ISABEL GZ
6
“Parecía que quería comerse el mundo, polla de mi marido incluida.”
En la semana siguiente mi marido tuvo varias “citas” con Nila en las que yo no participé. Ya sabéis que lo de “citas” era el eufemismo para indicar que mi esposo y la escort estarían follando como posesos en el Hotel.
Fiel a la palabra que le dí a ella, permití que los dos tuvieran encuentros sin que yo participara ni estar presente. Es verdad que la primera vez mi marido y yo la habíamos engañado y había conseguido seguir el espectáculo debajo de la cama pero, esta vez, decidí hacer las cosas bien y cumplir con lo prometido. Así lo hablé con Alonso y en eso quedamos. Y no fue fácil porque a mí, eso cumplir las normas, me suele costar por más que lo intente y le ponga empeño.
Eso sí, cuando Alonso llegaba por las noches después de haberse tirado a Nila —o Nila a él— me encendía como una estufa. No paraba de darle vuelta al coco sobre lo que habrían hecho y sobre todo, lo que se habrían dicho. ¿Hablarían de mí? Por supuesto que hablarían de mí, joder, para eso quedaban a solas. Yo me calentaba e intentaba agarrarme a cualquier sensación. A menudo, sin que mi marido me viera, olía su ropa reconociendo el aroma dulce de Nila. Tenía la sensación de que cada prenda que Alonso traía exudaba sexo.
Nila tenía razón. Combinar estas sensaciones con la abstinencia sexual me estaba volviendo loca de calentura. Aprendí que la espera puede ser tan excitante como la consumación. Algo así como alargar los preliminares haciendo que no sólo antes del coito sino todo el tiempo de tu vida anterior a él forme parte del juego sexual.
Me gustaba estar excitada. Me gustaba sentirme así, como no me había sentido en mucho tiempo. Caliente, buenorra, con ganas de tirarme sobre Alonso cuando llegaba de trabajar y dejarlo seco a polvazos. Ya os he dicho que nunca he sido una mojigata sexual pero tampoco una calenturienta. Y ahora, por primera vez en mi vida, lo estoy siendo. Diez para Nila por la enseñanza y diez por hacerme ir más allá de mí misma.
De este modo, llamé a Raquel, compañera de trabajo, diseñadora gráfica y compañera del grupo de música.
—¿Cómo estás, Raquel? Ya me dijo la Mari.— La “Mari” era mi jefa.— que estabas resfriada.
—Un catarrazo bestial, tía.
—¿Y has estado en le médico?
—Sí, pero nada, paracetamol y a la cama.
—¿Estarás bien para el bolo en el Strada?
—Esperemos que sí. He quedado con Mari para trabajar desde casa. Creo que si no salgo y estoy abrigadita acabando la última portada podré estar lista.
—No te preocupes si no lo estás.
—Gracias por llamar.
—Ah, otra cosa que se me ha ocurrido para el grupo.
—Dime.
—Creo que ya es hora de cambiar el vestuario.— Yo estaba on fire.
—¿Qué le pasa a nuestro vestuario?
—Pues que tengo fotos de mi abuela y vestimos igual.
—De eso se trata, somos un grupo retro no vamos a perrear. Bueno si tú quieres perrear me gustaría verlo, pero a mi me gusta como salimos, ya lo hemos hablado.
—Ya lo sé, tía. Estoy de acuerdo con el concepto retro pero podría ser, no sé, más atrevido. Estilo pin-ups ya sabes, que se nos vea el liguero— Me callé las imágenes gráficas y las palabras que se me venían a la cabeza para describirlo.
—¿Más atrevido? ¿Liguero? Pero si ya me cuesta ponerme unas malditas medias de encaje. Con lo cómodos que son los pantys, por Dios. Por algo se dejaron de usar: porque eran un jodido incordio llevarlos siempre.
—Tía esas medias ni se ven. No enseñamos nada. Y a veces ni eso llevamos. La última vez actuamos todas con los pantys.
—No enseñamos nada porque se supone que vamos a cantar y no a enseñar manteca.
—Ya pero podríamos mostrar más pierna, más escote, por ejemplo.— Me expliqué.
