SYLKE & FRAN

CAPÍTULO 15 – NO TENGO REMEDIO

De mi obsesión y casi desesperación con estrenarme y follarme un coñito, no solo lo hice en poco tiempo, sino que primero fue con mamá, luego con Aurora, después con el cuerpo sugerente de Celia y acabar con el coño apretado y virgen de Lucía. Todos mis sueños se estaban cumpliendo, ya no tenía que imaginar lo que era ver un cuerpo desnudo, había tenido la suerte de verlos y disfrutarlos, saber lo que era una mamada y lo bien y distinto que lo hacían cada una de ellas. No podía olvidar mi estreno con mamá, lo que era sentir por fin tener una polla en su coño, hasta haber llegado a estrenar el de Lucía y, sin embargo, algo seguía recordándome que no era correcto, que algo estaba mal, pero ¿quién podía resistirse a tanta tentación?

A la mañana siguiente, estaba como un tronco, tumbado desnudo sobre mi cama, cuando un ruido llamando a mi puerta me despertó de mi placentero sueño.

–          Marcos, ¿puedo pasar? – era la voz de mi hermana que asomaba su cabeza por la puerta.

–          Sí, ¿qué pasa?

Sandra estaba desnuda y sus tetas se movían de forma increíble dando saltitos hasta sentarse al borde de la cama.

–          ¡Sandra!, ¡Estás desnuda! – dije al verla con esa naturalidad.

–          ¡Tú también!  Falta un rato para que vengan papá y mamá… – me dijo.

–          Si, creo que llegaban a la hora de comer. – respondí viendo las aureolas de esos pezones en punta.

–          Por eso, quería pedirte otro favor.

–          Dime.

Sandra se frotó las manos entre sus muslos mirando al suelo. Parecía intranquila.

–          ¿Qué pasa, hermanita?

–          ¡Quiero que me folles! – dijo mirándome fijamente a los ojos.

Mi polla, con vida propia, se puso tensa al instante. No me parecía haber escuchado bien y me parecía estar todavía en el mejor de mis sueños. Sandra era la única que me quedaba por follar y no hacía falta trazar ningún plan, pues ella misma, me lo estaba pidiendo. Si una semana antes lo hubiera pensado, ni yo mismo lo hubiese creído.

–          Pero, Sandra, tú y yo no podemos… – dije absurdamente después de todo lo vivido.

–          Ya sé que te dije que era una locura, pero viendo cómo has follado a mamá… y ayer a Lucía quiero sentir lo que es tener esta polla dentro de mí.

A continuación, Sandra agarró mi falo y lo empezó a menear con dulzura, logrando que se pusiera como una piedra entre sus dedos.

–          ¡Joder, Sandra, qué mano!

–          ¡Está durísima, hermanito!, ¡Quiero saber qué es sentir esto dentro de mí!

–          Sandra, ¿estás segura? – pregunté, al mismo tiempo que acariciaba uno de sus tersos pechos.

–          ¡Completamente! Estoy como loca por tener algo tan grande en mi coño.

–          ¡Sandra, somos hermanos! – exclamé cuando los dedos de su otra mano estimulaban mis huevos.

Aquello no pareció cortarle el ímpetu a Sandra, porque además de pajearme, me besó a base de bien, sentados al borde de la cama, metiéndonos mano, ella a mi pene duro y yo acariciando sus tetas y esa rajita sin creerme que pudiera penetrarla, la única mujer que me quedaba por sentir…

–          ¿Cómo lo quieres hacer? – me preguntó.

–          No sé…

–          Elige, vamos, fóllame como más te apetezca. Además, puedes hacerlo a pelo, estoy tomando la píldora… Vamos, pide por esa boca. – añadió dando una lamida con su lengua entre mis labios y mirándome con cara de lascivia.

–          ¿A lo perrito? – dije sonriente.

–          ¡Genial!

Esa postura era nueva para mí y ella no lo dudó un instante, se puso a cuatro patas sobre la cama y me situé detrás de ella todavía sin creérmelo. Ver su culo con sus dos agujeritos en primer plano sucumbían a cualquier y pude ver como mi polla goteaba incesante. Aproximé mi glande a esa rajita y noté su calor al instante. Me entretuve con ese refriegue de mi glande en su rajita que estaba empapada. Todo mi cuerpo temblaba.

