ECONOMISTA
11
El lunes me levanté con ganas y energía, cualquier diría que me había pillado dos buenas borracheras el viernes y el sábado. Mónica ya estaba estudiando en el salón y como hacía todas las mañanas la saludé en bajito.
―¡Que tengas buen día! ―me respondió.
Cinco minutos antes de la hora llegué a la facultad, me senté en mi fila y Paula ya estaba preparada para la clase, le hice una radiografía de arriba a abajo mirando su ropa y cómo llevaba el pelo. Me pregunté por dónde saldría de fiesta para poder hablar con ella e intentar romper el hielo. Tampoco pude estar deleitándome mucho tiempo con su precioso pelo rizado recogido en una coleta porque enseguida llegó el resto del grupo.
Fueron tomando asiento uno a uno y me incliné hacia delante para saludar a Elvira que estaba en la otra esquina de la mesa.
―¡Vamos, cabrón!, te estuve llamando ayer y te mandé varios WhastApp, ¿qué tal con esta el sábado? ―me preguntó Sergio.
―Bien, vamos, normal, tampoco hicimos nada, solo que no estaba a gusto en la discoteca y al final la acompañé hasta casa…
―¡Venga, no me jodas!, ¿no os habéis enrollado?…
―No, solo somos amigos y ya está…
―Pues yo creo que ella quiere algo más… solo hay que ver cómo te mira.
Consideré que no era necesario que de momento el resto de amigos supiera que Elvira y yo nos habíamos acostado el fin de semana. Tampoco me importaba, pero no dije nada por respeto a ella. Si Elvira quería contarlo por mí no había problema. Cuando salimos fuera entre clase y clase estaba un poco rara, ya no me miraba igual que antes y yo estaba un poco cortado delante de todos. Elvira era una chica atractiva y podría enrollarse con quién quisiera, pero yo acababa de salir de una relación muy problemática, y lo último que me apetecía era comprometerme con ella.
Lo malo es que Elvira y yo habíamos conectado muy bien, nunca había tenido una amiga así y necesitaba charlar con ella para aclarar la situación cuanto antes.
Aprovechando que nos quedamos a solas en la cafetería pudimos hablar unos segundos.
―No le he contado nada a estos de lo del sábado… así que no saben nada.
―Puedes hacerlo, no me importa…
―Tampoco quiero esconderlo, pero antes prefería comentarlo contigo.
―Como quieras…
―Por cierto, esta tarde si quieres pásate por casa a estudiar, me dijiste que te apetecía.
―Perfecto, no me gusta estudiar en casa, y las bibliotecas me rayan mucho, así que acepto esa invitación…
―Pues luego nos vemos.
―Vale.
Sergio siguió insistiendo toda la mañana para que le contara qué había entre Elvira y yo, pero parece que quedó convencido cuando le aseguré que entre nosotros no había nada.
A las dos y cinco ya estaba en casa y Mónica tenía la comida preparada. Se me hizo raro comer los dos solos, pero nos tendríamos que ir acostumbrando porque iba a ser lo normal en los próximos meses. Le estuve comentando un poco cómo me había ido la mañana y ella me estuvo contando que había estado haciendo unos ejercicios después de estudiar.
―¿Y qué tal Fernando?
―Pues bien, me llamó anoche y el piso donde se queda está fenomenal, esta mañana hemos estado hablando un rato y está contento con el trabajo, dice que pinta bien.
―Pues fenomenal, ahhhhh… por cierto, esta tarde va a venir una compañera a estudiar, ¿puede venir, no?
―Jajaja, claro, no hace falta que me pidas permiso para eso, esta es tu casa, ¿el viernes vienen tus amigos a cenar?
―En principio sí, pero todavía no les he comentado nada…
Después de comer estuve ayudando a Mónica a recoger y nos subimos casi a la vez a echarnos una pequeña siesta. Sobre las cuatro y media vino Elvira a estudiar y yo bajé a abrirle la puerta. Iba igual vestida que por la mañana, con unos pantalones anchos y una sudadera negra y antes de subir a la habitación a estudiar pasamos al salón para saludar a Mónica.
―Esta es Elvira y esta es Mónica…
―Encantada ―dijo mi casera estirando la mano para saludarla sin levantarse de la silla.
―Vamos arriba… hasta luego.
Nos pusimos en la mesa escritorio de mi habitación, separados aproximadamente por medio metro. Se me hacía raro estudiar allí con Elvira en el mismo sitio donde habíamos estado follando salvajemente un día y medio atrás, pero nos cundió casi dos horas bastante concentrados. Estudiar con una amiga al lado tenía la ventaja de que no me podía distraer con cualquier cosa como si estuviera yo solo y era más tranquilo que estudiar en una biblioteca. Además, Elvira era bastante inteligente, controlaba bastante de matemáticas y me estuvo resolviendo unas cuantas dudas.
Hicimos un pequeño break y le pregunté a Elvira si quería merendar algo.
―No hace falta, en casa no suelo comer nada…
―Se te dan muy bien los números, gracias por la ayuda.
―Siempre he sacado sobresaliente en mates… ―dijo orgullosa.
―Vaya, eso sí que no lo esperaba, eres toda una caja de sorpresas… me gustaría hablar contigo de lo que pasó el sábado, no quiero que estemos tan raros como esta mañana.
―No hay nada de qué hablar… lo pasamos bien y punto.
―Es que… verás, acabo de salir de una relación difícil y ahora no quiero…
―No tienes que darme explicaciones, Adrián, somos amigos, nos enrollamos el otro día y listo… no le des más vueltas… además, sé que estás pillado por Paula, se te nota mucho.
Me puse rojo de vergüenza, y me encantó lo comprensiva que era Elvira. Era mucho más madura que yo y me sorprendió lo claras que tenía las ideas. Me estuvo contando un poco su vida, era hija única y vivía sola con su madre, al parecer su padre había fallecido cuando ella tenía solo cinco años y no se acordaba nada de él. Su madre, era ginecóloga y por cómo me hablaba de ella deduje que era su mejor amiga.
Estuvimos estudiando otro rato y sobre las siete y media la acompañé hasta la puerta. Mónica estaba haciendo yoga en el salón en una postura rara, con la luz bajita, música relajante y una barrita de incienso encendida.
Elvira se me quedó mirando con una sonrisa en la boca.
―Lo hace todos los días, yo también me suelo poner con ella algunas veces…
―No sabía que te gustaba el yoga ―me dijo mi amiga sonriendo―. Tú también eres una caja de sorpresas…
―Bueno, el yoga es lo de menos ―hice una pequeña broma cuando Mónica se puso a cuatro patas y luego se dejó caer hacia atrás pegando los glúteos a sus talones.
―Ya, ya…
―¿Mañana vienes?
―Sí, ¿por qué, no?, ¿misma hora?
―Perfecto, pues hasta mañana ―y Elvira me dio un beso a modo de despedida, en el mismo sitio que la otra vez, justo entre la mejilla y la boca.
Luego entré al salón y me quedé mirando a Mónica en silencio mientras ella terminaba de hacer sus ejercicios. Cuando se giró y me vio allí sentado se pegó un pequeño susto.
―¡No te había visto!
―Perdona, no quería asustarte…
―¿Ya se ha ido tu amiga?
―Sí, acaba de marcharse, te ha visto tan concentrada que no ha querido decirte nada…
―Últimamente me estás fallando bastante, jajajaja…
―Sí y mañana viene Elvira otra vez, así que no sé si podré acompañarte…
―No te preocupes, entiendo que tienes que estudiar, cuando te quieras dar cuenta ya tienes los exámenes encima.
―Hasta enero no empezamos, pero quiero llevarlo al día…
―Haces muy bien, veo que tú también eres muy organizado, se te nota…
―Gracias.
―Bueno, me pongo una sudadera y voy a preparar la cena…
―¿Puedo ayudarte?
―Eso ni se pregunta…
Durante la cena estuvimos hablando un poco de mi amiga Elvira, le estuve contando a Mónica lo que acababa de descubrir sobre sus padres y aunque todavía no habíamos empezado los exámenes pensaba que me iba a sorprender con sus notas.
―Pues esas son buenas compañías entonces…
Mónica no me preguntó nada de lo que había pasado el sábado por la noche, pero sin decir nada creo que ya había deducido que la chica que gemía escandalosamente en mi habitación había sido Elvira. Podía ver en su cara que Mónica había descubierto mi pequeño secreto.
Después de recoger Mónica me dijo que se iba a dar un baño en la piscina.
―¿Te importa que cuando salgas tú entre yo?… hoy me apetece darme un chapuzón antes de dormir…
―Claro, sin problemas, para eso está, puedes ir cuando quieras, yo a las nueve y media ya estoy fuera del agua…
―De acuerdo, perfecto…
Subí a la habitación y estuve haciendo tiempo hasta las 21:40 para no cruzarme con Mónica, no quería que pensara que la estaba buscando, provocando un encuentro o algo similar, ni tampoco quería invadir su intimidad. Sabía que para ella era muy importante ese baño nocturno.
Bajé con una camiseta, el bañador y una toalla y me sorprendió que Mónica siguiera metida en el agua. Ella solía ser muy puntual y metódica para esas cosas y respetaba con bastante precisión sus horarios. Me quedé dudando qué hacer, me parecía un poco violento presentarme allí mientras ella estaba en el agua y al final me decidí y entré en la zona de baño.
Al verme miró la hora y se dio cuenta que se había pasado unos minutos.
―Perdona, Adrián, no sabía que era tan tarde…
―No, no pasa nada, si quieres seguir vuelvo luego.
―No hace falta, ya salgo.
Me quedé sentado en una silla grande que tenían para dejar las cosas y al momento Mónica salió de la piscina. Fue una imagen celestial verla subir las escaleras con sus imponentes curvas. Parecía que lo hacía a cámara lenta y yo me quedé mirándola detenidamente. Llevaba un bañador negro de cuerpo entero y se le marcaba una cinturita estrecha con unas buenas caderas y un culo generoso que lucía de diez con ese bañador. Tenía unas piernas casi perfectas, con muy poquita celulitis, y a sus 42 años si veías a Mónica de espaldas estaba prácticamente como una universitaria de veinte.
No sabía qué me pasaba cuando entraba en la piscina, pero era acercarme por esa zona y tener una erección casi al instante. Y más viendo cómo Mónica parecía no tener ninguna prisa en vestirse. Era como si se estuviera exhibiendo delante de mí o al menos yo fantaseaba con eso. Se inclinó hacia delante pasando todo el pelo por un hombro y empezó a escurrirlo en el suelo, ¡vaya cuerpazo tenía!, incluso sus tetas parecían más grandes de lo que me habían parecido cuando iba vestida, pero su culo era tal y como me lo había imaginado. Grande, duro, redondo y con pinta de saber delicioso. Cuando terminó de escurrirse, se cubrió el cuerpo con una toalla y el pelo con otra.
―Pásalo bien… ―me dijo mientras salía de la zona de la piscina.
Tuve que ponerme de espaldas mientras me levantaba y me quitaba la camiseta, para que no viera la empalmada que llevaba bajo las bermudas. Bajé despacio por la escalera y me metí en el agua, todavía con la imagen de Mónica en mi retina.
Cuando me aseguré que estaba solo me quité el bañador, y lo dejé en el bordillo, me volvía loco la sensación de bañarme desnudo, y más sabiendo que Mónica acababa de estar metida en el agua y que podía volver en cualquier momento, aunque fuera muy poco probable. Estuve nadando y buceando de un lado para otro y para terminar, fiel a mis costumbres me estuve haciendo una paja antes de salir, sin llegar al orgasmo.
Luego subí a mi baño, me pegué una ducha rápida y terminé lo que había comenzado en la piscina corriéndome de pie contra los azulejos de cerámica. Me metí en la cama completamente relajado y estuve viendo otra vez las fotos de Mónica en el ordenador.
