KERANOS

Pese a estar de espaldas, sabía perfectamente quien era por su cuerpo delgado con ese culo despampanante y ese pelo rubio peinado con dos moñetes en forma de bolas a cada lado de la parte superior de su nuca. Irene fue la que confirmó mi deducción de quién era, aunque como digo, no la necesitaba, con ese saludo: «Ángela, preciosa, qué ganas tenía de verte. Pasa y nos tomamos un café».

Me oculté retrocediendo unos pasos para que las plantas que habían pegadas a la valla me taparan y mi amiga no me pudiera ver. Oí como se cerraba la puerta y miré de nuevo hacia adentro, viendo que ya no había nadie. Seguí mi camino mientras pensaba en Ángela. Aún me dolía todo aquello y la echaba de menos. Me jodía mucho no poder estar con ella como estábamos años atrás, como estaba en ese momento con Irene, por ejemplo. Y no era por lo de poder hacer con ella cosas sexuales en presencia de Elena, aunque aquello parecía haber tenido su fin. Lo decía por poder compartir tiempo con ella como dos buenos amigos, como la hacía con Irene.

Angustiado recordando esas semanas en las que Ángela volvió a mi vida y como trastocó mi círculo, ya fuera con ese encontronazo con Elena, que ocasionó un ataque de celos y una situación desagradable; provocando en mí sentimientos extraños que no entendía al hacer esa declaración de todo lo que pensaba y sentía por mí, desde que empezamos a vernos más en los tiempos de la universidad, hasta esos momentos previos a su marcha; con los momentos que pasaba con Irene y Mario de por medio también; seguí mi camino, pero en realidad lo que hice fue dar la vuelta a la manzana porque tenía pensado en ir a ver a otra amiga, a Sofía.

Sabía que estaba en su casa porque nos dijo que el fin de semana anterior se iba a casa de su madre para estar con ella y que esa semana siguiente se quedaría en la ciudad, trabajando de forma telemática, parecida a la que tenía yo, pero haciendo varías conferencias. Pese a saber que podría estar trabajando, decidí ir a su casa porque no me apetecía estar solo y necesitaba hablar con alguien, por lo que fui hasta mi casa para coger el coche e ir hacia la suya, ya que pillaba lejos en realidad, como bien conocía porque supuestamente aquella iba a ser mi casa. Una vez aparqué, me bajé del coche y llamé a la puerta. Me abrió enseguida, sorprendiéndose de verme ahí, aunque alegrándose también. Me hizo pasar y me dijo de tomar un café, pero yo me negué porque ya había desayunado dos veces y a ese paso me iba a poner malo.

La sorpresa viendo cuando entrando, ya casi en el salón, oí a una mujer preguntar quién era. En el sofá se encontraba una mujer muy parecida a Sofía, imaginando yo que era su madre. Y así fue, porque Sofía me la presentó como tal.

S: Javi, ésta es Nadine. Es mi madre.
J: ¿Nadine? Encantado.
N: Sí, así me llamo. Encantada. Sofía, ¿quién es este chico tan guapo? ¿Por fin te has echado novio?
S: No, mamá… -dijo algo cortada.

Estuvimos hablando un poco y me empezaron a contar. Nadine era una mujer francesa que se vino a vivir a España. Según me contó, ella venía mucho en verano a España de vacaciones cuando era niña, con sus padres y resultó que tanto ella como sus padres se enamoraron del lugar en el que veraneaban, tanto que decidieron irse a vivir a esa ciudad costera. Allí empezaron una nueva vida, lejos de casa, pero felices de poder vivir en aquel lugar tan diferente de su hogar y que tanto amaban. También me contaron como se quedó embaraza con 17 años de Sofía, de un chico del que se enamoró, pero que lamentablemente se tuvo que ir en busca de trabajo a otro país junto a toda su familia, produciéndose una historia similar a la suya, aunque ese chico se fue por obligación más que por otra cosa. El problema fue que no sabía que estaba embarazada hasta que fue demasiado tarde para poder contárselo, porque ya se había ido. Nadine quería tener al bebé porque quería mucho a ese chico y pensaba que algún día se volverían a ver y sabía que le haría mucha ilusión encontrar un hijo suyo, pero lamentablemente no fue así, ya que no volvió a saber nada más de él.

Sorprendentemente para mí, no lo contaban con aire triste, algo de nostalgia si acaso, pero desde luego no como un recuerdo que quisiera evitar. Sofía se había criado sin padre, aunque su abuelo actuó como tal, por lo que por esa parte no hubo problema. En varias ocasiones en aquella conversación dijo que estaba muy agradecida de tener la familia que tenía pese a no haber conocido a su padre, al cual no tenía rencor ni ningún pensamiento negativo. Entendía perfectamente el motivo de su marcha debido a la situación delicada de aquel momento para él y su familia por lo que le contaba su madre. De nuevo, Sofía agradecía la familia que tenía, ya que los padres de Nadine no se opusieron en ningún momento a que tuviera al bebé, ayudándola a criarla y demás. Además, Sofía no para de decir lo orgullosa que estaba de su madre, ya que sus abuelos se empeñaron en que siguiera con sus estudios, pero ella tenía un pensamiento más maduro y decidió dejarlo para trabajar y no tener que depender tanto de sus padres, cuidado de su hija todo lo que podía hasta que se tenía que ir a trabajar. Según Sofía, echaba muchas horas y se partía el lomo para que no le faltara de nada, teniendo siempre buena ropa, buena comida y regalos para su cumpleaños y Navidad.

