AKUARIES
27.
El sábado por la noche, Lucía, habló un rato por teléfono con Carlos, se explicaron que ya lo tenían todo preparado, ella un par de bolsas, él una grande, confirmaron la hora que él la pasaría a buscar por su casa, que si esto que si lo otro, otra parte de conversación de enamorados y una despedida, bueno, de esas un poco moñas, de cuando el amor te vence y las hormonas se te escapan por todo el cuerpo.
Lucía se desnudó, se puso una camiseta fresquita para dormir y se metió en la cama, solo con la camiseta, sin bragas. Lo primero que pensó fue en hacerse una paja, ella misma se rectificó, mejor no hacérsela. La relación con Carlos empezó muy lentamente, probablemente por su inseguridad, porque ella no creía que pudiera funcionar, tenía que reconocer que el chico tuvo paciencia y fue tenaz para acabar llamando su atención, se volvió a rectificar ella misma, su atención ya la tenía desde principio de curso, no se iba a engañar, era ella quien no tenía su cabeza preparada para que él le tirara los trastos. Después de despejarse muchas dudas, de conocerle mejor, como iba a desaprovechar la oportunidad de estar con él, su amor platónico durante meses, el inspirador de tantas buenas pajas en aquella misma cama que estaba acostada.
Esos besos que se empezaron a dar, que ella empezó a darle a él, esas caricias de labio contra labio, que se convirtieron en morreos desatados de pasión, esta vez fue él, el que se lanzó morreándola en la piscina. No le extrañaba a Lucía que lo hiciera, el pobre chico debía de estar hasta los cojones de besitos inocentes, lo que pasó, es que a partir de ese momento a ella le subía la temperatura en cada beso, en cada roce con su lengua, seguramente a él también le pasara, cada vez las manos se acariciaban con más nerviosismo, Carlos ya se atrevía a rozarle las tetas, o ha acariciárselas por un lado ¡Dios! Solo le tocaba suavemente por un lado un pecho y ella notaba como se le mojaba el coño, que ganas de meterle mano, de descubrir por fin como tenía la polla, de que él la sobara por todo el cuerpo.
Desde que reservó aquel hotel para ellos dos, tenía una ilusión tremenda para que fuera allí donde follaran por primera vez. Entonces le volvieron las dudas, y si Carlos no tenía experiencia con las chicas, bueno, lo poco que la había acariciado lo había hecho bien, más que bien, lo hacía tranquilo, suavemente ¡Coño! Si la ponía a cien con cuatro caricias ¿Cómo no iba a tener experiencia? Lucía pensó que ya le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza, pero… ¿Y si tiene un micro pene? ¿Y si no es capaz de darme placer cuando me la meta? ¡Joder! Lucía para ya, se decía a ella misma en pensamientos. Resoplando, culpándose por ser tan retorcida en su mente, fue cerrando los ojos durmiéndose.
Por la mañana Lucía había quedado para desayunar con su padre y despedirse. Cuando salió de su habitación, ya estaba la mesa del comedor preparada, con todo el desayuno listo para empezar.
-Papá, podías haber esperado a que me levantara y prepararlo entre los dos.
-No importa cariño, ya está hecho y así no pierdes tanto tiempo.
-Me has cuidado tanto siempre.- Le decía agradecida Lucía.
-Eres mi hija Lucía, una de mis prioridades como padre es cuidarte, procurar que seas feliz, espero que lo esté consiguiendo.
Lucía le dio un beso en la cara.
-Claro que lo estás consiguiendo, siempre lo has conseguido, aunque yo no he sido justa contigo en una época.
-Olvida eso, la adolescencia te tenía que pasar factura de alguna manera, dicen que es cuando rompéis con los padres.
-Hombre, romper, romper…
Los dos reían mientras se sentaban en la mesa.
-¿Te vendrá a buscar Carlos?
-Sí.- Respondió Lucía algo incómoda.
-Tranquila, solo era por si te tenía que acompañar a algún sitio.
-No hace falta, ya ha venido a recogerme muchos días.
-Vale, pásatelo bien cariño, descansa, relájate, allí se come bien, está tan apartado que ya viene la pensión completa incluida.
-Gracias papá, lo intentaré. Por cierto ¿Tú que harás?
-Yo… yo… ¿Qué voy a hacer? Trabajar, ya sabes, lo de siempre.- Contestaba nervioso Pablo.
-Papá que te conozco, alguna cosa has pensado, o, habéis pensado.
-¿Habéis? ¿Qué quieres decir?
-¡Papá coño! No soy idiota ¿De verdad se llama María?