Todavía estaba emocionado por lo que había pasado en la piscina, me extrañó que Mónica siguiera en el agua cuando llegué yo, además, ya la había avisado que iba a bajar a bañarme y después estaba lo del numerito del pelo, mostrándose ante mí casi un minuto en bañador, sin ninguna prisa. Cerré el ordenador y lo dejé en el suelo antes de dormirme, si seguía viendo las fotos de Mónica iba a terminar haciéndome otra paja. Seguro.
Confundido, nervioso y excitado me costó dormirme. Quizás solo eran imaginaciones mías lo que había pasado, fruto de mi calenturientamente mente de 18 años. O quizás no.
12
El resto de la semana fui igual, Mónica me esperaba para comer conmigo cuando salía de la facultad y Elvira venía a estudiar todas las tardes al chalet. Lo que cambió un poco fue lo del baño nocturno, yo bajaba algunas noches, pero asegurándome que Mónica ya no estaba en la piscina, así que iba tarde, tampoco quería que ella se pensara cosas raras ni quería agobiarla en su rutina.
El jueves mientras cenábamos le comenté que al día siguiente iba a invitar a mis colegas a cenar a la bodega y ella me dijo que sin problemas. El viernes a media tarde regresó Fernando de Madrid sobre las seis y yo les dejé a solas un rato para que se pusieran al día, ni tan siquiera bajé a la clase de yoga con Mónica, había quedado con los colegas a las diez, para que ella se pudiera bañar sin problemas y yo me subí a la habitación a esperar la hora.
Tampoco íbamos a hacer nada especial, comprar unas pizzas y unos litros de calimocho. Puntuales llegaron todos mis compañeros y según fueron llegando les presenté a Mónica y a Fernando, luego nos bajamos a la bodega y yo tenía preparada la mesa. Fernando nos había encendido la chimenea y hacía un calor de mil demonios para estar en noviembre.
Todos nos quedamos mirando a Elvira, sobre todo cuando se quitó el abrigo y llevaba unos vaqueros anchos y una camiseta negra de manga larga súper ajustada marcando tetazas a lo bestia. Incluso parecía que no llevaba sujetador, ¡era acojonante cómo se le dibujaba el piercing de los pezones!
Toda la noche se nos estuvo yendo la mirada a las tetas de Elvira, es que era inevitable. A parte de eso, a mis colegas les encantó el sitio, sobre todo a Sergio, pero no fue lo único que les había gustado y cuando ya llevaba unos cuantos vasos de calimocho en el cuerpo se le fue soltando la lengua.
―¡Joder, qué cabrón!, ¡cómo te lo montas!, es una pasada la casa, con piscina y todo y encima… mmmmm, Mónica está bastante buena…
―Anda, deja de decir tonterías…
―Sí, tonterías, ya, ya… ¿está buena o no? ―preguntó al resto de chicos.
―Tiene un polvazo… ―dijo Iván sin inmutarse.
―Jajaja, ¿y tú que dices Pablo?
―Sí, esta bastante bien…
―A Elvira no le pregunto que es una chica… pues Adrián y ella están solos toda la semana, el marido trabaja fuera, así que… ¡menudo morbazo!
―Vale ya, Sergio, no hables tan alto, que nos van a oír ―le pedí yo.
Tampoco pusimos la música muy fuerte, pero entre los movimientos de silla, las voces que pegábamos y demás, sobre la una les dije que era mejor que nos fuéramos ya. No quería molestar a Mónica y Fernando y bastante borrachos salimos de fiesta para ir a la zona de copas.
Sobre las cinco de la mañana, con una buena sudada encima de tanto saltar y bailar y caliente por el alcohol, no podía dejar de mirar a Elvira, me encantaba cómo se le bamboleaban las tetas a cada mínimo movimiento que hacía y ella también estaba pendiente de mí. Cuando cruzamos la mirada varias veces ella me sonrió y subió las cejas dos veces rápido hacia arriba en un gesto que hizo que se me pusiera dura.
Me estaba esperando.
Justo en ese momento apagaron la música del bar y Sergio dijo que nos fuéramos a El jardín del Edén, pero yo en lo único que pensaba era en perderme con Elvira y creo que ella estaba pensando igual.
―Yo me voy ya para casa… ―dijo Elvira.
―Nooooooo… de eso nada, tú te vienes con nosotros ―le recriminó Sergio.
―Yo también me piro, tíos, si no mañana no voy a poder salir… estoy reventado… ―dije yo.
―Como queráis, bueno, pues mañana nos vemos, vamos hablando… ―desistió nuestro amigo finalmente.
Me ofrecí a acompañar a Elvira a su casa, no quería que fuera sola y me parecía lo más lógico. Me hubiera gustado invitarla a mi habitación, pero no lo vi oportuno, más que nada, porque el lunes le había dicho que no quería ninguna relación con ella. Pero Elvira era mucho más lista que yo y parece que me estaba leyendo el pensamiento.
En cuanto llegamos a su portal y sin decir palabra, me dio la mano y me metió dentro, abrió la puerta que bajaba del rellano al garaje y nos quedamos allí casi a oscuras. Cuando comenzamos a enrollarnos me pregunté a cuántos tíos se habría llevado Elvira a ese sitio. Estaba claro que no era la primera vez que lo hacía.
―Aquí nos pueden pillar…
―Tranquilo, hoy no vamos a follar… ―me jadeó en el oído Elvira antes de volver a comerme la boca.
Bajé una mano para acariciar su culo y metí la otra por dentro de su camiseta. Efectivamente, no llevaba sujetador y agarré una de sus calientes tetas que apenas podía abarcar con la palma. Tiré del piercing de su pezón y Elvira gimió de dolor antes de desabrocharme el pantalón.
―Ahhhhh, ¡me has hecho daño, cabrón! ―exclamó mientras me cogía la polla.
En el fondo se había quejado sin mucha convicción y cuando tiré de su piercing de nuevo ella suspiró de placer. Parecía que a Elvira le gustaba el dolor. Se lanzó literalmente a comerme los morros, lo hacía de manera muy agresiva, pero la vez de forma muy erótica, sacando la lengua y pasándomela por los labios antes de metérmela en la boca.
Su mano se movía a toda velocidad, machacándome la polla sin descanso. Yo tampoco es que me estuviera quieto, y a parte de jugar con sus tetazas había colado unos dedos por el elástico de sus braguitas para acariciarle el culo directamente sobre su piel.
Al ritmo al que me pajeaba no iba a aguantar mucho, saqué la mano de las tetas para ponerla sobre su cuello y eso pareció que le encantó.
―¡Estrangúlame! ―me pidió sujetándome el antebrazo para que no lo retirara.
―¿Así?
―Ahhhggggg, ¡¡más fuerte!!, que me cueste respirar, ahhhhhhhggggg, asíííí, eso es…
Yo cerré los dedos sobre su cuello y Elvira enloqueció de placer, estaba disfrutando tanto que incluso detuvo sus movimientos masturbatorios sobre mi polla.
―Ahggggg, ahora… ¡pégame en la cara!
―No, tía, no voy a hacer eso…
―¡Pégame, joder!
Elvira me cogió la polla reanudando su paja a toda velocidad.
―¿No quieres pegarme?
―No… ―dije bajando la mano que tenía por dentro del pantalón y acariciando su ojete.
―¿Vas a meterme un dedo en el culo?
Me sorprendía lo mal hablada que era cuando teníamos sexo, por lo general Elvira era una chica reservada y de pocas palabras, pero en cuanto nos enrollábamos sufría una especie de transformación. Demasiado agresiva, para mi gusto, eso sí, el dedo se lo metí hasta el fondo del culo mientras ella seguía pajeándome.
―Voy a correrme, Elvira, no puedo más…
Ella me cogió la camiseta y me cubrió la polla justo en el momento en el que empezaba a eyacular sobre mi propio estómago. Se lanzó a devorarme la boca y yo seguí jugando con el dedo metido en su ano sin parar de descargar en una interminable corrida.
―Bufffff, ¡¡eres la caña!! ―dije yo.
―Gracias, tú tampoco lo haces nada mal…
Al día siguiente salimos los cinco del grupo y Elvira y yo terminamos enrollados otra vez, solo que esta vez la traje a casa sobre las seis de la mañana. Follamos como auténticas fieras en mi cama, me pidió que la azotara fuerte, me chupó la polla, lamió mi culo mientras me pajeaba y por último me corrí en su cara. Elvira cada vez iba un poco más lejos, nunca había conocido a una tía como ella, tan salvaje y agresiva en la cama, y seguro que no había visto ni una cuarta parte de su repertorio.
Me pregunté que más cosas sabría hacer.
Después de tres orgasmos se quedó dormida desnuda boca abajo en la cama, la tapé un poco y bajé a la cocina a beber un agua y comer algo. Tenía mucha hambre después de estar follando durante una hora. Ni me acordé que a esa hora Mónica ya estaría levantada, aunque fuera domingo. Y así era, estaba en el salón repasando algún tema de su oposición y yo entré en calzoncillos y camiseta con un plátano en la mano.
―Buenos días…
―Buenos días ―susurró ella.
―Me subo a dormir un poco.
―Vale, ah… Adrián…
―Dime.
―Luego vamos a salir Fernando y yo, cuando te levantes ya no estaremos en casa, te dejo algo en el frigo, si Elvira quiere, puede quedarse a comer también…
―Gracias, Mónica, ehhh… no sé si se quedará…
Y en cuanto contesté supe que había confesado la identidad de mi compañía sin querer. Mónica había sido muy astuta y yo había caído en su pequeña trampa.
A la una de la tarde nos levantamos Elvira y yo, me vestí rápido para comprobar que ya no había nadie en casa y luego volví a la habitación.
―Estamos solos, hay comida para los dos, si quieres quedarte… ―le dije.
―No, no te preocupes, mañana nos vemos en clase… ―me contestó comenzando a vestirse deprisa.
Pasó al baño, se mojó un poco el pelo y cogió el bolso que estaba sobre una silla, me dio un beso en los labios y se despidió de mí, dejándome solo en el chalet.
No sabía qué hacer, tenía todo el día para mí solo, pero estaba nublado y no me apetecía estar tumbado en el jardín. Hice un poco de ejercicio en casa, comí pronto y me eché una pequeña siesta, por la tarde estudié una hora y pronto regresaron de su excursión Fernando y Mónica. Tampoco podían demorarse mucho más porque Fernando tenía que regresar a Madrid.
Sobre las siete y media repitió la escena de la semana anterior y sacó el coche del garaje mientras Mónica se quedaba mirando cómo se alejaba su marido, luego entró en casa y me vio sentado en el salón viendo un poco la tele.
―Hoy te invito yo a cenar, vamos dónde quieras… ―me dijo.
―No te preocupes, Mónica, otro día, hoy prefiero quedarme aquí.
―Vale, pues preparo algo, ¿qué te apetece?
―Podemos hacer una hamburguesa… te quedan genial…
―Pues hecho, ahora mismo preparo un par de ellas…
―Espera que te ayudo.
De pie en la cocina, uno al lado del otro, comenzamos a hablar, por la mañana le había confesado a Mónica que la chica con la que había follado era Elvira y me preguntó por ella.
―¿Qué tal?, ¿al final se quedó Elvira a comer?
―No, se fue a casa, puede que otro día…
―¿Es tu novia?… ¿estáis juntos? ehhh… perdona… no quería… no es cosa mía.
―No, no pasa nada, no estamos saliendo, solo somos… amigos…
―Entiendo.
―Y disculpa por lo de esta mañana, seguro que os hemos despertado.
―Sí, un poquito, jajaja.
