ISABEL GZ
10
“Desde luego venía pidiendo embutido casero con esos vaqueros finos y ceñidos”
Sábado, séptima (cuasi) mamada.
El Strada era el garito de moda en la escena musical indie. Eso significa que, en principio, no pintábamos nada allí. Cada fin de semana sus cuatro paredes se atestaban de gafapastas, hipsters y culturetas dispuestos a despotricar en sus podcats al grupo de turno. Por arte de magia, en aquel escenario pasábamos de ser un grupo de cuatro treintañeras que cantaban música vieja y sin interés a ser “un prometedor cuarteto de música vintage doop woop con toques vocalese capaz de romper con los dogmas establecidos en la escena musical”. Desde luego, no iba a ser yo la que despreciara aquella publicidad. Nos había costado conseguir el bolo en el Strada. Le enviamos emails con enlaces a videos de youtube con nuestras actuaciones, un USB con maquetas que habíamos grabado, llamamos por teléfono… y nada. Hasta que las casualidades de la vida hicieron que una amiga de Clara —una de las integrantes del grupo— fuera amiga a su vez de una ex del propietario del garito que consideró gracias a su insistencia escuchar nuestra maqueta y acabó llamándome para concertar el bolo.
Llegamos pronto para preparar el escenario e ir comprobando la acústica y los equipos de sonido. Como era habitual me acompañaba Alonso. Al pobre lo utilizaba como burro de carga ayudándome con el portatrajes y la bolsa con el maquillaje y la caja de zapatos. No os penséis que era por puro egoísmo femenino. Bueno, un poquito de egoísmo había, pero el motivo principal era que para conseguir nuestro peinado pin-up de media melena, tenía que sufrir horas antes en la peluqueria un proceso de brushing para llenar mi media melena de bucles y luego me tenían que hacer un tupé con rodete delantero para quedar perfecta. No iba a arruinar el peinado haciendo demasiado esfuerzo teniendo a un hombre fornido y amoroso a mi disposición. Además, no lo neguéis, esto de ayudar a damiselas en apuros les gusta a los hombres y a nosotras nos gusta aprovecharnos, así que todos ganamos aunque nos neguemos a admitir el juego.
—¡Alonso!— Le hice una señal para que fuera a ayudarme a lo que se suponía que era el vestuario. En realidad, un almacén donde tenían toda clase de mierda metida.— Ayúdame a subirme la cremallera.
Ya tenia puesto nuestro “uniforme” para actuar: un vestido retro en forma de A, de color rosa con adornos en fucsia, cuello de barco y conjuntado todo con pendientes, maquillaje a juego y unos tacones rojos peep-toe destalonados.
—Oye cari, ¿no es esa Nuria?
La vi nada más llegar mientras Alonso revisaba que mi vestido no tuviera arrugas por la espalda. Mi sexo sentido no falla y me pone alerta. Nuria, esbelta y mona, la asistente de catering del despacho de mi marido. La misma que había intentado ligar con él en la fiesta de aniversario del bufete la noche que cambió nuestra vida sexual. Se sentó al fondo buscando desde allí a alguien con la mirada.
—Vaya casualidad, no sabía que le gustaba tu música.— Me indica Alonso.
—Ni casualidad ni pollas. Esa ha venido a verte a ti. ¿No ves que está ahí sola sin nadie que la acompañe? ¿Qué tía viene sola a estos sitios? Sobre todo si está buena como Nuria.— A veces hay que explicarle las cosas a mi Alonso.
—No seas paranoica, ¿para qué iba a venir a verme a mí si la que canta eres tú?
—El otro día cuando fui a tu despacho a, ya sabes a…— No quería decirlo por si alguien nos escuchaba así que hice un gesto con la mano y mi boca de inequívoco significado felatorio.— Le gasté una broma sobre la crema de sus bollos que le sentó como el culo. Se le notó en la cara. No creo que venga por mí.
—¿No se la habías hecho a Sandra?
—A Sandra primero y luego a Nuria.
—No paras tía, es que no tienes filtro Lore.
