ECONOMISTA
31
Por la noche había quedado con mis amigos de la universidad, después de arreglarme, sobre las diez, entré al salón para despedirme de Mónica y Fernando que estaban acurrucados en el sofá viendo una película tapados con una mantita. Me pareció muy romántica la imagen.
Ni por lo más remoto podría imaginarse Fernando que su mujer llevaba dentro mi corrida.
Estuvimos cenando en un japonés y luego estuvimos en varios bares tomándonos unas copas y bailando un poco. Elvira estaba muy atractiva con un peto vaquero y debajo llevaba una camiseta blanca ajustada que parecía a punto de explotar con sus enormes tetazas. No me separé de ella en toda la noche, pero cuando se acercó la hora de irnos para casa no sabía muy bien qué hacer. No quería que Elvira empezara a sospechar de mi aventura con Mónica, y para ello debía comportarme con normalidad y si dejaba de llevarla a casa para follar le podría parecer extraño ese comportamiento, pero tampoco quería que Mónica nos escuchara, me parecía de mal gusto acostarme con ella por la tarde y por la noche hacerlo con Elvira delante de sus narices.
Además, aunque solo tuviera 19 años tampoco iba a poder aguantar mucho ese ritmo, el viernes me había follado a las dos y llevaba el mismo camino el sábado. A pesar de haber follado por la tarde con Mónica tenía ganas de sexo y el alcohol y las tetas de Elvira me habían vuelto a poner muy cachondo.
Finalmente decidí llevarme a mi amiga a casa, entramos a mi habitación y ella me tenía preparada una nueva sorpresa. Nos estuvimos enrollando sentados en mi cama, la desnudé de cintura para arriba y estuve jugando un rato con sus pechos, Elvira se dejaba hacer y yo notaba cómo sus pezones cada vez se iban poniendo más duros.
Entonces Elvira apoyó las manos en la cama, echándose ligeramente hacia atrás y mostrándome impúdicamente sus tetazas. Las bamboleó de lado a lado con una sonrisa de zorra y después me pidió.
―¡Pégame en las tetas!
―¿Cómo dices?
―Quiero que me pegues, hasta que me hagas correr…
―¿Lo dices en serio? ¿Y puedes correrte así?
―Hace mucho que no lo hago, a decir verdad, solo un tío lo ha conseguido, ¿crees que podrás hacerlo?
―No lo sé, Elvira… no quiero hacerte daño.
―Hoy están muy duras y sensibles, no lo tienes muy difícil, ¡me encanta que me azoten duro en las tetas! ―dijo dándose ella misma una cachetada.
Yo estaba sentado a su lado y me quedé un poco extrañado por su petición, sabía de su gusto por los azotes y el dolor, pero ahora me estaba pidiendo que la golpeara hasta hacerla llegar al orgasmo. Nunca había escuchado nada parecido.
Y ella parecía muy dispuesta, creo que solo de pensarlo ya se había puesto cachonda y el tamaño de sus pezones así me lo indicaba, se le habían puesto erectos casi dos centímetros, me miró expectante a ver cuando empezaba a castigarla y ella misma se agarró los pechos tirando de uno hacia arriba para sacar la lengua y lamerse el piercing.
―¿Quieres hacerlo?… hoy estoy muy cachonda…
―No lo sé, Elvira, ufffff… me parece muy fuerte…
―Venga empieza ―dijo acercándose a mí y dejando caer a plomo la pesada teta que tenía en la boca.
Le solté un pequeño azote en su pecho izquierdo y ella cerró los ojos volviendo a recostarse ligeramente en la cama.
―¡Mmmm… muy bien, sigue!
―¡Joder, vamos a hacer mucho ruido!
Luego vino otro, también despacio, Elvira se mordió los labios y me miró desafiante.
―Así no vas a conseguir que me corra…
Entonces golpeé con fuerza otra vez su pecho izquierdo, y luego le solté otro azote, pero de arriba a abajo dando de refilón, para que la hiciera más daño. Elvira ronroneó, pero eso todavía era poco para ella.
―Mmmm, vas mejorando… sigueee… no pares… en este también me puedes dar si quieres ―dijo agarrándose el otro pecho.
―¡No chilles, zorra!, no quiero que nos escuchen…
Y comencé a castigar su teta izquierda prácticamente a un azote por segundo, lo hacía con golpes secos en varias trayectorias para no dar siempre en la misma zona, me daba igual por un lateral, hacia arriba o hacia abajo, pero después de un minuto su enorme pecho estaba demasiado colorado y Elvira ya gemía con la boca abierta.
―¡¡Joder, muy bien, dame más, dame más!! ¡¡Vas a lograrlo!! ―jadeó moviendo las tetas de lado a lado.
Creo que sus pezones todavía habían crecido más y ahora le azoté en la teta derecha, casi otro minuto de castigo en el que Elvira no dejó de gritar. Ella se inclinó un poco más hacia atrás, sus gemidos ya eran escandalosos y entre el ruido de los azotes y los chillidos de Elvira seguramente habría despertado a mis caseros. Y no solo Elvira estaba cachonda, yo también me había vuelto loco azotando esas tetazas, tenía las manos quemando de los continuos impactos y ya todo mi objetivo era hacer que se corriera así.
¿Sería posible conseguirlo?
Me puse frente a ella dejándola unos segundos de tregua para que se recuperara, luego agarré su cuello estrangulándola con fuerza y acto seguido bajé la mano para pellizcar sus pezones.
―¡Ahora vas a correrte, puta!
―Ahhhhhh, sííí, sííííí…
Sus tetas parecían un mapa, estaban completamente coloradas por todos sitios y había pocos centímetros que no tuvieran la marca de mis dedos. Estiré sus dos pezones hacia fuera poniéndolos todavía más duros.
―¡Joder, qué tetas de guarra tienes! ¿Se han corrido muchos tíos encima de ellas?
―Síííí, unos cuantos… ―gimió.
Se asustó cuando comencé a azotarla de nuevo, ¡¡¡¡plas, plas, plas, plas!!!!,esta vez fue a dos manos, le venían los golpes por todos lados y en ambas direcciones, sus dos pechos se bamboleaban constantemente a cada sacudida y Elvira pareció enloquecer de placer.
―¡Ahhhh, sigueeee, sigueeee!, ahhhggggg, másssss, mássssss…
―¿Vas a correrte ahora? ¿Tanto te gusta esto? ―la pregunté sin dejar de maltratar sus tetazas.
Sus caderas se tensaron al ritmo de mis azotes, que ya eran demasiados escandalosos, y Elvira se corrió entre unos chillidos y espasmos tan escandalosos que incluso me llegaron a asustar. Ya me daba igual si nos escuchaban Fernando y Mónica, solo quería que mi amiga llegara al orgasmo y seguí zurrándola mientras se corría patas abajo.
Cuando terminé el trabajo me asusté viendo el cuerpo de Elvira, las marcas en sus tetas eran demasiado cañeras, y ella me miró con cara de vicio. Se cogió una teta y todavía saboreando su orgasmo se chupó un pezón pasando la lengua en círculo.
―¡¡¡Uffff, qué bueno!!!, hacía mucho tiempo que no me lo hacían…
―Joder, Elvira, nos hemos pasado un poco…
―¿No te ha gustado? ―dijo sobándome la polla por encima del pantalón―. Mmmm, pues estás empalmadísimo…
Avergonzado intenté apartar la mano de Elvira, pero ya era demasiado tarde, ella había descubierto lo excitado que estaba por haber llevado a cabo lo que me había pedido. No me atrevía casi ni a mirar sus tetas, que tenían unas marcas de guerra demasiado visibles. Me pregunté si aquellos azotes no le iban a dejar incluso algún moratón.
Elvira seguía desnuda de cintura para arriba, no se había quitado el peto por la zona del pantalón y sentada en mi cama me sacó la polla para comenzar a masturbarme.
―¿Sabes que tú también te puedes correr si te hago lo mismo aquí abajo?
―Prefiero no comprobarlo…
―Pues tú te lo pierdes, los que lo han probado les ha encantado, y por lo general han repetido…
―No me vas a dar azotes en la polla hasta hacer que me corra…
―Hay que dar despacio, saber hasta dónde se puede llegar… déjame… te va a volver loco… confía en mí ―dijo meneándome la polla y haciéndome que me recostara sobre el cabecero.
―No sé… esto no lo veo claro…
Ella se puso a mi lado.
―¿Estás listo?
―Elvira…
Y me dio un pequeño azote en la polla haciéndola temblar, luego siguió con otro más y después otro, al décimo ya estaba convencido que me iba a hacer correr así y ahora el que empezó a gimotear fui yo.
―¿Te gusta, verdad?
―Joder, Elvira, tenías razón… uffffffff, ¡qué bueno!
―Tú, disfruta…
No sabía por qué me daba tanto morbo que me hiciera eso, pero sus cachetes de refilón, cada vez con más intensidad me hacían vibrar de placer y mi polla palpitaba pidiendo un nuevo impacto de la mano de Elvira. Sonrió cuando se dio cuenta que me estaba derritiendo de gusto y ahora lo que sonaba en la habitación eran los azotes de mi amiga sobre mi verga.
―¿Vas a correrte?
―Sigue, no pares, sigueeeee, sigueeee…
―¿Quieres que te dé más fuerte? ―dijo incrementando la potencia de sus golpes sin esperar mi respuesta.
―Ahhhhh, sííííí, joderrrrr ―jadeé revolviéndome y moviendo la cadera a punto de llegar al orgasmo.