―Jajaja, es que no tenemos otro sitio dónde ir… y ahora en invierno, bueno, ya buscaremos algo.
―Podéis bajar a la bodega, está bastante insonorizada.
―Ahh… pues no lo había pensado, para otra vez, si no te parece mal…
―No, claro que no…
Picamos tomate, lechuga, pepinillos y Mónica preparó cebolla caramelizada, bacón y un huevo a la plancha, para una hamburguesa exquisita. Se me hacía extraño estar hablando de esos temas con ella, me sentía raro, Mónica era mucho mayor que yo, pero parecía entenderme perfectamente todo lo que le contaba y yo estaba muy a gusto y sentía que podía confesarle cualquier cosa con total naturalidad.
Cenamos tranquilamente en el salón, recogimos la cocina juntos y luego Mónica bajó a darse su baño diario a la piscina. Ese día me pegué una ducha y me quedé en la habitación haciéndome una paja mientras veía las fotos de Mónica en su Facebook.
Al día siguiente comenzaba una nueva semana.
13
El viernes volvimos a quedar todos los colegas en la bodega para cenar. Mientras comíamos Mónica me dijo que Fernando no iba a venir por la noche, que tenía que quedarse a trabajar y llegaría el sábado por la mañana.
―¿Te parece si os preparo algo para cenar? ―me sugirió.
―No, no hace falta, pillamos unas pizzas y…
―No vais a cenar siempre lo mismo, a mí no me importa, luego si me ayudas hacemos un par de tortillas de patata y unas croquetas…
―Jo, pues eso suena mucho mejor ese plan, por mí perfecto.
Así que a media tarde nos pusimos manos a la obra y ayudé a Mónica a hacer dos tortillas y unas croquetas. La semana había sido igual que la anterior, Elvira había venido a estudiar todas las tardes, pero no habíamos hecho nada sexual, ni tan siquiera habíamos sacado el tema. Era una relación muy extraña la que teníamos, entre semana venía a mi habitación a estudiar como si fuéramos los dos mejores amigos y el finde follábamos en plan salvaje.
A las ocho ya teníamos todo preparado, fregamos la cocina y la dejamos bien recogida. Mónica sabía que habíamos quedado a las diez, así que me dijo que se iba a bañar en la piscina antes de que vinieran mis amigos.
―Baja a cenar con nosotros ―le dije a Mónica.
―No, tranquilo, que yo me hago cualquier cosa y os dejo a vuestro rollo…
―Te lo digo en serio, Mónica, no nos importa, baja con nosotros… no quiero que estés sola…
―No, ahora os enciendo la chimenea antes de bañarme… y ya hacéis lo que queráis.
―Venga, Mónica, pásate un rato, seguro que te lo pasas bien… ya lo verás… te vas a reír un montón…
―Gracias, Adrián, otro día si eso.
Unos minutos antes de que llegaran mis amigos bajé con Mónica a la bodega y encendimos el fuego de la chimenea.
―Os dejo aquí unos tocones de madera por si tenéis frío, con esto yo creo que aguantáis unas horas.
―De sobra, luego hace mucho calor… por favor, Mónica, quédate, que me sabe mal que estemos aquí nosotros de fiesta y tú sola en casa…
No tardaron en llegar Sergio, Pablo, Iván y Elvira, casi a la vez. Fueron saludando a Mónica y cuando ya estaban todos otra vez invité a mi casera a que bajara a cenar con nosotros.
―Chicos, Mónica nos ha preparado una cenita espectacular, pero no quiere acompañarnos ―dije poniéndola en un compromiso.
―Ahhh, pues entonces tiene que venir, faltaría más… ―contestó Sergio agarrando con suavidad a Mónica del brazo.
―No, de verdad…
―No se hable más, tú bajas a cenar…
Y al final entre todos convencimos a Mónica para que estuviera con nosotros.
Tengo que reconocer que Mónica se integró mucho mejor de lo que me esperaba y cuando comenzamos a decir nuestras chorradas no paraba de reírse a carcajadas. Además, parece que hizo buenas migas con Elvira con la que no paraba de hablar.
―Cocina usted fenomenal… estaba todo delicioso… ―dijo de repente Sergio cuando terminamos de cenar.
―¿Y ahora para que me llamas de usted?, jajajaja… ¿tan mayor soy?
―Jajajaja…
―Tú a este ni caso, que le falta un verano ―intervine yo.
―Y ahora empieza lo bueno ―dijo Sergio sacando su ocalimocho.
―Bueno, pues ahora sí que os voy a dejar, chicos.
―De eso nada ―le agarró Elvira por el brazo―. Hoy no vas a dejarme sola con estos…
―Esto sí que me pilla un poco mayor…
―Ahora prepara Pablo el calimocho, es todo un experto… ya verás… y lo tienes que probar, eh ―le animó Sergio.
―Eso por supuesto, no dejéis que se vaya… ―dije yo, echando otro trozo de leña en la chimenea.
Al final Mónica aceptó y después de recoger la mesa sacamos los vasos y preparamos varias botellas de calimocho para nuestros juegos. La noche se presentaba muy interesante.
Estuvimos casi dos horas jugando, al ocalimocho, a la línea, a la rana, con dados, con cartas. Todo con un único fin. Beber y mandar beber. Y por supuesto fuimos a por las chicas, al ser mayoría no nos costó mucho, aunque Mónica se llenaba muy poquito el vaso para no emborracharse. Tampoco dijimos nada, pero la que se estaba pasando era Elvira que se estaba pillando una buena castaña.
Sobre la una de la mañana ya íbamos bien contentos, Mónica incluida y dijimos de salir de fiesta un rato.
―Ahora sí que os dejo, chicos…
―De eso nada… Pablo ―le ordenó Sergio al hombretón de pueblo―. Ya sabes lo que tienes que hacer…
Y Pablo como había hecho varias veces con Elvira cogió a Mónica y se la puso al hombro como si fuera un saco de patatas.
―Tú te vienes…
―No, no… para… bájame de aquí…
―Pablo es implacable, podría llevarte así cogida varios kilómetros…
―Está bien, me rindo, pero al menos dejad que me cambie de ropa, vosotros vais arreglados.
―Nosotros vamos en vaqueros y con zapatillas, igual que tú.
―Subo un momento y ahora bajo, de verdad.
―Está bien ―dijo Pablo dejando a Mónica otra vez en el suelo.
Cumplió su palabra y en apenas cinco minutos Mónica ya estaba otra vez de vuelta con nosotros. Se había puesto unos vaqueros azul oscuros muy ajustados, un jersey de lana y unos botines con muy poco tacón, no se puede decir que fuera muy arreglada, pero tampoco estaba nada mal.
Recorrimos varios bares de ambiente universitario y aunque Mónica estaba algo cortada al principio luego se fue soltando poco a poco, incluso se animó a bailar. Yo era muy patoso con los pies, pero Pablo, con todo lo grande que era, se movía con mucha agilidad y se pegó unos buenos meneos con Mónica. Yo estaba absorto viendo cómo Mónica movía el pandero, parecía que Pablo y ella llevaban bailando juntos toda la vida, estaban muy bien compenetrados y en cada rumba que sonaba Pablo se animaba a sacarla a la pista. Me dio mucha envidia de mi amigo, le ponía la mano en la cintura y Mónica se meneaba de lado a lado contoneando las caderas e incluso se giraba moviendo el culo delante de Pablo, eso sí, sin llegar a tocarle.
Cuando terminaba de bailar se ponía a hablar con Elvira, habían congeniado muy bien y para nosotros, Mónica ya casi era una más del grupo. Se notaba que tenía ganas de pasárselo bien, de bailar, de reír, de olvidar esa etapa tan negra que había pasado y cuando sonó Danza Kuduro, Pablo volvió a sacar a Mónica a la pista de baile.
El resto nos quedábamos mirando cómo pazguatos a Mónica que movía su culazo descaradamente, y una de las veces escuché que Sergio le decía a Iván.
―¡¡Qué ganas de polla tiene esta tía!!
Me quedé sorprendido por el comentario, es verdad que Mónica había perdido la vergüenza inicial y se lo estaba pasando en grande, pero tampoco consideraba que estuviera dando la nota ni nada parecido. Pero lo que dijo se me quedó grabado en la cabeza, pues Sergio solía ser muy certero en sus análisis y por ejemplo ya me había dejado caer varias veces que sabía que Elvira y yo estábamos liados, aunque no le quisiera decir nada.
Después del último baile, Mónica se acercó a mí, no eran más de las tres de la mañana.
―Ya me voy a ir para casa, Adrián, es un poco tarde… vaya, ha sido una pena que no quisieras bailar conmigo…
―Casi mejor, es que soy muy malo, de verdad… pero deja que te acompañe, no quiero que vayas sola…
―No, tranquilo, quédate con tus amigos y… con Elvira, pasadlo muy bien.
―Insisto.
Antes de decir nada al resto me acerqué a Elvira para decirle que me iba a ir con Mónica, habían pasado seis días desde la última vez y tenía muchas ganas de follar con ella, aunque me daba corte ir a casa con las dos. Me parecía un poco violento acompañar a Mónica y a la vez llevar a Elvira al chalet para tirármela. Al final mis ganas de follar pudieron más que la vergüenza.
―¿Te vienes con nosotros?
―Sí, vale… ―me contestó Elvira un poco extrañada por la situación.
Nos despedimos del resto de amigos y fuimos andando tranquilamente hasta el chalet. Me gustó que Mónica para abrigarse un poco del frío se agarrara de mi brazo y yo le ofrecí el otro a Elvira que hizo lo mismo. Durante el camino Mónica nos dio las gracias por lo bien que se lo había pasado.
―Uffff, necesitaba una salida así, ha sido genial… pero a ver quién se levanta mañana a las siete…
―Por un día que te levantes más tarde, no pasa nada…
―Sí, pondré el despertador a las nueve.
Llegamos a casa con las dos chicas agarradas a mis brazos, me encanta esa situación y me parecía súper morbosa, Mónica abrió la puerta y en cuanto entramos nos despedimos de ella.
―Nosotros vamos abajo… ―le dije haciéndole caso de lo que me había sugerido mientras preparábamos la cena. Fue una manera indirecta de decirle que me iba a follar a Elvira en la bodega.
―Buenas noches ―nos dijo a modo de despedida.
Bajamos la escalera hasta el sótano y encendí la luz para llevar a Elvira cogida de la mano hasta unos pequeños sofás que había.
―¿Qué hacemos aquí? ―me preguntó.
―Es para estar más cómodos, esta planta está insonorizada y así no molestamos a Mónica…
―Mmmm, genial ―dijo Elvira pasando una pierna sobre mí para sentarse sobre mi paquete―. ¿Sabes lo que me apetece?
―Dime…
―Meterme contigo en la piscina…
―¿En serio?
―Sí.
―Pero no tenemos bañador…
―Mejor… ―dijo Elvira levantándose y llevándome de la mano hasta allí
Entramos en la zona de la piscina y con toda la tranquilidad del mundo Elvira comenzó a quitarse la ropa. Yo me senté en la silla viendo el espectáculo hasta que ella se quedó en braguitas y sujetador con los brazos en jarra.
―¿Y tú no vas a quitarte nada?
―Prefiero mirar…
―Como quieras… ―me dijo antes de desabrocharse el sostén y dejarlo caer al suelo.
Sus dos inmensas tetas aparecieron delante de mí y Elvira se acercó hasta mi posición para inclinarse ligeramente hasta que sus pezones rozaron mi cara. Abrí la boca para atrapar sus pechos, pero Elvira me lo impidió apartándome la cara.
―Te espero en el agua ―me susurró en el oído antes de dar dos pasos y bajarse las braguitas de manera muy sensual.
Desde dónde estaba se le veía su pequeño culo y los labios vaginales y Elvira fue bajando las escaleras de la piscina para meterse poco a poco.
