AKUARIES
26.
El jueves llamó Isa a Lucía.
-Tenemos una celebración pendiente nena, me gustaría hacerla antes de que os vayáis la semana que viene.- Le dijo a Lucía.
-Celebración ¿Qué celebración?
-Te lo dije hace tiempo, la de la reconciliación de Manolo y yo ¿No te acuerdas?
¡Ah sí! Ya no me acordaba ¿Cuándo quieres que nos veamos?
-Pues tendrá que ser mañana viernes, Manolo no trabaja este sábado, tú tienes vacaciones del bar y te vas con Carlos el domingo.
-Vale, por la mañana podríamos ir a la piscina.
-Hecho.
El viernes por la mañana, Carlos fue a buscar a Lucía a su casa, después pasaron por la de Isa a recogerla. Al sacar los bolsos del coche, antes de entrar al recinto de la piscina, Carlos agarró dos mochilas, una era la habitual donde llevaba la toalla y las cosas para la piscina, la otra era muy rara.
-¿Qué llevas en esa bolsa Carlos?- Le preguntó Lucía solo verla.
-Es una sorpresa, luego lo veréis.
Las dos amigas se miraban y reían, les hacía gracia el secretismo de Carlos, como si en esa mochila llevara una bomba atómica oculta o algo así. Pasaron la mañana tostándose al sol y bañándose, cada vez que lo hacía Lucía, Carlos la acompañaba, les había gustado a los dos morrearse en el agua. Ella se apoyaba en la pared y él se ponía delante, se besaban acaloradamente, Carlos, con la confianza de que la semana siguiente la pasarían solos en un hotel, y teniendo muy claro que esa semana iban a follar sí o sí, se atrevía a acariciarle a Lucía el lateral de una teta, o a bajarle una mano por la espalda hasta apoyarla en la parte superior del culo. Ella viendo que él se lanzaba, también le acariciaba la espalda con más intensidad, incluso agarrándole el culo de vez en cuando. Tiene el culo duro, pensó Lucía en más de una ocasión.
-Veo que esto de la piscina te sienta bien, cada día te lanzas un poco más, pero aun te falta un poquito.- Reía Lucía diciéndoselo mientras lo tenía abrazado por el cuello.
-¿Me falta un poquito? ¿Qué quieres? Que te aparte la braga del bikini, me saque la polla y te folle aquí mismo, contra la pared.
-¡Uff! Carlitos que te pierdes, que sensual suena eso ¿Te imaginas? Tú aquí, empotrándome contra la pared sin compasión.
Carlos se separó de ella de golpe.
-Desde luego Lucía, que poca sensibilidad tienes conmigo.- Carlos nadaba a braza, alejándose de Lucía, ella lo alcanzó nadando a su lado.
-No te enfades ¿Salimos y tomamos el sol?- Se disculpaba Lucía.
-Sal tú guapa, yo esperaré un ratito.
A ella le daba un ataque de risa, Carlos sonreía sin parar de nadar. Lucía salió de la piscina y se estiró al lado de su amiga.
-¿Ha estado bien el bañito?- Le preguntaba Isa. Viendo que Lucía no paraba de reír giró la cabeza mirándola.
-¿Pero qué te pasa criatura?- Volvía a preguntar Isa.
-Nada, que Carlos tiene un problema y no puede salir de la piscina.- Seguía riendo sin poder parar.
-¿Un problema? ¿Qué le pasa?- Preguntaba inocente Isa.
-Es que nos hemos estado sobando un poquito debajo del agua, y el pobre, pues…
-¡No me jodas! ¿Lo has dejado ahí dentro con la polla tiesa?
Lucía seguía sin parar de reír.
-¿Y qué quieres que haga? Si el chico reacciona así no es mi culpa.
-No, será culpa mía si te parece, algo le has hecho.
-Más que hacerle le he dicho, le he preguntado si se imaginaba empotrándome dentro de la piscina.
-¡Joder Lucía! Pobre chico, encima que no te lo follas le dices esas cosas, le podías haber hecho una paja o algo.
