KERANOS

-Elena, lo siento.
-No pasa nada, mi amor.
-Me siento mal. Por haberte ocultado todo eso y por hacerte pasar un mal rato.
-Bueno, ya ha pasado.
-Me siento mal por lo del beso con Ángela. Yo no quería, te lo prometo, no me lo esperaba y no supe reaccionar. Lo siento.
-Javi, de verdad, que no pasa nada. Además, no tengo derecho a enfadarme por eso. A mí me pasó algo parecido cuando empezamos a salir y Alejandro vino a mi casa y me dio uno. ¿Recuerdas?
-Sí, vaya susto me diste cuando me llamaste así…
-Perdón.
-Pero es que sabiendo cómo te cae Ángela y tal…
-Mira, entiendo que es alguien especial en tu vida, pero ya está. Por suerte o por desgracia, se ha ido de tu vida y ha sido porque ella ha querido.
-Ya…
-Javi… Yo si quieres puedo hacer un esfuerzo para llevarme bien con ella si se da la ocasión. Es evidente que Ángela es muy importante para ti y no me gustaría quitarte algo así si lo pudieras tener. Parecería la típica novia celosa y no. Ya no más. Bastante he dado la nota con mis celos…
-No digas eso. Y no tienes que hacer el esfuerzo. Para mí, tú eres lo primero. No merece la pena.
-Como quieras, mi amor. Pero que no pasa nada, de verdad. Esta tarde lo he estado pensando y me he calmado. Y sobre todo cuando me lo has explicado.
-Me alegro de que no haya sido para tanto.
-Te quiero.
-Y yo, mi vida. Anda, vamos a dormir que mañana hay que madrugar y ya es muy tarde.

Nos relajamos y caímos dormidos enseguida, aunque yo me quedé unos breves minutos pensando en todo aquello.

Me puse a pensar en cómo me había sincerado con Elena acerca de un tema bastante peliagudo, probablemente el que más, que ella supiera. Y ahí era donde veía el error. Sentía como que me sinceraba de absolutamente todo por la culpabilidad que sentía por no hacerlo con el problema más importante, el de Noelia.

Ya me sinceré con el intento de beso que hizo Laura en su día en aquella fiesta en la que me abrí la cabeza. Sentía culpabilidad al ocultarle eso. También me sinceré con lo de Bea, siendo en mi opinión algo más grave pese a no haberla tocado ni siquiera, pero también lo acabé confesando por una culpabilidad que yo creía que tenía por ese tema, pero que ahora veía más claro porqué era en realidad. Y, por último, con el de Ángela, pese a que pasó ya hacía algún tiempo desde esa despedida con aquel beso.

No supe reaccionar cuando Elena me notó algo decaído y más cuando me dijo que la excusa del trabajo no le valía. ¿Qué significaba eso? ¿Creería que siempre que le decía algo así era una excusa? No tenía ni idea. No me quedó otra que contarle lo que me pasaba. Su cara cambió un poco por las palabras que le dije, pero pude notar como intentó bloquear sus emociones, sobre todo al decirme que no quería tratar ese tema en ese momento, dejándolo para más tarde.

Por suerte, no se lo tomó tan mal y parece que razonó todo mientras estuvo en el trabajo. Tal vez lo habló con Yolanda y ella le dio su punto de vista. Tampoco lo sabía, pero lo razonó y todo acabó bien, una vez más.

Me quedé mirándola como dormía. Estaba preciosa, con su cara relajada y su pijamita de verano. Le acaricié la cara con cuidado mientras pensaba en esa culpabilidad que sentía con lo de Noelia, pero… ¿Cómo le iba a contar algo así? Y ya no es que fuera por todo el tiempo que pasó. ¿Cómo se le dice a una amiga que su hermana te ha hecho una encerrona y que después no ha parado de maquinar para irse contigo a la cama? Estaba seguro de que no me hubiera creído si se lo hubiera dicho al instante, por lo que pensé que tal vez había hecho bien en no hacerlo. De lo que estaba seguro era de que, si lo hubiera hecho, me hubiera perdido todo lo vivido esos meses con la chica de la que estaba tan enamorado.

Y sí, puede que no pareciera tan enamorado de ella con todas las tonterías que estaba haciendo y con esas maneras de resolverlas, ya fuera huyendo de esos problemas o confesándolo a destiempo, cuando en realidad lo que tenía que hacer era evitar todo aquello a toda cosa. Parece que era algo sencillo de identificar una situación problemática como las que había ido viviendo, y tal vez fuera así en realidad, pero al fin y al cabo era mi primera relación y muchas veces no sabía cómo actuar, todo aquello era algo nuevo para mí. A veces sentía que era algo que me quedaba grande, que Elena era demasiado para mí, que era una persona muy sensible y que yo no estaba a la altura para cuidarla lo bien que se merecía y más teniendo en cuenta por lo que ella había pasado en su anterior relación, además de todos sus problemas familiares, ya fuera conocidos, como lo de sus padres, como los que ella no conocía, como con su hermana.

A veces tenía miedo de cagarla con ella de por más, creyendo que poco a poco todas esas cosas irían mermando la relación hasta que se cansara de mí, de mis problemas y de mis tonterías y me terminara dando la patada en el culo. Eso era algo que ya no me podía permitir que pasara. Me veía muy enamorado de ella, no sabía qué sería de mí si algo así pudiera pasar.

