SYLKE & FRAN

CAPÍTULO 12 – PERDIENDO LA VIRGINIDAD

Todavía estaba intentando asimilar lo sucedido en todo ese tiempo, a cada cosa más fuerte y yo que pensaba que cuando me puse a espiar y ver los cuerpos desnudos de Sandra o de mamá era lo máximo, pero lo que menos me imaginaba es que fuese descubriendo mucho más que eso, verlas masturbarse, ver follar a mi musa doña Aurora, primero con Mario, luego con mi madre, por no hablar de Lucía, la modosita, que no solo no me denunció, sino que me regaló una divina paja en los baños y luego una mamada entre mi hermana y ella… y lo mejor era mi madre, que entendía que todo era producto de su fogosidad, de la impotencia de papá, pero sobre todo porque ella era una mujer ardiente y me lo demostró con la mejor mamada de mi vida y esas tetas divinas y una delicia verla follar con Fermín. Por otro lado, mi amigo Miguel también se había follado a Celia, pero yo seguía ahí, virgen a pesar de todo.

Me acosté en mi cama, pero no dejaba de dar vueltas a todo lo sucedido en el día, no podía conciliar el sueño, recordaba a mi madre, Aurora, mi hermana, Lucía, Celia….y en lugar de calmarme era peor, la excitación se volvía a apoderar de mí, pero por suerte o por agotamiento, logré al fin quedarme dormido.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, vi que la habitación de invitados estaba vacía y todo indicaba que Aurora y Fermín ya se habían marchado, y en cierto modo me quedé decepcionado pues esperaba disfrutar de ese domingo admirando la belleza de doña Aurora en bañador y con suerte, incluso espiarla desnuda en alguna de sus ardientes aventuras. Anduve por la casa como un zombi y parecía desierta. Mi madre me había dejado una nota para decirme que me quedaba solo ese domingo en casa, porque ella se había ido de comida de amigas y mi hermana había quedado con su novio. Eso también me revolvió el estómago, pues no quería ni imaginar que ese mamón tuviera de nuevo la suerte de tener su polla metida en los labios de Sandra y es que mi hermana era espectacular y recordar su forma de chupármela indicaba que no hacía falta ningún aprendizaje porque lo hacía como toda una experta. Sólo de recordar eso, me la puso dura y claro, tuve que aliviarme con una buena paja y así estuve todo el día entre recuerdos vividos en la fiesta e innumerables pajas hasta acabar agotado y dormido.

El lunes sonó el maldito despertador en el mejor de los sueños, que era verme rodeado de cuerpos desnudos a los que iba follando alternativamente, pero el pitido del reloj en mi mesita me hizo saltar de la cama. Al bajar me encontré con Celia en la cocina.

–          ¡Hola Marcos! ¿Qué tal la fiesta del sábado, acabó muy tarde? – me preguntó.

–          Sí, casi a las cuatro. – dije sin poder evitar volver a mirar a ese pecho que sobresalía en un canalillo seductor de su batita de trabajo.

–          Pues venga, reponte con ese zumo que te acabo de hacer, unos cereales y a clase.

Mi mente volvió al momento de verla follar con mi amigo y como le entregaba su coño en un polvo robado y salvaje y de nuevo mi polla volvía a sentir esas punzadas imaginando lo que debía ser tenerla metida dentro de esa fogosa mujer.

Celia se comportaba como siempre, de forma natural y aunque me hubiese gustado saber lo que pasó con Miguel de camino a su casa, en realidad todo parecía tan extraño, como si no hubiese sucedido nada y casi preferí no saber nada más de lo que pudo estar haciendo Celia con mi amigo, mejor ignorarlo. Me tomé ese desayuno revitalizante admirando ese culo al caminar, hasta que se me hizo tarde y salí disparado de casa.

Al llegar a la facultad, me encontré a mi profesora aparcando su coche en su plaza reservada y saludé efusivamente.

–          Hola, Aurora. – dije viendo como ponía su pierna derecha en el suelo, marcando el sonido de su tacón y mostrando una buena porción de su pierna embutida en una media negra.

Ella salió del coche y me hizo un repaso con su mirada por todo mi cuerpo, pero en un rictus serio, nada que ver con esa Aurora marchosa y juguetona, sino como el que siempre había mostrado en su papel de profesora.

–          Doña Aurora, Marcos, que no se te olvide. – me dijo de forma cortante recogiendo su maletín y caminando casi sin mirarme.

Entendí que todo había sido como una especie de sueño o quizás una acumulación de errores concatenados, que se habían desviado del buen camino, pero desde luego era difícil poder olvidarlo todo de un plumazo y, aun así, esa mujer seguía despertándome todos los instintos más lascivos.

La clase también fue de lo más normal, incluso mi amigo Miguel apenas hizo ningún comentario sobre la fiesta del sábado y eso que había material para hacerlo, pero creo que él se sentía incómodo con el tema de Celia y desviaba el tema enseguida. Para colmo me crucé un par de veces con Lucía, pero no vi un atisbo de tonteo, de rozarnos, incluso de sentir su boca cerca de la mía, seguramente al estar siempre junto a sus compañeras no quiso mostrar lo que realmente sentía conmigo. Definitivamente lo de perder mi virginidad se me hacía cada vez más lejano.

