MANGER
In memoriam
Cuentan las lenguas, malas y buenas,
la triste historia de doña Engendra,
la hermosa arpía de Nueva Tierra, bruja de estirpe,
pudo ser reina, mujer de todos desde pequeña.
Nació entre sedas de níveos hilos,
de madre maga y padre indigno,
y entre los paños de la gran Corte cambió su nido
gracias al Rey que -algunos dicen- gestó su sino.
Quiso el destino trocar la historia del rey altivo:
los aldeanos se sublevaron en insurgencia
y, al fiero mando de un rey lascivo, un ruin vecino, rompieron treguas,
perdiendo así todas sus tierras, a doña Engendra y a su castillo.
El nuevo rey, llamado Obdulio, cambió la Corte
de cabo a rabo: trajo a sus nobles y a sus lacayos,
colgó a los fieles del rey sin trono, cortó cabezas,
y a doña Engendra, por su belleza, la quiso al lado.
Cumplió la niña los quince años entre secretos
pues en amores de mala cama sería educada;
y fue pasando de mano en mano, doble, triple o en vil cuarteto,
y así aprendió cientos de trucos la cortesana.
Hoy, casi ciega, con barba rala, hinchada y calva,
la vieja dama yace en su cama
entre estertores de furia airada,
negra su alma y supurando ese gran odio que la inspiraran.
Cumplió cien años sin darse cuenta,
perdió a sus hijos y a nadie ama, a su odio acata,
veló mil lágrimas entre escondrijos de su placenta,
abrió su seno por orden regia y mil monedas de sucia plata.
Sola, aturdida, rota y plegada,
dase la vuelta en la triste cama donde yaciera
mil y una veces, y huye de ella; mas no se escapa,
muy bien ganada tiene la vieja su cruz dorada.
Ya se la llevan en parihuela, ahora la lavan, ya la amortajan,
murió chillando con los demonios que la acompañan;
nadie la llora, nada la ata, por fin descansa la niña maga,
sólo su odio por esta vida la echará en falta.
¡Pobre la niña, hija de maga,
nacida reina, nacida esclava!
Buenos Relatos 