SYLKE & FRAN

CAPÍTULO 8 – ESPIANDO POR TODOS LADOS

Son tantas las emociones vividas en tan poco tiempo, que casi no consigo armarlas en este inesperado y excitante puzle. Todo comenzó en aquel balcón, espiando a mi hermana y luego a mi madre, viendo sus coños rasurados, queriendo tenerlo yo igual, ayudado por la mano y algo más de Celia, por no hablar de la ayuda inestimable de mamá o de cómo llegué a meterme en los vestuarios para oler las bragas de Lucía, que creía que me iba a delatar y en cambio me regaló una paja increíble o luego de nuevo mi madre, enseñándome lo que era una mamada por no hablar de mi hermana que llegó a involucrarse tanto conmigo, siendo cómplice de lo visto con mamá y regalándome otra descomunal que siendo su primera vez fue apoteósica. Ahora esta fiesta, que se inició con la comida en la que Fermín y Aurora, ese matrimonio secreto llegó a casa, para descubrir que mi profesora era mucho más ardiente de lo que mostraba en la Uni y se había insinuado, la paja de mi amigo en la toalla, la visión de mamá tonteando con Fermín y el nuevo descubrimiento de doña Aurora follando en el garaje con el novio de mi hermana. Mi mente era incapaz de procesar todo aquello en tan poco tiempo.

De nuevo, Celia y yo nos miramos con los ojos abiertos como platos. Los suyos destacaban en su cara que apenas podía distinguir debido a la penumbra y entonces nos acomodamos para seguir viendo ese polvo de Mario con mi profesora, medio agachados detrás del coche. ¿Será cabrón? – pensé. Todos estos años fantaseando con las curvas de doña Aurora y en menos de un día el chulo de Mario se la estaba follando a base de bien.

En un momento retiré mi mano de la boca de Celia y ella no quitaba ojo de la pareja, bueno, igual que yo, que estaba allí y no me lo creía. Supongo que ella admiraba el cuerpo desnudo de Mario, pero yo hacía lo propio con doña Aurora, cada vez que sus movimientos y la poca luz me permitían ver su cuerpo desnudo. Dios, qué portento de mujer, sus tetas se movían cada vez que Mario se la clavaba salvajemente y se la oía gemir algo contenida, pero era muy hipnotizante el sonido de esos pequeños gritos.

–          ¡Como atrapas mi polla, pedazo de guarra! – le repetía Mario, mientras no dejaba de penetrarla, totalmente a pelo, sobándole los pechos con descaro.

–          ¡Sigue cabrón!

¿Quién me lo iba a decir a mí? Esa mujer tan recta, tan seria en clase, ahora estaba follando con ese tío, casi sin conocerle de nada. No niego que sentí envidia, al fin y al cabo, me hubiese gustado estar en ese lugar y que fuera mi polla la que martilleaba a esa mujer que ahora atrapaba a Mario entre sus piernas y le agarraba del culo desnudo.

Al mirar a Celia vi, que se había metido una mano en los leggings y debía estar tocándose el coño, por su manera de respirar algo agitada. De forma instintiva mi mano se acercó a su teta y la amasó bajo el top.

–          ¿Eh, qué haces, Marcos? – me susurró, aunque su pezón se endureció entre mis dedos al instante.

–          Necesito de tu ayuda. – le dije sacando mi polla por encima de mis bermudas.

Celia abrió más los ojos al verme la polla fuera y su mano se aferró a ella al instante, momento que aproveché para meter mi mano en sus mallas. Me encantó oírla suspirar, cuando dibujé el contorno de su rajita con mis dedos y luego se los metí viendo que estaba caliente y mojada.

–          ¡Ay, canalla! – suspiraba apoyando su boca en mi hombro.

No pude por más tiempo que atrapar esa boca con la mía y besarla, sentir esa dulzura y calor que emitía su lengua y sus labios, nos besamos con pasión y nos tocamos con todas las ganas. Sus manos acariciaban mi polla y mis huevos mientras las mías no daban abasto entre su coño y sus tetas. Me levanté de repente, aun con el riesgo de ser visto por la pareja que follaba tranquilamente, pero parecían muy concentrados. Lo que sí animaba eran sus jadeos y cuando miraba y podía ver esos pechos rotundos de mi profesora moviéndose, le dije a Celia.

–          ¡Chúpamela!

–          ¡Oye! – protestó.

–          Me lo prometiste.

