ROM19

Capítulo 11

Julián

Cuando me avisó de que podía entrar al dormitorio, estaba en el pasillo pegado a la puerta, por lo que antes que terminara de llamarme ya estaba a su lado mirándola fijamente a la cara, para adivinar el resultado de la prueba antes de que me la contara. Pero la muy cabrona sabía lo que se estaba haciendo y con la inexpresión en la tez de su cara no pude adivinar nada.

-Carmen… cielo… ¿Qué ha salido en el test…? -Le apremiaba muy nervioso.

Ella ya no pudo más y dando un grito se tiró a mi cuello y entrelazó sus piernas a mis caderas haciéndome perder el equilibrio hasta caer los dos encima de la cama, que por suerte se encontraba a mi espalda.

-Vamos a tener trillizos, porque no veas con qué rapidez han salido los positivos en las dos tiras con las que he realizado las pruebas. Eres un puto semental, cabronazo.

Todo eso me lo estaba diciendo mientras sus brazos seguían apretándose a mi cuello sin despegar su cara de la mía. Pronto me empapó la cara con sus lágrimas, porque ella festejaba todo lo bueno que le pasaba en la vida con grandes sollozos. Pero a mí no me importaba si quería seguir así hasta el amanecer, lo único que me importaba es que los dos íbamos a ser padres en unos meses.

Con la emoción que me embargaba y las charlas que tuvimos sobre la llegada del bebé, qué teníamos que ir arreglando el cuarto para él o para ella, comprar un ciento de cosas para poderlo atender correctamente, las visitas a su ginecólogo que además sería el hermano mayor de Marcelo, no pudimos pegar ojo hasta bien entrada la madrugada.

Por la mañana estaba en mi despacho echo polvo por el cansancio que tenía encima. Hablé con Carmen un par de veces para concretar la visita al ginecólogo, que ya nos estaba gestionando mi amigo Marcelo con su hermano. Ella también había estado hablando con nuestras dos amigas para darle la buena noticia, así pudimos saber que al parecer Sonia también estaba para hacerse las pruebas y que Marta, su prima, aún no tenía ningún síntoma de embarazo.

A media tarde recibí dos mensajes de Carmen en mi móvil en los que me enviaba las fotos de su novio y del amigo con un primer plano de la polla de cada uno, justo cuando menos me lo esperaba, porque desde que supimos que íbamos a ser padres, ni siquiera había dedicado un minuto de mi tiempo a esos asuntos, a pesar de que todo lo que me contó que hicieron los tres, no se me iba a olvidar en la vida.

Ya estaba próximo a marcharme a casa, cuando recibí una llamada de Carmen.

-Dime cielo, ya casi salgo para casa.

-Sí, por eso te llamaba… es por Agustín… ¿Tienes un minuto ahora? -Me preguntaba.

-Claro mi amor, contigo todos los que quieras. ¿Qué pasa con Agustín?

-Es que me ha llamado hace unos minutos… que acaba de terminar unos trabajos aquí en la capital y ya se va para el pueblo… ¿Me entiendes?

-Muy bien cariño, perfectamente. -Le respondí.

-No… vamos que no… bueno… que no quiere irse para el pueblo ahora… ¿Me entiendes?

-Sí… pero ¿Qué es lo que quiere de ti?

-Que… si puede quedarse a dormir en nuestra casa, que solo es por esta noche, porque dice que es muy tarde para ir al pueblo y que mañana tiene que estar a las ocho de nuevo en el trabajo.

-¿Y por qué no se queda en la casa de tu novio?

-Richard está trabajando y llega muy tarde a su apartamento, por lo que se tendría que esperar hasta que él llegara.

-A mí me parece que lo que le pasa es que ayer se quedó con más ganas de ti.

-También lo he pensado, no te creas. Entonces ¿Le digo que no se puede quedar aquí?

-No sé Carmen, lo vuelvo a dejar en tus manos, tampoco creo que pase nada si nosotros no queremos. En media hora estoy ahí. Un beso cielo.

