ISABEL GZ
4
“Escucho los sonidos inequívocos que me indican que ya están follando.”
Organizar la logística adecuada para conseguir unos cuernos de calidad. Esa era la meta. La experiencia con la fulana poligonera no había resultado tal y como la planeamos. De hecho, casi me causa un drama existencial: ¿podían considerarse cuernos? Se la chupa a mi marido, pero poco y mal. Cierto, se llegó a meter la polla de mi esposo. Pero flácida, por lo que aquello más que meter fue un frotar de baja intensidad. No podía considerarse que fuera todavía una cornuda completa y eso afectaba a mi libido impidiéndome fantasear correctamente. De hecho, aunque debo reconocer que algo me excité, los días siguientes apenas intenté masturbarme pensando en aquella experiencia.
La cosa cambió cuando mi cari consiguió por fin el teléfono de una escort profesional gracias a la ayuda de Teo.
—Deja que vea la tarjeta.— De dije a mi hombre mientras calentitos en la cama pensábamos en la logística fornicadora. Tengo la tarjeta entre mis manos.— Hay algo que me da vueltas la cabeza, cari.
—¿Qué?
—Mira cari, seguramente tú te lo pases muy bien pero…
—Sí Lore, cojonudamente bien, como me lo pasé con la poligonera esa.
—A ver, si sale bien, lo disfrutarás, ¿no?
—Si sale bien supongo que sí, ¿pero no es eso lo que quieres? Háblame claro porque lo de tirarme a otra ya es bastante confuso como para que andemos con segundas intenciones.
—Pues que a mí también me gustaría disfrutar.
—¿Te refieres a follar con nosotros?
—No, no, eso no, todavía al menos no, me refiero a verlo o escucharlo.
—¿Y lo del teléfono?
—Lo del teléfono, reconozcámoslo, es una puta mierda. Se escuchaba de pena. Y por culpa de tus escrúpulos de abogado remendón no quieres grabarlo en condiciones.
—Ya hemos hablado de esto, Lore, ya lo hemos hablado…
—Que sí, que sí. Pero, ¿y si estuviera allí con vosotros oculta de alguna manera?
—¿Como en el armario o detrás de las cortinas? — Alonso ya veía por dónde iban los tiros.
—Algo así.
—En los armarios no se ve un pimiento si no se prepara específicamente y lo de las cortinas sólo sale bien en las películas.
Se me iluminó el rostro.
—Ya sé, ya sé, ya sé. — Estaba loca de contenta.— ¡Debajo de la cama!¡Es perfecto!
—Mujer, tanto como perfecto perfecto no es, ¿no querías ver?
—Debajo de la cama algo se ve, pero os tendré encima ahí dándole que te pego y os escucharé y sentiré perfectamente.
La idea me puso tan caliente que metí la mano debajo del pijama de franela de Alonso para acariciar su polla. Joder, qué buena idea. Joder, que buena polla.
—Sólo hay un problemilla, pero tiene fácil solución.— Decía Alonso mientras yo zarandeaba su miembro.
—Vaya, vaya, parece ser que a mi maridito le excita pensar en ello, ¿no? Se te ha puesto dura rápidamente cabroncete, jeje.
—Para, Lore, para.
Por supuesto no iba a parar.
—Para, joder que la tengo seca y me estás haciendo daño.
—No hay problema.— Levanté la sábana lo suficiente como para ver mi mano y su cipote y con precisión de cirujano escupí en el capullo. Ahora tendría lubricación, no podía quejarse.
— Joder, oohh.— Ya sabéis que en cuanto a pajas nadie me gana.
—¿Cuál es ese problemilla, cari?.— Pregunté mientras continuaba con mis manualidades.
Alonso se concentró en la respuesta.
—Que hay que comprobar antes el hotel.
—Ya.— Me reía mientras mi mano subía y bajaba alrededor de su mástil.
—Hay que ver si las camas son apropiadas para eso.
Es verdad. Era algo que había que comprobar.
—No hay problema carí.— Le decía yo mientras seguía estimulándolo manualmente con disciplina.— Iremos a varios y lo comprobaremos, cuando lo tengamos llamamos a la fulanita.
—Para, para, Lore, que me corro.
—¿Y quién te ha dicho que no es eso lo que quiero? Córrete cuando quieras.
—Quiero follarte.
—No, cariñín. Si no queremos que tu polla vuelva a entristecerse con otra fulana es mejor que estés deseando meterla en caliente.— Aumenté el ritmo con una mano y con la otra le froté la punta del capullo con la yema de los dedos. Técnica increíble. Magia masturbatoria. Froté y froté como una lámpara mágica y por fin salió el genio en forma de corrida abundante y espesa. Otra vez el puto pijama empapado de su crema.