–          Vamos, cabrón, ¿a qué esperas? – decía ella excitada, moviendo su culo hacia atrás, totalmente impaciente.

En ese momento me acordé de mi amigo Miguel y lo que había que hacer en un caso como ese y es hacérselo desear a la chica en cuestión, por eso seguí pasando mi duro glande por la hendidura de su coño, pero sin meterla.

–          ¡Joder, no puedo más, Marcos! – me imploraba con su mandato de hermana mayor.

–          ¿Estás cachonda? – pregunté lo obvio.

–          ¡Sí, joder, fóllame ya!

Ese ruego ya era demasiado para mí y cuando una tía buena y cachonda te pide caña, es imposible resistirse por mucho tiempo, así que con un movimiento de mi pelvis logré meterme en ella al momento. Un cálido y acogedor coño me envolvió de una forma increíble y mi verga fue entrando lentamente hasta que estuve completamente adentro.

–          ¡Ah! – gemí al notar como ese chochito estrecho me atrapaba.

–          ¡Ay, hermano, qué grande, joder, me llenas entera! – dijo ella apoyándose sobre sus manos moviendo su culo levemente adelante y atrás sintiendo como me tensaba en su interior.

–          Uf, Sandra, no me creo estar dentro de ti.

–          ¡Ni yo…!, ¡Es la polla más grande que he tenido nunca dentro! – dijo cuando me adentré un poco más.

–          ¿En serio? ¿Nunca has tenido nada tan grande?

–          No, nunca, dale, dale… – me rogaba pues yo iba despacio, sintiendo esas penetraciones lentamente.

–          ¿Más fuerte? – pregunté viendo que ella se movía frenéticamente queriendo más brío.

–          ¡Síiii, siiii, fóllameeee duro, hermanitoooo! – añadió en un largo jadeo.

Me aferré a sus caderas y acariciando ese perfecto culo empecé un vaivén de mi pelvis, sintiendo como mi hermana acogía mi verga de manera increíble. Estaba flipando de verme entrar en ella, sin impedimento, sin pensar en incestos, en pecados o en inmoralidades. Mi pelvis chocaba con fuerza en ese impresionante y redondo culo, cada vez con más energía, con más rudeza, hasta hacerla desplazarse en cada acometida. Follar a Sandra era una maravilla así que me aferré a sus pechos por debajo para agarrarme a ellos y así mantenerla en esa posición y seguir taladrándola con todas mis ganas, de forma enérgica, animado por sus propios gemidos y pequeños gritos cada vez que mi glande tocaba lo más profundo de su matriz.

–          ¡Qué gusto, Marcos! – gemía.

–          ¡Y yo, nunca he sentido nada igual!

Así estuvimos un buen rato, yo aferrado a sus pechos y notando como las venas de mi polla se marcaban y entraban en esa estrechez una y otra vez, en un chasquido incesante de mi pelvis en su trasero. Mi hermana giró su cabeza para observarme y preguntarme.

–          Dime, ¿es el mejor coño que te has follado?

–          ¡Sí… joder, es una pasada! – No mentí porque si los que había probado hasta ahora eran, todos ellos, una maravilla, el de Sandra era todavía más increíble porque me masajeaba la polla al mismo tiempo que la penetraba, algo increíble.

–          Y eso que no has probado mi culo. – añadió volviendo la cabeza y respirando agitadamente.

–          ¿Qué?

–          ¡Vamos, hazlo, Marcos!, ¡Fóllame el culo!, ¿Te apetece?

Tardé unos segundos en reaccionar y sacando mi polla embadurnada de los jugos de ese coño tan atrapante, miré a su otro agujerito, sin creerme que también quería que me lo follase. Ella apoyó su cara en el colchón y con sus manos se abrió los cachetes del culo para ofrecerme mejor esa nueva cuevita que se abría como una flor.

–          ¿De verdad, Sandra? – decía yo hipnotizado con ese asterisco tan tentador.

–          Date un poco de vaselina en la polla y en tus dedos, dilátame el agujero para que entre suave– me dijo Sandra entregándome el bote del día anterior

Apoyé mi glande y fui penetrándola despacio, a intervalos, parando, a pesar de la vaselina el agujero era estrecho y no quería hacerla daño, mi hermana gemía en cada arremetida que iba realizando, su estrechez me hacía marearme de gusto.