—Si quieres yo te doy el pase y haces un strip-tease pero no voy a salir así para contentar a los cuatro pajilleros que suele haber en los baretos que actuamos. Me niego.
—Bueno, no me he explicado bien.
—Mira Lore, te compro lo de cambiar de vestuario. Llevamos desde que empezamos con el mismo y ya cansa. Pero lo de mostrar más carne, no sé, no lo veo.
—Pues si estás de acuerdo con cambiar el vestuario avisaré a Clara y Lucía e iremos de compras a buscar nueva ropita.— Propuse.
—No sé por qué, tía, pero tengo la sensación de que me has manipulado.
Nos reímos y seguimos charlando de nuestras cosas.
—Mejórate cielo, que vamos a buscar unos vestidazos.
—Gracias por llamar.
Me puse a navegar por las redes actualizando mis perfiles intentando que pasara el tiempo. Me llega un whatsapp de Alonso.
“Mañana por fin los dos con Nila ♥”
Me estremecí. Esa sensación placentera entre las ganas irresistibles y el miedo a lo nuevo era impagable.
—o—
Nos preparamos para ir a nuestro encuentro con Nila. Mi nerviosismo no había desaparecido y todo los preparativos previos no mejoraban la cosa. Durante esa semana había vuelto a ir de compras con Alonso para sus trajes. Como fanática de los zuecos que soy me compré unos negros de tacón alto con tachuelas a los lados también negras. Los quería utilizar para esta ocasión y los combiné con mis vaqueros ajustados, los skinny jeans Miu Miu, y mi camiseta de los Manhattan Tranfers como declaración de intenciones. A lo tonto aquel conjunto me había costado una pasta pero lo interesante es que no se notara y pareciera informal. En principio, según me dijo mi marido, «no debemos ir muy elegantes». El consejo no resultaba muy preciso así que aquel outfit era mi apuesta. Alonso se puso un traje gris de sport muy bonito y ajustado que le había comprado y esta vez me sorprendió al llevarlo con una corbata de bolos.
—¿Y eso? ¿Ahora te crees Vincent Vega?— Pulp Fiction había sido toda una referencia para mi generación.
—¿Qué te parece?— Alonso no comentó mi referencia.
—La verdad es que te queda chulo. Estás muy bien.
—Lo mismo digo.— Mi cari me examinó de arriba a abajo pero no lo noté muy convencido en esta afirmación. Tal vez paranoias mías.
Nos montamos en el Audi y nos fuímos al Hotel. Llegamos diez minutos antes de lo acordado y Nila todavía no estaba allí. Esperamos sentados revisando nuestros móviles cada uno a lo suyo. ¿Que conversas con tu pareja antes de montar una sesión de cornamenta consentida? Nos parecía que discutir sobre cambiar el microondas que nos daba problemas o poner una pérgola decente en el patio eran minucias en comparación con lo que íbamos a vivir en unos minutos.
Nila entró despampanante en el Hotel. Parecía que quería comerse el mundo, polla de mi marido incluida. Vestido azul marino ajustado de talle alto y cuello estilo barco. Ahora sí la ví maquillada y su rostro parecía más duro y serio pero también rematadamente sexi. El color del pintalabios era de un rojo tan intenso que a ratos parecía negro. Se nos acercó pisando fuerte con sus tacones pumps a juego. Parecía la señora de aquel lugar, la reina y soberana de cada baldosa que pisaban sus zapatos.
—Buenas noches parejita, ¿nos tomamos antes algo?
Alonso me miró y yo asentí con la cabeza en señal de aprobación. Pasamos al bar del hotel y allí nos pedimos unos refrescos. Ninguno pidió nada con alcohol sin haberlo planeado. Nila estaba de servicio, lo entiendo, pero al parecer ni Alonso ni yo queríamos perder parte de nuestras facultades sensoriales ante lo que se avecinaba.
—Alonso me ha contado que estás en un grupo de música, qué chulo.
La muy cabrona sabía repartir cuchilladas. No solo follaba con mi marido sino que hablaban sobre mi vida. Vale, era parte del juego, pero me jodía un poco. Y tal vez porque me jodía era un juego terriblemente excitante. Nuestro coco es jodidamente complejo.