—Esta vez no lo lavaremos. Que Kata lo vea cuando recoja la ropa y tenga algo de lo que chismorrear con sus amigas.
—No te reconozco Lore, cada vez estás más salida.
—Sí que me reconoces, cari. Lo que pasa es que te asusto un poquito.
Alonso se durmió y yo me masturbé durante media hora sin llegar al orgasmo. Estaba cansada y no podía fantasear. No quería imaginar nada, quería verlo, quería presenciarlo, quería estar allí cuando ocurriera. El deseo de realidad dominaba mis fantasías.
—o—
Por fin había llegado el día. Nos habíamos tirado una semana visitando hoteles a la búsqueda del adecuado. En algunos directamente no había hueco debajo de la cama; en otras el hueco era demasiado pequeño. No estoy gorda y cabía sin problemas pero como sardina en lata. En cuanto Alonso se sentaba sobre la cama acababa medio aplastada. En otras había espacio pero las patas y la ropa de la cama estaban dispuestas de tal forma que quien entrara en la habitación me vería inmediatamente allí abajo.
Por fin encontramos la cama ideal en el Hotel Moncada. Limpio y confortable; la cama de matrimonio era verdaderamente doble —odio cuando unen dos camas simples— por lo que podía quedarme en el medio y no había forma de que nadie supiera que yo estaba abajo. No es que el espacio entre el suelo y la cama fuera espléndido pero no me aplastaba. Hicimos varias pruebas en las que Alonso se tendía y saltaba sobre el colchón y todo perfecto. Además el suelo estaba enmoquetado por lo que no tenía que preocuparme del frío en la espalda.
Decidido el Hotel, Alonso llamó al Smolyan para concertar la “cita” tal y como Teo le había indicado. Lo hizo en manos libres y yo seguía atenta todo el proceso. Me sorprendió que el pago fuera por adelantado y mediante paypal. No me esperaba estas modernidades en el arte del putiferio. Claro que se suponía que era putiferio fino, en algo debía diferenciarse.
Tras la llamada, Alonso desvarió con el tema de si el IVA y los impuestos en las compras online y tuve que enfadarme cariñosamente con él para que se centrara en nuestro ardid: Una hora antes del encuentro, Alonso me registraría en la habitación y daría una generosa propina al recepcionista «Sea discreto». Supongo que el chico pensaría que íbamos a hacer un trío con la escort, lo cual no dejaba de ser verdad pero no toda la verdad.
Una hora antes ya me encontraba yo en la habitación toda nerviosa. Me había puesto unos leggins negros y un top de lycra azul marino y me había calzado con mis zuecos bajos de Zara.
No paraba de mirar el móvil. En cualquier momento Alonso me haría una señal. Me movía de un lado para el otro de la habitación.
Al rato, una llamada perdida de Alonso. Había llegado el momento.
Me agacho y me deslizo bajo la gran cama de matrimonio acomodándome en el centro. Noto como el pulso y la respiración se me disparan.
Intento pensar en algo. Y pienso en mi Alonso. Ya comenzaba a notársele el deporte. Yo había sido su dura entrenadora. Esa misma semana, mientras íbamos probando hoteles también íbamos de tiendas buscando trajes modernos. Me sentía Richard Gere en Pretty Woman comprándole ropa a Julia Robert. Le hacía probar uno tras otro. Mi marido aguantó la tortura china como un campeón hasta que dí con uno que me gustaba. Uno color crema de chaqueta ajustada y pantalones estilo slim. No era su estilo, pero esa era la idea.
Insistí mucho en que no se pusiera corbata «Cari, —intentó convencerme— sin corbata me parece que voy desnudo». Pero no coló, si se sentía desnudo así se sentiría más sexi. También le hice ir a la peluquería aunque según él «todavía no necesito pelarme». No era para que se pelara sino para que lo peinaran de una determinada forma que estilizara su flequillo. Un aire casual con muchos minutos de trabajo detrás. Y lo conseguí. Me lo hubiera follado directamente cuando lo vi así vestido si no fuera porque todavía me daba más morbo que se lo follara otra. Ah, además, personalmente le había afeitado los bajos para que estuviera presentable.
Mi Alonso estaba rompedor. La que no sabía como estaba era yo, allí debajo inspirando y espirando para calmarme. «Espero no estar cagándola metiendo a Alonso en esto».
Por fin oigo cómo pasan la tarjeta por la cerradura. He tenido mucho cuidado en que no hubiera ningún indicio de mi presencia. No había movido nada ni tocado nada.
