AKUARIES
8.
El sábado al medio día, estaba Pablo limpiando un poco la casa, cuando salió de su habitación Lucía. Entró en el salón con varias láminas debajo del brazo que esparció por encima de la mesa.
-A ver qué te parece papá.
Pablo se acercó lentamente a la mesa y se sentó, agarró una lámina y la miró atentamente, fijándose en todos los detalles, la dejó y agarró otra, las fue mirando una a una sin perderse detalle. Finalmente, levantó la vista mirando a su hija.
-Lucía, tienes un don para esto, sabía que serías muy buena en arquitectura, felicidades, vas a sacar un diez en este trabajo.- A Lucía se le dibujaba una sonrisa enorme en la cara.
-¿Seguro papá? No creo que sea para tanto, el lunes lo tengo que presentar, lo he querido acabar antes del fin de semana para poder trabajar en el bar tranquila.
-Ya me dirás la nota cuando salga, esto es muy bueno, es un trabajo de diez, ya te lo digo yo.
Lucía seguía sonriendo, se sentía orgullosa de haber impresionado a su padre.
-Preparo la comida y almorzamos antes de que te vayas al trabajo ¿Vale?- Preguntaba animado Pablo.
-Vale.- Contestaba su hija.
-Y así, me explicas los detalles de la casa esa tan extraordinaria que has proyectado.
-No es para tanto, no seas exagerado.
-Soy tu padre, tengo que exagerar todo lo que mi hija hace bien, va con la condición de padre.
Lucía reía mientras guardaba las láminas en su habitación. Pablo entró en la cocina, abrió la nevera mirando que podía hacer para comer con su hija, estaba contento, últimamente estaban cambiando mucho las cosas con Lucía, ayudarla con el trabajo los acercó un poco más.
Sonó el teléfono, lo sacó de su bolsillo, vio que era Armando, el jefe de obras, su mejor amigo.
-Escúchame Pablo, sin excusas, todavía tengo media botella de brandy, la que dejamos la última vez que viniste a comer a casa, te esperamos hoy, para comer y bebernos la otra mitad de la botella ¿Qué te parece?
-Pues me parece… que voy a comer con mi hija y después ya veremos, eso me parece.
-¡Ep! Si vas a comer con Lucía estás perdonado, pero te espero después, no me falles.
-Vendré a hacer el café con vosotros ¿Te parece bien?
-Genial, ahora se lo digo a Higinia.
Pablo ya había colgado, no quería demorarse en preparar la comida para él y su hija.
Armando entró en la cocina, se sentó en una mesita que tenían, miraba con curiosidad el culo de su mujer Higinia, ella trabajaba con algo de comida encima de la encimera.
-¿Has hablado con él?- Le preguntaba Higinia distraída.
-Sí, vendrá a tomar café, hoy come con Lucía.
-Me alegro, eso quiere decir que las cosas van mejor entre ellos.
Armando se había levantado y se acercaba por la espalda a su mujer.
-¿Dónde dices que esta Isa hoy?- Le preguntaba a su mujer.
-Se ha ido temprano con Manolo, querían ir a visitar no sé qué coño de pueblo. Estarán todo el fin de semana fuera.
-Eso es lo que quería saber.
Se había colocado justo detrás de Higinia, le pasó las manos por delante y le agarró las dos tetas estrujándosela, se juntó a ella por detrás, apretándole el culo con la polla tiesa dentro del pantalón.
-Así tendré tiempo de hacerle a mi mujer algunas cositas.
Higinia, al sentir las manos de su marido en sus pechos, y la polla dura apretándole el culo, dejó lo que estaba haciendo, apoyó las manos en la encimera y miró el techo suspirando.
-¡Armando! Que te conozco cuando te pones así…
-Te voy a comer el coño por todos lados, después las tetas, y para acabar el culo…
-Armando por favor, que me pones muy cachonda cuando me dices esas guarradas…
-Luego te voy a follar aquí mismo, en la cocina, no voy a parar hasta reventarte.
