SYLKE & FRAN
CAPÍTULO 11 – DOS MILFS
Escondido en ese baño de la habitación de mamá, me esperaba de todo, desde una bronca entre ellas, hasta que mi profesora me delatase y eso aun sumara más puntos para mi castigo, aunque pensándolo bien, el balance de lo vivido había merecido la pena, desde aquel día que lo pude empezar a ver todo en el balcón, descubrir esos cuerpos desnudos por primera vez, o como Celia me enseñó a rasurarme y a mucho más. Oler las braguitas de Lucía, pero encima no ser castigado por ello, sino premiado con una paja entonces y con una mamada a dúo con mi hermana, incluso eso me costaba creérmelo, o el hecho de haber sentido la boca de mamá comiéndome la polla, las enseñanzas de Celia, ver a doña Aurora follando, ver a mi propia madre desnuda como ahora, pero incluso follando con mi entrenador. Lo que me viniera encima era lo de menos, seguía siendo virgen, pero lo vivido valía más que cualquier castigo.
Mi madre permaneció en silencio unos segundos, intentando asimilar lo que pasaba, hasta que dijo:
– Huy, Aurora, lo que menos podía esperar es que saliera alguien del vestidor y menos tú – dijo toda acalorada y sin saber muy bien qué hacer con la vista perdida en la habitación, totalmente desconcertada.
Comprobé que Aurora, miraba a un lado y otro buscando mi presencia en algún lugar, estaba totalmente enrojecida, ante la situación en la que se encontraba.
– Discúlpame Cris, me pudo la curiosidad de saber cómo era tu habitación, encontré la puerta abierta y quise admirar lo bonita y grande que es – mintió Aurora desviando la vista alrededor de la misma.
Por suerte, esa mujer no me delató. Y luego siguiendo con su mirada por todas partes añadió:
– Verás, Cris, abrí uno de los cajones y ver esta lencería me entusiasmó y no pude evitar cogerla y probármela, perdona por mi atrevimiento. No tengo excusa ninguna- continuó Aurora mirando al suelo con sentimiento falso de culpabilidad.
En ese momento, mamá soltó sus brazos que cubrían inútilmente su cuerpo desnudo para acercarse hasta ella.
– Bueno mujer, no te preocupes, pero podías habérmelo pedido y a mí no me hubiera importado enseñártela. Sabes que hay confianza – contestó mi madre suavizando el enfado que en un principio le invadió
Me resultó chocante esa actitud de mi madre, porque para eso es muy clara siempre, su habitación es sagrada y más para una desconocida, aunque Aurora fuese su casi una amiga, ninguna más cercana a mi madre se hubiese atrevido nunca a algo así, conociéndola. De algún modo entendí que mamá quería quitar hierro al asunto con mi profesora, porque al fin y al cabo ella se estaba follando a su marido de espaldas a ella. ¿O quizás no tan a las espaldas y la otra lo sabía todo?
– Tienes razón, Cris voy a quitármela, mil disculpas de nuevo- dijo Aurora dándose la vuelta para entrar de nuevo al vestidor.
Yo asomaba la cabeza, intentando ver más a mi profe, pero no tenía la visual de esa parte de la habitación y estaba como loco por admirarla con ese conjunto.
– Mirándolo bien, no te sienta nada mal – Apaciguó la situación mi madre sorpresivamente con una sonrisa.
– ¿Tú crees?, mi cuerpo está más redondo y no tan estilizado como el tuyo- respondió Aurora, no creyendo las palabras de mi madre mientras ella le sostenía una mano, aunque yo seguía sin verla.
– Sí, acércate, estás muy seductora con eso. – añadió mamá y estirando su mano la invitó a ponerse en el centro de la habitación.
– ¿De verdad?
Tenía entonces a Aurora totalmente a la vista, desde mi pequeña abertura detrás de la puerta. Había salido unos pasos fuera del vestidor y realmente estaba increíble, con un sujetador y braga negro de encaje a juego ambos y las piernas cubiertas por unas medias finas que le llegaban hasta más arriba de la mitad del muslo sujetas con un liguero que tenía ajustado a la cintura. Instintivamente aceleré mi paja ante la vista de mi musa-diosa, ataviada con ese conjunto tan erótico. El sueño hecho realidad.