Pasaron varios días, en los que yo intentaba recomponer mi trastornada cabeza, mis impulsos, mis sensaciones y de algún modo mis frustraciones por no poder follar nunca, pero bueno, intenté pensar que sólo tenía 18 años y mucho tiempo por delante. Me maldije por no haber aprovechado aquella fiesta para descubrirlo, pero bueno, todo pasó y quise comportarme como siempre y de algún modo no obsesionarme con ello, aunque era difícil, encontrándome con Lucía en cada descanso y recordando su mamada viendo esos labios cuando me hablaban de cualquier cosa entre clase y clase, pensando lo que debía ser perder la virginidad los dos juntos, o teniendo a Celia en casa agachándose cada dos por tres en sus tareas de limpieza y mostrando sus muslos al completo, en movimientos que debían ser normales, pero a mí me parecían intencionados y de lo más sensuales y también pasar frente a la habitación de Sandra y encontrarla en braguitas, pintándose las uñas de los pies, con su pecho caído bajo su camiseta ceñida y sin sostén. Luego estaba mamá, unas veces envuelta en esa pequeña toalla tapando su cuerpo desnudo, otras la pillaban en braguitas cambiándose en su cuarto, en la que descuidadamente había dejado la puerta entornada o saliendo de la piscina con ese bañador que parecía hecho a medida para esas curvas y apareciendo ante mí, con aquellos movimientos a los que me costaba resistirme… Para colmo doña Aurora, bien por los pasillos o en su clase, incluso con su comportamiento tan correcto, me resultaba más morboso y notaba que de vez en cuando se me quedaba mirando ¿Uno podía resistirse a la tentación estando rodeado de todas esas bellezas?

Lo peor era encontrarme con mi padre, quien estuvo preguntándome varias veces por la fiesta, pero claro yo intentaba escabullirme saliendo por otros derroteros, aunque no podía evitar ver cada escena, como las tetas de mamá balanceándose mientras mi profe se la follaba. Era incapaz de sostener la mirada de papá y sin embargo él me sonreía y me trataba como siempre y ahí le admiré más que nunca, permitiendo que mamá pudiera tener una vida sexual que él no podía darle. Pocos hombres aceptarían una cosa como esa.

El resto de los días, más normalidad dentro de lo que cabe, hasta que una madrugada, se produjo algo extraordinario. A eso de las tres, en la que estaba con mis pensamientos cruzados y me levanté a beber agua para calmar mi sed y apagar el calor de mis sueños eróticos indebidos, al salir al pasillo comprobé que la habitación de mi madre seguía encendida y mi padre no estaba, porque había acudido a una feria internacional en Berlín.

Estaba claro que mamá tampoco podía dormirse y lo primero que pensé es que ella también estaría con muchos pensamientos encontrados. Pare empezar, se había dejado llevar y había follado en su propia cama con otro hombre que no era mi padre y luego todo lo que sus hijos habían vivido y de qué forma, incluso con ella misma. Debía estar aun tan impactada como yo por lo ocurrido durante la fiesta y su confesión posterior.

Apoyé mi oreja en la puerta, pero no oía ruido ninguno dentro de la habitación y la casa permanecía en silencio, me mantuve quieto durante unos segundos hasta que llamé con mis nudillos.

–          Mamá soy yo – dije al otro lado de la puerta.

Después de un leve silencio, la puerta se abrió, apareció mi madre, con un camisón negro corto, semitransparente, que marcaba sus pezones, contrastaba ese color con sus piernas hermosas, morenas, estaba bellísima, tremendamente sexy.

–          ¿Qué te pasa, Marcos? – dijo mi madre un poco sorprendida por las horas que ya eran y estuviera todavía despierto.

–          No podía dormir, mamá, iba a beber agua y he visto tu luz encendida y quería saber. ¿Estás bien?

–          Si, cariño y ¿tú? – me miró con su dulzura de siempre, pero entendiendo que mi cabeza debía estar dando vueltas sin parar.

–          Bien, me gustaría hablar contigo. – dije.

–          Pasa cielo y no hagas ruido no vayamos a despertar a tu hermana, – mi madre me cogió suavemente del brazo y me hizo pasar.

Nos sentamos en la cama, mientras ella se cepillaba el pelo y ese acto me parecía tan sensual, más que muchas otras veces que lo había visto… De nuevo, mi demonio me hacía mirar a mi madre con esos ojos de deseo y me sentía subir al séptimo cielo, no me extraña que tuviera a Fermín detrás, disfrutando de esas aventuras sexuales ocultas, ese cuerpo no podía permanecer muerto al sexo conviviendo con un hombre que no podía satisfacerla del todo, pensé para mí, aunque él fuera mi padre. De algún modo me hacía feliz saber que mamá seguía teniendo fuego en el cuerpo y era esa mujer ardiente, incluso con otro hombre, pero además ataviada con ese camisón que dejaba tan poco a la imaginación…

–          ¿Sabes una cosa, mamá? – dije.

–          Dime cielo.

–          Me alegro de que puedas disfrutar de tu secreto.

Ella me miró unos segundos fijamente y luego dijo:

–          ¿No te sientes dolido, ni molesto?

–          No, porque te mereces lo mejor, el mejor amante, bien dotado que te haga gozar al máximo.

–          Gracias cariño. Eres un cielo. – dijo pasando el dorso de su mano por mi mejilla, pero eso tampoco pudo evitar que mi polla diera otro espasmo.

–          Y tranquila, que papá no ha sospechado nada.

–          Bien, prefiero que siga sin saberlo, a pesar de que él lo aprobase…

–          Lo entiendo mamá y te quiero mucho por hacerlo siempre todo tan fácil.

Mamá no pudo evitar sonreír.