Celia dudó unos instantes volvió su vista a la pareja que había cambiado de postura y en ese momento, Mario se había tumbado sobre una manta y Doña Aurora le cabalgaba como una auténtica amazona. Era una imagen impactante, el cuerpo desnudo de mi profesora, de espaldas, con su culo redondo clavándose la polla de mi futuro cuñado mientras sus tetas botaban saliendo por los costados y él le acariciaba el trasero, diciéndole guarradas.

Entonces Celia, sin poder aguantar más, agarró mi polla firmemente por la base y me dio un chupón a la punta. Solo con eso, casi me corro, pues sus labios eran una delicia… luego tras mirarme con esos ojazos hipnóticos, empezó a tragar y tragar, para empezar a mamármela de forma asombrosa, haciendo sonar su garganta cada vez que se la clavaba más profundamente… qué delicia de boca succionando mi miembro y al mismo podía seguir viendo con mis ojos entornados el cuerpo de mi profesora, al natural, follando como toda una diosa, clavándose la polla de Mario… y casi me corro cuando él le empezó a morder las tetas y yo pellizqué al mismo tiempo un pezón de Celia, cuando de pronto una voz a nuestras espaldas nos dejó a todos inmóviles.

–          ¡Mario, Mario!, ¿estás por aquí? – era la voz inconfundible de mi hermana buscando a su novio.

La pareja que follaba con delirio, se detuvo en seco, con sus cuerpos unidos, pero aun agitados por la respiración, pero intentando no hacer ruido y Celia con una buena porción de mi polla metida en su boca, totalmente inmóvil. La notaba latir en la húmeda y caliente lengua de esa mujer.

–          ¿Dónde se habrá metido este? – oímos decir por último a Sandra saliendo del garaje sin que pudiera vernos a ninguno y al no poder escuchar nada, porque los cuatro nos quedamos congelados.

Celia sacó mi polla que estaba casi a punto de estallar, aunque la aparición de mi hermana nos cortó en lo mejor y entonces oí decir a doña Aurora poniéndose de pie.

–          ¡Huy, te has corrido dentro, Mario!

–          Lo siento, pero ese coño ordeña de maravilla. – respondió el otro acariciando sus tetas.

Volví a admirar ese cuerpo desnudo de doña Aurora, brillante por el sudor que resaltaba con esa luz de la luna entrando por los pequeños ventanales y cuando giró levemente pudo ver por fin su coño de frente. No lo llevaba rasurado, era pelirrojo como su cabeza y muy bien recortado… me pareció super atrayente también, como sus muslos y el brillo de su piel debido al sudor.

Tan extasiado estaba que Celia tuvo que tirar de mi mano para salir de allí antes de que nos pillaran… y una vez fuera me dijo.

–          ¡Qué cerdo el novio de tu hermana!

–          Pues sí, no entiendo cómo le puede hacer eso y ponerle los cuernos de esa manera. ¿Deberíamos decírselo?

–          No, ni se te ocurra, cariño… creo que le darías un disgusto tremendo a tu hermana.

–          Pues creo que se lo voy a decir a mamá, al menos que me diga ella qué debemos hacer.

–          ¿Tú crees que es buena idea, Marcos?

–          Sí, Celia… tú lleva las cervezas y yo busco a mamá y le cuento lo que acabamos de ver. Que se entere lo bueno que es su nuevo yerno y seguro que ella sabrá como contárselo a Sandra o al menos, abrirle los ojos.

De algún modo soñaba con la idea de que Sandra mandase a la mierda al chulo de su novio.

–          Bueno, cariño, pero no le vayas a contar a tu madre que tú y yo… – me dijo Celia preocupada.

–          No, mujer, tranquila. ¿Cómo voy a decirle eso? – dije pasando mi pulgar por esos labios que tenido la suerte de besar y que habían atrapado mi polla un minuto antes. Le di otro tierno beso y salimos de allí.

Recorrí la casa y todo el jardín en busca de mamá, pero no daba con ella por ningún sitio y eso que a ella le gustaba tener todo controlado. Me topé con varios invitados, algunos bastante bebidos, hasta ver de frente a Sandra, que intenté esquivar, pero fue ella la que me paró agarrándome del brazo.

–          ¡Marcos!, ¿no has visto a Mario?

–          No, no. – respondí apurado mirando hacia otro lado.

–          No lo encuentro por ningún lado.

–          Estará por ahí. – dije pensando en soltarle a bocajarro que el muy canalla le ponía unos cuernos monumentales follándose a mi profesora de Química.

–          Necesito encontrarle.

–          ¿Pero por qué tanta prisa, Sandra?