—Ya, bueno. El caso es que si está aquí no es por mí, sino porque espera verte a ti, estoy segura. Me habrá buscado en google. En la web del grupo tenemos el calendario de actuaciones. Te digo que viene a por tí.
—Eso no lo puedes saber.
—Sí que puedo.— Mi mente ya andaba maquinando algo.— Además, ¿Nila no te había enseñado a ligar, a ser un macho alfa y todas esas cosas?
—Nila ha perfeccionado mi estilo. Pero a ligar, lo que se dice ligar, no mucho.
—¿Tu estilo? ¿Y eso qué coño significa? ¿Tu estilo de ballet clásico?
—Coño Lore, ya lo sabes. Mi estilo de follar.— Dijo “follar” muy bajito, pues a veces nos pasaba a alguien cerca.
Me reí con aquello. Me gusta hacerlo sufrir un poquito.
—Ya lo sé, pero quería escuchártelo. Mira, vamos a hacer lo siguiente. Yo voy a ir a saludarla, que creo que nos ha visto pero se hace la remolona. Tú me acompañas de cerca, y cuando la saludemos, yo me quedo hablando con ella y tú vete a hacer cosas a lo lejos pero que ella pueda verte. Siempre estate a su vista, ¿vale?
—¿Y con eso ya sabrás si quiere acostarse conmigo?
—Sí. Vamos.
Salí del cuchitril en el que estaba y me dirigí directa hacia Nuria con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hola, Nuria, ¿Qué tal?— Saludo neutro. Nada de escatología ni bromas sobre cremas o mamadas. Alonso le da otros dos besos, se excusa y se va al fondo a hacer alguna tontería siempre dentro del campo de visión de Nuria.
—¡Hola!— Muá, Muá, nos dimos los besos correspondientes.— No sabía que actuabas aquí, Lore. He quedado con una amiga pero me acaba de mandar un mensaje diciendo que no puede venir.
Pillada. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Nadie le ha pedido que me de explicaciones de porqué está aquí solita y desamparada esperando butifarra. Porque desde luego venía pidiendo embutido casero con esos vaqueros finos y ceñidos combinados con unos tacones de 10 centímetros, un top de volantes y, sobre todo, con sus ojos. Esos grandes ojos marrón claro que no paraban de mirar detrás de mí siguiendo siempre a Alonso.
—Bueno Nuria, tengo que dejarte que empezamos dentro de poco. Ah, y cuida bien de mi maridito, que últimamente se fija demasiado en moscardonas y pelanduscas.
Nuria no dijo nada, sólo sonrió y asintió con la cabeza dándome la razón como a los tontos embelesada en la contemplación de mi esposo. Antes de ir con las chicas para concentrarnos y preparar la salida a escenario le dejé bien claro a Alonso el panorama.
—Confirmado. Esa tortolita no te quita el ojo. Igual que en la fiesta del despacho. Lo que no sé es porqué ahora no está tan nerviosa como aquella vez. He sentido su lujuria mientras te miraba. Ya no te mira como antes. No sé qué le ha pasado pero está como más salida.
—No te me pongas mística que no puedes saber todo eso sólo con hablar con ella.
—No es sólo hablar. Lenguaje corporal se llama, Alonso. Y tienes que aprender a descifrarlo.— Le limpié una mancha de la camisa.— Cuando quieres puedes ser encantador. Lo sé porque lo eres conmigo. Así que adelante.
Alonso me miró preocupado.
—¿Qué te pasa, cari?
—Estás muy guapa.
—Ya, no digas tonterías que me has visto más veces así.
—No es solo eso. Es que esto son cuernos genuinos, cuernos de verdad.
—Hombre, no es que hayas estado jugando a las casitas con Nila. A mí lo de follar con ella me parece bastante de verdad.
—Pero es diferente. A ella le pagamos. Esto me parece más real.
—Eso está en tu coco. ¿Crees que a mi amiga Clara le gustaría que su marido se fuera con fulanas? Los cuernos, cuernos son. Si no, no me pondrían caliente.— Esto último se lo dije en voz baja y al oído.