Higinia no aguantó más, como la ponía de cachonda aquel hombre cuando le hablaba así. Se giró y le buscó los labios metiéndole la lengua dentro de la boca. Su marido le subía el vestido a la vez que le acariciaba los muslos, le agarró el coño por encima de las bragas con toda la mano, ella gimió de la impresión. Armando se arrodilló en el suelo, metió la cabeza debajo del vestido, le agarró las bragas y se las bajó de un tirón quitándoselas. Higinia separaba los pies, mirando al techo cerrando los ojos, dio un grito de gusto, cuando notó la lengua de su marido hurgándole en el coño. Él lamió, chupó, succionó, el tiempo que le dio la gana, hasta que notó por los gemidos de su mujer que la tenía muy caliente. La giró, ella apoyó de nuevo las manos en la encimera, la cara la tenía desencajada, del gusto que le había proporcionado su marido en el chichi, volvió a gritar, ahora Armando, le estaba lamiendo el agujero del culo, se lo abría agarrándolo por las nalgas, y le chupaba el agujero como si no hubiera un mañana. Ella pensaba que ya estaba bien que lo hiciera, tal como estaba Armando, seguro que en algún momento se la iba a meter por el culo, a él le encantaba y ella nunca se negó, claro que también era verdad que tenía la suerte que le gustaba, alguna vez se había corrido y todo mientras él le empalaba el culo.
Armando la volvió a girar, le deshizo un lazo que sujetaba el vestido en un lado abriéndoselo, se puso de pie, le subió el sujetador y se tiró a comerle las tetas literalmente, Higinia le acariciaba la cabeza.
-Que bien lo haces y como me pones cariño, sigue, sigue…
Le decía ella, cuando un grito que le salió de la boca le hizo parar de hablar, Armando se había sacado la polla y mientras le comía las tetas, se la apuntó en el coño y la penetró de un golpe. Higinia se abrazó a él, levantó una pierna para que se la pudiera meter más profundamente, él la follaba y le besaba los labios con pasión, ella cada vez más excitada.
Le puso las manos en la cintura, le sacó la polla del coño y de un pequeño empujón la subió encima de la mesa estirándola de espaldas, le levantó las piernas apoyando una en cada uno de sus hombros, volvió a agarrarse la polla, estiró de ella para colocarle el culo en el borde de la mesa, le apuntó la polla en la entrada de la vagina y sin más demora la empaló hasta la bola, o hasta los huevos, mejor dicho. Higinia pegó un grito enorme y empezó a correrse, Armando la penetraba sin contemplaciones, veía como a su mujer se le ponían los ojos en blanco, como se agarraba con las manos a los bordes de la mesa, con tanta fuerza que parecía que iba a arrancar el trozo de madera. Él seguía dándole, penetrándola, empotrándola contra aquella mesita, hasta que Higinia soltó otro grito, tensó todo el cuerpo y se empezó a mear de gusto. Eso era lo que él estaba esperando, por eso no dejó de machacarle el coño a pollazos, mientras veía como su mujer se corría.
-Que animal estás hecho Armando…- Le decía Higinia saliéndole un hilillo de voz.
Él no dijo nada, la incorporó bajándola de la mesa, la arrodilló en el suelo, ella abrió la boca, sabía de sobras lo que quería su marido. Armando se agarró la polla y le metió la mitad dentro de la boca, ella la rodeó con una de sus manos, mientras la pajeaba la succionaba con la boca, Armando gimió y gruñó, intentaba separarse un poco, para bajar la intensidad del gusto que le estaba dando su mujer, ella lo giró apoyándole el culo en el mueble de la cocina, así no se podría separar, pensó, aumentó la intensidad de la paja y las succiones, la boca se movía de adelante atrás, metiéndose el máximo de polla en la boca, Armando cerraba los ojos intentando no correrse.
