo hago allí mismo. Se me puso dura en cuanto te vi en el agua.
-Jajajajaja, cómo eres.
-Es que ver mis tetitas y mi chochito…allí, jajajaja, qué morbo me dio.
-Estás fatal…
-Por ti.
Alba se quedó pensativa un instante respirando hondo mientras me acariciaba el pecho hasta que me dijo:
-Luis, esta mañana tenía muchas ganas de hacerlo pero al salir de la ducha tenía el chochito muy irritado por venir sin bragas.
-Ya me lo has dicho.
-Pero me da pena no hacerlo.
-En cuanto ya puedas.-le dije besándole la frente.
De nuevo se hizo el silencio entre nosotros, esta vez más largo. Pero Alba no estaba dormida pues su mano seguía acariciándome el pecho y el vientre. Estaba pensando o sopesando algo que no me decía. Yo no quería interrumpir sus cavilaciones y me limité a mantenerla abrazada sobre mí mientras disfrutaba del roce de su mano sobre mi piel desnuda, pues ella se había puesto un pijama.
-Luis.
-Dime princesa.
-¿Te has quedado con ganas?
-Yo siempre tengo ganas estando contigo.
-Jajajaja, lindo. No es eso…
-Dime.
-Que si te has quedado con ganas de terminar lo de esta mañana.
-Pues claro. Pero tendremos que esperar.-respondí resignado.
-¿Quieres que te la chupe?
No me esperaba la pregunta y no sabía si estaba motivada por mi posible decepción. Por eso negué:
-No es necesario.
-No me importa, lindo.
-Así no quiero. Parece que es por obligación. No así, no.
-No, de verdad. Me gusta complacerte.
-Pero yo así no quiero. Yo quiero metértela y así no podemos. Nos esperamos.
De nuevo el silencio. Pero noté su mano bajar por mi barriga y meterse en el calzoncillo.
-¿Dónde vas?-pregunté.
-Por mi churrita….
Su mano ya acariciaba mi polla morcillona mientras yo le decía de nuevo que no hacía falta.
-¿Sabes una cosa?- me preguntó acariciando mi nabo ya tieso.
-Dime.
-Que a mí también me ha puesto verte desnudito en la poza.
-¿Ah sí?
-Si llegamos a estar solos te hago de todo…ufff, que duro estás…
-Con las cosas que me dices y me haces…
-Aprovecha que estoy tontorrona…
-Pero quiero metértela.
-Mañana…
-¿Y ahora?
No respondió. Resbaló bajo el nórdico colocándose entre mis piernas en posición fetal y sacando mi polla del calzoncillo para inmediatamente empezar a lamer entre gemiditos que terminaron de encenderme. Fui yo el que empujó su cabeza para que se tragara mi polla. No sé si exageraba o realmente estaba disfrutando tanto mamando pero entre sus gemiditos y chupadas y las cosas que me decía cuando descansaba pajeándome:
-Que rico estás…me encanta tu churrita…qué ganas te tenía…
Que sumado al trabajo de la mañana hizo que en pocos minutos yo empezase a gemir y terminase llenándole la boca de semen sin avisarla. Con una risita traviesa se levantó de la cama para escupir en el baño pero de golpe al abrir la puerta vi que había luz en el pasillo. Oí a Alba decir:
-Ay, perdona. No, no, entra tú.
Regresó cerrando la puerta quedándose de pie.
-¿Qué ha pasado?- pregunté.
-Me he encontrado a Mikel yendo al baño desnudo.
-¿Y qué has hecho con mi corrida?
-Pues me la he tenido que tragar…
Cuando sentimos el baño vacío de nuevo regresó Alba. No quise preguntarle si le había dado asco simplemente la abracé para dormir. Ella tampoco se quejó. El tiempo seguía poco agradable para hacer turismo pues la llovizna se había transformado en chaparrones, así que nos quedamos la mañana descansando en la casa disfrutando del paisaje en torno al caserío con el sonido de la lluvia.
Tomando una cerveza en el porche de la casa Mikel le propuso a Viqui quedarse allí hasta que el terminara sus vacaciones.
-¿Con tus padres?-preguntó nuestra amiga recelosa.
-Conmigo.