―Ummmmm, ¡qué gozada!, pero si está calentita, ¡qué maravilla!
En ese momento me acordé de Mónica, seguro que lo que menos se imaginaba es que Elvira y yo nos íbamos a bañar en pelotas en su piscina. Tardé diez segundos en quitarme la ropa y meterme empalmado en el agua.
Me quedé en el borde, de espaldas a la puerta esperando que Elvira se acercara a mí y ella vino buceando y saliendo de repente como una sirena con el pelo mojado. La imagen me pareció muy excitante y Elvira se soltó la melena pegando sus tetas contra mi cuerpo.
Subí las manos para acariciar despacio sus pechos por debajo del agua y ella me agarró la polla. Comenzó a darme besitos por el cuello y me susurró al oído con voz de zorra.
―¿Te gusta Mónica? ―me preguntó a la vez que empezaba a masturbarme
―¿Cómo dices?
―¿Que si te gusta Mónica?… he visto cómo la miras… es más que evidente, te la comes con los ojos…
―Eso no es cierto.
―Pues claro que es cierto, se te nota mucho, no la miras igual que a Paula, es distinto, Paula te gusta de verdad, estás pillado por ella, pero Mónica… mmmm… Mónica te pone mucho…
―No, Elvira… a mí me pones tú…
―Tranquilo, no me enfado, es normal que te guste, tiene un polvazo.
―¿Qué pasa?, ¿Ahora te gustan las tías?
―Nunca he probado, pero sé reconocer cuando una tiene su atractivo, y lo tiene, se nota que te atrae sexualmente, me he dado cuenta cómo te intimida y cómo la mirabas mientras bailaba con Pablo… ―me jadeó en el oído sin dejar de meneármela.
―No pensé que se me notara tanto.
―Y yo creo que a ella le gustas también ―dijo pasando una pierna por mi cintura y pegando su coño contra mi polla.
―¿Tú crees?
―Sí, aquí los dos solos, ahora sin su marido, ella también tendrá sus fantasías… no te la estarás follando ya, ¿no?
―No, no…
―Ahora se estará masturbando en su habitación pensando en ti.
―¡Joder, Elvira!, deja de decir esas cosas…
―¿No te gustan?
―Me gustan… demasiado.
Me sorprendió que Elvira se hubiera dado cuenta de mi atracción hacia Mónica y sobre todo que estuviéramos fantaseando con ella. Parecía no tener límites en sus juegos y me agarré la polla que llevaba unos segundos restregándose en la entrepierna de Elvira para intentar metérsela, pero ella me lo impidió.
―Sin condón, no…
―Es que aquí en el agua, va a ser difícil…
Entonces bajó la pierna que rodeaba mi cintura y se lanzó a besarme, yo pasé la lengua por el piercing de sus labios y volví a estrujarle las tetas con ganas. No me lo esperaba cuando Elvira se me quedó mirando fijamente con sus ojos de gata.
―¡Pues dame por el culo!
―¿Ahora?
―Sí, claro, ahora, ¿no te apetece?
―Ehhh… sí, sí…
No me dijo nada más, se dio la vuelta y sacó las caderas hacia atrás frotando sus glúteos contra mi polla. Bajé la mano para meter un dedo en su ojete y entró con aparente facilidad, por lo que introduje un segundo dedo. Elvira no decía nada, solo cerró los ojos moviendo las caderas en círculo.
Nunca había penetrado analmente a una chica bajo el agua, a decir verdad, era la segunda a la que iba a follar así, Lara, mi ex, nunca me había permitido hacérselo y me desvirgué analmente con una guiri que vino a pasar las fiestas del pueblo hacía dos años, pero no lo había vuelto a hacer.
Acerqué la polla a su culo y Elvira me la agarró para ponérsela a la entrada.
―¡Empuja! ―dijo haciendo fuerza, echando las caderas hacia atrás.
Yo le hacía caso, pero me costaba penetrarla, cada milímetro que avanzaba dentro de ella era un triunfo y por la cara de dolor de Elvira me di cuenta que no lo estaba disfrutando. De momento.
―¡¡Vamos, empuja, asíííí, despacio…!!
Me acerqué a ella para besar su hombro tatuado y puse las manos en su cintura. No quería hacerle daño, pero al tenerla así me daban unas ganas locas de embestirla con fuerza y clavársela hasta los huevos.
―¿Estás bien?
―Sigueeee, sigueeeee, ahhhhhh… ¡joder, me estás partiendo!
―Si quieres paro…
―Ni se te ocurra, cabrón, empuja, ahhhhhhhgggggg, ¡¡qué gustazo!!, ya casi está…
Casi la mitad de mi polla había desaparecido en su culo y de una embestida se tragó de golpe la otra mitad hasta que nuestros cuerpos chocaron. Yo no me creía que hubiera sido tan fácil penetrarla dentro del agua y bajé la mano para acariciar su coño y comprobar que toda mi polla estaba dentro de Elvira.
―¡¡Ahhhhhgggggg, sííííí!!
―¿Estás bien?
―Vamos, ahora fóllame, fóllame fuerte… ¡¡dame por el culo!!
Su cara de dolor se había transformado en placer. O era la misma cara, ya debería haber aprendido que a Elvira le gustaba el sexo duro. Y cuanto más fuerte y salvaje mejor. Así que comencé a follármela bajo el agua y Elvira se puso a chillar cómo una loca. Menos mal que estábamos en el sótano, porque al minuto ya estaba siendo más escandalosa que de costumbre.
―¡¡¡AHHHHGGGGGG, AHHHHGGGGGG, MÁSSSSS, MÁSSSSSSS!!!
―¡No chilles tanto!
―¿No quieres que nos escuche Mónica?
―No, cállate, ya de una vez…
―¡¡Sigueeee, sigueee, más fuerte, más fuerte!!
Apoyé las manos en su estrecha cintura y me incliné para besar su hombro otra vez, ella se giró buscando mi boca para morrearnos mientras destrozaba su culo.
―¡Muérdeme el hombro!, hazlo…
Elvira estaba fuera de sí y movía las caderas lanzándolas con fuerza hacia atrás, yo hice caso de lo que me pedía y clavé los dientes en su hombro dejándoselos marcados. Eso pareció enloquecerla más.
―¡¡AHHHGGGGGG, voy a correrme, voy a corrermeeee!!
―Yo también ―gimoteé en su oído.
―Puedes correrte dentro, si quieres…
Y ella se mordió el puño, intentando ahogar sus gritos, a la vez que le llegaba el orgasmo. Un interminable clímax que le hizo estremecerse mientras yo seguía embistiendo su culo sin parar. Cuando se corrió me quedé quieto y ella se echó hacia atrás buscando mi boca para besarme.
―Uffffff, ¡qué bueno!, me ha encantado… ¿has terminado? ―me preguntó.
―No, me ha dado un poco de palo correrme aquí, dentro del aguan… no sé…
―Ven aquí… ―dijo dando unos golpecitos con la mano en el bordillo.
Con la polla demasiado dura me senté al borde de la piscina y Elvira apoyó los brazos en mis muslos para comenzar a hacerme una mamada desde dentro del agua. Parecía que aquella noche estaba dispuesta a enseñarme todo su repertorio y con una maestría inusitada se la incrustó en la garganta, tragándosela por completo.
También era la primera vez que una chica me hacía eso.
Tuve que recostarme hacia atrás para verlo bien, aquello era demasiado bueno y placentero y Elvira subía y bajaba sin descanso haciéndome una maravillosa garganta profunda. Le importó una mierda que la acabara de tener metida en su culo. Elvira no tenía límites. Y cuando bajó una mano para acariciarme los huevos quise avisarla de que iba a explotar.
―¡¡Para, para, no puedo más, me corro!!
Pero ella me tenía bien sujeto y no iba a dejarme escapar, y efectivamente, mi polla reventó comenzando a lanzar un chorro tras otro en su garganta. Elvira no se inmutaba y se lo iba tragando todo sin pestañear. Era acojonante.
Cuando terminé ella me la siguió chupando un par de minutos más hasta dejármela bien limpia. Luego salimos del agua y nos quedamos unos minutos hablando sentados en el borde de la orilla. Cada vez me gustaba más Elvira, en ese momento me pareció súper sexy, con el pelo mojado, con su cuerpo tan delgado lleno de tatuajes y aquellas magníficas tetas naturales.
Aquella noche me dijo que no se quedaba a dormir y como no quería pillarse un taxi, en plena madrugada la acompañé hasta su casa y luego me volví andando.
Serían las cuatro y media de la mañana cuando me metí en la cama completamente exhausto.
14
El sábado se levantó sobre las nueve, le faltaban unas horas de sueño, pero estaba muy contenta y con ganas de estudiar. Y es que Mónica se lo había pasado muy bien la noche anterior saliendo con los chicos, era quizás la última fase que le quedaba para superar por completo su ansiedad, empezar a tener un poco de vida social y relacionarse con la gente. Y había superado ese examen con nota.
Ella siempre había sido una gran relaciones públicas en su trabajo y tenía don de gentes, pero cuando pasó todo se refugió en su chalet y en los estudios y redujo el contacto social a la mínima expresión.
Y ahora, de repente tenía ganas de hacer muchas cosas, le mandó un WhatsApp a su amiga Sandra para invitarles a cenar por la noche, cuando terminó de estudiar estuvo haciendo ejercicio sudando el calimocho que había bebido el día anterior y después estuvo preparando la comida.
Sobre las dos llegó Fernando casa, casi a la vez que se levantaba Adrián y estuvieron comiendo juntos en la cocina. Era evidente lo contenta que se ponía cuando regresaba su marido de trabajar en Madrid, aunque el domingo ya tuviera que irse otra vez.
Se echó una pequeña siesta, por la tarde estuvo recogiendo y limpiando a fondo la bodega y después se puso con la cena que iba a servir por la noche. Sobre las nueve llegaron la pareja de amigos, Sandra y José, y ya tenían todo perfectamente preparado, la chimenea encendida, la cena lista y un par de botellas de vino en la mesa.
Fernando y José se quedaron poniéndose al día al calor de la lumbre y mientras, Mónica y Sandra fueron a la cocina para ir bajando la cena. Mónica le contó su pequeña salida de la pasada noche con los universitarios y Sandra sacó el libro de 50 sombras de Grey del bolso y se lo dio a su amiga.
―Toma, te dije que te lo iba a pasar cuando lo terminara, lo he leído dos veces, está… uffffffff… no sé ni la de veces que me he tocado con el puto libro, jajaja ―dijo Sandra.
―Jajaja, ¿tan bien está?
―Ni te imaginas, cuando lo termines que no se te olvide devolvérmelo, que me lo quiero leer otra vez…
―Pues sí que te ha dado fuerte con el libro.
―Ya, ya me contarás…
Justo en ese momento entró Adrián en la cocina, llevaba una camisa a rayas, y el pelo mojado y alborotado después de pegarse una ducha.
―Hola, salgo, Mónica, me voy un rato con estos… pasadlo muy bien…
―Vale, tú, también, bueno esta es una amiga, se llama Sandra y él es Adrián ―dijo Mónica a modo de presentación.
―Pues encantado ―respondió el chico dando dos besos a Sandra mientras ella aspiraba el olor de su colonia y el desodorante de recién duchado.
―Lo mismo digo…
Cuando se quedaron a solas se hizo el silencio entre las dos. Sandra miraba fijamente a su amiga y Mónica, sin darse por aludida, seguía preparando la ensalada como si nada.
―¿No vas a decirme nada, cacho cabrona?
―¿Nada de qué…?
―¿Y este bomboncito de dónde ha salido?, jajajaja…
―Jajaja, anda, deja de decir tonterías…
―Sí, tonterías, uffffff, madre mía, ¡qué rico está!