—Si, hacemos doop woop y jazz vocal. Armonías vocales sobre todo.
—A mi me gusta más la salsa.
—A mi la salsa sólo me gusta con el pescado.— Le solté.
—Es mezzosoprano.— Añadió Alonso como si a alguien le importase que diera una información que nadie había pedido.
Nila dio un sorbo a su bebida para no tener que hacer ningún comentario más. Acabamos nuestros tragos y por fin subimos a la habitación. Los tres íbamos en el mismo ascensor y la tensión era tan espesa que podía untarse en el pan. Sólo hablábamos de cosas intrascendente. El tema estrella de la intrascendencia era lo poco que llovía en estos días y que tal vez había sequía. Si el cambio climático ese tiene que acabar con todos nosotros por lo menos que nos pille bien follados. Dentro de aquel ascenso tenía la sensación de que sólo al cruzar el umbral de la puerta de la habitación seríamos nosotros mismos y no gente fingiendo ser normal.
Por fin entramos y, en efecto, nos transformamos en nosotros mismos.
—¿Qué tal te has portado estos días?— Me pregunta Nila.
—Ni hemos follado ni me he masturbado. Eso sí, pensamientos impuros tengo para estar confesándome este eternidad y parte de la siguiente.
—Buena chica, Lore.— Me acarició la barbilla.— Tienes una buena esposa Alonso. Lástima que no pueda satisfacerte como yo.
Uff, Nila empezaba fuerte. Quería ponerme a prueba y no se andaría con medias tintas. Iba a saco. Si era verdad que yo quería ser cornuda iba a tener que serlo ante ella sin fisura ninguna. Pero por ahora sólo estaba allí de pie como una estatua mirándolos sin moverme.
—¿A qué estás esperando, cornuda? Desnuda a mi hombre.
Miré a Alonso y él me cogió de la mano acercándome hacia sí mismo. Cuando los dos estábamos pegados Nila volvió a dar la orden alto y claro.
—Desnúdalo. No tengas prisa.
Así que comencé a desnudar a “su hombre”. Nunca lo había hecho. A ver, claro que antes de follar siempre él y yo nos quitábamos mutuamente alguna prenda; ya sabéis, en el fragor de la batalla lo propio era quitarle los pantalones, que me quitara la blusa, cosas así. Pero nunca lo había desnudado poco a poco, prenda a prenda de aquella manera y totalmente. Primero le aflojé la corbata de bolo y se la quité tirándola al suelo. Luego le quité la chaqueta para pasar a continuación a ir desabrochando uno a uno los botones de su camisa. Su pecho queda descubierto. Ya se nota perfectamente la dieta y el gimnasio. Alonso no ha estado nunca gordo pero con ese poquito de ejercicio ahora está genial. Le acaricio levemente los pelos del pecho mientras Alonso me mira continuamente a los ojos. Sin desviar mi mirada, le quito el cinturón y desabrocho los pantalones. Ahora sí, me agacho y le quito los zapatos para poder sacarle completamente el pantalón. Me quedan los calcetines que acabo de quitárselos tras dejar el pantalón sobre un sillón que teníamos cerca.
Así arrodillada le bajo los calzoncillos bóxer que llevaba y aparece su flamante polla que ya había dejado de estar flácida.
¡Se había depilado completamente la polla! Joder, ¿cuándo había sido? La cabrona de Nila me tenía preparada esa sorpresa. Ya me parecía grande pero ahora, sin ningún pelo, la polla de Alonso parecía gigantesca. Quisiera lanzarme sobre ella y comenzar a besarla pero Nila reacciona rápido.
—Sin tocar, cornuda.— Me ordena ella al ver mis intenciones.— Levántate.
Obedezco. Alonso no habla; sólo está allí de pie observando. Nos cruzamos la mirada continuamente buscando la aprobación del otro. Mi cari nota que estoy excitada por lo que sigue el juego de Nila que no va a parar ahí.
—¿A qué esperas?¡Desnúdame también a mi, cornudita!
