ECONOMISTA

PARTE 2

17

Los primeros días de vacaciones se me pasaron muy rápido, entre las comidas, cenas familiares y salir de fiesta con los colegas, cuando me quise dar cuenta ya estaba metido en 2012. Recibí varios mensajes después de comer las uvas, entre ellos uno de Elvira, que me hizo especial ilusión, otro de Fernando y por supuesto, Mónica también me felicitó el año nuevo.

Eso era buena señal, al menos ella quería transmitir normalidad después de lo que había pasado entre nosotros en la piscina.

Y es que no podía dejar de pensar en eso, me venía a la cabeza continuamente la imagen de Mónica con su biquini blanco, como se le metía la braguita entre los cachetes del culo, la tela mojada de la parte de arriba transparentando sus pezones y el momento mágico del forcejeo en el agua. Yo estaba desnudo y aun así, ella se acercó a mí, rodeándome con sus fuertes piernas intentando voltearme, pero lo único que consiguió fue que mi polla se incrustara en su coño y entramos en una especie de juego con el que me puse tan caliente que terminé agarrando su culo a dos manos para pegar su cuerpo contra mí.

Es verdad que ella se separó rápido, pero sus mejillas encendidas me indicaron lo excitada que estaba. Yo entre el alcohol que llevaba encima y el calentón que me había pillado salí del agua enseñándole mi culo y mi polla, que ella miró disimuladamente.

Veía muy difícil tener algo con Mónica, de hecho, unas semanas atrás ni me lo hubiera planteado, pero ya no lo veía como algo imposible. Solo tenía que encontrar la manera adecuada de abordarla, sin ser demasiado descarado, pero a la vez intentando que no se enfriara la relación que había surgido entre nosotros. Tenía que ir con mucho tacto, continuar como hasta ahora, muy poco a poco, comportándome de manera educada mezclado con el descaro propio de mi edad.

Ya tenía mucho trabajo adelantado.

La primera semana de enero aproveché para estudiar, tenía los exámenes del primer cuatrimestre encima y en la soledad de mi habitación, con los apuntes delante, es cuando eché de menos a Elvira. Me había acostumbrado a estudiar con ella y era como que me faltaba algo.

Todavía me faltaba el cotillón de Reyes, y una última fiesta antes de volver a mi rutina universitaria. Me encontré con Lara por el pueblo, iba de la mano con un conocido y ni tan siquiera me saludó cuando nos cruzamos, casi mejor, así cerraba definitivamente esa herida.

Cansado de tanta fiesta, celebraciones y habiendo engordado por lo menos tres kilos, el día seis preparé la maleta para volver a la ciudad. El siete era sábado y mis colegas me animaron a que saliera de fiesta otra vez por la noche, pero yo me negué y al día siguiente cogí el autobús a primera hora. Sobre las once de la mañana ya estaba de nuevo en el chalet de Mónica y Fernando, a los que había avisado que iba a ir pronto.

Cuando llegué pensé que no iban a estar, pues los domingos solían pasarlos de excursión al aire libre, pero había salido un día de perros, hacía frío, viento y se habían quedado en casa. Me saludó Mónica con dos besos y Fernando con un apretón de manos.

―Te hemos preparado comida, comes con nosotros, ¿no? ―me preguntó Mónica.

―Sí, claro, pero voy a tener que cortarme un poco, he engordado mucho en Navidad ―dije intentado pellizcarme la poquita grasa que tenía por la zona del abdomen.

―Sí, uffff, estás gordísimo, jajaja ―intervino Fernando.

Además, había llegado justo a la hora a la que Mónica hacía los ejercicios y le pregunté si le podía acompañar.

―Subo un momento y me cambio.

En medio del salón, mientras Fernando ojeaba la tablet, Mónica y yo estuvimos haciendo fitness, le dije que me metiera caña que necesitaba sudar todo el alcohol que había bebido el fin de semana. Y allí estaba con Mónica, casi veinte días después del incidente de la piscina, como si nada hubiera pasado, viendo su culo en mallas bajar y subir mientras hacíamos cientos de sentadillas.

Yo llevaba un pantalón de deporte largo, pero muy ajustado, con el que marcaba paquete a lo bestia. Quería provocar a Mónica, que se fijara en mí, igual que yo lo hacía con ella, me daba absolutamente igual que Fernando estuviera delante, sin prestarnos atención, Mónica me ponía tanto que solo tenía ojos para ella.

Y su culo seguía igual que antes. Estaba claro que ella no había cogido ningún kilo en Navidad.

Cuando terminó conmigo me quedé tumbado en el suelo, no podía ni caminar, tenía temblor de piernas y hasta los glúteos me quemaban.

―Uffff, has sido muy cañera… ―dije boca arriba levantando suavemente el culo para descargar un poco de tensión.

―¿No decías que habías engordado?, jajaja…

―Mañana voy a tener agujetas, no me voy ni a poder sentar en la facultad…

Recogimos las esterillas del suelo y Mónica guardó el altavoz mientras se secaba el sudor de la frente con una toalla.

―Es una pena que no pueda acompañarte más días… ya empiezo las clases… ―dije chocando la mano con ella en un gesto de complicidad que Mónica me correspondió.

Subí a la habitación, la lluvia golpeaba en mi ventana y el día estaba tan desapacible que me apeteció mucho bajar a darme un baño a la piscina climatizada. Tampoco podía estar mucho tiempo pues quería ayudar a Mónica a preparar la comida y poner la mesa, así que sin perder tiempo me puse el bañador, una sudadera y las chanclas.

Al llegar al salón y verme así Fernando se quedó extrañado.

―¿Vas a la piscina?

―Sí, claro…

―Pues creo que Mónica también ha bajado…

―Ahhh, vaya… ―dije quedándome parado sin saber qué hacer.

―Pero no pasa nada, no creo que le importe.

―Ufff, no sé, no quiero molestar ―le dije a Fernando.

Era extraño que Mónica se estuviera bañando, pues ella lo solía hacer después de cenar, pero supongo que le habría pasado lo mismo que a mí, al estar así el día lo que más apetecía era meterte en el agua caliente y dejarse llevar. Yo no es que estuviera forzando un encuentro, ni nada, de hecho, creo que fue algo casual, porque yo tampoco había avisado a Mónica que iba a ir a la piscina, pero ya que estaba preparado seguí con mi idea inicial.

Al llegar a la zona de baño pude ver a Mónica con su bañador de cuerpo entero de color negro, ella se quedó sorprendida y yo actué como si no supiera que ella estaba allí.

―Anda, perdona, no sabía que estabas tú… ―dije sentándome en la silla que había junto a la piscina.

―Tranquilo, no pasa nada, no voy a estar mucho tiempo…

Quizás estaba demasiado reciente lo que había pasado el día que volvimos de fiesta y a pesar de eso, Mónica fue bastante respetuosa. Era evidente que no iba a invitarme a entrar con ella a la piscina, pero tampoco le debía gustar mucho que me quedara allí esperando a que saliera del agua. En cuanto la vi allí con el pelo mojado se me puso dura al instante y decidí no tensar mucho la cuerda y me despedí de ella subiendo al salón con su marido. Tampoco era plan de que me viera con una erección ya el primer día de mi vuelta de vacaciones.

―Luego vuelvo, no tengas prisa, tómate el tiempo que necesites ―dije antes de irme.

Un rato más tarde apareció Mónica por el salón con un albornoz y una toalla cubriendo su cuerpo.

―Ya tienes la piscina para ti solo… ―me dijo ella.

Fernando se debió acordar de algo y subió corriendo escaleras arriba para volver al momento con un paquete en la mano. Era un regalo para mí.

―No me acordaba, te han dejado un regalo los reyes… ―dijo dándome el paquete.

―Jo, pues muchas gracias, no teníais que haberos molestado, yo no os he comprado nada…

―No hace falta, es una tontería…

Los dos se quedaron expectantes mientras abría el envoltorio, y me encantó la sorpresa, era un albornoz azul de algodón que tenía muy buena pinta.