Cuando llegué a casa media hora más tarde el tal Agustín acababa de llegar y se encontraba sentado en la silla de la cocina viendo como Carmen seguía dándole los últimos toques a la cena. Seguro que se sentó de prisa al oírme entrar en casa, porque cuando ella se volvió para darme un pico el escote de su camisa estaba más abierto de lo habitual, incluso muy desordenado, no llevaba sujetador y se podían apreciar más de la mitad de sus excelsas tetas.

-Mira Julián, éste es Agustín el amigo de Richard.

Él se incorporó sin poder esconder por más tiempo un buen paquete en los tejanos y eso que el rabo se lo había colocado en vertical. Aunque él pudo notar mi sorpresa, no quise darle más importancia y nos estrechamos las manos como dos amigos que se acaban de conocer para ir al fútbol, pero Agustín no parecía que quisiera ir al fútbol esa noche.

-¿Qué tal? -Le saludé sin más protocolos.

Me podía haber dicho, “pues nada, aquí para echar un polvo con Carmen, tu novia”, pero respondió correctamente.

-Muy bien, Carmen me ha invitado a cenar con vosotros y aquí estoy.

-Oye si quieres te das una ducha, -le dijo ella, porque la verdad es que venía hecho unos zorros-, ven que te acompaño.

-Me vendría bien, soy electricista ¿Sabes? -Se dirigió a mí-, y hoy he estado todo el día metido en un sótano arreglando un cuadro de mando de una caldera y todo estaba muy sucio.

-Claro hombre, ve con Carmen.

Cinco minutos después volvía mi novia a la cocina, ahora con su camisa correctamente abotonada, pero su cara mostraba un leve sonrojo que no supo disimular cuando se aproximó a la encimera para continuar con la tarea que le quedaba por hacer. Entonces me acerqué a ella por detrás para darle un suave y tierno abrazo.

Carmen se volvió quizás más ruborizada aún que cuando volvía del dormitorio, mientras mostraba algo de sorpresa o estupefacción en el rostro. Sus manos se apoyaron en mis hombros y los codos en mi pecho.

-No sé cielo, -comenzó a hablar ella-, no sé cómo funciona tu cabeza con esta situación. ¿Sabes que nos hemos tocado y besado cuando se ha desnudado en el aseo?

Yo asentí levemente un par de veces con la cabeza.

-Sí, claro que lo sé, si hasta te has arreglado la camisa antes de volver conmigo, lo mismo que sé que cuando llegué a casa te estaba cogiendo las tetas. Menudo empalme tenía en su pantalón cuando se puso de pie para saludarme.

-Ve tú ahora con él que ya se estará secando y no quiero que se ponga esa ropa sucia con la que estaba vestido. Sois más o menos iguales físicamente, así que déjale algo de tu ropa para la cena y si quieres dúchate tú también y te cambias para ponerte más cómodo.

-Vale, voy ya antes que se presente aquí en pelotas. -Le dije con unas risas mientras salía de la cocina.

Efectivamente, cuando llegué ya salía del aseo con la intención de ponerse la ropa que trajo a casa.

-Espera Agustín, te voy a dejar alguna ropa mía para la cena.

Él que al verme entrar se había colocado la toalla por delante, asintió y se quedó a la espera de ver lo que le daba. De mi armario saqué una camiseta, un bóxer y unas bermudas y se las ofrecí esperando a que se vistiera para ver si tendría que cambiar alguna cosa. Sin saber por qué volvía a tener el pene erecto, por lo que el bóxer le quedaba francamente ridículo. Al final y después de encogerse de hombros, optó por quitárselo y ponerse únicamente las bermudas.

-¿Puedo ir así para la cena? -Me preguntó y yo asentí con una sonrisa, máxime, después de haberle visto ese pollón.

-La tienes un poco grande, te hubiesen venido bien los calzoncillos de mi abuelo.

Ambos soltamos unas carcajadas, al tiempo que empezaba a desnudarme y él se quedaba allí conmigo, seguramente para verme la pija antes de irse con Carmen de nuevo. Por supuesto que yo también estaba empalmado y no tuve ningún reparo en que él me pudiera ver la polla con todo lujo de detalle.