Verlas hablar y contarme así su historia, con esa manera de quererse, me hizo olvidar ese pequeño bajón que tenía por haber visto a Ángela. La mujer era muy extrovertida, preguntando sin cortarse un pelo acerca de mí, de cómo nos habíamos conocido y demás. Entre Sofía y yo le contamos cómo nos habíamos conocido, cómo nos habíamos hecho amigos y el grupillo de amigos que tenía ahora. Nadine nos miraba encantada, se le notaba que le gustaba lo que oía.

Mientras Sofía le contaba, yo pude centrarme en mirarla bien, apreciando que era una mujer bastante atractiva. Para sus 49 años, aparentaba bastante menos. Físicamente era muy parecida a Sofía por obvias razones, salvo en la cara. No se parecían demasiado para ser madre e hija, por lo que supuse que Sofía había salido a su padre en ese aspecto. Nadine era una mujer alta, aunque no tanto como su hija, pero en lo demás sí que se parecía a ella bastante, con un cuerpo esbelto, con buenas tetas, no muy caídas para la edad que tenía, pudiéndolo notar al no llevar sujetador, apreciando hasta como se le marcaban los pezones. De cara era guapa, aunque para mi gusto Sofía lo era más. Nadine tenía unos grandes ojos negros, al igual que su pelo que llevaba con el mismo estilo que su hija, con un afro algo más grande, de color negro, al contrario que su hija, que lo llevaba castaño. Como ya he descrito en alguna escena, es un peinado que me gusta bastante en una chica y a Nadine le quedaba muy bien. A sus ojos le acompaña una nariz achatada y una gran boca con unos labios bastante carnosos. Lo último que pude ver de ella fue su culo cuando se disculpó para ir a darse una ducha, y entonces pude ver que sí que tenía un cuerpo muy similar al de Sofía, siendo casi una copia la una de la otra.

-¿Qué te pasa, Javi? -me preguntó mi amiga.
-Pues poca cosa. He venido a ver a mi madre y he aprovechado para venir a verte a ti.
-¿Y por qué estás así de tristón? ¿Hay problemas con la familia? ¿Todo bien con Elena? ¿Es por lo de la última vez? Yo…
-No, no. No es por nada de eso, tranquila. Todo está perfecto.
-¿Entonces?
-¿Tanto se me nota?
-Bueno, siempre que te he visto has estado muy sonriente y muy alegre. Hoy, sin embargo…
-Vaya. Pues bueno, algo hay, pero no es para tanto…
-¿De qué se trata?
-¿Recuerdas la chica de la que hablamos en mi casa? ¿Esa de la que te habló Irene?
-Ajá. ¿Qué pasa?
-Pues que he ido a casa de Mario para ver a Irene y estar un rato con ella y justo he visto a esta chica en la puerta.
-¿Y ellas te han visto?
-No.
-¿Y por eso estás triste?
-Bueno… Es que triste no sé… Me da rabia que la cosa haya acabado así. Consideraba a esa chica una muy buena amiga y me jode mucho que la cosa no pueda ser como antes.
-Pero Javi, es que tienes que entender que ella no te quiere ver.
-Pero…
-Es muy fácil de hecho. Ella está enamorada de ti. Imagínate que tú estás enamorado de Elena, pero ella de ti no y te dice de no querer nada contigo. ¿Cómo estarías?
-Me volvería loco.
-¿Aguantarías verla sin besarla, sin abrazarla, sin dejar de mirarla, sin decirle a cada rato lo que sientes por ella?
-Joder, no.
-Pues esto es lo mismo para esa chica.
-Ya. Lo entiendo, pero eso no deja de hacerme sentir mal por no poder estar así con ella. Supongo que soy un egoísta.
-No, no lo eres. Es completamente normal que quieras volver a tener a esa amiga. Se ve que la aprecias y que ha pasado muy buenos momentos con ella.
-Así es. Y tampoco entiendo por qué se pone así cuando en su día estuvo enamorada de mí y no me dijo absolutamente nada, aguantando todos esos años…
-¿Seguro que no lo sabes?
-En su día me dijo que no lo hizo porque le gustaba mucho estar conmigo y no quería arriesgarse a decírmelo para no espantarme. Prefirió seguir así a intentarlo.
-¿Ves? Y eso es algo muy admirable, aunque pueda parecer tremendamente cobarde. Eso demuestra la increíble fuerza de voluntad que tiene. Eso de aguantar estar cerca de la persona de la que estás enamorada, sabiendo que él no busca lo mismo que tú y que además se ve con otras tiene que ser muy duro. Vamos, es que veo completamente normal que se haya ido ahora. Imagino que sabe de sobra lo que duele y lo que quema eso y ha decidido quitarse del medio para que ninguno sufra.
-Ya veo.
-Yo en su lugar lo hubiera dicho de primeras. No aguantaría estar así, la verdad. ¿Y tú?
-¿Yo? Yo no sé qué pensar ya…
-Joder, pero, ¿para tanto es? Te veo muy alicaído…
-Bueno, es que… ¿Te puedo contar un secreto?
-Claro. No te he dado ningún motivo para que desconfíes de mí, ¿no?
-No. Y lo hago, confío en ti.
-Y yo en ti.
-Esto solo se lo he contado a Irene.
-No se lo voy a decir a nadie, puedes estar tranquilo.
-Cuando Ángela se despidió de mí me dio un beso.
-Ah… Pero nada más, ¿no?
-No, pero el caso es que ese beso me hizo sentir algo.
-¿Algo? -dijo sorprendida.
-Sí… No sé… Ese beso que me dio me hizo ver a Ángela como algo más que una amiga.
-Pero…
-Sí. Yo ya quería a Elena con todo mi corazón y no veía hacer nada con Ángela ni nada de eso. No le haría eso a Elena jamás.
-Lo sé.
-Pero ese beso despertó algo en mí y no sé…
-Bueno… Le tienes mucho cariño. Se ve.
-Ya.
-Yo creo que no te tienes que preocupar por eso.
-Ya, si Irene me lo dejó muy claro, me lo hizo ver muy fácil, pero a veces no puedo evitar pensar en aquello y se me pone mal cuerpo. Y cuando la veo es peor.