―Es de la misma marca que el de Mónica, dice que está genial… como os gusta tanto la piscina…

―A mí también me han traído uno los reyes ―dijo ella apretándose el cinturón que tenía a su cintura.

―¡Qué pasada!, muchas gracias, nunca había tenido uno de estos, pues mira, lo voy a estrenar ahora mismo ―dije abriendo el envoltorio y luego dando un abrazo a Fernando y dos besos a Mónica.

Encantado, volví a la piscina con mi nuevo albornoz. Es verdad que me había hecho mucha ilusión el regalo y bajé con él puesto ante la atenta mirada de mis caseros. Al entrar en la zona del agua me lo quité, dejándolo en una silla junto con la sudadera.

Me metí en la piscina y enseguida me vinieron a la cabeza los recuerdos de lo que había pasado con Mónica, me entraron unas ganas locas de quitarme el bañador y quedarme desnudo, pero estando Fernando por casa no me atrevía a hacerlo. Estaba seguro que Mónica no iba a venir, pero el sí podía acercarse por cualquier cosa y pillarme con el bañador fuera del agua.

Aun así, me bajé el bañador un poco y comencé a masturbarme fantaseando con Mónica, no podía dejar de pensar en sus caderas, en sus piernas, en sus tetas, en su pelo mojado y sobre todo en su trasero.

Su perfecto culo me estaba volviendo loco.

Excitado y más caliente de lo que había empezado finalicé mi baño y me fui a la habitación para cambiarme antes de ayudar a Mónica a preparar la comida. Los tres dimos buena cuenta de un pollo frito con patatas que ella preparó al horno y luego estuvimos recogiendo la cocina.

Subí a la habitación y estuve ojeando de nuevo las fotos de Mónica, las había visto tantas veces que ya me las sabía de memoria, incluso el orden en el que iban apareciendo. Estaba deseando que llegaran las siete de la tarde para que se fuera su marido y así nos quedáramos solos de nuevo.

Me eché la siesta, estuve estudiando y sobre esa hora salí de la habitación. Mónica y Fernando se estaban despidiendo y yo me quedé esperando en el salón a que ella viniera. Al poco apareció Mónica con una esterilla y un pequeño altavoz para hacer sus ejercicios de yoga.

―¿Te animas conmigo? ―me preguntó.

―Claro, te estaba esperando… ―contesté haciendo unos pequeños estiramientos.

Nos tumbamos en el suelo para realizar casi una hora de clase. Durante las vacaciones me había oxidado un poco, pero Mónica me ayudaba y de vez en cuando se ponía de pie y tiraba de mí hacia abajo ayudándome a flexionar un poco más. Me gustó que pusiera las manos en mi espalda y que no se cortara en tocarme. Eso era muy buena señal.

Al final de la clase estaba cansado, pero relajado, pues a Mónica le gustaba dejar los últimos minutos para hacer unas cuantas respiraciones diafragmáticas y terminar bien relajados.

―Puffff, entre lo de esta mañana y ahora esto, creo que voy a dormir como un bebé ―bromeé yo.

―Pues yo creo que también… bueno, me pongo una sudadera y voy a preparar la cena.

―¡Genial!, aunque no ha pasado mucho tiempo, puede parecer una tontería, pero echaba de menos estar aquí…

―Eso es buena señal.

―Sí, de que estoy muy a gusto.

Estuvimos cenando juntos y me gustó porque parecía que todo seguía igual entre nosotros. El pequeño affair de la piscina no había hecho que Mónica cambiara su comportamiento hacia mí. Me estuvo preguntando qué es lo que había hecho en vacaciones y yo le conté mis salidas nocturnas y cuando llegaron las nueve de la noche me dijo que se iba a dar su baño diario.

Yo también tenía ganas de volverme a meter en el agua, pero no quería forzar un encuentro con ella, así que estuve haciendo tiempo en la habitación y con el calentón que llevaba acumulado de todo el día me quedé desnudo y tan solo me puse el albornoz azul antes de bajar a las diez menos cuarto. En cuanto me até el cinturón ya llevaba una buena erección por debajo de la tela y me dio mucho morbo pasearme así por la casa.

Supuse que Mónica ya no iba a estar en la piscina, pero otra vez me equivoqué y al llegar allí ella todavía se encontraba en el agua. ¡Menudo corte! Yo desnudo con el albornoz puesto no sabía qué hacer y me senté en la silla a esperar a que saliera.

―¡Nada, no cuadramos bien los horarios!, perdona otra vez… de verdad que pensé que ya no estabas ―me disculpé en serio.

―Ha sido culpa mía, me he retrasado un poco, se me ha hecho un poco tarde… ahora salgo…

Vino hacia mí subiendo las escaleras con un bañador azul oscuro de cuerpo entero y en cuanto la vi salir del agua se me puso más dura todavía. Con el reflejo de la luz en el agua parecía una imagen celestial y con toda la tranquilidad del mundo se inclinó hacia delante para escurrirse el pelo delante de mí.

―Toda tuya, puedes entrar cuando quieras… ―me dijo.

―Sí, sí, ahora voy ―disimulé como pude poniéndome de pie y haciendo tiempo.

No sabía por qué tardaba tanto en irse, pero los dos minutos que estuvo fuera del agua se me hicieron interminables, y yo allí como un gilipollas esperando a que me dejara solo para poder quitarme el albornoz. Ni remotamente ella se podía imaginar que no llevaba nada debajo.

―¡Te queda muy bien! ―me dijo Mónica.

―¿Perdona?

―El albornoz, que te queda muy bien…

―Ahhh, gracias, la verdad es que es muy calentito y súper suave, no me apetece quitármelo…

―¿No te metes en la piscina? ―me miró Mónica extrañada.

―Sí, ya voy…

―Pero, ¿te pasa algo?, estás muy raro…

―No, no… es una tontería…

―Me lo puedes contar si quieres, no me voy a asustar.

―No, no es nada importante…

―A ver, ¿qué te pasa?

―Que da igual Mónica, déjalo, en serio… ¡es que me da vergüenza!

―Vergüenza, ¿por qué?

―Pues, es que no llevo nada debajo… ya sabes… he bajado sin bañador… ―dije girándome un poco para darle la espalda a Mónica―. De verdad, no pensé que estarías aquí…

―Ahhh, perdón ―dijo tapándose la boca mientras se le escapaba una pequeña sonrisa―. No me imaginaba que era eso, ya me voy y te dejo tranquilo, venga, hasta mañana…

Y se puso rápido una toalla en el pelo dejándome solo y ya no la volví a ver hasta el día siguiente. No me había salido nada mal la interpretación, cuando bajé no sabía que Mónica estaba en la piscina, pero luego me había hecho el tímido para terminar confesándole que estaba desnudo bajo el albornoz. Había sido un tipo de provocación indirecta. No sé qué pensaría Mónica de que me bañara así en su piscina, aunque sabía que no era la primera vez que lo hacía, pues no solo me había visto, sino que incluso se había metido conmigo en el agua.

Me quité el albornoz dejándolo caer en la silla y me encantó meterme completamente desnudo en el agua. Ahora sí que llevaba una empalmada tremenda y durante la media hora que estuve en la piscina no se me bajó ni un ápice la erección. Subí al baño a darme una ducha rápida para quitarme el olor a cloro y estaba ya tan cachondo que tuve que masturbarme para correrme de pie mientras el agua me caía por la cabeza.

Al día siguiente comenzaba de nuevo la universidad y ya tenía ganas de encontrarme con mis compañeros, especialmente con Elvira.

18

Me levanté contento, descansado y deseando ir a la universidad. Saludé a Mónica que estaba estudiando en el salón, desayuné en la cocina y veinte minutos antes de las ocho salí para la facultad. Esperé en la puerta de clase a que fueran llegando mis amigos, la primera fue Elvira, con la que me di dos besos, se había hecho un piercing nuevo en la nariz y apenas me dio tiempo a hablar nada con ella, luego aparecieron Iván, Pablo y por último Sergio.

Pasamos al aula y Sergio me dio un pequeño puñetazo en el muslo.

―Vamos, tío, ¿dónde te metes?, que no das señales de vida…

―No he parado en todas las vacaciones.