Tanto pensamiento malicioso hizo que me entrara como una sensación de vértigo, casi como si me estuviera dando un ataque de ansiedad. Con cuidado me levanté y fui al baño para echarme agua fría en la cara y en la nuca. Por suerte funcionó y me tranquilicé. Fui de nuevo con ella, abrazándola por detrás con cuidado para no despertarla y poder dormir.

Al día siguiente me desperté antes de que Elena se fuera, pese a que ella nunca hacía ruido. Siempre cerraba la puerta para darse una ducha, cogiendo antes la ropa para cambiarse ahí y no molestarme. Salí y la busqué, viendo que estaba en la cocina tomándose un café. Le di un abrazo desde atrás y ella dio un respingo porque la asusté. Nos despedimos con un beso y quedamos en que iría a por ella a la hora de comer. Regresé a la cama para acostarme de nuevo, pero me desvelé un poco y me costó dormirme, aunque lo conseguí después de dejar la mente en blanco.

A las pocas horas desperté con una sensación un poco mala aún por lo del día anterior. Me quedé sentado en la cama unos minutos con las piernas cruzadas, dándole vueltas al asunto, aunque estaba más tranquilo porque vi a Elena muy bien y alegre cuando nos despedimos al irse ella a trabajar. Me levanté y me di una ducha para después desayunar mientras miraba el móvil.

Vi que tenía unos mensajes de Irene, preguntándome si todo iba bien y que si me podía pasar por su casa para hablar con ella. Al parecer había hablado con Sofía y ésta le había contado lo que pasó. Le contesté que sí y me puse en camino porque iba bastante bien con el trabajo y no necesitaba trabajar tampoco aquella mañana. Ya trabajaría por la tarde para acabar lo poco que me quedaba por entregar.

Antes de ir a su casa, pasé por la mía en cuanto llegué a mi ciudad para ver a mi madre un poco. Me preguntó extrañada que qué hacía ahí cuando había ido el día anterior. Simplemente le dije que quería aprovechar que no tenía trabajo para ir a verla, por si de repente me mandaban mucho y no podría ir más a menudo. Después de un rato, sin decirle nada de por qué estaba ahí realmente, me fui andando a casa de Irene pensando en que no quería que mi madre pensara mal al decirle que iba a ver a una amiga, porque se estaba volviendo algo común y hacerlo dos días seguidos le podría dar pie a pensar algo que en realidad no estaba teniendo lugar.

En nada me planté en casa de Mario e Irene y ésta me abrió, mirándome fijamente, supongo que buscando cómo estaba, queriendo corroborar lo que le contesté por mensaje. Me hizo pasar después de darme un abrazo y un beso en la mejilla y nos sentamos en el sofá. Después de ofrecerme algo de beber empezamos a hablar, siendo ella muy directa.

-Javi, siento lo de ayer. No tenía ni idea de que ibas a venir, ni siquiera sabía que ella lo iba a hacer tampoco, se presentó aquí sin avisar.
-Tranquila, Irene, no pasa nada.
-¿No estás enfadado?
-¿Qué? No. ¿Por qué iba a estarlo?
-No sé…
-No, no lo estoy.
-¿Te molesta que seamos amigas?
-Qué va. Eso tampoco.
-¿Entonces?
-Me molesta no poder ser su amigo, como lo soy contigo o con Sofía, o con ella misma como hace unos años.
-Lo siento. Yo solo quiero que todos estéis bien…
-Bueno, eso es algo que no puede ser por lo que se ve.
-Es que… Es raro todo esto.
-¿Por qué?
-Porque cada vez que nos vemos o hablamos me pregunta por ti.
-¿Crees que sigue enamorada de mí?
-Mmm, no lo sé. Interés tiene, obviamente, porque si no, no preguntaría. Pero no te puedo decir si está enamorada.
-Bueno…
-Yo diría que no. Porque es diferente a las primeras veces que me preguntaba. Esas veces ponía una carilla… Le brillaban los ojos esperando mi respuesta. Ya no lo veo tan así. Simplemente me pregunta, esperando una respuesta de manera normal, como si preguntara por un amigo.
-¿Y qué le respondes tú?
-Pues cómo te va. Ya le he contado que os habéis ido a vivir juntos fuera y que os va muy bien.
-¿Y qué le parece?
-Pues le impresionó. Me dijo que no esperaba que dieras ese paso. Y mencionó como te ve de cambiado, porque en la carrera no querías saber nada de novias durante todos esos años y ahora de repente te ve y tienes novia y te vas a vivir con ella sin que llevéis tampoco mucho tiempo.
-Vaya…
-Yo le dije que había surgido por lo del trabajo de Elena.
-Pero en realidad…
-Ya, ya. Lo hice para que no se sintiera tan mal.
-Joder, ¿por qué tiene que ser tan difícil?
-Lo siento, Javi. De verdad. Ojalá pudiera hacer más.
-Tranquila, no pasa nada.
-¿Quieres que hable con ella para intentar que hable contigo para que le expliques?
-No, no. Déjalo. Prefiero no hacer nada. Ya está bien de líos.
-No se me ocurre nada, lo siento.