-¡Si hombre!
-Lucía, te voy a decir una cosa, si no te conociera pensaría que eres una calientapollas, que es lo que seguramente estará pensando él, no sé cómo te aguanta.
-Porque está enamorado, igual que yo de él, además, sabe que en el hotel vamos a follar como locos.
Carlos salía del agua dirigiéndose a la hamaca.
-Mira, ya ha podido salir.- Decía Isa aguantándose la risa las dos.
Carlos llegó y se estiró boca arriba.
-¿Estás bien cariño?- Le preguntaba Lucía.
-Sí, parece que sí.- Respondía él mirándose el paquete. Las dos chicas volvieron a reírse.
-No te habrás hecho una pajita en la piscina.- Le dijo Lucía, Isa se sentó de golpe en la hamaca partiéndose de risa.
-¡Lucía! Ya está bien no.- Se quejaba Carlos.
-Perdona, perdona, no quería…- Se intentaba disculpar Lucía sin parar de reír.
-¿No querías qué?
-Provocarte cariño, no quería que te pusieras así.- Ella seguía riendo e Isa se aguantaba la risa como podía.
-Pues para no querer, hay que ver cómo me has puesto, y luego ahí te dejo, ya te espabilarás.- Argumentaba Carlos con cierto mosqueo.
Las chicas volvían a partirse el pecho riendo. Lucía acercó su boca al oído de Carlos.
-Lo siento cariño, te prometo que te compensaré en el hotel, recuperaremos todo el tiempo perdido…
-¡Lucía coño!- Levantaba la voz Carlos, dándose de golpe la vuelta en la hamaca, poniéndose boca abajo. Ellas volvían a reír como locas.
-¿Pero que le has dicho?- Preguntaba entre risas Isa.
-Nada, que le compensaría en el hotel, y mira como se ha puesto, a este chico está a punto de salirle humo por la cabeza.
-El humo está a punto de salirme de otro sitio guapa, no de la cabeza.
Las carcajadas de las chicas se podían oír por toda la piscina.
-Lucía por favor, para ya, va a perforar la hamaca como sigas diciéndole cosas.- Remataba Isa, las dos se volvían a reír como locas mirando a Carlos.
-Cabronas que estáis hechas las dos coño.- Cerraba los ojos Carlos, como si quisiera dormir. Mientras Isa y Lucía no paraban de reírse.
Estuvieron un rato más tomando el sol, Carlos parecía que se había dormido, o estaba tan cabreado que no quiso abrir los ojos y hablar con ellas. Sobre la una, Isa comentó que sería buena hora para comer algo, Carlos abrió los ojos.
-¿No es un poco pronto para comer?- Preguntó Carlos.
-Es que esta tarde, tenemos que hacer la siesta, ducharnos, secarnos el pelo, escoger la ropa…- Le explicaba Lucía a Carlos.
-Vale, vale, ya sé, necesitáis tiempo para vuestras cosas. Pues comemos ahora, hoy tengo una sorpresa para vosotras, vamos a la zona de picnic.
Carlos se levantó y agarró la mochila aquella tan rara, las dos chicas le acompañaban.
-¿Has traído comida para los tres?- Preguntaba Isa. Carlos le guiñaba un ojo confirmándoselo.
-Ves que chico mas majo, Lucía, este hombre vale mucho.- Seguía diciendo Isa.
-Ya lo sé ya, es un artista.- Respondía Lucía, volviéndole la risita tonta, pensando en lo de antes.
Se sentaron en una mesa de madera, con bancos a los lados también de madera, Carlos colocó la mochila encima de la mesa.
-¿De qué te ríes ahora?- Le preguntaba Isa a Lucía.
-Es que me estoy acordando de lo de antes, lo siento Carlos.- Contestaba Lucía volviendo a reírse a carcajadas. Isa la acompañaba en las risas.
-Como sois ¿Qué queréis que vuelva a…?- Decía Carlos mientras sacaba paquetes de dentro de la mochila.
-Lucía, porque no te lo llevas detrás de un árbol de esos y le haces una paja, que se tranquilice ya el pobre.- Aconsejaba Isa sin parar de reír.