Sofía se levantó de su asiento y se puso a mi lado, pasando uno de sus brazos por mis hombros y dándome un beso en la mejilla. Nos quedamos unos momentos en silencio, pasando ella a acariciarme la espalda.

-Es una pena, la verdad. Pero es que os entiendo a los dos. Entiendo ambas partes y creo que ambos tenéis razón en como lo sobrelleváis. Pero la cosa es que no se puede hacer nada. ¿Cómo ibas a saber tú que iba a estar ahí en ese momento? Y tampoco es que Irene te llame cada vez que quede con ella.
-Ya, eso sería un poco ridículo.
-Peor hubiera sido si os hubierais encontrado de frente.
-Pues una vez casi nos pasa. Estábamos en casa de Mario y por lo visto habían quedado con ella, pero para más tarde. Aun así, acabó apareciendo antes de tiempo y casi coincidimos.
-Pero no pasó nada, ¿no?
-Mmm, no. Irene y Mario a pusieron muy nerviosos. Irene nos llevó a la cocina y nos entretuvo mientras Mario la metía en su habitación. Luego Irene nos despidió rápidamente y ya está.
-Bueno, lo hicieron bien. Y tú, pues si vienes a verla pregúntale primero si está disponible. Así evitas estas cosas.
-Ya, eso haré. Pero si es que no tenía pensado nada. He venido sobre la marcha y me ha apetecido ir a verla.
-Bueno, pues para la próxima ya lo sabes.
-Sí. Ya lo sé.
-Javi…
-Dime.
-¿Te molestaría si yo la conociera?
-¿Qué? No. ¿Por qué me iba a molestar?
-No sé. Solo pregunto. Irene me ha hablado varias veces de ella y alguna vez ha dicho que me la presentaría.
-Pues hazlo si quieres. No tengo problema en ello. Además, le van las chicas, así que puedes aprovechar.
-Shhh… Calla -dijo mirando hacia la puerta que daba al pasillo.
-¿Qué pasa?
-Que mi madre no sabe nada de eso.
-Ah…
-Que no pasa nada. Ella lo entiende y lo respeta. Pero es que me da mucha vergüenza.
-Jajajaja. Vale, vale.

Nos quedamos unos segundos en silencio con Sofía mirando al suelo, algo cortada, hasta que levantó su vista hacia a mí de nuevo.

-¿Está buena?
-Un rato -dije riéndome.
-¿Puedo ver alguna foto?
-Claro.

Le dije como se llamaba para que la viera en una red social y así lo hizo ella. Se quedó con la boca abierta cuando la vio. Dijo que era guapísima y que tenía un cuerpo muy bonito, sobre todo cuando llegó a alguna en la que salía en bikini, donde estaba de espaldas y se veía su culo, redondo y grande, con gran parte de sus nalgas al aire por cómo era aquel bikini azul celeste, que, sin llegar a ser un tanga, se quedaba a medio camino entre eso y un culotte. Sofía se mordía el labio mientras miraba la imagen fijamente. Después siguió haciendo scroll hasta que llegó a una en la que aparecía yo con ella. Ángela con su pelo recogido y sus gafas que solo se ponía para estudiar, con una sudadera bastante grande puesta. Yo, por el otro lado, salía como siempre iba, pero ya con barba, ya que la foto era de tercero de carrera si no recuerdo mal.