Después de quedarnos unos segundos en silencio le dije lo de que le conté a Elena lo pasado el día anterior y cómo me sinceré sobre la despedida de Ángela y lo que sentía.

-Ya, ya sabía que se lo habías contado.
-Ah, ¿sí?
-Sí. Ayer por la tarde me llamó y estuvimos hablando un buen rato.
-¿Por la tarde? Pero si estaba trabajando.
-Me dijo que como no tenía mucho lío, que preguntó si podía coger un rato por motivos personales y que no le pusieron ninguna pega.
-Ah… No me ha dicho nada.
-Me contó que te vio un poco raro mientras comíais y que te preguntó.
-Me vine abajo. No supe reaccionar diciéndole algo convincente para que no se sintiera mal y se lo conté todo.
-Ya. Por lo que me ha contado Elena y cómo me lo ha contado, hubo un poco de mal rollo, ¿no?
-Sí. Su reacción fue un poco… Bueno, no es como ella suele reaccionar, pero me dio miedo.
-Joder… Bueno, tranquilo. Al final no ha pasado nada, porque me ha vuelto a llamar y me ha contado que todo ha ido bien.
-Sí. Lo hablamos por la noche y al final todo acabó bien.
-Claro, ¿ves? No pasa nada.
-¿Le dijiste tú algo?
-Mira, me extrañó un poco cuando me llamó a esas horas. Sabía que estaba trabajando, por eso me extrañó. Se lo cogí y no la noté muy bien. Estaba nerviosa.
-Joder.
-Me comentó lo que pasó y me preguntó mi opinión. Yo le dije que no se preocupara, que no pensara cosas raras. Estuvimos hablando y lo terminó viendo claro, aunque me dijo que tenía miedo de que te hubieras fijado el Ángela de una manera más… Ya sabes.
-No, no, no, no. No es eso. Para nada. Es verdad que le tengo mucho cariño, pero ni de lejos como se lo tengo a Elena. Simplemente es… Es que cuando sentí irse así de mi vida a Ángela… Fue como si te hubieras ido tú, o como si se me va ahora Sofía. Sería algo doloroso, mucho. Irene, es que son muchos años de amistad…
-Lo sé, Javi. Si te entiendo y más o menos fue lo que le dije a Elena. Al final se acabó tranquilizando y entró en razón. Me dijo que era ridículo que pensara que tú sentías algo tan fuerte por ella.
-Me siento fatal, Irene.
-¿Por qué?
-Por todo, por lo de Ángela y por Elena, por ponerle ese mal cuerpo sin ninguna necesidad.
-Bueno, Javi… -dijo sentándose a mi lado, echándome un brazo por encima de los hombros-. Ya ha pasado. No le des más vueltas. Lo que tenéis que hacer es estar bien y daros cariño.

De nuevo nos quedamos unos segundos en silencio.

-Irene, tengo miedo -dije girando mi cabeza hacia ella.
-¿Por qué? -preguntó seria.
-Tengo miedo de que Elena se canse de mí.
-No, Javi… Tú también no. ¿Por qué dices eso?
-Joder, Irene… ¿Te parece poco todas las que he liado? Con lo de Sofía, lo de Bea, ahora esto con Ángela y en su día también…. Todo eso ha sido por mi culpa.
-Ay, Javi… No digas eso.
-Tengo miedo de que se canse de todo eso y que me dé la patada en el culo para que no le dé más problemas.
-Eso no va a pasar, ¿me oyes?

Me quedé en silencio, sin decir nada porque no podía. Eso era lo que sentía.

-Javi, mírame. Tienes que ser fuerte. Elena es muy sensible. No podéis estar los dos en este plan. Tienes que cuidar de nuestra niña, ¿vale?
-Noto que no estoy a la altura.
-Javi, por favor, no digas eso. ¿Ya se te ha olvidado lo que la quieres?
-No, no se me ha olvidado.
-Ni que se te olvide lo que te quiere ella.
-Ya, ya.
-Tienes que ser fuerte. Mira, si tienes algún problema, lo que sea, me lo dices y yo te ayudo en todo lo que pueda. Me tienes aquí para lo que sea, Javi. Y a Mario también y hasta a Sofía. Pero por favor, no te pongas así. No quiero veros así. No ha sido para tanto.

Le di un abrazo a Irene con fuerza, quedándome en silencio.

La verdad es que esas palabras de Irene me hicieron sentir mucho mejor. Era un gran alivio tenerla siempre ahí cuando la necesitaba. Me ayudó a calmarme y ver que no había sido para tanto y que todo había acabado bien. Y sobre todo que Elena ya estaba bien, sin estar molesta ni nada y al final eso era lo importante. Cuando Irene vio que ponía mejor cara me dio otro abrazo y me dio varios besos en la mejilla, cambiando después de tema.