―Mira, mira… ―dijo señalando hacia Paula que se había sentado delante de mí con una falda corta de color rojo, unas medias de dibujos y unos náuticos en los pies―. Más pija y no nace, jajaja… la que ha venido guapa ha sido Elvira, con esos pantalones de cuero y se ha puesto otro aro de esos en la nariz, oye, pues no le queda nada mal…

Sergio tenía razón, ese piercing nuevo le sentaba genial y con los pantalones de cuero y una camiseta negra de manga larga marcando tetas a lo bestia, había venido muy guapa. Hasta el pelo parecía que lo tenía distinto, con su melena rubia más suelta y con el flequillo peinado hacia un lado.

En el descanso estuve hablando un rato con ella en la cafetería, y por la tarde quedamos para estudiar en mi casa. Ya se acercaban los exámenes del primer cuatrimestre, aun así, Sergio insistió que quería salir de fiesta el fin de semana.

―Venga, chicos, la última antes de los exámenes…

―Si queréis preparamos algo en la bodega, ya sabéis que no me importa… ―les invité yo.

―Ahhh, pues genial, se lo podemos decir a Mónica si se anima a cenar con nosotros ―dijo Sergio.

―Ok, se lo comentaré…

En cuanto sonó el timbre de las dos salí disparado para casa, tenía bastante hambre y quería echarme un poco la siesta antes de que viniera Elvira a estudiar. Cuando llegué al chalet Mónica ya tenía la comida preparada, una sopa calentita y carne guisada.

―El viernes van a venir estos a la bodega para cenar, solo quería avisarte, me han dicho los compis que estarían encantados si nos acompañas, ya sabes que estás invitada.

―Creo que Fernando no trabaja el sábado, así que estará aquí y cenaré con él, pero muchas gracias por acordaros de mí.

―Bueno, ¿y qué tal el día?

―Pues ya sabes, Adrián, como siempre, estudiar, he hecho mis ejercicios y preparar la comida… seguro que el tuyo ha sido más entretenido.

―No te creas, cinco horas de clase, uffff… tenía ganas de ver a estos, pero se me han hecho pesadas… he quedado para estudiar con Elvira, vendrá luego, sobre las cuatro y media, hay que apretar, que tenemos los exámenes encima.

―Me alegro que sigas quedando con ella, luego cuando venga la saludo.

Recogimos rápido y subí a la habitación a descansar. Puntual llegó Elvira y escuché desde arriba cómo Mónica le abría la puerta. Se quedaron un rato hablando y a los diez minutos apareció por mi cuarto. No se había cambiado de ropa y venía igual que por la mañana, solo que esta vez se había quitado el sujetador.

Se le marcaban descaradamente sus tremendas tetazas en aquella camiseta negra de manga larga tan ajustada. Se le notaba cada pliegue de sus pechos, el tamaño de las areolas, los pezones haciendo presión sobre tela y se le movían desvergonzadamente a cada pequeño movimiento que hacía.

¡Había venido fuerte, Elvira!

―Te has puesto un piercing nuevo en la nariz…

―Sí, mi madre se ha enfadado conmigo, pero bueno, ya se le pasará, está acostumbrada.

―Pues no es por llevarle la contraria a tu madre, pero te sienta genial… te hace hasta la cara distinta.

―Ahhh, gracias… eso me han dicho mis amigas…

Me sorprendió que hablara de sus amigas, nunca había hecho mención a ellas y no las conocíamos, además, Elvira solía salir todos los fines de semana con nosotros, por lo que no sé cuándo quedaría con ellas, pero no quise preguntarle por eso.

Estuvimos más de tres horas estudiando, de vez en cuando nos tomábamos un pequeño descanso y después volvíamos a la carga. Elvira aprovechó una de las veces para bajar a hablar con Mónica, con la que cada vez se llevaba mejor, y sobre las ocho se fue a su casa. Tengo que reconocer que aquella tarde Elvira me puso extremadamente cachondo con la puñetera camiseta, y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no caer en la tentación.

Durante la cena estuvimos hablando de ella y Mónica también se dio cuenta de lo sugerente que había venido Elvira.

―Creo que te está queriendo decir algo…

―¿Tú crees?

―Pues, claro…

―Hoy estaba, ufffff, ehhh… creo que venía sin sujetador…

―Sí, yo también lo creo… eso es que va a por todas…

―No sé cómo he podido resistirme…

―¿Ya te has aclarado respecto a Elvira en las vacaciones?

―Pues no… me gusta mucho, me lo paso genial con ella, y congeniamos bien en todo…

―Pero… porque tal y como lo has dicho viene un pero…

―Pero, no sé… no me la imagino siendo mi novia…

―No estás pillado por ella, o no tendrías esas dudas.

―Eso pienso yo, además, este año, sin ir más lejos, he descubierto lo que es estar pillado por una chica… y por Elvira no siento eso…

―Bueno, no hay que forzar las cosas, sois muy jóvenes, tenéis toda la vida por delante, disfrutad lo que podáis, sin darle más vueltas…

―Sí, eso iba a hacer, de todas formas, muchas gracias, Mónica, no sé, siento que tú me entiendes perfectamente cuando te cuento estas cosas…

―Soy tu consejera, jajaja ―dijo de bromas.

―Mi consejera del amor, jajaja, no en serio, gracias de verdad.

―Pues si no tienes más consultas tu consejera se va a pegar un baño, si no te vuelvo a ver, que descanses…

―Luego iré yo, después de estar todo el día estudiando también me apetece darme un chapuzón y luego a dormir…

―A las nueve y media ya habré terminado…

―De acuerdo.

Estuve sentado en la cama haciendo tiempo hasta que terminara Mónica. Era verdad que me había costado no enrollarme por la tarde con Elvira, llevaba tanto tiempo sin verla y había venido tan sugerente con esa camiseta que había hecho verdaderos esfuerzos para ser un chico bueno y solo estudiar con ella. Pero uno no es de piedra y entre las tetazas de Elvira y la tensión sexual que me producía estar todo el día a solas en el chalet con Mónica estaba que me subía por las paredes.

Sin cortarme un pelo me quedé desnudo y me puse el albornoz por encima, ya le había confesado a Mónica mi pequeño secreto y parecía no importarle, así que a partir de ahora cuando no estuviera Fernando en casa iba a bajar sin nada a la piscina. Si me pillaba Mónica, pues que lo hiciera.

¿Qué es lo peor que me podría pasar?

Atento escuché la puerta del salón que comunicaba con la bodega, Mónica ya subía de la piscina y yo salí inmediatamente con mi albornoz azul y me crucé con ella por la escalera.

―Buenas noches, disfruta del baño… ―me dijo Mónica.

―Buenas noches.

Ya lo creo que iba a disfrutar, eso no tenía ni que decírmelo, me dio mucho morbo ver cómo venía a la habitación con su albornoz y cruzarme con ella sin llevar nada debajo. ¿Se imaginaría ella que yo iba desnudo?

Eso es lo que quería que pensara cuando me viera así, que fantaseara conmigo, que estando a solas en su habitación se tocara pensando en mí, imaginando mi polla erecta bajo el albornoz y sabiendo que iba a estar completamente desnudo en la piscina.

Desnudo y empalmado bajo el agua, en su refugio privado y particular.

La experiencia de quitarme el albornoz, dejarlo en la silla y quedarme desnudo me era súper placentera. Me recreaba en esa sensación y entraba despacio en la piscina, sin ninguna prisa, con una excitación morbosa y prohibida que degustaba a fuego lento.

Dentro del agua me masturbaba un rato, y cuando estaba a punto de eyacular nadaba unos minutos hasta que se me pasaba el calentón y así vuelta a empezar. Me quedaba de pie, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, pensando en Mónica mientras me la meneaba, pero aquella noche también fantaseé con Elvira y sus pesadas tetas.

¡Menuda tardecita me había dado!

Así estuve casi una hora, hasta que ya no pude más y salí del agua. Estaba tan cachondo que me recosté en la hamaca que había al lado de la piscina y me terminé la paja corriéndome sobre mi propio cuerpo.

