ESRUZA
Afuera llueve, es tiempo de lluvias,
las gotas resbalan por el cristal de mi ventana,
lentamente, como lágrimas de mujer.
Yo no soy débil, soy fuerte, y sé que
las lágrimas limpian, tranquilizan el alma.
Siento que mi corazón está vacío,
mi alma no está tranquila.
Mas ya no tengo lágrimas, están agotadas,
se malgastaron inútilmente.
Aparecen poéticamente en mis poemas,
pero nada más porque, amorosamente,
ya nadie merece mis lágrimas
Estas son sagradas, y sólo han rodado
por quien, en su momento, creí que las merecía.
La lluvia sigue cayendo,
mojando mi campo verde,
ahora destrozado por el hombre.
¿Qué hay que no destroce el hombre?