Lo estaba haciendo perfecto la muy cabrona, me daba en el sitio exacto, con la potencia justa y a la velocidad adecuada, parecía que a cada golpe se me ponía más dura, y la mano de Elvira ya estaba chocando contra una puta barra de acero con la vena del tronco hinchada al máximo. El último azote fue el más fuerte y mi polla suelta, sin que nadie la sujetara comenzó a eyacular como si fuera un aspersor, pero al segundo disparo Elvira se agachó y se la metió en la boca para que terminara de correrme allí.
―¡¡¡Ahhhhhhh, me corroooo, joder, me corrooooo!!!!
Siguió chupando y chupando el resto de mi corrida y cuando me dejó la polla bien limpia me miró abriendo la boca para demostrarme que se había tragado hasta la última gota. ¡Qué vicio tenía la cabrona! Y qué buena era en la cama.
―¿Te ha gustado?
―Joder, Elvira, ¿dónde coño has aprendido esas cosas?
―Si yo te contara…
―Deja, deja, ufffffff… estoy reventado, ¿te importa si hoy no follamos?, no puedo con la vida…
―No, tranquilo, por mí perfecto ―dijo quitándose la ropa y quedándose en braguitas―. Voy a bajar un momento al baño y me quedo a dormir contigo.
―Genial…
Finalmente nos metimos en la cama desnudos, y con las tetas de Elvira presionando en mi espalda y abrazándome por detrás nos quedamos dormidos.
32
Sobre las diez de la mañana me desperté y Elvira se estaba vistiendo en la penumbra de la habitación, alumbrándose apenas con la luz del móvil.
―Tengo que irme, mañana nos vemos en clase, sigue durmiendo, es pronto… ―me dijo susurrando e inclinándose en la cama para darme un beso en los labios a modo de despedida.
Salió de la habitación con la chupa de cuero en la mano y escuché cómo se despedía en la planta baja de Fernando y Mónica, luego me quedé dormido otro rato. Cuando desperté de nuevo ya debían ser las dos de la tarde, todavía me faltaban horas de sueño, pero aun así abrí la ventana para ventilar la habitación y bajé a la cocina a picar algo. Tenía un hambre que me podía comer un león.
Mónica y Fernando no estaban, se debían haber ido de excursión, pero Mónica me había dejado preparada una ensalada de garbanzos y un poco de pan. Salí a comer al patio, para que me diera un poco el sol y cuando terminé me quedé un rato en la tumbona y creo que me quedé dormido otra vez.
Después estuve dando una vuelta por la casa, se me hacía rara la ausencia de Mónica y apenas faltaban tres horas para volver a estar a solas con ella. Solo de pensarlo ya hacía que me pusiera muy nervioso y además, esperaba que no se hubiera enfadado mucho conmigo por haber llevado a Elvira la noche anterior. Quizás estaba tensando la cuerda demasiado.
Salí a correr una hora y media para sudar todo el alcohol del fin de semana y cuando regresé ya estaban de vuelta Mónica y Fernando. Les dejé a su aire, metiéndome en la habitación a escuchar música y a las siete bajé para despedirme de Fernando, que ya regresaba a trabajar a Madrid.
En cuanto su marido se fue Mónica cerró las dos puertas, la de casa y la que daba acceso al chalet desde el garaje, pero me fijé en el detalle que había dejado la llave puesta en las dos puertas para que no se pudiera acceder desde fuera. Estaba claro que no quería riesgos de ningún tipo y con eso se aseguraba que Fernando no pudiera entrar por si se presentaba por sorpresa.
¿En que estaría pensando Mónica para dejar la llave puesta?
Me gustó que hiciera eso, era toda una declaración de intenciones por su parte y sentado en el sofá del salón, ojeando el móvil, vi que Mónica entraba con su esterilla para su hora de yoga.
―¿Puedo acompañarte? ―pregunté a pesar de estar cansado después de haber salido a correr.
―Claro… coge una esterilla.
Estuvimos haciendo los ejercicios y Mónica actuó con absoluta normalidad, cuando al final ella se quedó estirando con el cuerpo pegado a las rodillas y los brazos hacia delante yo me levanté, pero antes le di una pequeña cachetada cariñosa en el trasero.
―Voy un momento a la habitación… ahora bajo y te ayudo a preparar la cena…
Noté que Mónica estaba rara, no sabía si es que estaba enfadada conmigo o se encontraba mal por lo que estábamos haciendo. Mientras estaba picando tomate para hacer una ensalada me puse detrás de ella pegando mi paquete contra su culo y abrazándola por el estómago.
―Tenía muchas ganas de que estuviéramos a solas…
―Adrián, ahora estamos con la cena.
―Es que no sé qué me pasa contigo… me vuelves loco…
―Para ya, Adrián ―dijo apartándose bruscamente―. Te he dicho que ahora no…
De un salto me senté en la encimera viendo cómo Mónica seguía preparando la cena.
―¿Estás bien? ―pregunté.
―Sí.
―Pues no lo parece… ¿estás enfadada por algo en concreto?
―Sí, por lo que pasó ayer en el pasillo, al final siempre te tienes que salir con la tuya, te dije que mientras esté Fernando en casa tienes que cortarte un poco.
―Lo siento, tienes razón, perdóname, yo solo quería cumplir… mi promesa ―dije bajando y pegándome otra vez detrás de ella―. Te prometí que te iba a follar todos los días…
―No, Adrián…
―Ya te he pedido disculpas, además, no me digas que no fue increíble hacerlo así… ―dije volviendo a abrazar su cuerpo.
―¿Así?
―Sí, con tu marido estando en casa… sé que te volvió loca hacerlo ―susurré en su oído comenzando a besar su cuello.
―¿Para ti todo esto es un juego, verdad?
―No, no es un juego y Fernando me cae muy bien, pero tú… es que me pones demasiado…
Entonces otra vez Mónica se separó de mí apartándose con fuerza.
―No me gusta que hablemos de él…
―Está bien, lo siento.
―Venga, vamos a cenar, que quiero darme un baño.
―Y aparte de eso, ¿estás enfadada por algo más?
Nos sentamos en la mesa con la ensalada y unos perritos calientes y Mónica me miró como si quisiera matarme, luego sonrió irónicamente.
―De verdad, me parece increíble lo tuyo…
―¿Lo mío? ¿Qué quieres decir? ―preguntando, aunque ya sabía la respuesta.
―Por la tarde estás conmigo y luego por la noche te traes a Elvira a casa… te podías cortar un poco…
Bueno, bueno, ahora me venía con un ataque de celos.
―Ya me imaginé que era eso… ¿te enfadas porque folle con Elvira?, yo supongo que tú te acuestas con tu marido y no te digo nada…
―Solo faltaría ―dijo Mónica recordando cómo Fernando se la había follado tímidamente desde atrás la noche anterior mientras escuchaban los azotes y los gemidos de Elvira.
―¿Es lo mismo, no?… ¿sabes?… me encanta que te pongas así un poco celosa y me quieras solo para ti…
―Tú eres tonto, Adrián, no se trata de eso…
―¿Y de qué se trata?
―Es muy fácil de explicar, me parece muy feo que por la tarde estés conmigo y luego tener que escuchar cómo follas con tu amiga… me parece de mal gusto.
―Entiendo lo que quieres decir, no quería venir con Elvira a casa, pero lo hice para seguir actuando con normalidad, así Fernando no sospechará nada y ella tampoco, Elvira es muy lista y el otro día me preguntó si nos habíamos enrollado alguna vez.
―¿¿Quééé?? ¿Y por qué te preguntó eso? ―me dijo Mónica poniéndose roja de vergüenza y un poco nerviosa por si nos podían pillar.
―Fue por el primer día que follamos, cuando vino a estudiar el lunes por la tarde estuviste un poco seria con ella y yo estaba preocupado en la habitación, fue cuando me dijiste que tenía que buscarme otro sitio para pasar el último trimestre.
―¿No se lo contarías, no?
―No, claro que no, le dije que ojalá que hubiéramos follado juntos, que me parecías inalcanzable… ¿y sabes lo que me dijo?
―No.
―Que a ella también le gustabas, me comentó que estabas muy buena, a Elvira le gustan los chicos y creo que también las chicas, ahora alguna vez fantaseamos contigo mientras follamos…
―¿En serio?
―No, ¿te molesta?
―No… ehhh, no sé, me estás dejando de piedra…
―Pues sí, no quiero que te enfades, ayer vine a casa con Elvira por eso, no quiero que Fernando sospeche nada y creo que es buena idea que siga acostándome con ella, ¿no te parece?
―Anda, que no tienes morro tú, ni nada…
―¿Puedo bañarme contigo en la piscina?
―No… ¡hoy estás castigado!… vamos a cenar ―dijo Mónica intentando aparentar un enfado que no se sostenía por ningún sitio.
Al menos le hice caso y no bajé a la piscina mientras ella estaba allí, me quedé esperando pacientemente desnudo en mi cama y me di cuenta que ella se demoró en su baño quedándose casi hasta las diez, seguramente esperando a que yo fuera a la piscina y sintiéndose decepcionada porque no lo hiciera. Escuché cómo entraba en su habitación y se pegaba una ducha y cuando ya se debía estar vistiendo antes de bajar a leer al salón como hacía todas las noches, cogí el móvil y la llamé por teléfono.
―¿Adrián, pasa algo? ―me contestó sorprendida.
―No, ¿puedes venir un momento a mi habitación?
Un par de minutos más tarde llamó con timidez tocando con los nudillos en la puerta.
―¿Adrián?… ¿estás bien?