Después de limpiarme con un papel y ponerme el albornoz, subí a mi cuarto de baño, me pegué una ducha y me acosté hasta el día siguiente.

El resto de la semana fue igual, comía y cenaba con Mónica y Elvira venía todas las tardes a estudiar, sin excepción. Conseguí aguantarme y no caer en la tentación de enrollarme con ella en mi habitación, me gustaba estudiar con Elvira, que además, me ayudaba un montón y eso era algo que no quería estropear. Lo que también se convirtió en rutina fue lo de masturbarme todas las noches en la hamaca cuando salía de la piscina.

Me tumbaba completamente desnudo con el morbo de que Mónica me pudiera pillar, cosa bastante poco probable, pero la posibilidad, por mínima que fuera, de que pudiera venir alguna vez, estaba ahí. Y ese juego peligroso le daba un plus de morbo a mis pajas en la piscina.

El viernes habíamos quedado para cenar todos los amigos de la facultad en la bodega del chalet, por desgracia para nosotros, Fernando había regresado de su trabajo de Madrid y Mónica no nos iba a acompañar esta vez, aun así, me ayudaron a tener la estancia a punto encendiendo la chimenea y preparando la cena. Yo les quise invitar a los dos, pero prefirieron dejarnos a nuestro aire.

Al principio de la noche echamos bastante de menos a Mónica, pero en cuanto empezamos a beber nos olvidamos de ella. Ya solo teníamos ojos para Elvira. Y cuando se calentó la estancia y se quitó la sudadera estaba increíble con una camiseta blanca de tirantes. Todo en ella llamaba la atención, su mirada felina, el color de sus uñas, los anillos que llevaba por los dedos, los piercings de la boca y la nariz, el súper tatuaje de su brazo derecho, los pequeños tatoos que adornaban sus muñecas, espalda, y nuca, pero lo que más nos impactaba eran sus tetazas.

Todos nos quedamos mirando como pasmarotes sus bamboleantes y sensuales pechos. Sabía jugar con eso y cada mínimo movimiento era una provocación para nosotros que nos derretíamos ante los encantos de nuestra rubia compañera.

Yo tenía más que decidido que aquella noche me la iba a follar, había pasado casi un mes desde la última vez que nos habíamos acostado y no me podía aguantar más. Borrachos y sobre la una de la mañana salimos del chalet y fuimos a un bar a tomarnos un par de cachis. Yo miré a Elvira y vi que ella me correspondía, también podía sentir el deseo que ella tenía hacia mí.

Terminamos, como de costumbre, en El jardín del Edén, y sobre las cuatro, mientras Sergio se enrollaba con una chica que acababa de conocer, el resto decidimos dar por terminada la fiesta.

―Hoy te acompaño yo a casa… ―le dijo Iván a Elvira.

Es verdad que a Iván le pillaba de paso, pero iba a fastidiarnos nuestros planes. El resto del grupo no sabía que Elvira y yo follábamos los fines de semana, pero tampoco habíamos quedado en nada esa noche. Elvira me miró esperando que dijera algo y la sacara del apuro.

―Voy con vosotros ―dije yo―. Así me doy un paseo…

Dejamos a Sergio dentro de la discoteca, nos despedimos de Pablo y fuimos andando despacio Iván, Elvira y yo hasta su casa. Cuando llegamos nos despedimos de ella con dos besos y luego cada uno nos fuimos en una dirección. En cuanto crucé la esquina llamé por el móvil a Elvira y esta me contestó rápido.

―Oye, lo siento, esta noche me apetecía que vinieras a casa, tenía ganas de estar contigo…

―Yo también, bueno, otra vez será…

―Estoy aquí, todavía no me he ido.

―Ufff, no sé si voy a poder bajar, ya me ha visto entrar mi madre.

―Invéntate cualquier cosa, te espera en tu portal.

―Joder, Adrián… ¿y qué le digo yo ahora a mi madre?, son casi las cinco de la madrugada…

―Bueno, da igual, otro día será…

―¿Quieres quedar mañana?, si te apetece voy a estudiar un rato contigo… aunque sea sábado.

―Vale, me parece bien… pues mañana nos vemos.

―Venga, un beso.

―Un beso.

Al final la noche no había terminado como me hubiera gustado y solo y con un frío de mil demonios me volví a casa. Al menos había quedado con Elvira al día siguiente y aunque no nos lo hubiéramos dicho con claridad, estaba claro que la cita de estudios llevaba bastante implícito que los dos teníamos muchas ganas de follar.

Antes de irme a dormir me di una vuelta por la bodega, más o menos había quedado recogida, pero le di otra barrida y limpié bien la mesa para que Mónica la viera impoluta por la mañana. Seguro que cuando se levantara era lo primero que iba a hacer. Comprobar cómo lo habíamos dejado.

Sin ganas de dormir, borracho y cachondo, no sabía qué hacer, me acerqué a la zona de la piscina, pero esta vez, no me apetecía bañarme. Me senté en la silla viendo el reflejo del agua intentando recuperarme de la que llevaba encima. Los oídos todavía me zumbaban debido al volumen de la música en la discoteca y una vez más relajado me recosté en la tumbona que había junto al agua.

Cerré los ojos y me saqué la polla, comencé a masturbarme suave, despacio, fantaseando con Mónica y las tetas de Elvira. Estaba tan a gusto que creo que me quedé dormido. Mañana sería otro día.

―¡Adrián, Adrián!, ¿estás bien? ―sentí que me llamaban.

No sabía si era un sueño o qué estaba pasando, de repente me desperté sobresaltado, era Mónica la que asustada me zarandeaba por los hombros. Desubicado sin saber dónde estaba me incorporé en la hamaca.

―¿Qué pasa?, ¿qué hora es?

Entonces miré hacia abajo y tenía la polla fuera y una estrepitosa corrida por encima del jersey. ¡Qué puta vergüenza! ¡Me había hecho una paja y me había quedado dormido después! Y claro, Mónica al verme en ese estado se había asustado.

―Ehhh, lo siento, me he dormido, tranquila estoy bien… ―dije incorporándome a duras penas y guardándome el pito en el pantalón―. ¿Qué hora es?

―Son las siete… ¿seguro que estás bien, Adrián?

―Sí, sí, tranquila, me subo a dormir… ehhh, perdona…

Salí de la bodega como pude, y llegué a la habitación a duras penas. Se me había pasado la borrachera de golpe, me senté en la cama y me puse las manos sobre la cara.

―¡Dios, pero qué he hecho!, soy gilipollas… ¡joder, la he cagado, pero bien!… ¡soy gilipollas!

Después de ponerme el pijama intenté dormir, pero estaba tan abochornado por lo que acababa de pasar que me era imposible. ¿Qué habría pensado Mónica al verme así? Al final el agotamiento fue más fuerte que mi moral y pude descansar cinco horas más. Cuando volví a despertarme eran las doce de la mañana y solo de pensar en lo que había hecho no me atrevía ni a salir de la habitación.

Lo primero que hice fue pegarme una ducha, ventilar la habitación y bajar a la cocina. Tenía más hambre que un león. Fernando estaba viendo la tele y Mónica acababa de terminar sus ejercicios y estaba trasteando en la cocina a punto de preparar unas alubias para comer.

―¡Buenos días!

―¡Buenos días, Adrián! ―dijo Mónica como si no hubiera pasado nada.

―Ehhh… siento muchísimo lo de anoche, perdóname de verdad, ¡me da mucha vergüenza que me vieras así!

―No te preocupes ―me susurró ella en bajito―. No pasa nada, es que bajé a dar una vuelta antes de ponerme a estudiar y me asusté al verte ahí tirado, pensé que te había pasado algo, como estabas así…

―¡Lo siento! ¡Vaya corte!, espero que no te enfades conmigo y… ¿Fernando qué ha dicho?

―Tranquilo, no le he contado nada… son cosas que pueden pasar… esto queda entre tú y yo, ¿de acuerdo?… y por mi parte no te preocupes, ya está todo olvidado, como si no hubiera visto nada…

Era increíble la facilidad que tenía Mónica para decir siempre las palabras adecuadas. Dos minutos con ella y ya me había quitado toda la preocupación por el incidente nocturno. Me había encontrado junto a la piscina dormido, borracho, con la polla fuera y una corrida encima de mi estómago y actuaba con absoluta naturalidad. Como si fuera lo más normal del mundo.

