ECONOMISTA
25
Una vez dentro de casa Mónica se quitó el abrigo, quedándose tan solo con el vestido, podía haberlo hecho en su habitación, pero me gustó el detalle de que lo hiciera antes de subir por la escalera, yo iba detrás de ella y movía su culo descaradamente delante de mis narices. Desde atrás casi podía ver la parte final de sus glúteos y Mónica tiró de la falda hacia abajo.
Se metió en su cuarto sin mirar hacia atrás, tan solo me dijo.
―Ahora nos vemos…
Y yo seguí hasta mi habitación, quitándome la ropa tan rápido que parecía que me estaba quemando, la dejé echa un ovillo sobre mi cama y me puse el primer bañador que pillé. Estaba tan excitado que me costó subirlo debido a la empalmada que llevaba, y los nervios me estaban comiendo por dentro pensando en la posibilidad de un encuentro con Mónica.
Cubrí mi cuerpo con el albornoz que me habían regalado para Reyes y esperé un poco sentado en la cama. Me daba miedo bajar primero y que luego Mónica se echara para atrás. Cinco minutos más tarde me acerqué a la puerta de su habitación y toqué con los nudillos.
―¡Mónica, ya estoy listo!
―Vale, ahora salgo, vete bajando si quieres…
―No me importa, te espero…
―Ya voy.
Abrió la puerta de su cuarto y apareció con su albornoz puesto y una toalla en la mano.
―Da un poco pereza ahora meterse en la piscina… ―dijo Mónica.
―Pero, ¿qué dices?, ya verás que bien se está…
En cuanto llegamos allí me quedé en bañador y me pavoneé un poco delante de Mónica para que viera lo cachondo que estaba. Era más que evidente el bulto que delataba mi erección y no me molesté lo más mínimo en ocultársela. Fui bajando las escaleras despacio y el contraste del aire frío con el agua caliente de la piscina fue una completa delicia, poniéndome la piel de gallina. Fui andando hasta el otro lado y me quedé esperando a que se metiera Mónica.
Ella se acababa de quitar el albornoz y debajo llevaba el biquini blanco de la otra vez. En cuanto puso un pie en el agua mi polla palpitó y me quedé observándola detenidamente sin cortarme un pelo.
―Mmmm, ¡qué calentita! ―exclamó ella.
Mónica se quedó al otro lado, estábamos frente a frente, separados por unos cinco metros y nos mirábamos fijamente, casi sin pestañear.
―Cualquiera que nos vea… a estas horas metidos en el agua… ufffff, creo que todavía no se me ha bajado el alcohol ―dijo ella a modo de excusa por lo que estábamos haciendo.
No quise responder a lo que acababa de decir, pero sabía perfectamente que los efectos del calimocho ya casi habían desaparecido de nuestros cuerpos. Fui nadando hasta el otro lado y Mónica hizo lo mismo, ella lo hacía a braza sin meter la cabeza en el agua y nos cruzamos en varias ocasiones, hasta que una de las veces al pasar junto a ella salpiqué su cara, dando un pequeño golpe con mi mano en el agua.
―Ehhhh, no te pases…
―Perdona, ha sido sin querer.
―Sí, ya sin querer…
Y al cruzarnos de nuevo en la otra dirección volví a hacer lo mismo. No me lo esperé cuando Mónica se giró a toda velocidad y me abrazó por la espalda rodeando mi cuerpo con sus piernas, y hundiéndome en la piscina. Sus muslos hacían tanta presión en mis costillas que no tenía escapatoria y a pesar de todo no opuse ninguna resistencia, dejando que Mónica hiciera conmigo lo que le daba la gana.
El juego había comenzado y cuando me soltó buceé unos metros hasta un lateral. Me giré y Mónica estaba frente a mí sonriendo triunfal por lo que acababa de hacer.
―¿No decías que no podía contigo?
―Te vas a enterar tú… ―la reté acercándome despacio.
Antes de llegar hasta ella Mónica extendió los brazos a modo de defensa y yo junté sus palmas con las mías para comenzar a forcejear de nuevo. No me costó abrazar su cuerpo, pero intentar voltearla ya fue otra cosa, ella se defendía bien y cuando me quise dar cuenta me había vuelto a rodear con sus piernas, solo que esta vez de frente a mí.
Con el movimiento de la lucha mi polla entró en contacto con su entrepierna, y yo la abracé por la parte baja de la espalda para pegar su cuerpo contra el mío. Creo que a Mónica se le escapó un pequeño gemido, la tenía bien sujeta y me froté contra ella restregándome contra su coño como si me la estuviera follando.
Ahora fue Mónica la que dejó de luchar y perdió la tensión de sus piernas apoyando los pies en el suelo de la piscina, hasta que yo le hice una pequeña zancadilla hundiendo su cabeza dentro del agua.
―¡Serás cabrón! ―dijo cuando pudo salir.
Estaba claro que se había dejado para evitar la tentación de juntar nuestros cuerpos, pero seguimos andando en círculo en la piscina, vigilándonos de cerca antes de entrar de nuevo en acción.
―Pensé que estabas más fuerte, no me ha costado nada vencerte, jajaja… tanto fitness, tanto yoga, para nada… ―reté a Mónica hiriendo su orgullo.
―¿Ah, sí? ―dijo ella viniendo de nuevo hacia mí.
―Como no me pilles de sorpresa por la espalda como antes, no tienes nada que hacer… y lo sabes…
Mónica estaba espectacular con las mejillas encendidas, el pelo mojado y sus pezones oscuros transparentando el bañador blanco. El reflejo de la luz en el agua y los cristales que se estaban empezando a empañar habían creado una atmósfera cada vez más sensual. Vino hacia mí tranquila y serena, pero al llegar a mi altura ya la estaba esperando y saqué los brazos para empezar a luchar con ella.
Estiró las piernas y me rodeó moviéndose con fuerza de lado a lado para intentar voltearme de nuevo, aunque eso ya no era más que una simple excusa para sentir mi polla contra su coño. De hecho, ella también se movía arriba y abajo restregándose contra mí mientras sus gemidos empezaban a ser evidentes. Abrazándola por la espalda ya no tenía escapatoria y besé su cuello unos segundos antes de bajar las dos manos a su duro culo para sobárselo por debajo del agua.