-Nene, ¿has conocido a la madre de Sofía?
-Sí. Ayer fui a su casa después de… Bueno, que sí. La vi y estuvimos hablando un poco.
-Vaya pedazo de mujer. Qué calores me entraron cuando las vi. No sabía a quién me quería follar primero.
-Jajajaja.
-Aunque me hubiera encantado un trío con las dos, ya me conoces.
-Sí, demasiado, jajajaja.
-Vaya historia, ¿eh?
-Ya ves.
-No sabía que Sofía tenía raíces francesas.
-Pues eso parece. Normal que se especializara en ese idioma en el periódico, si se ha criado con su madre y abuelos, que son todos franceses…
-Y lo que no es el idioma, otro tipo de francés, ya sabes… Jajaja.
-¿Pero qué te pasa hoy?
-Pues que Mario está hasta arriba de trabajo el pobre y apenas follamos, tío… Es que lleva unos días que no puede ni comer conmigo. Y por eso fui a casa de Sofía, porque me deprime comer sola.
-Ah, pues vaya.
-Lo bueno es que sabemos que solo vamos a estar así una semana, dos como mucho. Pero que estoy que me subo por las paredes. El pobre mío llega reventado y no tiene ganas de nada, solo de dormir.
-Madre mía cuando acabe… Lo vas a exprimir.
-Uff… Rompemos la cama, ya te lo digo.
-A ver si os vais a hacer daño, jajaja.

Seguimos hablando un poco más de otras cosas, preguntándole yo que si ellos no tenían problemas como los que tenía yo o los que tenía Elena. Me respondió que sí que había tenido algo parecido, sobre todo cuando empezaron, ya que no siempre habían sido así. Al principio no eran tan liberales y hasta había algo de celos por parte de Irene en algunas ocasiones, pero que le duró poco. Me dijo que ese comportamiento se debía a sus primeros intentos de relación, en las que al final le engañaban con otras. Según ella, no se juntaba con gente decente, solo con embaucadores que la adulaban y luego se la clavaban por la espalda. Pero al final cuando conoció bien a Mario, todo eso cambió. Él estuvo con ella bien desde primera hora, estaba muy pendiente de ella, sobre todo tras contarle todos estos problemas que tuvo anteriormente. Al final se acabaron enamorando el uno del otro y ya empezaron a experimentar, porque Mario sí que era más así como lo era en ese momento, algo parecido a como era yo en esa época en la que iba más de flor en flor que otra cosa, pero ambos coincidieron de esa manera y se acabaron gustando, desembocando en esa relación en la que llevaban ya un tiempo.

También me dijo que lo que nos pasaba era algo más normal de lo que yo pensaba. Teníamos que tener en cuenta que Elena era una chica sensible de por sí, pero que, además, había salido de una relación muy larga, y no de la mejor manera. A eso a le sumaba mi escasa experiencia en lo que a una relación de pareja se refería. Me dijo que, en su opinión, eso podía ser una mezcla un poco peligrosa, porque Elena podría a veces necesitar más atención de la cuenta y tal vez se me podría escapar ese detalle a mí, por lo que me insistió en que le preguntara si le pasaba algo o si había algún problema en cuanto la notara algo rara. Además, me recomendó que me tranquilizara y que no sacara tanto las cosas de quicio, que me relajara.

Seguimos hablando un poco más, ya de otros temas totalmente diferentes relacionados con nuestro grupo de amigos, del trabajo y alguna que otra cosa más. Cuando acabamos de hablar me fui de allí, despidiéndome de ella con un fuerte abrazo, dándole las gracias por haberme aconsejado y animado. Ella le quitó importancia, diciéndome que no dudara en hablar con ella cuando lo necesitara, lamentando de nuevo ese encuentro fortuito que casi tuve con Ángela, pero poco podía hacer ella al respecto. Me dio un beso en la mejilla, devolviéndome el abrazo que le di.

Cuando me fui pensé en cómo se preocupaba Irene por nosotros. Siempre decía que quería lo mejor para nosotros y cumplía con eso, aunque ella creyera que no lo hacía tan bien por calentarse demasiado a veces con tanto juego. También pensé en como Ángela se seguía interesando por mí, o más bien por Elena y por mí, pese a haberme dicho que dejara de hablarle. Imaginaba que se encontraba en una situación similar a la mía, pero en ella seguro que sería peor por ese enamoramiento, aunque parecía que la cosa se había calmado según me contó Irene con lo que ella notaba en esos detalles cuando preguntaba por mí. Algo me decía que quería hablar conmigo, pero lo evitaba para no volver a liar la cosa y estar como en esas semanas en las que nos volvimos a ver. También supuse que era por respeto a mí y a mi pareja. Sabía que Ángela me seguía queriendo y me lo demostraba no metiéndose en mi relación, cosa que agradecía mucho, aunque me jodiera ese distanciamiento.

Dando un pequeño paseo, me acerqué a la zona más comercial de la ciudad, la cual se trataba de una larga calle repleta de tiendas de todo tipo, ya fuera de ropa, tecnología, alguna de móviles, joyerías, varias cafeterías o incluso un pequeño supermercado. Era probablemente la calle más conocida de la ciudad, ya que prácticamente siempre estaba repleta de gente, ya fuera de la propia ciudad o de ciudades, pueblos o pedanías próximas. Dicha calle conectaba uno de los edificios históricos más reconocidos de la ciudad, con una antigua plaza, aunque reformada en la que siempre había gente, ya fuera ancianos o niños.

