AKUARIES

25.

Lucía entró en su casa, dejó la bolsa de la piscina en su habitación y dando saltitos fue hasta el cajón del comedor, sacó una de las tarjetas que había dejado Pablo del hotel y marcó el número de teléfono en su móvil. No tardó mucho en llegar su padre del trabajo, ella estaba en la cocina bebiendo agua, todavía no se había duchado después de la piscina.

-¡Cariño! Que morenita y que guapa estás.

-He ido a la piscina hasta hace muy poco, con Isa.

-¿Solo con Isa?- Preguntaba su padre.

-Sí, sí, solo con Isa ¿Por qué lo preguntas?- Pablo notó que su hija se ponía nerviosa.

-Hija mía, que mal se te da mentir, nunca has sabido. Cuando eras pequeña te las enganchaba todas.

-Es que me hablas así y me pones nerviosa…

-¿Has ido con el noviete ese que tienes?- Él seguía presionando.

-He reservado la semana que viene en el hotel que me aconsejaste.- Intentaba Lucía cambiar de conversación, se daba cuenta que no controlaba.

-¿Qué hotel?

-El de la montaña papá, ese hotelito que tanto te gustó, no te hagas el despistado.

-¡Ah! Muy bien, es muy bonito y romántico, pero no sé si está bien para ir sola.

-No voy a ir sola papá.- Respondía Lucía más nerviosa.

-Pues yo no puedo pedir días de vacaciones, y si vas con Isa te aseguro que tampoco tiene gracia estar en ese hotel.- Se cachondeaba Pablo.

-Iré con Carlos papá… ¡Coño!- Acabó la frase y se puso las manos tapándose la boca, se acababa de dar cuenta que había metido la pata diciendo su nombre.

-Así que se llama Carlos, ya tengo un dato de vital importancia.

Pablo se partía de risa, de ver a su hija colorada como un tomate, con los ojos abiertos como platos y las manos en la boca. Ella empezó a andar en dirección a su habitación.

-Lucía, Lucía.- La llamaba su padre, antes de que desapareciera por el pasillo.

-¿Qué quieres papá?- Contestó molesta girándose.

-Lo pasarás muy bien, es muy bonito todo aquello.- Le decía en modo de reconciliación. Lucía suavizó el gesto.

-Gracias papá, seguro que estará muy bien.

Se miraron con cariño, ella empezó a adentrarse en el pasillo que llevaba a su habitación, entonces escuchó la voz de su padre desde el comedor.

-Y Carlos seguro que se lo pasará bomba.

-¡Papá joder!- Gritaba Lucía mientras Pablo se descojonaba de risa.

Lucía salió con ropa, atravesó el comedor y se metió en el cuarto de baño, Pablo la vio pasar de refilón. Al rato salió duchada y en chándal, volvía a su habitación.

-¿Vas a salir cariño?

-A ti no te cuento nada, que cotilla es mi padre por Dios.- Se le oía a Lucía por el pasillo. Pablo se volvía a reír solo mirando la televisión.

Lucía se secó el pelo, escogió minuciosamente la ropa que se iba a poner para cenar con Carlos. Me ha dicho que será un buen restaurante, eso quiere decir caro, pensaba ella para escoger su ropa. Este vestido hace tiempo que no me lo pongo, creo que será perfecto para la ocasión, es bonito, discreto y no  me queda nada mal, se decía a si  misma mirándose en el espejo. Escogió un tanga de color clarito, uno más  oscuro se le podía transparentar un poco según la luz, miró los sujetadores, pero por la forma del vestido le quedaría mejor si no se lo ponía, así que sujetador fuera. Entre acabar de escoger los detalles, el bolso, los zapatos, pintarse las uñas y ligeramente la cara para no parecer una puerta, tardó en salir de su habitación casi dos horas.

Pablo estaba en la cocina, mirando en la nevera que podía hacer para cenar aquella noche, giró la cabeza al notar una presencia, vio a Lucía y se incorporó de golpe cerrando la nevera.