―Ahhhhh… Adrián no, mmmmmm, no, para, Adrián… ahhhhhh… ―suspiró con la voz quebrada por el placer.
Puse una mano sobre su boca para no escuchar sus súplicas que no hacían sino encenderme todavía más.
―Shhhhh, no pasa nada, solo déjate llevar ―y cuando aparté la mano me lancé buscando sus labios en un beso fugaz que ella me correspondió antes de apartarse de mí.
Yo dejé de hacer resistencia dejando que Mónica se escapara, por un momento pensé que iba a salir de la piscina, pero no lo hizo… seguimos haciendo círculos alrededor de la piscina sin dejar de mirarnos. Fui acortando la distancia acercándome a ella y Mónica se quedó parada esperándome, pegando la espalda al final de la piscina.
Cuando llegué a su altura su cara mostraba tensión, miedo, incertidumbre y sobre todo deseo. Mónica sabía que lo que estaba haciendo estaba muy mal, pero en ese momento ya no podía controlar sus instintos. La parte racional de su cerebro había dejado paso a su lado más primitivo y los nervios que tenía en el estómago y su coño que no paraba de palpitar le hacían sentir más viva que nunca.
Me acerqué despacio y esta vez Mónica me recibió apoyando un pie contra la pared en la que se encontraba, flexionando ligeramente la rodilla. Puse las manos en su cintura y me pegué a ella.
―¿Ya no quieres pelear?
―Adrián, no… ―protestó sin ninguna convicción cuando acerqué mis labios a los suyos.
Esta vez me correspondió el beso y nos metimos la lengua en la boca comenzando a morrearnos mientras mis manos ahora jugaban por primera vez con sus pechos. Tenía unas tetas bonitas y muy bien puestas, y se las apreté con ganas cuando volví a dejarla sin mis labios comiéndome su cuello unos segundos más. Me di cuenta de que se volvía loca cuando le besaba esa zona y se le escapó otro gemido, esta vez más alto.
Mi polla había vuelto a entrar en contacto con su coño y ahora nos movíamos rítmicamente, yo restregaba mi tronco de arriba a abajo en toda su longitud y mientras lo hacía me quedé mirando fijamente a los ojos a Mónica. Ella respiraba agitadamente, intentando ocultar sus gemidos, pero cada vez le costaba más hacerlo. Bajé la mano para desatar el cordón de su biquini y se lo solté por un lado.
Estaba a punto de desnudar a Mónica.
Ya había vencido su resistencia, pero cuando menos me lo esperaba ella me rodeó con la pierna e hizo fuerza en mi cadera para voltearme y meterme bajo el agua para después salir huyendo.
―¡Con que esas tenemos! ―dije yendo a por ella sin dejar que se escapara.
No le di tiempo a que llegara a la escalera, aunque parecía que Mónica no tenía intención de salir de la piscina. Se quedó esperándome de nuevo apoyada en un lateral y yo decidí que había llegado el momento.
Excitado, rabioso y con la polla a punto de estallar de la tensión que llevaba acumulada toda la noche, caminé despacio dentro del agua y un par de metros antes de llegar hasta Mónica deshice el nudo de mis bermudas y con mucha habilidad conseguí sacarme el bañador que apareció flotando en el agua por detrás de mí. Mónica sabía que yo estaba completamente desnudo.
―Adrián, nooo… paraaaa… ―me suplicó por última vez intentando anudarse nerviosa, sin conseguirlo el lazo de la parte baja de su biquini.
Cuando me volví a pegar a ella mi polla entró en contacto directamente con su coño y Mónica subió una pierna para sentirme mejor. Esta vez fue ella la que buscó mi boca para besarme y nos fundimos en un beso desesperado mientras yo soltaba el otro nudo de su braguita. Ahora lo que apareció flotando en el agua fue la parte de abajo de su biquini blanco y pasé las manos por su espalda para intentar aflojarle el sujetador.
Pero todo estaba sucediendo tan deprisa que no me dio tiempo a quitárselo, y ya solo pude concentrarme en las piernas de Mónica cuando las abrió más para sentirme mejor. Mi polla seguía frotándose contra su coño desnudo y se lo quise hacer desear unos segundos más.
Estaba a punto de follármela.
Agarré bien su culazo y ella me abrazó con sus muslos sin dejar de comernos las bocas, jadeábamos ansiosos y nuestras lenguas se movían lamiéndose la una a la otra. Con el movimiento de nuestros cuerpos mi polla se fue acomodando a su entrada, ella cerró los ojos pegándose más a mí y apenas tuve que hacer esfuerzo.
Cuando me quise dar cuenta y casi sin querer, mi polla se fue introduciendo lentamente dentro de Mónica.
Ella ya no opuso ninguna resistencia y con un ligero golpe de cadera incrusté toda mi verga hasta el fondo de su coño. El gemido de Mónica me indicó que había disfrutado con esa penetración y despacio empezó a mover las caderas animándome a que me la follara, cuando eché el culo hacia atrás y la volví a embestir con un golpe seco ella se agarró a mi cuello jadeándome desesperada en el oído.
―Ahhhhhh, Adrián, nooo, ahhhhhh… nooooo… ahhhhh… ¡diossssss! ―gimoteó mordiéndose los labios.
Dejé que mi polla saliera casi por completo de su interior y cuando ya estaba prácticamente fuera la penetré hasta el fondo con exquisita lentitud hasta que nuestros vellos púbicos se mezclaron. Ahora sí.
¡¡Me estaba follando a Mónica!!
Me encantó cuando ella bajó las manos y las puso sobre mi culo, me apretaba los glúteos con ganas guiando mis acometidas y yo busqué su boca para morrearme con ella otra vez. Me volvía loco comerme la boca con Mónica, que besaba jodidamente bien, lo hacía de manera muy dulce y sensual, pero su lengua parecía dirigida por el mismísimo demonio porque sabía exactamente qué hacer con ella.