―Sí, entra…
Yo la estaba esperando desnudo, empalmado y medio recostado en la cama y cuando abrió la puerta me encontró así.
―¡Entra y cierra! ―dije sin titubeos.
Mónica llevaba un pijama fino de color azul clarito y una toalla envolviendo su pelo, se quedó sorprendida al verme así y tuvo unos segundos de indecisión antes de hacer caso a la orden que le había dado. Dio dos pasos, cerró la puerta y se quedó de pie mirando cómo me sujetaba mi erecta polla.
―¡Quítate la toalla del pelo!
Se soltó el nudo que se había hecho y se secó un poco antes de mostrarme su melena, que se peinó como pudo con la mano. Me pareció súper morboso tener a Mónica delante de mí, con el pelo mojado y haciendo caso a lo que le ordenaba.
―¡Desnúdate!
―Adrián…
―Podría hacerlo yo, pero hoy quiero que te desnudes para mí…
Se quitó la parte de arriba del pijama quedándose en sujetador, para después bajarse el pantalón y mostrarme sus braguitas a juego. Llevaba un precioso conjunto negro, que seguramente se habría puesto para mí.
―Estás muy guapa, me encanta la ropa interior que llevas, pero ahora quiero que te la quites…
Pasó las manos hacia atrás desabrochándose el sujetador y se quedó desnuda de cintura para arriba, estaba avergonzada de mostrarme sus tetas por lo que no tardó en sacarse las braguitas y venir hacia mí. Sin pedirle nada más se tumbó sobre mí pasando una pierna a cada lado y mi polla entró en contacto con su coño antes incluso de llegar a besarnos.
Caí tumbado boca arriba en la cama y Mónica se inclinó hacia delante para comerme la boca. Sentí sus pezones rozando mi pecho y bajé las manos para apretar con ganas sus glúteos. Ella misma me agarró la polla y le pegó varias sacudidas, yo creo que le gustaba sentir mi dura verga entre los dedos. Luego la puso a la entrada de su coño y se dejó caer.
Fue una penetración suave, dulce, y placentera.
El calor del cuerpo de Mónica envolvió mi polla y ella comenzó a follarme, con movimientos lentos y sin dejar de mirarme. Yo seguía acariciando su culo, guiando el ritmo al que me gustaba que me cabalgara y Mónica se compenetró perfectamente conmigo.
Nos mirábamos fijamente, con pasión, con deseo, con lujuria, y Mónica me follaba sin detenerse en ningún momento. Era la primera vez que lo hacíamos sin prisas, sin remordimientos, desnudos, disfrutando cada segundo. Ya no había excusas.
Nos habíamos abandonado a la lujuria.
Dejé que me follara unos minutos más, pero a mí me apetecía algo más duro, tomar la iniciativa, llevar a Mónica al límite y le solté un pequeño azote en el culo para que se detuviera.
―¡Date la vuelta! ¡Ponte a cuatro patas!
Desnuda, sumisa y cachonda se puso como le había mandado, me imaginé lo que ella debía estar sintiendo comportándose así en la habitación de un chico de 19 años y poniéndole los cuernos a su marido en su propia casa.
Me quedé unos segundos mirando impresionado su imponente culo. Era la primera vez que la tenía a cuatro patas y podía ver su ojete bien de cerca. Su ano lucía estrecho y muy bonito y me pregunté si alguna vez se la habrían metido por detrás. Si no lo habían hecho era un puto desperdicio.
Ese culo bien merecía una señora follada.
Pero no tenía ninguna prisa, me quedaban todavía más de dos meses y ya habría tiempo para eso, antes inmortalicé en mi cabeza la imagen de Mónica abierta de piernas esperando a que se la metiera desde atrás. Ella miró expectante hacia atrás a ver qué es lo que sucedía.
―¿Quieres que te folle? ―dije golpeando con mi verga en uno de sus glúteos.
Mónica no contestó, solo metió la mano entre sus piernas intentando agarrarme la polla para ser ella misma la que se la acomodara a la entrada. Yo dejé que lo hiciera, pues me encantaba que tuviera tantas ganas de ser follada por mí. Me la sujetó con delicadeza y echó las caderas hacia atrás penetrándose sola hasta que mi pubis rozó con su culazo.
Tenía toda mi polla dentro de Mónica.
Se volvió a acomodar apoyando las dos manos en la cama y yo le solté un sonoro azote con la derecha en sus nalgas,¡¡¡PLAS!!!, antes de empezar a follármela. Mónica gimió y la sujeté por la cintura sin dejar de admirar su culo. Era hipnótico para mí, no podía dejar de mirarlo. Nunca había visto nada parecido.
La embestí con fuerza y sus glúteos temblaron mostrándome sus imperfecciones hasta que volvieron a ponerse firmes, luego pegué otra sacudida hasta el fondo y una tercera bien fuerte acompañada de otro azote ¡¡¡PLAS!!!.
Después nos abandonamos al desenfreno y la pasión, ya no ocultábamos nuestro disfrute y nadie tenía que disimular sus gemidos. Solo teníamos una única preocupación en ese momento. Follar. Y vaya si lo hicimos, estuve más de diez minutos embistiéndola con dureza y azotándola sin parar, hasta hacer que se corriera dos veces, Mónica no chillaba tanto como Elvira, pero sus gemidos me volvían loco.
No sé cómo pude aguantar, pero ya había llegado a mi límite y a punto de correrme saqué la polla de su coño y meneándomela sobre su culo un primer chorro salió disparado hasta alcanzar su pelo, lo mismo que el segundo, el tercer lefazo atravesó su espalda, el cuarto también y los últimos bañaron su culo empapándolo de blanco.
Mónica cayó boca abajo totalmente exhausta y yo me tumbé su lado acariciándola con ternura y delicadeza.
―Podría estar follando contigo toda la noche…
Ella no contestó, solo se me quedó mirando disfrutando del que seguramente había sido el mejor polvo de su vida. Por lo menos de la mía sí lo había sido.
―Me vuelves loco, ¿puedo preguntarte una cosa?
―Claro…
―¿Alguna vez lo has hecho por…?
Entonces escuchamos el móvil de Mónica sonar, debía tenerlo en la mesilla de su habitación y ella pegó un salto saliendo disparada. La escuché unos minutos que estuvo hablando con su marido, debía ser Fernando que llamaba para decirle que ya había llegado y darle las buenas noches. Me la imaginé hablando con él con toda mi corrida bañando su cuerpo y me dio mucho morbo. Ni tan siquiera me hizo falta verlo para volverme a excitar.
Cuando terminó de hablar con él Mónica regresó a la habitación y recogió el pijama y la ropa interior que estaban por el suelo.
―Voy a ducharme, ¡¡joder, cómo me has puesto!! ―dijo tocándose el pelo y mirándose la mano que estaba pringosa.
Yo me quedé en la cama, apoyado de lado sobre un codo, observando la escena.
―¡Mónica!
―¿Qué pasa?
―Cuando quieras repetir… ya sabes dónde estoy… ―dije sacudiéndome la polla que ya volvía a estar dura.
33
Comenzaba una nueva semana y ese lunes me levanté un poco nervioso, por la tarde tenía mi primera clase práctica con el coche y no tenía ni idea de conducir. Saludé a Mónica que estaba estudiando en el salón, preparé el desayuno y veinte minutos antes de que empezaran las clases salí de casa.
Me gustaba comportarme con Mónica con normalidad, podría haber entrado al salón y haber dicho cualquier cosa o haberme acercado para robarle un beso, pero no quería interferir más en su vida cotidiana, me gustaba que siguiera con sus rutinas, estudiando la oposición, sus ejercicios, su clase de yoga y sus baños diarios en la piscina. Bastante lío tendría ya en la cabeza con lo que estábamos haciendo.
A las dos salí puntual de la universidad, Mónica tenía la comida lista y me estaba esperando con la mesa puesta y unos deliciosos spaguettis a la carbonara. Al igual que por la mañana actué como antes de enrollarnos por primera vez, ahora, Mónica solo era mi casera, y no sé si ese comportamiento la confundía más, pero a mí me gustaba tenerla así. La noche anterior le había llamado para que subiera a mi habitación y le había esperado desnudo sentado en la cama y al día siguiente ni tan siquiera le había hecho un pequeño gesto cariñoso. Le comenté que había quedado con Elvira por la tarde para estudiar y después de recoger me fui a la habitación a echarme una pequeña siesta.
Tampoco pasó nada que reseñar con Elvira y sobre las seis y media dimos por terminada la sesión de estudio, acompañé a mi compañera a su casa y luego fui hasta la autoescuela donde daba mi primera clase práctica a las siete. Tengo que reconocer que fue un absoluto desastre y regresé a casa con la sensación que no iba a aprender a conducir en la vida.
Mónica ya estaba preparando la cena y la estuve ayudando un poco, ella enseguida notó mi desánimo.
―¿Qué tal tu primera clase?
―Pues, fatal, pensé que conducir era más fácil.
―Bueno, no te preocupes, si no has cogido antes un coche es lo más normal, es un proceso que se va interiorizando y con el tiempo te sale natural, sin pensar… ya verás…
―Eso espero…
Nos comimos los sandwiches vegetal en la mesa de la cocina y al terminar Mónica no tardó en ir a la piscina a pegarse su baño diario. Yo en cuanto llegué a la habitación me puse el albornoz sin nada debajo y bajé también. Tenía ganas de follar con ella.