Paseando, con algo de dificultad, ya fuera por la cantidad de gente, que hacía algo incómodo pasar por ciertos lugares a veces, o por el calor que ya empezaba a apretar, pensé en tener un detalle con Elena, ya que aún me sentía algo mal y me apetecía prepararle algo. Pasé por una de esas joyerías y entré. Estuve un rato mirado y no terminaba de ver algo que me convenciera hasta que se acercó alguien del personal al verme algo perdido. Le expliqué que quería tener un detalle con mi chica, preguntándome si tenía algo en mente. Yo solo le dije que la quería mucho y que era un ángel para mí. La chica sonrió y fue a buscar algo. A los pocos minutos vino con una pieza y me la mostró. Se trataba de un pequeño ángel de plata, precioso. Me dijo que se trataba de un colgante y que era algo que no se iba mucho de precio, que no tenía que preocuparme por eso. La verdad es que me gustó mucho y me pareció buena idea, pero luego recordé que ha tenía el colgante del corazón que le regalé por su cumpleaños, el cual nunca se quitaba. Se lo comenté a la chica y me dijo que no había demasiado problema, que podía ajustar la cadena del colgante para que se quedara más larga o corta para que no se estorbaran ambos o que incluso podía unir ambos colgantes, ya que le expliqué cómo era el otro, especificando la forma y lo que tenía grabado. Al tener la parte de atrás libre, me dijo que podría quedar bien, que lo pensáramos y que fuéramos si queríamos dejarlo así.

Salí de allí bastante contento con esa pieza tan bonita para mi chica. De vuelta a mi casa, donde aparqué mi coche, empecé a pasar por donde lo había hecho antes de pararme en esa joyería y entonces me pareció ver a Maribel y a Noelia por ahí. Ni quise interesarme, no estaba el horno para bollos, así que seguí mi camino sin ser aparentemente visto por ellas gracias a la cantidad de gente que había por la calle. Antes de llegar, me paré en un chino porque se me ocurrió preparar una cursilada que estaba seguro que le gustaría a Elena y me monté en el coche para regresar a casa y preparar la sorpresa. Llegué un poco con el tiempo justo, pero conseguí prepararlo todo, dejándolo todo como me había imaginado de camino a casa. Me fui bastante contento, con una sonrisa tonta en mi cara por la cursilería que acababa de hacer, pensando que ni de coña se me ocurriría algo así antes de tener pareja.

De camino a recoger a Elena pensé en que había un problema, y es que teníamos que comer y con la sorpresa se nos pasaría un buen rato, por lo que pensé en llevarla por ahí para comer fuera. Cuando llegué la esperé fuera del coche, viendo como salía despidiéndose de Yolanda, como siempre, buscándome después con su mirada, sonriendo ampliamente cuando me encontró, saludándome también con la mano mientras se acercaba a mí a paso ligero. Cuando llegó hasta a mí, se lanzó a mis brazos, dándonos un buen beso. Estaba muy contenta y sonriente, por lo que me terminé de tranquilizar al verla tan bien.

Fuimos a comer un bar cercano, echando un buen rato mientras ella me contaba cómo le había ido la mañana. También me preguntó a mí por la mía. Le expliqué que había estado trabajando para así tener una coartada para mi sorpresa. La veía muy animada, por lo que tenía muchas ganas de verle la cara cuando descubriera la sorpresa.

Regresamos a casa una vez acabamos de comer, diciéndole yo que abriera ella la puerta. Cuando abrió, se medio asustó porque vio en la entrada algunas plumas blancas. Me preguntó qué era eso y yo le respondí que no lo sabía, que todo estaba bien cuando me fui. Dijo que creía que se había colado algún pájaro o algo porque estaba todo lleno de plumas. Algo asustadiza, empezó a andar en dirección al salón, cogiéndome de la mano. Yo la seguía aguantándome la risa porque me hablaba y actuaba con una inocencia que me derretía. Seguimos el rastro de plumas hasta el salón, llegando y viendo que seguía hasta la mesa, donde estaba el colgante sobre un cojín cubierto de plumas, estando rodeado de ellas también. Elena se acercó y respiró con fuerza, como si le hubiera dado impresión. Después cogió una pequeña nota que dejé y se puso a leerla con detenimiento mientras yo la observaba. La nota decía:

«Hola, soy un pequeño ángel y me he perdido. Me enterado de que aquí vive un ángel tan precioso como yo, y también muy bueno. ¿Podría ese ángel cuidar de mí tan bien como cuida al chico que la acompaña?»

Una vez Elena acabo de leerla, se la llevó a los labios para besarla y yo le di un beso en la cabeza, abrazándola desde atrás, susurrándole «te quiero». Ella se dio la vuelta, con varias lágrimas cayendo desde sus ojos. Se me partía el alma al verla así, aunque fuera por algo bueno. Se abrazó muy fuerte a mí mientras balbuceaba algo entre sollozos. No podía oírla, pero es que no podía hacer tampoco por donde para escucharla mejor, porque no soltaba su abrazo. Yo se lo devolví y la llevé hasta el sofá para sentarnos y que se tranquilizara.

-Va, Elena. Ya está. No te pongas así, que me da mucha pena verte así.
-Javi… -dijo entre sollozos con la respiración agitada-. Es muy bonito.
-Vale, pero no llores más.