-Eeeeeh, Mmmh, sí, sí, se llama María.
-Ya te vale papá.
Los dos reían.
-Algún día me la tendrás que presentar.- Le apretaba Lucía.
-Sí, cuando tú me presentes a Carlos.- Contestó rápido Pablo.
-Eso me pasa por hablar.- Se lamentaba Lucía, su padre se partía de risa.
-Si quieres, te acompaño y me lo presentas hoy, la semana que viene cuando vuelvas yo te presento a María.
-¡Qué no! ¡Qué dices! No me pongas nerviosa ¡Eh!
-Mujer, como te he visto tan interesada en conocer a María, he pensado que…
-No pienses tanto.- Cerraba la conversación Lucía.
Pablo se moría de risa, Lucía al principio lo miraba seria, después se descojonó de risa con él.
Lucía ya vestida, con las bolsas preparadas en la entrada de la casa, se abrazaba a su padre para despedirse.
-Cualquier cosa que necesitéis me llamas, vale.- Se ofrecía Pablo.
-Tranquilo papá.
-Sí, sí, yo tranquilo.- Se cachondeaba su padre.
Lucía abrió la puerta y se colgó las bolsas en el hombro, su padre la miraba sonriendo, salió a la calle.
-Y tú, vigila con el folli folli, que no sé si estás para muchos trotes.- Soltó Lucía y cerró la puerta de golpe.
La madre que te parió, si es que esta niña es como yo coño. Sintió Lucía detrás de la puerta, caminaba partiéndose de risa, cuando llegó a la esquina, Carlos ya la esperaba con el coche aparcado. Salió rápido cuando la vio, le quitó las bolsas del hombro y la saludó con un beso en los labios. Mientras metía las bolsas en el maletero.
-¿Cómo es que te ríes tanto?- Preguntaba Carlos sorprendido de que ella llegara riendo.
-Bromas con mi padre, no te preocupes.
Subieron los dos al vehículo y Carlos arrancó.
-¿Sabes? Envidio la relación que tienes con tu padre. No es la primera vez que cuando nos vemos te has estado riendo con él.- Le confesaba Carlos.
-Sí, es una de las cosas que me encantan de él, siempre está de buen humor conmigo, me hace bromas, y como yo no puedo estar callada, se las devuelvo. La verdad es que nos reímos mucho.
-Con mi padre es diferente, es muy serio, a veces pienso que tiene algo clavado, que alguna cosa le pasó y la tiene dentro sin poder sacarla, le cuesta tanto reírse.- Le contaba preocupado Carlos.
-No sé, puede que sea así, una persona seria, o, que trabaje demasiado y no tenga tiempo para nada.- Intentaba quitarle importancia Lucía.
-¿Qué no tenga tiempo ni para reír? Lo dudo cariño.
-¿Sabes? Mi padre, me ha dicho que por el camino atravesaremos muchos pueblecitos, en cualquiera de ellos podemos parar a comer, por lo visto él, bueno, ellos, se ve que tiene una novia, comieron muy bien.
-¿No conoces a la novia de tú padre?- Se extrañaba Carlos.
-Me he enterado hace cuatro días, no sé cuánto tiempo hace que va con ella.
-¿Y no le has pedido que te la presente?- Insistía Carlos.
-Hemos llegado a un acuerdo.-Contestaba Lucía sonriendo.
-¡Ay Lucía! A veces me despistas ¿Qué acuerdo ni que acuerdo? Te la presenta y listo ¿No?
-Me la presentará el día que yo te presente a ti.
-Vale, en cuanto volvamos, ningún problema.- Aseguraba animado Carlos.
-¿Pero qué dices hombre? De eso nada.- Levantaba la voz nerviosa Lucía.- Te lo presentaré cuando… cuando…
-¿Cuándo Lucía?- Se adelantaba Carlos.
-¡Ay no sé! Algún día ¿Crees que nos hará buen tiempo esta semana?- Cambiaba de conversación Lucía.
Carlos sonreía, estaba claro que Lucía no estaba muy dispuesta a presentarle a su padre, al menos de momento.
Pararon por el camino a comer algo, tal como le habían dicho, en aquellos pueblecitos se comía de muerte.
En el último tramo de curvas cerradas, Carlos se lo pasó bien conduciendo. Lucía quejándose de lo lejos que estaba el hotel, estaba hasta el coño de tanto coche. Le cambió la cara al ver el hotel, en medio de un prado, un edificio bonito de alta montaña, delante, un campo de hierba donde pastaban vacas. Los dos se sonreían mientras se acercaban.