Viqui dudaba. No se sentía cómoda con los padres de Mikel. Percibía en ellos una cierta culpabilización por retener a su hijo tan lejos. Por su conversación era evidente que Mikel no le había dicho nada del traslado. Alba y yo no quisimos intervenir e incluso con una excusa nos fuimos a la cocina para preparar la comida y dejarles intimidad para hablar.
Pero los oímos discutir. No sabíamos exactamente sobre qué pero discutían. Alba me miraba preocupada por su amiga. Mikel y Viqui llevaban más de un año juntos y eran una pareja consolidada pero sin embargo discutían. Alba y yo también lo habíamos hecho alguna vez pero siempre uno de los dos se disculpaba.
Entonces Mikel entró a la cocina a por otra cerveza. No quisimos preguntar, pero él nos sacó de dudas al decirnos:
-No os importa bajaros solos. Viqui y yo vamos a pasar unos días más aquí.
-Sin problema. Creo que no nos perderemos- respondí intentando relajar la preocupación del vasco.
Alba salió a hablar con su amiga. Yo saqué otra cerveza y le pregunté por los planes para esa semana al vasco. En realidad habían acordado quedarse en el casería e incluso cruzar unos días a Francia, pero Viqui quería hablar antes con sus padres.
-No le has dicho nada del traslado ¿verdad?- le pregunté.
-No. No sé como planteárselo. Ya sabes qué carácter tiene.
-¿Qué me vas a decir?
Reímos y salimos fuera de la cocina. Las chicas hablaban pero al vernos disimularon. Después a solas Alba confirmó el recelo de Viqui con sus suegros y como Mikel le había rogado que se quedara para estar a solar unos días. Ahí me sentí un poco un estorbo, pero Alba me quitó la idea de la cabeza pues Viqui prefería que estuviéramos. Al final a la hora de comer mejoró todo: estado de ánimo y el tiempo despejándose el día en un día soleado.
Siguiendo la costumbre de allí sin siesta ni nada Mikel nos empujó para irnos a la playa a aprovechar un rato de buen tiempo, pues allí nunca se sabía cuanto podía durar. Nos pusimos bañadores y chanclas. Cogimos las toallas y la tabla de surf pues Mikel nos llevaba a una playa con olas.
Aprovechando el cambio de viento que había despejado el cielo se formaban olas que experimentados surferos cabalgaban. Viqui desde la orilla animaba a su novio en sus saltos y revolcones con las olas mientras que Alba y yo observábamos el espectáculo de las decenas de aficionados que practicaban el deporte de la tabla. Mikel me invitó a intentarlo pero me dio vergüenza pues habría allí practicantes de 12 o 13 años que me sacaban bastante ventaja. Estando en la playa nos enteramos hablando con otros surfistas de que ese fin de semana había fiestas en el pueblo de al lado. Que esa noche había orquesta y Dj. Como no quedaba lejos del caserío nos planteamos bajar andando atravesando la oscuridad del monte pues sí nos advirtieron de los controles que realizaban pruebas de alcohol de la Ertxaintxa.
Subimos a cambiarnos de ropa a la casa. Las chicas además querían ponerse guapas pues apenas habíamos salido de noche en la semana. La elección del vestuario no fue la más acertada para bajar unos 300 metros hasta la carretera y después otros 300 m desde ésta hasta el descampado donde se celebraba la fiesta.
Me sorprendió que no éramos los únicos que íbamos andando por la carretera, pero es que en el último tramo en medio de un bosque algo siniestro, pues rodeaba en su último tramo un cementerio, ya éramos multitud de gente joven con ganas de fiesta. La mayoría iban cargados con lotes de bebida. Allí lo típico es una bebida preparada a base de vino tinto y cola a la que llaman kalimotxo. Me resultó demasiado dulzona por lo que mientras Mikel se bebía una maceta tras otra de esa bebida las chicas y yo nos tomábamos en la barra montada frente al escenario rondas de txikitos de clarete al sorprendente precio de 30 céntimos.