Yo también la tenía bien sujeta por el culo, había fantaseado tantas veces con esos glúteos que ahora no podía dejar de tocárselos. Ese culazo era tal y como lo había imaginado, redondo, duro y muy bien puesto. Decidido, acerqué un dedo a su ano y se lo metí por el ojete, ella estaba tan cachonda que ni siquiera protestó. Solo quería que me la follara más y más.
Parecíamos dos animales en celo, lo hacíamos con desesperación, disfrutando cada segundo, sin importarnos nada más que nuestros cuerpos chocando una y otra vez bajo el agua. Hacía gemir a Mónica con cada embestida y ella subió las piernas hacia arriba, casi rodeándome por la espalda para que mi polla le llegara lo más profundo posible, ahora cuando se la metía hasta el fondo mis huevos golpeaban contra su cuerpo y Mónica se mordía los labios intentando reprimir los gemidos que de vez en cuando se le escapaban.
De repente, ella me abrazó con fuerza y su cuerpo empezó a convulsionar. Estaba a punto de correrse.
Posiblemente yo ya hubiera terminado si no hubiera bebido nada aquella noche, pero también estaba al límite gozando como un cabrón del polvazo que estábamos echando en su piscina climatizada.
―¡¡No puedo más, Mónica, voy a correrme, voy a correrme! ―quise avisarla.
―¡¡¡¡Ahhhhhhh, sigueeee, sigueeee… ahhhhhhhhhh ahhhhhh!!!
―Ahhh, joder, ¡no puedo más, Mónica! ¡Te lo digo en serio!
―¡Sigueee, sigueee, ahhhhhhhhh, me da igual, ¡¡no la saquesss, no la saquesssss!!… ¡¡sigueeeee!!
Y prácticamente nos corrimos a la vez, Mónica sin dejar de moverse buscando mis embestidas y gritando como una loca con mi dedo en su culo y yo vaciando mis huevos en su interior, descargando la tensión de toda la noche y el morbo que había ido acumulando tantos meses fantaseando con ella.
No podía parar de correrme en un orgasmo interminable, era una sensación tan placentera hacerlo dentro de su coño a la vez que escuchaba los gemidos de Mónica que mi polla siguió palpitando un par de minutos después. Miré a Mónica, que todavía temblaba y trataba de recuperar la respiración, nos fundimos en un beso suave, mientras ella me pasaba la lengua por los labios de forma lasciva.
En ese momento bajó las piernas y mi polla salió de su interior, lo mismo que mi dedo de su culo, se recompuso la parte de arriba del biquini y yo pensé que se iba a enfadar conmigo, pero sin decir nada cogió la braguita que flotaba en el agua y salió de la piscina.
A pesar de haberme corrido no se me había bajado la erección y me quedé mirando el desnudo culo de Mónica, que estaba de espaldas a mí, mientras se ataba los nudos de la parte de abajo del biquini. No hacía falta que lo hiciera, podría haberse puesto el albornoz y haber subido así a su habitación, pero me encantó que me mostrara su trasero, lo que consideré un regalo por su parte.
Sin volver a dirigirse a mí, Mónica se fue a su habitación, dejándome solo y yo me quedé unos minutos más disfrutando de la piscina. No era consciente de lo que acababa de pasar, estaba como en una nube, sin asimilar que me acababa de follar a Mónica.
¡¡Me acababa de follar a Mónica!!
26
No sé hasta qué hora estuve dormido, cuando me desperté Fernando ya había regresado de Madrid y una vez pasada la euforia inicial, por lo que había ocurrido la noche anterior en la piscina, me dio vergüenza salir de la habitación. Me puse las zapatillas de deporte y salí a correr un rápido antes de la hora de la comida.
Cuando regresé me pegué una ducha y bajé a la cocina en la que Mónica había preparado un cocido.
―Buenos días.
―Hola ―contestó secamente.
―Huele estupendo eso que estás haciendo…
―Gracias.
―Tengo un hambre de locos, esta mañana no he desayunado nada…
Mónica no tenía muchas ganas de hablar, ya había puesto la mesa y cuando estaba caliente la sopa llamó a su marido que se presentó inmediatamente en la cocina. Durante la comida Mónica estuvo muy seria y distante, apenas se atrevía a mirarme a los ojos y casi no intervino en la conversación que teníamos Fernando y yo. Si a partir de ahora empezaba a comportarse así, seguramente su marido iba a sospechar que algo ocurría entre nosotros.
No se parecía en nada a la Mónica de la noche anterior, ahora iba vestida con unas mallas negras de andar por casa, llevaba el pelo revuelto y presentaba unas buenas ojeras. Me pregunté si habría conseguido dormir algo después de su infidelidad. A pesar de eso, a mí me seguía dando un morbazo espectacular, es verdad, que me sentía mal por Fernando, porque era un buenazo y siempre me había tratado fenomenal, y ahora me acababa de follar a su mujer en su propia casa, pero no lo había podido evitar, Mónica me gustaba demasiado y llevaba tantos meses fantaseando con ella que lo que había pasado en la piscina todavía me parecía un sueño.
Preferí no forzar la situación y por la tarde pasé desapercibido en casa, hasta que llegó la noche en la que había quedado con los compañeros. Esta vez nos juntamos ocho, y estuvimos cenando en un buffet chino y luego nos tomamos unos cachis en plan tranqui. Laura y Sergio parecía que iban en serio y no se despegaron en toda la noche, todo lo contrario que yo con Elvira, con la que intenté estar simpático después de haberla dejado sola la noche anterior.
Sobre las tres de la mañana acompañé a Elvira a su casa y terminamos enrollándonos en el portal, ella me bajó al descansillo que daba al garaje y allí me la chupó unos minutos antes de follármela contra la pared. Fue un polvo rápido y excitante, con Elvira me lo pasaba muy bien, el sexo con ella era sucio y salvaje, pero no tenía nada que ver con Mónica, era solo pensar en sus piernas rodeándome en la piscina y yo frotando mi polla contra su coño y me embargaba una lujuria que no había sentido jamás.