Elena se volvió a abrazar a mí, soltándose enseguida para darme un beso. Podía notar como sus lágrimas seguían saliendo desde sus ojos y llegaban hasta nuestros labios, haciendo el beso más salado. Tenía un nudo en la garganta por verla así, pero poco a poco se le fue pasando el llanto, quedando echada sobre mi pecho, abrazándome por la cadera mientras yo le acariciaba la espalda y le daba besos en la cabeza.

-Me ha encantado, mi amor. Es que… Nunca nadie ha hecho algo así por mí. Y estas cosas me superan. Me pasó igual en mi cumpleaños cuando me preparaste todo eso.
-Me alegro de que te haya gustado.
-Es precioso. No tengo palabras, de verdad.
-Elena, lo siento. Yo… Es que estoy dando demasiados problemas con las chicas que me rodean.

Elena se incorporó y puso su mano sobre mi boca para que me callara, negando con la cabeza mientras ponía una ligera sonrisa en su boca.

-No hace falta que te disculpes, mi amor. Más que nadie sé por qué todas esas chicas se han acercado a ti.
-Elena, por favor, déjame disculparme.
-Vale, cariño.
-Me siento fatal contigo. Eres muy sensible y por mi culpa estás así. En ningún momento pretendo ponerte triste, pero es que hay veces que no sé cómo actuar. Y sé que no está bien compensar todo esto comprándote una joya, pero me ha apetecido hacerlo y quería disculparme así.
-No digas tonterías. Me ha encantado el detalle. Y no te preocupes. Es normal que pasen estas cosas. Pero ya está. Te quiero.
-Es que no me siento bien con todo esto que ha ido pasando. Ángela, Sofía, Bea…
-Javi, mírame. ¿Te acuerdas de lo que pasó en la playa cuando viniste después de estar toda la noche fuera? Te dije que estaba mostrando varias inseguridades. ¿Y qué hiciste tú? Quitarle importancia diciendo que te enamoraste de mí y que te daban igual mis celos, que me querías con todo eso. Pues ahora es igual. Yo te quiero conforme eres. Para mí no haces nada malo. Es a lo que una se arriesga al estar con un chico tan genial como tú.
-Sí, soy la ostia. Tanto que me despeloto con una completa desconocida al enfadarme un poco con mi novia…
-Pero solo fue eso. Te la podrías haber follado y no lo hiciste. Ya te lo dije. No cualquiera pasa de una chica tan espectacular como esa y teniéndolo tan fácil.
-Pero…
-Pero nada, Javi. En realidad, todo esto es normal. Yo tengo lo mío y todo esto es nuevo para ti. ¿Por qué no nos olvidamos de todo esto? Yo ya he pasado página. Ayer hablé con Irene y con Yolanda y me ayudaron un montón.

Me quedé mirándola fijamente. Seguía con sus ojos vidriosos por las lágrimas que había lanzado antes, pero ahora me hablaba con una firmeza y seguridad que me quedé sin saber qué decir. Ella me devolvía la mirada, muy fija, pasando a sonreír.

-No voy a dejar que nada ni nadie nos moleste en esta vida que acabamos de iniciar. Quiero seguir siendo feliz contigo. ¿Quieres serlo tú?

Le di un abrazo con todas mis fuerzas mientras le respondía que sí y le decía que la quería varias veces. Ella me devolvió el abrazo también con fuerza.

-Javi, mi amor… No puedo respirar, jejeje.

La solté y le di un beso con muchas ganas. Después Elena se levantó para ver el colgante mejor, inclinándose para mirarlo con detenimiento mientras ponía sus manos en su cara, que tenía una expresión muy tierna. Luego cogió la nota y la volvió a leer, sonriendo de nuevo tiernamente. Pasó a mirar al ángel y le respondió que sí, que cuidaría de él. Lo cogió y se quedó mirándolo un rato mientras yo la miraba a ella. Susurró que era precioso y me pidió que se lo pusiera, dándose la vuelta y recogiendo su pelo con sus manos para que no me estorbara. Se lo puse y se giró para preguntarme cómo le quedaba. Le dije que estaba preciosa con él y que me encantaba verla con ambos colgantes a la vez, pero que quedaba un poco raro, por lo que pensó en sacar la argolla de uno de los colgantes de la cadena de la que colgaba para poner a ambos en la misma. El resultado fue mucho mejor de lo esperado, de hecho, me gustó mucho y le dije que había tenido una idea genial. Ella me lo agradeció con una sonrisa enorme en la boca, pasando a darme un buen beso.

Después de aquel beso, miró el reloj que teníamos en el salón y me volvió a mirar sonriendo. Se sentó sobre mí, con una pierna a cada lado y me empezó a besar de nuevo con mucha intensidad. En nada ya se estaba quitando la camiseta tan bonita que llevaba con la que fue a trabajar, quedándose solo con el sujetador puesto en la parte de arriba. Poco le duró también, porque se lo quitó rápidamente dejándolo apartado en la mesa. Inmediatamente me lancé a comerle las tetas gimiendo ella dulce y tiernamente. Me entró un calentón bastante alto, por lo que me empecé a desnudar mientras no me separaba de sus tetas, tirando también de lo que le quedaba a ella de ropa para seguir.