Carlos paró de manipular dentro de la mochila mirándolas muy serio, las dos pararon de reír en seco.
-No quiero una paja Isa, la quiero entera a Lucía, me la quiero comer entera.- Se sentó de golpe, al notar que le empezaba a crecer la polla otra vez. Las chicas volvieron a reír de verlo.
-Pues yo creo que no sería una mala solución.- Decía Isa.
-¿El qué?- Preguntaba entre risas Lucía.
-Lo de la paja.
Carlos torció la mirada cargándose de paciencia. Las chicas reían como descosidas.
-Ya está bien chicas, mirar lo que he traído.
Consiguió por fin Carlos que dejaran de reír y le prestaran atención. Abrió un paquete, había canapés de salmón, en otro de foie y en el último de jamón de bellota. A las chicas se le abrieron los ojos, tenía muy buena pinta aquella comida. Carlos sacó, también de la mochila, tres copas y tres servilletas de papel que fue repartiendo, colocándolas delante de las chicas y de él, luego platos de plástico más un tenedor y un cuchillo para cada uno. Las chicas lo miraban sorprendidas, para acabar, de una funda sacó una botella de vino blanco, todavía se notaba que estaba frio, metió la mano por un bolsillo y sacó un sacacorchos, muy profesional abrió la botella y les sirvió a ellas primero, se sirvió él y levantó la copa.
-Brindemos por nosotros y por este verano tan interesante que se está poniendo.- Las chicas no reaccionaban, todavía estaban digiriendo lo que habían visto.
-Venga chicas, reaccionar coño.
Brindaron los tres.
-¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto?- Preguntaba Lucía.
-Apañado que es uno ¿No os gusta?
-Claro que nos gusta ¿Te crees que somos tontas o qué?- Respondía Isa.- Si esto parece un restaurante de primera.
-Para restaurante, el que me llevó el otro día, para alucinar nena.- Le contaba Lucía a Isa.
-No, si al chico ya se le ve que tiene gustos finos.
-Por cierto Carlos, estos canapés tan buenos ¿Los has comprado? O como sospecho, te los han hecho en tu casa.- Preguntaba Lucía.
Carlos hacía una mueca poniendo cara de niño bueno.
-Me has pillado, los ha hecho la cocinera de casa, y el vino se lo he robado a mi padre de la nevera.- Admitía con una sonrisilla Carlos.
-Pues felicítala de mi parte, están buenísimos.- Le decía a Carlos Isa sin dejar de comer.
-¡Coño Isa! ¿Puedes parar un momento de comer? No se te entiende nada, estás comiendo a dos carrillos tía.- Le advertía Lucía.
-Los ha traído para que nos los comamos ¿No? ¿O solo era para hacer bonito encima de la mesa?- Se quejaba Isa.
-Tranquilas chicas, Isa tiene razón, si los he traído es para comer. Y tenemos que acabar con todo, el vino también.
-Lo acabaremos, lo acabaremos.- Decía Isa, mientras levantaba la copa para que Carlos le sirviera más vino.
Lucía movía la cabeza negando riéndose, mirando a Isa como disfrutaba comiendo.
-Chicas, os quería comentar algo, esta piscina está muy bien, pero, podríamos ir a la de mí casa, es gratis y allí tenemos cualquier cosa que necesitemos. Os pasaría a buscar, en el coche tanto da venir aquí que ir allí- Les ofrecía Carlos.
-¡Ah no! Perdona Carlos, pero es que yo no tengo buenos recuerdos de tu casa. Si queréis ir vosotros, por mí no hay problema.- Se le entendió perfectamente a Isa con la boca llena.
-Yo estoy con Isa, estamos mejor aquí. Qué vergüenza ir a tú casa.
-¿Vergüenza? ¿De qué tienes que tener vergüenza?- Preguntaba extrañado Carlos.
-Pues de eso cariño, de estar en tu casa, solo de pensarlo me da no se qué.
