DO.LOBERA
37 – El último hechizo del mago
Libros, pociones y otros ingredientes yacían en el suelo de la morada de Wulfrugida. Habían aparecido viejos manuscritos, libros valiosísimos de magia negra pero lo que la vieja bruja buscaba parecía haberse esfumado en el aire. Siempre le pasaba lo mismo. Estaba tan enfada que había empezado a arrojar al fuego todo cuanto se le ponía por delante. Las ratas, los cuervos y los murciélagos huían de sus madrigueras en la torre. Por desgracia, las plantas no tenían tanta suerte y fueron incineradas.
Wulfrugida volvió a mirar la bola de cristal. Aquel grupo todavía no había emprendido el camino de ascenso, estaban reponiendo energías pero aunque ellos no lo supiera la magia del territorio se debilitaba. La culpa la tenía aquel principito armado con aquella espada mágica. Estaba aprendiendo rápido. Ojalá encontrase su báculo oscuro.
Bajó a los sótanos, donde se encontraban las mazmorras. Ahí había sido el último lugar donde lo había usado hacía muchos años, contra un atrevido mago que había hecho un mapa inútil de su reino, un mapa que jamás pudo recuperar. Del hombre apenas quedaban sus huesos blancos descomponiéndose, en breve solo serían polvo. Miró por todo, pero ahí tampoco se encontraba. Lanzó sus hechizos en todas las direcciones, destrozando las paredes y pulverizando finalmente los huesos. Fue entonces que tomó forma la figura del mago.
—Wulfrugida, no te molestes en buscar lo que hace años ya no tienes. Antes de que me mataras lancé mi ultimo conjuro. Convertí tu oscuridad en luz y ella te derrotará. Ahora, tu preciado báculo hace años que es una espada que te derrotará. Hasta hace poco ha estado lejos de tu alcance pero la han encontrado. Ten miedo Wulfrugida, tu reinado se termina…
La bruja, rabiosa le lanzó un rayo de energía que atravesó la figura incorpórea del mago sin hacerle ningún daño. Aunque finalmente el mago no tenía nada más que decir y se desvaneció.