Y es que estas fiestas suelen consistir en un escenario montado en un descampado de hierba a las afueras del pueblo frente al cual se instalan barras y casetas con bebidas y carne asada. A esa hora en el escenario había una orquesta actuando con todos los éxitos del verano, eso sí del verano de 1970, 80… pues no faltaron Manolo Escobar o Georgi Dann haciendo las delicias de la gente mayor aunque muchos jóvenes también se animaban.
Y nosotros con el alcohol también. La vejiga empezó a quejarse y como yo bebía más rápido que las chicas. Los urinarios instalados eran insuficientes para la concurrencia así que me indicaron que la mayoría de la gente meaba en la tapia del cementerio. Así que me dirigí allí. Los árboles hacían que la luz del descampado llegase muy tamizada hasta la tapia de forma que sólo se adivinaban formas y los ojos además tardaban en acostumbrarse a la oscuridad.
Apenas había hueco así que me coloqué entre dos tíos que mantenían cierta distancia para orinar. Uno terminó y dejó hueco pero para mi sorpresa quien se colocó a mi lado en cuclillas era una tía que se bajó los pantalones. Creo que me incomodé yo más que ella. No era la primera vez que meaba con una desconocida al lado, pero nunca tan cerca, a menos de un metro de mí casi podía salpicarla.
Más nervioso me puse cuando empezó a gemir al soltar un potente chorro que oía perfectamente.
-Uffff, hostias, como me meaba…-dijo son cortarse.
Yo terminé y tras sacudirme abrochaba el pantalón cuando oí a la chica decir:
-Joder, no traigo nada para limpiarme. Oye…-parcía dirigirse a mí que no me atrevía a mirar a la cara que estaba agachada a medio metro de mí- oye, ¿no tendrías unos pañuelos o algo para prestarme?
-Lo siento. No traigo nada en los bolsillos.-respondí cortado.
-Hostias, tú no eres de aquí- respondió la chavala poniéndose de pie para subirse las bragas son ningún pudor mostrando un chocho totalmente rasurado.
-No soy del sur. Estoy pasando unos días a aquí con mi novia y unos amigos.
-¿Y qué? ¿Te gusta esto?
-Es muy bonito.
-Pues hala, que disfrutéis. Agur.
La naturalidad de la chavala me dejó tan cortado que no pude dejar de referir lo ocurrido a mi regreso con los chicos. La respuesta de Mikel fue divertida:
-Las vascas cuando tienen ganas de mear, mean. Lo que no tienen ganas nunca es de follar, por eso me fui al sur.
-Descarado, jajajaja- respondió Viqui abrazándolo por el costado.
-Pues yo necesito ir al baño también- dijo mi novia poniéndose colorada.
-Venga, voy contigo y nos cubrimos- respondió Viqui.
Afortunadamente para su pudor las dos se habían puesto vestidos que las ayudarían a cubrirse algo mejor. El Dj empezó a animar la fiesta para los jóvenes mientras no dejaba de correr el kalimotxo. Lo estábamos pasando de vicio en aquella discoteca improvisada en un descampado junto a un cementerio. Total, ya no se iban a despertar.
Pero Mikel tuvo una de sus ocurrencias a las que ya nos tenía acostumbrados. Pese al fresco y la humedad de la noche, el baile y la concentración de gente nos habían hecho sudar. Se empeñó en hacernos bajar a la playa a bañarnos. Como Viqui inmediatamente apoyó la iniciativa de su novio Alba y yo no nos atrevimos a poner objeciones.
Mikel, buen conocedor de la zona nos llevó rodeando el cementerio por la mismo muro donde seguía meando la gente pero al llegar al final nos hizo dirigirnos por una vereda que atravesaba el bosque en dirección contraria a la carretera. Anduvimos durante unos 15 minutos cuando de golpe el bosque se abrió sobre un pequeño acantilado y la luna en cuarto creciente nos dejó ver una impresionante vista de la ría de Urdaibai.
Los tres visitantes quedamos sobrecogidos por la belleza de las vistas mientras Mikel nos apresuraba para descender por una escalera a una pequeña cala que se abría bajo los árboles y el acantilado. Llegamos a la arena húmeda y sin decir más Mikel se desnudó enseñándonos su culo blanco y se lanzó al agua. Los tres del sur dudamos por la temperatura, pues ya se nos había pasado el calor del baile y las chicas se habían puesto sus chaquetas y yo la sudadera que llevaba.