―¡Sandra, por dios, que es un crío!
―Pues no me importaría que ese crío me hiciera de todo, ¡qué suerte tienes!, estar todo el día en casa aquí sola con él, mmmmm… tienes que tener la mente a mil fantaseando…
―¡Nooo!, por favor, Sandra, es casi como si fuera mi hijo, si hasta le hago la comida, bastante tengo con estar concentrada en la oposición…
―Sí, la oposición, ya ya… y encima sales de fiesta con él y todo, joder…
―Solo he salido un día.
―¿Y qué tal?
―Pues bien, salí con su grupo de amigos y luego vinimos a casa.
―¿Solos, pillina?
―Noooo, él vino con su novia.
―¿Y tú?
―También…
―No me estoy enterando, o sea, que saliste de fiesta con ellos y luego volvisteis a casa…
―Sí, los tres, yo me fui a mi habitación y les dejé a ellos…
―Y no me digas que se pusieron a… sabiendo que no estaban solos.
Mónica se puso roja de vergüenza.
―¿En serio se pusieron a follar sabiendo que estabas tú en casa?
―Y no es la primera vez…
―Bueno, bueno, que esto se pone interesante… a ver, cuenta, cuenta…
―Tampoco hay mucho que contar, de vez en cuando se trae a una amiga y… ya sabes…
―Mmmmmm, ¿y gimen mucho?
―Ayer se quedaron abajo, creo que se metieron en la piscina… ya sabes que está muy bien insonorizado y aún así se les escuchaba desde mi habitación…
―¡Joder, qué morbo, tía!, no me digas que eso no da morbo.
―Preferiría no escucharlos, la verdad…
―¿Y Fernando qué dice?
―Nada, ¿qué va a decir el hombre?, le toca aguantarse, como a mí…
―Buffff, tienes que estar que te derrites con un universitario como Adrián metido en tu casa.
―No digas tonterías, Sandra…
―Bueno, ya me contarás qué tal el libro…
―Lo empezaré a leer esta semana cuando termine con el que estoy ahora, no creo que tarde mucho en devolvértelo.
―Más te vale, jajaja.
―Jajajaja.
Sobre las cuatro de la mañana escucharon unos ruidos. Mónica volvió a sobresaltarse y se dio cuenta de que venían del cuarto de Adrián. Los gemidos de la chica retumbaban por toda la casa y Mónica sintió cómo Fernando se pegaba a ella y la abrazaba por detrás.
―¡¡Ahhhh, qué rico, sigueeee, ahhhhhhh!!, ¡¡vamos, cómemelo, ahhhhhh!! ―dijo la chica.
Se percibía claramente la lengua de Adrián lamiendo el coño de su acompañante y el chapoteo de sus dedos entrando y saliendo en el mismo. Mónica distinguió enseguida que los gemidos eran de Elvira. No había ninguna duda y menos cuando comenzó a correrse gritando cómo una loca.
―¡¡¡Ahhhhhhhh, másssssss, mássssss, sííííííí!!!
Pasado ese orgasmo inicial apenas se dieron un respiro y después escucharon la voz de Elvira decir con voz sensual.
―¡¡Dame por el culo, métemela por el culo!!
Y la cama de Adrián hizo un pequeño ruido mientras Elvira se ponía a cuatro patas. Lo siguiente que escucharon fue un azote con fuerza y ella pidiendo que la pegara todavía más fuerte.
Mónica ya no pudo resistirse más, todavía tenía en la cabeza los gritos de placer de la noche anterior cuando follaron en la piscina y se metió la mano por dentro de sus braguitas. Fernando debía estar igual de cachondo que ella, porque otra vez bajó su pantalón de pijama y abrazado a ella, de medio lado, metió la polla entre sus piernas.
En la habitación de arriba Adrián enculaba sin piedad a Elvira que decía toda clase de cerdadas que se le pasaban por la cabeza y Mónica sintió cómo el pito de su marido la penetraba con facilidad. Fernando la embistió desde atrás, como si fuera un puto conejo y en menos de dos minutos, entre pequeños espasmos, alcanzó el orgasmo corriéndose dentro del empapado coño de su mujer. Pero esta vez Mónica no iba a quedarse a medias, con la polla de su marido todavía en su interior, siguió masturbándose escuchando el ruido de los cuerpos de los chicos chocar y los violentos azotes que Adrián le soltaba a Elvira.
―¡¡¡Ahhhgggg, más fuerte, dame más fuerte!!! ¡¡Tírame del pelo, venga, asííííí… ahhhhhggg!!
No tenía ninguna prisa en terminar, se estaba haciendo un dedo despacio, sin importarle lo más mínimo que su marido se enterara que se estaba tocando. Se quedó asustada de lo mojado que tenía el coño, sus flujos empezaban a empapar sus muslos y Mónica movía el cuerpo arriba y abajo gimiendo en bajito.
Inconscientemente, fue aumentando el ritmo y sincronizó sus movimientos con la follada que Adrián le estaba pegando a Elvira, y para ello tuvo que acelerar. Y bastante. Porque Adrián prácticamente estaba reventando a su compañera.
Los chillidos de Elvira se metieron en su habitación, casi como si les tuvieran al lado. Mónica seguía a lo suyo, sin hacer caso a su marido, solo estaba pendiente de lo que pasaba arriba y sintió que la polla de Fernando perdía dureza y se le salía de dentro. Le dio absolutamente igual, pero el semen de su marido ahora le goteaba por los muslos y eso todavía hizo que se encendiera más.
―¡¡Voy a correrme, voy a correrme!! ―dijo Adrián.
Y aquello fue el detonante de que Mónica comenzara a temblar. Siguió masturbándose a toda velocidad, metiéndose dos dedos en el coño y subió la mano para acariciarse el clítoris. Intentaba ahogar sus gemidos, pero era ridículo que lo hiciera, los chicos no iban a escuchar nada y su marido ya sabía que se estaba tocando, abandonándose al placer que ella misma se proporcionaba.
―¡¡Córrete en mi cara!! ―escuchó que decía Elvira.
Prácticamente llegaron al orgasmo los dos a la vez. Adrián con un gemido grave y profundo y Mónica pegando la cara contra la almohada y con su cuerpo temblando descontroladamente, e imaginando que el chico estaba de rodillas y se meneaba la polla a toda velocidad para estrellar su potente corrida contra la cara de Elvira.
―Mmmmm, síííí, eso es…. córrete muy bien, ahhhhh, ¡¡qué rico!!, eso essss… sigueee, córrete en mi cara, sigueee… échamelo todo encima… ¡joder, menuda corrida!, másssss, másssss, diosssss, ¡qué rica está… ―decía Elvira con voz de puta.
Tardó casi un par de minutos en recuperarse, su cuerpo seguía teniendo pequeños espasmos y contracciones y Fernando detrás de ella, no se atrevía a decir nada. Los dos, en cierta medida, estaban avergonzados por ponerse cachondos mientras escuchaban follar a los universitarios, pero una vez que terminaban hacían como que no había pasado nada.
Se subió el pantalón de pijama y se giró para dar un pequeño beso a su marido en los labios. Y sin decir nada más se quedaron dormidos abrazados en la misma postura.
15
Diciembre 2011
Cuando terminábamos de follar, Elvira tenía los glúteos colorados, la marca de mis dientes clavados en su hombro, el pelo alborotado y un par de arañazos en la espalda. El sexo con ella cada vez era más salvaje y agresivo. Prácticamente habíamos hecho de todo y me estaba volviendo un adicto a follar de esa manera.
Seguíamos manteniendo nuestra relación en secreto, al menos para el resto de compañeros de facultad, que algo debían intuir, sobre todo Sergio, ya que cuando salíamos de fiesta siempre nos íbamos Elvira y yo juntos. Era más que evidente, pero en público seguíamos manteniendo las apariencias. Entre semana quedábamos para estudiar en el chalet y ahí nos reprimíamos, como si fuéramos dos amigos, pero cuando llegaba el finde todo cambiaba.
Me daba igual follar en la bodega, en la piscina o en mi habitación, en el fondo me gustaba que Mónica nos escuchara, la simple idea de que ella se pudiera excitar me daba mucho morbo. Por eso lo hacía. Sabía que los gemidos de Elvira eran escandalosos y seguramente despertarían a Mónica y Fernando todas las noches, pero aun así el matrimonio había sido discreto y no me habían dicho nada.
Cada vez tenía más confianza con Mónica con la que había afianzado la relación, comíamos todos los días juntos y a veces la acompañaba en sus clases de yoga, además, ella había caído en gracia entre mi grupo de amigos y casi era una más. Todos los viernes solíamos cenar en la bodega y si Fernando tenía que quedarse en Madrid por el trabajo, ella nos solía acompañar, incluso alguna vez se animaba y salía de fiesta con nosotros.
Y a mí me seguía gustando, cada vez más, casi a diario me pajeaba pensando en ella, tenía una atracción sexual muy fuerte hacia Mónica, aunque cada vez estaba más enamorado de Paula y follaba cada fin de semana con Elvira.
Una combinación demasiado rara.
A mediados de diciembre era nuestra fiesta de empresariales, ese viernes íbamos a estar desde primera hora de la mañana de marcha. Comenzamos a beber bien pronto, sobre las once de la mañana y a la una ya íbamos como auténticos piojos. Había quedado con Mónica para comer en la bodega, ella nos iba a preparar una paella y nos había dicho que nos podíamos quedar toda la tarde hasta reanudar la fiesta por la noche.
Mónica estuvo comiendo con nosotros y tuvo que aguantar a cinco chicos borrachos diciendo una cantidad ingente de chorradas y tonterías. La cosa se puso peor cuando mis amigos empezaron a decir que se querían bañar en la piscina. La cara de Mónica era un poema y yo no sabía dónde meterme. Menos mal, que Elvira puso un poco de cordura y les riñó como a niños pequeños.
―Chicos, os estáis pasando… como sigáis así no vamos a volver… por lo menos conmigo no contéis… ―nos dijo Elvira.
Y es que yo me llevaba muy bien con Mónica, pero Elvira también había hecho muy buenas migas con ella, pasaban largos ratos hablando, sobre todo de libros, pues Elvira una gran lectora, lo mismo que Mónica y cuando salíamos los seis juntos ellas dos no se separaban.
Ese día nos pasamos la tarde bebiendo, jugando a juegos de mesa en la bodega y luego nos fuimos a la carpa que habían montado para la fiesta. Esta vez no nos acompañó Mónica y cuando llegamos me encontré a Paula con sus amigas. Era la primera vez que la veía fuera del aula y estaba ciertamente espectacular con unas botas altas, jersey blanco de cuello alto, pantalón vaquero ajustado y un abrigo gris muy pijo.
Mis colegas me empezaron a vacilar, para que me acercara a hablar con ella y yo miré a Elvira, para ver su reacción. Ella estaba seria y distante y yo como un capullo les hice caso a los chicos y fui a tantear a Paula, aunque le dije a Sergio que me acompañara para no ir solo.
Por suerte, ellas estaban en la barra de la carpa y nosotros nos acercamos con la excusa de ir a pedir las bebidas. Paula se sorprendió al vernos y Sergio descarado le dio dos besos a ella y al resto de compañeras que se sentaban delante. Yo me quedé frente a Paula y no sabía qué decir con todos en grupo, así era muy difícil ligar y más cuando ellas no estaban muy colaboradoras tampoco.
Yo no le quitaba ojo a Paula y ella me miró también, no nos dijimos nada, pero no me hizo falta. Esa mirada furtiva para mí fue una victoria. Seguro que durante la noche tenía alguna oportunidad de acercarme a hablar con ella.
