KERANOS

-Ya está Isa llamándome para preguntarme, seguro.
-Bueno, dile que necesitas tiempo para pensarlo.
-Ah, pues no. No es Isa. No conozco el número.
-Pues cógelo, a ver quién es.

Elena descolgó el móvil y empezó una conversación de la que yo no me enteraba de nada. Parecía sería por su expresión. Miraba con algo de inquietud hacia varios sitios, sin mirarme a mí. Asentía y lanzaba alguna palabra, generalmente monosílabos. Pidió un momento a la persona con la que estaba hablando, yéndose a su habitación y volviendo a los pocos minutos. Se sentó en el sofá, derecha, con su otra mano en su rodilla, continuando esa conversación tan rara desde mi perspectiva. Elena solo se comunicaba en monosílabos que salían de su boca después de largos intervalos de tiempo mientras yo solo oía un murmullo desde el auricular de su móvil. De vez en cuando lanzaba alguna palabra con más construcción silábica, pero no me daba para entender de qué se trataba. De pronto, mientras seguía hablando, me miró fijamente. Hasta me asustó la manera en la que lo hizo. No sabía que estaba pasando y me empecé a poner nervioso. Al fin colgó, dejando su móvil sobre la mesa que teníamos enfrente, volviendo a sentarse, poniendo sus manos sobre sus rodillas.

-Elena, ¿qué pasa?

Elena me miró fijamente, con cierto nerviosismo.

-Me han ofrecido un trabajo.
-¡Oh! ¡Enhorabuena, mi vida! (dije dándole un fuerte abrazo)
-Es de lo mío.
-Estoy muy orgulloso de ti. Ya verás como todo va genial.
-Javi, es en otra ciudad. Tengo que irme a vivir allí.

Elena estaba seria, visiblemente nerviosa.

-¿Y cuándo nos mudamos?

A Elena se le iluminó la cara, cambiando su expresión de una manera como nunca antes había visto en ella. Su respuesta fue darme un abrazo enorme y empezar a darme muchos besos por toda la cara.

-Ay, Javi.
-Cuéntame, ¿qué ha pasado?
-Pues resulta que la empresa que me acaba de llamar está buscando a gente para contratar y han llamado a la universidad a la que he ido y han preguntado. Y les han hablado muy bien de mí. Que si he sido una de las mejores de mi promoción, que si soy muy trabajadora, que si soy muy activa, agradable, alegre, buena compañera…
-Y es que lo eres, mi vida. Estoy muy orgulloso de ti.

Elena parecía una niña pequeña en Navidad. Era alegría pura. Estaba eufórica, hasta temblando de felicidad y emoción.

-No me lo puedo creer. Que están buscando a personas que acaban de salir de la carrera para instruirlas y que cojan experiencia y así darles una oportunidad para que se puedan ir curtiendo, para incentivar el empleo a jóvenes.
-Me alegro mucho Elena, de verdad.
-Lo sé, mi amor. (dijo con sus ojos vidriosos)
-Va, no llores, por favor.
-Estoy un poco nerviosa. Es que me he asustado cuando me han dicho que era en otra ciudad, creía que estaríamos lejos.
-Yo contigo me voy al fin del mundo si hace falta.
-¿Sí?
-Pues claro, mi vida. No tengo problema en irme contigo. Yo no tengo nada que me ate a mi casa. Por suerte mi trabajo lo puedo hacer desde donde quiera. Solo me importa una cosa, y eres tú.

Elena empezó a llorar, abrazándose a mí con todas sus fuerzas, pasando a besarme mientras apretaba mi cara con sus manos. Una vez se tranquilizó, seguimos hablando.

-Ay… Que contenta estoy.
-¿Dónde es?
-En la ciudad donde he estudiado.
-Ah, bueno. Entonces no está tan lejos.
-Ya, pero nos vamos a ir de aquí.
-Bueno, no te preocupes, ya verás como no va a pasar nada.
-Lo sé. Con tenerte a ti, me sobra.