—Te iré indicando por el WhatsApp.— Mi marido era rápido con el móvil, tendría que estar atenta a él.
Me fui con mis compañeras a darnos los últimos retoques y prepararnos para el concierto. Me resultó extremadamente difícil cantar en aquellas circunstancias. No sólo tenía que estar concentrada en lo que estaba cantando sino que tenía que estar pendiente de mi Alonso. Se había sentado con Nuria atrás en el fondo y a veces los perdía de vista. Conforme fue pasando nuestro repertorio podía ver cómo Alonso se iba sintiendo menos incómodo junto a Nuria. «Eso es cariño, despliega tu encanto». Una vez se levantó, la dejó sola y salió del local. Me inquieté un poco pensando que era algo de su trabajo. Pero volvió al poco tiempo. Luego supe que fue a explorar la zona en busca de un lugar apropiado para el apareamiento.
Durante el descanso iba a acercarme pero pensé que podía cortarles el rollo. Mejor que Nuria pensara que yo era una esposa que desatendía a su marido. Alonso, no obstante, ya me había mandado algunos whatsapps. «Tenías razón», decía el primero. Así que mi instinto sexual no se equivocaba. Nuria estaba receptiva. Lo que me intrigaba ahora es que si Alonso conseguía llevársela al huerto yo pudiera contemplarlo. Si se iban a algún motel o al coche no iba a ver nada. Ya sabéis que no es lo mismo que te cuenten algo que verlo con tus ojos. Además, si les daba por largarse durante el concierto también me lo perdería. Pero mi Alonso ya había pensado en todo. «Cuando acabe el concierto, ve a la obra de detrás. Escóndete tras los palés». ¡Qué grande eres, cari! Me puse contenta y, lo mejor, comencé a excitarme anticipando lo que iba a pasar.
Tras un bis de algunas canciones que a mí se me hizo eterno, el concierto terminó. Como suele ocurrir, mis compañeras se quedaron aceptando invitaciones a copas —es lo mejor de los bolos— y charlar como si verdaderamente a esa gente le interesara nuestra música y no meterse en nuestras bragas. Pero sacarle copas gratis a los salidos que creen que pueden ligarte en estos garitos es de las mayores satisfacciones después del canto. Yo aproveché la situación, me hice la remolona, dí varias excusas —que nadie me había pedido— y salí por una puerta trasera buscando la obra de la que me hablaba Alonso.
Dicha “obra” era un solar con una estructura de cemento a medio construir. Y decir “a medio” es ya ser generosa. Un cartel oxidado indicaba que la entrega de pisos estaría lista para el 2008. Debieron encadenar una crisis tras otra porque aquello se paralizó y quedó a la espera de tiempos mejores. En su día tal vez la seguridad del solar era buena pero ahora, dada la cantidad de latas de cerveza y basura surtida que había por allí tiradas, el lugar debía utilizarse para botellones. La valla estaba destrozada y se podía pasar sin dificultad. Me oculté detrás de los únicos palés que había según me había indicado mi marido. Allí detrás y agachada podía ocultarme fácilmente. Eso sí, llenándome hasta la coronilla de hierbajos. Toda la zona estaba llena de hierba seca, paja y abrojos que se te pegaban a las medias como si fuera velcro. «Ya estoy en posición», le envié por el móvil. Lo bueno de la disposición de las hierbas y las maderas viejas junto a la única farola que había allí —rota, por cierto— es que tenía buen visión de lo que estaba delante y además podía ocultarme bien. En general todo estaba oscuro pero al poco tiempo te acababas adaptando y viendo bastante bien.
A lo lejos veo como Nuria y Alonso se dirigen hacia aquí. Alonso la llega agarrada de la cintura y la manosea. Me gusta cómo pinta la cosa. Nuria está sonrojada como una colegiada y Alonso está en plan galán.
—Pasa por aquí.