-¡Madre del amor hermoso! Que hija tengo ¿Te han invitado a la gala de los Goya y yo no me he enterado?

-Papá… no te pases.

-¿Que no me pase? Estás guapísima ¡Oye! Para estar conmigo nunca te has puesto así.

-¡Papá ya está bien!

-Lo siento, es que no estoy acostumbrado a ver a mi hija vestida de esa manera. Y supongo que no lo  has hecho para cenar aquí conmigo.

-Muy bien, premio, voy a cenar fuera.

-Está clarísimo ¿Y vas con… con…?

-¡Ja! De eso nada, no pienso decírtelo.

Pablo reía, ella miraba la hora en el reloj.

-Me voy papá, no te beso para no estropearme el maquillaje.

-Claro, claro, tu tranquila, y no beses a nadie ¡Eh! Para no estropearte el maquillaje.

Lucía hizo un gesto con la cabeza, como dando por imposible a su padre, caminó por el pasillo hasta la salida, abrió la puerta, se paró y prestó atención.

-Saluda a algunos actores famosos en la gala, acuérdate, y si tienes tiempo les pides un autógrafo para tu padre.

Soltó una carcajada y salió a la calle, sabía que su padre alguna coletilla tenía que decir antes de que se fuera, como siempre. Caminó hasta la esquina y volvió a mirar el reloj, levantó la vista y vio el coche de Carlos aparecer, sonrió pensando en la puntualidad del chico. Carlos la vio en la esquina, para verla mejor no se le ocurrió otra cosa que poner las luces largas del coche, las luces hicieron que el vestido se le transparentara, a Carlos se le levantaron las cejas y se le abrieron los ojos como platos, que cuerpazo tenía Lucía debajo del vestido, quitó las luces largas rápidamente y llegó a su lado. Lucía abrió la puerta del coche y se sentó.

-¡Qué chaval! Te has enterado de todo ¿No?

-¿Enterarme? No sé a qué te refieres.- Intentaba disimular Carlos.

-¿No sabes a qué me refiero? Menudo sinvergüenza estás hecho.

Carlos se sonrojaba, Lucía le daba un piquito en los labios, después le limpiaba el poco carmín que le dejó. Se fijó en cómo iba vestido, pantalones finos de lino, camisa blanca con el último botón del cuello abierto y una americana deportiva por encima.

-Chico, te has puesto muy guapo.

-Tú sí que estás guapa, cada día me sorprendes más.

Carlos iniciaba la marcha con el coche.

-¿A dónde me llevas? ¿No será a la gala de los Goya?- Carlos se giró mirándola sorprendido.

-¿Pero qué dices Lucía?

-Nada, nada, cosas mías.

Le respondía partiéndose de risa pensando en su padre, mientras Carlos la miraba como si hubiera perdido la razón.

-Tranquilo que estoy bien, es una broma que me ha hecho mi padre al verme vestida así.- Carlos suspiró tranquilizándose.

Carlos atravesó la ciudad, la llevó a un restaurante de la parte ‘pija’, un palacete convertido en restaurante, entró con el coche en el jardín.

-Carlos, yo no he estado nunca en un sitio como este, parece muy fino.- Le decía preocupada Lucía.

-No te preocupes, lo pasaremos bien, ya verás.- La tranquilizaba Carlos.

Salieron del coche, un chico uniformado se les acercó, Carlos le entregó las llaves del coche y el chico se lo llevó.

-Cuando salgamos ¿Te devuelven el coche o se lo has regalado?- Bromeaba Lucía haciendo que los dos rieran.

-Creo que me lo devolverán de otro color, aprovechan que nosotros cenamos para pintarlo, es un buen servicio el de este restaurante.