-Vaya, qué aplicados, jejeje.
-Sí, estudiábamos mucho juntos.
-Ay… Pues es una monada la niña.
-Ya… ¿Y qué hace aquí tu madre?
-Pues ha venido a pasar unos días conmigo. Mis abuelos están entretenidos con la feria, pero ella me echa más de menos y quería estar conmigo.
-Ah, me parece genial.
-¿Qué te parece?
-¿Ella?
-Claro, jajaja.
-Pues, ¿qué te voy a decir? Está increíble, como tú.
-Jajajaja -rio con orgullo.
-A veces le entran más a ella que a mí cuando hemos salidos juntas a tomarnos una cerveza.
-Jajajaja, no me parece raro. Se conserva muy bien.
-Luego saldremos a comer por ahí. A ver si se vienen Mario e Irene.
-Ten cuidado con ella, que seguro que va a por ella a saco, jajaja.
-Uff, no jodas…
-Con la madre de Elena le pasó, pero se controló.
-Bueno, pero es que ellas se parecen mucho.
-Y vosotras. De cara tal vez no, pero de cuerpo sois muy parecidas.
-Y el finde bien, ¿no?
-Sí. Estuvimos fuera para ver un concierto y todo muy bien.
-Sí, algo me han contado Irene y Elena. Me alegro un montón.
-Y tú, todo bien, ¿no?
-Sí, sí. Todo genial.
-¿Sales ya con nuestro grupo?
-No, aún no he podido salir con todos. He salido un par de veces con Irene y Mario, ya sabes cómo acabamos… Jejeje.
-Ya, lo imagino.
-Pero aún no he conocido a nadie más de vuestros amigos.
-Pues a ver si te animas.
-Ya, es que con el trabajo tengo un poco de lío y tal. Además, ahora que mi madre va a estar aquí unos días, pues no sé si lo haré, porque no la quiero dejar sola.
-Pues llévatela. Si se la ve muy en nuestro rollo.
-Mmm, bueno. Ya veremos.
-Bueno, yo me voy ya. Qué tengo que ir a por Elena para ir a comer con ella.
-Vale. A ver si venís algún día.
-Sí. Es que Elena está con el trabajo hasta arriba y aprovechamos los fines de semana para descansar y estar tranquilitos en casa.
-Claro, si lo entiendo. Pero tenéis que venir.
-Vale, a ver si este finde nos podemos acercar.

Justo casi cuando nos íbamos a despedir salió Nadine, envuelta en una toalla blanca, ajustándola bastante a su cuerpo, con el pelo mojado, no tan alborotado con ese peinado con la que la había visto hacía escasos minutos. Nos vio levantados y me preguntó si me iba ya, respondiéndole yo afirmativamente. Sofía le dijo que a dónde iba así, que fuera a vestirse, pero su madre le respondió que no pasaba nada, que no le importaba estar así delante de un chico como yo. Sofía le dijo que se cortara porque tenía novia y ella rio un poco y se acercó para darme dos besos para despedirse de mí, volviendo a irse hacia dentro.

Después nos despedimos Sofía y yo con un gran abrazo, apretándome ella, pudiendo notar como se estrujaba sus tetas contra mí y más al no llevar ella sujetador. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que contara con ella para lo que necesitara, ya fuera para hablar o para desconectar, o si tenía algún problema o duda con el trabajo. Me acompañó hasta la puerta y me dio otro abrazo, con mucho cariño, pero no como si estuviera buscando algo, más bien era como si se lo estuviera dando a un niño pequeño.

Me fui de allí montándome en el coche, arrancando para ir a mi casa. Por el camino pensé en todo lo que acababa de pasar, en cómo había visto a Ángela y como me seguía doliendo todo lo que pasó. No me dolía que Irene y ella se estuvieran viendo, ni mucho menos, ni que Sofía estuviera interesada en conocerla, eso tampoco. Lo que me molestaba era no poder estar yo así con ella, como estábamos en aquel entonces en la universidad o como estaba con Irene o Sofía. Y lo entendía, ya eran varias personas las que me decían el motivo de que ella no quisiera verme. Hasta ella misma me lo dijo claro cuando contacté con ella para felicitarla por su cumpleaños, pero yo me resistía a verlo así, queriendo volver a tener nuestra amistad.

Lo único bueno que tenía que Ángela y yo no fuéramos amigos era que Elena no tenía que verla, así se evitaban situaciones incómodas. Tenía bastante claro que Elena no quería verla ni saber nada de ella, pero yo sí que lo quería hacer. Tantos años juntos, aunque sin pareja, pero estudiando, saliendo de fiesta, o simplemente pasando el rato juntos, era algo que me gustaba.

Así llegué a nuestra nueva ciudad, pero no fui a casa. Estuve dando una vuelta una vez aparqué por el centro para echar un ojo para ver cómo estaba la cosa por ahí, yendo a algunos sitios a los que solía ir en tiempos universitarios. Al final me entretuve y me fui a recoger a Elena con el tiempo pegado, pero llegué a tiempo, antes de que ella saliera. Una vez lo hizo, se montó en el coche después de que se despidiera de Yolanda, como siempre hacía. Me dio un buen beso y no me apetecía ir a casa para comer. Me apetecía ir por ahí, así que fuimos en coche hasta un restaurante, preguntándome ella que a dónde íbamos. Yo le respondí eso, que no me apetecía encerrarme en casa y que quería comer fuera, aprovechando que Elena iba muy guapa con la ropa con la que iba a trabajar, yendo yo también bien pese a no haber ideado el plan hasta ese momento.