Mi hermana miró a ambos lados, aunque la gente iba a su rollo, bebiendo, bailando o jugando en la piscina y me habló bajito.

–          Desde que te chupé a ti, estoy cachonda a tope y quiero probar la polla de Mario, ya que siempre me lo ha pedido, quiero regalárselo hoy. Se lo debo.

–          ¿Qué? – pregunté estupefacto.

–          Sí, tengo ganas de comérsela como a ti, aunque claro no tiene nada que ver.

En ese momento Sandra estiró su mano y la apretujó contra mis bermudas y mi polla todavía estaba morcillona.

–          Mmmm, la tuya es tremenda y también caerá, tranquilo. – me dijo al oído, casi mordiendo el lóbulo de mi oreja y creo que era verdad su calentura, pues nunca había visto así de cachonda a mi hermana.

–          Sandra, yo quiero decirte que…

–          Ya sé, ya sé que somos hermanos – me cortó ella – pero esa polla tuya es especial y sí, sí, no me arrepiento y te aseguro que quiero tragármelo todo. Verás que bien lo pasamos- añadió agarrándola de nuevo logrando que se endureciese al instante y ella sonrió orgullosa.

–          Creo que deberías olvidarte por un momento de Mario y atender a los invitados. – dije casi desesperadamente para que dejara su búsqueda.

–          ¿Y mamá? – dijo ella oteando entre toda la gente.

–          No lo sé, también la estoy buscando.

Mi intención era soltarle a Sandra lo que acababa de ver en el garaje y que ni por asomo esa boquita se comiese la polla del asqueroso y chulo de su novio, él no se merecía ese regalo y aunque deseaba soltárselo a Sandra, recordé las palabras de Celia, pensando que ella también le había sido infiel conmigo, claro, pero, eso sí, iba decidido a encontrar a mamá cuanto antes para que ella misma pusiera freno a esa relación. No quería ver al gilipollas de Mario tocándole un pelo a mi hermana, más ahora sabiendo que le era infiel y nada menos que con doña Aurora. Si antes ese tipo me caía mal, ahora me daba repelús.

Por el camino me encontré con otro de mis vecinos, bastante borracho medio tirado en la puerta del salón, pero no había ni rastro de mamá, hasta que subí arriba a las habitaciones y la suya estaba cerrada, cuando escuché unos gemidos al otro lado de la puerta.

Me quedé estupefacto, puse el oído pegado a la puerta tras la que se oía gemir claramente a mi madre y los susurros de otra persona. Evidentemente papá no estaba, ¿quién podría ser? Pegué más mi oreja a la puerta para escuchar.

–          Te deseo Cristina, me vuelves loco y lo sabes- la voz de un hombre sonaba casi susurrando al otro lado de la puerta……era, sin lugar a dudas, la de Fermín.

Me quedé flipando pues ya había notado ese rollito entre ambos, pero no al extremo de que estuviesen juntos en la habitación de mis padres. Entonces escuché la voz de mamá.

–          Yo también te deseo, pero esto es una locura, pueden venir mis hijos o Celia….mmm para por favor- su voz se notaba entrecortada.

Mis presentimientos se hicieron realidad, había algo entre mi profesor y mi madre, una mezcla de rabia pensando en el pobre de mi padre, pero a la vez de excitación que me invadía. Esos sentimientos encontrados daban vueltas en mi cabeza, pero dominaba sobre todo descubrir a esa nueva mujer, tan excitante, que yo parecía no conocer del todo y que era mi madre.

Apreté mi polla bajo el bañador y la noté endurecerse, ¿Qué me estaba pasando con mi familia? No podía evitar sentirme cachondo escuchando tras la puerta a mamá tonteando con otro hombre, pero necesitaba escuchar más incluso verlo con mis propios ojos. No oía a nadie subir, así que con sigilo pasé a la habitación de mi hermana para pasar a través de la ventana al balcón que daba a la habitación de mis padres. Ya me conocía bien ese truco. Miré hacia el jardín y aunque oía el murmullo de los invitados, nadie podía verme a pesar de estar encaramado en el balcón, primero porque la piscina daba para el otro lado de la casa, pero, aunque alguien se asomara mirando hacia arriba por esa zona, no vería nada en esa parte tan oscura. Para estar más seguro, me quité la camisa blanca que llevaba, quedando con el torso desnudo.

