MOISÉS ESTÉVEZ

…y la mesa estaba llena de libros. Así concluía la novela que tenía
entres las manos. Ésta versaba sobre la relación apasionada y adicta de Adrián
por la lectura.
Negro sobre blanco, era el refugio del protagonista de ficción en el que
se veía reflejado. No podía evitar esa sensación de cierto paralelismo entre lo
real de su existencia y la de Adrián, personaje libro-dependiente que como él,
encontraba en cualquier escrito, ensayo, poema, artículo… una excusa para
trasladarse a mundos diferentes y lejanos.
Sorpresa le causó encontrar en sus páginas trazadas de tinta, cual obra
pictórica escrita en lienzo, a un cómplice con el que se identificaba, llegando
incluso a sentir una inevitable angustia por no poder establecer un diálogo
presencial con aquel chico, cuya alma era casi gemela a la suya.
Se preguntaba si tendría la suerte de encontrar algún día a alguien como
él, o era él quien había saltado de entre las páginas de un libro para caer en las
calles de una ciudad que poco le aportaba, ciudad de un país indigno y mísero,
país de un mundo egoísta y cutre, cruel y despiadado, hipócrita e insolidario…

  • ¿Podría algún día volver al interior de esas páginas de las que un día
    salió para no volver nunca jamás?
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