GINÉS CARRASCOSO
El viento impertinente, que agita tu melena,
me trae las lágrimas que un día me robó.
Y tú te has parado ahí, con tu maleta de los sueños.
Repleta de recuerdos, en los que yo ya no salgo.
A lo lejos, el sol de la tarde eterniza tu sombra.
Entornas los ojos y me buscas tras las cortinas.
Los visillos bailan, me delato, tu sonrisa tintinea,
y mi corazón…como un bombo de la Semana Santa.
Te has parado ahí con tu vieja maleta,
sin reparar en docena y media de margaritas,
que yacen bajo su peso. ¡Pobres!
El dichoso viento se ha llevado los pétalos.
Quince «síes» y diecisiete «noes». Mal augurio.
Tú sonrisa aún tintinea en mi cerebro.
¡Jesús!, como la campanilla de la droguería.
Y yo sigo turbado, rojo como tus labios,
como el corazón de la pared, como el tomate
que me observa parado en la encimera.
El viento impertinente agita tu melena,
pero a mí casi me falta el aire.
Ahora, te miro desde la puerta,
que no he abierto del todo,
por si he de volverme a la cama,
a seguir soñando que vuelves.
Tú sigues ahí parada… Con tu maleta de los viajes,
y has estrujado de paso, un ramito de amapolas.
Y yo…rojo, sigo muerto del susto, rezando
a los dioses de todas las civilizaciones.
¡Por favor, haced que deje la maleta
aunque chafe las margaritas!
Y tu mirando con cara de ultimátum,
amenazando con volverte a marchar.
Y el viento agitando tu melena,
y yo rojo…suplicando a los profetas.
¡Por Dios que deje ahí la maleta!
Aunque el camino, se quede sin flores.