Me acerco a ella por detrás y le aparto su melena rubia para buscar la cremallera del vestido. Noto su olor especial. El mismo que he olido cada noche que Alonso ha venido tras follar con ella. Bajo la cremallera y su espalda queda al descubierto. Su forma es perfecta y está salpicada con graciosas pecas como las pueden verse en la cara de Nila cuando no las oculta como ahora en cinco estratos de maquillaje. Ayudo a que saque las manos de las mangas y dejo caer el vestido al suelo. Ella se mueve para que pueda recoger completamente el vestido y colocarlo en el sillón. Está en ropa interior con los tacones puestos.
La veo hermosa. A ver, no soy lesbiana pero sé reconocer cuándo una mujer es bonita y Nila lo era. Vuelvo a su espalda y le desabrocho el sujetador para pasar a bajarle las bragas. A diferencia de Alonso, Nila no está completamente depilada allí abajo. Todavía conserva una elegante porción de cabello púbico recortado. Le miro los pechos e inmediatamente no puedo dejar de pensar «Ojalá tuviera yo unas peras como esas». Nila se descalza y ya están mi marido y ella completamente en cueros. Yo hago el intento de comenzar a quitarme la camiseta pero Nila me para.
—Quieta.— Me ordena con delicadeza.— Tú no puedes hacer nada si yo no te lo ordeno. Mantente en pie vestida.
No me queda otra que obedecer. A esas alturas ya la curiosidad podía conmigo. Y, no voy a negarlo, el coño ya lo tenía derretido. Sólo pensaba en tocarme, frotarme como loca para que el orgasmo acabara con aquella tensión. Pero por ahora tendré que esperar.
—Pásame ese cojín, cornuda.
Se lo paso. Lo pone frente a los pies de Alonso que ya está empalmado completamente por la situación y se arrodilla.
—Ahora vas a ver cómo se come una polla.
Y vaya si lo vi. Perfectamente. Nila abrió su boca y sus labios rodearon la carne de mi marido. La engulló casi completa y comenzó a mover su cabeza de adelante para atrás. Me hipnotiza el movimiento de su boca, ese rojo intenso de sus labios moviéndose horizontalmente. No puedo negar la belleza de la situación. Absorta en ver cómo Nila mamaba la polla de mi esposo me había olvidado precisamente de él. Cuando caigo en la cuenta lo miro. Alonso está con los ojos cerrados y el rostro desencajado de gusto disfrutando de aquella boca que no era la mía. De pronto para, se la saca y la lame toda de seguido con la lengua varias veces hasta que en la última pasada baja hasta los huevos. Levanta el miembro hacia arriba y con la lengua va lamiendo lentamente los testículos de Alonso que sigue suspirando de placer con los ojos cerrados. Sé que tiene vergüenza de mirarme mientras goza de esa manera. Tras la lamida correspondiente, vuelve a introducírsela en la boca y vuelve a mover su cabeza teniendo bien aprisionada la polla entre sus labios que se mueven cada vez a mayor velocidad. Mi marido vuelve a suspirar de excitación. Sé que está aguantando como un campeón. Nila lo ha enseñado bien.
Sigo contemplando toda excitada el espectáculo que se me ofrece. Quisiera poder masturbarme ya, pero lo he prometido y tengo que aguantarme. Por fin, tras unos minutos de chupar y tragar que a mi me parecieron horas, Nila se la saca de la boca dejándola toda baboseada y se levanta.
—Ahora te toca a tí, querida.
—Bueno, yo no lo hago así.
—Ya sé que no lo haces así, cornuda. Me lo contó tu maridito. Por eso voy a enseñarte.
Me agarro los vaqueros con intención de bajármelos y desnudarme pero Nila vuelve a impedírmelo.
—Quieta.— Ordena— ¿Te he dicho yo que te desnudes?
Moví la cabeza indicando que no.
—Ven aquí.— Me agarró de una mano y me colocó delante de Alonso.
Nila y él estaban desnudos y yo allí como una panoli vestida y con ganas de correrme como sea y de cualquier forma. Alonso y yo cruzamos la mirada. Sus pupilas se clavaron en las mías y las mías respondían al envite. Notaba su deseo y como me recorría el cuerpo. Jamás me había mirado así Alonso. Quisiera que desde ese día no deje de mirarme de esa forma nunca más. Me deseaba y notaba su avidez a un nivel que nunca antes había alcanzado.