—¿Aquí? ¿Me da miedo?— Se hace la difícil aunque a estas alturas si ha acompañado a Alonso es porque quiere morcilla de Burgos.— ¿Qué vamos a hacer ahí?
«Jugar al Monopoli, no te jode», me digo agachada. No es una postura cómoda, sobre todo porque no podía sentarme sin miedo a llenarme el culo de hierbas y diversas mierdas que andaban por allí tiradas.
—Me has retado— Alonso sacó su lado alfa, por fin.— Y voy a demostrarte lo que tengo entre las piernas, bonita.
Así me gusta. Diez por Alonso. Seis y medio para la pazguata. ¿Es que no tienes ojos para mirar el paquete de mi marido? Joder, incluso yo allí agachada y casi sin poder respirar podía verle el bulto. Nuria pide ahora a mi Alonso que le de la mano para entrar en el solar como si fuera una damisela en apuros.
—Esto está muy sucio. ¿Qué hacemos aquí?
Alonso afortunadamente no responde. La atrae hacia sí y le da un buen morreo en la boca. Ella responde. Ya lo creo que responde. Alonso debe está prospectando con su lengua el píloro de Nuria. La toma por la cintura y con las dos manos la levanta para llevarla medio metro hacia unos bidones mohosos que tenía cerca. Le da la vuelta y la pone de espaldas. Ella apoya las manos en los bidones.
—Ah, Alonso, esto está asqueroso.
—Calla. Después te limpias.
Alonso toma el trasero de Nuria, lo levanta con una mano mientras que con la otra presiona la espalda de ella para que se doble y así el culo le quede en una cómodo posición. Mi marido lo acaricia sin quitarle los vaqueros. Amasa aquel culo y le comienza a dar cachetadas como si fuera un pandero. Mi esposo pasa la mano por delante de su cintura y le desabrocha el pequeño cinturón y los botones delanteros. Tira hacia abajo y deja su carne blanca y reluciente expuesta. Desde donde estoy le veo perfectamente el trasero. Es bonito. Hasta a mí me dan ganas de darle cachetadas desde donde estoy. A continuación Alonso le baja las bragas. Vaqueros y ropa interior le quedan recogida a la altura de las rodillas. Nuria desde su posición y yo desde la mía estamos expectantes. ¿Qué hará Alonso?
Mi cari no defrauda. Se mete el dedo gordo en la boca, lo ensaliva y lo baja hasta el ojete de Nuria para introducírselo con suavidad. La chiquilla da un gritito y Alonso mantiene en el recto el dedo gordo mientras veo claramente como curva sus dedos anular, medio e índice para jugar con el coño de Nuria acariciándolo con mimo. No sé si me enfada o me alegra que nunca me lo hubiera hecho a mí. Acaricia los labios vaginales mientras ella no puede dejar de moverse acompañando la mano de Alonso. Debe estar caliente porque lanza unos gruñidos de placer muy cantarines que a mí me van excitando.
En la noche se escucha el sonido inconfundible de una bragueta. Mi marido ha desenfundado la pistola. Nuria vuelve la cabeza, quiere contemplarla y vaya susto que se pega.
—Por Dios, Alonso. Joder, joder, joder. ¡Espera! El condón, lo tengo en…
Eso es lo que intenta Alonso, joderla. Pero sigue cotorreando y repitiéndose.
—¡Espera! Joder ¡Espera! El condón, lo tengo en…— Vaya, vaya. Así que Nuria venía al Strada con condones. Para que luego digan que mi sexo sentido no funciona.
—Toma chiqui, tengo aquí uno.— Nuria saca el profiláctico y se lo entrega a mi marido.
¡¿Chiqui?! ¡Nuria le ha llamado “chiqui”! Una extraña mezcla de celos y placer me inundan. Incluso agachada e incómoda de aquella forma me estoy calentando cada vez más.