–          Gracias, hijo, yo también te quiero y tú también te mereces lo mejor, que hagas feliz a las chicas con eso. – dijo señalando al bulto bajo mi pijama y eso que mi miembro solo estaba en plan “morcilla”.

–          Hay algo que no te he dicho, mamá – le dije sin perder de vista su pecho que subía y bajaba con su respiración, mientras sus piernas estaban cruzadas y ese pequeño camisoncito se subía más de la cuenta.

–          ¿El qué? – me respondió con un aire de preocupación, pues no tenía muy claro recibir otra sorpresa

Mamá dejó de cepillarse para escuchar cómo yo le soltaba a bocajarro:

–          Te vi con Dª Aurora.

–          ¿Qué? – la cara de mamá se iba transformando.

–          Sí, mamá, aquí mismo, en esta habitación.

–          ¿Qué? – volvió a repetir más alarmada.

–          Mamá, lo sé y lo vi, me atormentaba y no quería ocultártelo más tiempo, nos dijiste que nada de secretos – le dije con decisión.

La respiración de mi madre se hizo más acelerada, gotas de sudor aparecieron en su rostro, sus manos sudaban…

–          Pero… ¿cómo lo sabes?, ¿dónde estabas? – las palabras de ella, casi atropelladas, denotaban nerviosismo.

–          Da igual, lo vi y bueno fue algo increíble veros, me excitó muchísimo

–          Pero hijo… – no salían las palabras de su boca.

Giró la cara hacia el fondo de la habitación, no era cuestión sólo de que necesitara una polla a falta de la de mi padre, sino que además le entusiasmaba un buen coño, pocas excusas podría dar ya y así permaneció un buen rato, incapaz de mirarme a la cara. Supongo que no era fácil confesar eso a su hijo, algo que seguramente nunca le había confesado a nadie.

Ella volvió la cabeza hacia mí y con los ojos cerrados, sus labios se movían nerviosos en esa boca tan bonita, como queriendo decir algo, pero sin hacerlo. No sé qué pensamiento fugaz pasó por mi mente, fue un arrebato, pero sin previo aviso la cogí de las manos y antes de que los abriera había juntado mis labios a los suyos. Duró apenas unos segundos, pero desde luego nunca había besado así su boca.

–          Marcos, ¿Qué haces? – dijo abriendo sus hermosos ojos, mirándome fijamente ante ese beso inesperado.

–          Mamá eres tan bonita…

Ella forzó una sonrisa.

–          Marcos, cariño, ya lo hemos hablado, soy tu madre y lo que hicimos aquel día no puede volver a repetirse, ¿entiendes? – dijo intentando soltar sus manos de las mías.

–          Mama, lo sé, pero, no puedo evitarlo. Lo siento mucho. – respondí pero sin soltarla.

–          Todo esto te tiene confundido y en cierto modo es culpa mía.

–          No mamá, no hay culpables.

–          Sí, porque de algún modo tanto a ti como a tu hermana os he intentado ver este tema con demasiada normalidad y creo que me he equivocado.

–          Al contrario, y hablo también por Sandra, en muy poco tiempo nos has hecho ver el sexo de otro modo.

–          ¿Tú crees?

–          A mí desde luego, me has hecho ver las cosas de otra manera y además recibir ese apoyo con tu cariño, más que una madre, mostrándomelo como una mujer ardiente y además tan bella… – añadí apretando sus manos entre las mías.

Lo decía convencido, pero al mismo tiempo mi excitación había aumentado al notar el calor de sus labios y tener sus manos entre las mías, además de su sola presencia y ese escote, ese camisón tan corto…

–          Hijo…

En esos momentos mi madre desvió la vista a mi polla que, a través del pantalón corto del pijama intentaba abrirse camino formando un abultamiento muy visible.

–          Tienes toda la razón mamá, eso que he hecho está mal. Perdóname.

–          Cariño, no te sientas mal, yo sé que estás en una edad complicada y la que debería pedir perdón soy yo. Al fin y al cabo, yo también me dejé llevar queriéndote prestar ayuda… Por eso creo que me pasé.

–          Pues mamá, déjame decirte que me sirvió de mucho, has empezado a quitarme esos miedos de la cabeza.

–          ¿Miedos?

–          Sí, gracias a ti, entiendo mejor lo que tengo que hacer con una mujer.

–          Pero no debes tener miedo. Las mujeres no nos comemos a nadie.

–          Ahora lo sé, pero antes no pensaba eso.

–          Seguro que con Lucía puedes vivir momentos increíbles. Ella es un encanto de chica.

–          Lo es, pero por eso tengo un miedo aun uno mayor… ella es virgen.

–          Bueno, eso tampoco es grave. Todas lo hemos sido en un momento dado.

–          No, ya lo sé, mamá, tengo miedo de esto.

En ese momento cogí, la mano de mi madre y la deposité en mi abultamiento, que, al notar el roce de sus dedos, metió un respingo instantáneo creciendo a tope, llegando a asomar el capullo por goma de arriba del pantalón del pijama.

–          ¡Hijo! – exclamó tapando su boca con la mano libre.

Creo que por un momento mi madre había olvidado lo de mi tamaño y que su mano instintivamente apretase esa dureza extrema. Ella seguía masajeándome ahí y al mismo tiempo negando con su cabeza, no dando crédito a que volviera a estar sucediendo de nuevo con su hijo, después de dejarlo todo muy claro.

–          ¡Es que es enorme, cielo! – añadió dibujando entonces, con ambas manos, la longitud de mi tranca.