Me fijé en que Mónica ya había cerrado las dos puertas de casa y otra vez había dejado las llaves puestas por dentro, que lo hiciera por la noche me parecía normal, no sabía si lo hacía por seguridad o como prevención por si nos enrollábamos y que su marido no pudiera entrar en casa. Un lunes por la noche no se iba a presentar, era evidente, aun así, Mónica era muy cuidadosa y no dejaba ningún cabo suelto, más valía prevenir que curar.
Se quedó sorprendida al verme entrar en la zona de baño, y yo con toda la tranquilidad del mundo me quité el albornoz y lo dejé sobre la silla. Desnudo me metí en el agua ante la atónita mirada de Mónica y me dirigí hacia ella. Sin decir nada, puse las manos en su cintura y me lancé a su boca, ella me correspondió el beso y bajé los tirantes de su bañador negro sacándoselo despacio por los pies. Mónica se dejó hacer y metí un par de dedos en su coño a la vez que ella me agarraba la polla comenzando a meneármela bajo el agua.
Subió las piernas para rodearme por la espalda y ella misma se puso la polla a la entrada de su coño para que la penetrara. Me encantaba que hiciera eso y siempre terminaba tomando la iniciativa en ese aspecto, luego fui yo el que dio un paso al frente y me la follé con fuerza haciendo que su culo rebotara contra la pared la piscina. Aguanté hasta que ella comenzó a temblar, previamente a su orgasmo y después me dejé llevar, corriéndome dentro de Mónica.
Y como vine me fui. Apenas fueron tres o cuatro minutos de polvo intenso y sin decir nada salí del agua, dejando a Mónica que continuara con su baño relajante, pero eso sí, ahora con mi corrida dentro y completamente desnuda.
Me pegué una ducha en mi cuarto de baño, cuando terminé me bajé al salón y esperé a Mónica en el sofá. Ella no tardó en aparecer, después de la piscina solía ducharse también y luego iba al salón a leer un rato en su ebook. Parecíamos un matrimonio, los dos sin hablarnos, yo viendo la tele y ella leyendo, hasta que sobre las diez y media le dije que me subía a dormir.
―Buenas noches…
―Buenas noches, Adrián… ―me contestó sin dejar de leer.
Satisfecho me metí en la cama disfrutando de lo que estaba pasando con Mónica. Sabía que ella ya había perdido los papeles y que me la podía follar cuando quisiera, pero tenía que ser yo el que tomara la iniciativa, porque ella no iba a venir a mí, aunque tampoco me rehusaba cuando me acercaba yo. Me gustaba actuar con normalidad para tenerla desconcertada todo el día y que Mónica no supiera en que momento iba a ser atacada, eso la mantenía en alerta constantemente y cuando follábamos ella descargaba esa tensión que había ido acumulando.
El martes no cumplí la promesa de follármela a diario, y ese día no hicimos nada, por la tarde vino a estudiar Elvira, después fui a mi clase práctica de conducir y cuando terminamos de cenar Mónica se metió en la piscina. Desde mi cama escuché cómo ella se subía casi a las diez a su habitación, me debía haber estado esperando a que bajara, pero esa noche no lo hice. Todavía me permití ir al salón para ver la tele mientras Mónica leía a mi lado en su ebook. Sobre las once de la noche me dijo que se subía a dormir y esta vez yo la contesté sin dejar de mirar la peli que estaban dando.
Al día siguiente tampoco intenté nada con Mónica y el jueves ya estaba que me subía por las paredes. Me levanté excitado, rabioso y con ganas pegarle un polvazo tremendo a la MILF que vivía conmigo. Ella debía estar igual que yo, seguramente sorprendida porque no hubiera intentando nada los dos días anteriores haciendo que la tensión sexual se fuera acumulando entre nosotros.
Ya solo teníamos que liberarla y dar rienda suelta a nuestros instintos.
Aun así, todavía me permití jugar con ella un poco más, a la hora de la comida estuvimos hablando de lo mal que me estaban yendo las clases de conducir, con lo malo que era pensé que no iba a aprobar en la vida. Mónica intentó animarme y me dijo que cuando volviera Fernando y tuviera el coche en casa podíamos hacer alguna práctica en un descampado que había y que estaba muy bien para eso. Por la tarde vino Elvira a estudiar y un rato antes de mi clase de conducir acompañé a mi amiga hasta su casa. Durante la cena lo mismo, seguí comportándome con normalidad, ayudé a Mónica a fregar y dejar todo recogido y ella me dijo que se iba a dar su baño diario en la piscina.
―Pásalo bien… lo mismo voy yo también… ―contesté insinuando que esa noche podía pasar algo.
A las nueve y media en punto bajé a la piscina, con mi albornoz y sin nada debajo, me senté en la silla esperando a que Mónica terminara su baño y ella al verme se quedó sorprendida que no entrara en el agua. Noté cómo se quedaba un poco más, a ver si de una vez por todas me animaba e iba en su busca, pero yo aguanté sin moverme, eso sí, con una empalmada que se me empezaba a hacer dolorosa.
Diez minutos más tarde Mónica salió del agua, desde luego que no era tonta y sabía que estaba jugando con ella, sobre todo cuando me quité el albornoz desnudándome en sus narices y sin decir nada me metí en la piscina y comencé a nadar despacio de lado a lado. Ella se estuvo secando el pelo con la toalla, esperando a que dijera algo, pero como no lo hice se fue con un simple “hasta luego” y yo sonreí echando la cabeza hacia atrás. Me estuve meneando la polla unos minutos bajo el agua y decidí que ya había provocado lo suficiente a Mónica.
Esperé unos minutos para que ella bajara, ya cambiada, al salón a leer en su ebook, y yo salí de la piscina, me sequé bien, pues no quería mojar nada, y me puse el albornoz por encima. Antes de ir a la habitación entré al salón y me senté en el sofá a su lado, Mónica me miró extrañada, pero siguió a lo suyo, la escena era curiosa, ella leyendo y yo viendo la tele sin nada debajo, pero no nos decíamos nada.
Entonces me desabroché el cinturón del albornoz y lo abrí de par en par luciendo mi poderosa erección. Mónica seguía a lo suyo y no se estaba dando cuenta que me tenía a su lado con la polla fuera, y así pasaron tres minutos donde yo cada vez me iba poniendo más y más caliente. Me parecía una situación súper excitante.
Al fin Mónica levantó la vista de su ebook y se encontró con mi polla a menos de medio metro, luego me miró a los ojos y yo sonreí agarrándomela para pegarme un par de sacudidas delante de ella. Me incliné sobre ella, acaricié su pelo para acercar su boca a la mía y nos fundimos en un morreo que Mónica no dudó en corresponder.
Estiró su mano para agarrarme la polla y comenzó a meneármela mientras nos besábamos desesperados en el sofá del salón. Yo metí la mano por el elástico de su pijama y por dentro de sus braguitas y alcancé su depilado coño, masturbándonos mutuamente de medio lado sin dejar de mirarnos, apoyando la frente el uno en la del otro.
La mano de Mónica se movía con firmeza hasta la base y cuando llegaba arriba me frotaba el capullo con su dedo pulgar y volvía a bajar hasta tocarme los huevos con su puño. Menudo pajote me estaba haciendo, yo apenas había logrado introducir un dedo en su mojado coño y a pesar de eso ella gemía ansiosa sin dejar de mover las caderas.
Mónica comenzó a besarme el lóbulo de la oreja y alguna vez alternaba con el cuello, comiéndomelo con intensidad a la vez que me seguía pajeando. Yo no había soltado su pelo y la guiaba en sus caricias, me encantaba que me hiciera eso y con un tirón de pelo la obligué a que bajara un poco más hasta que llegó a mis pechos y se metió uno de mis pezones en la boca.
Ahora mi polla quedaba muy cerca de su cara y fue la primera vez que vi realmente cerca que Mónica me hiciera una mamada. Yo creo que ella también estaba deseando hacérmela, supuse que para ella debía ser muy morboso meterse en la boca la polla bien dura de un jovencito de diecinueve años.
A pesar de eso, Mónica no se daba por aludida y cuando terminó con mis pezones volvió a subir hacia arriba para seguir pasándome los labios por el cuello y la oreja. Si seguía meneándomela con esa fuerza iba a correrme ya en menos de un minuto.
Otra vez tiré de su pelo hacia abajo, e intenté guiar mi polla a su boca, ella se entretuvo con mis pechos y luego bajó un poco más besuqueando mis abdominales, se estaba acercando a lo que yo deseaba, apenas estaba a diez centímetros y solté la mano con la que me pajeaba para agarrármela yo mismo sin dejar de tirar de su pelo.
Ella miró hacia arriba y comprendió lo que yo deseaba, hizo un gesto de aprobación y yo me solté la polla dejando de forzarle el pelo, ella volvió a agarrarme la polla esta vez con suavidad, casi con delicadeza sosteniéndola entre los dedos y me dio un sonoro beso en el glande. Quiso asegurarse que me había gustado lo que acababa de hacer y sobre todo ver mi cara de satisfacción.
Orgullosa por tenerme en ese estado y con increíble ternura comenzó a besarme despacio por todo el tronco de arriba a abajo y de abajo a arriba. Sus besos con la boca abierta eran adorables y se mordió los labios para contenerse de lo que estaba deseando hacer. Luego sacó la lengua y recorrió mi polla con ella hasta que llegó al capullo. Mi polla palpitó y ella me lamió el fluido que salía de mi agujero, para después continuar lamiéndome muy lento y suave como si fuera un gatito.