―Luego va a venir Elvira a estudiar… ―cambié de tema para no seguir dando vueltas a lo mismo y dejar zanjada “la pillada”.

―Ahh, muy bien, ¿hoy no salís?

―No, la de anoche fue la última en una buena temporada, ahora empiezan los exámenes y hasta que no terminemos…

―Pues como es sábado di a Elvira que se quede a cenar con nosotros, así aprovecháis más la tarde.

―Vale, me parece genial, ahora le mando un mensaje y se lo digo… ¡bueno, al menos deja que te ayude a preparar la comida! ¿Sabes que estoy hasta aprendiendo a cocinar contigo?

―Eso está muy bien… me he echado un buen ayudante de cocina…

―Jajaja, muchas gracias.

Puntual, como de costumbre, llegó Elvira y en cuanto escuché el timbre salté de la cama lanzándome escaleras abajo para abrir la puerta. Nos saludamos con un beso en la mejilla y pasamos al salón para que dijera “hola” a Fernando y Mónica que estaban en el sofá acurrucados viendo una película.

Al llegar a la habitación sacamos los apuntes de matemáticas empresariales y en la mesa escritorio, separados por medio metro, comenzamos a estudiar. Entre la ayuda de Elvira y que habíamos llevado la asignatura casi al día lo teníamos ya mascado y era un examen que apenas me preocupaba.

No llevábamos ni una hora estudiando cuando me puse de pie, me gustaba cómo se acaloraba Elvira cuando estaba concentrada, y casi ni se dio cuenta cuando apoyé las manos en sus hombros para hacerle un pequeño masaje.

―Siento lo de ayer… tenía muchas ganas de estar contigo…

Ella cerró los ojos dejando caer la cabeza hacia atrás.

―Mmmm… ¡qué bueno!, ni se te ocurra parar…

―No sabía qué decirle a Iván… ninguno sabe que nos hemos enrollado alguna vez y…

―Lo sé, a mí me pasó igual.

Despacio bajé la cremallera de su sudadera negra y debajo llevaba un top cortito con escote palabra de honor con el que enseñaba el ombligo. Pasé las manos hacia delante y acaricié sus tetas unos segundos antes de tirar del top hacia abajo y descubrírselas. No llevaba sujetador y Elvira se mostraba impúdica y desvergonzada mientras le sobaba sus enormes pechos.

―Ufffff, me encantan, ¡tienes unas tetas perfectas!

Elvira se puso de pie y me dio un beso comiéndome la boca con ganas, se notaba que ella también estaba caliente y tenía hambre de sexo. Su mano me palpaba con fuerza el paquete y me apretó la polla por encima del pantalón de chándal. Casi me obligó a que me sentara en la cama y ella se desnudó de cintura para arriba.

Con un ligero tirón me bajó el pantalón y los calzones hasta los tobillos y se puso de rodillas delante de mí para meter mi erecta polla entre sus calientes pechos. Tenía las tetas tan gordas que mi polla se perdió entre esas dos masas de carne tan calientes y ella se las apretó por los lados haciendo presión y comenzó a hacerme una maravillosa cubana.

Me gustaba la cara de vicio que ponía Elvira y dejó caer un pequeño salivazo en la punta de mi polla para que resbalara mejor entre sus pechos. Lo hacía de una manera increíble, a un ritmo justo, con la presión exacta y cuando mi verga desaparecía le daba un golpe fuerte hacia abajo hasta que asomaba mi capullo entre aquellas dos majestuosidades.

―¡Joder, qué bueno!

Luego me miró a los ojos y se agarró la teta en la que llevaba el piercing, tiró hacia arriba y comenzó a lamerlo sin perderme de vista. Pasaba la lengua por la barra metálica haciendo círculos alrededor y después se metió todo el pezón en la boca chupándoselo con fuerza. Con un gemido lo dejó caer y su pesado pecho cayó a plomo hacia abajo.

Volvió a sujetarme la polla metiéndola entre sus tetas unos segundos más y después bajó el cuello para comenzar a chupármela. Yo quería lamer su cuerpo entero, comérmela, follármela por todos sus agujeros, pero Elvira no me daba tregua con su boca y cuando me metió un dedo por el culo mientras mi polla ya rozaba su garganta, quise avisarle que me iba correr.

Pero eso Elvira ya lo sabía. Empezaba a conocerme demasiado bien.

Descargué en su boca sin que ella dejara de chupármela ni un segundo y cuando terminé se levantó sentándose sobre mi paquete. Quería que viera bien lo que iba a hacer. Dejó caer mi semen sobre sus pechos y se los restregó ansiosa brindándome un espectáculo demasiado guarro hasta para mí.

Me pregunté dónde habría aprendido Elvira a hacer esas cerdadas que me volvían tan loco. Cuando terminó su numerito las tetazas le brillaban en una mezcla de su saliva y mi semen y yo ya estaba completamente empalmado de nuevo.

Estuvimos casi dos horas follando sin parar en varias posturas, hicimos de todo, azotes, mordiscos, sexo anal, el 69 y terminé la sesión corriéndome dentro de su culo. Cuando terminamos, el cuerpo de Elvira tenía marcas de guerra por varios sitios.

¡Espectacular!

Seguro que Mónica y Fernando nos habían escuchado desde el salón, los gemidos de Elvira eran demasiado escandalosos y yo no me había reprimido con los azotes, castigando su pequeño culito sin piedad, hasta dejárselo completamente rojo. Pero eso parecía encantarle a Elvira, cuanto más fuerte le pegaba más placer sentía al correrse.

Incluso nos duchamos juntos y sobre las ocho bajamos a la cocina. Mónica estaba preparando la masa para hacer unas pizzas caseras.

―¿Qué tal “los estudios”? ¿Os ha cundido la tarde? ―nos preguntó con cierta ironía.

―Sí, no ha estado nada mal, ¿hemos aprovechado bien, no? ―le dije a Elvira.

―Sí, yo creo que vamos a sacar un diez en matemáticas empresariales…

Después de cenar acompañé a Elvira a su casa y me vino bien el paseo para despejarme. Al regresar me pegué un baño en la piscina y a las diez y media ya estaba dormido. Creo que esa noche descansé por lo menos doce horas.

Me levanté fresco y con ganas de hacer deporte, Mónica y Fernando tenían todo organizado para hacer una pequeña excursión.

―¿Te apetece venir con nosotros? ―me preguntó Mónica.

―No, gracias, voy a salir un rato a correr y luego me voy a quedar estudiando…

―Vale, tienes un poco de pisto en el frigo, hazte un huevo o lo que quieras para comer.

―Perfecto, muchas gracias otra vez.

Estuve casi una hora corriendo a buen ritmo y cuando llegué a casa me pegué una ducha, comí temprano y después de dormir la siesta estuve estudiando solo casi un par de horas. Tenía que recuperar el tiempo perdido ya que el día anterior apenas había hecho nada. Salvo follar con Elvira.

A media tarde regresaron Mónica y Fernando de su excursión por el monte y sobre las siete, como hacía cada domingo, Fernando se fue a trabajar a Madrid. Ayudé a Mónica a preparar la cena y estuvimos hablando un poco de cómo se presentaba la semana. Antes de despedirme de ella quise volver a disculparme por lo que había pasado el viernes por la noche.

―Lo siento mucho, Mónica, me da mucha vergüenza que me encontraras así… ufffff… debía ir muy borracho.

―Te he dicho que no le des más vueltas, por mi parte está olvidado.

―De acuerdo.

No me quiso comentar nada de la tarde anterior con Elvira, pero nos debían haber escuchado con toda seguridad, los gemidos y gritos de Elvira durante más de una hora les tenían que haber llegado al salón, aunque eso me daba igual, me daba morbo que Mónica nos oyera follar y los gritos de Elvira mientras se corría de manera tan escandalosa. Mónica debería pensar que era un amante de primera, aunque sinceramente, a ninguna chica le había hecho gemir como lo hacía con Elvira.