De vuelta a casa no pude dejar de pensar en Mónica, había estado muy bien follármela en la piscina, pero yo quería más, tenía que reconocer que me había sabido a poco, al hacerlo dentro del agua no había podido ver a Mónica desnuda, no sabía cómo tenía el coño, ni había podido sobar bien su culo, comprobar el tacto de su piel, no había podido escuchar el ruido de nuestros cuerpos al chocar, probar varias posturas… ella apenas me había tocado, y me hubiera encantado saber cómo se le mojaba el coño cuando le metía un par de dedos dentro.
Fantaseando con ese tipo de cosas llegué caliente al chalet y no se me ocurrió otra cosa que bajar a la piscina directamente sin ponerme el bañador y meterme desnudo. Me daba igual que estuviera Fernando en casa o que me pudieran pillar, estuve unos minutos disfrutando del agradable efecto relajante del agua y antes de subir a acostarme a la habitación me hice una paja. Esta vez ni me molesté en salir antes de correrme y bajo el agua derramé mi esperma que apareció flotando unos segundos más tarde en la superficie.
Al día siguiente, cuando me levanté no había nadie en casa, Fernando y Mónica se habían ido de excursión y aproveché el día para descansar, escuchar música en el jardín y ver un rato la tele. A media tarde escuché que regresaban y sobre las siete bajé a despedir a Fernando que ya se volvía a Madrid a trabajar.
―Bueno, el viernes cuando regreses ya no estaré, me voy al pueblo el miércoles, así que nos vemos en un par de semanas.
―Pues pásalo bien y descansa… ―me dijo Fernando estrechándome la mano.
Luego les dejé para que se despidiera de Mónica como hacía cada vez que se iba. Otra vez estábamos a solas. Me quedé sentado en el sofá del salón para ver si ella entraba y me decía algo, pero me estuvo esquivando un par de horas hasta la hora de la cena.
Me acerqué a la cocina y Mónica había preparado una menestra de verduras con tacos de jamón que olía fenomenal.
―¿Cenamos aquí? ―dije sacando dos platos para poner la mesa.
―Yo voy a cenar en el salón… prefiero que lo hagamos por separado… tú quédate aquí…
―Pero, Mónica, no quiero que estemos así…
Ella se quedó mirándome con el cucharón de plástico cargado y lo volvió a echar en la cazuela.
―Creo que es mejor que busques otro sitio para quedarte después de las vacaciones de Semana Santa.
―Noooo, Mónica, por favor, ¿por qué?, no puedes hacerme eso, solo quedan dos meses y medio para el final del curso y además, ¿qué le vas a decir a Fernando?, si me voy así de repente va a sospechar algo…
―Eso es asunto mío, te lo digo en serio, Adrián, no puedes quedarte más… ―dijo Mónica empezando a servirme el plato y luego el suyo.
Se fue al salón dejándome solo en la cocina. Me había quedado en estado de shock, eso sí que no me lo esperaba, y de repente se me cerró el apetito, Mónica parecía que hablaba muy en serio y solo de pensar que tenía que buscarme otro piso para el último trimestre hacía que se me cayera el mundo encima.
Intenté hablar con ella, razonar, pero Mónica me dio la espalda y se subió a la habitación dejándome con la palabra en la boca.
Me metí en la cama abatido y hundido, no me esperaba para nada ese giro de los acontecimientos. El miércoles por la tarde me volvía al pueblo y contaba con tres días para hacer que Mónica cambiara de opinión.
Tenía que pensar en algo y a la mayor brevedad posible.
El lunes por la mañana Sergio me preguntó si me encontraba bien, debió verme mala cara, todo lo contrario que él, que estaba feliz y radiante y se notaba que ya estaba bien pillado por Laura. Yo me había levantado hecho polvo dándole vueltas toda la noche a la situación que tenía en casa e incluso me daba apuro volver después de clase, pues no sabía cómo iba a reaccionar Mónica.
Al regresar de la universidad a las dos, ella me había preparado la comida, pero como había hecho la noche anterior se fue a comer al salón dejándome solo en la cocina. El ambiente entre los dos estaba tenso y ella seguía sin hablarme. Cuando intenté ayudarle a recoger en la cocina me pidió que la dejara sola que ya se encargaba ella.
Subí a la habitación a esperar a que viniera Elvira, había quedado para estudiar con ella a las cuatro y puntual se presentó en el chalet. Escuché cómo Mónica le abría la puerta y apenas se saludaron antes de que subiera a mi habitación.
―¿Todo bien? ―me preguntó Elvira.
―Sí, ¿por?…
―Esta mañana estabas muy raro, y ahora Mónica, no sé, me ha saludado distante… ¿qué está pasando aquí?
―No, no pasa nada, de verdad…
―Algo te pasa, eso seguro…
―No… ehhhhhh… está todo bien…
―¿Tiene algo que ver con Mónica?
―No, Elvira, que no tiene que ver con ella…
―¿Os habéis acostado? ―me preguntó de repente, como si fuera lo más normal del mundo.
Creo que me puse rojo de vergüenza, se me daba muy mal mentir y Elvira parecía que tenía un sexto sentido para esas cosas, aun así, intenté salir del paso como pude.
―Ojalá… pero no…
―¿Entonces qué te pasa con Mónica?, porque está claro que algo hay…
―Está bien, te lo voy a contar… ehhhhh… me ha pedido que me vaya de casa… quiere que después de las vacaciones me busque otro sitio donde quedarme.
―¿En serio?, ¿y por qué?
―Pues no lo sé…
―Joder, algo habrá pasado, no te va a decir así de buenas a primeras que te vayas, ¿hemos hecho algo en la bodega o es por nosotros?, por las fiestas…
―No es por eso, que yo sepa no ha pasado nada…
―¿Entonces?, me parece muy fuerte que quedando tan poco para terminar el curso te diga que te vayas, además, tienes un año de contrato, ¿no?
―Sí, pero no quiero quedarme así, me da igual el contrato…
―Pues no lo entiendo… el viernes estaba fenomenal contigo, ¿y ahora quiere que te vayas?, algo has tenido que hacer…
―No lo sé, Elvira, puede que fuera por lo del otro día, no sé…
―¿Lo del otro día?