Cuando llegamos y nos sentamos, Elena me empezó a contar cómo le había ido el día con todo lo que estaban haciendo en el trabajo y lo emocionada que estaba porque tenía todo bajo control, poniendo la vista en un proyecto futuro del que tenía muchas ganas de empezar. Estaba hiperactiva, gesticulando mucho, explicando algunos detalles con énfasis. Luego me preguntó qué había hecho yo. Le dije que me tomé la mañana libre, yendo a ver a mi madre y tal, sin entrar mucho en detalle de lo que pasó después de que me fuera de mi casa. Solo le comenté que pensaba acercarme más por casa de vez en cuando porque mi madre se sentía un poco sola y no me gustaba verla así. A ella le pareció muy bien.

La comida llegó y nos pusimos a comer, siguiendo Elena contándome cosas mientras yo la escuchaba atentamente. Llegó un punto en el que Elena se quedó callada, seria, mirándome. Se dio cuenta de que no estaba teniendo un día muy bueno por lo ocurrido la mañana y me preguntó qué me pasaba. Era muy lista y no la podía engañar, ya que antes de que dijera nada me dijo que no intentara escabullirme y que le contara qué me pasaba. Además, me dijo que la excusa del trabajo ya no colaba porque le acaba de decir que me había tomado la mañana libre y no lo haría de no ir bastante relajado. Mi chica era muy lista y no la podía engañar, por lo que le dije lo que ocurrió después de que saliera de casa.

Estaba un poco nervioso, pero le conté que vi a Ángela y que se me puso un poco de mal cuerpo. A ella le extrañó y no me quedó más remedio que explicarle todo el tema con Ángela para que me entendiera. Le empecé a explicar todo lo que tuvo lugar en la tarde en la que Ángela quería hablar conmigo, teniendo nuestra última conversación en persona. Le comenté que me explicó todo lo que sentía y porqué se había comportado así. Elena me escuchaba con atención y yo intenté explicarme lo mejor que pude sin hacerle daño al contarle cómo me dijo que creía que se está volviendo a enamorar de mí, lo mal que se había sentido en esas semanas en las que coincidimos y cómo decidió irse para olvidar todo aquello, con aquel beso final de despedida.

-Creía que todo había ido bien…
-Elena, yo es que…
-¿Sabes qué? -dijo interrumpiéndome- No me apetece esto. Vamos a comer tranquilamente y esta noche lo hablamos en casa.
-Pero…
-No. Esta noche.

Elena bajó su mirada al plato, aparentemente tranquila, para seguir comiendo. Yo también comía, pero estaba más pendiente de ella, intentando analizar cómo se comportaba, y salvo el silencio, no veía nada raro. Tenía una expresión relajada, aunque no sabía que se le pasaba por la cabeza.

La frialdad con la que me dijo esas últimas palabras me asustó un poco. En varias ocasiones quería volver a retomar la conversación, porque sabía que iba a pasar mala tarde si no hablaba con ella para quedarme tranquilo, pero la forma en la que me interrumpió no me la esperaba y no terminaba de arrancar pese a que hasta me echaba hacia delante para empezar a hablar sin terminar de hacerlo.

Al final lo único que sí pude decirle fue que me explicara acerca de ese nuevo proyecto que tenía muchas ganas de empezar. Ella por fin levantó la mirada del plato y se puso a hablarme de ello. De porqué tenía tantas ganas y porqué estaba deseando, ya que tenía en mente cómo abordarlo y quería poner en práctica técnicas nuevas que le habían enseñado. Me hablaba de buena manera, incluso mirándome a los ojos, pero tampoco lo hacía como lo había estado haciendo desde que llegamos, con esa vitalidad casi contagiosa.

Cuando acabamos de comer fuimos a casa para descansar un poco. Estuvimos callados durante todo el camino, con ella mirando por la ventana y yo mirándola a ella de reojo. Salimos del coche cuando llegamos para entrar en casa, poniéndome yo más cómodo para ir luego al sofá a ver la tele mientras ella me decía que se iba a dar una ducha rápida. Aunque no lo fue tanto, ya que se tiró más tiempo del que esperaba. Imaginaba que estaba también lavándose el pelo, pero no, porque lo traía recogido con una goma y no oí el secador ni nada.

Cuando salió se sentó a mi lado mirando algo en el móvil. Casi no habíamos dicho ninguna palabra desde que salimos del restaurante y era algo que me estaba empezando a preocupar, hasta me empecé a poner nervioso. Se acercaba la hora de que Elena volviera a entrar al trabajo, por lo que se fue a ponerse la ropa mientras yo me ponía los zapatos y cogía las llaves para llevarla.

-No, no. Viene Yolanda a por mí.
-Pero…
-No te preocupes, cariño. Quédate y descansa. Si es que me ha dicho que tenía que pasar por aquí para ir a no sé dónde y ya está viniendo, nos vamos juntas.
-Pero, ¿voy luego a por ti?
-Claro, mi amor -dijo sonriendo.
-Vale, pues luego voy a por ti. Avísame si pasa algo o lo que sea.
-Muy bien.
-Te quiero -dije inclinándome para besarla.
-Te veo luego -dijo después de darme un rápido pico.