Por la noche estaba muy tranquilo en mi habitación, Mónica no había querido dar ninguna importancia a lo del viernes por la noche, cuando me encontró borracho, con la polla fuera y mi propia corrida bañando mi cuerpo, es más, creo que aquello había mejorado nuestra relación y la confianza que teníamos el uno en el otro iba en aumento. Hasta me había dicho que ese sería nuestro pequeño secreto y ni tan siquiera le había comentado nada a su marido de ese pequeño incidente. Mejor así, Fernando era muy buena gente, pero no me apetecía que supiera que su mujer me había encontrado junto a la piscina en ese estado.

Lo malo es que ahora iba a pasar casi un mes sin poder salir de fiesta y así me iba a ser muy difícil intentar nada con Mónica. Iba a aprovechar ese tiempo para afianzar mi relación con ella y luego estar preparado si surgía la ocasión.

Ahora tenía que concentrarme en los exámenes.

19

El martes a media mañana volvió a quedar con Sandra. Había cambiado los ejercicios de fitness por tomarse un café con su mejor amiga. Se pidieron dos desayunos y Mónica sacó del bolso el libro que le había prestado su amiga semanas atrás.

―¿Qué tal? ¿Lo has leído?

―Sí.

―¿Y?

―No ha estado mal, entretenido ―dijo Mónica mientras abría su croissant a la plancha para untarlo de mermelada de fresa y mantequilla.

―¿Entretenido?, cuéntame un poco más, yo es que es ver la portada y ya mojo las braguitas, jajaja.

―Jajajaja, ¡qué exagerada!

―He leído que en abril van a sacar el segundo, hasta que salga yo creo que me voy a leer este dos veces más, como mínimo…

―Pues sí te ha gustado, hay demasiados libros como para leer el mismo tantas veces…

―Es que me pone mucho… ¿a ti no te ha puesto tontorrona?

―Jajaja, puede que un poco… ―contestó Mónica ruborizada.

―Mmmmmmmm, ya, un poco, eso es que te has tocado como una loca…

―¡Sandra, por diosss!

―Era broma, jajaja, yo es que es solo fantasear con lo que pasa en el libro y… uffff…

―Bueno, a mí no me hace falta fantasear, tengo “las cincuenta sombras” en mi propia casa.

―¿Cómo dices?

―Sí, maja, Adrián y su amiga, no veas como les gusta el tema… sin ir más lejos el sábado por la tarde.

―Cuenta, cuenta ―dijo Sandra mordiéndose los labios y cruzando con fuerza las piernas―. Ya me estoy poniendo cachonda y… venga, no escatimes en detalles, ¿qué pasó el sábado por la tarde?

―Pues vino una amiga suya a estudiar a casa, suele venir todas las tardes y se pusieron al tema, vamos que estuvieron dos horas dale que te pego…

―¡Joder, qué morbazo!

―¿Y los escuchasteis?

―Sí y eso que estábamos abajo, en el salón viendo una peli, cuando nos llegó el primer gemido Fernando bajó la tele y nos entró la risa…

―¿Gemían mucho?

―No solo eso, creo que estos también se han debido leer el libro porque…

―¿Por qué…?

―Pues que también tiene la mano muy suelta, ya me entiendes…

―¿Le pegaba azotes a su novia?

―Yo creo que eran más que azotes, porque no veas cómo sonaba…

―Buffff, calla, calla, no me digas más… mmmmmm, me derrito… ¿y no te puso cachonda escucharlos?, porque yo no me hubiera podido controlar y me hubiera hecho un dedazo al momento…

―Jajaja, ¡qué bruta eres!

―Jajajaja… vaya, vaya, qué sorpresa, así que a tu universitario le gustan los azotes…

―Pues eso parece.

―¿Y Fernando qué decía?

―Nada, que va a decir… aunque últimamente parece que ya se ha recuperado, nos va muy bien ahora… en todos los sentidos… ―dijo Mónica subiendo las cejas hacia arriba.

―Mmmmmm, ¡cómo me alegro, tía!… oye, esto hay que celebrarlo, a ver si llamamos un día a María y salimos de fiesta las tres… que hace mucho que no quedamos…

―Me parece perfecto…

Después de desayunar Mónica volvió a casa, tenía que preparar la comida y terminar de recoger la casa antes de que llegara Adrián de la facultad. Se alegró de haber quedado con Sandra, era su mejor amiga y con la que tenía más confianza para contarle todo tipo de cosas. Sin embargo, aquella mañana no había sido sincera con ella del todo.

Se guardó lo que pasó el sábado por la tarde mientras escuchaban follar a Adrián y Elvira. Fernando bajó el volumen de la tele y al principio les entró la risa, pero poco a poco se fueron poniendo tontorrones y su marido empezó a besarla por el cuello. Aquello hizo que casi se derritiera y Mónica metió la mano por dentro del pantalón de Fernando y le sacó la polla.

Su marido se inclinó hacia atrás y Mónica comenzó a meneársela, hacía muchísimo tiempo que no le hacía una paja, y esa tarde de sábado, medio tapados por una pequeña mantita decidió masturbar a su marido. Ella también estaba muy excitada, escuchar follar a los chicos hacía que se encendiera por completo y los azotes que le soltaba Adrián a Elvira retumbaban por toda la casa.

Mientras pajeaba a Fernando volvió a sonar un azote con fuerza en la habitación de arriba y Mónica se mordió los labios a la vez que susurró un “dios” muy bajito. Fernando se dio cuenta de que su mujer estaba pendiente de lo que pasaba con los chicos y lo caliente que se estaba poniendo.

Hacia tanto tiempo que no sentía la polla dura de su marido en la mano, que empezó a recrearse en la paja que le estaba haciendo y cada azote que sonaba era casi como si se lo dieran a ella, pues sentía una punzada en el estómago y su coño comenzó a palpitar literalmente. Jadeaba en bajito, avergonzada de que su marido se diera cuenta de lo que cachonda que se estaba poniendo, pero no lo podía evitar, ¡los gritos de placer de Elvira eran tan sensuales!

Y sonó otro azote más, Mónica cerró los ojos y a la siguiente cachetada abrió la boca y se le escapó un pequeño gemido “ahhh”, entonces Fernando bajó la mano y se la metió por el elástico de sus mallas acariciando su coño.

Mónica abrió un poco las piernas para que su marido pudiera acariciarla mejor, y ella a su vez seguía masturbándole sin aumentar el ritmo. Se estaban pajeando bajo la manta, como dos adolescentes con el volumen de la tele al mínimo.

Sentía lo mojada que estaba y los dedos de su marido resbalaban con facilidad en su interior, incluso se escuchaba el chapoteo de su coño mientras Fernando no dejaba de follarla con un par de dedos. Se inclinó hacia su marido para darse un beso con él y de repente comenzó a gimotear mirando fijamente a Mónica.

―¡Ohhhh, ohhhhh, voy a terminar! ―exclamó Fernando.

Fue demasiado para él ver la cara de excitación que ponía Mónica con los ojos semi cerrados y de repente explotó bajo la manta comenzando a correrse al ritmo de la mano de su mujer. Cuando terminó se quedó parado, pero Mónica tenía ganas de más.

En la habitación de arriba seguían follando sin descanso y Fernando se había corrido en apenas cinco minutos dejándola a medias.

―¿Estás bien?, ¿quieres que siga? ―preguntó él limpiándose con una servilleta.

―No, da igual…

Y subieron el volumen de la tele y siguieron viendo la película como si nada. Cuando esta terminó Mónica fue a la cocina a preparar la masa de las pizzas y desde allí todavía se escuchaban los gemidos que venían de la habitación de Adrián. Al poco los chicos bajaron y le estuvieron ayudando a decorar las masas antes de meterlas en el horno.

Elvira bajaba completamente acalorada en camiseta de manga corta y tenía un brillo especial en los ojos, lo mismo que Adrián, que después de haberse corrido tres veces había quedado muy cansado, pero satisfecho. Al terminar de cenar los chicos se fueron y Mónica subió a prepararse antes de su baño diario.

