JOSÉ MANUEL CIDRE
La tarde del ocho de Enero tenía ese tono plomizo típico de cuando se terminan los acontecimientos jubilosos. El contraste del aterrizaje repentino cuando estás volando a bastante altitud. La súbita bofetada de realidad tras la fiesta que te empuja a tener que disfrutar y sonreír.
Maruja y su hijo Fidel guardaban las figuras y adornos navideños de forma casi automática; como cuando se quiere terminar algo cuanto antes y olvidarlo de una vez.
-Mamá. Esta caja ya está completa ¿Dónde la pongo?
-¿Cómo? Perdona hijo. No te he oído.
-Esta caja. Que donde la pongo.
Maruja miró fijamente a la cara del niño y se quedó petrificada.
-Fidel. Abre la boca.
-¿Por qué? ¿Qué pasa? La expresión seria de su madre inquietó al chico.
-Creo que he visto algo. Ábrela por favor.
La mujer abrió más y más los ojos conforme la pequeña boca hacía lo propio. Una luz blanca y brillante surgía claramente de la garganta de su hijo.
-Fidel ¿Te sientes bien? ¿No te duele la garganta?
-No. La expresión de su madre no variaba. –Mamá. Me estás asustando. Exclamó Fidel.
La mujer no le quiso asustar. -Es que, parece que tienes algo ahí. No me gusta. Mira, vamos a Urgencias y salimos de dudas. Maruja estaba inquieta y, extrañamente, también notaba una profunda paz interior.
La doctora de Urgencias esperaba una tarde típica de final de Navidad; indigestiones, trastornos intestinales… nada fuera de lo común. Hasta que vio la garganta de Fidel. Rápidamente inquirió acerca de la dieta del niño en los últimos días, algún momento en que hubiese cogido frío, pasando posteriormente a la exploración con el depresor lingual y a la palpación del abdomen. Su curiosidad aumentaba a la par de una extraña sensación de paz que, sin saber de dónde venía, la invadía inexorablemente. Sin encontrar explicación convincente, prescribió analíticas de sangre y orina. A Maruja y Fidel les tocaba esperar los resultados.
Un par de horas después. La doctora esbozaba una sonrisa;
–Bueno Fidel. No aparece nada patológico en las pruebas. Maruja no se atrevía a hablar. -Así que -la doctora prosiguió –vamos a seguir observando, pero ya digo, no aparece nada aparentemente preocupante.
Los tres sonreían abiertamente. Aquella extraña paz les invadía sin que pudieran hacer nada, les hacía sentirse plenos.
–Pero doctora. Maruja se atrevió a hablar. -Esto no es normal. Debe haber una explicación.
-Ya le digo. Respondió la doctora. En las pruebas no sale nada.
Con cierta resignación Maruja y Fidel se dirigieron a la puerta de la consulta.
-Por cierto doctora. Se volvió Maruja antes de salir. -Le parecerá extraño, pero desde que empezó esto del niño, siento una …una extraña paz.
La doctora levantó las cejas. -Si, es curioso, yo también. Pues despreocúpese, piense que a su hijo se le ha quedado dentro la luz de la Navidad.
GÉNERO: FANTÁSTICO