-¿Te crees que íbamos a estar solos? Mercedes está allí cada día con alguna de sus amigas…
-¡Buff! Con Celestina, ‘Celes’ para los amigos, no gracias, que pereza me daría a mí.- Opinaba Isa.
-Yo estoy con Isa, aquí me encuentro más cómoda.- Le decía Lucía a Carlos.
-Vale, vale, solo era una opción, no pasa nada.- Las tranquilizaba Carlos.
Después de arrasar con todos los canapés y la botella de vino, Carlos las acompañó a sus casas, para que las chicas tuvieran tiempo de dormir la siesta y prepararse para la cena.
A las seis de la tarde llegaba Pablo a su casa, la puerta de la habitación de Lucía estaba abierta, ella dentro se miraba al espejo probándose ropa.
-Estás guapísima hija.- Le dijo desde el pasillo.
-Hola papá.
-¿Puedo?- Le pedía permiso Pablo, señalándole la silla de la mesa de estudio.
-Sí, sí claro, entra.
Pablo se sentó en la silla mirando a su hija.
-Ese moreno te sienta de maravilla.
-Eso ya me lo dijiste el otro día.
-Ya lo sé, mira, ya sé que siempre te hago bromas o te tomo el pelo, pero, en serio que estoy muy orgulloso de ti, el año que viene ya serás arquitecta, ya sabes que ha sido la ilusión de mi vida, te lo agradezco mucho.
-A mí no tienes que agradecerme nada papá, en todo caso te tengo que estar yo agradecida a ti, por cuidarme y darme todas las oportunidades para hacer lo que yo he decidido hacer.
-Te has convertido en una gran mujer Lucía. Dime una cosa, sin entrar en detalles ¿Eres feliz?
-Mucho, en estos momentos tengo todo lo que necesito, un gran padre, buenos amigos y…- Se cortó Lucía.
-Y una pareja que te quiere, de la que estás muy enamorada ¿Querías decir eso?
-Sí papá, era eso.
-Pues me alegro mucho, disfruta cariño.
Pablo se iba a levantar de la silla, Lucía le miraba pensando, hacía mucho tiempo que su padre no se abría emocionalmente con ella, que no le hablaba con aquella seriedad y sinceridad.
-Papá ¿Está todo bien?
-A parte de que mi niña ya se ha convertido en una mujer y es libre para hacer lo que quiera, sí, todo está perfecto.
-Otra cosita.- Llamaba la atención de su padre Lucía.
-La semana que viene vas a estar solo en la casa, espero que te portes bien.- A Lucía se le escapaba la risa.
-Que ovarios tienes nena.- Bromeaba Pablo saliendo de la habitación.
-Te doy permiso para dormir fuera un par de noches.
Pablo volvió sobre sus pasos sacando la cabeza por la puerta.
-Voy a hacer lo que me salga de los mismísimos, que lo sepas.- Se fue riendo por el pasillo.
-Ya sé que te vas a poner ‘morao’ a folli folli.- Levantaba la voz Lucía para que la escuchara.
-Igual que tú cariño ¿O es que vais allí a recoger florecillas del campo? No te jode esta niña.- Le contestaba Pablo. Los dos reían.
Esa noche quedaron los cuatro, cenaron en la pizzería preferida de Lucía, Isa y Manolo, Carlos encantado de estar con ellos. Algunos escogieron pasta y otros pizzas, para beber sangría de vino.
-El otro día Carlos llevó a Lucía a cenar a un restaurante muy chulo.- Le explicaba Isa a Manolo.- Me tienes que contar los detalles Lucía.- Pedía dirigiéndose a ella.
-¡Buf! Solo faltaba una persona a tú lado que te diera de comer, como a los niños pequeños, haciendo el avión con el tenedor.- Los cuatro reían de la ocurrencia de Lucía.
-¿Es caro?- Preguntaba Manolo.
-Mucho, una exageración.- Contestaba Lucía.
-Un día te llevaré Isa, me tienes que decir que restaurante es Carlos.- Afirmaba Manolo.