Alonso se ha puesto ya el condón. Se la agarra, escupe sobre su polla enfundada para lubricárla mejor y poco a poco se la mete en la vagina desde atrás. Nuria chilla y no es de placer. Desde la acera de enfrente alguien que pasaba gira la cabeza al escuchar el berrido. Nuria ha sido ensartada por aquella polla que la rellena entera. La pobre no puede ni moverse y Alonso se ha quedado paralizado sin saber qué hacer en aquella situación. A Nuria aquello le está doliendo de verdad y Alonso tiene la cara de un niño al que le han pillado rompiendo algo. Cuando ella se calma, mi marido mete algunos empellones a ver si aquel coño cede o lubrica pero Nuria le para.
—Joder, joder, joder.— Grita ella pero irónicamente es justo lo que no está ocurriendo.— ¡Qué grande!¡Me duele mucho!¡Qué grande!
—¿Qué te ocurre, chiqui?
Y dale con lo de chiqui.
—No te lo he dicho porque me daba vergüenza, pero tengo la vagina estrecha.
Alonso se queda ojiplático. «¡¿Qué?¡» debió pensar según se reflejaba en el rostro. Sabía que yo estaba detrás de aquellos palés y miró hacía mí aunque no podía verme en la oscuridad. Alonso no comprende nada. Seguramente Nuria padece de vaginismo, una patología de chicas. No es exactamente tener la vagina estrecha. Ya se lo explicaré cuando lleguemos a casa pero ahora rezo para que mi cari recomponga la situación pues —tengo que admitirlo— que a ella le haya dolido me ha excitado un poco. Siento que el poder de Alonso, de alguna forma, se transfiere a mí.
Nuria se ha dado la vuelta para poder mirar cara a cara a Alonso que sigue perdido por la situación. No sabe si es culpa suya. Nuria descifra rápidamente su rostro y le da otro beso intenso al que mi marido corresponde como es debido. Pasan unos minutos con el morreo. Me está gustando pero es insuficiente. Ni me he metido la mano en la entrepierna. En la escala de calentura de Lore, del uno al diez, ando por un tres y medio. Mi mano no se molesta en bajar hasta que paso del cinco.
Dejan de besarse y ella le dice al oído.
—Puedo chupártela, si quieres.
Me dieron ganas de levantarme y decirle «Perdona, bonita, pero ese es mi trabajo. Si no puedes con pollas grandes búscate a algún pichacorta al que le guste el café de mofeta ese que vendes». Por supuesto, me contuve.
Alonso le contesta con los hecho. Pone su mano en el hombro y la hace agacharse. Una vez con su cara a la altura de la polla, Nuria le quita el preservativo. Acaricia con primor sus huevos afeitaditos y masturba con dulzura a mi esposo. Cuando va a metérsela en la boca, mi cari la para.
—Cuando me corra no te lo tragues. Mantenlo en la boca ¿Lo has entendido? No te lo tragues.
Y ahora sí. Alonso la toma de la nuca y conduce la boca de Nuria hacia su órgano erecto. Nuria complaciente ya tiene abierta la boca y la lengua sacada. Acoge con gusto la verga de Alonso y comienza a mover la cabeza. La mamada ha comenzado. Ahora sí mi excitación pasa de la media e intento acariciarme. Pero no es tarea fácil en aquella situación. El vestido y los pantymedias complican la acción. Me es complicado intentar introducir mi mano por debajo de todo aquello para buscar mi botoncito de placer. Tal es así que me caigo para atrás de culo. Suerte que Alonso y Nuria están a lo suyo y no me han escuchado. Por lo menos ya tengo mi mano en la entrepierna dispuesta para la batalla. Comienzo pues, a masturbarme mientras Nuria continua agachada succionando rabo. Lo hace bien, se mueve bien. Resultaba una imagen muy erótica verla allí agachada, con sus tacones y sus vaqueros a medio bajar con la pértiga de Alonso moviéndose entre sus labios.
—Lo hacer muy bien, no pares, no te la saques. Respira, eso es, respira. No te la saques. — Mi esposo guiaba la felación con sus palabras y con su mano. Él era el que marcaba el ritmo. Nuria respondía entregada obedeciendo con su boca las órdenes de mi esposo.