–          ¡Joder! – exclamé.

–          ¡Uf, Marcos!, ¡me partes en dos! – dijo cuando tenía la mitad metida.

–          ¿Me salgo?

–          ¡No, clávamela, hasta el fondo, es una pasada!

No sé por qué lo hice, pero me agarré a su pelo para tener un punto de apoyo y de otra estocada metí el resto de mi miembro, logrando que ambos soltásemos un largo gemido y a partir de ese momento empezar a bombear fue toda una delicia, en una estrechez caliente y divina, porque si su coño era genial, su culito era aún mejor, si cabe… algo de otro mundo.

Con mi otra mano, aproveché para estimular su clítoris, logrando que Sandra entrase en un orgasmo intenso, entre espasmos, gritos y respiraciones entrecortadas, mientras yo iba cada vez más rápido, penetrando con fuerza, como si quisiera atravesarla. Nunca había sentido un placer tan intenso, lo que provocó en poco tiempo mi propio orgasmo apenas unos segundos después.

–          ¡Uf, sí, Sandra, sí! – dije agarrándome a sus pechos mientras mi polla, totalmente insertada, escupía chorros sin parar en sus entrañas.

Estuvimos ensamblados, medio tirados en la cama un buen rato, sin creer todavía que me hubiese follado a mi hermana y el hecho de haberme corrido en su culo. Al sacarla, ya casi fláccida, unos regueros de semen salían de su esfínter inflamado y se escurrían entre sus muslos.

–          ¡Qué polla tienes, Marcos! – me dijo volviéndose para besarme.

Nos duchamos juntos entre más besos y caricias, entregados a la pasión sin importarnos el parentesco entre ambos, solo que habíamos disfrutado al máximo.

Una hora después, Sandra se quedó descansando en su cuarto pues dijo estar exhausta y cuando yo estaba en la cocina devorando la deliciosa tarta que me había hecho Celia, llegaron nuestros padres. Mamá tras darme un beso en la frente, se fue al jardín a tumbarse en una hamaca.

–          Luego te veo, Marcos, estoy rota del viaje – dijo.

Acudí a saludar a papá que se encontraba, como no, ordenando unos papeles en su despacho, me acerqué a darle un abrazo, intentando no mostrar demasiada euforia y nerviosismo. No podía sacar de mi cabeza el polvo con mi hermana y cómo le había roto el culo con aquella follada bestial.

–          ¡Hola papá!, ¿Qué tal por el pueblo?

–          Bien hijo, todo arreglado. Hemos vendido la finca por fin

–          ¡Qué bien!

–          Sí, esta noche lo celebramos en familia. – afirmó sonriente.

–          ¡Bien! – dije, aunque lo de familia y su sonrisa de confianza me hicieron sentir como un cerdo, con un dardo clavado en mi pecho, con ese sentimiento de culpabilidad.

–          ¿Y por aquí, qué tal? ¿Qué habéis hecho tu hermana y tú?

–          Nada del otro mundo. – añadí mirando al suelo, apesadumbrado sin poder evitar el recuerdo de su esfínter aprisionando mi verga.

Mi arrepentimiento se multiplicaba viendo a mi padre totalmente ajeno a lo que pasaba a su alrededor y si ya me parecía una locura, el hecho de haber cometido ese incesto tanto con su mamá como con Sandra, incluso follarme a Celia, ocultárselo todo a él, después de haber depositado toda su confianza en mí, me parecía una doble traición, teniendo en cuenta de que papá no podría tener sexo, debido a su impotencia y eso me hacía sentirme aún peor y para colmo, yo lo había hecho con su mujer y con su hija. Eso no tenía nombre.

–          Papá, tengo algo que decirte. – le dije reuniendo fuerzas no sé de dónde.

–          Dime, hijo.

–          Es algo un poco fuerte… bueno, muy fuerte, más bien. – le advertí.

Él me miró extrañado mientras que yo estaba dispuesto a confesarlo todo. No me importaban las consecuencias, no pensaba en el castigo, en que todo esto no se podría repetir jamás, ni de que él me desterrara a una universidad al otro lado del Atlántico o en algún internado especial para depravados sexuales. Debía ser un hombre y enfrentarme a mis errores, plantarle cara y contarle toda la verdad, de otro modo no sería capaz de mirarle a la cara jamás.