–          ¿Más grande que la de Fermín?

–          Mucho más, cariño. – dijo enrojeciendo, pudiendo percibir como se mordía el labio lateralmente.

–          ¿Ves ahora lo de mis miedos? Esto no le va a entrar a Lucía.

Mamá tragaba saliva, sin dejar de acariciar mi miembro por encima de la tela. Entonces saqué valor y poniendo mis manos en sus hombros fui deslizando las hombreras de su camisón, mi madre seguía en shock, estupefacta y sin reacción, su cabeza negaba lo que estaba sucediendo, pero sus dedos empezaron a moverse cada vez más deprisa sobre el abultamiento de mi polla. Ella estaba perdiendo el control, lo mismo que yo… y entonces mis dedos terminaron de deslizar las tiras del camisón hasta abajo y sus dos enormes pechos aparecieron ante mí. Sus pezones apuntaban firmes y duros.

Nos miramos a los ojos y mientras sus manos seguían palpando con mimo mi polla que ya estaba en plena erección, más que dispuesta, las mías se apoderaron de sus dos mamas, cada mano sólo abarcaba una parte, eran inmensas y tan suaves.

–          Mamá son increíbles. ¿Te gusta cómo lo hago? – dije amasando esas tetas y pasando mis pulgares por esos pezones duros.

–          Si cariño, lo haces muy bien y son muy sensibles… – decía ella mientras emitía un pequeño ronroneo gracias a mis caricias.

Ella seguía en su afán por acariciar mi polla, al menos lo que le permitía el pantalón de mi pijama.

–          Levántate cariño- me dijo entonces con todo el amor del mundo.

Muy despacio bajó mi pantalón del pijama, haciendo saltar como un resorte mi polla, ya descapullada después de los roces de mi madre sobre el pantalón.

–          ¡Madre mía! – exclamó asombrada ante aquel pedazo de carne apuntando a su cara.

–          ¿Tendré problemas con esto? – pregunté.

–          Cariño, todo lo contrario – añadió aferrándose a ese tronco, ya totalmente libre poniéndose de rodillas frente a mí.

No me creía estar viendo eso, pero tener a mi madre arrodillada ante mí con su cara llena de admiración cerca de mi polla sus pechos colgando y sus pezones en punta, era como estar en el mejor de los sueños. Sus cálidos dedos palparon mi polla con suavidad en toda su intensidad, dibujando la forma de mis venas hinchadas, para luego aferrarse a ella con firmeza, dejando completamente al descubierto mi glande, acercó su boca y le dio un beso a la punta, sin dejar de mirarme y eso provocó que el líquido pre seminal soltara unas gotas, que recogió con su lengua. Con esa misma lubricación y su propia saliva empezó a lamer toda la largura que tenía delante, hasta llegar a mis testículos duros llenos de leche, para regresar de nuevo, deslizándose a lo largo del tronco hasta que su lengua llegó a la punta, una sacudida removió mi cuerpo

–          ¡Uf, Mamá! – exclamé casi temblando.

Tuve que apoyar las manos sobre su cabeza, para no caerme y de paso, como queriendo ayudarla a tener más contacto con mi polla dura y vigorosa. En ese momento, ella soltó mi verga de sus manos y solamente con la boca empezó a chuparla tragando gran parte, sujetándose a mis caderas y moviendo su cabeza al mismo tiempo, adelante y atrás cada vez con más ritmo y deseo ese vástago que se tensaba por momentos. Yo estaba en una nube inmensa y ella parecía gozarlo de pleno, hasta que separó su boca y mi miembro brillante quedo oscilante.

–          ¡Es enorme!, ¡Imposible tragarla entera! -dijo casi decepcionada por no conseguirlo

Entonces hizo algo que casi me hace desmayarme y fue colocar mi verga entre sus enormes pechos, alojándola dentro de ellos. Esa tersura abrazándome ahí, era algo increíble, pero más cuando cogió sus tetas por los costados y lentamente empezó a pajearme con mi polla aprisionada entre ellas. Me estaba haciendo una cubana, sí, mi madre tenía envuelta mi polla entre sus tetas, aunque aquello pareciese increíble. Casi me corro con eso, pero ella lo notó y se separó de mí, dejándome literalmente temblando de gusto.

Entonces ella se levantó guiándome, tirando de mi polla hasta quedar sentados al borde de la cama. Nos besamos y esta vez mamá no puso ningún reparo, incluso cuando mi lengua hizo lo posible por colarse en su boca, porque ella facilitó la maniobra hasta que ambas lenguas jugaron, en una lucha encarnizada en labios mezclados y caricias mutuas, ella en mi polla que mecía suavemente o mis manos en sus tetas. Entonces terminé de despojar su camisón y dejarla totalmente desnuda. Admiré una vez más ese cuerpo e invitándome a tumbarme, se colocó encima de mí, mientras mis manos dibujaban sus caderas, su espalda, su culo… Su piel era tan suave, caliente, una delicia llena de sensaciones.

–          Cariño, ¿quieres mamar de tu madre como hacías cuando era pequeño? – me dijo con dulzura poniendo su pecho frente a mi cara.

Mis labios se apoderaron inmediatamente de sus pezones alternativamente, absorbiéndolos, mordisqueándolos con cuidado, pasando mi lengua y un largo gemido salió de su garganta. Se tumbó en la cama facilitándome su cuerpo al completo para disfrutar de él, cada palmo de su piel era mío y lo disfruté, bajé hasta sus caderas, sus muslos, cálidos, desprendiendo calores propios de la excitación, al llegar a su coño una humedad rebosaba de él, gotas de sus fluidos resbalabas por labios vaginales y mi lengua se encargó de secarlos, aunque era imposible pues era un fluir constante.