Elena salió por la puerta, dejándome a mí en la entrada de casa un poco con mal cuerpo. No me gustó ni un pelo su reacción a pesar de que no parecía habérselo tomado tan mal, pero que estuviera tan callada y ese pico tan frío de despedida me mosqueó un poco, ya que siempre nos dábamos un buen beso, tanto al vernos como al despedirnos.

Efectivamente, la tarde se me hizo larga y dura por no parar de estar dándole vueltas a la cabeza, estando pendiente del móvil por si me decía algo, aunque ni lo toqué. No me apetecía nada hablarlo con nadie tampoco, así que lo único que se me ocurrió fue jugar a la play para distraerme e intentar que el tiempo se pasara más rápido, pero estaba más atento del móvil que de jugar.

Finalmente llegó la hora de ir a por Elena y salí disparado, llegando bastante antes de lo que solía. Estaba nervioso, salía y entraba al coche mientras esperaba que saliera. Cuando lo hizo, salía junto a Yolanda, como siempre. Se quedaron hablando unos minutos a un par de metros de la puerta. Yo miraba a mi chica fijamente, viendo que estaba sonriente. Vale, una buena señal al fin, pero tampoco me garantizaba nada. No tenía ni idea de lo que estaría hablando con su amiga, pero se me estaba haciendo eterno.

Al fin vino hasta a mí una vez se despidió de ella, con buen gesto, como siempre que me veía cuando salía. Una vez a mi altura me dio un beso de los que me daba siempre y ya sí que me empecé a tranquilizar, aunque aún teníamos hablar. Por el camino estuvimos en silencio de nuevo, hasta que llegamos a casa y mientras nos cambiábamos no pude más.

-Elena…
-No. Espera. Vamos a preparar la cena, cenamos tranquilamente y cuando acabemos y estemos sentados y tranquilos lo hablamos.

De nuevo me empecé a poner nervioso. Me daba la sensación de que estaba evitando la conversación y no sabía por dónde podía salir la cosa. Como dijo, fuimos a preparar la cena, otra vez en silencio y nos pusimos a cenar. Saqué tema de conversación preguntándole cómo le había ido la tarde. Me respondió que todo bien y me preguntó por la mía. Le dije que me la había tomado libre también y que había estado jugando un poco. De nuevo silencio hasta que acabamos y recogimos todo. Me senté en el sofá mientras Elena iba al baño y una vez llegó al salón y se sentó a mi lado me quedé mirándola, empezando ella la conversación.

-A ver… Cuéntame exactamente qué ha pasado.

Le comenté lo que había pasado esa mañana desde que salí de mi casa hasta que volví a por ella.

-¿Y qué dices que pasó cuando se despidió de ti?
-Me dijo que se iba lejos porque creía que se estaba enamorando otra vez de mí y que no quiera pasarlo mal otra vez por lo mismo.
-Ajá…
-Que por eso te dijo aquello con lo que… Bueno, que por eso te dijo si eras paradita. Se puso celosa.
-Am…
-Y que había pasado unas semanas un poco malas. Por eso decidió irse.
-¿Y a dónde se ha ido?
-No lo sé. No quiso decírmelo.
-¿Y cómo fue lo del beso?
-Fue ella. Nos despedimos y me llamó. Cuando me di la vuelta me agarró y me lo dio. Elena, te prometo que fue ella. Yo no lo hice, ni quería que pasara.
-Tranquilo. Te creo. Además, de eso ya hace un tiempo.
-Lo siento.
-¿Algo más que quieras contarme?
-Mmm, no sé. No creo… Ah, por su cumpleaños, que fue después de esto, le hablé por whatsapp y la cosa no fue bien.
-¿Y eso?
-Me dijo que no quería que le hablara más. Que me centrara en mi vida y en ti y que la dejara tranquila.
-Vaya…
-Y nada más.
-Bueno, ¿y por qué estás así?
-Pues porque… yo…
-¿La echas de menos?
-Sí. Algo así.
-Y es por…
-Elena, fueron muchos años juntos. No éramos pareja, ni tenía yo la intención de serlo, pero es que estábamos casi todo el día juntos entre las clases y que quedábamos para estudiar, hacer trabajos o salir a tomarnos algo con más gente.
-Mmm, vale.
-Mira, es como si Irene o Sofía se fueran y no me hablaran más. O si se te va a ti Yolanda.
-Vale, lo entiendo.
-Simplemente se trataba de una amiga especial, como lo son Irene y Sofía. Con ellas tengo una confianza que no tengo con ninguna más de nuestro grupo, por ejemplo. Es solo eso.
-Vale, mi amor. Solo quería dejarlo claro.
-Elena, para mí tú eres lo primero. Y siempre lo serás.

Elena me besó, esta vez con ganas. Parecía que se había pasado todo ese mal rato que había empezado en la comida. Ahora nos besábamos como siempre lo hacíamos, poniendo ella sus manos en mi cuello y cara. De hecho, hasta pasó a ponerse encima de mí con una pierna a cada lado. Pese a no haberme besado el cuello en todo el rato, la tenía como una piedra por habernos tirando bastante tiempo con esos besos. Elena se dio cuenta de mi erección y se separó de mí riendo.