–          Bueno, hijo, luego en la cena me lo cuentas, tengo que ir a la oficina a recoger unas escrituras para lo de la finca.

–          Pero, papá ¿hoy, domingo?

–          Claro, ya sabes que no me gusta dejar las cosas a medias… quiero dejarlo terminado hoy.

Mi padre se despidió sin dejarme contarle nada, pero con mi cabeza dando vueltas y habiendo perdido mi momento de valentía, no estaba seguro de ser capaz de contárselo a la noche o quizás ocultárselo para siempre. Había perdido una oportunidad, la de demostrar a papá que era el otro hombre de la casa y no un cerdo asqueroso que se follaba a todas las mujeres de la casa.

FIN

Fran & Sylke

EPÍLOGO – CONFESAR MIS PECADOS

Me puse el maillot de ciclismo, el casco, cogí la bici del garaje y decidí salir a airearme. Necesitaba despejar la mente.

–          ¡Mamá, me voy a dar una vuelta! – le dije a mi madre que seguía tumbada en el jardín.

–          ¿Pero no vas a comer?

–          No. Comí la tarta de Celia.

–          Vale, pero no vengas tarde. Esta noche tenemos cena. Ya sabes que a tu padre le gusta que comamos juntos en familia y esta cena es muy importante, cielo.

–          Lo sé, mamá. – respondí y otra vez la palabra “familia” me hacía sentir ese nudo en el estómago y para colmo en esa cena tan importante. ¿Sería capaz de coger el toro por los cuernos y confesarle todas las tropelías a mi padre? Definitivamente, tenía que hacerlo.

Empecé a pedalear, haciendo kilómetros con esa angustia clavada en mi mente y tan difícil de borrar. Por un lado, empecé a recapitular en todo lo sucedido en tan poco tiempo, sorprendiéndome a mí mismo, por lo acontecido. Si un par de semanas atrás yo era un virgen inexperto, con pocas posibilidades de triunfar con las mujeres, de repente me había convertido en un follador nato, un tío con suerte, desde que olí las bragas de Lucía, hasta ver a mamá masturbarse a follármela, haciéndome ver las estrellas, sus mamadas increíbles, o las de Celia, follando después en la cocina… por no hablar del polvo con doña Aurora, desvirgar a Lucía con la ayuda de Sandra, o terminar perforándole ese perfecto culito a mi hermana. ¿Suerte o castigo divino?

Era un depravado, lo mirase por donde lo mirase, vale que no era el único culpable, pero mi padre siempre había confiado en mí, no dejaba de repetírmelo, que se sentía orgulloso de su hijo, por ser tan formal, por mi manera de afrontar los problemas, con sensatez, por ser tan responsable en todo… y ¿ahora? ¿qué le iba a contar? ¿Qué con los nervios, me había follado a mamá? ¿Qué lo hice con Celia para aprender?, ¿con la rectora de la universidad en su despacho en una especie de chantaje?, ¿Con su propia hija porque no supe contenerme? ¿Qué incluso me follé su culito?… o quizá ¿Ocultárselo todo? Pero eso sería de cobardes y, además, podría llegar a enterarse, con el lío de Miguel, por Fermín, posiblemente por doña Aurora arrepentida, a lo mejor por la cámara del garaje… ¡Joder, estaba arrinconado! Y en el fondo me merecía todo el castigo que me pudiera caer, le había traicionado, era un mal hijo. Todo lo que me pasara, era poco castigo.

Por otro lado, tenía un grave problema, pues contar toda la verdad era poner en evidencia a terceras personas, primero a mamá, destapar su secreto, que se enterase de que había perdido, primero con Fermín y luego con su propio hijo… también destapaba a la pobre Celia, esa mujer que estuvo fielmente sirviendo a la familia, que era como una más, con esa confianza que se desbarataría como granos de arena en un puño cerrado, a la que seguramente mi padre acabaría despidiendo por semejante humillación y no hablemos de la niña bonita de papá, Sandra, que me la mamó en más de una ocasión o acabó siendo sodomizada por su depravado hermano…  ¿Cómo podría tomarse eso mi padre? ¿Acaso no le haría más daño que otra cosa? Mi padre, siempre tan recto y yo totalmente torcido.