–          ¡Ah, cielo! – gemía cuando mi lengua se apoderó de lleno de esa rajita.

–          ¡Qué rica, estás mamá!

–          Cariño, gírate y móntate sobre mí cara – dijo de pronto, separándose de mi cuerpo y haciendo que mis piernas se abrieran y mi polla quedara a la altura de su boca,

Mi madre estaba debajo y yo encima lamiéndonos mutuamente con deseo en otro 69 mágico. Mientras yo seguía afanado en su coño, ella sujetaba la base de mi polla e inclinaba la cabeza para engullirla, aunque por las dimensiones no llegaba a tragarla entera.  Yo estaba en éxtasis, intentando controlarme para no venirme.

–          Mama no voy a aguantar mucho – mi voz se entrecortaba y mi excitación subía de nivel ante ese ímpetu de su boca.

–          Mi niño, tranquilo, te mereces algo más que correrte en la boca de mamá. – pude escuchar su voz más sensual que nunca.

¿Qué quería decir? – pensé mientras mi lengua saboreaba su coño totalmente expuesto, mi madre había abierto todo lo que podía sus piernas para facilitarme el interior de su sexo.

De pronto hizo lo que nunca podría haber imaginado. Me invitó a tumbarme sobre la cama, con mi polla totalmente tiesa apuntando al techo y subiéndose a horcajadas sobre mí, cogió con sus dedos la punta de mi polla y la acercó a su entrada, dándole unas sacudidas cortas y rozando mi glande contra su coño, lubricándonos mutuamente.

No me lo podía creer, pero agarré las caderas de mama, sintiendo por primera vez el contacto de sus labios vaginales acariciando mi polla, que se deslizaba entre ellos, llegando a verla salir entre sus muslos. Me estaba pajeando con su coño y qué mejor forma que llevarme al orgasmo, aunque lo que hizo a continuación me dejó pasmado. Volvió a coger mi polla entre sus dedos ubicándola a la entrada de su sexo que estaba empapado. Rápidamente mi glande quedó apoyado ahí, mientras sus tetas seguían frente a mi cara y su sonrisa indicaba que verme feliz, le hacía feliz a ella.

–          ¡Qué gusto, mamá! – exclamé.

–          Bien, mi niño… ¿Estás preparado?

No entendí su pregunta del todo, aunque viendo que no contestaba su sonrisa indicaba algo que no tenía más que una respuesta. ¡Iba a follarme a mi madre!

Ella empezó a deslizarse hacia abajo, incrustando despacio mi polla dentro de ella.

–          ¡Mamá, mmmm, uffffffff!… ¡Estoy entrando! – dije sin creerme lo que pasaba, con mi cabeza inclinada observando que la punta se había colado y cómo un calor intenso se apoderaba de mi polla, abrazándola de una forma adorable.

–          ¡Sí hijo, sí!, ¡tu madre va a ser la primera! – me dijo mirándome a los ojos mientras se mordía mi labio inferior.

Dejó caer el resto de su cuerpo y mi duro miembro fue desapareciendo de forma increíble dentro de su coño. Me sentía envuelto en sus paredes vaginales que ardían, el roce era intenso, algo maravilloso. Nuestros labios se juntaron un instante con mi enorme polla entrando lentamente en su interior.

Ella empezó a moverse despacio hasta que toda mi verga quedó incrustada dentro y mis huevos chocaron contra su pelvis, se paró en seco, soltando un largo gemido.

–          ¡Dios, hijo, cómo me llenas! – dijo apoyando entonces sus manos en mi pecho y echando su cabeza hacia atrás.

Sí, era increíble, estaba dentro de ella y entonces, inmediatamente empezó un movimiento de sus caderas, tirando hacia arriba y luego hacia abajo, hacia adelante, hacia atrás, se movía asombrosamente, dando pequeños giros. Aquello era maravilloso, nunca pensé tener la polla en el coño fuera tan placentero y encima en el de mi madre…

Se inclinó hacia adelante, dejando a la altura de mi boca sus pechos que lamí con éxtasis, frenesí, deseo, a la vez que mi madre aumentó el ritmo del movimiento arqueaba su espalda, gemía. Me aferré a su culo y me encantaba sentirla cada vez que su sexo tocaba mi pelvis, arrancándole un nuevo gemido que envolvía aquella habitación.

–          Sigue mi niño, mamá quiere saciarte- pasaba sus manos por mi cara y me besaba con dulzura a la vez que, con pasión, aumentando la tensión de sus músculos vaginales, atrapando mi dureza con fuerza.

–          ¡Qué gusto mamá! – repetía yo encandilado intentando por todos los medios no correrme, aunque era realmente difícil.

Nuestros movimientos se intensificaron y cogí a mi madre de las caderas, guiando sus movimientos, observando como ese maravilloso cuerpo danzaba sobre el mío, como sus enormes pechos hacían círculos frente a mi cara, como nos entregábamos a ese polvo tan deseado.

En un momento desvié la vista hacia la puerta, que estaba entreabierta, pude ver la figura de mi hermana observando con la mano derecha metida dentro de su pantalón de pijama y la izquierda acariciando sus pechos. Nos espiaba y parecía disfrutar de ese incestuoso polvo entre mamá y yo.