Observé a esa madura llena de curvas y disfruté como un enano de tenerla ahí, tan cerca. No era ni de lejos, tan fina y proporcionada como mi madre, pero su cuerpo era explosivo para una mujer de 50 años, además se había soltado su melena pelirroja y la hacia una hembra más atractiva y apetecible, si cabe.
– ¡Estás increíble Aurora! – mi madre parecía convencida decir eso y no resultaba un comentario gratuito, porque además de ser cierto, ella la miraba con admiración.
– ¡Uf, Cris!, ¡qué vergüenza!
– No debes sentir ninguna, mujer, estás muy guapa. Te sienta de miedo.
Tenía a mi vista dos pedazos de mujeres maduras, una desnuda y la otra con una lencería para echar atrás a cualquier hombre, ni en las mejores películas porno había visto algo parecido. Siempre me han gustado las que trataban sobre el tema de “MILF”, pero esto desde luego era real y superaba la ficción con creces, ante esta situación solo me quedaba volver a mi rutina de los últimos días……pajearme como un mono ante ese espectáculo.
Mi madre, ya más desinhibida, sin importar que Aurora la viera completamente desnuda se acercó a ella y le intentó ajustar el sujetador, colocándoselo como si fuera una estilista y posteriormente puso sus manos sobre los muslos de Aurora estirando sus medias para que no se notaran arrugas para luego ajustarle el liguero de cintura.
– Esto es carísimo, ¿no? – dijo mi profe.
– Bueno, hija, es el único capricho que tengo.
En el fondo yo pensaba que ese y el marido de la otra debía ser su segundo capricho.
Aurora miraba a mi madre sin dar crédito a lo que estaba sucediendo, ya que la veía muy lanzada, con su desnudez, ayudándola a colocar en su sitio cada cosa, principalmente cuando mamá le recolocó los pechos dentro de la copa del sujetador, algo que hizo que Aurora se ruborizase, además de excitarse, supongo. De vez en cuando, esa mujer desviaba la vista sobre la habitación pensando dónde carajos estaría metido yo, e implorando que no apareciera de repente, porque ya sería el escándalo total si viese mamá que yo también estaba allí
– Te queda realmente muy bien – le dijo mi madre con una sonrisa poniendo sus manos en los brazos de Aurora, haciéndola girar y mostrándole la imagen frente al gran espejo de su cómoda.
– Gracias, por tu cumplido, aunque……seguro a ti te queda mejor. – le dijo Aurora, explorando el cuerpo de mi madre, haciendo que esta soltara una risa nerviosa.
– ¿Sabes que tengo otro igual de color blanco?
– ¿Sí?
– Si, voy a ponérmelo, lo tengo aquí, este es de color blanco – dijo ella volviéndose al cajón para coger otro conjunto de lencería.
Ver a una mujer desnudarse es un arte, pero para mí, tanto o más verla vestirse y ahí estaba mi preciosa madre comenzando a ponérselo con mimo, con todo el estilo y sensualidad, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Las medias eran iguales a las de Aurora, pero la braguita blanca destacaba sobre su piel morena, así como el liguero y el sostén, que completaban ese conjunto precioso, de color blanco.
Aurora, supongo que, como yo, no dejaba de admirarla y a la vez me pareció que estaba nerviosa, diría que se le estaba despertando una excitación interna de ver a mi madre, pues estaba hipnotizada observando con detalle el estilo y la seducción que irradiaba mamá poniéndose las medias y sujetándolas al liguero. Si se ganara la vida con eso, seguramente seríamos una familia rica.
Ambas quedaron en ropa interior, del mismo modelo, pero de diferente color, una frente a otra, admirándose mutuamente y yo allí observándolo todo y machacándomela al mismo tiempo.
– Ya estamos iguales. – dijo mamá poniéndose ambas frente al espejo, para luego girarse y observarse de espaldas en donde los pequeños tangas se metían entre los respectivos glúteos.
– Insisto que a ti te queda muchísimo mejor, Cris. – dijo Aurora.
– De eso nada, no sé a tu marido, pero a mí me encantas. Estás muy sexy.