Mientras se ponía el bañador estaba excitada, rabiosa, húmeda y se acarició suavemente para comprobar lo sensible que se encontraba. Estuvo a punto de quitarse el bañador y bajar desnuda bajo el albornoz como había hecho Adrián. Solo de pensar en esa posibilidad hizo que se calentara más, pero su marido podía verla así e incluso Adrián si volvía pronto y luego aparecía por la piscina mientras ella estaba en el agua desnuda.

Su mente fantaseó unos segundos con esa escena, Adrián esperando fuera del agua, sentado en la silla y ella en la piscina sin bañador intentando pensar en una solución para poder salir. Finalmente se puso el bañador y cuando se metió en el agua se acordó de lo que había pasado el viernes por la noche.

Como de costumbre se levantó a las siete y antes de ponerse a estudiar bajó a la bodega a ver cómo lo habían dejado los chicos, no solía hacerlo, pero se acercó a la zona de la piscina para comprobar que estaba todo en orden y entonces es cuando vio a Adrián tumbado en la hamaca.

En un primer momento se asustó, pensando que le había pasado algo al chico, pero cuando se acercó le encontró con la polla en la mano y una tremenda corrida salpicando su jersey. Se quedó mirando su pelo púbico, el chico lo tenía recortadito y muy cuidado, Adrián respiraba agitadamente y roncaba en una postura poco apropiada para su cuello. Dudó qué hacer con él, si dejarle ahí, avisar a su marido o despertarle. Finalmente optó por lo último y cuando el chico abrió los ojos la escena fue un poco violenta, porque Adrián al darse cuenta de su estado se sintió avergonzado, pero Mónica prefería que su marido no se enterara de ese incidente.

Sería su pequeño secreto.

Aquel día Mónica se masturbó en la piscina, su marido había dejado el trabajo a medias y todavía podía escuchar los gemidos de Elvira y los duros azotes que le soltaba Adrián embistiéndola a cuatro patas.

Intentó no pensar en Adrián mientras se masturbaba, el chico no era más que un crío y aquello le pareció obsceno, le sacaba casi 25 años, e intentó desviar la atención hacia el personaje de Grey, pero cuando coló los dedos por el lateral del bañador y alcanzó su clítoris se acordó de lo que había pasado en la piscina antes de las fiestas de navidad.

Sintió perfectamente la dura polla de Adrián incrustada entre sus labios vaginales y en el forcejeo no hizo más que frotarse contra él. Si llegan a durar unos segundos más se hubiera corrido delante del chico aquella noche.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, se estaba volviendo loca, no recordaba una masturbación tan placentera en muchísimos años. Y finalmente se corrió bajo el agua intentando ahogar sus gemidos.

Avergonzada por lo que acababa de hacer salió con celeridad del agua y se puso el albornoz antes de regresar a la habitación. Se sentía sucia y ridícula por haberse corrido fantaseando con Adrián. No era más que un adolescente.

¿Cómo podía haber hecho eso? ¿Es que estaba perdiendo la puta cabeza?

20

Febrero 2012

Por fin habían terminado los exámenes y tal y como me imaginaba, Elvira nos fue sorprendiendo a medida que iban saliendo las notas. Todo sobresalientes, una matrícula de honor y un notable, prácticamente era la número uno de la clase en dura competencia con Paula que también había sacado unas notas parecidas.

Yo, por mi parte, estaba muy contento con mis resultados, dos sobresalientes, y el resto notables, cuando llamé a mis padres para darles la noticia se alegraron mucho, no se esperaban que me fuera a ir tan bien en mi primer año de universidad.

Y es que Elvira me había ayudado un montón, sin ella seguro que no habría sacado unas notas ni parecidas, pues me resolvía las dudas que tenía como si fuera mi profesora particular.

Al resto de amigos no les fue tan bien, en especial a Pablo, que suspendió tres asignaturas e Iván y Sergio aprobaron todo, pero bastante justito.

El final de los exámenes fue la excusa perfecta para pegarnos una buena fiesta, que terminamos a las tantas de la mañana. Cuando regresé a casa junto con Elvira eran más de las siete y Mónica ya estaba levantada en el salón estudiando la oposición. La saludamos brevemente antes de subirnos a follar a mi habitación durante casi una hora.

Nos levantamos tarde, justo para que me diera tiempo a acompañar a Elvira a su casa y regresar a casa para comer con Mónica y Fernando.

En la época de exámenes había afianzado mi relación con Elvira, aunque no salíamos de fiesta seguíamos follando el fin de semana en mi casa e incluso también llegamos a enrollarnos alguna tarde, aunque intentamos controlarnos lo máximo posible para que no interfiriera en los estudios. Me encontraba en un punto con ella que no sabía exactamente lo que era, novia, amiga, compañera, follamiga… eso sí, seguíamos ocultando la relación a nuestros amigos y solo Mónica y Fernando sabían que estábamos juntos.

Tampoco queríamos darle muchas vueltas a lo que éramos, estábamos bien así y de momento yo no la consideraba mi novia y creo que ella tampoco lo hacía, aunque a decir verdad, cada vez me gustaba más estar con ella y pasar el tiempo juntos.

La semana siguiente eran los carnavales y el viernes decidimos hacer una merienda en la bodega del chalet, pero teníamos que disfrazarnos. Elegimos como motivo la época de los 80 y Mónica nos ayudó preparando canciones para poner en el altavoz. Ese fin de semana Fernando se quedaba a trabajar en Madrid y hasta el día siguiente no regresaba por lo que invitamos a Mónica que se uniera a nosotros.

Al principio fue un poco reacia, pero la terminamos convenciendo e incluso se disfrazó también para no desentonar. Estuvimos cenando al ritmo de las canciones ochenteras y por supuesto, Sergio nos amenizó la velada con toda clase de juegos en los que terminamos bebiendo más calimocho de la cuenta.

Para salir de fiesta no nos costó tanto convencer a Mónica a la que prácticamente habíamos emborrachado, lo mismo que a Elvira. Fuimos a uno de los bares habituales y cuando Pablo sacó a bailar a Mónica intenté rivalizar con ellos haciendo lo mismo con Elvira, que también se movía muy bien, pero no era tan buena bailando como Mónica y apenas me sabía llevar.

Después de hacer el ridículo volví con mis amigos que se rieron un poco de nosotros. Nos quedamos mirando a Mónica con esas medias de colores, los calentadores y su peluca de color rosa. Me parecía tremendamente excitante ver cómo bailaba con Pablo, se notaba que se lo estaba pasando muy bien, y así vestida nadie diría que tenía 42 años.

Fuimos a otro bar y nos tomamos un par de cachis entre los seis y sobre las tres de la mañana Mónica dijo que ya no podía más y se marchaba para casa. Entonces me encontré en una tesitura difícil, no sabía si acompañarla o quedarme con Elvira, yo tenía muchas ganas de irme con Mónica y follar con mi amiga, pero las dos cosas no podían ser.

Me acerqué a Elvira para despedirme de ella.

―Voy a acompañar a Mónica a casa, no quiero que se vaya sola… ―le dije al oído.

Ella naturalmente hubiera esperado que la invitara a que se viniera con nosotros, pero esa noche no lo hice y pude ver la cara de decepción que se le quedó a Elvira cuando me marché con Mónica.

―No hace falta que me acompañes, Adrián, de verdad que no…

―No te preocupes, Mónica, deja que vaya a casa contigo, me sabe mal que vuelvas sola a estas horas…

―Como quieras… bueno, chicos, nos vamos ―dijo dando dos besos de despedida a todos mis amigos.

Al regresar de fiesta volvimos a pasar por el bar universitario que estaba muy cerca del chalet. Se veía muy buen ambiente y no dejaba de entrar y salir gente. Esta vez fue Mónica la que me sorprendió cuando me dijo.