Estuve a punto de avisar a mi madre, pero por nada del mundo quería que aquello acabase por el momento y poder seguir sintiendo ese coño atrapándome en cada una de sus adorables embestidas, llenar así a mi madre, era la mejor experiencia de mi vida y así apretaba yo mi pelvis contra ella, como si quisiera entrar aún más adentro y eso que notaba que era imposible.

–          ¡Qué polla, hijo, qué maravilla! – gemía ella y cada vez que lo decía notaba un espasmo dentro, sabiendo que no podría aguantar más esa tensión.

–          Mamá, no voy a poder aguantar. – dije clavando mis dedos en su culo, respirando casi con dificultad.

–          ¡Hazlo dentro, mi amor… córrete dentro de mami!

Esa frase fue la espoleta que hizo estallar la bomba y mis huevos descargaron una cantidad inmensa de semen en el interior de su coño, notando espasmos incesantes mientras ella cerraba sus ojos, seguramente presa de otro orgasmo mientras yo parecía no tener fin, en chorros continuos que se depositaban en lo más profundo de su matriz.

Cuando mamá abrió los ojos, su mirada se desvió a la puerta, descubriendo a su hija observándonos.

–          ¡Sandra, cariño! – dijo, pero no fue capaz de levantarse con mi polla clavada en lo más hondo, soltando los últimos chorros de semen.

Cuando por fin se separó de mi cuerpo, un largo río de leche blanca se deslizaba por el interior de su muslo derecho, llegando a gotear sobre mi propio cuerpo. La corrida, sin duda, había sido de las mayores que había tenido.

Al volver mi vista hacia la puerta, me percaté de que el cuerpo de mi hermana había desaparecido y mamá saltó de la cama, completamente desnuda, llamándola, queriendo seguramente darle alguna explicación entendible de lo que había visto. La historia se había repetido, pero esta vez, en una culminación que ni yo mismo me creía. ¡Había follado a mi madre!

Pensé en Sandra, que seguramente había quedado muy impresionada de nuevo ante ese espectáculo y, de hecho, ni yo mismo, aun con mi polla palpitando y acariciando mis huevos, tumbado sobre la cama de mamá, me creía haber vivido ese momento. Me resultaba imposible de asimilar, el hecho de haber follado por fin, por primera vez en mi vida, y nada menos que con mi madre. Descubrir la maravillosa sensación que era correrse dentro de un cálido coño, como era el de mamá, haciéndolo además con ese cariño y esa pasión.

Por un momento estuve tentado de levantarme y salir corriendo para volver a parapetarme a escuchar lo que hablaban ambas o mirar la conversación de madre e hija, pero esta vez no lo hice. Debía madurar, entender que esto era muy difícil de asimilar, hasta el punto de no poder entenderlo ni yo mismo. Dejé que fueran ellas, las que intentasen poner algo de cordura a tanta locura, porque yo no quería ni moverme, aun flotando en esa nube del placer. Era un sueño hecho realidad.

Al rato, viendo que mi madre no regresaba, me metí en mi cuarto y así desnudo, como estaba, acabé durmiéndome plácidamente, tras esa experiencia que no iba a olvidar jamás.

A la mañana siguiente, me levanté, aun intentando poner mis ideas en orden y al llegar a la cocina, como cada mañana, Celia me tenía preparada mis tostadas, mis cereales y mi gran vaso de zumo, recién exprimido.

–          Hola cariño, ¿qué tal has dormido? Tienes cara de cansado

–          Bien – dije forzando mi sonrisa.

Naturalmente no podía ni por asomo contarle a Celia lo que realmente había sucedido a pesar de estar eufórico y con ganas de decirle: “¡he follado, he follado!” … y es que todavía notaba un cosquilleo extraño por todo mi cuerpo.

–          ¿Sandra y mamá? – pregunté.

–          Han ido a buscar a tu padre al aeropuerto.

En ese momento recordé que mi padre regresaba de Alemania y mi cosquilleo interno se convirtió en angustioso, porque empecé a comprender la gravedad de la situación. Yo tenía el examen de química a primera hora y me duché rápidamente, cogiendo mi moto y dirigiéndome a la facultad. Al llegar y aparcar, dispuesto a meterme a clase, recibí un mensaje de mi madre:

–          “Marcos, cariño, lo de anoche no sucedió, ¿vale?” – rezaba el mensaje.

Entré a clase dando vueltas a ese texto de mi madre, que parecía de auténtico arrepentimiento por su parte, diciendo de forma contundente que no sucedió, pero realmente había ocurrido y vaya si lo había hecho, eso no se podía borrar, además yo no me arrepentía en absoluto, porque fue la mejor experiencia de mi vida, hasta entonces y creo que para siempre. Sí, seguramente estuvo mal, fue un pecado mortal, un incesto, una inmoralidad, pero mi madre había roto mi virginidad, llevándome al paroxismo del placer, aunque eso sólo quedara entre ella, yo y bueno……mi hermana, claro.

Apareció Dª Aurora en clase super elegante, como siempre, esta vez con juego de falda y chaqueta negra y una camisa blanca con los dos botones superiores desabrochados, unos zapatos de tacón a juego con ese traje de ejecutiva y unas medias del mismo color que realzaban su figura.

–          ¡Como para centrarse en el examen, con este portento de mujer! – comentó Miguel en voz baja junto a mi oído, pero mirando a la mesa de la profe.

–          ¡Está de escándalo! ¡Vaya polvazo tiene! – me salió sin pensarlo.

–          ¡Joder, Marcos!, ¡estás irreconocible soltando tus impulsos!