Al entrar en la habitación, dejaron las bolsas y la inspeccionaron. Primero apartaron de un tirón las cortinas del ventanal, había un balcón con una mesita y dos sillas que parecían bastante cómodas, vistas al prado verde, donde las vacas pastaban plácidamente.
-Pues sí que es bonito esto sí.- Comentaba Lucía.
-Sí, muy bonito, y la cama grande, y de matrimonio ¿No pediste dos camas Lucía?- Se cachondeaba Carlos.
-Que gracioso estás.- Contestaba ella torciendo los ojos para un lado.
Carlos abría el cuarto de baño.
-¡Ey! – Levantaba la voz Carlos de la sorpresa, Lucía entró curiosa por saber qué pasaba. Los dos miraban en silencio la bañera, una bañera muy grande, con las toallas y los albornoces bien colocados en el borde, en el agua flotaban pétalos de rosas.
-Buen sitio para relajarnos después.- Comentaba Lucía.
-¿Para relajarnos después de qué?- Preguntaba inocente Carlos.
-Ven, ven mi niño.- Le decía Lucía mientras estiraba de él sujetándolo por un brazo.
Lo llevó hasta los pies de la cama, uno frente al otro, ella se quitó la blusa, a Carlos se le abrió el cielo y lo vio todo claro, él se quitó el polo, de la marca del reptil claro, ella se quitó las zapatillas, él la siguió. Carlos desde que Lucía se quitó la blusa tenía los ojos fijos en sus tetas, en la forma de sus tetas tapadas por el sujetador, lo tenía loco. Ella se empezó a desabrochar el pantalón, él también, cuando se lo quitó, Carlos alucinó mientras él se quitaba el suyo, la vista se le iba al tanga, a juego con el sujetador, marcándole la rajita del chichi, la vista se le iba del tanga al sujetador y del sujetador al tanga, ella sonreía. Carlos se quitó sus pantalones, Lucía, de un sutil vistazo vio la forma de la polla por encima de los calzoncillos, mientras sonreía suspiró levemente, gracias a Dios no tiene un micro pene, pensó ella, intentando no reírse al acordarse de sus pensamientos de la noche anterior.
Lucía, se puso las manos por la espalda, sin demora se quitó el sujetador, cuando aparecieron aquellas tetas, Carlos se olvidó de todo, no pudo disimular lo que le gustaban, sus ojos fijos en ellas, esa boca medio abierta, con ganas de comérselas, Lucía lo miraba y seguía sonriendo. Él se quitó los calzoncillos, ahí sí que captó el interés de Lucía, el cuerpo ya se lo había visto en la piscina, y le gustaba, pero, lo de la polla, sin saber muy bien porque la tenía intrigada. Se tranquilizó rápidamente, ella calculó que para tenerla en reposo, el tamaño no estaba mal, tendría que investigar más. Lucía acabó por quitarse el tanga, aquella rajita que se intuía por debajo de la ropa, apareció, Carlos le miró el coño sin reparos, descaradamente, parecía como si la punta de un labio interno quisiera salir, rompiendo de manera muy sensual, la armonía que sería tener el chocho totalmente cerrado, la sonrisa y alegría que se le notaba a Carlos en la cara le daba pistas a Lucía de cuanto le gustaba su cuerpo, sobre todo el coño, que no paraba de mirárselo. Pero no era verdad, Carlos la miraba entera, esa carita mordiéndose el labio, que sexi era, esos hombros erguidos, esas tetas, por Dios, para que seguir hablando de ellas, de un tamaño que sin ser enormes tenían el tamaño justo, con sus pezones hermosos, que le apuntaban a él, esas caderas enormemente sensuales de formas perfectas, y esas piernas, unas piernas únicas según él.
Lucía dio un paso hacia adelante, le besó los labios suavemente, como en sus primeros besos, jugando acariciándose los labios uno los del otro, él volvió a dar el paso, le metió la lengua en la boca, ella lo aceptó, las lenguas se retorcieron, se buscaron, se chuparon. Hasta que Lucía se separó un poco, le miró a los ojos con la sonrisa que no había abandonado en ningún momento, se volvió a acercar, le miró la polla y se la agarró, pajeándolo lentamente.
Se extrañó Lucía que no la tuviera tiesa del todo, en la piscina, cuando se morreaban, él tenía que esperarse un rato antes de salir para que se le pasara la erección. Estaba equivocada, a Carlos no le ponía palote el morreo, lo que le provocaba la erección, era pensar que le quitaba la braga del bikini y allí mismo, bajo el agua, le metía un pollazo que la empotraba contra la pared, esa era la verdadera razón.