Cuando volvió a llegar arriba abrió la boca y me miró a los ojos, sacó la lengua para darme unos golpecitos con ella y después se dejó caer introduciéndose toda mi polla en su boca. Hizo verdadero esfuerzo para tragársela al máximo de sus posibilidades e incluso llegué a notar como rozaba con la punta en su garganta.
Luego acompasó el movimiento de su boca junto con el de su mano, me encantaban los ruiditos de fricción de sus labios contra mi verga. Tenía una boca maravillosa y su lengua húmeda y caliente, que no dejaba de jugar con mi capullo, me estaban llevando al cielo.
Su boca cada vez se movía más rápido, chupando, subiendo y bajando y los carnosos labios de Mónica iban aumentando la presión que me hacían por el tronco, entonces metí la mano por dentro de su pijama acariciando su culito, estuve unos segundos palpando sus glúteos y luego seguí descendiendo hasta llegar de nuevo a su coño.
Las caricias en su húmeda rajita todavía calentaron más a Mónica que incrementó el ritmo de su mamada, y ella se apartó el pelo de la cara para que viera bien lo que estaba haciendo. Fue un gesto más lascivo que la propia mamada en sí.
Había acompasado perfectamente el movimiento de la mano y de sus labios, y la lengua no la dejaba quieta ni un segundo, nunca me la habían comido así y yo estaba a punto de explotar. Arrastré una gran cantidad de flujo por toda la rajita de su coño hasta llegar a su culo y al borde del orgasmo le metí un dedo en el ojete.
Mónica tensó las caderas y su ceño se frunció unos segundos, pero una vez que se acostumbró a la sensación pareció que eso todavía le puso más cachonda. Y comencé a follármela. Mi dedo entraba y salía de su culo a buen ritmo, y ella no podía ni tan siquiera protestar con la boca llena.
Me rendí al movimiento de sus labios carnosos y mis huevos dieron la voz de alarma. Quise avisar a Mónica, escaparme de su boca y traté de liberarme.
Ya no podía más.
―¡¡Mónica, ahhhhhh… para, para, voy a correrme!!
Pero ella quería su premio, se había aferrado a mí y no iba a detenerse, acaricié su pelo guiando los últimos segundos de su mamada y Mónica volvió a apartarse el pelo de la cara, mostrándome su cuello desnudo, comportándose como una vulgar fulana.
―¡Mónica, ahhhhhggggg, para o me corro…!
Y tres segundos después tensé las caderas y exploté en su boca con un potente disparo que le llegó hasta la garganta, Mónica gimió y aceleró el ritmo de su paja sin separar sus labios de mi polla ni un solo instante. Su lengua siguió lamiendo mi capullo y yo no podía parar de correrme.
Aquello era glorioso, tres días acumulando leche caliente para acabar soltándola en la boca de Mónica.
No dejó de mamarme la polla hasta que no quedó ni una sola gota y luego se incorporó mirándome con cara de guarra a la vez que se lo tragaba todo. Mónica se había convertido en una espectacular y jodida puta. Tenía los ojos llorosos y la respiración acelerada, y se limpió la boca con el dorso de la mano.
―¡Ha sido la hostia, Mónica! ―dije poniéndome de pie y guardándome la polla en el calzón.
Sabía que ella no se había corrido, pero me daba igual, casi mejor, me gustaba que Mónica se quedara cachonda y subí a la habitación dejándola sola en el sofá del salón.
Al día siguiente ya regresaba Fernando de Madrid.
34
Entre las piernas de Paula, que estaba sentada delante de mí con una mini falda y pensando en la mamada que me había hecho Mónica el día anterior, estuve toda la mañana con la cabeza en otra parte. Era muy extraño, porque a pesar del affair con Mónica y el sexo salvaje con Elvira seguía pillado por mi compañera de clase y sus falditas vaqueras no ayudaban a que me olvidara de ella. No sé qué tenía esa rubia angelical que me volvía loco.
Mi relación con Mónica cada vez se estaba volviendo más adictiva y peligrosa, y por si fuera poco también estaba Elvira, con la que no sabía muy bien definir mi situación con ella, follábamos juntos, éramos amigos, y yo estaba muy bien así, pero no sabía si ella quería algo más conmigo. De momento, mi intención era seguir igual, finalizar el curso y ya para el año que viene podría plantearme algo más serio con Elvira.
A la hora del descanso quedamos varios compañeros para salir de fiesta y cenar en un wok, teníamos que aprovechar estos últimos fines de semana de abril antes de encerrarnos para estudiar los exámenes finales.
En cuanto sonó el timbre salí disparado para casa, Mónica ya tenía todo listo y nos quedamos comiendo en la cocina, charlando, como si no hubiera pasado nada el día anterior. Al terminar recogimos y nos subimos a las habitaciones a echarnos la siesta. Cuando estábamos arriba Mónica se dirigió a mí.
―Adrián… ehhhh… quería decirte, esta tarde viene Fernando… te pediría que…
―Tranquila, Mónica, no voy a hacer nada que pueda comprometerte, ya lo sabes… aunque creo que lo del otro día estuvo bien, ¿no?
―Eso es precisamente lo que no quiero que se repita, mientras él esté en casa…
Yo me acerqué a ella y rodeé su cintura antes de bajar las dos manos y ponerlas sobre su culo.
―Lo siento, es que no pude aguantarme… si te soy sincero, me dio mucho morbo follarte mientras tu marido estaba en el salón… y creo que a ti te pasó igual ―dije intentando besarla.
Mónica retiró la cara avergonzada por mis palabras, pero a mí ya no me engañaba, sabía cuándo estaba excitada y con ganas de sexo. El día anterior me había chupado la polla con una lascivia impropia de ella, y yo no había dejado que ella se corriera para seguir teniéndola bien caliente, a pesar de eso, me gustaba que todavía se siguiera resistiendo o estuviera arrepentida por lo que estábamos haciendo.
Empecé a besar su cuello, sabía que eso la volvía loca, y de un tirón fuerte los botones de su pantalón se abrieron, desabroché la cremallera de su sudadera y ella bajó la mano para agarrarme la polla por encima del pantalón. Luego nos fundimos en un beso, esta vez ya no me retiró la cara y despacio fuimos entrando en su habitación hasta que tropezamos y caímos en su cama.
Yo seguía sobando sus tetas y Mónica abrió las piernas para que me pusiera encima de ella. Jadeó en cuanto sintió mi paquete rozando su cuerpo y en un ataque de moralidad me apartó a un lado.
―Noooo, aquí, no… ―gimió en bajito―. No quiero hacerlo aquí…
Me di cuenta que se refería a la cama de matrimonio, Mónica no quería mancillar el último reducto intacto que tenía con su marido. Después de tantos años casada con Fernando follar en esa cama era como humillarle todavía más y Mónica puso un poco de cordura poniéndose de pie, y con el pantalón desabrochado me dio la mano para guiarme escaleras arriba.
Ya en mi habitación y antes de seguir le pedí que se quitara la ropa, Mónica se quedó en sujetador y braguitas en medio de mi cuarto y yo me fui desnudando despacio, sin dejar de mirarla. Cuando estaba completamente desnudo me acerqué a ella para volver a besarnos, caímos en la cama y Mónica comenzó a pajearme. Me di cuenta de que cada vez le gustaba más agarrarme la polla, lo hacía con muchas ganas y me la meneaba con desesperación mientras se mordía los labios.
Metí los dedos por el elástico de sus finas braguitas blancas con lacito, que seguramente se hubiera puesto para mí, y acaricié su coño sin llegar a penetrarla. Solo quería calentarla un poco más, pero Mónica ya estaba lista, y eso que acabábamos de empezar, estaba demasiado mojada y ella misma se desabrochó el sujetador para desnudarse de cintura para arriba.
―¡Ponte a cuatro patas! ―le pedí.
No tuve que repetírselo dos veces y ella se dio la vuelta sacando bien el culo hacia atrás. Me encantó cuando ella misma se bajó un poco las braguitas. Entonces yo se las volví a subir, colocándolas en su posición original.
―No tengas prisa, esto quiero hacerlo yo…
Mónica se quedó expectante, su respiración se había acelerado y vi una pequeña mancha de humedad en la zona del coño. Estaba tan mojada que ya había humedecido la tela blanca. Despacio fui bajando sus braguitas, haciéndolo a cámara lenta, con exasperante lentitud, quería que ella lo deseara todavía más, y terminé sacándoselas por los pies para desnudarla del todo.
Tenía el culazo de Mónica abierto delante de mí y me pregunté si alguien se la habría follado por detrás alguna vez. Era lo que me faltaba hacer con ella y abrí bien sus glúteos con la mano, para meter la cara allí, sacar la lengua y lamer su ojete.
¡Podría estar horas y horas comiéndome el culo de Mónica!
Ella se puso en tensión, no era algo que le gustara especialmente, o por lo menos con lo que se sintiera a gusto y yo lo notaba, pero también me di cuenta que se mojaba todavía más cuando lo hacía. Una pequeña gota de flujo quedó pendiente de su coño hasta que cayó en las sábanas de mi cama. Seguí lamiendo su culo con ganas intentando meter mi lengua lo más profundo en su interior y otra gota cayó en la sábana.
La frecuencia de goteo se fue haciendo mayor y le metí un dedo por el coño para lubricarlo bien y luego penetrarla el culo. Mi dedo índice desapareció en pequeño agujero y comencé un mete saca suave que pareció enloquecer a Mónica.
―¡¡Métemela ya, por favor!! ―me rogó con la voz quebrada y moviendo las caderas de lado a lado.
―¿Por el culo?
―Noooooo… eso no…
―¿Te lo han hecho alguna vez por aquí? ―pregunté sin dejar de jugar con mi dedo en su apretado ano.