Miré a mi amigo sonriendo y aunque era sabido de mi atracción, como la de muchos compañeros con esa mujer, lo que decía Miguel era cierto, casi nunca lo decía de una forma tan explícita y directa.

Doña Aurora fue repartiendo las hojas del examen, de mesa en mesa y cuando pasó a mi lado cruzó la mirada de forma seria, parecía realmente otra mujer distinta a la que estuvo ese fin de semana en casa. La verdad logró ponerme nervioso, incluso con su aroma… sí, olía a rosas, no sé qué perfume se había echado, pero me embriagaba.

A decir verdad, el examen era mucho más fácil de lo esperado y en principio no me salió nada mal, confiaba en poder aprobarlo y eso que había llegado con reticencias a él, o posiblemente era realmente difícil, pero no me lo pareció, ya que incluso lo comentamos varios compañeros a la salida y confirmaron que había sido asequible.

Pasé el día dentro de la rutina diaria, entre clases, aunque mi mente seguía rememorando lo ocurrido esa noche, la más especial de mi vida y que quedaría grabada para siempre.

Visitando la cantina de la facultad en uno de los descansos, Lucía se cruzó conmigo. Llevaba unas mallas de gimnasia y su figura se dibujaba resaltando sus curvas y a pesar de no tener mucho pecho, estaba realmente atrayente con ese atuendo.

–          Hola Lucía. – saludé

–          Hola Marcos. Lo pasé genial el otro día en tu casa- dijo con una sonrisa pícara.

–          Yo también. – contesté mirando esos labios que me habían comido la polla junto a mi hermana de forma magistral.

–          ¿Me invitarás otro día a esa piscina tuya?

–          Claro. Cuando quieras.

–          Genial, me ha dicho Sandra que es una gozada bañarse desnuda. Me gustaría probarlo.

Con la misma, Lucía desapareció dando saltitos, porque alguna compañera la llamaba al fondo del pasillo y yo empecé a sentir un cosquilleo de los míos en la entrepierna. ¿Acaso me iba a dar un espectáculo bañándose desnuda en mi piscina?

Tras la jornada, cuando llegué a casa, ya estaba mi padre, que nos contó cómo había ido el viaje que había tenido durante el fin de semana, los detalles de una convención de empresarios del sector, bastante aburridos por lo que intuí, pero estuve atento, admirando ese entusiasmo que ha sentido siempre papá con su trabajo. Luego no pude más que recordad las palabras de mamá, sobre su impotencia y estaba claro que él se había refugiado en su mundo laboral, era una forma de evadirse de los problemas o eso me pareció, porque mi padre parecía un hombre feliz.

Durante la comida era inevitable que a veces hubiese un cruce de miradas entre mi madre, mi hermana y yo, sin duda se respiraba un aire de culpabilidad y auto resentimiento teniendo en cuenta, lo que había ocurrido durante todo ese fin de semana y especialmente la noche anterior en ese encuentro sexual con mamá.

Papá no parecía percatarse de nuestro secreto y nos detallaba todos los pormenores del viaje que había realizado, con pequeños chistes y anécdotas de sus colegas. Se le veía tan entusiasmado que ninguno quería dejar de prestarle atención.

–          Bueno, y decidme, ¿qué tal fue la fiesta? – dijo mi padre dirigiendo la mirada a todos mientras degustaba un bocado de su entrecot.

Un breve silencio invadió el comedor y miradas cruzadas, algo incómodas.

–          Muy bien cariño, lo pasamos estupendamente, aunque te echamos de menos – dijo mamá rompiendo el hielo, sin saber muy bien dónde mirar, aunque disimulando maravillosamente bien.

–          Sabía que actuaríais de perfectos anfitriones y estoy seguro de que todo el mundo salió contento de la fiesta. – apuntó él totalmente convencido dirigiendo entonces su mirada hacia mí.

Yo solo pensaba en mi cabeza todo lo sucedido sin asimilarlo del todo, pero le devolví a papá una tenue sonrisa ya que seguía observándome. Por un momento pensé que podría llegar a leer mi mente.

–          Ya sabía yo, que como hombre de la casa ibas a estar a la altura, atendiendo a mis chicas. – añadió él con una nueva sonrisa.

Mi cara debía ser un poema, pero entonces mi hermana echó un cable, en un momento dado, contando alguna cosa de la universidad, ajena totalmente a la fiesta, para que esa conversación dejara de resultarnos incómoda y desviándonos de esa vorágine de sensaciones.

Después de cenar, mientras papá se ponía al día con las noticias en la tele junto a mi madre, mi hermana y yo subimos a nuestras respectivas habitaciones.  En el pasillo, justo antes de que entrara a su cuarto, la cogí por el brazo.

–          Sandra, lo de anoche…

–          No, Marcos, prefiero que no me des detalles. – dijo secamente.

–          Es que siento que tú nos vieras así…

–          No se te veía que lo sintieras mucho en ese momento, precisamente – me recriminaba de forma airada.

–          Yo es que…

–          Mira Marcos, estoy muy cansada, me voy a la cama. Paso de tus movidas. – dijo y cerró la puerta tras de sí.

Supongo que mi hermana estaba confundida, pero sobre todo disgustada, no debía resultar nada lógico para ella vernos a mamá y a mí follando, desde luego, bueno lo cierto es que nada había sido lógico en esa última semana y eso nos superaba a todos. Me tumbé en mi cama y a pesar de todo, quedé frito al instante.