Lucía seguía masturbándolo, subiendo y bajando la mano por su polla, de vez en cuando se la apretaba. Carlos apoyó una mano en un muslo de Lucía, tranquilamente, suavemente, la fue subiendo, ella, que de tonta no tenía un pelo, separó un poco los pies para facilitarle llegar a su objetivo. Y llegó, un dedo le recorrió el chichi de abajo hasta arriba a Lucía, en la segunda pasada, profundizó, notando sus labios vaginales, notando su humedad, Lucía se estaba poniendo cachonda, se daba cuenta Carlos por como se le estaba mojando el coño. Eso, también hacía que su polla creciera y que Lucía lo notara.
Ella se sentó en el borde de la cama, sin decir nada, acariciando la cintura de Carlos, lo atrajo y lo colocó delante de ella, la polla le quedó justo a la altura que ella quería, se la volvió a agarrar, la pajeó un poco mirándole a los ojos y se la metió en la boca. Carlos cerró momentáneamente los ojos al verlo, ella con una mano le sujetaba la polla mientras se la chupaba, con la otra le apretaba el culo, él jadeaba, notaba los labios de Lucía alrededor de su ciruelo, las pequeñas succiones lo estaban volviendo loco, la polla seguía creciendo. Lo notaba Lucía dentro de su boca, se la sacó para mirarla, esta vez sí que estaba totalmente erecta, la miró mejor ¡Coño! Esto ha crecido bastante, fue lo primero que le vino a la cabeza, no era una polla descomunal, pero sí algo más grande de lo que ella había soñado. Pues sí que tiene una buena polla, pensó Lucía.
Tampoco tenía Lucía mucha experiencia en pollas, tonteó en el instituto con un chico, nada, cuatro besos, algún restregón por una teta y poco más. En bachillerato, tuvo, lo que podríamos llamar su primera relación, en realidad fueron cuatro meses, suficientes para perder la virginidad con él, eso sí. Después, hasta que no empezó a salir con el zoquete drogata, pues algunos aquí te pillo aquí te mato, con algún chico que le gustaba cuando salía por ahí con su amiga Isa. Es decir, que la relación, o, la mala relación que tuvo con el zoquete, fue su segundo noviazgo, más o menos, del primero, su padre ni se enteró, del segundo sí, porque le interesaba a ella para tocarle los cojones. Después de dejar al drogata, volvió a no interesarse por nadie, algún lio del momento, como el de aquel chico que follaba como un conejo y nada más.
Por lo que estaba viendo y calculando, Lucía pensó que aquella polla iba a ser la más grande que se había follado. Con una sonrisa volvió a metérsela en la boca, hizo disfrutar de gusto a Carlos un rato más. Hasta que él, empujándola suavemente por los hombros la estiró en la cama, le agarró una pierna levantándosela, besándole desde la pantorrilla hasta la ingle, le levantó la otra y se las abrió. Lucía quedó totalmente expuesta, con las piernas muy abiertas, y el coño también. Carlos fue moviendo la lengua, de la ingle al inicio del chichi por abajo, y de allí fue lamiendo suavemente hasta arriba, hasta sacar la lengua por el inicio de la rajita. A Lucía le dio un espasmo el cuerpo, gimió y automáticamente una mano la posó en la cabeza de Carlos. El volvió a lamérselo desde arriba hasta abajo, y lo fue repitiendo, eran lametazos suaves, seguidos, sin interrupciones, de una punta a la otra del coño, ahora por un lado, ahora por el otro, ahora por el centro, per encima de los labios. Llevaba un buen rato, Lucía metía sus dedos entre el cabello de Carlos, como si le hiciera un masaje craneal, él no estaba muy pendiente de eso, estaba demasiado ocupado comiéndose aquel coño que le encantaba, le encantaba su tamaño, su color, sus labios, su olor, comerse sus flujos, todo, no quería parar de hacerlo. Además hacía gemir a Lucía, que voz más sensual tiene cuando gime, es preciosa y encima me pone a cien escucharla, pensaba Carlos.
Lucía también pensaba entre gemido y gemido, como pudo equivocarse tanto con Carlos, nunca se imaginó que le pudiera comer el coño de aquella manera, con tanta paciencia, dándole el gustito justo, podía estar horas así. Estiró suavemente de la cabeza de Carlos, este lo entendió a la primera, la ayudó a meter el cuerpo más adentro de la cama, a colocarse bien, a abrir las piernas, él se fue situando en medio, avanzando su cuerpo, hasta darle un cálido beso en los labios, se volvieron a sonreír, había llegado el momento.