Con mucho cuidado de no hacer ruido o de ser visto por ellos, fui asomando la cabeza poco a poco y la suerte de tener el balcón abierto me permitió escuchar además de verlos. Observé como Fermín y mi madre estaban besándose, sentados a los pies de la cama, los tirantes de la camiseta de ella habían sido bajados y la parte alta de esa prenda se deslizada a la altura de su estómago dejando los pechos enormes totalmente al descubierto. La tenue luz de la lamparita de noche, iluminaba esa forma tan sugerente la ligeramente caída pero firme perfil de sus preciosas tetas. Las manos de Fermín no dejaban de masajear cada pliegue de sus mamas, bajando la cabeza y lamiendo sus pezones de forma alternativa, mi madre acariciaba su pelo moviendo la cabeza a los lados presa de la excitación que la invadía y de vez en cuando sus bocas se encontraban para entregarse a un nuevo beso. Estaba claro que mamá estaba colada con ese hombre y no pensaba en mi padre, al contrario, lo hacía en su cama de matrimonio. A mi todo eso me irritaba, más todavía después de haber visto a Mario con doña Aurora, pero ver a mamá así de sexy y de cachonda me ponía como una moto y mi polla que había quedado ya bastante excitada con las lamidas que Celia me había dado hacía un momento volvió a brincar queriendo salir del pantalón y mi mano la rescató de su encierro, para sacarla fuera y empezar a pajearme. Estaba desbocado y con ganas de soltarlo todo.

Fermín se arrodilló entre las piernas de mamá, admirando su belleza y acariciando sus piernas y también sus pechos.

–          Cristina, cómo te deseo. ¡Quiero follarte! – dijo y al decir eso sentí un estremecimiento por todo mi cuerpo.

–          Fermín, no podemos hacer esto otra vez. – oí que decía ella, aunque no lo decía convencida.

¿Otra vez? Eso significaba que no era la primera que ellos tenían un encuentro como ese. No dejaba de llevarme sorpresas en ese día, con el bueno de Fermín, que parecía siempre tan serio y tan correcto, vamos, como su esposa Aurora, pero lo peor era mi madre, totalmente desconocida para mí en esa faceta loca, de mujer liberada y sexualmente tan activa, llegándomelo a demostrar directamente en estos últimos días y ahora con mi entrenador.

Fermín, se despojó de su camisa y besó esos pezones puntiagudos y luego siguió bajando con mimo por el cuerpo de mi madre, besando y lamiendo cada poro de la piel de su tripita lisa, mientras con sus manos desabrochaba el pantalón corto de ella, tirando del mismo hacía abajo y dejándola con su tanga de color blanco de encaje. Ese cuerpo era tremendo y mi paja iba a más velocidad admirándola.

Entonces fue ella la que se levantó, ofreciéndome la vista de su culo con ese pequeño tanga. Al principio pensé inocentemente que iba a detener todo aquello, pero, al contrario, ella misma fue la que hizo el proceso inverso besando el pecho desnudo de Fermín.

–          ¡Qué bueno estás, cabrón! – oí decir a mi madre.

–          ¡Tú sí que estás buena! – añadió él, dándole un manotazo a ese trasero redondo de mamá.

Entonces ella empezó a bajar la cremallera de su pantalón e introducía la mano derecha dentro, la verga de Fermín salió como un resorte totalmente en erección, haciéndole gemir por instante al sentir esa mano e incluso mi propia polla se tensó creyendo que mamá atrapaba la mía en lugar de la de mi profesor. Él parecía bien armado, también, al menos me lo parecía desde la distancia. La verdad el cuerpo de Fermín no tenía nada que envidiar al de Mario, a pesar de la diferencia de edad y se notaba el ejercicio físico que hacía diariamente. Fermín es musculoso y de grasa nada de nada. Por supuesto, ni punto de comparación con mi padre, que se descuidaba bastante físicamente. En cierto modo, entendía que mamá se deshiciera con semejante hombre.

Ella, besando de nuevo su torso y meneando su polla, con gran habilidad, terminó de desabrochar el botón del pantalón y lo bajó con un movimiento firme, quedando completamente expuesto con la polla tiesa de Fermín, apuntando al estómago de mi madre. Mirándole a los ojos con deseo, ella se pasó la lengua por los dedos de su mano derecha humedeciéndola con su saliva y pasándola inmediatamente a la polla de Fermín la cual empezó a masajear de forma lenta pero rítmica.