-Javi, me apetece un montón. ¿Me das un momentito para preparar una cosa y ahora te llamo?
-Claro.

Elena se fue corriendo a nuestra habitación y al cabo de unos pocos minutos me llamó con una voz muy dulce. Me levanté de inmediato, yendo hacia allí. Al entrar me quedé impresionado pese a que no era la primera vez que me encontraba aquella sorpresa con la habitación repleta de velas, pero esta vez era diferente. Había algo nuevo.

Elena llevaba como una especie de mono de encaje, como algunas medias que tenía, pero era de cuerpo entero, cubriéndole también el abdomen, llegando hasta sus hombros, sujetándose en forma de tirantes. Tenía una apertura en la entrepierna para dejar la zona desprovista de tela. En la parte del pecho no tenía ninguna apertura, pero se veían sus pezones. Acompañando al conjunto llevaba lo que aprecia ser un tanga rojo de encaje al juzgar por lo fino que era, junto a unos tacones del mismo color.

Me quedé bajo el umbral de la puerta sonriendo, haciéndolo también ella, levantando su mano para decirme que fuera con ella con su dedo. Le hice caso y fui hacia la cama para sentarme en el filo mientras ella me miraba con expectación y fuego en los ojos. Se veía a leguas que quiera follar, no hacer el amor como llevábamos haciéndolo todo aquel tiempo. Podía ver en sus ojos como me desnudaba con la mirada y casi que también podía notar cómo le latía el corazón rápidamente.

Estaba con una sonrisilla picarona, esperando a que yo diera el paso. Yo simplemente le empecé a acariciar la cara suavemente. Parecía inquieta, como si me dijera con la mirada que no quería eso, y yo lo sabía perfectamente, pero también quería jugar con ella. Lo malo que fue que le pudieron sus ganas.

-Mi amor… -dijo susurrando- Quiero que…
-Shhh. Lo sé perfectamente, pero es que te veo tan guapa que… Pero no te preocupes. Te voy a reventar, pero bien.
-Uff… -dijo de forma temblorosa.

Sin esperar más me lancé a comerle la boca con ansia, más con la que lo hacíamos en el salón. Me levanté y me desnudé rápidamente, mientras ella me miraba fijamente, mordiéndose un labio. En cuanto acabé de hacerlo y me acerqué, me agarró la polla, que ya estaba dura desde que llegué a la habitación y la vi así vestida, aunque era casi como si no llevara nada por lo poco que tapaba aquella prenda. Me la empezó a pajear a buen ritmo, apretando con fuerza, tirando de mí para que me pusiera de rodillas sobre la cama, incorporando ella su cabeza para empezar a chupármela.

La cosa estaba yendo demasiado rápido y en realidad no me importaba. Después de aquel día tan de bajón, necesitaba liberar tensiones, sobre todo las generadas desde que me sinceré en la comida, con toda la tarde pensando en cómo estaría ella y como se lo tomaría. También pensaba que lo ideal sería no estar mucho rato, porque Elena al día siguiente madrugaba, como cada día que tenía que ir a trabajar. Además, seguramente tendríamos que darnos una ducha porque por el calor que hacía, pese a tener aire, seguro que sudaríamos bastante.

Después de unos minutos dándome placer con aquella mamada, en la que alternaba entre metérsela poco o bastante, lenta, o rápidamente, se incorporó para ponerse de rodillas y besarme con mucha ansia. Hasta la notaba temblar, como en las primeras veces que nos íbamos a la cama. A pesar de la pasión con la que los estábamos besando y queriendo pasar a más, atiné a decir que la quería muchísimo mientras nos comíamos la boca. Ella lanzó un gemido y me empujó contra la cama para tumbarme.

Estaba encendidísima, tanto que fue ella la que se quitó el tanga, lanzándolo hacia atrás sin mirar. Agarró con fuerza mi polla y se la metió con cuidado, gimiendo una vez la tenía dentro por completo. No fue muy costoso por cómo estaba de mojada, pero si era verdad que tal vez se lo debería haber comido antes un poco para terminar de lubricarlo. Pero Elena no estaba para esperar. Empezó una cabalgada a buen ritmo, apoyándose con sus manos en mi pecho. Me miraba fijamente a los ojos, empezando a jadear, al igual que yo lo hacía.

Lo hacía con mucha velocidad, pero la aumentó más aún cuando se quitó los tacones, lanzándolos de la misma manera que el tanga, poniéndose en cuclillas para follarme de la misma manera, moviéndose hacia delante y detrás, pero con mejor estabilidad, para poder hacerlo más rápido. Pese a la velocidad con la que me follaba y lo caliente que estaba, estaba teniendo bastante aguante, imaginaba que por lo rápido que estaba yendo todo, pero Elena estaba ya demasiado caliente, resoplando y jadeando bastante, con gemidos que intentaba reprimir, pero que se le escapaban, incluso con alguno con tono lastimero. Sus gemidos y jadeos no ocultaban ya ningún secreto para mí.