Volví con lágrimas en los ojos, dispuesto a todo, a afrontar el problema y a ser valiente. Demostrarle que era el hombre que él creía que era, que había cometido unos cuantos errores, que la carne era débil, que me sentí fuera de mí, pero papá en cambio, con su problema de disfunción eréctil y yo follándome en casa a todo lo que se movía. ¿Acaso no era un cerdo con todas las letras?, ¿No le debía algún tipo de explicación?

La tarde me cayó encima y regresé a casa, pensando en mi discurso, creyendo que por fin iba a ponerme frente a todos los demonios que me asaltaban, pero no tenía otra opción, si no quería arrepentirme eternamente. De algún modo tenía que hacerlo.

Al llegar a casa, me sorprendió que a la entrada estuviese aparcado el coche de Fermín, mi entrenador. Eso me hizo asustarme aún más. Dejé la bici en el garaje medio tirada y al hacerlo vi que el coche de papá también estaba aparcado, por lo que pensé que ambos tendrían una larga conversación… ¿sobre qué? ¿Sobre mí? Dirigiéndome a casa, dispuesto a todo, pensé que había tardado demasiado y que debí haberle anticipado algo a mi padre ¿Y si ahora Fermín le estaba contando mi odisea con pelos y señales? ¿Le diría lo del vestuario, se enteraría de que me follé a mamá o que su esposa le engañaba, con mi propia madre o conmigo mismo? ¿Cuántas cosas más sabría? No era normal que a esas horas Fermín estuviera en casa.

Al entrar, oí que había murmullos en el salón, pero la puerta estaba cerrada, aunque podía escuchar varias voces, no llegué a adivinar cuantas eran, pero pude sentir en primer lugar la de mamá riendo, incluso la de Celia que gritaba

–          ¡Venga, venga, cómo tú sabes!

Me extrañó que ella estuviera un domingo en casa, pues no empezaba sus labores hasta el lunes por la mañana. Seguían las risas, algunos gritos indescifrables y de pronto la voz de ¿Miguel?

–          Venga, ahora me cobro la deuda. – se le oyó decir.

–          Vaya morro que tienes, Miguel. – dijo otra voz que era nada menos que la de mi compañera Lucía.

¿Pero qué demonios era aquella reunión? ¿Me había hecho un lío en la cabeza? ¿Estaban jugando al parchís? ¿O definitivamente se me había ido la olla y no sabía ni dónde estaba?

Me quedé completamente inmóvil pegado a la puerta sin entender que hacía toda esa gente allí, ¿se había adelantado la cena? ¿Habían invitado a todos? ¿Jugaban tranquilamente como si no hubiese pasado nada?

–          Uf, Fermín, lo que has soltado. – oí la voz de Celia de nuevo…

Sus pasos con el sonido de sus tacones, no me dieron tiempo a reaccionar, porque un segundo después ella estaba abriendo la puerta en la que yo tenía la oreja pegada.

–          ¡Uy, Marcos! – dijo Celia al verme.

Joder, ella estaba completamente desnuda, tan solo con sus tacones y sus tetas llenas de semen de una tremenda corrida que acababan de soltarle y que se escurría como un río por su negra tripita y bañando su pubis depilado.

–          Celia ¿Qué está pasando? – pregunté todavía en shock, mientras ella se intentaba quitar parte del semen de sus pechos con un par de dedos y se los llevaba a la boca.

–          Es mejor que entres y así lo entiendes todo. – dijo ella, acariciando mi barbilla.

Todavía estaba alucinado viendo el cuerpo de Celia lleno de semen, su gran sonrisa, cuando mamá me llamaba desde dentro.

–          ¡Pasa, hijo, ven!

Al entrar casi me caigo de espaldas, con una imagen que me impactó por momentos. Todos los allí reunidos estaban desnudos…. ¡completamente desnudos!