―Sí, cuando volvimos a casa solos, antes nos paramos a tomar una copa en el bar este que hay que aquí cerca… y bueno, a ver, no es que estuviéramos a punto de enrollarnos, ni nada de eso, pero Mónica, como que me miraba raro…
―¿Tú crees que quería algo contigo?
―Creo que sí, pero lo mismo solo eran imaginaciones mías…
―La verdad es que se estuvo fijando en ti toda la noche…
―¿Te diste cuenta tú también?
―Pues claro, y reconozco que me fastidió que te fueras con ella…
―¿Estabas celosa?
―No, no eran celos, me enfadé porque me apetecía mucho follar contigo… pero ya vi que preferiste irte con ella, ¿y no pasó nada más entre vosotros?
―Pues estuvimos bailando y entre las copas que habíamos bebido, el calor que hacía en el bar, el vestido que llevaba Mónica que me tenía a mil, pues me rocé un poco con ella…
―Mmmmmm, ¿ah, sí?, ¿y no te dijo nada?
―No, me siguió el juego…
―¿Y?
―Nos miramos, pensé que hasta nos íbamos a enrollar y me intenté besar con ella…
―Y ahí la cagaste…
―Bueno, no del todo, me quitó la cara, pero seguía bailando conmigo, frotándose contra mí…
―¡Joder, qué zorra!
―Y la sobé el culo por encima del vestido…
―Mmmmmmm, ¿te dejó?
―Unos segundos… poco tiempo, pero luego me dijo que dejáramos de bailar… y no pasó nada más…
―Ufffff… reconozco que me ha gustado imaginármelo… ¿te hubiera gustado hacer algo más con ella?
―Casi prefiero no contestar, por si te enfadas… aunque ya sabes la respuesta…
―Tranquilo, no me voy a enfadar, pues por lo que me cuentas te calentó un poco, te lanzaste a por ella y al día siguiente le debió dar un ataque de moralidad… o algo así… si te ha dicho que te fueras de casa es por algo… por lo me has contado, tampoco es tan grave lo que pasó entre vosotros…
―Puede ser…
Elvira se sentó en la cama a mi lado acariciándome el paquete, casi sin esperármelo me desabrochó el nudo del pantalón de chándal y metió los dedos por el elástico hasta agarrarme la polla.
―¿Te hiciste una paja pensando en Mónica el sábado por la noche?
―Sí…
―¿Mirando sus fotos?
―No, tumbado en la cama, fantaseando con su culo, bueno… y en ti también…
―Jajajaja, no seas mentiroso ―me susurró Mónica en el oído sin dejar de masturbarme―. ¿Así que prefieres hacerte pajas con Mónica antes que follar conmigo?
―No, claro que no…
―Pues es lo que parece… aunque no me extraña que quisieras irte con ella, el otro día estaba tremenda con ese vestido de fulana, hasta yo estuve mirando su culo toda la noche…
―¿Te gusta su culo?, uffffff…
―Sí, tengo que reconocer que está muy buena la cabrona…
―¿Me hubieras dejado follar con ella?
―Yo no tengo que dejarte hacer nada, aunque… reconozco que me da morbo la idea…
―¿No te molestaría si me acuesto con Mónica?
―No, no eres mi novio, puedes follar con quién quieras, lo mismo que yo… ¿a ti te gustaría que yo follara con otros?
―Sinceramente, no, ya sé que no somos novios, pero no sé, no me gusta la idea de que estés con otros chicos…
―Pero tú sí quieres follarte a Mónica… ―dijo incrementando el ritmo de su paja.
―Ahhhhgggggg, sííííí… y a ti, ¿te gustaría enrollarte con ella?, me encantaría ver cómo os coméis la boca…
―Mmmmmm, puede ser…
―Me imagino que Mónica te chupa esas tetazas y luego tú le comes el culo… ufffffff…
―¿Vas a correrte?
―Joder sííííí, sigueeeeee, ahhhhhhhh, no puedo más…
Y justo en ese momento Elvira se inclinó metiéndose mi polla en la boca. Si hubiera tardado dos segundos más no hubiera llegado, y exploté corriéndome mientras Elvira no dejaba de chupármela y exprimirme hasta la última gota. Me la siguió lamiendo hasta que no hubo nada más que limpiar y cuando mi polla empezó a perder dureza ella se levantó con toda mi corrida en su boca.
Me miró antes de tragárselo todo y después de dio un pequeño pico en los labios.
―Bueno… pues habrá que estudiar un rato… ―dijo Elvira antes de sentarse y sacar los apuntes en la mesa de escritorio.
Estuvimos una hora estudiando hasta que hicimos el primer descanso. Yo me senté en la cama mirando el móvil y Elvira volvió a sacar el tema de Mónica.
―Vaya, vaya, así que Mónica quiere que te vayas, ¿y qué vas a hacer?
―Joder, no lo sé, intentaré convencerla, hasta el miércoles no me vuelvo al pueblo…
―¡Qué putada!, bueno, pues ya me contarás… si quiere que te vayas es porque algo se le está pasando por la cabeza…
―¿Tú crees?
―Seguro… y antes de caer en la tentación… prefiere evitar el pecado… lo mismo se está encoñando contigo, por como te miraba el sábado tiene toda la pinta…
―Uffff, ¿tú crees?
―Sí, pero no te emociones… ―dijo poniéndose de pie y viniendo hasta la cama para sentarse en mis rodillas.
Estaba claro que Elvira había venido a estudiar con ganas de fiesta y con la paja que me había hecho antes y la corrida en su boca solo la había encendido más. Se quitó la camiseta y luego se desabrochó el sujetador quedándose con sus enormes tetas desnudas. Comenzó a darme besitos por el cuello mientras se frotaba contra mí, que ya volvía a estar empalmado.
―Solo le veo una solución para que te quedes… ―dijo con voz sensual.
―Dímela… ―gemí metiéndome una de sus calientes tetas en la boca.