El resto de la fiesta estuve pendiente de Paula, me fijaba cómo se movía, dónde se ponían, qué hacían, con quién hablaban, fue tan descarado que hasta mis amigos se dieron cuenta. Yo seguía esperando mi momento para acercarme a hablar con ella, tenía que tener alguna oportunidad cuando se separara un poco del resto de amigas, que parecían tenerla sobre protegida, y cuando me armé de valor para intentar ligar con ella llegó la gran decepción.
Apareció un chico muy alto, guapete, con una camisa a cuadros y se agachó para darle un pico a Paula en los labios. Se me cayó el alma a los pies cuando vi eso.
―¡Hostia, pero si la Paulita tiene novio! ―exclamó Sergio.
No sé por qué me fastidio tanto, al fin y al cabo apenas había hablado con Paula alguna vez y como mucho nos saludábamos con un simple “hola” cuando nos cruzábamos por los pasillos de la facultad, pero ese beso fue como un puñal en el corazón.
Me quedé blanco y las risas y los vaciles de mis colegas no ayudaron mucho. Se me vino el alcohol encima, la música sonaba demasiado alto y me molestaba que hubiera gente por todos lados. El corazón me latía a mil pulsaciones y sentí la necesidad de salir de la carpa para poder tomar aire. A duras penas pude escaparme entre la multitud y respiré aliviado cuando me alejé unos metros y se hizo el silencio.
Entonces escuché una voz detrás de mí.
―Adrián, ¿estás bien?
Me giré y era Elvira, que viendo mi estado había salido para acompañarme.
―Se han pasado estos, siento mucho lo que ha pasado… ―dijo sentándose a mi lado y dándome una pequeña palmadita en el muslo.
―Soy yo el que debería pedirte perdón, aquí estoy como un gilipollas solo porque esa chica tenga novio, parezco idiota y además, me estoy portando muy mal contigo…
―Conmigo no te has portado mal, por mí no te preocupes, solo somos amigos, sí… me gusta follar contigo, pero ya está… ahora tienes que estar tranquilo.
―Gracias, Elvira, eres una tía de puta madre… y por cierto, a mí también me gusta follar contigo… pero hoy no deberíamos… bueno, creo que ya estoy mejor…
―Olvídate de ella, vas a tener a la chica que quieras, ¿qué te apetece?, ¿volvemos a la fiesta?
―No me apetece mucho, vete tú que yo me voy a ir para casa.
―¿Quieres que vaya contigo?
―Hoy no, Elvira… quiero estar solo.
―Como quieras, si necesitas hablar ya sabes mi número… ―me dijo ella acercándose y dándome un pequeño beso en los labios.
Triste y derrotado me fui para casa, no me imaginaba terminar la fiesta de mi facultad tan pronto, y menos de esa manera. Pero así es el amor. Y con 18 años esa fue mi primera gran decepción al respecto.
Cuando llegué a casa todavía no se había acostado Mónica que estaba leyendo ella sola en el salón.
―¿Ya estás aquí?, ¡qué pronto! ¿Ha pasado algo?
―No me encontraba bien y me he venido para casa…
―¿Pero estás bien?
―Sí, solo que estoy un poco revuelto y no me apetecía…
―Espera anda ―dijo Mónica cerrando el libro―. Voy a prepararte una manzanilla que seguro que te sienta bien.
―Muchas gracias.
Me gustaba que me cuidara así, Mónica era muy buena conmigo y en ese momento me dio mucha vergüenza el comportamiento que había tenido con ella. Lo de follarme a Elvira en la habitación para que escuchara nuestros gemidos, hacerme pajas con sus fotos de Facebook, entrar en su habitación invadiendo su intimidad, echarme su perfume en la muñeca.
―¿Quieres hablar de lo que te ha pasado?, ¿has discutido con Elvira?
―No, no es eso… es solo que…
Mónica cogió una silla y se sentó a mi lado mientras me tomaba la manzanilla, y entonces le conté lo que había pasado con Paula. Me confesé con ella y estuvimos casi una hora hablando. Al final me dijo que tenía que ser sincero con Elvira, que era muy buena chica y aunque ella me decía que solo éramos follamigos se notaba que por su parte había unos sentimientos hacía mí. Yo no había caído en eso, pero me hizo pensar.
Nos despedimos con un abrazo en la cocina y la manzanilla hizo efecto, porque me dejó muy relajado y dormí fenomenal esa noche.
Me levanté por la mañana con un cambio de chip, tenía muchos mensajes en el WhatsApp, pero a primera hora salí a correr para sudar todo el alcohol. Cuando llegué a casa estaba eufórico, había salido un día frio, pero muy soleado. Mónica estaba en el jardín haciendo ejercicios de tonificación de glúteos y me puse con ella. Me encantaba cómo flexionaba ese culazo y mantenía unos segundos las sentadillas.
Tengo que reconocer que me dio bastante caña y cuando terminó conmigo me temblaban las piernas, la cabrona estaba bastante en forma y luego se quedó haciendo estiramientos mientras yo subía a pegarme una ducha. Unos minutos más tarde llegó Fernando de Madrid.
No tenía ganas de salir de casa y no lo hice en todo el fin de semana, por la tarde mandaron varios mensajes al grupo de “Elvira y los cuatro fantásticos”, pero yo les contesté que me iba a quedar en el chalet, que no me encontraba muy bien. Por la tarde me llamó Elvira para ver qué tal estaba y nos quedamos charlando un rato, incluso me preguntó si me apetecía que se pasara a verme y le contesté que no.
Me apetecía pasar un fin de semana para mí solo, después de la siesta estuve estudiando un rato, me bañé en la piscina y por la noche acompañé a Mónica y Fernando en el salón donde nos vimos una peli mientras comíamos unas pizzas. Al día siguiente salieron de excursión y me quedé solo en casa, aunque Mónica me dejó la comida preparada.
Ya solo quedaba una semana antes de las vacaciones de Navidad, así que después de salir a correr a primera hora del domingo le pegué una buena limpieza al baño y a mi habitación, que falta hacía y antes de comer me bañé en la piscina.
En cuanto me metí al agua me quité el bañador, era fantástica esa sensación de estar en la piscina climatizada completamente desnudo y además me excitaba hacerlo porque me empalmaba en cuanto dejaba la toalla en la silla de fuera y pensaba en lo que iba a hacer. Debí estar casi una hora relajado, sin ninguna de salir y además, me estuve haciendo una paja fantaseando con Mónica.
Estaba muy cachondo, salí del agua, me sequé los pies y subí a la habitación para terminar el trabajo que había comenzado en la piscina. Estuve un rato viendo sus fotos en el portátil sin dejar de menearme la polla y cuando ya estaba muy cerdo me atreví a bajar otra vez a la habitación de Mónica y Fernando. Me miré en el espejo de su cuarto y la imagen era ridícula, completamente desnudo, en calcetines y con una erección de caballo.
Entré en su cuarto de baño y me eché un poco del perfume de Mónica en la muñeca. La polla todavía se me puso más dura y esta vez me senté en la taza de su baño dispuesto a terminarme la paja. Cuando ya estaba a punto de terminar observé el cesto de la ropa sucia que tenían a la entrada y se me ocurrió abrirlo.
Quería ver cómo eran las braguitas de Mónica y cogí unas negras bastante normales, pero solo el tacto de la tela en mi mano me excitó muchísimo. Cachondo perdido se me ocurrió la idea de ponerme las braguitas sobre la polla, e intentando no mancharlas continué con la paja, envolviéndome la verga con ellas y aspirando el olor de su perfume que tenía en la muñeca.
La potencia de mi corrida fue brutal, sentado en la taza de su cuarto de baño, en una eyaculación con la que descargaba la tensión y el malestar de todo el fin de semana. Cuando terminé intenté dejar las braguitas como estaban una vez que había comprobado que no las había salpicado lo más mínimo.
Por la tarde Mónica y Fernando llegaron de su excursión y un rato más tarde él se volvió a Madrid dejándome a solas con su mujer, con la que estuve preparando la cena. Pronto me subí a la habitación y estuve escuchando música antes de quedarme dormido.
Entrábamos en la última semana antes de las vacaciones navideñas.
16
El lunes se me hizo duro volver a ver a Paula en la facultad. Parecía una tontería haberme encoñado así con esa chica que apenas conocía. No sabía por qué me había pillado tanto por ella, si tan siquiera nos hablábamos, pero no había visto nada parecido a Paula. Era casi angelical aquella rubia, una chica guapa y educada que además, tenía pinta de ser muy buena gente.
―Tío, ¿dónde has estado metido todo el fin de semana?… te he escrito varios mensajes y no me has hecho ni puto caso ―me dijo Sergio.
―No me encontraba muy bien ―le mentí―. He estado tranquilo sin salir de casa… recuperándome…
―Nos dejaste tirado en la fiesta de empresariales, lo pasamos de puta madre, e Iván se volvió a enrollar con otra, jajaja.
―Anda, ¡qué bueno!
―Pasa de esta tía, no te rayes por ella, será por tías… puedes estar con la que quieras…
―Sí, gracias, tranquilo, ya estoy bien…
―Eso espero, este viernes es el último día de clase y tenemos que salir de fiesta.
―No, yo paso, creo que por la tarde me voy a volver al pueblo.
―Venga, no seas así, puedes ir el sábado por la mañana… venga, Adrián, quédate, vamos a pillarnos una buena, no te voy a dejar que te vayas al pueblo así de triste…
―Bueno… ya veremos…
Por la tarde vino Elvira a estudiar a casa, apenas había podido hablar con ella por la mañana y me estuvo preguntando cómo me encontraba.
―Te echamos de menos el sábado, sobre todo yo ―me dijo.
―Gracias, Elvi, yo también me acordé de ti, pero no me apetecía nada salir…
―Claro, lo entiendo. ¿Ya estás mejor?
―Sí, tampoco fue nada, me sentí un poco mal, pero ya estoy bien.
Ella se puso de pie y se acercó a mí por detrás, yo estaba sentado y Elvira puso las manos sobre mis hombros y comenzó a masajearme despacio, luego se inclinó apoyando sus pesadas tetas en mi espalda.
―Cuando quieras, sabes que puedes llamarme… aunque solo sea para hablar…
―Lo sé, Elvira, muchas gracias.
Pasó una mano hacia delante y me desabrochó el pantalón a la vez que me iba dando besitos por el cuello.
―No, Elvira, ¿qué haces? ―pregunté como un tonto cuando ella ya me estaba agarrando la polla y había comenzado a hacerme una paja.
―Déjame, me apetece hacértela…
Cerré los ojos y dejé que ella me masturbara mientras sentía el peso de sus calientes pechos en mi nuca. Su mano se movía de maravilla, subía y bajaba por mi polla a un ritmo pausado, pero me encantaba lo fuerte que me la agarraba y lo suave que tenía la mano. Me giré para darle un beso en los labios y ella aumentó el ritmo de su paja.
―Mmmm, la tienes muy dura… ¿en quién estás pensando?
―En ti…
―Vamos, no me mientas, dime la verdad, ¿vas a correrte pensando en Paula?, es muy mona, no me extraña que te guste…
―No estoy pensando en ella…
―¿Entonces?
―En Mónica, estoy pensando en Mónica…
―¿Te pone?… mmmmm…
―Mucho…
―¿Y vas a correrte pensando en ella?
―Sí… espera un momento… déjame hacer una cosa… ―dije levantándome y cogiendo el portátil.
―¿Qué haces?
―Mira esto…
Y abrí la carpeta dónde tenía guardada las fotos de Mónica, Elvira fue a ponerse a mi lado, pero yo pasé los brazos hacia atrás bloqueando su paso y ella se quedó de pie detrás de mí.
―No, sigue igual que antes…
―Joder, ¿cuántas fotos tienes de ella?