De repente ocurrió algo que me dejó anonadado, si ya mi polla estaba tensa, al ver eso dio un increíble espasmo. Mamá se acercó al cuerpo de mi profesora y con su dedo índice sobre la parte superior del sujetador de esta, dibujó el contorno de sus pechos, con suma delicadeza, subiendo después por su cuello y posándose lentamente en los labios Aurora que entreabrió lamiendo ese dedo invasor.
– ¿Qué? ¡Esto no es posible, no me lo puedo creer! – pensaba para mí acelerando el ritmo de mi masturbación.
Mi madre había tomado la iniciativa ante Aurora y volvió a sorprenderme de nuevo con su actitud, ¿también le gustaban las mujeres?, ¿le daba a los dos palos?, ¡joder!, ¡qué fuerte! Ahora tenía a mi madre y a mi hermana que parecían dadas a la bisexualidad y yo seguía sin enterarme de nada. Creo que desde que me aficioné a este deporte de espiar, estaba descubriendo a las mujeres más cercanas a mí, que desconocía totalmente.
Aurora cogió con las dos manos el dedo de mi madre que empezó a chupar con frenesí. Era como si estuviese lamiendo una polla… Esa mujer, vestida así y con esa entrega tan lasciva y erótica, era superior a mí. Sin duda no puso ni una pega a esa forma de actuar y parecían realmente compenetradas, como si lo hicieran habitualmente.
– Ven a la cama y siéntate aquí – guio mi madre a Aurora y posteriormente se dirigió a la puerta de la habitación para echar la cerradura de la misma.
Abrí los ojos, asustado porque en ese momento ya no tenía escapatoria de ninguna de las maneras y mi nerviosismo y excitación aumentaron más todavía.
Esas dos impresionantes maduritas ataviadas con esa lencería tan seductora, se sentaron y empezaron a besarse, pero no de forma tímida, al contrario, sus lenguas desprendían calor, intensidad, fuego y pasión, no había visto a dos mujeres besarse de la manera que lo estaban haciendo mi madre y Aurora. Entendí que mi profesora tampoco le hacía ascos a una mujer bella comiéndole la boca. Las manos de una dibujaban los contornos de la otra y juntaron sus caras para decirse algo, que lógicamente no fui capaz de escuchar, pero ambas se sonreían cómplices de un encuentro lascivo.
A partir de ese momento, sus manos se deslizaron a la parte trasera de sus respectivos sujetadores quedando libres unos enormes pechos, los de mi madre ya los había visto pero los de Aurora, esta vez con luz, al contrario que en el garaje, se le veían de maravilla. Eran todavía más grandes ligeramente caídos pero muy bien puestos para una mujer de su edad, los pezones no eran pequeños garbanzos, eran más bien fresas en crecimiento, pocas veces había visto unos pezones tan gordos rodeados de una aureola oscura, rugosa pero muy apetecible. ¡Qué portento de mujer!
Mi mano mecía mi polla con intensidad ante la vorágine sexual y sensorial que invadía la habitación de matrimonio de mis padres.
Ambas mujeres alternativamente fueron besándose con delicadeza sus pechos, con lamidas cortas e intermitentes a sus pezones, se reían con nerviosismo presa de la excitación que estaban sintiendo y parecían estar disfrutándolo, tanto como yo observándolo.
Mi madre hizo levantar a Aurora y con mucha delicadeza fue desprendiéndole de la braga que tapaba su entrepierna. Desde mi posición, divisaba el perfil de mi profe y pude comprobar esa mata de pelo rojizo, que cubría su coño y que no sé por qué, eso ensalzaba todavía más su belleza, vista así, totalmente desnuda, tan solo unas medias y liguero, su pelo rojo y el vello de su pubis de igual color, me recordaron a una diosa griega.
Posteriormente Aurora hizo lo propio con mi madre y lentamente le bajó las braguitas blancas por sus portentosos muslos hasta que ambas quedaron frente a frente totalmente desnudas, admirándose la una a la otra. Se abrazaron y besaron juntando sus pelvis en una especie de baile frotándose una contra la otra en un intento por aumentar más la excitación si era posible. Yo, mientras tanto, estaba que no podía más y si no explotaba era por no montar un escándalo.
– Un momento, voy a por un juguete – dijo de pronto mi madre con una sonrisa de niña traviesa, pasando sus dedos por su mejilla de mi profe.