Escucho cómo se acercan. Están hablando algo. Puedo ver los zapatos negros tipo cónsul de Alonso y los tacones, también negros, estilo pumps de la escorts. Muy finos y bonitos. Tenía estilo la tipa. En el empeine de sus bonitos pies tenía un tatuaje alargado que no conseguía distinguir.
—¿De verdad que si hago eso al final pago menos impuestos?— Le preguntaba ella.
La madre que lo parió. Ya estaba con lo mismo. Supongo que se sentiría seguro con un tema que dominaba.
—Completamente.
—¿Eres inspector de Hacienda o algo así, o qué?
—Abogado. Experto en Derecho Tributario.— Dijo “Derecho Tributario” como el que dice “La polla me mide treinta metros sin empalmar”.
—Vaya, que interesante.— Dijo “Vaya, que interesante” como la que dice “No tienes que convencerme, cariño, voy a chupártela de todos modos que para eso has pagado”.
Alonso a continuación le dijo que si quería tomar algo en el minibar. Nila —que así se llamaba la ricura de muchacha— rehusó amablemente diciéndole a mi esposo que mejor empezar. Y empezaron.
Al principio vi como sus pies se juntaban estando de pie. Ella se ponía de puntillas. Se estaban besando, seguramente en plan guarro. Tras unos minutos de escuchar los leves sonidos del morreo, ella acomoda a Alonso en la cama. Ahora mi marido está sentado. Le veo los pies y entre ellos las perfectas y sensuales rodillas de Nila se incrustan protegidas por la alfombra. Supongo que una no tiene por qué dejarse las rodillas en el suelo por comerse una polla. Escucho el sonido inconfundible de una bragueta al que sigue el sonido del sobre del condón. Al parecer se lo está poniendo con la boca.
Desde el ángulo en el que me encuentro puedo ver perfectamente cómo se mueve Nila comiéndole la verga a Alonso. Escucho sonidos guturales. Es la polla de mi marido metida en la boca de esa fulana que la recorre de arriba a abajo de modo eficiente. Escucho también, clara y distintamente, la respiración de Alonso. Está gozando con la comida de rabo. Conozco sus gestos de placer y aquel trabajo con la boca le estaba gustando. Le estaba gustando mucho.
En este punto ya no me hacen falta más preliminares. Los ruidos de mi marido se me clavan en el cerebro y eso activa todos los resortes de mi cuerpo. Mis pezones se ponen duros y mi coño comienza a derretirse. Estoy caliente, ya lo creo. Muy caliente. Sonrío al comprobar que aquello me gusta, que es lo que realmente me gusta. Meto mi mano bajo los leggins y las bragas buscando mi clítoris. Pongo dos dedos sobre el capuchón y lo voy moviendo lentamente. Quiero disfrutar del momento. Mientras me estimulo el coño me meto un dedo en la boca al tiempo que veo los movimientos de rodillas de Nila mientras engullía el rabo de mi esposo. Lo estoy disfrutando.
Se interrumpe la felación. Nila se levanta y pierdo de vista los pies de mi marido que ya debe estar tendido en la cama. Lo está desnudando.
—Me gusta tu traje, es bonito.
«Gracias zorra, se lo he comprado yo para tí», pensé. Cinco horas en comprarlo y cinco minutos para desnudarlo.
Nila se sube a la cama. Alonso no se ha movido por lo que es ella la que está encima de él. El colchón comienza a moverse. Escucho los sonidos inequívocos que me indican que ya están follando. Esa puta está ya sobre mi marido cabalgándolo a ritmo constante. Follándoselo con esmero. Yo sigo frotándome, cada vez más fuerte. Me levanto la camisa de lycra y, sin desabrocharme el sostén, libero una de mis tetas para estimular mi pezón. Joder, qué bueno. Como en el grupo de música, intentaré no desafinar acompasando mi ritmo al de ellos. Cada vez su ritmo es mayor y los sonidos guturales de Alonso más raros y desconocidos para mí. Está gozando, ya lo creo que le está gustando. «Oh, oh, sí, sí» es todo lo que dice.
Oigo como le da cachetadas en el culo a Nila. Nila sigue cabalgándole la polla y ella ahora no para de decirle que la tiene grande, que la tiene muy grande. Si os dice eso una puta, chicos, no os fieis porque se lo dicen a todos. Pero esta vez a Nila no le faltaba razón. Alonso se calzaba una buena tranca y ahora ella lo disfrutaba.