Las caderas de Fermín se movían hacia adelante y hacia atrás acompañando a la masturbación que le estaba haciendo mi madre cuando ésta se sentó en la cama y sin dejar de masajearla sacó la punta de la lengua y recorrió todo el vástago palpitante de Fermín, lo recorrió con suavidad empezando por el glande, siguiendo por el tronco y llegando a los huevos, que a la vez palpaba con su mano izquierda, escupió sobre la polla de Fermín de una forma cerda pero altamente atrapante y volvió a metérsela en la boca, el chapoteo de la saliva de mi madre chupando la polla, inundaba el silencio del momento.

La inclinación del cuerpo de ella chupándole la polla, me dejaba divisar sus enormes pechos colgando, balanceantes, con los pezones erectos y duros.

–          Si sigues así, vas a terminar pronto conmigo, me encantan tus dedos, tu lengua….¡aghhh, eres tremenda Cris! – la voz de Fermín sonaba excitada.

Mi profesor parecía conocer bastante bien las habilidades de mamá, hasta el punto de llamarla “Cris”, con extrema confianza, pues solo la llama así mi padre.

Yo estaba perplejo ante lo que estaba observando, mi madre era una maestra chupando la polla, ya lo viví de lleno y pensé si a papá se lo haría igual, pero desde luego a Fermín le estaba volviendo loco, incluso tuvo que retirarla de su boca para que él no explotase ahí mismo.

–          ¿Qué pasa? – preguntó ella.

–          Que como sigas chupando así, me corro ya. Ahora me toca a mí, zorra- dijo de pronto Fermín con voz de mando.

Me chocó bastante que le dijera eso a mi madre, pues siempre habían tenido una relación cordial, de conocerse de jóvenes, pero además con educación refinada por parte de ambos, guardando las distancias, pero ahora, mi madre era esa zorra que tanto debía gustar a mi profe y a ella no parecía importarle, más bien al contrario, porque se la veía sonreír.

Con la mano izquierda empujó a mi madre para que se tumbara sobre la cama, y arrodillándose en el suelo le abrió las piernas y corrió la tira del tanga. Su cara se pegó en el coño de mi madre y movimientos rápidos de su lengua arriba y abajo hicieron que el cuerpo de ella se moviera casi con convulsiones y su cadera se arqueara facilitando la tremenda lamida llena de frenesí que Fermín la estaba dando. Yo en ese momento no parecía estar viendo a mi madre, sino a dos amantes en pleno éxtasis y totalmente entregados.

Las manos de él se posaron en sus pechos y ella misma puso las suyas encima ayudándole para que le pellizcara los pezones y masajearse esas tetas que por su peso tendían a ladearse, sin embargo, aún se mantenían muy firmes a pesar del volumen y la edad. Un largo gemido de ella resonó en la habitación y creo que el tipo había dado con ese botoncito que muy bien me definió Celia en su clase particular.

–          ¡Fóllame, cabrón… hazlo ya, no aguanto más! – dijo de pronto mi madre presa de un temblor en sus muslos muy evidente.

Fermín no hizo caso y siguió chupando y tocando el sexo de mamá, logrando que cerrara los ojos, tumbada sobre la cama y sus brazos cayeran detrás de ella, en lo que parecía un inminente orgasmo.

Entonces, sucedió algo que nunca había visto antes …bueno, que al menos sólo había visto en alguna película porno.  Fermín retiró la lengua y puso su dedo corazón en la parte superior de la vulva de mi madre y empezó a moverlo con frenesí, mi madre quedó paralizada e inmediatamente un fuerte chorro salió del interior de su coño saltando sobre el pecho de Fermín. Parecía una fuente en plena ebullición. Siempre había oído hablar de que eso se llamaba algo así como un “squirt”, pero nunca lo había visto en directo y menos en el coño de mi madre. Llegué a pensar que eso no podía pasar realmente, pero sí, mi madre se corrió de forma espectacular y podía ver como todo su cuerpo temblaba escandalosamente, cómo suspiraba y daba pequeños grititos de placer.

–          ¡Ay, cabrón, siempre me llevas al límite! – dijo ella en pleno éxtasis en algo que no era claramente su primera vez.

Mi entrenador se puso en pie, admirando el cuerpo desnudo de mamá y le dio varias sacudidas a su polla, tal y como yo hacía con la mía que se tensaba cada vez más

–          Ahora te voy a follar como te mereces- le dijo Fermín observando ese cuerpo deseado de mi madre.

Terminó de quitarle el tanga hasta dejarla totalmente desnuda, tan solo calzada con sus tacones y ella siguió tumbada sobre la cama con sus piernas abiertas y temblando tras ese fuerte orgasmo.