Fermín, en una silla se limpiaba los restos de semen con un pañuelo de papel, después de, haber descargado seguramente la que había visto sobre el cuerpo de Celia unos segundos antes. Al girar la vista a mi derecha, vi que sobre la mesa estaba mamá, también desnuda con sus tetas bamboleantes y Miguel follándosela con energía y arrancándole varios gemidos mientras este le pellizcaba los pezones. Ella me miraba con su dulce sonrisa, pero yo solo veía sus pechos como flanes bailando mientras mi amigo la penetraba con ganas. Más a la derecha sobre el sofá, estaban los cuerpos de Lucía y doña Aurora, haciendo un “69” brutal y se amasaban las tetas mutuamente, en una imagen lésbica impresionante, que me parecía imposible y al fondo, sobre el sillón de lectura de papá, la imagen que tenía delante me costaba asimilarla más que ninguna otra, me parecía totalmente imposible. Mi padre, sentado en su sillón favorito, gimiendo como un poseso, mientras que mi hermana Sandra a horcajadas sobre él, botaba clavando su ¿enorme polla?… Sandra gemía, con los dedos de papa sosteniendo su culo, mientras las enormes tetas de mi hermana rebotaban en su cara y él lamía con todas las ganas, clavándole la pelvis, mientras ella se corría entre gemidos y gritos.

Yo estaba inmóvil en mitad del salón, con mi equipación de ciclista, totalmente incapaz de mover un músculo, ni de creer lo que tenía delante, ni mucho menos de poner cierta cordura a lo que veían mis ojos, tan solo cambiando mi vista de una pareja a la otra. Celia había regresado para colocarse sentada sobre el regazo de Fermín y darse un buen morreo. Miguel seguía follándose a mi madre con todas las ganas, Lucía y Aurora parecían enfrascadas en una sesión lésbica del uno y Sandra botaba sobre papá hasta que este empezó a bufar, corriéndose dentro de ella.

–          ¡Hija mía, qué coño tienes más increíble! – soltó mi padre, para que ella se saliera de él a continuación, con un reguero de semen escurriéndose por sus muslos. ¡Se había corrido dentro!

Mi padre se puso en pie y se acercó hacia mí. Su cuerpo desnudo brillaba por el sudor y entre sus piernas colgaba una buena polla, más o menos como la mía, contrariándome aún más, pues no parecía tener, en absoluto, ninguna disfunción, ni nada que se le pareciera, más bien todo lo contrario, estaba muy bien dotado, además de haberle arrancado un orgasmo bestial a mi hermana, entonces supe en ese mismo instante a quién salía yo…

Todos siguieron follando y acabando por momentos, en orgasmos múltiples que martilleaban mi cabeza que ya no sabía a donde mirar, si a la cara de mi madre bañada con la leche que le escupía mi amigo Miguel, en la corrida simultanea de mi profesora con Lucía, la verga grande de mi padre babeando tras haberse corrido en el coño de su hija, o en la pareja de Fermín y Celia que se besaban y se metían mano por todas partes.

Mi padre, hizo una seña a Sandra, primero, después a mamá, a Celia y luego Lucía y Aurora se acercaron hasta mí, rodeándome. Todas esas mujeres impresionantes, desnudas, con cuerpos sudorosos y preciosos a mi alrededor y mi padre intentando explicarme lo que había sucedido, lo que mi atormentada mirada todavía no había podido asimilar.

Ellas me fueron quitando la ropa lentamente, una me descalzaba, otra me despojaba del casco y otras dos, me iban quitando el maillot. Todo parecía formar parte de un plan o mejor dicho un clan, en el que yo debía entrar de una forma espontánea, para no alarmarme y cada detalle que me fue contando, tenía un sentido, al menos él me lo iba contando con absoluta normalidad, desde que mi madre sabía que yo la había espiado detrás de la cortina, que la vi hablando con Sandra, que Aurora y ella sabían dónde estaba yo agazapado mientras tenían sexo, mi supuesto aprendizaje con Celia, mi sorpresa de tarta y polvo, mi suspenso con Aurora, la inestimable ayuda de Miguel, compinchado en todo ese loco complot, o la propia Lucía, la última incorporación al club, a la que según me contaron, una de las pocas cosas ciertas, fue que realmente la desvirgué…

Unos segundos después, todas esas manos femeninas, Lucía, Celia, Aurora, mamá y mi hermana, me habían desnudado al completo y me tocaban por todas partes, una pajeaba mi polla, ya totalmente dura a pesar de todo, otra acariciaba mi trasero, otra me comía la boca y la última lamía mis huevos.

–          Hijo – sentenció mi padre – menos mal que ya puedes echarme un cable, porque estas mujeres son insaciables como podrás comprobar.