Alonso resopla y masculla sonidos que ya son inconfundibles para mí. Va a correrse en breve.
—No te lo tragues. Oh, sí, no te lo tragues todavía. Ah, ah.
Detiene la cabeza de Nuria para regalarle su esperma caliente tras los temblores de rigor. Ella cumple y mantiene el semen en su boquita cerrada. Bonitos mofletes. Alonso la levanta ahora. Intuyo lo que va a hacer por lo que ya he comenzado a acariciar mi clítoris en círculos extasiada anticipando la escena.
Alonso desplaza su mano hacia las bragas de Nuria, acaricia su ingle. Tras juguetear en la zona su mano, la zambulle entre los muslos. Va a comenzar a masturbarla mientras ella retiene su corrida en la boca. Todos los dedos de Alonso están cumpliendo con su objetivo: hacer que Nuria reviente de placer. Y van a conseguirlo. Estimula el clítoris con movimientos precisos, cariñosos pero intensos y oportunos. Nuría cierra los ojos dejándose llevar. Saborea la corrida de mi esposo y goza del frotamiento que le está proporcionando. Le encanta cómo se lo hace Alonso: cambiando de ritmo, unas veces delicado con la yema de los dedos, suave. Otras aumentando el ritmo y metiendo algún dedo en la vagina para que no quede la pobre sola y desamparada.
—Es verdad que eres muy estrecha.— El dedo de Alonso ha hecho la inspección vaginal correspondiente y la vaginita de Nuria lo a aprisionado con fuerza.
Nuria no puede hablar. Todavía tiene la prueba de la masculinidad de Alonso en sus mofletes. Saborea el jugo de mi marido mientras él hace crecer el fuego entre sus muslos. Ha parado de masturbarla rápido y pasa ahora a acariciarle la zona levemente. Me encanta la escena, me encanta la situación, me parece muy bella y estoy disfrutando. Tengo las dos piernas llena de hierbas que me pican pero no me importa. Mi clítoris está respondiendo a mis caricias. Mi cuerpo entero está respondiendo a ellas.
Alonso vuelve a acelerar los movimientos circulares sobre el clítoris de Nuria. Se detiene unos segundos, recoge con la yema de los dedos un poco de los jugos que rezuman de su estrecha vagina y con ellos retoma los movimientos circulares, esta vez con más fuerza, con más brío e ímpetu. Tanto que Nuria no puede ya más y comienza a retorcerse del orgasmo al tiempo que Alonso le da la orden.
—Trágatelo ahora.
Nuria ingiere el regalo de Alonso en medio de aquel orgasmo que la ha rendido completamente a mi hombre. Yo casi consigo correrme pero tengo que reservarme porque en cuanto Nuria se vaya pienso lanzarme sobre Alonso.
Nuria se recompone lo mejor que puede. Está nerviosa. Se le nota en la cara que le ha gustado. Casi siente vergüenza por haber gozado de aquella manera.
—Tengo tu teléfono Nuria. Será mejor que salgas tú primero sola para que Lore no nos vea juntos. Quedamos pronto. Seguimos en contacto.
Buena excusa. Nuria sale del solar mirando de un lado a otro temiendo encontrarse conmigo. Por fin desaparece a lo lejos y salgo de mi escondrijo para lanzarme a los brazos de Alonso que me recibe con un intenso beso. Puedo saborear todavía a Nuria en sus labios. A estas alturas no hace falta decirnos nada. Alonso y yo queremos follar y no nos hace falta hablarnos. Mientras nos morreamos me coge de la cintura y me sienta sobre aquellos bidones. Nuria tenía razón. Aquello estaba asqueroso. Entre la hierba y la grasa o lo que coño hubiera allí tendría que tirar los pantys a la basura. Temo por el vestido.
—Cuidado cari, que se mancha.
—¿No querías cambiarlo por otro?
—También es verdad. Uno más de zorrón. ¿Te gustaría, a que sí?