-Pues tú tampoco estás mal… si es que la tienes casi igual que la mía. -Llegó a exclamar al ver mi instrumento allí de pie a un paso de mí, haciendo que los dos soltáramos unas risas.

Cuando salí de la ducha me vestí de la misma manera que Agustín y fui a encontrarme con ellos que ahora me esperaban sentados en el sofá del salón viendo las noticias de la tele, que vamos, era más bien para acabar con las ganas de sexo de cualquier ser viviente. Ellos no estaban ni cerca y parecía que ni se habían tocado durante el tiempo que estuvieron allí solos.

-Ya estás aquí, cariño. Ven ayúdame para traer los platos a la mesa. -Me decía mi novia mientras se incorporaba para marchar los dos en dirección a la cocina.

-¿Sabes que no se ha podido poner el bóxer con el empalme que tenía? -Le susurré con unas risas.

-No, que voy a saber. -Solo me pudo decir, porque ya volvíamos al salón con la ensalada, una tortilla mediana y el vino.

Luego volví yo solo para recoger un par de bandejas con el resto de las viandas que nos íbamos a repartir entre los tres. Agustín ya se estaba sentando junto a Carmen, que quedó en medio de nosotros.

-¿Sabe Richard que estás aquí? -Le preguntó mi novia.

-Sí, bueno creo que sí, porque le envié un mensaje para decírselo, pero como está trabajando esta noche. Espera un poco, -le dijo mientras fue a recoger su móvil-, sí, ya lo sabe.

Entonces echó unas risas para mostrarnos unas pocas de caras de cabreo con las que le respondió al mensaje de su amigo y la palabra cabrón en mayúsculas al final.

-Eso es que se lo ha tomado bien, no os vayáis a preocupar. -Nos quiso aclarar él.

Después de la cena yo mismo recogí todo para llevarlo a la cocina, queriéndoles dejar un rato de tiempo solos, mientras yo terminaba de poner los cubiertos en el lavavajillas. Cuando volví me senté con ellos en el sofá y él seguía con ese empalme que no se le quitaba nunca.

-Voy a preparar unos cafés, descafeinados mejor para que no nos quiten el sueño. Ahora vuelvo.

Llevaba unos cinco minutos haciendo tiempo en la cocina cuando entró Carmen de improviso.

-Pero ¿Qué haces? No estás preparando los cafés. -Me acusó con toda la razón.

-No, es que se me ha ido el santo al cielo con el móvil. Ahora los hago.

-Oye, que éste no para de tocarme y hasta me ha hecho cogerle la polla, tú sabes que viene dispuesto a todo, así que mejor llevamos los cafés los dos y luego nos vamos a dormir.

-No creo que sea para tanto, anda deja que los haga yo y vete con él, pero antes dame un beso y procura portarte bien.

Diez minutos después volvía al salón con unas tazas de café humeante y unas rosquillas que hacía Carmen y que estaban deliciosas. Esta vez cuando llegué, la tele estaba apagada y ellos se entretenían dándose un beso de esos que hacen estragos en los protagonistas de las pelis. La mano de ella pajeaba suavemente la polla de su amante y él le tenía sacada las tetazas, a las que amasaba con cierta delicadeza. Mientras ponía los cafés en la mesa seguían con lo que estaban haciendo, por lo que les tuve que llamar al orden.

-Venga, dejar algo para luego que el café se enfría.

Ellos fueron separándose lentamente hasta que cesaron del todo. Entonces se giraron para quedar de frente a la mesita que teníamos delante del sofá. Yo me senté al otro lado de Agustín, porque era el asiento que me dejaron libre.

-Prueba las rosquillas que las he hecho yo y dime si te gustan. -Le pidió Carmen con una gran sonrisa y él asentía mientras se zampaba tres rosquillas, una detrás de otra.

Mi novia seguía con la camisa totalmente abierta, dejándonos entrever sus tetas y él tampoco se tapaba su pollón que ahora presentaba una semi erección, con las bermudas abierta y bajada a medio muslo. Seguro que sus abundantes corridas eran debidas a esos dos grandes testículos que colgaban casi diez centímetros más abajo de la base de su polla. Pero todo se veía como muy armónico y eso sí, también muy potente.