Entraron los dos riendo al palacete, Carlos se dirigió a una chica muy mona que había detrás de un atril, le dio su nombre y la chica, con una sonrisa que parecía que le habían dibujado en la cara, por poca movilidad de los labios y falsa, los acompañó amablemente hasta el pequeño reservado que había escogido Carlos, no era un sitio cerrado, simplemente quedaba resguardado por algunas estanterías, donde habían puesto botellas de vino y algunas tonterías más, cosas de estos sitios para pijos, pensó Lucía, mientras, la chica de la sonrisa falsa la ayudaba a acomodarse en la silla. Carlos la veía mirando la estantería mientras también se sentaba. La chica le dijo a Carlos que pronto vendrían a atenderles.

-Si miras al otro lado verás algo más interesante.- Lucía giró la cabeza, vio un ventanal muy grande delante de la mesa, con vistas a toda la ciudad.

-Se ve toda la ciudad, mi casa debe estar por…- Señalaba con el dedo apuntando a las luces encendidas de las calles.- ¡Joder! Si casi no se ve la zona ¡Uy! Perdona, supongo que un sitio como este no queda nada fino hablar así.- Se disculpaba Lucía.

-Habla como te salga del coño cariño, tienes el mismo derecho que cualquiera que esté aquí.

Lucía le sonreía, le encantaban esos detalles de Carlos. Apareció el jefe de sala, los saludó muy educado y les entregó la carta, primero a ella y después a Carlos, abriéndola antes para que la vieran por la primera página. No se cansará mucho esta gente, les ponen hasta la carta en las narices y ya abierta, para que solo tengan que leer, desde luego, pensaba Lucía.

-Carlos cariño, no tengo ni idea de los platos que hay aquí.- Se quejaba Lucía pasando páginas de la carta.

-Tranquila ¿Quieres que escoja yo? Estoy seguro que te gustará.- Se ofrecía amablemente Carlos.

-Mejor, yo escogería cualquier cosa al azar.

A esa hora, Isa y Manolo estaban en el coche, los dos desnudos, ella se acababa de subir encima de él, se había metido su polla con el condón puesto en el coño, empezando con los primeros movimientos suaves.

-Tengo una sorpresa para ti.- Le decía con misterio Isa a Manolo.

-Ahora me tienes que hablar de una sorpresa.- Contestaba Manolo excitado.

-Es que tiene que ver con lo que estamos haciendo.

-¿Tiene que ver con que me estás follando? ¿Es así?

-Sí ¿Te gusta? ¿Te lo pasas bien?

-Claro que me lo paso bien ¿Qué mierda de pregunta es esa?- Se quejaba Manolo. Isa sonreía.

Levantó el culo sacándose la polla del coño, le agarró el condón y se lo quitó, antes que Manolo pudiera reaccionar, le había agarrado la polla y se la había vuelto a meter. Los dos gimieron del gusto, nunca habían follado piel con piel, siempre con el condón por el medio.

-¿Qué haces Isa?- Preguntaba sorprendido Manolo.

-Hace poco más de un mes fui al ginecólogo, le pedí anticonceptivos, hoy me ha dado luz verde para follar a pelo ¿Te gusta?

Le decía Isa mientras se movía encima de él, notando en las paredes del coño la presión de la polla dura y gorda de Manolo.

-¡Joder! Eso sí que es una buena noticia, me encanta.- Hablaba Manolo entrecortándose las palabras por el gusto.

Isa se aceleraba, a follar de aquella manera no estaba acostumbrada, sentía mucho más, no sabía si era por la novedad, o es que realmente se sentía más al hacerlo sin condón. Fuera como fuera, se lo estaba pasando de puta madre, y por lo que veía de Manolo, tampoco se lo estaba pasando nada mal, gemía y gruñía agarrándose a sus caderas firmemente. Notaba que el orgasmo se le venía encima, se agarró con fuerza a los pectorales de su novio, este la miraba fijamente, sabía que Isa estaba a punto de correrse. Empezó a gritar de gusto, el coño se le mojó tanto que sorprendió a Manolo, y a ella misma. Cuando acabó miró fijamente a su novio, en la cara se le podía notar el pedazo de orgasmo que acababa de tener.