—Bien tortolitos, dejad las ñoñerías para cuando estéis solitos en casa.— Nila no daba tregua.— Ahora la señora Loreto va a decirle a su marido lo que va a hacer.
Yo no sabía a qué se refería aunque alguna idea se me pasaba por la mente. Pero permanecí callada. Nila acercó su boca a mi oído y me dijo unas palabras que repetí al instante.
—Quiero mamarte la polla como una buena esposa y quiero que Nila me enseñe porque soy una cornuda. ¿Me dejas?
Alonso asintió con la cabeza y entonces Nila me agarró de los hombros y me puso de rodillas sobre el cojín. Extendí los pies hacia atrás y los zuecos casi se me salen. Tengo ya el capullo de mi cari a pocos centímetros de la boca. Me dispongo a agarrar su tremendo miembro cuando Nila vuelve a detenerme de nuevo.
—¡Así no, cornudita! Pon las dos manos sobre las nalgas de tu marido y no toques jamas su polla con las manos. Abre la boca. Así, muy bien. Ahora vete metiéndotela poco a poco. Eso es, que pase del arco de tus dientes.
Nila me agarra la cabeza a dos manos y comienza a moverla pidiéndome que cierre los labios.
—Ten cuidado con los dientes, cariño, no quiero que desgracies a mi semental.
Es ella la que me va guiando moviendo mi cabeza de atrás hacia adelante para darme las reglas de una buena felatriz.
—Las buenas mamadas se hacen con la cabeza, cariño. Debes aprender a mover tu cabecita de cornuda.
Ese era el primer consejo. Le siguió un segundo.
—Chupar una polla es como aprender natación. Hasta que no aprendes a respirar en los momentos correctos no avanzarás de nivel. Pon atención y respira correctamente para poder estar mamando todo el tiempo que necesites hacerlo.
Y allí seguía yo con la polla de Alonso en la boca intentando aprender. Hacerlo de aquella forma me resultaba algo realmente complicado, aunque el ritmo que me marcaba Nila me ayudaba. Había puesto una mano en mi nuca y la otra debajo de la barbilla y guiaba mis movimientos mamatorios mientras me indicaba «inspira; eso es, muy bien»; «espira; así, buena chica», «inspira, espira, inspira, espira». Parecía mi profe de Educación física.
Y luego vendría el tercer consejo.
—Tienes lengua, así que aprende a utilizarla.
Mientras mamaba y escuchaba la lección degustaba la polla de Alonso en todo su esplendor. Magníficamente erecta notaba en la boca sus venas y ramificaciones al tiempo que saboreaba los restos de carmín que Nila le había dejado. Aquello me gustaba, sobre todo cuando volvía a escuchar los sonidos de placer de mi marido, sus resoplidos de gusto y su respiración indicando que aquello que le estaba haciendo le estaba encantando.
—Eso es, ahora vas a tragarte lo que te dé tu maridito.
Se me cortó el rollo y me la saqué de la boca.
—¡Petronila!— Ahí estaba nuestra palabra de seguridad.
Alonso despertó de pronto como si volviera de otro lugar y Nila cambió el semblante.
—¿Qué te ocurre, cari?¿Estás bien?— Me preguntó Alonso.
—Sí, sí, estoy bien. Sólo que no pienso tragármelo. Nunca me lo he tragado y no voy a hacerlo hoy porque me da un asco terrible. Lo siento pero por ahí no paso.
—Bueno, bueno, perdona.— Nila se disculpó sorprendida.
—No pasa nada. Es sólo eso. Por lo demás me está gustando la sesión. Espero que no os haya cortado el rollo.
A ver, un poco sí que lo había cortado, pero Nila le quitó importancia y Alonso también. Pero mientras que Nila podía fingir perfectamente; la polla de Alonso no mentía y ya se desinflaba.
—¿Quieres seguir tú o lo hago yo?— Nila me pedía permiso por primera vez para tocar a Alonso. Era la forma de preguntar si continuábamos con la sesión o no.
—Seguiré, seguiré.