Cuando acabamos las rosquillas y el café, me sentí incómodo al no tener a Carmen a mi lado. Fue ella la que rompió el fuego llevando a posar su mano encima del pollón de Agustín. Luego rectificó y comenzó a tirar de su bermudas hacia abajo hasta que se las sacó por los pies.

-Ve desnudándote tú también, -me pidió a mí, mientras su amante le ayudaba a dejarla en pelotas.

El único que no quedó totalmente desnudo fue Agustín, pero lo arreglé yo mismo quitándole la camiseta.

-¿Qué te parece esta polla? -Me preguntaba ella mientras volvía a pajearla suavemente-, me encanta por lo perfecta que es. Nada que ver con la de mi ex.

Por lo menos no la comparaba con la mía, que ciertamente no tenía mucho que envidiar a la del amigo éste, pero llevaba razón. La polla cuando estaba erecta se arqueaba un pelín hacia arriba y esos huevos que, aunque muy descolgados, no desentonaban para nada dada las dimensiones de ese rabo. Cuando terminó con su elogio, cesó de pajearlo y dirigió el glande hacia mí para que yo lo pudiese sopesar con la mano. No tuve ningún problema para sopesarlo y masturbarlo unos segundos, mientras ellos volvían a morrearse y él restregaba una mano por la entrepierna de ella y la otra la posaba en las caderas, atrayéndola más si cabe hacia él. Así estuvimos unos minutos, hasta que Agustín se volvió para hacerme a mí lo mismo que le hacía a ella, solo que en mi entrepierna no había una raja, sino un cipotón de mucho cuidado, pero no le importó el cambio y comenzó a pajearme en plan suave, tal como lo hice yo mismo en el suyo. Seguramente mi novia le habría pedido cuando estaban a solas que repartiera sus caricias entre los dos.

Carmen desplazó la mesita para hacerse sitio, antes de arrodillarse delante de nosotros y poder chuparnos las pollas alternativamente, disfrutando ella y haciéndonos disfrutar a los dos. Lo hacía sin prisas, tranquilamente, como deleitándose en lo que estaba haciendo, sin preferencias, pues unas veces se entretenía más tiempo con mi polla y otras lo hacía con la de Agustín. Nuestras miradas estaban fijas en lo que ella hacía, mientras él seguía con su brazo rodeando mi cintura. Mi mano derecha se apoyaba en la cabeza de ella cada vez que me la chupaba y cuando me abandonaba la dejaba encima del muslo de él.

Así estábamos de relajados mientras recibíamos el placer que nos ofrecía mi novia, cuando él se inclinó para chuparme la tetilla y darme con la punta de la lengua una especie de repiqueteo en el pezón, lo que me puso a bajar de un burro. ¡Joder! Qué gusto me daban entre el uno y la otra, que viendo lo que hacía Agustín, permaneció todo ese tiempo ofreciéndome la exclusiva de su boca en mi pene. Lo que no me esperaba es que él comenzara a darme chupetones en el cuello, mi lóbulo y mejilla hasta rozar la comisura de mis labios. Su mano bajó de la cintura a mi culo para darme un buen apretón en él.

-¡Besaros! -Ordenó mi novia que con su mirada no se perdía nada de lo que hacíamos nosotros.

Al volver un pelín mi cara hacia la de él, enseguida sus labios se posaron encima de los míos sin hacer presión alguna, solo un leve roce, aunque de vez en cuando pasaba su lengua por encima de nuestros labios con la intención de mantenerlos húmedos. En esos momentos Carmen se introdujo casi toda mi polla en su boca, provocando que entreabriera la mía para soltar un -Ufff…-, y ahí fue cuando él aprovechó para colar su lengua y explorar toda mi cavidad bucal. No la sacó, sino que la entrelazó con la mía. No esperaba que esto se produjera, al menos no tan al principio de nuestros primeros escarceos, pero el muy cabrón junto a la fogosa de mi novia, me estaban llevando a un punto de no retorno que no quise retrasar ni un minuto, porque lo estaba necesitando con urgencia.