Mi madre se levantó y se puso a rebuscar en el fondo de un cajón. En principio supuse que sacaría otro consolador parecido al famoso rojo con el que enseñó esos trucos a mi hermana, pero……no, lo que sacó fue otro consolador como cinco veces más largo con dos glandes de goma, uno a cada lado. Era grueso, de color carne, como si fuese una polla gigantesca, pero con un glande en cada extremo. Parecía una serpiente.
– Joder con mi madre, vaya colección que tiene- pensaba para mí. ¿Tendrá más juguetitos? ¿Los usará con papá?
Dejando a un lado el enorme artilugio de goma, mi madre tumbó a Aurora sobre la cama, abriendo sus piernas, mostrando impúdicamente su intimidad. Ese coño era precioso, así abierto, muy peludo, rojizo y en el que se intuían unos grandes labios vaginales. La de veces que yo había soñado con un momento así. Mi madre, con gran destreza, se inclinó hacia un lado y buscando el coño de Aurora, con sus dedos peinando a los lados ese frondoso vello púbico, que se veía totalmente mojado, dejó una abertura sonrosada palpitante, por la que mi madre pasó la lengua a lo largo de toda esa rajita y Aurora empezó a temblar presa de la excitación que la invadía. Su piel se puso erizada y sus pezones parecieron empitonarse.
Mi madre absorta entre esas piernas coronadas con un coño pelirrojo, gemía cuando los dedos de Aurora se metían en el suyo y empezaron a gemir al unísono, preciosas ambas hembras, disfrutando plenamente, como dos gatas en celo, tirando con sus manos de los ligueros, en éxtasis total.
– Ahora viene lo mejor – le dijo mi madre a Aurora, que la miraba expectante ante la próxima jugada que tenía preparada mamá.
Ambas hembras en celo se abrieron de piernas enfrentando sus sexos hasta formar la famosa posición de tijera y mi madre cogiendo el largo consolador, lo puso entre sus cuerpos, introduciéndose lentamente ambos glandes de goma en cada uno de sus coños húmedos y empezaron una danza rítmica, que hacía que ambas entrepiernas se juntasen hundiendo más cada extremo en el coño de la otra, en un movimiento lleno de lujuria, apoyando sus manos sobre la cama y empujando, cada vez con más fuerza y frenesí para notar la penetración total del aparato que las estaba volviendo locas. Cuanto más se juntaban, más fuerte y profunda era la penetración y al mismo tiempo sus jadeos.
El movimiento se hizo frenético y acompasado, mientras sus pechos se balanceaban con cada embestida hasta que ambas paralizaron de repente, sus cuerpos parecían estar convulsionándose y un gemido mezclado con pequeños gritos salió de ambas gargantas, entrando en un orgasmo simultaneo, acompañado de caricias por sus cuerpos y a la misma vez que un chorro de leche caía sobre el suelo del baño en el que yo estaba parapetado.
Me mantuve inmóvil durante un buen rato, esperando cualquier reacción y temeroso de no haber soltado un gemido o un grito inoportuno, porque por un momento me pareció perder la noción del tiempo y de todo lo que pasaba a mi alrededor.
Me asomé por la abertura y ellas parecían estar todavía con la respiración agitada, cuando ambas bocas se juntaron en un nuevo beso lascivo que prolongaron durante un buen rato y yo flipando viendo a esas dos bellezas desnudas morreándose.
– Ya sabes, cuando quieras nos probamos otro conjunto – dijo mi madre poniéndose de pie y sonriendo a mi profesora.
Entonces sí que me alarmé, pues ese cuerpo desnudo y sudoroso de mamá, parecía avanzar con ese movimiento oscilante de sus pechos en dirección a donde yo me encontraba escondido. Me quería morir y entonces recordé que el baño de esa habitación tenía una ventana y no estaba muy seguro de a qué altura de la calle estaba, pero no me importó, poniéndome precipitadamente los pantalones, dando pequeños saltitos, llegué a la ventana, la abrí y salté al vacío, así, sin más.
Tardé unos segundos en reaccionar, pensando si me había roto algo en la caída, pero la suerte estuvo de mi lado al haberme topado con el seto que cubría los rosales que tenemos en la parte de atrás. Por suerte no se oyó tampoco nada y comprobando que todo estaba en su sitio, salvo algún pequeño rasguño y el propio susto, me dirigí hacia la piscina.