Se me puso una sonrisa tonta al oír eso, mirándola como estaba con sus ojos que desbordaban alegría y emoción. Nos dimos otro beso y me empezó a contar de qué se trataba el trabajo. Llegamos a la conclusión de que había que aprovechar porque no es nada fácil encontrar un trabajo de lo que has estudiado habiendo acabado la carrera hacía nada. Así que se nos pasó la mañana organizando cosas, ya que en una semana empezaba el trabajo, justo al entrar en agosto y teníamos que mirar casas, preparar la mudanza y demás. Estábamos hablando en la habitación de Elena de varias cosas relacionadas con este tema y apareció Noelia preguntando si no teníamos pensado comer, que ella se iba a preparar algo rápido y que si queríamos algo. Iba a responder yo, pero Elena se me adelantó diciéndole que ya íbamos y que ha hacía ella algo.

-Javi, no cuentes nada, por favor.
-Em… Vale. ¿Por qué?
-Quiero hacerlo yo y cuando venga mi madre.
-Vale, sin problema.
-Es que sé cómo me voy a poner y tengo que ir haciéndome al cuerpo. Ya sabes…
-Claro. Lo que necesites, aquí estoy.

Elena sonrió y me dio un fuerte abrazo. Estaba muy ilusionada, aunque notaba ya esa oleada de tristeza por momentos. Ella sacudía su cabeza para sacarlo de su mete y sonreír por lo que podía ver. Tenía miedo. No quería que se pusiera como se puso cuando estuve fuera. Me mantenía optimista, diciéndome que no era lo mismo, que estábamos relativamente cerca para poder visitar a todo el mundo muy de seguido y que haría todo lo que estuviera en mi mano para hacérselo más llevadero, pero el temor seguía ahí.

Fuimos a comer, preparando ella algo mientras Noelia y yo le ayudábamos y comimos los tres tranquilamente. En cuanto acabamos de comer Noelia se fue al salón, volviendo nosotros a la habitación de Elena para seguir con nuestras cosas. Ya bien entrada la tarde me llamó mi madre algo alarmada porque había llegado una carta del banco con el extracto de la operación que hice el día anterior. Estaba muy nerviosa y no podía explicarle de qué se trataba delante de Elena, por lo que la tranquilicé como pude y le dije que iba para allá de inmediato para aclararlo.

-¿Qué pasa, Javi?
-Por lo visto ha habido un error en mi cuenta bancaria y me han cargado algo que no he hecho. Voy a mi casa para hablarlo con mi madre y llamar para que lo arreglen.
-Vale, pero… ¿Vienes a cenar y a dormir? (dijo con una voz dulce)
-Pues claro Elena. En cuanto acabe, vengo.

Elena puso una sonrisa muy bonita en su cara y me abrazó, besándome con mucho cariño.

-Mmm… Qué cariñosa…
-Claro. Por fin vamos a vivir juntitos y tranquilitos. Qué ganas tengo, mi amor…
-¿Sí? ¿Te hace ilusión?
-Mucha. Estaba deseando poder vivir contigo. Te quiero como a nadie.
-Elena, eres lo más especial que me ha pasado nunca.

Elena apretó su abrazo y me dio más besos aún, viendo que alguna lágrima se escurrió por su cara. Le di un beso en la frente y un pellizquito en la mejilla, limpiándole las lágrimas. Le dije que enseguida volvía y me monté en el coche para ir a mi casa.

Por el camino me puse a pensar en el marrón que tenía encima ahora con lo de la casa que había alquilado. Tenía un contrato para vivir en una casa y ahora me iba a ir fuera. Tenía que pensar en la forma de librarme de aquello, porque era un gasto grande que no me daba ningún beneficio. Y también le di vueltas a lo que me acaba de decir Elena que tenía muchas ganas de irse a vivir conmigo. Joder, justo ahora que se lo iba a pedir había surgido esto… Pensé en no decirle nada para no hacerla sentir mal, al igual que hice con el trabajo que me ofrecieron fuera. No quería hacerla sentirse mal al rechazar esas cosas por ella. Bastante tendría con despedirse de todos como para darle yo más cosas de las que preocuparse y ponerse mal.

Pensando en todas esas cosas, llegué a mi casa, encontrándome a mi madre con rostro de preocupación. En cuanto me vio me cogió de la mano para llevarme a mi habitación.