–          ¡Sí, fóllame cabronazo! – decía ella de esa forma soez, tan extraña en su vocabulario, algo que también me excitaba y mucho.

Me parecía increíble y no podía creer que mi profesor fuera a follársela, me lo negaba a mí mismo, pensando que eso no estaba a punto de suceder, que era imposible que fuese a penetrar ese coño de mi madre, no podía hacer eso, me parecía algo muy fuerte.

Y arrodillado entre las piernas de ella, Fermín acercó la punta de su polla en la entrada del coño de ella y empezó a restregarla de arriba abajo. Yo estaba a punto de explotar viendo eso, con los gemidos incrementados de ella y la forma en que acariciaba el cabello de él.

–          Por favor, Fermín, métela te lo suplico- mi madre volvió a ser presa de la excitación y parecía desesperada porque ese hombre se la clavara.

Yo tenía que parar para no correrme tan rápido y bajé el ritmo de mi paja, porque Fermín parecía tomarse su tiempo, como si quisiera volverla absolutamente loca y al verla tirar de él realmente debía estarlo, pues pedía a gritos ser penetrada. Eso me recordó al bueno de Miguel, otro artista follador del que yo tenía mucho que aprender, como ahora lo estaba haciendo, al tener ahí a mi profesor, volviendo loca a mamá.

De pronto la puerta de la habitación de Sandra se abrió y la luz se encendió, lo que hizo que me quedase casi congelado del susto. Seguramente no podrían verme, pero no quería hacer ningún movimiento que me delatase.

–          ¡Joder no! – exclamé dentro de mí. Estaba atrapado en el balcón y no podía salir ni a la habitación de mamá, a punto de ser penetrada por mi entrenador ni por la habitación de mi hermana que acababa de entrar en la suya.

Oí la voz de mi hermana, y estaba hablando con alguien, aunque la otra persona no decía nada… pensé en Mario y en que el muy cabrón se iba a llevar un inmerecido regalo por parte de Sandra, hasta que la voz de la otra persona soltó una risa de una forma muy peculiar y entonces reconocí que era la voz de … ¿Lucía?

Desde mi posición podía verlas, pero jugaba con el factor silencio y oscuridad, que de momento me estaban salvando de ser pillado en plena faena, con mi polla tiesa entre mis dedos, semi desnudo en el balcón del cuarto de nuestros padres y viendo que en cualquier momento Fermín penetrase a mamá.

Mi hermana y Lucía iban y venían por la habitación y para mi sorpresa, se fueron quitando toda la ropa hasta quedar totalmente desnudas, sentadas a los pies de la cama. Estaba flipando y a pesar de mi riesgo, no pude evitar seguir masturbándome porque tenía sesión doble, esas dos chicas desnudas riendo y charlando como si nadie las pudiera ver y mi madre a punto de ser follada. Volví mi cara y ella seguía suplicando a Fermín, agarrada a su cuello y diciéndole.

–          ¡Vamos, cabrón, métela ya, no puedo más!, ¡Cerdo, no puedes hacerme esto!

–          Me encanta verte suplicar… ¿en serio quieres que te la meta, putita mía?

–          Si, joder, sí. Quiero tu pollón dentro de mí – decía ella totalmente fuera de sí y esas palabras de mi madre me chocaban bastante, pues indudablemente era la primera vez que la oía hablar así.

Mientras tanto seguía flipando a dos bandas y no daba abasto, pues en la otra habitación las chicas reían y seguían desnudas comentando algo que no pude escuchar bien, hasta que oí a Lucía decir:

–          Huy, parece muy real, es casi como una polla de verdad.

Entonces asomé ligeramente la cabeza y vi que mi hermana le estaba enseñando el famoso vibrador rojo y vi que Lucía se abría de piernas luciendo un precioso coño, que yo había tenido el placer de acariciar, pero no ver y me encantó, con un vello muy recordado, casi como una fina hilera de pelitos sobre su vulva cerrada. En ese momento no me importaba demasiado que estuvieran rasurados o no, todos los coños que había tenido la suerte de ver, eran preciosos y ese lo era también.

–          ¿Y crees que así perderé la virginidad? – preguntó Lucía.

–          ¡Claro! – respondió mi hermana.

Lucía metió la punta en su coño y la oí gemir. Tuve que asomarme un poco más y estaba preciosa, con sus ojos cerrados, su boca abierta, notando como ese pene de plástico quería abrirse paso, al tiempo que yo no dejaba de mecer mi polla viendo ese espectáculo tan cachondo, cuando de pronto mi hermana dio un pequeño grito.