Sin muchos más preliminares, se montó sobre mi polla para follarme, haciéndolo rápido, sin brusquedad, pero sin cuidado tampoco. Lanzó un jadeo, al igual que lo hice yo y entonces me empezó a montar, moviéndose hacia delante y atrás o botando encima de mí, variando entre esas dos maneras. Durante todo el polvo no parábamos de besarnos y gemirnos en la boca. A los pocos minutos ya me estaba corriendo dentro de ella entre jadeos, haciéndolo ella también al notar como le llenaba el coño, entre jadeos también. Una vez acabamos, ella se derrumbó encima de mí, apoyando su cara en mi pecho, respirando aceleradamente.

-Uff… Qué bien. Te quiero -me dijo susurrando.

Yo sin embargo no atiné mucho a contestar, balbuceando algo de lo extasiado que estaba. Fuimos a la ducha una vez ambos nos recuperamos del todo, teniendo que esperar yo un poco por sus extensos orgasmos mientras le acariciaba la espalda, dándole besos en la cabeza. Todo tuvo que ser rápido porque Elena se tenía que ir a trabajar. Ya casi llegando a allí, Elena me comentó lo que daría lugar al segundo hecho reseñable de la semana.

-Javi, casi se me olvida decírtelo.
-¿Qué pasa?
-Yolanda nos ha invitado a cenar esta noche a su casa. Tiene muchas ganas de que vayamos y de paso nos va a presentar a su pareja.
-Ah, vale. Me parece bien.
-Tengo muchas ganas. Ya sabes lo importante que es Yolanda para mí.
-Lo sé, cariño.
-Si no fuera por ella, se me haría muy largo el tiempo que estoy en el trabajo.
-¿Y los demás? ¿Te caen mal?
-Nooooo, pero con ella se me hace muy llevadero. La relación con ella es diferente a la que tengo con los demás.
-Ajá.
-Bueno, pues eso. Que esta noche sobre las 10 hemos quedado. Luego me recoges y nos ponemos guapos.
-Vale.

Nos dimos un beso y Elena se bajó del coche para entrar al trabajo. De camino a casa pensé en que ya teníamos plan para la noche, que solían ser muy tranquilas con nuestra nueva rutina, por lo que pensé que estaría bien para variar un poco.

Una vez en casa, me puse a trabajar para ultimar lo poco que me quedaba por entregar esa semana, tomándomelo con descanso, ya que era un de esas cosas que tienes por hacer y le empiezas a dar vueltas porque no te apetece nada, pero como era del trabajo, había que sacarlo sí o sí, por lo que a media tarde me puse para acabarlo. Cuando acabé me fui al salón a echar alguna partida a play que, por supuesto, llevé conmigo en la mudanza, aunque tampoco es que le diera mucho uso porque cuando no estaba trabajando, o estaba con Elena, o iba a mi ciudad para visitar a la familia y a los amigos.

Finalmente llegó la hora de ir a por Elena, por lo que la recogí y volvimos a casa para darnos una ducha juntos, donde hubo muchos mimos, sobre todo por mi parte. Ella reía, pero se resistía a que hiciéramos algo más. Yo sin embargo cada vez estaba más cachondo, por lo que le empecé a tocar las tetas con descaro, pasando también a su coñito.

-Javiiiii, para.
-Pero es que me apetece…
-Esta noche cuando lleguemos, mi amor.
-Uff… Pero mira cómo está ésta… -dije mirando mi erección.
-Pues ésta va a tener que tranquilizarse… -dijo cogiéndomela para pajearla ligeramente durante unos segundos.
-Elena, así no ayudas…
-Vale, perdón.
-Cómo te gusta putearme…
-Un poquito.
-¿Lo haces por eso o porque te gusta que te castigue después?
-Un poco de cada, jejeje.
-Pues a ver qué pasa esta noche, tendré que ir pensando un castigo…
-Mmm, vale. Y con gusto lo recibiré.
-Ya veremos… -dije riéndome.

Salimos de la ducha y nos empezamos a vestir. Yo opté por ponerme una camisa en azul clara, la cual llevaba remangada, acompañada de unas bermudas vaqueras de color muy claro, acabando con unas zapatillas negras. Algo informal, pero raro en mí porque apenas solía vestir con camisas. Elena por su lado, se puso un vestidito corto de verano, con una falda de vuelo. Era blanco con un estampado de pequeñas flores. Un vestido precioso que la hacía más guapa y atractiva aún. Y como siempre, el pelo alisado y un maquillaje muy ligero, en el que destacaba el color de sus labios, de un rosa muy bonito, aunque era discreto. Acompañó el vestido con unas sandalias blancas con algo de tacón, haciendo que fuera más alta, pero aun así quedaba lejos de mi altura. Esta vez optó por llevar sus uñas al natural, sin pintarlas, poniéndose también unos aros como pendientes, aunque sin ser muy grandes.

Verla así de preciosa con su colgante del cual colgaba aquel corazón y aquel ángel era algo que hacía que pusiera una sonrisa tonta en mi cara. Ella también la tenía, diciéndome que le encantaba verme en camisa, que me quedaban muy bien y que me hacía más atractivo. Siempre que me veía con una me preguntaba que por qué no las usaba más, respondiéndole yo que no estaba del todo cómodo vistiendo así. Prefería camisetas y sudaderas, ya que me gustaba más ese estilo deportivo, aunque poco deporte practicaba.