-Javier, ¿qué es esto? (dijo señalando al papel)
-Mamá, tranquila.
-¿Cómo que tranquila? ¿Pero tú has visto esto?
-Sí, sí que lo he visto. Ayer pagué una cosa.
-¿El qué hijo? Es mucho dinero.
-A ver, mamá… Es que estos días he estado mirando casas para irme a vivir solo.
-Pero hijo…
-Mamá, estoy muy a gusto aquí, de verdad. Pero es que necesito algo de espacio, para Elena y para mí.
-¿Os vais a vivir juntos?
-Tenía pensado irme a vivir solo y decírselo a ver si le parecía bien.
-Seguro que sí, hijo.
-Bueno, era una sorpresa, por eso no he dicho nada. Quería que ella fuera la primera en enterarse.
-¿Y qué ha dicho?
-Pues ahí está el problema.
-¿Te ha dicho que no? No puede ser…
-No, si es que no se lo he llegado a decir.
-¿Por qué?
-Porque nos hemos entretenido y justo cuando se lo iba a decir, le han llamado para ofrecerle un trabajo fuera y estábamos organizándonos para irnos.
-Ay, Javier…
-Mamá… Yo te quiero un montón, pero quiero mucho a Elena y quiero estar con ella. Creo que ya va siendo hora de irme.
-No, si lo entiendo. Entiendo que sois pareja y la cosa va muy bien. Me alegro muchísimo por vosotros, hacéis una pareja genial. Pero me da cosilla que te vayas ya de casa. Ya se me van mis dos niños y nos quedamos solos tu padre y yo.
-Pero mamá, si es a dónde fui a la universidad. No está tan lejos, me vas a tener mucho por aquí.
-Ya. Lo mismo dijo tu hermano y mira lo que viene.
-Mamá, David está más lejos. Yo me iré a menos de dos horas en coche. No te preocupes, de verdad.
-Ay, Javier… (dijo acariciándome la cara)
-¿Pero estás contenta?
-Pues claro, hijo. ¿Cómo no lo voy a estar? Ya te pintaba echarte novia y ahora te vas a vivir con ella y el otro día dijiste lo de tener una niña. ¿Pues cómo voy a estar? Encantada de la vida.
-Gracias, mamá.
-Nada hijo. ¿Y ahora qué vas a hacer con la casa que has alquilado?
-Pues ni idea. Buscaré a alguien que busque piso y tal. Preguntaré a amigos. Pregunta tú también, por favor. Pero sé discreta, que te estoy viendo poner un anuncio en Facebook.
-¿Y cuál es el problema?
-No quiero que Elena se entere de que he alquilado una casa en la que no podemos vivir.
-Hijo… Muchos secretos innecesarios.
-Mamá, sé de sobra como se va a poner. Prefiero no decirle nada a hacerle pasar un mal rato. Por eso tampoco le conté lo del trabajo que me ofrecieron.
-Ah. Lo que tú veas, Javier.

Mi madre me dio un gran abrazo, aunque la noté tristona por lo de irme de casa. Me dio un poco de cosa, pero ha hablaría con ella.

Regresé a casa de Elena, abriéndome ella ya en pijama y con sus moñetes. Me dio varios besos y me llevó de la mano al comedor, donde ya estaba la cena preparada

J: Me estás malacostumbrando, mi vida…

Elena me miró con cara de que me callara porque Noelia estaba delante.