―Noooo… venga, olvida eso, y métemela ya…
―¿Y no te gustaría probar conmigo? ―dije incorporándome y apoyando mi polla en su ojete.
Mónica alargó la mano para agarrármela y ponerla a la entrada de su coño, en cuanto la sintió en su sitio se echó hacia atrás y fui entrando en ella hasta que mi cuerpo chocó contra su culo. No quise insistir más en mi idea de sodomizarla, ya habría tiempo para eso, luego la agarré de la cintura y follamos con desesperación, haciendo que Mónica se corriera un par de veces antes de eyacular por sus glúteos y en su espalda.
Caímos exhaustos en la cama y yo me quedé a su lado pasando el dedo por su mojada espalda mientras Mónica me miraba detenidamente.
―No sé qué me pasa contigo, pero me vuelves loco… ufffff… por cierto, lo que te pregunté antes iba en serio… me encantaría follarte por el culo… ¿en serio que nunca lo has probado?
―No…
―¿Y Fernando no te lo ha pedido nunca?, joder, con ese culazo que tienes yo fue en lo primero que pensé en cuanto te vi…
―Sabe que eso no me gusta y no lo volvimos a hablar…
―¿Y por qué no te gusta si no lo has probado?
―Tuve un novio antes que él, estuvimos saliendo un par de años, y él sí me lo pidió muchas veces…
―¿Y no lo hiciste?
―Lo intentamos en varias ocasiones, pero no podíamos, me dolía mucho, y al final él se puso tan pesado que fue uno de los motivos por los que se fue enrareciendo nuestra relación, hasta que lo dejamos… a ver… no lo dejamos solo por eso… pero influyó.
―Entiendo, aunque también me pongo en su lugar, cualquiera que tenga este culo delante intentaría follártelo, yo no sé cómo Fernando se ha podido resistir, además, creo que te gusta, por lo menos cuando juego con mi lengua o un dedo, ¿no?
―Bueno… va a ser mejor que me vaya, quiero descansar un poco ―dijo cambiando de tema y sentándose en la cama―. Uffff… voy a tener que pegarme una ducha, ¡cómo me has puesto!
―¿No te gusta que me corra encima de ti?
Ella me miró con deseo, me gustaba esa cara que se le ponía de satisfacción después de haber tenido dos intensos orgasmos.
―Claro, que me gusta…
Me incorporé en la cama con la polla dura y me recosté hacia atrás pegando la espalda en el cabecero.
―¡No te vayas todavía!, ahora estás guapísima con la cara encendida, el pelo revuelto y mi corrida encima de ti…
―¿Tienes ganas de más?
―Sí, lo mismo que tú, ¿o te crees que no me doy cuenta?
Mónica se volvió a subir a la cama, poniéndose de rodillas delante de mí, apoyó las manos en mis muslos y se apartó el pelo echándoselo hacia un lado antes de darme un beso en la polla.
―Uffff, ¿vas a chupármela?
―¿Te gustaría? ―dijo sin dejar de besarme por todo el tronco y mirándome fijamente a los ojos.
―¡¡Me encantaría!!
Luego se abandonó a la lujuria metiéndose toda mi polla dentro. No le importó que en un par de horas su marido fuera a regresar a casa y me hizo una increíble mamada hasta que me corrí en su boca.
¡Fue delicioso!
Creo que cuando Mónica salió de mi habitación no tardé ni un minuto en quedarme dormido en la misma postura en la que ella me había dejado.
Desperté un rato más tarde, estaba como en una nube, no sabía ni qué hora era y pensé que lo que había pasado había sido un sueño, pero no lo fue. Intenté concentrarme y olvidarme de Mónica, me puse a estudiar un par horas, y luego salí a correr un rato por los alrededores del chalet. Cuando volví subí rápido a la habitación, me pegué una ducha y estuve esperando para llegar puntual a la cita con mis compañeros de universidad.
Antes de salir del chalet me encontré cenando en la cocina a la parejita.
―Hola…
―Hola, Adrián, ¿qué tal va todo? ―me preguntó Fernando.
―Bien, como siempre, voy a salir un rato de fiesta.
―Eso está muy bien, por cierto, me ha comentado Mónica que te estás sacando el carnet de conducir y que ya estás con las prácticas…
―Sí, pero no se me da muy bien, no sé yo si voy a aprobar alguna vez.
―¡Que sí, ya lo veras!, al principio parece muy difícil, pero luego es como andar en bici, te sale sin pensar…
―Pues a ver si es verdad, porque soy demasiado torpe… tengo que soltarme mucho todavía.
―Bueno, si quieres podemos ayudarte ―me dijo Fernando―. Algún día vamos al estadio y hacemos alguna práctica, a mí no me importaría enseñarte…
―Jo, pues muchas gracias, te lo agradecería…
―Cuando quieras, dímelo y sin compromiso vamos un rato…
―Te tomo la palabra, Fernando.
Mónica permaneció callada durante la conversación, Fernando era muy buena gente y me había ayudado muchísimo desde que estaba en su casa, y en ese momento me supo mal lo que estábamos haciendo su mujer y yo. El pobre no se podría imaginar ni lo más remotamente que unas horas antes Mónica me la había estado chupando en mi habitación hasta correrme en su boca.
Por suerte para mí, le veía muy poco, y ese sentimiento de culpa no había ido creciendo con el tiempo. Me estaba comportando como un cerdo con él, pero al fin y al cabo no era más que un pobre estudiante de diecinueve años, con las hormonas revolucionas, que estaba cachondo todo el día y que tenía la oportunidad de follarse a una MILF como Mónica.
¿Quién no lo habría hecho?
Esa noche de viernes me olvidé de todo durante unas horas, solo quería disfrutar y pasármelo bien con mis amigos, estuvimos cenando en un wok, luego fuimos a jugar al ocalimocho y terminamos la noche bailando en “El jardín del Edén” hasta la hora del cierre. Antes de volver a casa fuimos a desayunar churros con chocolate caliente, habíamos aguantado hasta el final, Sergio, Laura, Elvira, Iván, Pablo y yo.
Después acompañé a Elvira a casa, cuando la dejé en el portal ya eran más de las ocho y media y nos despedimos con un pequeño morreo como si fuéramos novios. Llegué al chalet a las nueve de la mañana, estaba cansado, pero me encontraba bien, llevaba sin beber casi cinco horas y ya se me había pasado la borrachera.
Al entrar me encontré a Mónica en la cocina, ya llevaba estudiando desde las siete y se estaba preparando el desayuno. Vestía con unas mallas grises de andar por casa y un jersey negro y viejo ajustado de cuello alto.
―Buenos días… ―dije en bajito.
―Buenos días, anda, que vaya horas, ¿quieres un vaso de leche caliente? ―me preguntó Mónica.
―No, ya he desayunado… ¿y Fernando?, ¿no se ha levantado todavía?
―No, sigue en la cama… ya sabes que aprovecha el finde para recuperar el sueño acumulado, entonces, ¿no quieres la leche?
―No, que venimos de la churrería ―contesté acercándome a ella por detrás y pegando mi polla contra su culo―. Me apetecería más otra cosa…
―¡Adrián, para! ―dijo ella girándose rápidamente.
―¡Es que es solo verte y mira cómo me tienes ya! ―señalé hacia abajo con la mirada para que ella viera el bulto de mis pantalones.
Apoyé las manos en su cintura y me acerqué para darle un pequeño pico en los labios que Mónica me correspondió tímidamente vigilando la puerta.
―Vale ya…
―Venga, uno rapidito, no voy a durar nada ―dije pegándome otra vez a ella mientras le desabrochaba el cordón de las mallas.
―Adrián, no, ¡joder, para! ―se puso seria cuando intenté tirar de sus mallas para abajo―. Vete a dormir ya… ―me recriminó en bajito.
―Como quieras ―dije susurrando en su oído acompañado de un beso en la mejilla.
Menos mal que Mónica había puesto la cordura que a mí me faltaba, porque mientras subía a la habitación me crucé con Fernando por la escalera. Me puse nervioso solo con pensar en lo que habría pasado si él se hubiera levantado dos minutos antes o si Mónica se hubiera dejado llevar abandonándose a nuestros instintos.
Fernando nos hubiera pillado en la cocina mientras embestía a su mujer desde atrás.
Por un lado me dio que pensar, Mónica tenía razón y no podíamos seguir jugando con fuego, pero por otro lado llegué a la habitación con la adrenalina disparada.
¡Menuda sensación de euforia!
Me gustaba el riesgo, aunque tenía que tener más cuidado, controlar la situación, estaba bien dejarse llevar, pero con unos límites. Por una tontería Fernando nos podía haber descubierto y las consecuencias habrían sido muy importantes, tanto para Mónica como para mí.
Con las pulsaciones aceleradas por lo que acababa de pasar me costó dormir, puse el despertador a las dos en punto y en cuanto sonó salté de la cama para pegarme una ducha y bajar a comer. Me estaban esperando Mónica y Fernando y durante la comida estuvimos hablando de mi carnet de conducir y de lo que íbamos a hacer por la noche.
―¿Tenéis planes hoy? ―les pregunté yo.
―Sí, hoy vamos a cenar donde nuestros amigos Sandra y José ―me contestó Fernando―. ¿Y tú? ―Nosotros hemos vuelto a quedar, pero hoy vendré más prontito a casa o voy a estar toda la semana hecho unos zorros…
―Vosotros sois jóvenes, estáis en edad de salir y pasarlo bien…
―Sí, pero ya nos quedan pocos fines de semana de fiesta, en mayo hay que ponerse serio con los estudios que los exámenes están a la vuelta de la esquina.