―Tienes dos días para intentar follártela, ahhhhhhhggggggg… si lo haces, después no va a querer que te vayas…
―Yo creo que es más bien al contrario…
―Tú hazme caso, si te la follas, no te va a dejar escapar… tiene demasiadas ganas de polla…
―¿Lo dices en serio?
―Esa zorra está pensando en ti todo el día, por eso no quiere que sigas aquí…
―¡Joder, Elvira!, deja de decir esas cosas…
―¿Por qué? ¿te ponen cachondo?, eso es lo que quiero…
―Sí, me ponen mucho… no sé si las dices en serio o…
―Shhhhhh, calla, ahora vas a follarme a mí… ―dijo poniéndose de pie y quitándose a toda velocidad el pantalón y las braguitas antes de dejarse caer sobre mí regazo otra vez, introduciéndose toda mi polla dentro.
―¡Eres la hostia, Elvira!
―Lo sé, mmmmmmmm, ¡vamos, fóllame pensando en Mónica si eso es lo que te gusta!
27
No me atreví ni a bajar a cenar cuando Elvira se fue. Estuve pensando en mi habitación en lo que había pasado con ella, y es que mi compañera no dejaba de sorprenderme, le había contado lo que me estaba pasando en casa, aunque evidentemente, le había mentido con respecto a Mónica y preferí guardarme nuestro pequeño secreto.
A pesar de eso, Elvira se había mostrado muy comprensiva, no solo eso, se excitó mucho cuando le dije que había estado bailando con Mónica y que incluso le había sobado su culazo. Pensé que le iba a dar un ataque de celos o algo por el estilo, pero lejos de la realidad, terminamos follando en mi cama fantaseando con Mónica.
Y lo mejor es cuando me sugirió, no sé si medio en bromas o como parte del juego, que me acostara con Mónica para poder quedarme en el chalet. Era una posibilidad que no había contemplado, yo pensaba que sería más bien al contrario, si por haber follado una vez Mónica no quería ya verme ni en pintura, si volvíamos a hacerlo, lo más lógico sería que quisiera tenerme cuanto más lejos mejor.
Pero también cabía la posibilidad de que Mónica se encoñara conmigo y recapacitara en su idea de que después de las vacaciones de Semana Santa abandonara el chalet. De todas formas, a pesar de haberme ya acostado con ella, volver a repetir lo veía como algo casi imposible, así que consideraba mucho más factible intentar hablar con Mónica y convencerla para que me dejara quedarme.
Sobre las nueve y media salí de la habitación, sabía que Mónica se estaría dando su baño diario y entré en la cocina, me había dejado un poco de pescado a la plancha encima de la mesa, lo comí frío en cinco minutos y regresé a mi cama, donde estuve escuchando música hasta que me quedé dormido. Tampoco me costó mucho, Elvira me había dejado reventado por la tarde.
Al día siguiente ya era martes, al terminar las clases volví a casa, Mónica me dejó la comida preparada en la cocina y ella se fue al salón. Yo salí tras ella y me senté a su lado.
―Mónica, no podemos seguir así, tenemos que hablar…
―Creo que no tenemos nada de lo que hablar, Adrián.
―Joder, yo creo que sí, me sabe fatal que estemos así.
―Y así va a seguir siendo, ya sabes lo que tienes que hacer a la vuelta de vacaciones…
―¿Fernando sabe que no voy a continuar viviendo aquí?
―No, todavía no le he contado nada, lo haré cuando ya no estés… la próxima semana.
―Joder, Mónica, solo te pediría que recapacitaras tu decisión, me gustaría que me dejaras quedarme hasta final de curso, no voy a ser un capullo y obligarte a cumplir el contrato, ni mierdas de esas… es vuestra casa y si quieres que me vaya… lo haré, pero me caes genial y no quiero que terminemos así… han sido unos meses inolvidables…
―Adrián, creo que es lo mejor para todos…
―Está bien, si ya lo tienes decidido…
Veía a Mónica muy firme en su decisión, así que no quise continuar hablando con ella. Fui a la cocina, comí rápido y fregué el plato antes de subir a la habitación. Aquella tarde no iba a venir a estudiar Elvira y yo no tenía ganas de nada, así que me eché la siesta y luego salí a correr doce kilómetros. Al volver a casa Mónica estaba haciendo yoga en el salón, me quedé un rato mirándola con cierta nostalgia, pensando que no iba a acompañarla más en sus ejercicios y después me di un baño en la piscina.
A la hora de la cena Mónica hizo lo mismo y ella se fue sola al salón dejándome el plato preparado en la cocina. No insistí más y derrotado me acosté temprano. El miércoles era el último día de clase antes de las vacaciones y quizás también el último que iba a dormir en esa casa.
Mónica me había pedido que a la vuelta me buscara otro lugar para quedarme, pero yo ni tan siquiera recogí las cosas de mi habitación, se me hacía muy duro tener que irme así, tan de repente, así que no le hice caso. Tampoco se lo quería poner tan fácil.
Al día siguiente, al terminar las clases, me despedí de mis compañeros de universidad, había sacado el billete de bus a las cuatro de la tarde para ir al pueblo y preparé una pequeña maleta y algunos apuntes que llevarme para estudiar.
Bajé a la cocina ya con la maleta lista, dejándola junto a la puerta. Mónica había preparado una paella para los dos, ella sabía que me gustaba mucho y lo consideré como un pequeño regalo de despedida por su parte. Entré en la cocina y la paellera estaba tapada con un papel de periódico para que reposara el arroz, Mónica estaba de pie, vigilando, en ese momento la encontré guapísima, llevaba una camiseta blanca de manga corta, unas mallas grises ajustadas y en el pelo se había puesto una cinta ancha dejando despejada su frente.
Saqué dos platos de encima del fregadero y me acerqué a ella.
―Te pediría por favor, que hoy comieras aquí, conmigo, te lo pido por favor… si va a ser mi último día.
―Adrián, no me lo pongas más difícil…
―Solo quería decirte que no he recogido la habitación, sigo teniendo allí mis cosas, voy a volver dentro de una semana y media.