-¿Necesitaremos un condón?- Preguntó casi susurrando Carlos.
-¿Los has traído?- Preguntó interesada Lucía en voz baja.
-Por supuesto, no iba a romper esta magia por no tener un puñetero condón.
-Que chico más apañado, está en todo, pero puedes estar tranquilo, hace años que tomo la píldora.
Carlos se agarró la polla, Lucía pensó, a ver si es hábil y encuentra el agujerito. No tuvo que esperar mucho para tener la respuesta, él, mirándole a los ojos acertó metiéndole la puntita, Lucía pensaba ¡Joder con Carlitos! Me la ha metido a la primera.
Y así era, la estaba penetrando lentamente, Lucía notaba como se le dilataba el coño, como aquella polla se abría paso abriéndoselo, deslizándose en su interior, llenándola completamente, notó que le llegó muy adentro. Entre la excitación del momento, la sorpresa por el tamaño de la polla de Carlos y lo bien que él la estaba usando, a Lucía le salió un grito de la garganta de gusto que asustó a las vacas del prado.
No se podía creer como se la estaba follando Carlos, parecía que sabía cómo tenía que moverse para provocarle el mayor placer del mundo, ella le ayudaba moviendo su cintura, acompañándolo en cada suave empujón. Lo iba notando, le subía, el coño se le mojaba, en la cara notaba el calorcito, los ojos no podía mantenerlos abiertos, se le cerraban o se le ponían en blanco. Se iba a correr, estaba a punto, se agarró con fuerza a la espalda de Carlos, él viéndolo le acariciaba la cara, sin dejar de penetrarla, sin dejar de follársela. Lucía se abandonó, el orgasmo pudo con ella, se corrió, gimió, gritó, levantó las manos de la espalda de Carlos y las dejó caer con fuerza en el culo, agarrándoselo como si no hubiera un mañana. Él con paciencia, fue moviéndose lentamente, alargándole un orgasmo que Lucía estaba gozando muchísimo. Finalmente ella se fue relajando, él le sacó la polla del coño con delicadeza y se estiró a su lado.
-Lucía, creo que tendrías que saber algo, no creo que sea importante pero… será mejor que lo sepas.
-¿Ahora? ¿Me lo tienes que decir ahora precisamente?
-Sí, seguramente te lo tendría que haber dicho antes pero… no sabía cómo decírtelo.
-Dímelo de una vez, no me hagas esper…
-Soy más joven que tú.- Dijo Carlos sin dejarle acabar la frase.
-¿Cómo?- Preguntó Lucía extrañada.
-Supongo que como estudiamos el mismo curso, tú debes pensar que tenemos la misma edad, pero la verdad es que mi hermana y yo, cuando éramos pequeños nos dijeron que éramos superdotados, el caso es que hicimos dos cursos a la vez un par de veces.
-¿Qué me estás diciendo Carlos?
-Pues eso, que tengo dos años menos que tú.
-¿Y me lo dices ahora cabrito?
-Bueno… como no sabía si te afectaría o no… he preferido decírtelo con los hechos consumados.
-¿Hechos consumados? Con hechos consumados quieres decir una vez follados ¿No? Eres un cabroncete tío ¿Y si para mí es algo importante? ¿Y si me sintiera una asalta cunas por eso?
-¡Coño Lucía! Que somos adultos y solo son dos años, además, creo que te he demostrado mi madurez…
-¿Tú madurez? ¿Cuándo? ¿Follando? Bueno… en eso tengo que reconocer que no me puedo quejar.
-¿Te ha gustado? Si lo prefieres de otra manera, espero que me lo digas, supongo que te tendré que ir conociendo mejor, para saber qué es lo que te gusta básicamente.- Se interesaba por ella Carlos.
-Quieres callarte de una vez, mira que te pones pesadito ¡Eh!- Le reprochaba riendo Lucía.
Al mismo tiempo ella estaba encantada de que Carlos se preocupara tanto. Nunca nadie se había preocupado de cómo darle placer, otra cosa era lo de la edad, tampoco se había planteado antes que su pareja fuera mayor o menor que ella, qué más daba, lo importante eran los sentimientos y la complicidad.
-Lo siento cariño, yo solo quería que te encontraras cómoda y te lo pasaras bien.- Insistía Carlos.
-Carlos, escúchame, me he encontrado cómoda y me lo he pasado muy bien, de verdad.
-Perdona, dirás que te lo estás pasando, porque esto no ha acabado.
-¡Ah! ¿Aun hay más?- Preguntaba de cachondeo Lucía.
-Empieza tu segundo asalto cariño.