A esas horas ya no había nadie en el agua y todos los invitados parecían haberse marchado. Mi encuentro con Lucía, esa noche parecía desvanecerse también, ya que era mi salvavidas, con la que podría haber tenido un encuentro íntimo y ¿quién sabe?, quizás poder follar con ella por fin y así estrenarnos ambos, pero nada, ni rastro de mi compañera, hasta que vi que en el salón estaban Fermín y Sandra tomando una copa y riendo con alguna gracieta que a mi hermana parecía haberle hecho mi entrenador… En ese momento me alegré, de que ella parecía haberse olvidado de su novio, pero me mantuve en la distancia, no entré en el salón, ya que quise escuchar antes para saber de qué hablaban. Una vez más, escondido.
– Pues eso no tiene nada que ver, Sandra, te lo aseguro – dijo Fermín.
No entendí la conversación, que anticipaba esa frase, pero la contestación de mi hermana pareció aclarármelo.
– Pues siempre me han dicho que las chicas con mucho pecho, como yo, no pueden ser buenas en natación. – dijo ella.
– Eso es una tontería, no hagas caso. En el equipo hay chicas con bastante pecho.
– ¿Tanto como el mío? – dijo Sandra sujetando sus tetas sobre su vestidito, haciendo que pareciesen aún más grandes entre sus manos.
– No, creo que no, jajaja. – sentenció mi entrenador siguiéndole el vacile, pero sin despegar su vista de esas protuberancias tan hermosas.
Joder, la buena de Sandra, ¿se estaba insinuando con Fermín? Pues mi profesor, no se cortaba nada y le seguía el rollo.
– Bueno, así flotas mejor, ¿no crees?, jajaja… – rio él.
– Eso sí, pero en serio, ¿crees que tengo cuerpo para poder apuntarme a natación?
– Yo creo que sí, que tienes un cuerpo muy bonito, al menos lo que veo.
– Ah, no hay problema. – sentenció ella.
En ese momento Sandra se sacó el vestido por la cabeza sin pensárselo dos veces mostrando a Fermín su armonioso cuerpo cubierto por un pequeño bikini amarillo. Joder, yo desde mi posición alucinaba de nuevo con ella, a pesar de haberla tenido desnuda y bien cerca, pero me sentí orgulloso de tener una hermana tan bonita y con ese cuerpazo que se lucía insinuante frente a mi profesor.
– Entonces, ¿qué te parece? – dijo ella contoneándose y pasándose las manos por sus curvas, sobre todo sus tetas.
– Es genial. – dijo admirándola y era cierto, Sandra estaba espectacular con ese bikini que apenas tapaba sus pezones y el límite justo de su rajita.
Mi profesor debió empalmarse, sentado en el sofá, pero teniendo delante ese cuerpo juvenil tan espectacular, no era para menos. Mi hermana se la levantaba a un muerto.
– ¿Y tú con eso puedes nadar? – señaló descarada Sandra al bulto de Fermín.
No me creía estar oyéndolo, ni de que fuese real, ni tampoco que lo hiciese con él, al que siempre tratábamos con cierto respeto, al ser uno de los profesores, además de entrenador, pero claro, tampoco estábamos en allí y como decía su mujer, aquí había otro tipo de tratamiento, aunque creo que mi hermana se estaba pasando. Yo creo que iba algo borrachilla y evidentemente cachonda.
– Eso tampoco impide nadar, si quieres te lo demuestro en la piscina ahora mismo. – dijo de pronto Fermín visiblemente excitado, con ese cuerpo cimbreándose delante de él.
– ¿Desnudos? – añadió ella con cara de no haber roto un plato en su vida.
– Claro, mujer, al fin y al cabo, se han ido todos.
Sandra le extendió la mano y caminando a saltitos salieron por la puerta que daba directamente a la piscina, que en ese momento seguía iluminada en plena noche, pero vacía. En un santiamén, ella se despojó del bikini y mi profesor a continuación de su ropa, saliendo a relucir su polla totalmente tiesa y su cuerpo musculoso. Se zambulleron en el agua y empezaron a hacer unos largos al principio y luego unos cuantos juegos de cosquillas, de roces, de cosas que desde la distancia no acababa de apreciar, pero que sonaba a meterse mano a base de bien, a juntar sus dos sexos en el agua incluso sus bocas, más de la cuenta… pero entonces me harté, no podía más, aunque volvía a estar excitado viendo a mi hermana desnuda tonteando con mi entrenador, que sin duda era un espectáculo sublime para más de uno, yo no quería ser el último en follar esa noche, debía cortar ese rollo de inmediato. No estaba dispuesto a seguir siempre en la retaguardia como un puto mirón.