Manolo se dio la vuelta con ella encima, le levantó y abrió las piernas todo lo que le daban de si, se agarró la polla y le colocó la punta en la entrada de la vagina. Le miró a los ojos a Isa, ella con un gesto de la cabeza le confirmó lo que él quería hacer, le pegó un pollazo empotrándola contra el asiento del coche, metiéndosela de un golpe hasta el fondo, que la arrastró varios centímetros por encima del asiento. Isa soltó un alarido de gusto poniendo los ojos en blanco, Manolo se volvía loco follándola, penetrándola sin descanso, empalándola una vez detrás de otra totalmente enloquecido. Ella no paraba de gritar, se agarraba donde podía con fuerza, para aguantar tanto placer que estaba sintiendo. Me voy a correr, gritó un par de veces Isa, Manolo la avisó que él también estaba a punto. Lléname el coño de leche mi amor, esas palabras de Isa desencadenaron el orgasmo de los dos, ella se retorcía, se tensaba, cerraba y abría los ojos sin parar, se corría de forma espectacular. Él gruñía, mirando como su polla entraba y salía del coño de Isa totalmente mojada por sus flujos vaginales, tuvo una corrida bestial, no se acordaba de haberse corrido tanto y con tanta fuerza. Isa notaba los disparos de semen de su amante cuando le entraban en el coño, eso le alargaba el orgasmo, Manolo al verla a ella se excitaba más y más se corría. Finalmente quedaron los dos exhaustos, jadeando, mirándose el uno al otro.

-¡Hostia Manolo! Si la sacas así, va a ser un espectáculo lo que va a salir de ahí dentro.

Él reía estirando el brazo, para alcanzar unos cuantos pañuelos de papel que le entregó a Isa, ella se acercó los pañuelos al coño, Manolo se la sacó y ella lo taponó para que no se escapara nada. Les entró un ataque de risa.

Lucía y Carlos estaban tomándose los postres.

-Esto está buenísimo, en realidad toda la cena ha estado muy buena, un poco escasos de comida los platos, pero bueno, que le vamos a hacer, entre el primero, el segundo y el postre no me puedo quejar.- Se cachondeaba Lucía.

-Y del vino ¿No vas a decir nada?- La incitaba a opinar Carlos.

-Eeeeh, bien, uno blanco para el primer plato, uno tinto para el segundo y champán francés para el postre, no está mal la verdad.

-A que está bien cenar así.

-No quiero ni imaginarme lo que te va a costar esta cena…

-De eso no te preocupes, ni opines, ya te lo he dicho esta mañana en la piscina.

-Vale, vale.- Se disculpaba Lucía, levantando las manos en son de paz.

-Y ahora iremos a tomarnos una copa.

-Que bien ¿Dónde?

Carlos la agarró de una mano, la ayudó a levantarse de la mesa y ella lo acompañó, pasaron por un pasillo, Carlos llamó un ascensor, les llevó directamente a la azotea del palacete. Lucía no se creía lo que estaba viendo, un chill out impresionante, decorado con sillones y cojines por todas partes, luces de diferentes intensidades le daba un aspecto inmejorable, por no hablar de la decoración, diferentes figuras de budas, cañas de bambú, Lucía no sabía dónde mirar. Carlos estiró de ella que estaba ensimismada mirándolo todo, se sentaron en uno sillones con cojines, con unas vistas a la ciudad perfectas.

-¿Gin tonic?- Le preguntó a Lucía, ella se lo confirmó.

Le hizo un gesto al camarero, este se acercó rápidamente, Carlos le pidió dos gin tonics, Lucía miraba la carta de bebidas.

-No me puedo creer lo que vale aquí  un gin tonic, tú sabes el beneficio que le sacan a cada copa, esto es casi indecente.- Se sorprendía Lucía.

-Tienen que ganarse la vida.- Opinaba Carlos.

