ELIZABETH GARCÉS FERRER

Teresa miraba por la ventana del salón, llevaba un rato así, muy tranquila. Corrió la cortina por lo que la luz del sol entraba delicadamente alumbrando gran parte del suelo y algunos muebles. No era un sol caliente puesto que el mes de noviembre acababa de comenzar, por lo que aquellos rayos tan ligeros  permitían que el ambiente fuera agradable.

Un suspiro profundo y la mirada que se iba hacía la casa de en frente. La inmensa casa de dos plantas y un jardín que la rodeaba con algún que otro arbusto, en su momento, fueron hermosos pero que hoy ya estaban casi muertos. Teresa recordó que en ese jardín hubo rosas, margaritas y hasta un bellísimo árbol de Mimosa. No quedaba nada, o casi nada, la hierba ganaba terreno en medio de un abandono completo. El universo de aquel lugar ya no existía, parecía todo tan raro.

De pronto Teresa tuvo una duda : ¿ hubo vida alguna vez en aquella casa ?, ahora se daba cuenta que casi siempre vio dos ventanas abiertas, como mucho, la mayoría se mantenían cerradas aunque el sol fuera fuego o la lluvia golpeara la tierra. Nada modificaba la rutina más absurda en medio de aquellas paredes.

Ahora miraba el lugar, completamente cerrado  envuelto en el silencio y en la soledad y se preguntaba : ¿se puede estar vivo sin estarlo realmente ?, tal vez haya personas que atraviesan la existencia pero que en realidad todo es muerte en su interior y están aquí por error. Quizás sea un misterio más en el mundo de los vivos y en el universo oscuro de la muerte.

La casa blanca de enfrente era el puñetazo que le llegaba cotidianamente, sin buscarlo y mucho menos sin quererlo, solo tenía que abrir las ventanas para que se produjera. Allí la vida llegaba y se iba y al final Teresa se decía que nunca hubo nada. Todo pasaba pero en realidad era como un espejismo que nunca cuajó y viendo el transcurrir de aquella familia se preguntaba si ese era el significado de:« no vivir la vida ».

Cuando Teresa llegó al barrio se familiarizó un tanto rápido con el ambiente de unos vecinos que saludaban y ofrecían cierta conversación y así conoció a Mónica, la señora que vivía en la casa de enfrente. Amable y muy comunicativa, contaba sus problemas en detalles a la vez que introducía anécdotas de su existencia. Teresa la vio siempre como alguien aferrado al pasado personal y familiar, siempre en el negativismo. Mónica vivía en la negrura y así lo expresaba, se complacía totalmente en ella aunque su posición económica era realmente excelente no viajaba, no se ofrecía ciertos gustos, no modificaba su cotidiano que era sumamente limitado, podía hacerlo pero ni lo pensaba afirmando más bien que el « poco » dinero que tenía debía conservarlo por si caía enferma. Todos sonreían ante tal explicación porque Mónica conocía la pobreza gracia a las historias de otros, muy de lejos.

Para Teresa la casa de su vecina albergaba la muerte porque allí  no se vivía, en lo estático no hay nada solo el horrendo vacío del abismo. Supo que el padre de Mónica murió entre esas paredes y también un gran número de mascotas que la mujer prácticamente ni daba de comer por ahorrar el dinero, animales que murieron de necesidades y que pasaron hasta frio en los rudos inviernos ya que Mónica se privaba de calefacción para evitar lo más posible las elevadas facturas. Muerte por enfermedad fue la del patriarca, muertes ocasionadas por la avaricia las que golpearon a los perros de la familia pero Teresa solo veía en todo aquello que la muerte « vivía » en el predio.

 Mónica abría solo dos ventanas. La oscuridad reinaba en el interior y para colmo se acostaba a las ocho de la tarde dando por finalizada su jornada: ¿cómo vivir así ? para Teresa aquello no era más que pasar por la vida sin vivirla realmente .

Había transcurrido una semana desde que la enfermera que la atendía la encontrara muerta en la cocina. Mónica dejo de existir a los noventa años, si, noventa años durante los cuales estuvo convencida de vivir y sin embargo fueron noventa años que desperdicio inútilmente haciendo lo mismo cada día, sin dar un paso hacia el sentido contrario, sin salir de la horrible rutina, sin hacer esas locuras que marcan tan magistralmente. No conoció mundo, no se entregó al amor, no se interesó a nada, no se fijó en los detalles hermosos. Mónica preservo su dinero temiendo no poder vivir correctamente si este le faltaba, temiendo no poder atenderse en las mejores clínicas…Teresa suspiro mientras corría la cortina de la ventana podía afirmar, sabía que no se equivocaba, de que nadie estuvo nunca vivo en la casa de enfrente. Los cimientos y ladrillos que formaban la estructura eran la prueba de que seres humanos atravesaron el tiempo allí, sin más.

No vivieron, únicamente respiraron. Tuvieron el trabajo de nacer y ¿para qué ?

https://cubafranciaemigrar.wordpress.com/

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Un comentario sobre “La casa de en frente #Reload

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