―Seguro que te va genial, como en el primer cuatrimestre.
Mónica se mantenía al margen de la conversación, me había dado cuenta que desde que habíamos comenzado a enrollarnos estaba mucho más cohibida delante de su marido y apenas hablaba, yo intentaba actuar con normalidad, pero a ella se le notaba más, o eso me parecía a mí. Se comportaba seria y distante conmigo y eso podría hacer sospechar a su marido que algo pasaba entre nosotros. Tendría que hablar con ella.
Al terminar de comer Fernando nos dijo que se iba a acostar un poco en el sofá y yo me quedé recogiendo la cocina con su mujer. Apenas tardamos diez minutos e igual que el pasado fin de semana subimos a la habitación para echarnos la siesta. Yo volví a abordar a Mónica en medio del pasillo, justo debajo del marco de la puerta de su cuarto.
―Espera, Mónica…
―¿Qué pasa?
―Solo quería disculparme por lo de esta mañana y también decirte que… bueno, cuando estamos delante de tu marido estás demasiado seria, tienes que cambiar un poco eso o Fernando podría darse cuenta de… bueno… ya sabes.
―¿Tanto se me nota?
―No sé, lo mismo son imaginaciones mías, pero intenta participar más de la conversación, estar más simpática, no sé, cosas así…
―Vale, lo tendré en cuenta… perdona… es cuando estamos los tres no estoy nada cómoda…
―Ya, ya me he dado cuenta.
―Bueno, luego nos vemos…
―Ehhhh… espera, espera, no te vayas ―dije sujetándola por el brazo.
―¿Qué quieres?
Nos quedamos frente a frente, mirándonos, nuestras bocas estaban a apenas diez centímetros y pegué mi cuerpo contra el suyo, bajé las manos para sobar bien su culo por encima de las mallas de deporte y Mónica miró en dirección a la escalera.
―Otra vez no, Adrián…
―Shhhhh… tu marido está dormido ―dije con voz sensual cerca de su oído mientras metía las manos por dentro de sus mallas acariciando directamente la piel de su culo.
―Espérate, solo un día más y mañana…
―No puedo esperar a mañana… me tienes loco, todavía estoy pensando en lo de ayer y… ufffff, fue una pasada.
Sin querer bajó su mirada unos instantes para comprobar el bulto que lucía bajo mi pantalón y otra vez le entraron dudas.
―No voy a hacerte eso, ahora…
―Da igual, hazme lo que quieras, pero no me dejes así…
Rápidamente bajó las manos desabrochando la cremallera de mi pantalón vaquero e introdujo los dedos por el calzón para agarrarme la polla.
―¡Te voy a matar! ―dijo sacándomela y comenzando a hacerme una paja en medio del pasillo.
―¡¡Joder, qué bueno!!
Era terriblemente morboso que me masturbara mientras su marido dormía la siesta en el salón, yo no dejaba de acariciar su culo y Mónica miraba continuamente por las escaleras sin dejar de menearme la polla. Pasé un dedo por sus labios dibujando el contorno y Mónica abrió un poco la boca.
Se notaba que estaba nerviosa y… demasiado excitada. Luego acaricié su mejilla y le introduje el pulgar en la boca un centímetro. Mónica sacó la punta de la lengua para rozar mi dedo y aumentó el ritmo de su paja estrangulándome la polla con fuerza.
Todavía no quería correrme y detuve el movimiento agarrando su antebrazo.
―Shhhh, más despacio…
Con la mirada me imploró un poco de compasión, sabía que la tenía en mis manos y podía hacer con ella lo que quisiera. Mónica ya no era dueña de su cuerpo.
Ahora mandaba yo.
Empujé con el pulgar metiéndoselo hasta el fondo de la boca y ella me lo chupó como si estuviera lamiendo una polla. Con la otra mano no dejaba de acariciar su culo y Mónica me seguía masturbando, pero mucho más despacio. Estábamos perdiendo la cabeza. Aun así, Mónica miraba de vez en cuando en dirección a la escalera, por si venía su marido. No sé si hubiéramos escuchado la puerta del salón si él se hubiera levantado, pero como poco nos habría puesto en serios problemas.
Se me había pasado rápido el susto de la mañana, cuando casi nos pilla en la cocina, en aquella época era un puto inconsciente que pensaba con la polla y Mónica estaba desatada, sumida en una espiral de lujuria disfrutando del sexo como no lo había hecho en su vida.
Sacó la lengua y me la pasó por el dedo de arriba a abajo varias veces, sin dejar de mirarme a los ojos. Apenas protestó cuando bajé las dos manos y tiré suave de sus mallas lo suficiente como para desnudar su culo.
―Adrián, nooooo…
―Tranquila, no voy a follarte…
Hice que se diera la vuelta y apoyé a Mónica contra la pared, luego me puse detrás de ella y le metí la polla entre las piernas. Mónica intentó ahogar ese primer gemido y sacó el culo más hacia fuera. Me la podría haber follado en ese momento, pero me gustaba jugar con ella, hacérselo desear más, tenerla excitada, rabiosa. Cachonda.
Sus dos increíbles glúteos atraparon mi polla, y yo comencé a moverme delante y atrás, como si me estuviera haciendo una paja con el culo, algo parecido a una cubana con sus tetas. Cuando embestía hacia delante aparecía mi capullo por arriba y luego volvía a desaparecer perdiéndose entre aquellas dos masas de carne caliente.
Con las manos hacía fuerza en sus glúteos, empujando hacia dentro para que hicieran más presión en mi polla, que se deslizaba suave en una sensación placentera y maravillosa. Luego volví a meterla entre sus piernas y esta vez fueron sus labios vaginales los que me envolvieron la verga notando el calor que desprendía el coño de Mónica y lo mojada que estaba.
Noté cómo se me iba empapando el tronco a medida que me iba frotando contra ella, Mónica cada vez sacaba el culo más hacia fuera y ya no podía reprimir unos pequeños gemidos ahogados mientras mi polla se deslizaba en su coño cada vez más deprisa. Mónica movía ansiosa y con desesperación las caderas y bajó una mano para agarrarme la polla.
―¡¡Mmmmmm… métemela!! ―susurró en bajito casi en un gemido.
―Shhhh, no te muevas, te prometí que no te iba a follar… ―dije cogiéndome la polla y golpeando con ella despacio en sus glúteos―. Si la quieres… te la meto por el culo ―abrí sus glúteos apoyando mi verga en su ano.
Empujé hacia delante haciendo presión y Mónica cerró los ojos dejándose hacer. Ese quizás fue el momento en el que Mónica perdió el control de la situación y yo me hice el dueño y señor. La muy puta estaba dispuesta a dejarse sodomizar en medio de la escalera mientras su marido dormía la siesta en el salón.
Dejé caer un salivazo entre sus nalgas y restregué mi polla en su pequeño ano empujando suavemente.
―¿Quieres que te dé por el culo?
―Noooo, eso nooooo…
Mónica abrió la boca buscando un poco de aire y sacó las caderas hacia atrás. Me ofrecía su culo para ser follado a pesar de que me estaba diciendo que no. Entonces me guardé la polla en los pantalones, dando por finalizada la sesión y le di un pequeño azote en su glúteo derecho.
―Otro día, hoy es demasiado arriesgado, cuando te folle el culo vas a chillar como una cerda… y no queremos despertar a tu marido, ¿no? ―musité cerca de su oído para que notara mi respiración mientras le metía un par de dedos en el coño―. Joder, no voy a poder ni hacerte un puto dedo, o esto va a ser un escándalo, ¡mira cómo chapoteas! ―dije penetrándola cuatro o cinco veces.
Saqué la mano de debajo de sus piernas y me limpié los dedos pasándoselos por la suave piel de su culo. Luego le subí el pantalón e hice que se diera la vuelta quedando frente a mí. Mónica estaba con las mejillas encendidas y no se atrevía ni a mirarme. La sujeté por la barbilla y besé tímidamente sus labios en un pico que ella no me correspondió.
Me subí a mi habitación con un buen calentón, pero sabiendo que había dejado a Mónica en un punto de no retorno en el que ya no podría decirme que no a nada.
Ahora era mía.
35
No se puede salir de fiesta tan cachondo como estaba yo. Es verdad que lo de Mónica en las escaleras unas horas antes había sido un juego, dejándola justo donde yo quería, pero uno no es de piedra y me había tenido que contener mucho para no follármela.
Aquella noche, bebí, bailé, salté y me lo pasé en grande, descargando la tensión sexual que tenía en casa y estuve pendiente de Elvira cada segundo. Iba demasiado rockera con unos shorts cortos, medias de rejilla, botas militares, un top negro con el que nos enseñaba su nuevo piercing en el ombligo y su melena rubia suelta con un cardado muy peculiar. Parecía una felina.
Ella también estaba desatada, bailó con Pablo varias veces, moviéndose sensualmente al ritmo de la música. Cada vez que terminaba la canción y volvía con nosotros me echaba unas miraditas que me fueron derritiendo poco a poco. Tampoco me quería quedar hasta muy tarde, la noche anterior ya nos habíamos ido a dormir de empalmada y sobre las tres de la mañana consideré que ya era hora regresar a casa.
Me acerqué a Elvira y le dije que me marchaba, que si me quería acompañar a casa, me contestó que sí con la cabeza y recogió su chupa de cuero que estaba en el montón de abrigos que el resto de compañeros habíamos ido dejando en unos asientos. Nos despedimos y salimos del bar agarrados de la mano.