El primer estallido de esperma le debió entrar directamente en la garganta por lo profunda que la tenía metida en ese momento. Luego se la sacó de la boca dejándola apuntando a su mejilla y allí recibió el segundo trallazo de mi corrida, dejándole toda la cara hecha un asco. Los tres últimos los dirigió a sus tetas y los goterones finales se los llevó a su paladar con unos buenos lametones.

Quedé medio desmadejado echado contra el espaldar del sofá, viendo como Agustín acariciaba con su mano todo mi torso hasta llegar a mi polla que comenzaba a flaquear y a mis huevos a los que les daba unos suaves apretones. Carmen se miraba las tetas al tiempo que con los dedos trataba de evitar que gruesos goterones cayeran a la alfombra. Enseguida se incorporó para sentarse a horcajadas sobre nuestro amigo al que ofreció esas tetazas bañadas en fluidos para que él se las limpiara a base de chuparlas con cierta ansiedad por su parte. Cuando terminó hizo lo propio con su cara, dejándola limpia de polvo y paja, nunca mejor dicho.

Luego se morrearon en plan guarro y cuando creía que se la iba a follar así tal como estaban los dos, él la hizo recostar sobre el brazo del sofá y echándose de rodillas sobre la alfombra, metió la cabeza en su entrepierna y no paró hasta conseguir que ella gritara como una loca su primer orgasmo de la velada.

-Ven Carmen, date la vuelta y ponte a cuatro patas. -Le pidió cuando ella se recuperaba de ese orgasmo, sin dejarle apenas tiempo para saborearlo. No quería perder el puntillo de excitación en el que ella se encontraba.

Con la ayuda de él, quedó en la posición que le pidió, con su cara encima de mi regazo y el culo muy respingón, esperando que él la acometiera por detrás de una vez por todas. No quería más preliminares, ni tampoco los necesitaba, lo que buscaba era tener en su interior aquel pollón que tanto admiraba. Él sacó del lateral del asiento una caja de preservativos para coger uno de ellos y en un momento rasgó el envoltorio y se lo colocó, dejándome un poco defraudado a mí y creo que también a ella, pues al parecer y dado que ya no había que tomar precauciones, ambos deseábamos que la follada se produjera a pelo, piel contra piel, pero ninguno dijo nada y él ya se colocaba para clavársela en esa posición de a cuatro.

-Joder qué gusto… -soltó mi novia cuando aquel miembro la iba invadiendo-, ¡Métela toda cabrón!

Pero él paró cuando llegó a penetrarla con algo más de la mitad de su polla, dos segundos después la sacó por entero y escupiéndose en su mano derecha se la ensalivó antes de volverla a penetrar. Ahora sí se la clavó bien hasta que se oyó un golpe seco de su pelvis contra los glúteos de mi amada, haciendo que ella soltara un gemido corto pero muy agudo, como si alguien la hubiese quemado en su entrepierna con un hierro candente. Sus brazos se abrazaron a mis nalgas, quedando su cara de lado apoyada en mi vientre, aplastándose a él cada vez que recibía un empellón de su follador. Sus tetas no colgaban, sino que se restregaban en mis rodillas, por lo que en los varios intentos que Agustín hizo por amasarlas, se llevó un chasco detrás de otro. Entonces tiró de ella desde su vientre haciendo que elevara su torso, de este modo logró tener éxito en sus nuevas tentativas de sobeo.

Se podía notar que ambos estaban al límite de su aguante, aunque yo esperaba más de él, pero se ve que con tantos preliminares su corrida no se haría de esperar. Entonces metí mi mano en la raja de Carmen para ayudarla a coincidir con él. Lo tuve que hacer muy bien porque ella se corrió antes entre fuertes gemidos y estremecimientos de su cuerpo, que deslavazado cayó sobre el sofá. Agustín tuvo el tiempo justo para deshacerse del condón, dirigirse a la cara de ella que reposaba ahora en mis piernas y le largó un primer disparo que me dejó sorprendido por lo fuerte que le salió, dejándole el rostro exageradamente embadurnado de un semen ancho, blanco y viscoso, que le atravesó el pelo y terminó manchando mi pecho. Varios más siguieron esos mismos derroteros y cuando ya solo le quedaba un colgajo que se deslizaba desde el orificio uretral, se quedó allí de pie sin saber qué hacer. Fue entonces cuando lo acerqué a mí apoyando mi mano en su nalga, pudiendo meterme algo más que el glande en la boca donde saboreé esos restos de esperma y cómo no, esa polla que todavía mantenía la erección en su totalidad. Luego él se fue al aseo y yo me quedé acariciando la espalda de mi amada que seguía en la misma posición totalmente encharcada de semen.