-¿Ganarse la vida? ¡Joder! No me extraña que tengan el palacete que tienen, con estos precios ya lo podrán mantener ya.

Carlos reía, entendía que alguien como Lucía no estaba acostumbrada a lugares como aquel, por eso le hacía ilusión que ella lo viera, para que conociera una pequeña parte de su vida. Se fueron tomando las bebidas, cuando les quedaban unos dos dedos para acabárselas.

-¿Quieres otro?- Le preguntaba a Lucía.

-No, creo que ya estoy bien.- A ella le sabía mal que Carlos pagara lo que le cobraban por cada copa.

-¿Estás cansada?- Se preocupaba Carlos por ella.

-¡Uy sí! Me has traído aquí en coche, se lo has regalado a aquel chico del uniforme.- Se le escapaba una risilla de la broma.- Nos han acompañado a la mesa, me han ayudado a sentarme, como si yo no pudiera hacerlo sola.- Se le escapaba la risa a Carlos.- Después me han dado la carta, ya abierta claro, no sea que me dé un tirón al abrirla y me lesione.- Reían los dos.- Nos han servido los platos, las copas, se ve que levantar una botella de vino es muy peligroso, por eso no te dejan hacerlo. Y para acabar hemos subido hasta aquí, pero no por las escaleras no, en ascensor, que no sea que subiendo las escaleras se te salga un hueso de sitio o algo. Y una vez llegamos aquí, nos sentamos en un sillón que parece el del Sultán de Persia, aquí se está en la gloria ¿Cómo quieres que esté cansada guapo? Si no me han dejado hacer nada coño.

-Dos gin tonics más.- Le gritó Carlos al camarero. Los dos se partían de risa.

Isa y Manolo descansaban del polvazo, Isa apoyaba la cabeza en el hombro de él, a la vez le acariciaba el pecho.

-¿Cómo les va a Lucía y Carlos?- Preguntaba Manolo.

-Les va bien, esta noche han quedado para cenar.

-¡Ja! A cenar y a pegar un buen polvo después.

-De eso nada Manolo.

-¿Cómo que de eso nada?- Se sorprendía Manolo, levantado la cabeza para mirar a Isa.

-Yo que sé, yo ya se lo he dicho mil veces a Lucía, pero no hay manera, no follan cariño. Muchos besitos y se matan a pajas, eso hacen.

-¡Anda ya!- Manolo no se lo creía.

-Creo que Lucía busca hacerlo de una manera especial, la semana que viene se van juntos a un hotel de vacaciones.

-¡Hostia! Pues como el chaval sea un puto desastre follando, que semanita le espera a Lucía.

-No te preocupes, si Carlos no tiene práctica, Lucía le va a enseñar, ya te digo yo que van a follar y bien.

-Pues se van a hartar de follar esos dos.

-Tú no te puedes quejar mi vida, follas cuando te da la gana como te da la gana.

-No, no, yo no me quejo, yo ya voy bien servido.- Decía contento Manolo.

-Por cierto, tenemos que salir a cenar un día los cuatro. Cuando nos reconciliamos se lo dije a Lucía para celebrarlo y todavía no lo hemos hecho.

-Queda con ellos cuando quieras.- Remató Manolo.

Carlos llegó con Lucía a la esquina de su casa, ella se giró en el asiento, le pasó los brazos por el cuello a Carlos y lo besó.

-Parece que el servicio de pintura no funcionaba hoy, te lo han devuelto igual. Muchas gracias por invitarme Carlos, nunca había estado en un lugar así, me ha gustado la experiencia.- Le decía Lucía agradecida.

-No me tienes que dar las gracias, podemos volver cuando quieras.

-No, no, que dices, con esos precios por Dios.

Carlos le acarició la barbilla, acercó sus labios y se morrearon de lo lindo, las lenguas se volvían locas en la boca del otro.

-Te llevaré cada vez que a mí me dé la gana.

Lucía le sonreía en silencio, cuando le hablaba así se quedaba callada, mirándolo, admirando su carácter.

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