―Ya te dije ayer que…
―Déjame hablar, Mónica ―dije interrumpiéndola y pasándole un plato para que empezara a servir la comida―. Lo mejor es que olvidemos lo que pasó el viernes por la noche y listo… yo ya lo he hecho, solo me quedan dos meses y medio, no te vas a enterar que estoy aquí, no te molestaré más, me dedicaré a estudiar, si quieres ni salgo de la habitación, comemos por separado… lo que quieras, pero deja que me quede, por favor… así Fernando tampoco sospechará nada y…
―No quiero que hablemos de Fernando, eso es cosa mía.
―Está bien, como quieras… pero deja que me quede, haremos como que no ha pasado nada… ¿de acuerdo?
―Prefiero que no vuelvas… ya te lo he dicho…
―Pero, ¿por qué?, ¿tan malo me consideras para no dejarme vivir aquí?
―No es eso.
―Entonces, ¿qué es, Mónica?, siéntate aquí y lo hablamos mientras comemos.
―No me apetece esto ahora…
―Por favor…
Al menos, Mónica accedió y se sentó conmigo en la mesa de la cocina. La paella le había salido estupenda, aunque yo estaba más preocupado en intentar convencerla para que me dejara pasar el último trimestre en su casa. Ya no sabía qué más decir y al final comimos casi en silencio, Mónica ni se atrevía a mirarme y yo engullí mi plato en menos de diez minutos.
―Ha sobrado un poco, por si quieres repetir… ―me dijo.
―No, me he quedado bien… deja que al menos te deje esto recogido, en una hora sale el bus para el pueblo… oye, lo que hemos hablado antes, al final no hemos quedado en nada, Mónica, ¿te parece bien lo que te he dicho?, ni te vas a enterar que estoy por casa… pero deja que vuelva, por favor…
Me puse a recoger la cocina, limpié la vitro y fregué el plato.
―Adrián, para ya… y deja eso, que al final vas a perder el bus…
―Pero es que no lo entiendo, creo que siempre me he portado muy bien, he intentado no hacer nada que os molestara, y bueno lo que pasó en la piscina… lo siento, no sabía que te lo ibas a tomar así…
―¿Y cómo quieres que me lo tome? ―preguntó Mónica poniéndose de pie para llevar su plato al fregadero.
―Pues no lo sé, no puedo ponerme en tu lugar…
―No sé cómo pudo pasar, está claro que tú no tienes la culpa, ha sido fallo mío, pero tengo claro que no quiero que vuelva a suceder…
―Lo siento, de verdad, no me gusta verte así, pero no voy ser un puto hipócrita y decir que lo que pasó el viernes no me gustó… porque realmente me encantó, nunca había estado con una mujer como tú…
―Adrián, para ya…
―¿Te molesta que te diga que me volvió loco follar contigo?
―¡No digas eso, joder!, para… ―dijo Mónica echándose las manos a la cara.
En esos momentos ella se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente, me dio mucha pena ver a Mónica así, pero era bueno que sacara fuera toda esa tristeza que la llevaba consumiendo durante varios días, dejé que llorara unos segundos antes de acercarme a ella y le di un abrazo cariñoso.
―Lo siento, Mónica, no me gusta verte así…
Ella también me abrazó y sentí sus lágrimas mojando mi hombro cuando ella apoyó la cabeza.
―Lo siento, Mónica ―dije dándole un beso en la mejilla mientras ella se secaba las lágrimas.
―Ya está, ya se me ha pasado, gracias.
Seguíamos agarrados y volví a besar su mejilla, la cercanía de su cuerpo, el calor que emanaba, el recuerdo de la piscina y que Mónica seguía abrazada a mí, hizo que empezara a sentir algo.
―Gracias ―dijo ella ladeando un poco la cabeza para no mirarme.
―No quiero verte así, tú eres una mujer fuerte… ―susurré en su oído sin dejar de besar su mejilla.
Eran besos cortos, rápidos e intensos y Mónica parecía que me ofrecía su cara para que lo hiciera, sus sollozos pasaron a ser pequeños suspiros y yo me vine arriba y puse mis labios en su cuello. Ella me correspondió con un tierno beso en mi mejilla y yo comencé a comerle el cuello, cada vez con más pasión.
En ese momento se le escapó el primer gemido.
―Ahhhhh, Adrián, nooooo… para, ¿qué haces?
Me acerqué a ella pegando mi paquete contra su entrepierna, apoyé la palma de mi mano en su cara para seguir besuqueando su esbelto cuello, y Mónica se abrazó a mí con más fuerza. Volví a posar sus labios en su mejilla y ahora ella me daba besitos a mí por la cara, hasta que nuestras bocas entraron en contacto y saqué la lengua para que Mónica la atrapara entre sus labios.
¡Nos estábamos morreando de pie en su cocina!
El resto sucedió muy deprisa, bajé las manos a su culo y las metí por dentro de sus mallas y sus braguitas, fue una delicia poder tocar por primera vez la suave piel de sus glúteos y después me desabroché el pantalón vaquero tirando con fuerza para soltarme los tres botones de mi bragueta.
―Adrián, ahhhhhhh, nooooo, por favor… ―me suplicó con la mirada.
―Shhhh, cállate, ¡voy a follarte! ―dije volteándola sobre la encima de la cocina.
Pegué un tirón fuerte y seco a sus mallas grises, bajándoselas con rapidez y su culazo apareció ante mí, Mónica abrió las piernas todo lo que sus braguitas le permitían, se habían quedado a medio bajar haciendo presión en sus muslos y ella se inclinó hacia delante sacando las caderas hacia fuera.
Tuve que agacharme para ver ese culo bien de cerca, era la primera vez que lo tenía así, aparté sus glúteos con devoción y metí la cabeza entre ellos, ni me lo pensé dos veces cuando introduje la lengua hasta el fondo de su ano por lo menos un par de centímetros y Mónica gimió desesperada mientras le comía el ojete. Parecía un puto perro chupando aquel culo que me volvía loco. Pegué unos lametazos tremendos en toda la longitud de su culo, y después hice fuerza, poniendo la lengua tensa para poder penetrarla con ella otra vez.