–          ¡Marcos! ¿Pero qué coño haces ahí? – dijo mi hermana sorprendida y eso hizo que al momento apareciera la cabeza de Lucía junto a ella, que en cuanto vio la escena se puso la mano en la boca con cara de sorpresa, viendo mi polla totalmente tiesa. pero a la vez con una sonrisa traviesa al descubrirme ahí, en pleno espionaje.

Por suerte Fermín y mamá seguían concentrados en su juego y no se percataron de las voces de las otras dos. Supongo que ambas chicas debían estar alucinando al verme plantado en el balcón de mi madre y desnudo, meneándomela como un mono con aquella doble sesión inolvidable. Igual de alucinado estaba yo, pero incapaz de detener mi masturbación. Volví a mirar una vez más a la habitación de mi madre y veía que Fermín estaba a punto de metérsela, la cosa no podía ser más explosiva y para colmo, mi hermana y Lucia despelotadas, me habían pillado pajeándome, no tenía explicación ninguna que dar, pero desde luego me moría de vergüenza por un lado y de excitación por otro. Solo les hice un gesto con mi dedo en mis labios para que no gritasen. Lo último que quería es que mamá me descubriese allí y además no tenía escapatoria sin ser visto.

Ella, totalmente decididas, saltaron por la ventana de su cuarto al balcón donde yo estaba….  No me lo podía creer.

–          ¿Qué hacéis? – dije susurrando, al verlas traspasar sus piernas por los barrotes del balcón totalmente desnudas para ponerse a mi lado.

–          ¿Será qué haces tú? ¿Nos espiabas? – dijo mi compañera sonriente.

–          Baja la voz. – dije apurado mirando de reojo a la habitación de mamá.

–          ¿Pero qué pasa Marcos? – preguntó mi hermana.

Entonces puse cada una de mis manos tapando sus respectivos labios para que no alzaran más la voz. MI polla seguía tiesa esta vez huérfana al haber dejado de meneármela y mis manos seguían tapando ambas bocas.

–          Shhhhhh por favor no hagáis ruido- les imploraba a ambas, deseando en esos momentos me tragara la tierra y que mi madre o Fermín no se alertasen de nuestra presencia, en esa ocasión no sólo la mía, sino de los tres.

Por suerte, mamá estaba tan cachonda, esperando ser penetrada que no parecía escuchar nada en absoluto a su alrededor y Fermín por otro lado, parecía igual de concentrado en la faena de rematar y clavársela de una vez.

Las dos chicas lograron meterse del todo en el pequeño espacio del balcón, muy pegadas a mí, tanto que nos rozábamos mutuamente con nuestros cuerpos desnudos. Sandra a mi espalda y Lucia por delante, dándome el culo. Yo, al estar desnudo como ellas, pues mis bermudas estaban en mis tobillos, estábamos prácticamente en roce constante. Mi hermana se puso detrás de mí, queriendo mirar lo que pasaba al otro lado del cristal, apoyando sus grandes y perfectas tetas en mi espalda, mientras que yo sujetaba la cintura de Lucía para poder sostener mi polla pegada a su culo. Sin duda, debía estar notando mi tremenda erección y lo corroboré cuando dijo:

–          Ah, qué gustito.

–          ¿Pero qué pasa, Marcos? – insistía Sandra asomando un poco más la cabeza para ver por encima de mi hombro y pegando más aun sus tetas tras de mí.

Cuando por fin pudo ver lo que pasaba y Lucía restregaba su culo contra mi polla por delante, oí un largo gemido, casi un grito de mamá, justo cuando Fermín se la clavó de golpe.

–          ¡Ah, sí, joder, qué bien, Dios, cabronazooo! – gritó mamá.

Los tres que mirábamos en esa dirección nos quedamos flipados al ver la escena. El cuerpo musculoso de mi entrenador entre las piernas de mamá, había comenzado a follársela por fin, logrando sacarle unos cuantos gemidos, mientras ella acariciaba su fornida espalda.

–          ¡Joder! – exclamó mi hermana al ver como Fermín se estaba follando a nuestra madre.

–          Shsss, calla, le dije volviendo la cara y notando sus labios casi rozando los míos.

–          Pero, ese, no es tu padre, ¿verdad? – dijo Lucía en un susurro.

–          No. – dijimos Sandra y yo a la vez alucinando de ver a mamá en plena acción.

Giré la cabeza para ver los ojos atónitos de Sandra que seguía apoyada en mi espalda y sin creer lo que estaba viendo, hasta que dijo.