N: ¿Por?
J: Por nada. Solo he hecho un comentario…
E: ¿Al final qué ha pasado con lo del banco?
N: ¿Qué banco?
E: Que por lo visto le han cargado un gasto que no ha hecho.
N: ¿Y eso?
J: Nada. Ya está solucionado.
E: ¿Sí?
J: Sí, sí.
N: ¿Cuánto era?
J: Da igual, si ya está solucionado.
E: Bueno, dilo. Si ya está solucionado, ¿no? ¿Qué más da?
J: No sé, no me he fijado bien.
N: Eso es que no se ha resuelto y no quieres asustar a mi hermana.
J: Que nooooo…
N: Pues dilo. ¿Qué más da?
J: 1200.
N: Hala…
E: Pero bueno… ¿Y qué ha sido?
J: No lo sé. Por lo pronto he cancelado la operación y he congelado la cuenta. Mañana me acercaré al banco a arreglarlo.
E: Pero mañana vienes a comer, ¿no? Es que mañana viene mi madre para esa hora. Ya sabes, Javi… (dijo haciéndome un gesto de complicidad)
J: Claro. Pero tengo que trabajar, Elena, que hoy al final no he hecho nada.
N: ¿Todo bien?
E: Sí, sí. ¿Por?
N: Te veo un poco nerviosa. Y dice Javi que no ha trabajado en todo el día. ¿Qué habéis hecho?
E: Nada. Es que se me ha roto una cosa en mi habitación y me estaba ayudando a arreglarlo.
J: ¿Ya estás mejor, Noelia?
Noelia se encogió de hombros, haciendo un gesto algo triste.
E: Va, Noelia. ¿Qué te pasa?
N: Joder… No empecéis.
E: Noelia, solo te quiero ayudar. No me gusta verte así. Eres mi hermana y te quiero.
Noelia se levantó sin terminar de cenar y se fue en dirección a su habitación.
E: Noelia, espera.
N: ¿Qué quieres ahora?
E: Ayudarte. Y tienes que tener en cuenta que a veces no voy a estar aquí para hacerlo. Noelia, te quiero y no quiero verte así. No te lo mereces.

Noelia se quedó mirando a su hermana, muy fijamente, con gesto serio, mirándome a mí después. Yo le hice un gesto con la cara para que tuviera en cuenta a su hermana. Después se acercó a ella, poniéndose detrás de ella, cogiéndola de los hombros. Yo tenía a ambas enfrente, pudiendo ver como Elena ponía una sonrisa en su boca por el gesto de cariño de su hermana. Sin embargo, Noelia se mantenía sería, negando con la cabeza mientras me miraba fijamente. Le dio un beso a su hermana en la cabeza y se fue de nuevo a su habitación. Elena estaba más contenta por como había respondido su hermana, pese a no haber dicho ninguna palabra, pero la realidad era que la cosa no iba por donde ella pensaba. Esa seriedad con la que negaba mirándome me dio a entender que no quería su ayuda.

Cuando terminamos de cenar y recogerlo todo, nos sentamos en el sofá del salón, estando solo iluminados por la luz que emitía la televisión. Como siempre, Elena estaba echada sobre mi pecho, acariciando mi costado mientras yo le pasaba el brazo por los hombros, acariciando su espalda. Se agradecía tener aire acondicionado en prácticamente toda la casa, porque el calor que hizo a finales de ese mes de julio era infernal, ni por la noche se podía estar a gusto y más estando los dos así de pegados, por lo que nos podíamos permitir estar así de acaramelados. Las caricias duraron bastante tiempo hasta que yo le empecé a pasar la mano por su culo, colándola por dentro de su pantaloncito y braguitas. Ella reía con mucha dulzura, subiéndome la camiseta para besarme en el pecho, acariciando mi paquete, que ya estaba morcillón debido a mí sobeteo.

-Javi.
-Dime.
-¿Me das una media horita para prepararme?
-¿Prepararte para qué?
-Para querernos más que anoche.
-¿Sí? Jajaja.
-Sí, jejeje. Ahora te aviso.
-Claro.
-Ayyyyy, cómo te quiero. (dijo apretándome la cara con una mano para darme un beso)

Elena se fue, dejándome allí bastante cachondo. Pude oír como cerraba la puerta del baño y se daba una ducha. Apagué la tele y me puse a ver cosas en el móvil, pudiendo oír como acabó de ducharse y luego se secaba el pelo. Luego oí como iba corriendo hacia la cocina y se iba de nuevo hacia su habitación con una risita. Yo mientras estaba medio embobado, pensando en lo de la casa que había alquilado. No paraba de darle vueltas al tema pensando en el desembolso que había hecho para nada. Mala suerte, de nuevo. De pronto me di cuenta que tenía unos mensajes de Sofía.

-¡Niño! Que ya mismo estoy por ahí. En una semana o dos. ¡Qué ganas tengo!