Al día siguiente, Miguel y yo nos acercamos al tablón donde aparecen los resultados de las pruebas y vimos que Dª Aurora había colgado las notas del examen de química. Al pasar el dedo por la lista, pude comprobar que casi todo el mundo había aprobado y al llegar a mi nombre, la muy cabrona me había puesto un 4. Estaba suspenso y me dejaba para septiembre. Una rabia total me invadió, era la única asignatura suspensa y no me pareció justa la nota, de hecho, creí haber hecho un examen bastante bueno.

–          ¡Qué hija de puta! – escuché a mi amigo a mi lado.

–          ¿También te ha cateado?

–          ¡Sí, joder, un 4, tío!, ¡Pero si lo hicimos genial!

Miguel y yo comprobamos que éramos prácticamente los únicos en haber suspendido esa prueba y que nos dejaba esa asignatura para septiembre. Él me decía que tenía claro que era una especie de venganza por haber estado con ella babeando en la piscina y por no seguir esa frase que nos dejó un poco confusos, con lo de “clases particulares”.

–          Tío, no te flipes, que siempre estás igual. – le dije.

–          Te aseguro que esta tía quiere unos cuantos pollazos, lo que yo te diga.

–          Bueno, lo que tenemos que hacer es una revisión del examen. Quizás se haya equivocado – dije inocentemente.

A última hora de ese día, teníamos clase con ella y creí que era el momento de pedirle una revisión. Doña Aurora había venido de nuevo con uno de sus trajes de chaqueta, como el del día anterior, pero este era de color marfil, con su blusa blanca, siempre mostrando un canalillo generoso, además de sus piernas, siempre con sus medias de cristal y sus taconazos. Esa mujer no era consciente de las pasiones que levantaba, ¿o sí?

Cuando el resto de mis compañeros abandonaban la clase al terminar, me acerqué a la mesa donde Dª Aurora estaba recogiendo para irse y metiendo sus papeles en un maletín. Estaba de espaldas a mí y ese traje se ajustaba en su cintura y la falda de tubo mostraba un pandero digno de enmarcar, además de esos muslos por detrás con unas medias que resaltaban con una fina línea en su pantorrilla, para acabar en esos tacones altos. Ya había tenido la oportunidad de verla con aquella lencería de mamá, incluso desnuda, pero hasta vestida conseguía ponérmela dura.

–          No me parece justa la nota, quisiera revisar el examen – le dije acercándome, con respeto, pero furioso.

Doña Aurora volvió su cara. Tenía en sus labios la patilla de sus gafas de cerca, colgando. Hasta eso me resultaba erótico, tanto como su mirada, que lo hizo de arriba abajo, recorriendo mi cuerpo, antes de decirme:

–          Lo siento Marcos, por más que he intentado querer ayudarte, no he podido- me dijo muy secamente volviendo a darme la espalda.

Mi amigo Miguel se acercó, detrás de mí, dándome un codazo y levantando las cejas viendo ese cuerpo embutido en ese traje de ejecutiva que le sentaba como un guante.

–          Tenemos derecho a revisar el examen – dijo Miguel también con cara de pocos amigos, pues tampoco se esperaba el suspenso.

Nuestra profesora volvió la cabeza de nuevo, todavía con esas gafitas colgando de sus carnosos labios y echó un ojo a mi amigo de igual modo que hiciera conmigo, intentando reprimir, lo que me pareció una sonrisa traviesa. A ver si al final Miguel tenía razón y esta tía nos estaba poniendo a prueba, pero no de su examen, precisamente.

–          Como queráis, pero no vais a conseguir nada, que lo sepáis. – dijo dando un pequeño chuponcito de lo más seductor a la patilla de la gafa antes de retirarla de su boca, volviéndose para ponerse toda chula frente a nosotros.

–          Aun así, queremos reclamar. – protestó Miguel mientras yo afirmaba junto a él.

–          Bueno, venid a las 3 a mi despacho y os enseño los exámenes. – nos dijo saliendo hacia la puerta menando sus caderas y marcando su paso firme con los tacones en las baldosas del aula.

Miguel se volvió hacia mí retocándose el paquete, pues a pesar de habernos suspendido, esta tía seguía poniéndonos como motos.

–          Será zorra la tía, yo creo esta noche D. Fermín no le ha dado lo que tenía que darle y lo ha pagado con nosotros – me dijo Miguel con una sonrisa, yéndose a recoger sus cosas.

–          No le veo la gracia, tío. Yo quería pasar un verano tranquilo y ahora mira.

Mi amigo se acercó hasta mí, para decirme cogiéndome por los hombros:

–          ¿No te das cuenta, Marcos?

–          ¿Cuenta de qué?

–          Joder, esta tía nos pone a prueba, ya te he dicho que le gustan los yogurines.

–          No empieces, joder, que tengo un cabreo del uno.

–          Pero si está clarísimo. Esta tía quiere vernos en su despacho a las 3 de la tarde, cuando casi no hay nadie en el edificio.

De nuevo Miguel y sus aventuras fantasiosas, querían confundirme más de lo que estaba y era inevitable pensar en esa mujer y cómo se folló al novio de mi hermana, un chaval de 20 años, estaba claro que lo gozó como una auténtica perra y mi polla se empezó a endurecer recordando su cuerpo desnudo, el brillo de su piel, perlado de sudor, cabalgando sobre la polla de Mario, sus tetas botando… el vello rojizo de su sexo… por no hablar de la aventura con mamá, retozando con ella y ese juguetito entre sus coños. ¿Y sí Miguel tenía razón?

Continuará…

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