-Espera, espera, quiero hacer otra cosa.- Gritó Armando para no correrse allí mismo en la cara de su mujer.
Higinia ya sabía que era y se levantó, Armando la giró apoyándole las tetas encima de la mesa, el culo de Higinia quedó preparado. Su marido le levantó el vestido dejándoselo en la espalda, se escupió en una mano y se la pasó por el agujero del culo lubricándolo, ella apretó los labios y se agarró de nuevo a los bordes de la mesa, fue notando como su marido, con paciencia, fue probando una y otra vez, apretándole el culito con la punta de la polla, poco a poco el agujerito se fue abriendo, hasta que consiguió meterle el capullo. Ella apretó las manos agarrando la mesa y gritó un poco de la impresión, Armando sabía que aquello era buena señal, fue introduciendo la polla lentamente hasta tocar el culo con su pubis, después le separó las nalgas y con un poco más de fuerza se la acabó de clavar.
Higinia, sabía que si había llegado hasta allí sin dolerle le iba a gustar, despacio Armando se la sacó hasta la punta y lentamente la volvió a meter hasta que no pudo más. Higinia gimió, él la volvió a sacar metiéndola de nuevo, lo fue repitiendo unas cuantas veces, cada vez la metía un poco más rápido. Su mujer cada vez gemía más fuerte, hasta que acabó follándole el culo a buen ritmo, le estrujaba las nalgas mientras la sodomizaba, ella gritaba levantando la cabeza. Armando la separó un poco de la mesa, ella bajó una mano y se frotó el coño, él aceleró el ritmo y ella se metió dos dedos dentro, los sacó de golpe, gritando, a la vez que se meaba de gusto de nuevo, otra corrida enorme, que le hacía temblar el cuerpo y poner los ojos en blanco. Ella se relajó, él seguía machacándole el culo, quería correrse. De pronto se apartó, sacándole la polla de golpe, Higinia con rapidez se arrodilló en el suelo, le agarró la polla y la pajeó fuerte, apuntándose a la cara con la boca abierta, a Armando se le salían los ojos de las cuencas, como le gustaba aquella situación, gimió, gruñó, grito y se corrió en la cara de su mujer, ella se apuntaba a la boca, de esa manera algún disparo se le estampaba en la cara y otros le entraban en la boca directamente. Cuando Armando paró de correrse, su mujer se tragó el semen que tenía en la boca y se levantó, se abrazaron con amor, había sido el mejor polvo en meses, los dos lo sabían y estaban contentos.
-Chico, que cosas, con lo gordito que estás y la mala forma física que tienes, hay que ver como follas cabrito.
Los dos se partían de risa, metiéndose juntos en la ducha. Cuando volvieron a la cocina, Higinia se encontró sus bragas en el suelo, las recogió.
-Toma, tíralas a lavar, mientras voy a limpiar esto y a calentar la comida, que se está haciendo tarde.
Armando le agarraba las bragas de la mano, se las puso en la nariz oliéndolas.
-Me parece que me estoy poniendo caliente otra vez nena.
-¿Quieres dejar de hacer el guarro y ayudarme con esto hombre? No sé qué te pasa hoy.
Armando desaparecía con las bragas en la mano riendo.
No habían acabado de comer que Pablo estaba llamando a la puerta, le abrió Armando, entró, abrazó a su amigo y le dio dos besos a Higinia.
-Siéntate, se nos ha hecho tarde hoy comiendo.- Se disculpaba Armando. Pablo les miraba a los ojos a los dos.
-Me parece que ya sé porque se os ha hecho tarde bellacos, que ojitos tenéis… y que cara de felicidad.
-Tu amigo, que no se le ocurre otra cosa que hacer antes de comer, pero la verdad es que ha valido la pena posponer el almuerzo.- Decía Higinia levantándose recogiendo los platos.
Armando miraba a Pablo, levantando una ceja en señal de haber triunfado. Pasaron otra buena tarde tomando café y brandy.
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