―Muchas, más de 200… son de su Facebook… ven, sigue…
―¿Quieres que te haga una paja mientras ves sus fotos?
―Sí, ¿lo harías?
―Claro… aunque a saber la de pajas que te habrás hecho con ella… ―dijo inclinándose sobre mí y volviendo a agarrar mi polla.
―Ni te imaginas…
Miré hacia abajo y vi el pequeño tatuaje que tenía en la muñeca, llevaba anillos en todos los dedos, las uñas pintadas de rojo y reanudó la paja que me estaba haciendo.
―Mmmmm, está muy buena…
―Descríbemela, por favor, quiero que me hables de ella, de su físico… ―le pedí a Elvira.
―Pues tiene un pelo precioso, se nota que se lo cuida, es guapa, bastante, aunque las arrugas de sus ojos indican que lo ha pasado mal estos últimos años, tiene las tetas muy bien puestas, no son excesivamente grandes…
―Como las tuyas…
―Pero las tiene muy bien puestas.
―Mmmmm…
―Piernas firmes y tonificadas, pero lo mejor es su culo, ¡tiene un trasero perfecto!, redondito, grande en su justo medida, un culo de los que dan ganas de azotar…
―Joder.
―¿Qué te gustaría hacer con ella?
―De todo.
―Si solo pudieras elegir una cosa.
―Follármela a cuatro patas en su cama…
―Mmmmm, ¿con azotes?
―Por supuesto, joder, Elvira, voy a correrme…
―Me encantan sus fotos, ¿quieres correrte con alguna en especial?
―No, da igual, tú sigue hasta que termine, ya estoy a punto…
Incrementó el ritmo de su paja y cuando notó que me iba a correr me tapó la polla con la camiseta para no manchar nada. Y así descargué empapándome el estómago mientras Elvira siguió meneándomela despacio hasta que fui perdiendo dureza.
―Deberíamos seguir estudiando… ―dijo Elvira con una sonrisa traviesa limpiándose la mano con un pañuelo.
El resto de la semana vino a estudiar a casa, pero ya no hicimos nada más.
Para finalizar el primer trimestre organizamos una pequeña cena en la bodega del chalet, y Mónica volvió a acompañarnos porque Fernando tuvo que quedarse otra vez en Madrid. Me ayudó a preparar unas pizzas y antes de que vinieran mis amigos calentó la estancia con unos buenos tocones en la chimenea.
Cuando llegaron Sergio, Elvira, Iván y Pablo ya hacía mucho calor y teníamos lista la mesa. Debido al calor que hacía Elvira se quitó la sudadera que traía y se quedó con una camiseta de tirantes de color camuflaje. Las tetas que lucía con ella eran impresionantes y nos quedamos mirando entre los chicos disimulando las risas sin poder dejar de mirar el escote de nuestra amiga.
Terminamos de cenar y los chicos habían traído varias botellas de vino y de Coca-Cola, con las que prepararon unos litros de calimocho. Sergio organizó varios juegos antes de que Mónica pudiera rajarse y sobre las doce de la noche ya íbamos todos bastante contentos, pero la verdad es que nos lo estábamos pasando muy bien y nos echamos unas risas tremendas.
Por desgracia se nos acabó el calimocho y decidimos que era el momento de salir de fiesta.
―Bueno, ahora sí que os dejo, chicos, que sino mañana no puedo con la vida… ―dijo Mónica.
―De eso nada, tú sales con nosotros que es el último día ―le contestó Pablo amenazándola con cogerla otra vez como un saco de patatas.
―Está bien, está bien, pero subo a cambiarme…
―Si ya estás muy guapa así ―dije yo para no perder más tiempo y todos se me quedaron mirando por lo que acababa de soltar por la boca―. Ehhhhhh… quiero decir que ya estás bien así ―intenté arreglarlo poniéndome más rojo que un tomate.
No tardó en aparecer con un pantalón vaquero de color blanco, un jersey de cuello alto y unos botines negros. Estaba realmente guapa y eso que no se había maquillado.
―Fiuu fiuuu ―silbó Sergio cuando la vio bajar.
Salimos de casa todavía con el subidón del calimocho que llevábamos en el cuerpo y fuimos a quemar el alcohol bailando a la primera planta de “El jardín del Edén”. Iván nos invitó a unas copas porque el domingo iba a ser su cumpleaños y aunque Mónica no quería beber más al final terminó aceptando el regalo de nuestro amigo. Luego estuvo bailando con Pablo que la manejaba de un lado a otro como si fuera una muñequita y Mónica movía su increíble trasero embutido en esos vaqueros blancos con una inusitada soltura.
Yo tenía la mirada clavada en su culo y Elvira se me acercó sin que me diera cuenta.
―Se mueve bien, ¿eh? ―me dijo.
―Ya te digo…
―¿Sabes que me ha estado contando que se está leyendo el libro de 50 sombras de Grey?
―¿Y tú lo has leído?
―Sí, pero es un poco light, para mí… aunque a ella parece que le está gustando, ¿tú crees que le pondrá que le den azotes mientras folla?, tiene un buen culo para ello…
―Ufffff, calla, calla, no me digas, eso…
―¿Has visto cómo se mueve?
―Ya lo creo, tiene que follar como los ángeles, ¿quieres que hoy vaya a tu casa?, me gustaría despedirme de ti…
―Hoy había pensado que no, mira, Elvira, me gustas mucho, pero con todo esto que ha pasado con Paula y lo nuestro, la verdad es que me gustaría replantearme ciertas cosas ahora en vacaciones…
―Ya te he dicho que no tienes que preocuparte por mí… solo quiero que me folles cómo tú sabes…
―No será por ganas, porque solo con que me digas eso ya se me ha puesto dura, pero hoy prefiero que no…
―Como quieras…
Cuando terminaron el baile Mónica vino sofocada hasta dónde estaba yo.
―¿Te animas? ―me dijo sonriendo.
―No, no, es que soy muy patoso…
―Vamos, no seas tonto, que yo te llevo.
Y casi sin querer comencé a bailar con Mónica. Es verdad que era un auténtico desastre, y por muy bien que ella intentaba guiarme le pisé los pies un par de veces, pero yo, con mis manos en sus caderas, estaba más concentrado en sentir sus movimientos que me estaban volviendo loco. Todavía con la erección bajo los pantalones por la conversación que acababa de tener con Elvira intenté no acercarme a ella para que no lo notara, pero un par de veces me fue inevitable rozarme con Mónica que tuvo que notar la dureza de mi miembro.
―No eres tan malo, te falta un poco de práctica ―me dijo cuando terminó la canción―. Bueno chicos, ahora sí, ya me voy a ir, prefiero retirarme a tiempo… si no os veo que paséis felices fiestas y feliz 2012… ―nos felicitó mientras iba dando dos besos a todos.
―Espera Mónica que te acompaño, yo también me voy, que mañana quiero coger el autobús pronto para irme al pueblo ―dije yo.
Me despedí de mis amigos y le di dos besos a Elvira que se me quedó mirando con cara de pena, estuve a punto de caer en la tentación y decirle que se viniera conmigo, aunque al final aguanté. Aquellas tetas asomando por la camiseta de camuflaje eran una tentación demasiado fuerte y parecían dibujadas por el mismísimo diablo.
Una vez fuera del bar Mónica y yo comenzamos a andar en dirección al chalet, se notaba que todavía íbamos eufóricos por el alcohol y la adrenalina disparada por el baile. A unos cinco minutos de casa habían abierto un bar nuevo, cerca de la zona de las facultades y al pasar por allí le dije a Mónica que le invitaba a una copa.
―Otro día, Adrián, que hoy voy un poco… ya no quiero beber más…
―Venga, deja que te invite a algo, me gustaría hablar contigo y decirte unas cosas, además, me han dicho que este bar está genial.
―Lo dejamos para otro d…
―De eso nada ―dije tirando de ella para entrar dentro.
Nos acercamos hasta la barra, no estaba mal de gente y me gustaba el ambiente universitario que había. Mónica se quitó el abrigo y lo dejó encima de unos bidones plateados de cerveza.
―¿Qué tomas?
―Pues cualquier cosa, un ron con cola…
―¿Alguna marca en especial?
―No, me da igual.
Cuando el camarero atendió a un grupo de siete universitarios a los que acababa de servir unas copas y unos chupitos se acercó a nosotros.
―Dos ron con cola…
―¿Brugal?
―Sí, vale…
Antes de preparar las copas nos puso dos chupitos que acababa de servir a los otros chicos. Tenía un color rojo intenso y olían a piruleta de corazones.
―Uffff, yo no tomo eso, que mañana no puedo con el alma…
―Ehhh… no me hagas el feo ―dije cogiendo el vasito―. Por nosotros ―brindamos antes mirándonos fijamente.
Por la cara que puso Mónica no le gustó mucho el chupito que nos bebimos de un solo trago, luego nos preparó las copas que pagué yo.
―¿Hoy no viene Elvira a casa? ―me preguntó pasándose el pelo por detrás de la oreja mientras cogía su vaso.
―No, después de lo que ha pasado con Paula he preferido tomarme un tiempo y pensar en lo que estaba pasando.
―Entiendo, Elvira es muy buena chica…
―Lo sé.
―Yo tampoco te quiero influir, pero a veces no sé qué tenéis en la cabeza, es guapa, muy lista y un verdadero encanto.
―Sí, puede ser, somos muy amigos y nos gusta f… bueno ya sabes, nos acostamos juntos de vez en cuanto… pero de momento no quiero nada más y ella creo que tampoco.
―Bueno, yo creo que a ella sí le gustaría estar contigo más en serio.
―¿Te lo ha dicho?
―No, pero esas cosas las chicas las notamos.
―Pues, puede ser, el caso es que necesito un poco de tiempo, por eso que dices tú, tampoco quiero hacerle daño, es una tía de puta madre…
―Estas vacaciones te aclaras, seguro que la echas de menos en el pueblo…
―Seguro, pasamos muchas horas juntos y me está ayudando un montón con los estudios…
―¿Y qué tal en el pueblo?, ¿tienes algún plan para estas fiestas?
―No, sobre todo descansar, aunque no sé si me van a dejar mis amigos, querrán que salga de fiesta casi todos los días con ellos.
―Buffff, me canso solo de escucharte, qué aguante tenéis…
―No te creas, que he terminado cansado estos tres meses, menos mal que me habéis ayudado Fernando y tú…
―Tampoco ha sido para tanto.
―Joder que no, muchas gracias de verdad, no te imaginas lo que me facilita las cosas llegar a casa y tener la comida lista o la cena por la noche y además, lo bien que me habéis tratado, he estado como en mi propia casa.
―Me alegra mucho escuchar eso, nosotros también hemos estado muy a gusto contigo.
―Ya que estamos… ehhhhh… siento lo de Elvira, ya sé que es un poco ruidosa cuando lo hacemos y seguro que os hemos despertado más de una vez…
―Bueeeeeeno, ejem, ejem… ya que lo dices, jajaja.
―Jajajaja, lo siento mucho.
―Pero quitando eso te has comportado muy bien.
―Intentaré cambiarlo, a ver cómo lo podemos hacer.
―Tú tranquilo, Fernando y yo entendemos que sois jóvenes y a esa edad… ya se sabe…
―Lo siento, tampoco quiero molestaros, entiendo que para vosotros tiene que haber sido duro meter a un desconocido en vuestra casa.
―Sí, fue una decisión difícil, pero mira, ahora estamos encantados, y con lo de Fernando y su trabajo en Madrid él se queda mucho más tranquilo cuando se va, sabiendo que hay alguien más en casa…
―Yo me quedaría hasta en vacaciones, jajajaja, menuda gozada, entre las fiestas en la bodega, tomar el sol en el jardín, la piscina climatizada todo el año… ¿no podemos extender el contrato a los cuatro años de carrera?, jajaja.