Ahí fue cuando empecé a ser consciente de que los íbamos a ir a vivir a otro sitio y entonces pensé en Irene y Mario. Ahora nos veríamos menos y no sabía cómo nos iba a afectar, sobre todo a Elena. No me hacía mucha gracia dejar de vernos así tan de repente. Los consideraba gente muy importante en mi vida y nos lo pasábamos muy bien con ellos. Ahora entre el trabajo que ambos tenían, el nuevo de Elena y el mío, pocas serían las oportunidades de que nos viéramos. En principio teníamos los 4 teníamos todos los fines de semana libres, pero al vivir en otro lugar y demás pues me estaba oliendo que poco íbamos a vernos. Después de unos segundos le contesté a Sofía:

-Va a estar complicada la cosa…
-¿Y eso? (respondió casi al instante)
-Luego te cuento.
-Vale… 

Dejé el móvil sobre la mesa viendo que me llegó uno de Elena diciéndome que fuera a su habitación. Tenía tantas ganas que dejé ahí el móvil, pensando en que sería así mejor para que no nos molestaran por si mandaban mensajes o me llamaban. Cuando llegué me encontré la puerta cerrada, por lo que llamé dando unos pequeños golpes con los nudillos.

-¿Siiiii? (preguntó con una vocecilla muy dulce)

Entré y me la encontré sentada en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero de ésta. Estaba preciosa, con una sonrisa de oreja a oreja. Qué preciosa sonrisa tenía. Tenía un poco de brillo en los labios y el pelo alisado, yendo con unas braguitas blancas, conjuntando con su sujetador. Después de observar cómo iba y lo guapa que estaba me fijé en que la habitación estaba repleta de velas, exactamente igual que ya había hecho en alguna vez con anterioridad y que además había un olor muy dulce, como si la hubiera perfumado. La miré sonriendo y cerré la puerta con cuidado, yendo después a la cama para sentarme a su lado. Ella se puso de rodillas para cogerme del cuello con mucha suavidad y cariño u besarme muy lentamente.

-Soy el chico más afortunado del mundo. (dije una vez se separó de mis labios)

Elena simplemente sonrió y me volvió a besar, tirando de mí para tumbarme a su lado. Ambos estábamos tumbados de lado, besándonos sin parar hasta que ella me empezó a desnudar, dejándome en calzoncillos. Después yo le quité el sujetador, liberando sus preciosas tetas, empezando a juguetear con ellas y sus pezones. Después la abracé, pasando mi mano por su culo como cuando estábamos jugando en el salón, riendo ella mientras nos besábamos. Llegó un momento que eso preliminares se estaban dilatando tanto que me cansé y la tumbé boca arriba, con ella lanzando un dulce gritito. Le empecé a besar el cuello mientras mi mano se paseaba por su barriga, colándose en sus braguitas y jugando con el pelo de su pubis. Elena empezaba a ronronear, pero yo necesitaba ir más allá, por lo que le empecé a acariciar la raja mientras ella suspiraba, metiendo los dedos tras breves segundos porque ya estaba bastante mojada. Ella lanzó un largo y sensual gemido para empezar a ronronear de nuevo. La masturbaba lentamente mientras ella seguía con esos gemidos tan dulces y encantadores, aumentando la velocidad poco a poco, cogiendo éstos intensidad. Llegó un punto en el que se los metía a buen ritmo, pasando también a estimular su clítoris con mi pulgar.

-Así, así amor mío… Uff…

Seguí así, aumentando al poco más el ritmo hasta que se empezó a correr con gemidos muy dulces, agarrando mi brazo mientras yo le seguía besando el cuello, notando como se le erizaba la piel. Saqué mi mano de sus braguitas y ella se volvió a poner de lado, con su cabeza hundida en mi pecho, recuperándose mientras respiraba fuerte. Yo mientras esperaba le besaba la cabeza, acariciando su espalda, deseando seguir porque tenía la polla como una piedra. Ella también se dio cuenta cuando poco a poco se iba recuperando, pasando su mano por mi cuerpo hasta que llegó a esa zona, acariciándola y tirando de mis boxers hacia abajo para liberarla y empezar a pajearme suavemente mientras murmuraba.

De pronto separó su cabeza de mi cuerpo, mirando hacia arriba con una sonrisa, empinándose para darme un beso muy dulce, seguido de una risita tan dulce como el beso. Me puso boca arriba y le quitó los boxers, siguiéndole después sus bragas. Se puso sobre mí, apretando mi polla contra mi cuerpo al dejar caer su peso sobre mí.