Todavía protestó un poco. No estaba cómoda del todo o no debía estar acostumbrada a que le hicieran algo tan sucio.
―¡Nooooo, ahhhhhhhhh, Adrián, noooooooo!
Yo hubiera estado horas comiendo su culazo, pero no iba a dejarla escapar, me incorporé detrás de ella sacándome la polla y se la puse entre las piernas, froté la entrada de su coño varias veces, restregándosela arriba y abajo y Mónica volvió a gemir. Esta vez no me quedé con la duda y bajé la mano para comprobar lo mojada que estaba. Con total facilidad le introduje un par de dedos en el coño y los saqué completamente empapados, luego me limpié en su piel pasando la mano por su nalga derecha y antes de metérsela le solté un buen azote, ¡PLAS!, haciendo que las piernas de Mónica se pusieran en tensión.
―Ahhhhhhhhh, ¡¡me has hecho daño!! ―protestó Mónica que seguía inclinada en posición sumisa sobre la encimera.
Ver los cinco dedos de mi mano marcados en su piel me encantó y sin pensármelo más puse la polla a la entrada de su coño y con un ligero empujón se la metí hasta que mi pubis chocó contra sus glúteos.
Mónica gimió en alto e intentó, sin éxito, abrirse más de piernas, pues sus braguitas a medio bajar se lo impedían. Puse mis manos firmes sobre su cintura y la embestí con fuerza haciendo que nuestros cuerpos hicieran ruido al chocar. Me la follé con pasión, con ganas y a toda velocidad, para no dar ni un segundo de tregua a Mónica que disfrutaba como una loca cerrando los ojos.
Estaba tan cachondo que volví a azotar su culo, casi en el mismo sitio que la otra vez, un impacto duro y seco que tensó las piernas y los glúteos de Mónica, ¡¡PLAS!!, restalló en la cocina mientras mi polla seguía entrando y saliendo sin descanso.
―¡¡Me encanta follarte!! ¡¡Me vuelves loco, Mónica, me vuelves loco!!
Me incliné hacia delante, entrelazando los dedos de mi mano con los suyos, sin dejar de follármela, nunca había embestido desde atrás un culo parecido, ese sonido ¡plop, plop!, cada vez que nuestros cuerpos chocaban me estaba volando la cabeza.
Era increíble lo fácil que me había resultado volverme a enrollar con Mónica, en ese momento me acordé de uno de los chicos de la peña de los mayores en mi pueblo, siempre fanfarroneaba con las tías con las que se había acostado y nos decía que lo difícil era follárselas por primera vez, que las siguientes veces ya venían rodadas. Y efectivamente así había sido con Mónica.
Yo solo quería consolarla, por eso me acerqué a ella mientras lloraba, pero en cuanto la abracé sentí el calor que emanaba su cuerpo y lo excitada que estaba solo por mi presencia. Por eso quería que me fuera del chalet.
Que yo estuviera allí viviendo con ella era una tentación que no iba a poder resistir.
El tercer azote en su culo fue posiblemente el más fuerte, ¡¡¡PLASSS!!!, aunque Mónica ya no protestó, solo gimió mordiéndose los labios y poniendo cara de puta. Casi no me había dado cuenta, pero ella había comenzado a mover su culo hacia atrás buscando el contacto con mi cuerpo y buscando que mi polla entrara lo más profundo posible.
La sujeté de la cintura, clavando los dedos en sus costillas y un gemido extraño acompañado de pequeñas convulsiones, me indicó que Mónica iba a llegar al orgasmo. Con nuestros movimientos acompasados y Mónica sacando el culo hacia fuera aceleré el ritmo hasta hacerla gritar de placer.
―¡¡¡¡Ahhhhgggg sííííííííííí, me corrooooooo, me corrooo!!!!! ¡¡¡¡Síííííííí!!!! ―chilló Mónica.
Con potencia y sin detenerme eyaculé dentro de ella. Mi polla se fue vaciando en su interior y yo seguí embistiéndola destrozando su trasero, llegando al orgasmo simultáneamente con Mónica como el día de la piscina. Esta vez ni tan siquiera avisé cuando me corrí dentro, y al terminar me salí de ella inmediatamente dando dos pasos para atrás.
Mónica se quedó jadeando, con las piernas abiertas. La imagen era sublime y me recreé unos segundos. Tenía el culo rojo, mi mano marcada en su glúteo derecho, y un enorme chorro de semen no paraba de gotear desde su coño hasta las braguitas. Quise guardar esa instantánea en mi cabeza para pensar en Mónica durante las vacaciones.
Tampoco iba muy sobrado de tiempo, así que antes de subirme los pantalones me acerqué a ella otra vez para pasar mi erecta polla entre sus piernas, Mónica no pudo reprimir un gemido cuando rocé su coño con mi babeante verga y tiré de su pelo para incorporarla, obligándola a girar el cuello para que se fundiera conmigo en un beso guarro y lascivo.
―Tengo que irme ya… pero estaría horas follándote así ―dije frotando mi polla entre sus labios vaginales.
Ella seguía con la respiración acelerada, parecía que el orgasmo le había sabido a poco así que metió la mano entre las piernas para intentar agarrármela, y cuando sentí sus dedos acariciando mi venoso tronco me retiré hacia atrás.
―No tengo tiempo… cuando vuelva te follaré todas las veces que quieras… ―dije subiéndome los pantalones a modo de despedida, soltándole un pequeño azote y dejando a Mónica confundida, excitada y con ganas de más.
Tuve que resistirme para no ceder en la tentación otra vez, pero salí del chalet con la convicción de que ella ya no iba a tener inconveniente en que yo pasara el último trimestre allí. Durante el viaje al pueblo en el bus llevaba en la lengua el sabor de su culo y me pasé la mano por la nariz oliendo el dulce aroma de su coño.
Creo que no se me bajó la erección en la hora que duraba el viaje.
Me pregunté qué sucedería cuando volviéramos a vernos. No iba a tener que esperar mucho tiempo. Tan solo íbamos a estar separados doce días.