Fermín, Miguel y mi padre se sentaron el sofá observando, como si de un partido se tratase, cómo todas aquellas mujeres me iban devorando mientas ellos me iban animando.

–          ¡Suertudo! – gritó Miguel.

–          ¡Campeón! – añadió Fermín

–          ¡Muy bien, hijo, eres un crack! – añadía mi padre orgulloso.

Cuando quise reaccionar, lo único que noté fue un orgasmo incontrolado que salía con una potencia brutal de mi polla, llenando las caras de esas cuatro mujeres de mi leche, mientras ellas se relamían mutuamente como gatas sedientas.

Cuando todas ellas acabaron conmigo, mi madre cogió mi cara entre sus manos para decirme.

–          ¿Te ha gustado todo esto, cariño?

–          ¡Sí, mamá! – respondí totalmente en shock – ¡pero no entiendo nada!

–          Lo sé mi amor, todo esto es difícil de asimilar, por eso quisimos ir dando pequeños pasos, justo en tu dieciocho cumpleaños y creo que lo hemos conseguido, tendremos otro hombretón en casa. – afirmó pajeándome con dulzura.

de nuevo nos besamos con total entrega mientras se oían aplausos de todo ese grupo de gente que se había agolpado en mi casa en una orgía tremenda. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Me había vuelto loco?

El aplauso se fue convirtiendo en un golpeteo en la puerta de mi habitación que fue el que me despertó de un profundo sueño.

–          Marcos, ¿estás despierto?, vas a llegar tarde a clase – la voz de mi madre sonaba al otro lado de la puerta.

Abrí los ojos, sobresaltado, no sabía ni en qué momento me había quedado dormido. La puerta se abrió de repente y apareció mi madre ya arreglada para irse a trabajar.

–          ¡Todavía estás en la cama! – exclamó ella apesadumbrada de encontrarme desperezándome en la cama.

–          Lo siento, me he dormido- le dije imbuido en mis pensamientos.

–          ¿Y papa? – continué diciéndole a mi madre.

–          Pues trabajando, ha madrugado mucho – me dijo ella mientras me ponía la ropa en los pies de la cama.

–          ¿Y Sandra?

–          Se quedó a dormir en casa de sus futuros suegros, y de allí se iba a la universidad, venga espabila, en nada estarás de vacaciones y podrás estar en la cama hasta la hora que quieras, – me dijo mi madre.

–          ¿Y ese ruido que se oye fuera? – le dije.

–          Están limpiando la piscina, en una semana queremos abrirla y haremos una fiesta de bienvenida… ¿qué te parece? – me dijo mi madre esbozando una sonrisa.

–          Pero……. ¿La fiesta no ha sido ya?

–          ¿Qué dices Marcos? Ya sabes que llevo meses preparándola…

–          ¿Cómo?

–          Venga apresúrate que empiezas los exámenes y no quiero un suspenso, me voy que llego tarde al trabajo- continuó mi madre dándome un beso y saliendo de la habitación.

Cuando yo quería poner orden a todo aquello, intentando comprender, llamé a mamá antes de que saliera.

–          ¿Qué día es hoy, mamá?

–          Hijo, todavía estás adormilado. Hoy es lunes… y ayer fue tu 18 cumpleaños. ¿Ya se te ha olvidado?

–          Pero no puede ser, mamá. – dije pues según mis cálculos había pasado casi un mes desde mi cumpleaños.

Mi madre meneó la cabeza para acabar diciendo:

–          Creo que no te debí dejar beber ayer con Miguel, por muy mayor que te hayas hecho, eres todavía muy inocente y ese chico te acabará llevando por el mal camino. Seguro que te mete ideas raras en la cabeza.

A continuación, mamá salió de mi cuarto y me levanté de la cama y acercándome a la ventana observé como unos empleados de mantenimiento estaban realizando los servicios de limpieza de la piscina.

Me quedé pensativo en mi habitación……….no me lo podía creer, nada de lo acontecido era cierto, estaba todavía a un día después de mi cumpleaños, cuando creía que había cambiado mi vida durante ese mes, follándome a unas tías impresionantes, casi todas ellas, parte de mi familia y sin embargo… ¡Joder, todo había sido un sueño!

Fran & Sylke

Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos entre dos. Esperamos que haya sido de vuestro gusto.

Gracias a tod@s

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