Siempre he sido poco impetuoso y más bien algo parado, pero sacando valor me planté en el borde de la piscina preguntando.
– Oye, ¿qué hacéis?
– ¡Marcos! – gritaron los dos, azorados al verme.
Mi entrenador se pegó a la pared interior de la piscina para ocultar su erección y Sandra cubrió sus pechos, aunque yo ya había disfrutado de su maravillosa desnudez.
– Es que era una apuesta. – dijo él queriendo quitar importancia.
– Ah, vale… – dije, pero ambos estaban cortados por mi presencia y yo sabía que iba de otro rollo la cosa.
– ¿Me puedes acercar una toalla? – dijo mi hermana sin quitar su antebrazo de sus pechos.
Se la entregué y mientras ella se tapaba subiendo por la escalerilla, se sentó en una tumbona mirándome con cierto rubor y recelo, pues no quería que yo contase lo que acababa de ver. Le pregunté por Lucía, pero me dijo que ya se había ido, con otros invitados. Volví a sentirme fatal, pues tampoco follaba esa noche, ella al mismo tiempo me preguntó de nuevo por Mario y le dije que no le había visto en toda la noche, así que pensé, bueno si yo no follo, al menos ella tampoco. De pronto, la voz de mi madre se oyó a nuestra espalda.
– ¿Qué pasa? – preguntó al vernos hablar al borde de la piscina en la que todavía permanecía Fermín.
No sé por qué lo hice, pero como nadie contestaba me atreví a hacerlo yo, aunque no contando la verdad de lo que había visto.
– Nada, que le aposté a Fermín si era capaz de bañarse desnudo. – dije.
– ¿En serio? – dijo mamá, mordiéndose el labio, pensando en mi profe desnudo bajo el agua.
– Si, – añadió Fermín sin mucho convencimiento.
Mi madre, debió notar algo raro, porque ella, puede ser cualquier cosa, pero no es tonta y las caras de todos hablaban por sí solas.
– Bueno, todo el mundo a la cama, que son las dos de la mañana. – dijo mamá estirando su mano con una toalla para que Fermín saliera de su apuro y de la piscina.
Nos encaminamos a la casa y después de indicar mi madre a Fermín en donde estaba su habitación, en la que debía estar esperándole doña Aurora, nosotros tres nos despedimos en el pasillo, pero mamá nos detuvo, agarrando nuestras respectivas manos y esperando a que Fermín se metiera en la habitación de invitados.
– Venid a mi habitación, tengo que hablar con vosotros dos. – dijo firme mamá.
Sandra y yo nos miramos sin entender nada y entonces mi madre tiró de nuestras manos y nos metimos los tres en su cuarto desconocedores de lo que quería decirnos.
Una vez dentro de la habitación nos miramos los tres, sin saber muy bien que hacer ni que decir, creo que nadie se atrevía a comentar nada que no pusiera en evidencia a cualquiera de los otros. Y lo cierto es que lo que había ocurrido durante el día había sido bastante impactante para los tres, y ninguno en principio sabíamos cómo romper el hielo, mi hermana y yo nos sentamos en la cama y mi madre de pie frente a nosotros.
– No sé lo que ha pasado en la piscina, pero se os veía… confundidos. – dijo mamá.
– No ha pasado nada. – respondí yo de inmediato queriendo quitar importancia.
Mi hermana me miraba de reojo, pero celebraba, sin duda que yo le hubiera echado ese cable.
– Bueno, sé que estáis muy confundidos con todo esto y lo primero que quiero es pediros disculpas, por lo que habéis presenciado en la habitación con Fermín- dijo mi madre con pesadumbre juntando las manos que se entrecruzaban con aire nervioso.
Sandra y yo nos miramos como pidiéndonos ayuda mutuamente, pero fue mi hermana la que contestó.