Me volví a arrodillar. Ahora la polla de mi marido había perdido su vigor pero todavía no se había retraído del todo, así que pude metérmela de nuevo en la boca y comencé a mamar tal y como me había enseñado Nila. Tengo que demostrar que soy buena alumna. Comienzo a mamar yo solita como nunca antes había mamado la polla de mi esposo. Reconozco algo de orgullo en aquello. No iba a permitir que Nila me dejara como una inútil. Así que mamo y mamo moviendo mi cabeza agarrando ahora las pantorrillas de Alonso y salivando como una campeona. Nila no tiene que ayudarme.
—Vaya, la cornudita aprende rápido.— El comentario indicaba que Nila ya había vuelto a entrar en el juego después de haberse cortado un poco con la palabra de seguridad.
Mi excitación va creciendo mientras la chupo y los sonidos de placer de Alonso se hacen más descarnados.
—Para.— Me ordena Nila.
Me detengo, aunque sigo cachonda perdida.
—Gracias cornudita por preparármelo. Ven aquí.— Le dice a mi marido.
Toma a Alonso de la mano y lo lleva a la cama. Ambos se recuestan, se besan. Ella hace un gesto y mi marido se agacha a comerle el coño. Desde donde estoy no tengo una buena perspectiva pero no me atrevo a moverme por si Nila dice algo. Veo la cabeza de mi Alonso metida entre las piernas de ella. Escucho el sonido de la lengua y de la boca de Alonso trabajando entre los muslos de Nila. Grita de placer, aunque con las putas nunca se sabe si estas cosa son fingidas o es que mi marido ha mejorado en el arte de comer coños y ya con cuatro lametones consigue que te corras de gusto. De cualquier modo, la situación no dura mucho tiempo.
Alonso se incorpora y, amasándole las tetas como si fueran masa madre, busca colocarse encima. Nila abre bien las piernas acogiendo la polla de Alonso que la penetra poco a poco hasta que la tranca de mi esposo está totalmente enterrada en la carne de ella.
—Ya puedes disfrutar cornudita. Mira como me folla tu marido. ¡Fóllame Alonso!
Mi esposo ya está moviéndose sobre ella, que lo abraza con las piernas y mantiene sus tatuados pies en tensión sobre el culo de Alonso que sube y baja. Yo me desabrocho mis vaqueros que me bajan hasta las rodillas. No espero a quitarme ni las bragas, me meto la mano entre las piernas y busco mi botón mágico. Llego al clítoris y comienzo a masajearlo en círculos tal y como me gusta. Primero alrededor del capuchón y luego voy frotándome con fuerza la cabeza que ya está erecta. Sigo moviendo mis dedos y me corro bien corrida. Esta vez el orgasmo no es como un rayo sino como contracciones profundas que casi me hacen perder el equilibrio sobre mis zuecos de tacón. Desde luego la espera y la abstinencia merecían la pena. Nunca me había corrido tan rápido. Supongo que es lo que deben sentir los hombres. Siempre he envidiado el poder de correrse tan rápido que tienen los varones. En su día tuve novios que no aguantaban tres zarandeos de polla bien dados. Incluso con Alonso, cuando no he tenido ganas de follar, le he pedido que se corriera rápido y no tardaba en hacerlo. No tengo claro si es un poder mágico de los hombres o una tortura para ellos pero aquella sesión sentí lo que era alcanzar un orgasmo rápidamente.