-Ayer me hiciste tú el amor a mí. Hoy me toca a mí hacértelo a ti.

Elena se montó sobre mi polla, metiéndosela en su coñito después de escupirle para lubricarla. Empezó una follada lenta, apoyándose en mi pecho mientras me miraba fijamente. Tan lenta era que apenas se alteraban nuestras respiraciones, pero el cariño y el amor que estábamos teniendo lo hacía muy excitante. Elena se encargaba de controlar mi orgasmo, frenando cuando veía que me retorcía más de la cuenta. Así lo hizo varias veces hasta que a ella también le costaba controlar el suyo, por lo que cuando vio que ya empezaba a retorcerme, apretó más, follándome con más rapidez, provocando mi orgasmo, corriéndome dentro de ella entre jadeos. En un par de movimientos más de cadera ella se encogió, lanzando un grito ahogado bastante alto. Después se derrumbó sobre mí, quedándose quieta, abrazada a mí. Una vez se recuperó se bajó de mí con cuidado, cogiendo papel y toallitas de su mesita para limpiarse bien, limpiándome también la polla a mí mientras sonreía. Una vez hizo todo eso, se quedó tumbada a mi lado, bien abrazada a mí.

-Ay… -dijo en forma de suspiro- No me puedo creer lo feliz que soy…
-Elena… -dije después de unos minutos, apreciando como las velas se habían apagado solas- Yo no puedo estar más contento desde que estoy contigo. Es que ha sido… No sé. Es difícil de explicar. Mi vida ha cambiado tanto… Solo llevamos 5 meses, pero es que se siente como si fuera más. Noto como si lleváramos años juntos. Y estoy en ese punto en el que no me imagino mi vida sin ti. Quiero estar contigo para siempre y llegado el punto, formar una familia y que seamos felices. Ese es mi mayor objetivo en esta vida.

Me quedé en silencio esperando su respuesta, pero lo hacía. Me empecé a poner nervioso pensando en que a lo mejor había sido demasiado brusco o muy emocional y ya me estaba oliendo que se había puesto a llorar, pero cuando levanté mi cabeza para mirarla me di cuenta de que estaba dormida. En parte agradecí que no me oyera para evitar una situación un poco más emotiva de la cuenta, pero es que no pude evitar decir aquello. Al rato de pensar en lo que acaba de decir mientras miraba al techo, me quedé dormido.

Por suerte me desperté temprano, ya que no bajamos la persiana de la habitación. Miré el despertador y marcaban poco más de las 8. Con cuidado desperté a Elena.

-Mi vida…
-Mmm… ¿Qué pasa?
-Me tengo que ir.
-Nooooo… (dijo con pena, como si fuera una niña pequeña, abrazándose con fuerza a mi cuerpo)
-Tengo que ir a arreglar eso y también tengo que trabajar, que ayer no hice nada en todo el día.
-Jo…
-No te preocupes, que para comer vengo.
-Sí, por favor, que quiero contarle eso a mi madre y quiero que estés conmigo.
-Tranquila, que estaré a tu lado.
-Javi…
-Dime.
-Me da mucha cosa. No sé cómo va a reaccionar mi madre.
-¿Cómo va a reaccionar? Pues se va a poner muy contenta. No te preocupes por eso, mi vida.
-Ya… Me gustaría contárselo a Irene y a Mario también hoy para no alargarlo más.
-Como quieras, cariño.
-Pfff… ¿Les decimos de ir a cenar esta noche por ahí los cuatro y ya se lo decimos?
-Vale, me parece bien.

Elena se quedó callada, abrazada con fuerza a mí, como si no quisiera dejarme ir.

-Venga, mi vida, que me tengo que ir. Ya verás como no es para tanto. Anda, sigue durmiendo un poco, que es muy temprano aún.
-Vale, te veo para la hora de comer.