Y llevaba razón porque en cuestión de segundos paró para quedarse con toda mi polla en sus entrañas, acariciando mi cuerpo. Después se echó sobre mí para besarme, está vez de manera más calmada y pausada, riendo cuando despegaba sus labios de los míos. No nos decidamos nada, pero ambos sabíamos lo que pasaba. Dejé que Elena siguiera con la iniciativa, por lo que ella se fue escurriendo por mi cuerpo para chupármela de nuevo, de la misma manera con la que la hacía minutos antes, aunque esta vez hacía el esfuerzo de metérsela entera, consiguiéndolo como siempre que se lo proponía. Hasta cogía una de mis manos para llevársela a su nuca y apretar, como si me estuviera pidiendo que la ahogara.

-Madre mía, Elena… Cómo estás… -susurré.

Elena no me respondió nada más que con un gemido que indicaba afirmación y excitación.

Después de un rato de mamada, más salvaje que otra cosa, se puso a besarme los muslos, como si estuviera tomándose un respiro y quisiera descansar un poco. El problema era que yo no quería esperar más, por lo que me incorporé, cogiéndola de los brazos para tumbarla y ponerme sobre ella, riendo ella por como la movía. Encajé mi polla en su coño y la empecé a follar, aunque no de manera muy rápida. Elena me miraba con ojitos esta vez mientras gemía de manera muy dulce, cosa que cambió cuando pasé a dar unas embestidas bastante fuertes y secas, que ella acompañaba con un gemido que cada vez era más alto conforme recibía esos pollazos.

Como era de esperar, Elena no tardó mucho en correrse con esa manera de taladrar su coñito. Hasta me llegaba a susurrar que se iba a correr para que parara, pero no podía. Necesitaba que mi chica se corriera, quería que lo hiciera de esa manera tan única, deshaciéndose en mis manos.

Un fuerte temblor fue lo que anunció su potente orgasmo que siguió manifestando con fuertes gritos mientras yo notaba como me estrujaba todo el cuerpo, ya fuera de manera interna con su coñito, o más externa, apretándome en un abrazo con sus brazos y piernas como si no se quisiera despegar de mí nunca más.

Me quedé así durante un buen rato, hasta que Elena se relajó y me liberó de su fortísimo abrazo. Estaba muy relajada, tanto que creía que se iba a dormir, por lo que le di un beso, susurrándole que despertara. Me aparté de ella, habiendo perdido ya gran parte de mi erección, pero yo seguía con ganas de juerga, por lo que empecé a acariciar su cuerpo mientras ella reía tierna y sensualmente. El problema fue que cuando estuve unos pocos minutos acariciándole el coño, me dijo que parara, que aún estaba un poco sensible y que, si se iba a correr, prefería hacerlo mientras la follaba y así de paso acababa yo también dentro de ella, ya que era donde más nos gustaba a los dos que yo lo hiciera.

Aun así, me resistí un poco y bajé a comérselo, porque no lo había hecho y me moría de ganas por saborear a mi chica así. Elena reía como una niña pequeña, cambiando a algunos gemidos de placer que me derretían, pero que paraban cuando notaba que estaba acercándose de nuevo a su orgasmo, aprovechando yo para darle besos por los muslos. Ella se seguía derritiendo, pero de otra manera, por el cariño que le estaba dando. Así estuve un buen rato hasta que vi que ella ya estaba casi casi y me incorporé para cogerle los pies y besárselos. Como de costumbre, se puso bastante roja y llevó su mano hasta su coño, pero yo se la apartaba cada dos por tres. Tanto, que me cansé y cogí un cinturón para atarle las manos al cabecero de la cama. A pesar de hacer eso, Elena buscaba darse placer intentando frotar sus muslos, pero yo no la dejaba, susurrándole qué s portara bien mientras seguía besando y chupando sus pies, aunque fuera a través de la tela.

Al poco, ya estaba que no podía más y tenía ganas de correrme, teniéndola durísima por ver así a Elena, notando hasta como me goteaba. Se la metí de nuevo, aprovechando para desatarla mientras me la follaba. Como imaginaba, ninguno de los dos aguantamos mucho, porque la empecé a follar con fuertes embestidas, como lo había hecho antes, pero esta vez bastante más rápido. Su orgasmo fue lo que provocó el mío, abrazándome con fuerza, como había hecho antes, pero ahora ella ponía una mano en mi nunca para pegar nuestras cabezas. Gritaba como una loca, mojándose bastante, dejándome el pubis empapado. Noté que descargué bastante dentro de ella, por lo que una vez acabé de correrme, la agarré para quedar yo tumbado boca arriba, con ella sobre mí, sin llegar a sacársela para no manchar.

Al recuperamos por completo, nos levantamos, teniendo ella cuidado de no manchar, poniendo su mano en su coñito. Ambos fuimos a la ducha para lavarnos juntos mientras caía algún que otro arrumaco, recordándome muchísimo a cuando nos empezamos a ver, yendo a ducharnos y dándonos mientras cariño, aunque ni fuéramos pareja en aquel entonces. Al acabar, regresamos a la habitación y nos tumbamos para dormir, con ella teniendo su pelo mojado. Estaba reventada y ni siquiera se lo secó, diciendo que ya se peinaría por la mañana. Pese a tener también algo de sueño y verla así, tenía ganas de hablar con ella para disculparme por ocasionar lo ocurrido durante todo el día.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s