– Nosotros también queremos pedirte disculpas por haber actuado como intrusos y espiado lo que sucedía en la habitación.
– Me pudo la curiosidad y oír ruidos en la habitación hizo que actuara de esa forma, perdóname – susurré yo mirando al suelo.
– Esto es algo que no debe salir de aquí, si vuestro padre se enterara de lo que ha pasado hoy, no quiero ni imaginar por un momento…
– ¿Te mataría? – dijo Sandra de pronto.
– No cariño, sabes que tu padre nunca me haría daño, al contrario, ya sabes lo que le gusta verme feliz.
Esta vez, Sandra y yo nos miramos confundidos.
– A ver, hijos, quiero decir que se llevaría un palo sabiendo que su mujer se ha acostado con otro hombre, sin saberlo.
– ¿Sabiéndolo sí? – preguntó Sandra confundida.
Mamá estaba nerviosa contando eso, incluso parecía estirar su vestido para que no resultara tan corto, aunque al hacerlo se marcaban aún más sus rotundos pechos.
– Vuestro padre es muy comprensivo, demasiado a veces… y yo a veces, demasiado egoísta.
– No, mamá, seguramente te has dejado llevar. – eso lo dije yo, pero pensando en mí mismo, que es lo que me estaba pasando últimamente, me dejaba llevar.
Mi madre hizo otro silencio mientras Sandra y yo intercambiábamos miradas de reojo.
– No quiero imaginar, que se enterase de esto e incluso ha mantenido relación con su hijo, y que sus hijos entre ellos……mejor no pensarlo- mi madre se puso las manos sobre la cara sin que le salieran más palabras y parecía a punto del llanto.
Mi hermana le cogió una mano y parecía indicarme que yo hiciera lo mismo con la otra. Y así lo hice. Ella nos miraba con ternura y al mismo tiempo con admiración. Durante un buen rato permanecimos así los tres, dados de la mano, pero pensando cada uno en las consecuencias, por eso quise cambiar de tema.
– Mamá, ¿a ti también te gustan las mujeres? – le solté con aire decidido y envalentonado. No sé ni por qué salió eso de mi boca.
– ¿Por qué dices eso?, por supuesto que no – dijo mi madre con aire poco convencido y sin saber dónde mirar, mientras los colores le invadían su cara y mi hermana me miraba con aire extrañado, pues ella no debía conocer esa faceta.
– Sólo preguntaba……- le dije y me di cuenta de que no había sido muy hábil en mi intento de desviar la atención, sino más bien metiendo la pata de lleno.
Mi madre intentó mantener la compostura, sentándose en la silla que tenía frente a la cómoda y se nos quedó mirando. Desde la distancia y con sus piernas cruzadas, con ese corto vestidito, me parecía tener a una diosa delante, pero al mismo tiempo seguía siendo mi madre, mi confusión iba de mal en peor.
– Supongo que tenéis en mente mil preguntas y creo que vais teniendo una edad para empezar a comprenderlo todo, incluso en la que tenéis curiosidad de todo y especialmente en el sexo o en el deseo sexual, sobre todo, que está en su punto más álgido, y yo estoy para ayudaros en todo lo que pueda y aclararos cualquier duda. No quiero más secretos entre nosotros.
El silenció reinó de nuevo. Por un lado, yo tenía mi secreto, entre otros muchos, de haber visto a mamá, además de con Fermín, con Aurora, llegados a ese punto, mamá tampoco lo confesaba y seguía guardando su secreto o mi hermana en su juego con el entrenador que a saber cómo podía haber acabado.
– Mamá, pero entonces, lo tuyo con Fermín ¿desde cuándo? – dijo por fin mi hermana con curiosidad.
Mamá sonrió y creo que celebró que fuese Sandra la que rompiese el hielo con la pregunta y no tener que decirlo ella directamente.
– Bueno hace tiempo que nos conocemos, ya sabíais que fuimos juntos al instituto, de jóvenes, pero bueno hace unos meses coincidimos en una fiesta a la que habíamos sido invitados por separado, en fin, recordando momentos pasados, su vida con Aurora, la mía con vuestro padre… parecía que hubiésemos rejuvenecido por momentos.
Otra pausa en la que mamá se frotaba las manos de nuevo y luego continuó.