Alonso no quería seguir la conversación. Yo tampoco, la verdad. Entre los dos conseguimos bajar los pantys y las bragas pero en aquella posición, sentada, con el culo pegado a aquella mierda le es imposible a Alonso acercarse para metérmela. Me hubiera gustado abrazarlo con mis piernas pero los pantys me lo impedían y no podía romperlos como rompí los leggins la primera noche que me hizo realmente cornuda. Así que me puse otra vez de pie y le dí la espalda. Tendría que follarme el coño desde atrás. Y así lo hizo, se acercó y me la metió por la vagina. Nada de vaginita pequeña. La mía era una señora vagina encantada de recibir al señor polla dura. Alonso notando que estoy lubricada comienza el metesaca a un ritmo trepidante. Es increíble como ha cambiado mi marido. Se ha recuperado rápidamente de la corrida en la boquita de Nuria. También es cierto que cuando los varones cambian de pareja el tiempo refractario entre orgasmos se acorta. La evolución favorece mis vicios de cornuda. «Deja de pensar sandeces Lore y concéntrate»,me digo mientras pongo empeño en la jodienda. Mientras Alonso me empotra desde atrás comienzo a mover mis músculos acompañándolo. Me ha puesto las manos en la cintura. Baja la cremallera en un gesto que me calienta todavía más y me acaricia la espalda mientras me sigue follando sin tregua. Yo con mi mano sigo masturbándome. A cada empellón de Alonso mi mano mueve en círculos el clítoris. Genial sincronización. Él acelera. Yo acelero. Aceleramos los dos. Gemimos, gritamos y nos corremos juntos. No lo conseguimos todas las veces y a mi me encanta cuando ocurre. Se queda dentro de mí y me da besitos en mi espalda desnuda. Noto menos semenque de costumbre en mi interior. Nuria le ha vaciado antes las pelotas y eso se nota en la cantidad de esperma. Recuperados los dos, vuelve a subirme la cremallera y antes de que él haga lo mismo con la bragueta le paro.
—¡Quieto, cari!
—Coño Lore, me has asustado. ¿Qué pasa?
—No te la guardes todavía.
Me agacho mientras cojo su polla — que ya se está desinflando la pobrecita— me la meto en la boca y le doy un par de lametones y otro par de mete-sacas en la boca. Me saboreo a mi misma en la polla de Alonso. Es excitante pero tras el orgasmo que acabo de tener no estoy para más juergas.
Me levanto de nuevo.
—¿A qué ha venido eso?
—Se supone que hoy te la tendría que haber chupado ¿no? Pues así podremos decirle a Nila que técnicamente hoy te he hecho una mamadita.
—Más bien es cuasi-mamadita.
—Deja lo nerd para el despacho, anda.
Salimos del solar y por fin, en la calle principal pude verme con más claridad. Los pantymedias han quedado siniestro total y todo el culo del vestido está lleno de grasa. Los tacones no sólo están sucios sino también rallados vete a saber cómo. Nadie ha dicho que joder sea limpio. Nos resignamos y volvemos al Strada para cambiarme y regresar a casa
—o—
Teo no paraba de darle vueltas a lo que había visto en el Smolyan. Charo y Petko. Dos eran las cuestiones que le inquietaban. La primera, el propio caso de Charo. Si la prensa se enteraba de que la viuda vengadora estaba con un tipo como Petko podría tener a la opinión pública en contra. Era primordial el clima a favor de Charo que se había producido. Había trabajado mucho para que Charo fuera socialmente reconocida casi como la víctima de aquella situación: Charo era la maltratada, la vejada, la acorralada a la que no le quedaba opción… Si aquello desaparecía es muy probable que el juez no sintiera ninguna presión en mandar a Charo con las pruebas que había. La justicia puede que sea ciega pero no está sorda y el sonido de la calle llega al interior de los juzgados.
La segunda inquietud, y no menos grave, era la sospecha de que Petko y Charo pudieran estar utilizándolo. Si era así, estaba en una situación complicada. Así que mandó un correo electrónico a su cliente lo más formal y duro posible para que tuvieran una reunión el lunes.