Nos dimos un beso y me vestí mientras Elena me miraba. Después fui al salón a por el móvil y me fui a mi casa. Por el camino pensé en el día que tendría por delante, con la revelación de nuestros planes a gente importante para nosotros. Estaba tan preocupado de lo tristona que se puso durante esa breve conversación, que no me paré a pensar en cómo se lo tomarían los demás. También pensé en lo del alquiler. Aún no tenía forma de arreglarlo, aunque solo pasaron dos días, pero tenía esa intranquilidad en el cuerpo. Llegué a casa y me puse a trabajar sin que nadie me molestara, cosa que agradecí porque necesitaba concentrarme para sacar material. Menos mal que fui previsor y el lunes apreté un poco a sabiendas de que el martes poco haría estando con Elena.

Así se me pasó la mañana hasta que llegó la hora de comer, por lo que fui a casa de Elena. Me abrió ella, como siempre y me llevó de la mano al comedor. La sorpresa fue que también estaba su abuela. Tras los saludos con bastante cariño con todas, excepto con Noelia, que aún seguía en su habitación, nos pusimos a comer después de que Elena fuera a llamarla. La conversación era abundante, pero Elena estaba más callada de la cuenta, algo distante. Yo le ponía la mano en su pierna, sonriendo cuando me miraba, haciendo ella lo propio. Así conseguí tranquilizarla hasta que acabamos de comer, sentándonos en el salón. Su abuela empezaba a dormitar y Elena se dio cuenta, por lo que se levantó para buscar a su hermana, quien estaba en su habitación, diciendo que tenía algo que decirles al volver con ella, levantándome yo inmediatamente para ponerme detrás de ella.

M: ¿Qué pasa Elena?
E: Eh…
M: Elena, me estás asustando…
E: No, no pasa nada. Es que…
M: ¿Estás embarazada? (dijo algo alarmada, incorporándose de su asiento)
E: ¡¿Qué?! No, no, no, no. (dijo moviendo mucho sus manos)
M: Entonces, ¿qué es?
N: Elena, ¿qué pasa?

Elena no arrancaba, estaba nerviosa, jugando con sus dedos. Yo le puse las manos en los hombros, medio masajeando para que supiera que estaba ahí con ella y darle fuerzas.

E: Me han ofrecido un trabajo.
M: ¡Ah! ¡Qué bien!
N: ¿Y para eso tanto misterio?
E: Es que… No es aquí y me tengo que ir de casa.
M: Ah… No pasa nada.
E: Yo… Es que os voy a echar mucho de menos… (dijo empezando a llorar)
M: No pasa nada Elena. -dijo levantándose, dándole un abrazo con fuerza- ¿Dónde es?
J: Es en el mismo sitio en que estudió en la universidad.
M: Ah… Yo creía que era más lejos por cómo te has puesto… Si está aquí al lado.
J: Eso le he dicho yo. Que ni se va a enterar, vamos a venir mucho.
M: Claro Elena, no te pongas así, va. Si es como si fueras otra vez a la universidad.
E: Ya… -dijo en medio de su llanto- Pero es que os quiero mucho.
M: Y nosotras a ti Elena, hija mía.

Tanto Maribel como Noelia estaban tranquilas, aunque Maribel sí que estaba algo tocada por ver así a Elena. Su abuela, sin embargo, sí que estaba triste, con los ojos vidriosos. Elena al verla así fue derecha a darle un abrazo y estuvieron así durante un rato. Después se levantó y le dio un abrazo a Noelia, quien puso los ojos en blanco y se fue a habitación después. Elena la siguió para preguntarle qué le pasaba y que por eso le dijo aquello el día anterior, quedándose con ella hablando un rato en su habitación. Maribel acostó a su madre y volvió al salón para hablar conmigo.

-¿Y tú qué vas a hacer?
-Pues irme a vivir con ella.
-Ah, ¿sí?
-Claro. Si ya se puso triste cuando me fui tres semanas, no quiero pensar si se va a vivir más lejos de lo que estamos ahora. Además, me apetece irme a vivir con ella. Ayer estaba muy nerviosa y cuando le dije de mudarnos se le cambió la cara. No quiero verla triste y bastante tiene con esto que acaba de pasar y luego cuando se lo digamos a nuestros amigos.
-¿Quieres irte a vivir con ella?
-Pues claro. Es mi pareja. La quiero como a nadie y como no tengo problema con mi trabajo, pues sin pensarlo.