Mientras intento reponerme los oigo gritar como cosacos de la taiga siberiana. «Toma zorra, toma», le decía mi Alonso. Me gusta que la insulte, me gusta que le esté magreando los pechos mientras los dos sudan abundantemente. Alonso aguanta como un campeón y sigue dándole duro. Su polla perfora a Nila sin tregua ni cuartel. Centrada mi antención en el culo de mi marido que no para de moverse entre las piernas de la escort me vuelvo a poner caliente y allá que voy a buscar mi segundo orgasmo que creo que me lo tengo merecido. Ahora me meto uno de los dedos en mi encharcada vagina mientras hago temblar mi palma de la mano sobre el clítoris. Me concentro en el culo de Alonso, en sus gritos y gestos, en el sudor, en la maravillosa escena que estoy contemplando. Me digo a mi misma que soy una cornuda y sigo moviendo la mano sin parar mientras mi dedo medio sigue en mi vagina. Aunque estoy caliente no va a ser tan fácil alcanzar este segundo orgasmo que busco con fruición. Mi marido se mueve cada vez más deprisa y gime llamando a Nila zorra y puta. No podemos negar que lo fuera, la verdad. Se mueve sobre ella cada vez más rápido hasta que le hace un gesto a Nila. Parecen compenetrados lo cual extrañamente me excita más. Alonso sale de ella y se pone de pie junto a la cama. Nila rápidamente se tira a sus pies y se levanta las tetas mientras mi marido se zarandea la polla cerca de sus mamas. Sé lo que va a ocurrir y comienzo a frotarme más rápido entre las piernas. Alonso me mirá. Nos miramos los dos. Tiene a Nila arrodillada poniéndole las tetas en bandeja y a mí con los pantalones bajados frotándome como una loca de gusto. Alonso se retuerce y grita un rotundo «¡Me corrooo!» mientras su esperma baña las tetas de Nila. Aumento el esfuerzo, me sigo frotando con más fuerza y muevo mi dedo medio dentro del coño para —ahora sí— alcanzar otro orgasmo mientras mi mirada se clavaba en la corrida de Alonso sobre los melones de Nila. Esta vez el orgasmo fue un poco menos intenso pero acaso más excitante. Tengo que sentarme en una de las sillas de la habitación porque mi cuerpo ya no puede más.
Nila se rie como si hubiera hecho bien su trabajo — razones no le faltan para pensar así— se levanta y va la primera al baño. Alonso se acerca a mi desnudo, sudoroso y la polla goteando semen y me da un gran beso en la boca. Yo la abro y estamos casi todo el tiempo que dura el baño de Nila morreándonos bien morreados. Joder, vuelvo a sentir el carmín de Nila en la boca de Alonso; siendo el sudor de ella, el perfume de él, y me inunda las ganas de besarlo, de comerme a Alonso enterito. Vuelvo a estar caliente aunque ya sé la que fiesta ha terminado. Nila sale envuelta en una toalla.
—Ya está libre.— Nos dice.
Dejamos de besarnos y Alonso se aleja hacía el baño quedándome yo allí clavada como una tonta..
—¿Tú no vas a ducharte con él?
Me coge de sorpresa la pregunta. No me lo había planteado. Sigo en modo «cornuda-sumisa».
—Tía, que es tu marido, ve y báñate con él. Ya hemos terminado la sesión.
Salgo corriendo, me descalzo rápidamente y me voy quitando la ropa para meterme en la ducha con él. Allí nos reímos y nos decimos cosas en voz bajita como enamorados. Me gusta estar allí en la ducha con él. Nos abrazamos y estamos un pelín de tiempo más del que necesitaríamos para ducharnos. Nos lo merecemos.
Al salir, Nila ya estaba completamente vestida. Nadie diría que hacía pocos minutos tenía a mi macho entre las piernas jadeando y sudando. Impecable y elegante se dirigió a mí.
—Espero que te haya gustado la sesión, Lore. Y perdona por lo de antes.— Lo de antes era su intento de hacer que me tragara la crema de Alonso.
—No te preocupes por eso. He disfrutado mucho.
—Lo he notado y me gusta que la cosa siga bien. Alonso me ha dicho que tenéis el Hotel pagado para toda la noche así que podéis quedaros el tiempo que queráis pero yo me tengo que ir ya.
Alonso me abrazaba por la espalda mientras yo me ajustaba la toalla a la altura de las tetas. No quería que me las viera Nila. Las comparaciones son odiosas y quería evitarlas.
—Ya que te estoy enseñando y quieres aprender, tengo tu tarea hasta la próxima sesión. Si no quieres cumplirla me lo dices pero si aceptas, tendrás que ser metódica.
No lo dudé, faltaría más.
—Mientras no sea tragarme corridas, lo que sea.
—De hoy hasta que nos volvamos a ver, quiero que le chupes la polla a tu marido cada día sin falta. No es necesario que te tragues nada pero quiero que practiques lo que has aprendido.