-Ven que te voy a llevar a la ducha, -le decía mientras tiraba de ella desde sus axilas-, que vaya lo que ha soltado tu amante.

Cuando Carmen quedó sentada a mi lado, se llevó una mano al pelo para comprobar que lo que presentía que había depositado allí, se cumplía con toda rotundidad y es que lo tenía totalmente impregnado de un semen de primer nivel en calidad.

-Joder, cómo me ha puesto… y a ti también te ha dejado bien surtido. -Me dijo con una leve sonrisa mientras con un dedo trazaba una ese sobre los restos que dejó el bandido ese en mi pecho.

El dedo terminó en su boca para calibrar el sabor del semen y después lo volvió a mojar para llevarlo a la mía con una sonrisa que ahora sí que era enorme. Cuando acercó sus labios a los míos para darme un beso, terminó por ofrecerme la mejilla sucia de esperma y yo no tuve ningún reparo en limpiarla. Ya íbamos para el baño cuando él regresaba al salón.

-Nos duchamos y ahora vuelvo a preparar tu habitación, -le dijo mi novia-, ponte algo y espérame ahí.

El no dijo nada y fue a sentarse al sofá nuevamente después de coger su ropa, tal como ella le había indicado. Nosotros entramos directamente al baño para darnos la ducha que tanta falta nos hacía. Luego cuando terminamos nos vestimos mínimamente y fuimos de nuevo a ver a nuestro amigo que se entretenía mirando el móvil.

-Me ha llamado Richard, -nos informó-, está un poco cabreado por no haber podido venir él también.

-Mira Agustín, -le respondió Carmen-, si él hubiera estado libre esta tarde, tú te habrías ido a su casa a dormir y aquí no habría pasado nada de nada. ¿Entiendes?

Él fue a decir algo, pero entendió que no le convenía y aceptó lo que ella le decía con un par de asentimientos de cabeza. Luego continuamos charlando de cosas más banales, como que por la mañana se tendría que marchar temprano para desayunar con su jefe y por la tarde se iría a su pueblo donde tenía que hacer dos chapuzas.

-Podría venir a veros la semana próxima que también tengo que trabajar el jueves y el viernes. -Se ofreció.

Carmen me miró como interrogándome qué me parecía a mí la propuesta que nos hacía él, pero yo no dije nada y solo me encogí levemente de hombros dejándole a ella la posibilidad de decidir.

-Bueno, si acaso me llamas y lo hablamos. -Le respondió mi novia.

En media hora que llevábamos charlando no habíamos hecho ningún intento por comenzar otra sesión de sexo y es que yo estaba muerto de cansancio porque la noche anterior apenas había dormido. Fue él el que quiso reanudar la tarea poniendo una mano entre los muslos de Carmen que estaba en medio de los dos, vestida solo con una camiseta y un tanga blanco que quedaba perfectamente a la vista de todos. Enseguida su mano cubrió el triángulo de tela que tapaba su coño, viendo cómo su dedo corazón se hundía en la raja hasta casi desaparecer de nuestra vista.

-Espera tío, -me dirigí a él-, estoy muy cansado por lo que será mejor que lo dejemos para otro día. Vámonos a dormir. Carmen, prepárale tú la habitación a nuestro amigo, cielo.

Sin esperar ninguna respuesta me incorporé y con la sensación de que mi cuerpo era de corcho flotando en el agua, me dirigí a nuestro dormitorio donde me dejé caer en la cama, quedándome dormido antes de que tocara el colchón.

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