– Ahí en un momento determinado entre risas y bebidas…….pues surgió… un tonteo, de ahí a besarnos y acabar, pues eso. El caso es que con tu padre hacía tiempo que no mantenía relaciones sexuales y…
– ¿Qué? – preguntó Sandra
Luego volvió a mirarme, aunque mi cara también debía ser igual de alucinada. Sin duda, no era comprensible que teniendo una mujer como mamá mi padre no tuviera una vida sexual, más que plena.
– ¿Cómo es posible? – pegunté.
– Vuestro padre padece de impotencia. – dijo mamá de repente bajando la cabeza.
Sandra y yo nos mirábamos, creo que incapaces de cerrar la boca y mamá nos dio todos los detalles.
– Como ya conocéis, como consecuencia de la diabetes que desde hace dos años se le diagnosticó, las cosas se le complicaron en varios aspectos de su salud y además en ese terreno y era casi imposible que mantuviese una erección, hasta perderla completamente.
Yo, a pesar de tener un lio en la cabeza, empezaba a comprender a nuestra madre y Sandra evidentemente también. Estaba claro que hasta entonces habían tenido buenas relaciones sexuales entre ellos, incluyéndonos a nosotros al habernos concebido, pero claro de un tiempo a esta parte, mi madre no tenía lo que necesitaba.
– Yo quiero mucho a vuestro padre. – dijo.
– ¡Lo sabemos! – exclamamos mi hermana y yo a la vez.
– Y sabéis que él a mí – apuntó mamá – creo que incluso más que yo, por eso, sabiendo que yo era una mujer ardiente… en fin, con mis necesidades, todavía joven en espíritu, pues quiso complacerme allí donde él, pobrecito, no podía llegar.
– No entiendo nada – comenté confuso.
– Pues eso que él no podría darme lo que yo buscaba y entonces empezó a comprarme uno de esos artilugios que habéis visto para hacer más llevadera la situación, penes, dildos, estimulantes sexuales, vibradores, incluso un “Satisfayer”.
– ¿Tienes un “Satisfayer”? – dijo mi hermana sonriente.
Supongo que Sandra también tenía ganas de probarlo.
– Sí, ya te le dejaré. – rio mamá, rompiendo un poco más esa tensión – Pero aun viendo que era insuficiente para mí, vuestro padre me animó a tener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
– ¿En serio? – apuntó mi hermana.
– Sí, él siempre ha querido que yo fuese feliz al máximo.
– Pero entonces, ¿Por qué ocultarlo si él estaba de acuerdo? – pregunté.
– Yo me negué rotundamente, primero porque me parecía traicionarle, aun teniendo su permiso, por mis valores, mi educación, la infidelidad siempre ha sido algo negativo.
– No era infidelidad realmente. – dije.
– Sí, bueno, es muy fácil verlo así, pero para mí no lo era, nunca le dejé que creyera que eso podría formar parte de nuestra vida. Imaginaros, yo follándome a otro y él como si nada. No podía hacerle eso. No a vuestro padre.
Sandra y yo afirmábamos comprendiendo.
– Pero aquella fiesta fue el principio de una espiral sexual de la que ya no he podido salir …….a pesar de eso yo le quiero muchísimo, es el mejor hombre que he conocido, y como ya sabéis le amo con locura, pero no fui capaz de confesárselo nunca.
– Ya – dije.
– Y prefiero que siga sin saber nada. -nos dijo mi madre mirándonos fijamente a ambos – sólo os pido discreción en todo esto, somos una familia y eso debe estar por encima de todo – continuó – ¿Lo haréis por mí… por vuestro padre?
Nos miramos los tres y no hubo respuesta, pero sí un abrazo con mamá más que sentido confirmando que guardaríamos a buen recaudo su secreto y no haríamos ningún daño a papá, innecesariamente, como ella decía y era lógico su planteamiento.
Al final nos dimos los besos de buenas noches y mi hermana y yo salimos de la habitación sin pronunciar palabra, tan solo entrando en cada una de nuestras habitaciones. Antes de hacerlo, Sandra me miró fijamente y me sonrió, pero tampoco entendí el mensaje que quería mandarme. ¿Qué entrase en su habitación para follármela? Creo que tardé demasiado, cuando ella cerró su puerta tras de sí.
Continuará…