–          ¡Se la está follando! – murmuró en bajito

Aquello era un polvo antológico y por suerte que ambos estaban tan concentrados que no habían reparado en nuestra presencia, pero seguimos sin podernos mover de ahí, admirando cómo Fermín se tiraba a mi madre, delante de nuestras narices.

–          ¡Uf, qué cachonda me estoy poniendo! – dijo Lucia restregando más su culo contra mi tiesa verga.

–          ¡Y yo…! – dijo Sandra repentinamente, algo que me cochó, pues no parecía alterada por ver a mamá con otro hombre que no fuera nuestro padre.

No sé cómo y de qué manera, pero en ese espacio tan reducido, ambas chicas me hicieron girar, para quedar de espaldas a la calle y ellas dos enfrente de mí, muy cerca de mi cuerpo. Una me agarró la polla, que vi claramente que eran los ojos de Sandra, mientras que Lucía me había metido la lengua hasta el paladar.

De pronto ambas, se miraron con ojos de lascivia, hasta que la propia Sandra dijo en un susurro.

–          ¿La compartimos?

–          ¡Es tu hermano! – exclamó sorprendida Lucía.

–          Bueno, es una polla preciosa, que hay que aprovechar. – apuntó mi hermana.

Ambas chicas, se agacharon al unísono y casi no había más espacio por lo que mi culo quedaba aprisionado contra la barandilla de ese balcón y ambas bocas juveniles pegadas a mi entrepierna. Mientras Sandra me chupaba la punta, Lucía me lamia los huevos y casi me caigo del balcón cuando ambas bocas empezaron a dibujar con sus respectivas lenguas todo mi tronco de abajo a arriba y de arriba abajo, parecía toda una competición, pero yo no podía rechistar, menudo regalo de lenguas y labios estaba recibiendo.

Pude abrir un instante los ojos para ver a mamá, que seguía enfrascada en su polvo con mi entrenador, que bufaba como loco, dando golpes de pelvis y clavándosela de forma enérgica, logrando que mi madre disfrutara como una loca, emitiendo jadeos intensos. Sin duda estaba logrando que ella estuviera a punto de caramelo para un nuevo orgasmo.

–          ¡Cómo te gusta mi polla, putita! – decía él

–          ¡Ya lo creo, cabrón! – respondía la otra en pleno éxtasis con gemidos cada vez más fuertes.

Fermín sacó la polla y volteo a mi madre poniéndola a cuatro patas, ésta abrió bien las piernas y Fermín como un perro que husmea a una perra lamió por detrás a mi madre, mientras se masajeaba la polla, inmediatamente se levantó y se la volvió a clavar por detrás, entrando con mucha suavidad consecuencia de lo mojado que estaba el coño de mi madre, apoyando las manos sobre la espalda de ella, empezó a bombearla mientras sus enormes pechos se balanceaban hacía atrás y adelante presa de las embestidas de Fermín, cada vez más potentes.

Al mismo tiempo las dos chicas, iban engullendo mi polla por momentos, mientras una miraba a través de la ventana la follada bestial, la otra se tragaba una buena porción de mi miembro y así sucesivamente hasta que mamá entró en otro orgasmo gritando.

–          ¡Sí, me corro, me corro, joder!

Eso hizo que el propio Fermín acelerase el ritmo y se corriera a continuación dentro del coño de mamá inundándola y haciéndola estremecer en medio de ese polvo, pero yo ya no pude aguantar más, ante esa visión de mi madre follando y cuando esas dos boquitas juguetonas fueron bajando cada una por un lado de mi tronco en dirección a mis huevos, estos soltaron toda la carga, inundando de forma incontrolada sus caras en montones de chorros que salieron disparados, dejándolas totalmente pringadas.

A continuación, ellas empezaron a besarse y a tocarse, mientras lamian mutuamente mis lefazos en sus respectivas caras. Si ya había visto eso en el porno, aquello lo superaba con creces, porque no podía creerme que esas dos chicas me estuvieran chupando, intercambiando mi semen en sus lenguas y tragándolo todo hasta quedar bien limpitas sus caras y mi polla. Daba gusto verlas enfrascadas en una limpieza tan minuciosa y de paso, recibiendo esos lengüetazos tan deliciosos y sin darme cuenta, de repente mamá, tapando su desnudez con una pequeña toalla se asomó al balcón mirándonos a menos de un metro.

–          Pero, ¿qué es esto? – gritó.

Continuará…

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