Nos montamos en el coche y fuimos hasta la casa de su amiga, dándome ella las indicaciones que Yolanda le había dado al mandarle la ubicación. Estaba extrañado porque tuvimos que salir de la ciudad.

-¿Pero dónde coño vive esta chica?
-En las afueras.
-Joder, creía que nosotros vivíamos en las afueras, pero ella ya…

Y sí que vivía a las afueras, porque era en un lugar en que encuentras las típicas cuatro casas que hay a un lado de la autovía, teniendo al lado el típico bar en el que uno se para para estirar las piernas y tomarse un café cuando llevas varias horas de viaje.

Llegamos y aparcamos, yendo de la mano recorriendo los pocos metros que había desde el aparcamiento del bar a aquel conjunto de casas en donde se encontraba la de Yolanda. Cuando llegamos, nos abrió ella, muy efusiva. Estaba bastante guapa, con un vestido similar al de Elena en lo que ha clase se refería, ya que era de un color más intenso a la vez que oscuro, de color granate, con flores blancas de estampado. Nos llevó al salón, donde se encontraba su pareja, Antonio. Él también iba vestido para la ocasión, con unas bermudas, aunque el llevaba un polo verde lima en lugar de una camisa. Nos dimos un fuerte apretón de manos y le dio dos besos a Elena, diciendo que al fin conocía a la famosa Elena de la que su pareja no dejaba de hablar. Rápidamente hubo buen rollo entre los cuatro, ya que ellos eran personas muy amigables y abiertas.

Entre los dos nos enseñaron la casa, la cual era bastante normalita, aunque bastante bonita y acogedora, recordándome a la nuestra. Después de ver toda la casa, no sentamos en la mesa para cenar. Mientras cenábamos, nos fuimos conociendo, sobre todo con Antonio, del que Elena sabía poco y yo menos. Según nos contó, tenía 29 años y se dedicaba al transporte, llevando mercancía desde nuestra ciudad a pedanías y pueblos más cercanos. Antonio nos contó cómo se habían conocido Yolanda y él, siendo de casualidad, al repartir a la tienda de los padres de Yolanda, donde entonces ella trabajaba echándole una mano. Se empezaron a ver así hasta que fueron quedando, conociéndose mejor y enamorándose el uno del otro. Antonio era un chico bastante cercano, creyendo yo que esa era la razón por la que encajaban tan bien, ya que ambos tenían la misma personalidad. Físicamente era también robusto y más alto que Yolanda, aunque sin ser tanto como yo o ser algo muy superior a la media. Una vez nos contaron como se conocieron ellos, nosotros le contamos nuestra historia, con Elena interviniendo bastante, siendo ella la que más describía ciertas cosas, poniendo detalles que yo ya había olvidado. Mientras tanto, disfrutábamos de la cena tan buena que había preparado Yolanda, recalcándolo Antonio diciendo que él no sabía ni hacer un huevo frito, porque era un desastre, asintiendo yo riéndome mientras me daba golpecitos en el pecho, haciéndole saber que a mí me pasaba igual.

Ambos escuchaban a Elena con atención, sobre todo Yolanda, sonriendo mucho mientras mi chica le contaba cómo nos enamoramos y los detalles que había tenido con ella a lo largo de nuestra relación. Elena lo contaba con orgullo y muy emocionada, gesticulando mucho, pero más orgullo puso cuando les contó a lo que me dedicaba. Tanto ahínco le ponía que hasta me daba vergüenza por como Elena expresaba su admiración, animándome a que hablara en inglés un poco para que vieran como me manejaba con el idioma. Después de mucha insistencia, tanto de su parte como de la otra pareja, acabé haciéndolo con bastante vergüenza por sentirme así de observado. Ambos me dieron la enhorabuena por saber hablar inglés de esa manera, quitándole yo importancia, aunque Elena estuviera con una cara de orgullo y una sonrisa radiante en su cara, poniendo su mano sobre la mía.

Así nos tiramos durante toda la cena, intercambiando palabras, contándonos nuestros gustos, nuestros pasatiempos, como habíamos pasado el verano y algunas cosas más hasta que Yolanda se levantó diciendo que iba a preparar el postre, advirtiéndonos de que iba a tardar un poco porque lo tenía que hacer en el momento para que saliera bien. Yolanda le pidió a su pareja que fuera con ella para que le ayudara a prepararlo. Elena se ofreció, pero Yolanda se negó en rotundo, diciendo que éramos sus invitados y que no le parecía bien. Así que ambos se fueron del salón a la cocina, dejándonos a Elena y a mí en el salón con el aire puesto y la puerta cerrada para que estuviéramos más fresquitos, cosa que era de agradecer en aquellos días tan calurosos. Mientras tanto, Elena y yo aprovechamos para hablar de cómo nos caían y demás, hasta que dije de ir al baño, por lo que salí del salón.

¿Y por qué considero esto un hecho reseñable? Pues porque conforme salí del salón me dirigí a la cocina para ver cómo les iba aprovechando que iba al baño, pero no los vi. Pude ver que estaba el postre a medio preparar. No sabía dónde estaban, pero seguí mi camino hasta el baño y ahí fue donde me encontré la sorpresa.

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