Fuimos hasta el chalet con los dedos entrelazados, aunque nos paramos varias veces por el camino para morrearnos en el primer sitio en el que pillábamos. Cuando llegamos yo iba con una empalmada tremenda y al cruzar la puerta vi que había luz en la cocina.
Entramos juntos Elvira y yo y Mónica se estaba tomando una infusión antes de acostarse, habían estado en casa de sus amigos y la noche también se les había alargado más de la cuenta.
―Hola, ¿estás bien? ―pregunté yo.
―Sí, me estaba tomando una valeriana antes de dormir, ¿y vosotros qué tal?
―Hola ―dijo Elvira con timidez detrás de mí sin soltarme la mano.
―Hola, Elvira.
―Vamos a bajar a la bodega un rato… ―advertí a Mónica―. Quizás nos peguemos un baño… ¿te apetece? ―pregunté a Elvira mirando hacia atrás.
―Sí, ¿por qué no?
―Bueno, mañana nos vemos…
―Buenas noches ―se despidió Mónica de nosotros.
Al llegar a la planta baja fuimos directamente a la piscina, y nos besamos sentados sobre la hamaca. Tenía la polla a punto de reventar, pero solo podía pensar en Mónica que estaba sola en la cocina.
―Debería subir a por unas toallas o el albornoz, antes de que nos metamos al agua…
―Vale, vete a por una toalla, yo me voy a ir metiendo… no tardes… ―dijo Elvira dándome un muerdo y comenzando a quitarse el top.
Estuve unos segundos mirando cómo se desnudaba para mí, tenía ganas de ver sus inmensas tetazas, que no tardaron en aparecer delante de mis narices, luego se desabrochó los shorts, quedándose tan solo con las medias de rejilla y un pequeño tanga debajo.
―Pareces una fulana con esas medias…
―¿No te gustan?
―Me encantan, ¡te las arrancaría con los dientes!… ¿te meterías al agua con ellas?
―Jajaja, noooo…
―Pues me gustaría que lo hicieras… me daría morbo…
―¿Ah, sí?… anda, sube a por la toalla… ―dijo quitándose las medias y el tanguita.
―Ahora vuelvo…
Por supuesto que antes de subir a mi habitación volví a pasar por la cocina, todavía estaba Mónica que ya estaba de pie dejando el vaso de la infusión en el fregadero. Me acerqué a ella por detrás y puse las manos en su cintura.
―Perdona por haber traído a Elvira, ya sé que no te gusta…
―Me voy a dormir ―me contestó Mónica sin darse la vuelta ni mirarme a la cara.
―Espera, no te vayas así, ya te lo dije la otra vez, hago esto para actuar con normalidad, no quiero que Elvira sospeche nada de lo nuestro… y mucho menos Fernando.
―Vale, lo que tú digas…
―No te enfades, por favor… ―dije girándola para que se quedara frente a mí y poniendo las manos en su cintura―. Me encantaría follarte ahora mismo, todavía me dura el calentón por lo de esta tarde ―susurré en bajito en su oído agarrando su mano para ponerla sobre mi paquete.
Mónica cerró los dedos agarrándome el tronco y me pegó un par de sacudidas por encima del pantalón.
―Mañana vamos a follar como animales… ―dije acercándome a ella para darle un pequeño beso en los labios que ella no me correspondió―. Tengo que irme ya, Elvira me está esperando en la piscina… ―comenté a Mónica bajando la cremallera del pantalón y sacándome la polla.
Se contuvo las ganas de empuñarme la erección. Sabía que esa noche mi polla no era para ella, y yo me acerqué desafiante, pegándome contra su entrepierna.
―Si quieres te dejo que me la chupes unos segundos… ―dije tirándola con fuerza del pelo.
Pensé que me iba a mandar a la mierda inmediatamente, pero se quedó unos segundos sumisa, pensando en lo que hacer. Estaba más necesitada de polla de lo que me imaginaba. En nada se parecía ya a la Mónica de unos meses atrás cuando llegué a la casa. Aquella mujer seria, con clase, educada y discreta se había transformada en una jodida puta.
Había conseguido sacar la zorra que llevaba dentro.
―Tienes veinte segundos… ―humillé a Mónica mirando el reloj y entrando en el menú para poner el cronómetro―. Cuando quieras empiezo la cuenta atrás…
―¡Me pones de mala hostia cuando te comportas como un imbécil!, ¡eres un puto niñato!
―Veinte segundos ―repetí sacudiéndomela delante de ella.
―Ya tienes quién te la coma esta noche, ¿no?
Puse el cronómetro en marcha y un ligero pitido le indicó a Mónica que había comenzado la cuenta atrás.
―20, 19, 18… ―conté soltando su pelo.
Ella me agarró la polla mirándome fijamente a los ojos, en aquel momento me odiaba. Pero sabía que iba a hacerlo.
―15, 14…
―¡Eres un cabrón!
Se puso de cuclillas delante de mí y sin más miramientos se la metió en la boca metiendo y sacándosela con ansia varias veces.
―¡Joder, uffffff!, más despacio… diossss… ―exclamé.
Me temblaron hasta las piernas, y tuve que apoyarme en la encimera de la cocina. Cinco, cuatro, tres… y cuando llegó la cuenta atrás a cero volví a cogerla por el pelo y tiré hacia atrás dejando a Mónica sin mi caliente verga. Yo creo que si la dejo diez segundos más hubiera terminado explotando en su boca. Ella me miró suplicante con un pequeño hilo de saliva que unía sus labios con mi polla.
―Me están esperando… ―le dije a Mónica guardándomela en los pantalones y dejándola agachada en medio de la cocina.
Tampoco quería ir con la polla fuera por toda la casa, me imaginé que Fernando estaría durmiendo, sino Mónica no me la habría chupado, pero por si acaso prefería taparme, para subir a mi habitación antes tenía que pasar por delante de la del matrimonio y cualquier precaución era poca.
Regresé a la piscina con dos toallas y el albornoz en la mano, no quise volver a entrar en la cocina, o hubiera terminado follando con Mónica, llevaba un calentón desmesurado y Elvira me estaba esperando dentro del agua. En cuanto me vio llegar subió por la escalera mostrándome su look.
La muy zorra estaba desnuda, se había quitado el tanguita, pero se había vuelto a poner las medias de rejilla solamente y así se había metido en la piscina. Orgullosa de su cuerpo, se quedó unos segundos para que la viera bien, se le insinuaba el coño entre los huecos de sus medias y en ese momento, con el pelo mojado y esas pintas que llevaba me entraron unas ganas locas de follármela.
Tranquilamente me fui quitando la ropa y me metí despacio en la piscina, también me gustaba que Elvira viera la tremenda erección que lucía. En cuanto entré en el agua ella se acercó a mí rodeándome el cuello con los brazos y dándome un vulgar morreo.
―Vamos, te estaba esperando… mmmmmm… has tardado mucho…
―Es que me he quedado unos segundos hablando con Mónica…
―¿Ah, sí? ¿y qué te ha dicho?
―Nada, pero una cosa ha llevado a la otra y… me la ha terminado chupando en la cocina ―le dije a Elvira que se tomó mi confidencia como una especie de fantasía.
Por supuesto que no se lo creyó.
―¿Te la ha chupado?, mmmmm… ¿y lo hacía bien? ―musitó con voz sensual continuando con el juego.
―De maravilla, por eso he venido con la polla tan dura… pero no me he corrido, la he dejado en cuclillas en medio de la cocina con ganas de más, prefería follar contigo…
―Mmmmm, me encantaría haberlo visto… me habría puesto a su lado para ayudarla, ¿alguna vez te la han comido dos tías a la vez?
―No, ¿tú has hecho eso?
―Puede… ―dijo bajando la mano para agarrarme la polla.
―¡Joder, qué puta eres!
―¿Te hubiera gustado follarte a Mónica en la cocina?
―Mmmmm… sí, claro… pero habría llegado hasta el final y me hubiera corrido antes de volver contigo…
―¿Te hubieras corrido con ella antes que conmigo? ―dijo Elvira con un tono meloso mientras me meneaba la polla.
―Por supuesto.
―En ese caso no me hubiera importado, yo si tuviera polla también me gustaría follarme a una zorra como Mónica, entiendo que te dé tanto morbo…
―Te pone hablar de ella, ¿eh?
―Sí ―gimió acercándose a mí.
Bajé las manos y tiré con fuerza de sus medias de rejilla desgarrándolas por la zona del coño. Me hubiera gustado escuchar el sonido de la tela rasgarse, pero debajo del agua no percibimos nada. Elvira me rodeó la cintura con sus piernas reposando mi polla en la entrada de su coño.
―¿Qué te gustaría hacer con ella?… ahhhhhgggg… ―me preguntó mientras comenzaba a penetrarla poco a poco.
―Me gustaría hacer de todo, follármela por toda la casa, correrme en su cara, metérsela por el culo…
―Mmmmmm… sigueeee…
―Follar con ella en un sitio público, en su cama, que me hiciera una mamada en el cine, comerle el ojete mientras su marido duerme la siesta, hacer un trío con ella y contigo y mientras te follo a cuatro patas ver cómo lames bien su coñito, ¿eso te gustaría?
―Joder, ¡qué cachonda me estás poniendo!… ahhhhhhhgggggg…
Y abrazados seguimos follando en la piscina fantaseando con Mónica hasta que me corrí dentro de Elvira sin cambiar de posición.
Fue una auténtica gozada de polvo.