ALBERTO MORENO
Atónito miro su agenda, el día 17 había desaparecido.
No estaba.
Los días posteriores y anteriores aparecían repletos de notas. Recordaba todas. Los asuntos y los rostros de las personas.
Alzó la vista y el calendario de pared había perdido también la misma fecha.
Rastreo la memoria y no hallaba vestigio de ese día.
Se levantó, fue al lavabo y en el espejo vio un rostro que era el suyo. Estaba estupefacto.
Como el payaso que al golpear la chistera comprueba que no salen conejos de su interior,
Regresó al despacho. Pedaleó y espoleó su mente a la búsqueda de un algo que hubiera ocurrido en esa fecha.
¡Nada!
Unas gotas de sudor comenzaron a brotar de su frente. Al someter la memoria a un esfuerzo límite, aparecieron jirones de un sueño onírico, extraño, que no terminaba de recomponer.
Abandono la oficina, camino de su casa, ensimismado, se esforzaba en atrapar los eslabones de las escenas.
Poco a poco comenzaron a enlazarse.
En la primera, estaba sentado en un fotomatón y al correr la cortina y apretar el botón, el suelo se abrió y empezó a caer por un tobogán cilíndrico como si fuera las entrañas de un gusano gigantesco. De sus espaldas comenzaron a brotar espolones que al roce con las paredes despedían un polvo de estrellas con olor a lavanda y a desodorante Dolce Gabbana.
La caída en cascada fue prolongada, pero termino.
Cayó de pie, los espolones se habían convertidos en alas de querubín.
Miro en derredor y vio flores gigantescas y plantas tropicales de hojas carnosas. Empezó a caminar taimadamente y con cara de asombro encamino sus pasos por un jardín extenso, interminable.
El gineceo de una flor a su paso, le roció con su polen amarillo y decoró sus alas y sus mejillas. Todos los estambres y todos los pistilos le saludaban con júbilo. Tuvo el presentimiento de ser un elegido de los dioses.
Convino que debía estar en el País de las Maravillas de Aznar el sabio.
O en un país nuevo de proxima construcción.
Una luz tamizada a través de las plantas, transmitió a su rostro y a sus pupilas el color azul de los iluminados.
Avanzaba y a medida que se internaba comenzó a sufrir una metamorfosis. Su cuerpo, transmutado en un capullo de seda, engullo primero los pies, luego la cabeza y finalmente sus brazos.
El capullo se volvió rosado, rubicundo, se elevo como un zepelín y quedo suspendido en la floresta. Un rayo de luz le abrió el vientre y una crisálida recién alumbrada remonto el vuelo.
Sentía bienestar y gozo.
Se internaba por aquel Edén que empezó a explorar. El territorio estaba parcelado en apriscos y jardines habitados por gnomos, enanos, gigantes, cabezudos y animales con rostros de personas y personas con cuerpos de reptiles y aves.
Unos le saludaban candorosamente a su paso y otros le mostraban indiferencia y desprecio.
En uno de los apriscos mas floridos, un impostor con pretensiones de galan, con rostro de ratón muy malhumorado, le miro fijamente y le convino a suspender el vuelo y a platicar con el.
Rehusó la invitación. El galán mostró reprobación y enfado.
Unas notas procedentes de unos acordes de fiesta de domingo le hicieron dirigir su vuelo en dirección a la música.
La parcela era gigantesca, cada vez había más gente alrededor de una primera comunión, cuyas secuencias se repetían constantemente.
Una princesita morena ataviada con traje de volantes y moños por doquier presidía la fiesta. Sus ojos de niña prodigio enmascaraban un rostro osado de mujer temeraria, sin miedo a la “sinrazon”º, al insulto a sus adversarios, ni a sus propios correligionarios.
Como en la fábula, la madrastra travestida en una versión de Blancanieves abrujada. Llevaba el nombre de Isabel, como la “católica”.
Se acerco haciendo círculos suspendido en el aire y la princesita le miro con desdén y le regalo una sonrisa de desaire. ¡Soy Ayuso condesa de Madrid!.
Le espetó.
Pronto llego a los confines del jardín. Su alma sintió congojo y zozobra.
En la siguiente escena que consiguió enlazar estaba sentado en el salón de su casa ojeando un álbum de actores y actrices de los años 70.
De inmediato se superpuso otro plano, él se disponía a entrar en los Estudios Cinematográficos de la FOX en Hollywood.
Iba ataviado como un dandy de la época, levita, chaleco y chistera.
El guardia de seguridad le saludo llevándose la mano a la gorra. En la avenida central, se cruzó con la mirada angustiada de Montgomery Clift que se quedó observándole como si fuese un intruso. Al empujar la puerta del barracón-estudio, un Marlon Brando prematuramente atormentado le dio la bienvenida.
En la mesa de billar el rostro pueril de eterno estudiante de Anthony Perkins, jugaba una partida con Peter O’toole. Los ojos de éste, inescrutables miraban la bola como si estuviera perpetrando un asesinato o su propio suicidio .
En un espejo del pasillo vio su cara transmutarse en todas los rostros de los otros.
Proyectaban una película. En la pantalla, apareció él entrelazando a Greta Garbo y Marilyn Monroe iniciando los primeros compases de Cantando bajo la Lluvia.
El hombre con cara de ratón apareció de nuevo.
Con un rictus agrio le recriminó su creciente y preocupante banalización.
Las escenas seguían componiéndose, descomponiéndose, superponiéndose con rapidez.
Ahora, estaba sentado en la terraza de un café parisino y mientras leía la prensa, con la mano derecha se sacudió unas arrugas inexistentes de su pulcro pantalón que cayeron al suelo diluidas.
En el siguiente plano ya era otoño. Se vio convertido en maniquí en el Oxford Circus londinense, en el escaparate de Bennetton.
De nuevo el vacío. El 17 continuaba “missing”, “lost”.
Su mente volvió a una nebulosa blanda, ingrávida.
De improviso, una mano femenina le presiono levemente el hombro izquierdo y le musitó con voz agradable:
- ¡Abróchese el cinturón Sr. Feijóo, en breves minutos aterrizaremos en Barajas!
Se despertó.
Puso el asiento en posición vertical, se aliso el pelo con la mano y se abrocho la hebilla de seguridad.
Miro su reloj de pulsera.
Eran las 8 de la mañana del día 17 de junio de 2022.
¡¡Finalmente el dia había aparecido!!
A las 10 le recibiría el hombrecillo de cara de raton que se habia aparecido intermitentemente en su sueño.
-Fin-