―Bueno, se podría negociar, jajaja, vamos poco a poco, espero que para el curso que viene no necesitemos a nadie en casa, aunque puedes venir a visitarnos cuando quieras…
―No vamos a hablar de eso, que todavía queda mucho.
Estábamos tan bien hablando juntos, como dos amigos que nos bebimos la copa casi sin darnos cuenta. Mónica miró el reloj y ya eran las 3:40.
―Joder, mañana a ver quién se levanta, voy a estar hecha unos zorros… ¡qué narices!, un día es un día, venga, te invito a una copa…
―No tienes por qué, Mónica, en serio.
Mónica levantó la mano y vino de nuevo el camarero al que le pidió otros dos Brugal con cola.
―Cerramos en veinte minutos ―le dijo sirviendo otros dos chupitos rojos de los que nos había puesto antes.
―De acuerdo, no pasa nada…
Nos quedamos mirando con los chupitos en la mano.
―Yo no me tomo esto, eh…
―Venga ya, de perdidos al río, ni lo pienses ―dije yo tragándome aquello que dios sabe lo que era y después Mónica me siguió.
―¡Dios, qué horror!, mañana me voy a acordar de esto…
―Ya lo creo que te vas a acordar, jajajaja…
Justo pusieron una rumbita y Mónica dejó la copa en la barra.
―Venga, un baile ―me dijo.
―Nooooo, ¡qué vergüenza!, soy horrible…
―Que no lo haces tan mal, deja que te enseñe…
Y ella me fue guiando mientras me giraba para todos lados agarrándome de la mano. Entre lo malo que era y la borrachera que llevaba no me estaba enterando de nada, pero el estar cerca de Mónica y poniendo la mano en sus caderas hizo que volviera a excitarme. Me encantaba cómo se movía y la cara que ponía al bailar. De vez en cuando me daba cinco segundos de descanso y le daba un buen trago a su copa y luego otra vez me manejaba como un juguete haciendo de mí lo que quería.
Se nos pasó el tiempo tan rápido que cuando encendieron las luces pude ver su cara de decepción.
―Nooooo… ¡con lo bien que lo estábamos pasando! ―dijo Mónica apurando la copa que todavía tenía por la mitad.
Ni la pudimos terminar, pero a mí me daba igual la puta bebida, tenía una empalmada importante bajo el pantalón y lo último que me apetecía era irme para casa. Estaba en pleno subidón y yo creo que Mónica estaba igual que yo. Fuimos caminando los cinco minutos que había entre el chalet y el bar quejándonos de la mala suerte de que hubieran cerrado.
En cuanto entramos en casa Mónica se bajó a la bodega, se puso a recoger un poco la mesa y cogió una escoba para barrer el suelo.
―Venga, Mónica, no me fastidies, deja eso, que mañana te ayudo yo a limpiar…
―Solo es esto y ya me voy a la cama, aunque ahora no tengo sueño… me apetecía seguir bailando…
―Pues por mí sin problemas, solo nos falta un poco de música, jajaja.
―Jajajaja…
―¿Sabes lo que me apetece a mí ahora? ―dije yo.
―¿Qué…?
―Pegarme un baño en la piscina, jajaja, ufffff, ahora estaría de puta madre…
―¿Ahora?, joder, es muy tarde… aunque… no es tan descabellada la idea…
―Venga, vamos ―dije tirando de su mano.
―Pero, ¿lo dices en serio?
―Joder, y tan en serio…
Arrastré a Mónica unos metros, empujándola por la espalda y casi llevándola a la fuerza hasta la zona de la piscina.
―Espera, espera, pero si no tenemos ni bañador…
―Da igual, nos metemos en pelotas… jajaja ―dije yo totalmente eufórico―. Si subo hasta arriba, no creo que pueda volver a bajar…
―Anda, que vas fino… y yo…
―Y tú parecida…
―Bueno, déjame que al menos me ponga el bañador ―dijo zafándose de mí como pudo.
―Haz lo que quieras, pero yo me meto así, ehhh…
―Vamos, vete a ponerte el bañador…
Mónica se subió a su habitación y yo, sin hacerle caso, entré en la zona acristalada que cubría la piscina. Me quité la ropa, que dejé en una silla y completamente desnudo y empalmado me metí en el agua. Sinceramente, pensé que Mónica no iba a volver y estuve nadando unos minutos yo solo.
De repente, escuché un ruido y Mónica apareció con un albornoz y una pequeña toalla.
―Anda, que vaya locura bañarnos a estas horas… ―dijo quitándose el albornoz y quedándose en biquini.
Me sorprendió que se pusiera ese tipo de biquini, era blanco con una braguita pequeña que se ataba con unos nudos por los lados y se le metía un poco entre los cachetes de su culazo, y el sujetador a juego era realmente sexy. Tampoco es que fuera muy provocativo si se lo hubiera puesto un día cualquiera en la playa, pero a las cuatro de la mañana para meterse conmigo en su pequeña piscina privada me parecía toda una declaración de intenciones.
Se fijó que mi ropa estaba en la silla y al verme nadar se dio cuenta que estaba desnudo. Ya era tarde, pues estaba bajando por la escalera.
―¿No llevas nada? ―me preguntó sorprendida y bastante cortada.
―No, ya te lo dije… ¿qué pasa?, ¿no te atreves a meterte?, ¿o te doy miedo?
―¿Miedo tú?, jajajaja ―dijo entrando en el agua.
El verla así vestida hizo que se me pusiera más dura todavía, además, la situación era morbosísima, Mónica en biquini y yo a dos metros de ella, dentro del agua, desnudo y con una erección de campeonato.
Ella intentó actuar con normalidad, como si yo no estuviera y se hizo cuatro o cinco largos de lado a lado. Luego se paró al fondo de la piscina casi con la mirada perdida.
―Ufffff, ¡qué bueno!, pero no te creas que se me acaba de pasar la borrachera…
―A mí me está sentando de maravilla el baño ―dije andando hacia ella.
―Adrián, a mí no te me acerques así, ehhh, jajaja…
―Tranquila, no voy a hacerte nada, jajaja… ―contesté dirigiéndome a la escalera.
De un brusco giro me lancé a por ella agarrándola por la cintura y le hice una zancadilla sin dejarla escapar hasta hundir su cabeza unos segundos. Luego la solté y me fui nadando hasta el otro lado.
―¡Serás cabrón!, ¡te vas a enterar! ―dijo viniendo despacio hacia mí.
―¿Ah, sí? ¿y qué vas a hacer?
―¿Sabes que tengo más fuerza que tú en las piernas, no? ―me retó.
―Lo dudo bastante…
Yo avancé unos pasos y nos quedamos frente a frente en el centro de la piscina, ella pareció dudar, la escena cuanto menos era curiosa y nos hubiera sido muy difícil darle una explicación convincente a Fernando si hubiera entrado en ese momento. Subí las dos manos y ella juntó sus palmas con las mías antes de estirar la pierna y rodearme con ella por la espalda.
La cabrona tenía fuerza e intentó voltearme con mucha agilidad, yo me resistí como pude y Mónica volvió a la carga. Viendo que no podía pasó la otra pierna por detrás abrazándome con ellas y casi sin querer mi erecta polla entró en contacto con su coño.
Fue un momento glorioso y excitante.
Pero Mónica pareció no darse cuenta porque seguía insistiendo en su intento de meterme bajo el agua. Yo la abracé por la espalda pegándome más a ella e incrustando mi rabo entre sus labios vaginales. Y ahora sí que se dio cuenta. Era imposible que no lo hiciera. Y siguió forcejeando y moviéndose como una leona bajo el agua, pero con cada movimiento lo que hacía era que yo me frotara más y más contra ella.
Hice fuerza en la parte baja de su espada apretándola contra mí sin dejar que me venciera y ahora mi polla golpeaba una y otra vez contra su coño e incluso se la pasé varias veces de arriba a abajo para que la sintiera bien. Mónica no desistía e incluso me pareció que empezaba a gimotear, no sabía si era por el esfuerzo o porque se estaba poniendo realmente cachonda.
Estuvimos casi 30 segundos en esa especie de lucha y yo no pude más y bajé la mano para sobar su culo y pegar su cuerpo más contra el mío, si es que eso era posible. Entonces Mónica reaccionó desistiendo de su intento de devolverme la ahogadilla.
―¿Te rindes? ―dije yo intentando bromear con ella, pero Mónica se había puesto seria y ya se había ido al otro lado de la piscina.
―Es mejor que lo dejemos, debería irme…
―No, perdona, ¿estás bien, Mónica?, perdona de verdad… el que debería irse soy yo, perdona si he hecho algo que no… lo siento, será mejor que me vaya… ―dije subiendo despacio la escalera para que ella me viera el culo.
Empapado y sin toalla recogí la ropa que estaba hecha una pelota en la silla y la puse contra mi estómago para que no se cayera. Y en cuanto me giré Mónica pudo ver mi erecta polla en todo su esplendor. Había salido del agua con un calentón importante y llevaba una empalmada que no podía disimular. Ni tampoco quería hacerlo.
Me gustaba que Mónica viera que estaba así por ella, miré hacia la piscina y Mónica parecía que no me estaba haciendo caso, pero yo sabía que me había visto primero el culo y luego la polla. Estaba completamente seguro.
―Buenas noches… ya me voy…
―Buenas noches ―contestó mirando tímidamente hacia dónde yo estaba y bajando rápido la mirada al verse sorprendida por mí.
Orgulloso y muerto de frío me subí a la habitación. No me creía lo que acababa de pasar. Me había bañado desnudo con Mónica en la piscina, había frotado mi polla contra ella y había terminado sobando su increíble culazo. En cuanto me sequé un poco, me puse el pijama y recostado en la cama me hice la última paja del primer trimestre.
Fue sublime.
Me quedé tan a gusto que me quedé dormido y no escuché a Mónica cuando regresó a su habitación.
Al día siguiente me levanté pronto, o eso pensaba yo, eran casi las once y tuve que preparar una pequeña maleta para irme al pueblo, Fernando ya había regresado de Madrid y Mónica se acababa de levantar también.
―Anda, que vaya fiesta os pegasteis ayer ―dijo Fernando.
―Calla, calla, ni me lo recuerdes ―le contestó su mujer.
―Bueno, ya me voy, que paséis unas felices fiestas y feliz año… en unos días nos vemos… ―dije antes de dar dos besos a Mónica y un apretón de manos a Fernando.
―Lo mismo digo ―contestó ella.
―Espera, anda, que te acerco a la estación, no vas a ir cargado ―dijo Fernando que era un buenazo.
―No, no hace falta, de verdad, voy andando que no pesa nada…
―No me cuesta, tardamos cinco minutos en coche ―dijo cogiendo las llaves―. Ahora vuelvo le dijo a su mujer dándole un pequeño beso en los labios.
Media hora más tarde ya estaba en el autobús que me llevaba al pueblo a pasar las fiestas navideñas. Quería desconectar y disfrutar con mis colegas, pero también tenía muchas cosas en lo que pensar, había llevado algunos apuntes para estudiar y no podía sacarme de la cabeza a Paula, a Elvira y sobre todo a Mónica.
Aquella MILF me volvía loco literalmente y después de lo que había pasado en la piscina la noche anterior no veía tan descabellado tener algo con ella, algo que parecía impensable unos días atrás. Me remordía la conciencia un poco por su marido, porque siempre se había portado fenomenal conmigo, pero si surgía la ocasión no iba a tener miramientos. Había visto la cara de deseo de Mónica en la piscina y esa imagen no se me iba a ir de la cabeza en todas las vacaciones.
No había llegado al pueblo y ya estaba deseando volver. ¿De verdad eran tan imposible poder follarme a Mónica?