Alba se me abrazó estremeciéndose por el frío mientras que Viqui con cierto brillo en los ojos parecía admirar el vigor de su novio, algo que confirmó diciendo:
-Está como una cabra, pero aquí me tienes…
Entonces el vasco empezó a llamarnos desde el agua:
-Vamos, meteros. El agua está riquísima.
-Hace frío, vida…-le contestó Viqui.
-Este chicarrón del norte es imparable- le dije en broma a mi amiga.
-Y que lo digas…
-Pues yo me quedo con mi chiquillo del sur, jajajaja- respondió mi novia aterida por el frío.
Viqui llamó a Mikel para decirle que teníamos frío. El vasco desconcertado porque nos habíamos quedado fuera cortados salió del agua sin pudor dejando que la luna iluminara perfectamente su cuerpo con sus pelotas y nabo bastante encogidos por el agua fría.
Se secó con la propia sudadera que él traía y se vistió recordándonos lo sosos que éramos mientras su novia le iba pasando la ropa. Yo me disculpé por no acompañarlo en el baño agradeciéndonos las vistas. Mi comentario fue aprovechado por su novia para alabar otras vistas, las que nos había dado de su cuerpo, y sin cortarse los dos empezaron a enrollarse delante nuestra cuando Mikel sólo llevaba puestos los calzoncillos y el pantalón.
El vasco estaba bastante entonado por la cantidad ingente de kalimotxo ingerida pero su novia lo seguía. Cortados Alba y yo nos apartamos subiendo las escaleras a la espera de que vinieran a buscarnos. Nos sentamos en los escalones dándonos cuenta de que no éramos los únicos en la playa. Al fondo la luna iluminaba otros bultos demostrándonos que por lo que se veía en el norte cuando se puede también se folla.
Como tardaban y Alba tenía frío le pasé mi brazo por encima y ella se me abrazó colando sus manos dentro de mi sudadera. Así tan pegaditos empezamos a besarnos quizá empujados por las vistas y el alcohol ingerido. Pero Alba tiritaba pues llevaba un vestidito de verano por supuesto sin medias con unas sandalias y una chaqueta vaquera. Me quité la sudadera aunque ella no quería pero al final la aceptó mientras yo bajaba a avisar a la parejita. Pero al llegar me detuve pues Mikel seguía desnudo de cintura para arriba y me pareció ver movimiento en la mano de Viqui dentro del pantalón abierto de su novio. ¿Se la estaba machacando?
No lo iba a comprobar. Regresé donde esperaba Alba y le dije que se estaban liando y no me atrevía a avisarlos. Les mandamos un mensaje al móvil y retomamos el camino de regreso al caserío con la esperanza de perdernos. Hasta la bifurcación junto al cementerio llegamos sin problemas. Y de allí a la carretera también. Pero dudamos a la hora de tomar la vereda que subía hasta el caserío. Buscamos alguna referencia y nos aventuramos.
Tuvimos suerte y llegamos hasta el caserío con tal torpeza que no nos dimos cuenta de que no teníamos las llaves para entrar. Ni las del coche, que las había dejado en la casa. Cansados, con frío y sueño lo único que se nos ocurrió fue sentarnos en una butaca del porche resguardados de la humedad que caía en las horas previas al amanecer. Yo me senté con Alba encima que me daba calor. Ella recogió sus piernas que yo rodeé con mi brazo para cederle mi calor quedando echa una bolita sobre mí casi como un bebé, un gran bebé.
La situación me recordó a nuestro inicio del año en aquel sofá-columpio pasando frío los dos sin querer separarnos ni atrevernos a más y se lo comenté:
-¿Te acuerdas de la pulmonía que pillaste en la fiesta de Año Nuevo?
-Ajá…
-¿Te imaginabas que hoy estaríamos así?
-Lo deseaba…
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Te sentía entonces tan lejos.
Pues ahora estábamos muy cerca. Tanto que nos estábamos besando. A los increíbles paisajes. A las experiencias vividas. Y a la abundante comida le tuve que sumar a aquel viaje algo que en realidad sería lo más importante: que me iba a ser muy difícil vivir sin Alba.