Maribel sonrió y tras unos segundos dijo mientras ponía su mano sobre la mía:

-Me quedo muy tranquila sabiendo que va a estar contigo.
-¿Sí?
-Sí. Si te digo la verdad, nunca he visto a mi hija así de contenta. Cuando empezó con su anterior novio estaba muy ilusionada y contenta, pero no como contigo. También es que era una niña y bueno… Lo sigue siendo.
-Bueno, yo no la veo tan niña.
-Eso es porque también eres un niño, jajaja.
-¿Y tú eras una niña a su edad?
-Yo ya tenía a una niña a su edad y casi que otra en camino. ¿Tú qué crees?
-No lo sé, por eso te pregunto.
-A su edad sí que era más como ella, más… No sé cómo decirlo… Menos consciente de lo que es la vida.
-¿A qué te refieres?
-Pues a que mi marido y yo nos casamos muy rápido. Estábamos locos el uno por el otro, como mi hija y tú. Me recordáis tanto a mí y a él en aquel entonces… Todo fue muy rápido. Para cuando quise darme cuenta ya estaba embarazada.
-¿Y eso es malo? Quiero decir… ¿No lo queríais así?
-A ver… No nos planteamos tener un bebé tan temprano, pero pasó y tiramos para adelante. Y no me arrepiento, ¿eh? Mi hija Elena fue una bendición y Noelia también. Ambas son lo mejor que me ha pasado en la vida. Daría todo por ellas, daría mi vida sin pensarlo. (terminó de decir con los ojos vidriosos)
-Tranquila, Maribel. No tienes porqué ponerte así. Se ve que eres una madraza y que quieres a tus hijas a más no poder.
-Sí. -dijo entre una risa buscando desahogar su mal cuerpo- Yo solo quiero lo mejor para ellas y enseñarles de mis errores.
-¿Qué errores?
-Que encuentren un buen hombre, por ejemplo.
-Maribel, espera. He coincidido con el padre de Elena algunas veces y… Bueno, lo he visto un buen hombre.
-Javier… ¿Un buen hombre haría lo que él hizo?
-Solo sé lo que te encontraste y lo que dijo Elena aquí el día en que tú y yo nos conocimos.
-¿Y bien?
-Evidentemente no estuvo bien lo que hizo, nada bien. Pero por otra parte…
-¿Tú le harías eso a mi hija?
-Eh… Pero es que no puedo responder a eso, no me ha pasado eso ni he estado en la situación de que yo pierda el interés. Yo quiero a tu hija como no he querido a nadie en mi vida. No me veo en esa situación.
-Hazlo. Responde.
-Maribel…
-Javier, respóndeme o te juro por Dios que no voy a dejar que Elena siga contigo. No quiero que pase por lo que yo he pasado. No contigo. Con el otro no estaba ni la mitad de ilusionada de lo que lo está contigo.
-No Maribel, no lo haría.
-Eso decís todos.
-Sé lo que me digo.
-¿Sí? ¿Qué te hace estar tan seguro?
-Lo que quiero a tu hija.
-Mi marido también me quería mucho, ¿sabes? Y mira lo que pasó.
-Entonces, ¿qué quieres que te diga?

Maribel se quedó callada, mirándome a los ojos y yo seguí:

-Sinceramente, no me veo en esa situación. Elena y yo ya hemos pasado por algunas cosas y las hemos podido resolver. La comunicación es muy importante.
-Claro, por eso culpo a mi marido, porque no me lo contó desde primera hora.
-Sí, eso estuvo mal, pero también tienes que tener en cuenta que no dijo nada para no haceros daño ni a ti, ni a tus hijas. Y no me parece justo que él se lleve toda la culpa.
-Vale, lo pillo. Yo también tengo lo mío en el asunto, pero me parece ni la mitad de grave que lo que hizo mi marido.
-Tal vez. Pero creo que estamos de acuerdo en que el problema que originó eso fue la falta de comunicación. Rememorar y elucubrar quien ha tenido más culpa es una pérdida del tiempo. El daño ya está hecho.

Maribel se quedó pensativa y Elena volvió preguntándonos acerca de lo que estábamos hablando. Su madre le respondió un lacónico «de la vida» y se levantó para darle un abrazo y un beso, yéndose a su habitación. Elena se sentó a mi lado con un gesto algo serio, echándose sobre mi pecho, abrazándose a mí.

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