Alonso arqueó las cejas. Desde luego no iba a oponerse.
—¿Podré masturbarme, no? Es que si no la cosa no tiene mucho aliciente.
—Siempre que no lo hagas a la vez que se la chupas. Cuando lo hagas concéntrate en su placer. Luego si quieres te refriegas todas las veces que quieras cuantas veces quieras. Ah, y por supuesto, nada de follar con Alonso. Sólo practicar con la boca como una buena chica. ¿Aceptas?
—La duda ofende.— Le digo.— Y por la cara que ha puesto mi cari no va a negarse. ¿Eh, cari?.— No puede evitar partirse el culo de risa porque es la verdad.
Nila se despide, nos desea buenas noches y desaparece tras la puerta.
Alonso y yo seguimos abrazados. Sabemos que aquello sí que es un antes y un después porque iba más allá de que me pusiera o no me pusiera los cuernos con una prostituta. Suponía que ya estábamos los dos metidos hasta las trancas en una espiral de nuevos sentimientos que eran irreversibles. Después de aquello, ¿cómo volver a nuestra vida sexual monótona?
—o—
Nuria se encontraba vestida como un pingüino. Por alguna extraña razón los gerentes del Hotel pensaban que ir vestida de frac era lo adecuado para servir un catering de diversas porquerías deconstruidas. Lo que antes era una ensaladilla rusa ahora lo pasas por la batidora, le pones algún condimento raruno de la India, lo sirves en una baso de barquillo y ya tienes una ensaladilla rusa deconstruida que puedes cobrar a precio más caro que la gasolina super.
A sus veintiséis años, Nuria era copropietaria de una pequeña empresa de servicios de comida; lo cual no impedía que tuviera que vestirse de aquella guisa cuando lo pedían los clientes. De los tontos se dice que siempre hay que darles la razón y acaso por eso se diga que el cliente tiene siempre la razón. Estos querían un catering de comida posmoderna servido por gente disfrazada con un frac moderno. Se trataba de una recepción nocturna para unos peces gordos. Nuria y su equipo se dirigían a ellos en inglés paseando con bandejitas por el Hall. No era difícil distinguir a los peces gordos de los clientes normales del Hotel porque estaban realmente gordos. Por eso la entrada de la estilizada figura de Alonso en el Hotel no le pasó desapercibida a nuestra copropietaria.
Alonso era uno los socios de un bufete de abogados que la había contratado para proporcionarles el desayuno y aperitivos de calidad. Sandra, que era la socia con la que trataba Nuria, a ratos parecía una neurótica de la perfección incluso con el café. Pero Alonso era distinto. Moreno, guapo, atento. A Nuria le caía muy bien. El único defecto de aquel abogado era que era un abogado. Siempre hablando de leyes. Pero esa noche se veía diferente. Lucía distinto. Más guapo, como si hubiera hecho ejercicio o se hubiera cambiado de look. Hacia días que no lo veía en el despacho cuando iba a llevarles el servicio. Bien por algún señalamiento judicial que lo alejaba del despacho, bien por alguna reunión, llevaba casi dos semanas sin verlo.
Pero esta noche Alonso estaba allí mismo, elegante, con nuevo peinado, traje distinto y nuevo estilo. A Nuria le gustaba Alonso a pesar de que estuviera casado. Ya había tonteado con hombres casados otras veces pero nunca había concretado nada. Siempre se decía que iba a ser la última vez que pensara en Alonso y siempre caía de nuevo al verlo tan elegante y seguro.
Nuria se hizo la remolona y se ocultó tras un compañero más alto. No quería que su adorado Alonso la viera vestida de aquella manera. Su idolatrado Alonso iba a registrarse en el Hotel pero no lo haría solo. Una despampanante rubia en minifalda le acompañaba. Podría haber sentido envidia pero no sintió nada de eso. Por extraño que parezca, sintió esperanza. Aquella rubia no era la mujer de Alonso y eso significaba que si él se tiraba a alguien que no era su mujer ella tenía una mínima posibilidad de poder jugar con el gran juguete que parecía lucir Alonso entre sus piernas.