―Te debía una copa de la otra vez… si quieres entramos y…

―Uffff, hemos bebido mucho esta noche, pero de acuerdo, hoy sí acepto…

Podía haberme invitado cuando estaba con mis amigos, pero Mónica había preferido esperar a pasar por el bar y hacerlo a solas conmigo. A mí me pareció fenomenal y disfrazados, como la mayoría de gente que había, entramos dentro.

No tuve ni decir qué es lo que tomaba, Mónica se me adelantó y pidió dos brugal con cola. Cuando se acercó el camarero no se acordaba de nosotros, pero Mónica le dijo.

―Y hoy ni se te ocurra ponernos los chupitos esos de piruleta…

El camarero levantó los brazos sonriendo y nos preparó las copas en apenas un minuto.

―Me gusta el bar, porque no ponen garrafón ―dijo Mónica probando su copa.

―Sí, eso dicen, por eso viene tanta gente…

Estaba tan lleno que nos tuvimos que quitar de la zona de la barra y ponernos a un lado entre la juventud. Mónica me confesó que se lo había pasado muy bien esa noche y luego me preguntó por Elvira.

―¿Por qué no te has quedado con ella?

―Pues porque no quería que vinieras sola a casa, a Elvira seguro que hoy le acompaña Iván o alguno de estos…

―Por mí no te preocupes, ya soy mayorcita, no quiero que cambies tus planes por mí…

―No lo he hecho, no sé… a lo mejor hoy me apetecía tomarme esta copa contigo antes que… mmmm… ya sabes… estar con Elvira… ―dije levantando las cejas.

―Jajaja, sí, seguro que prefieres estar tomando una copa con una señora antes que estar con tu novia… ¡anda, no digas tonterías!

―Elvira no es mi novia, y por favor… tú no eres una señora, así vestida parece que tienes… mmmm, no sé, cuarenta años, jajaja.

―Jajajaja, gracias.

―Era broma, era broma, con esas gafas de sol aparentas 20 y te lo digo muy en serio… ya les gustaría a muchas de estas que están aquí tener el cuerpo que tienes tú…

―Gracias, Adrián ―dijo Mónica ruborizada.

Se notaba que le gustaba mucho que le hiciera cumplidos, y que hubiera elegido tomarme una copa con ella antes que estar follando con Elvira. Ese día entendí que ahí estaba la clave para llegar hasta Mónica, hacerle competir sin querer con mi compañera universitaria y que al final ella resultara la ganadora. Pero hacer eso no era nada fácil y tendría que jugar mis cartas con mucho cuidado.

Quería incluirla en una especie de triángulo amoroso que tenía mucho peligro y además, tenía que estar muy pendiente de la tercera punta del triángulo. Elvira.

Pero esa noche Mónica había resultado vencedora y así se lo había hecho saber, y con unas copas encima y bajo el disfraz de los años 80 me estaba atreviendo a hacerle unos cumplidos que en otras circunstancias jamás habría hecho. Y lo mejor es que a Mónica parecía que no le molestaban.

―Me gusta mucho que salgas con nosotros, no sé cómo lo haces, pero mis amigos están encantados contigo…

―Yo también estoy disfrutando de estas salidas, ya se me había olvidado lo que era una discoteca, tomarme una copa y echar un bailecito… con lo que a mí me gustaba bailar.

―Es una pena que yo no sepa acompañarte…

―Todo es práctica, seguro que si te lo propones al final sacas unos buenos pasos, mira el yoga, al principio no se te daba muy bien y has mejorado mucho en poco tiempo…

―Es que tengo muy buena profesora, ya si me enseñaras a bailar también sería la leche…

―Ven aquí, anda… ―dijo dejando la copa apoyada en una balda.

Yo me refería más bien en casa, solo de pensar en esa posibilidad me dio un morbo tremendo, imaginarme en el salón, ella y yo solos practicando unos pasos de salsa, o bachata. Mónica no quería perder el tiempo y ya estaba moviendo su cuerpo al ritmo de “On the floor” de Jennifer López, no es que fuera una canción para bailar juntos, pero ella se pegó a mí agarrándome de la mano y luego se dio la vuelta meneando su culazo mientras yo ponía las manos en su cintura.

Me excitó tanto la situación que me arrimé a ella hasta que mi polla llegó a acariciar sus glúteos, tampoco quise ser demasiado descarado, pero sí lo suficiente para que ella notara el contacto. Y vaya si lo hizo, porque después fue ella la que se echó hacia atrás buscando mi paquete contra su cuerpo. Cerré los ojos oliendo el pelo de Mónica que rozaba mi nariz y me dejé llevar unos segundos sintiendo los golpecitos de su culo contra mi polla.

Tuvo que sentir seguro mi erección entre sus nalgas, llevaba una empalmada brutal bajo mi pantalón de campana y Mónica se dio la vuelta sonriendo como si la cosa no fuera con ella, y sin dejar de bailar en ningún momento. Me agarró de la mano y yo puse la otra en su cintura, pero esta vez por la parte de atrás, justo donde termina la espalda y empieza su culo. Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no bajar la mano y acariciar aquella maravilla, pero tenía que mantener la cabeza fría. Mi trabajo con Mónica tenía que ser sin prisas, despacio, muy a largo plazo, ya tenía mucho camino recorrido y estaba empezando a recoger los frutos, pero un mal movimiento podía dar al traste con todo y arruinar mi único objetivo.

Acostarme con Mónica.

Dejé que fuera ella la que llevara la iniciativa en el baile y un par de veces se acercara más de lo que dicta el protocolo, yo permanecía impasible, y sentí una punzada en el estómago cuando mi polla rozó sutilmente su coño, Mónica estaba demasiado lanzada, y puso cara de decepción cuando terminó la canción.

Volvimos al lateral del bar para terminar nuestra copa, y me sentí ridículo cuando me di cuenta que mi erección bajo el pantalón de disfraz era más que evidente. Mónica también se fijó e intentó ocultar su risa al darle un trago a su copa.

―¿De qué te ríes? ―pregunté sabiendo la respuesta.

―No, de nada, de nada…

―Lo siento, es que uno no es de piedra… ―dije mirando hacia abajo y poniendo el vaso al lado de mi paquete para que ella mirara.

―No te preocupes, es lo más normal… ―se ruborizó mientras volvía a beber de su copa.

No supe descifrar muy bien su cara en ese momento, era una mezcla de satisfacción por haber logrado excitarme, pero a la vez era como si se sintiera avergonzada por provocar así a un jovencito de 18 años.

―No sé qué vas a pensar de mí, el otro día lo de la piscina, ahora esto… ¡joder, qué corte!

―Ya te dije que lo del otro día está olvidado, todos nos hemos emborrachado alguna vez…

―Ya, pero me viste desnudo, dormido y tirado… no me gusta que me veas así…

―¿Ahora te preocupa eso?, no era la primera vez que te veía desnudo, perdón… no he dicho nada…

―¿Cómo que no era la primera vez que me veías?

―Nada, nada, olvídalo, vamos a cambiar de tema, que no me siento muy a gusto hablando de tus desnudos y tus erecciones… bastante tengo ya con saber que cuando bajas en albornoz no llevas nada debajo… ―bromeó Mónica.

Entonces entendí a lo que se refería, no se le había escapado ese comentario por casualidad, Mónica me había dejado caer que el día que nos metimos juntos en la piscina me había visto al salir del agua. Y recuerdo bien la empalmada que llevaba.

La conversación se estaba poniendo interesante, pero Mónica no me lo iba a poner tan fácil.

―¿Así que me viste? ―pregunté yo.

―¿Qué te vi? ¿Cuándo?

―Aquella noche que nos metimos en la piscina juntos, antes de las fiestas de Navidad, me viste desnudo al salir…

―Yo no he dicho eso…

―Pues yo creo que sí… ¿sabes que me encantaría volverme a meter en la piscina contigo?

―Vamos a cambiar de tema, Adrián…

―Está bien, perdona, no quería molestarte…

―Será mejor que nos vayamos para casa.

―Claro, cuando quieras.

Fue una pena que la noche terminara así, pero yo sabía que había avanzado un poco más en mi objetivo final y que iba por el buen camino. Ya tendría más oportunidades de estar a solas con Mónica.

Solo tenía que esperar mi momento.

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