Yo me sentía ya una cornuda plena, una cornuda realizada. Froto sin parar mi coño al tiempo que me pellizco la tetilla aumentando mi ritmo al compás que ellos van marcando. Cada vez más rápido y cada vez sonidos más intensos hasta que el grito inconfundible de Alonso indica que se ha corrido. Su grito de placer me atraviesa y en ese momento no puedo dejar tampoco de convulsionar de gusto debajo de aquella cama. El orgasmo me recorre toda, completamente. Me he corrido muchas veces, no he sido una frígida. Pero ese tipo de placer en el que el cuerpo y mente se funden, en el que al orgasmo del cuerpo le acompaña el orgasmo del alma es inigualable. Supe que ya no había vuelta atrás porque quería seguir probando más de este néctar. Me mordí uno de los dedos para evitar gritar.
Los movimientos cesaron. Escucho risas. Al poco los pies descalzos de Nila se posan sobre el suelo y caminan hacia el baño. Allí tira algo a la papelera. Se lava las manos y vuelve a la cama.
—Se te ve un poco tenso. —Le dijo.
Alonso farfulla algo.
—Bueno, esto es nuevo para mí. — Es lo único que le entiendo.
—Ya, bueno. No creo que sea una cosa muy difícil.
Debajo de la cama yo analizaba cada palabra. ¿Qué sería lo «nuevo» para Alonso? ¿Acostarse con una prostituta o follar de aquella manera? Si era lo primero la cosa no era exactamente así aunque habría que reconocer que ni yo hubiera admitido ese primer polvo en un juicio como folleteo decente.
Risitas y risitas. ¿De qué coño se reirán? Como Alonso se había corrido supuse que la partida se había terminado.
Al poco rato, y tras frases en voz baja que no logro descifrar, noto que la cama comienza a moverse levemente. Algo están haciendo, pero no sé el qué. Al poco escucho un frotar característico que conozco perfectamente: Nila le está masturbando. Ah, amiga, en esto yo te gano. La respiración de Alonso es normal. Desde que estamos casados nunca se ha corrido más de una vez en cada polvo. En cuanto suelta la crema se queda mustio y relajado incapaz de retomar la jodienda. Pero Nila, toda una profesional, había conseguido que su polla estuviera de nuevo en funcionamiento porque escucho otra vez el sonido del sobre del condón al rasgarse. Se lo está volviendo al poner, al parecer de nuevo con la boca porque los sonidos de Alonso han vuelto a cambiar. Noto por su respiración como crece su excitación. Seguro que su pollón ya estaba tieso y se desplazaba firme dentro de la boca de Nila.
—Ahora voy a follarte, yo.— Sentenció Alonso.
Siento movimientos en la cama que indican que Alonso ha cambiado de posición. Ahora es él el que está arriba. Nila ronronea como una gatita cuando mi marido le mete la tranca y al poco comienza la cama a moverse con el mete-saca. Una segunda follada comenzaba y lo hacía ya con una secuencia rítmica trepidante en la que mi marido había tomado la iniciativa y la metía sin descanso.
—¡Toma!¡Toma!.—Le gritaba. Debía sentir vergüenza de llamarla puta. Pero se la estaba follando como tal.
—Sí, fóllame, fóllame, más fuerte, más fuerte, así, así…— Nila no se quedaba atrás.
La cama cada vez se movía con más fuerza. Aunque habíamos comprobado su elasticidad yo creía que en alguna envestida me aplastaban contra el suelo. Los sonidos cada vez más altos y más cargados de placer. Yo con la sorpresa de comprobar cómo Alonso volvía a una segunda tanda de folleteo me había quedado un poco en shock. Pero ahora retomo el control sobre mi cuerpo. Mi coño sigue calentito y húmedo. Vuelvo a la carga con mis dedos: a frotar se ha dicho. Quiero poder correrme cuando Alonso descargue sus huevos. Me froto con frenesí mientras me vuelvo a acariciar mi pezón erecto. Me concentro en los sonidos: los gritos de apareamiento se mezclan con el chirrido de la cama y marcan el ritmo de mi masturbación. Nila seguía gritándo que la follasen. «Eso cariño. —pensaba—fóllatela bien folladita». Y Alonso aceleraba el ritmo de la penetración cada vez más rápido hasta que otro grito gutural inundó la habitación. Alonso descargaba su corrida mientras yo me frotaba y me metía uno de mis dedos en la vagina al tiempo que los otros dos del clítoris seguían con su trabajo. Aceleré mientras todavía Alonso seguía gritando de placer y me corrí de nuevo tan intensamente como la vez anterior. Me partí en dos de gusto. Quería flexionar mis piernas, gritar a los cuatro vientos de placer pero tenía que morderme el puño para no delatar mi presencia. Casi no podía respirar.