-Como quieras Manolo, pero sinceramente, no creo que valga la pena gastarse lo que vale. Te puedo recomendar otros que están muy bien, que os lo pasaréis de puta madre y no os gastaréis más de trescientos pavos en una cena.- Contestaba Carlos.
-¿Pero qué dices? ¿Más de trescientos euros una cena? ¿Dónde coño fuisteis?
-El restaurante es una pasada, en la azotea tienen un sitio precioso para tomar copas, te viene la risa tonta del precio de las copas, que exageración.- Aclaraba Lucía.
-¡Joder cariño! Así va a ser difícil que te lleve a ese sitio.- Se preocupaba Manolo.
Carlos veía las caras de los demás, se sintió mal, por poder cenar en sitios como ese y la gente que apreciaba no pudiera hacerlo.
-Yo os invitaré, iremos los cuatro.- Dijo Carlos mirándolos a todos.
-No, no, ni hablar, si no podemos ir, no vamos y no pasa nada, llevamos toda la vida sin ir a esos sitios, no es ninguna necesidad vital.- Argumentaba seria Isa.
-Tienes razón cariño.- La reforzaba Manolo.
Lucía movía la cabeza confirmándolo, dándole la razón a su amiga.
-Tenemos que aceptar que vivimos en mundos diferentes Carlos.- Afirmaba Lucía.
-¿Por eso te ha costado tanto acercarte a mí?- Le preguntaba molesto Carlos.
Lucía movía los ojos disimulando.
-Está claro que sí.- Se confirmaba a él mismo Carlos.- Escucharme una cosa, estoy con vosotros, me habéis aceptado como a uno más, sin pensar si soy de aquí o soy de allí. Pues os lo digo ya, si me apetece y quiero invitaros a donde sea, espero que no seáis mal educados y me dejéis solo.
-Así se habla Carlos.- Levantó la voz Isa.
Manolo sonreía sin decir nada, Lucía después de que Carlos se enterara que le costó ir con él porque lo veía demasiado pijo, se calló la boca. Acabaron de cenar, Manolo se levantó disculpándose para ir al baño, aprovechó y los invitó a la cena. Cuando Lucía quiso pedir la cuenta, la informaron de que ya estaba todo pagado.
-Manolo te has pasado.- Le dijo Lucía.
-Estamos aquí para celebrar que estamos juntos Isa y yo, la cena corre de mi cuenta.
-¡Ja! Así que tú puedes invitarnos y yo no, que cojones tenéis.- Se quejaba Carlos.
-¡Ay niño! No te pongas pesado, si quieres invitarnos nos invitas y listo coño.- Le decía Lucía.
Carlos soltó una carcajada, agarró a Lucía por la cabeza y le dio un beso en medio de los morros.
-Como me gusta cuando sacas el carácter.- Le susurraba al oído, mientras ella sonreía enamorada.
Después fueron a tomar unas copas a un par de locales. Isa y Manolo acabaron la noche follando en el coche, Lucía y Carlos se despidieron con unos cuantos morreos, ella le pidió el sábado para preparar todo lo del viaje, y que se vieran directamente el domingo por la mañana para salir juntos en el coche.
Esa noche, Pablo le estaba comiendo el coño a su amiga, ella gemía, gritaba, se agarraba a las sabanas con fuerza para aguantar el gustazo. Él se perdía lamiendo, chupando y succionando el clítoris. Hasta que ella se corrió.
-¿Qué te pasa esta noche que estás tan fogoso?- Le preguntaba a Pablo.
-Lucía se va el domingo toda la semana fuera de vacaciones ¿Qué te parece si?
-¿Te vienes conmigo a este apartamento toda la semana? ¿Es lo que quieres?
-Me encantaría.- Respondía Pablo besándole la barriga.
-¿Para follarme cada día? Que te conozco.
-Para follarte cuando me dé la gana, eso me pone loco, tengo que admitirlo.
-Vale, si es para eso, sí.- Contestaba ella riendo.
-Te dejaré el coño escocido de tanto follar.
-No seas bruto hombre.
-Sí, sí, bruto, tú prepárate.