Sigo allá abajo medio mareada. Por un momento había perdido la noción del tiempo y del espacio. Oigo el ruido de la ducha. Nila ya se está duchando. Casi pego un grito al ver la cabeza de Alonso asomándose debajo de la cama. Me mira y le sonrio lanzándole un beso con la mano indicándole que todo está bien. Continuamos mirándonos fijamente, él con la cabeza bocabajo y yo allí tendida todavía con la mano en la entrepierna y retorcida por los restos de placer que todavía recorrían mis músculos.
Cuando cesa el ruido del agua, Alonso se incorpora de la cama y va ahora a bañarse. Nila ya ha acabado y se está secando con una toalla. Puedo ver sus hermosos y pies paseando desnudos sobre la moqueta. Ahora sí distingo que en cada empeine lleva una linda serpiente tatuada. Comienza a vestirse y por los sonidos, deduzco que también anda mirando el móvil. Alonso sale rápido de la ducha. Quiere salir lo antes posible para que yo también pueda hacerlo. No habíamos pagado los servicios de Nila para toda la noche, sino para un servicio de hora y media que ya se estaba alargando un poquito con la ducha. Cuando ambos estuvieron vestidos salieron de la habitación del Hotel.
Dejo pasar unos minutos para que no haya sorpresas. Alonso me estaría esperando abajo en el coche. Salgo de la cama y me recompongo los leggins y la camiseta. Casi me dejo un zueco debajo de la cama. Ya estoy lista para irme pero algo me lo impide: la cama deshecha. Me recuesto sobre ella y me tiendo boca abajo buscando los olores. Huelo a mi Alonso, el macho que hacía unos minutos montaba a esa fulana. Respiro profundamente oliendo la almohada y cada mancha que veo. Vuelvo a estar cachonda y excitadísima. Aquel escenario todavía me encendía más. Si Alonso no me estuviera esperando no hubiera dudado en restregar mi coño húmedo sobre aquellas sábanas. Me digo a mi misma que tengo que calmarme y me levanto.
Otra idea me recorre la mente y me dirijo al baño sabiendo exactamente lo que busco. Allí, en la papelera hay dos condones usados y anudados. Cojo uno y no puedo evitar olerlo. Esto lo negaré ante cualquiera pero no pude resistirme a las ganas tocarlo con la punta de la lengua. Quería sentir el sabor de aquella zorra y de mi marido mezclado con el inconfundible sabor del látex. Aquello era una guarrada pero me ponía a cien. Apenas lo rocé un poquito con la punta de la lengua y apenas siento ningún sabor. Intento desanudarlo. Lo consigo y dejo que el esperma de Alonso me caiga en la mano. He tenido muchas veces el semen de mi marido entre mis dedos. Pero nunca de aquella manera, frío, pegajoso, y extraído por otra que no era yo. Seguía excitadísima y con ganas de un tercer orgasmo. ¿Cómo era aquello posible? Mi record personal lo tenía establecido en dos veces en una Nochevieja con Alonso. Dejo estos pensamientos. Me limpio la mano con papel higiénico y salgo de allí antes de que el placer me paralice.
Camino por el hotel como si estuviera en un sueño. La excitación no me deja pensar mucho y ya no sé dónde coño estaba el ascensor así que bajo por la escalera esperando que el ejercicio baje mi calentura. Entrego la tarjeta de la habitación sin mirar al recepcionista a la cara y salgo. Noto ya el frescor de la noche mientras busco con la mirada el Audi de Alonso. Me hace señal con las luces y me dirijo corriendo para meterme en el auto como la que hubiera acabado de atracar un Banco.
Alonso ya lo tenía arrancado, por lo que salimos en dirección a nuestra casa. Tardaríamos unos quince minutos en llegar. Mi marido y yo no nos dirigimos ninguna palabra. Él concentrado en conducir y yo mareada de sentimientos de placer.
—Necesito que me folles ya. Cari, para el coche ya, no puedo más. ¡Páralo!.
Alonso gira y aparcamos debajo de unos árboles al lado de una tapia de la carretera que conducía a nuestra casa.
Nos besamos apasionadamente. Le quito el cinturón y bajo los pantalones. Quiero que me la meta ya. No aguanto ni un segundo más. Alonso intenta bajarme los malditos leggins que los tengo pegados por el sudor.
—Joder, putos leggins. Arráncamelos, joder, no aguanto más, fóllame, ¡fóllame, coño!
Alonso, en un gesto que me calienta todavía más, rompe los leggins y medio me los arranca. Quedan jirones por aquí y por allá entre mis piernas. Intento quitarme las bragas pero estoy nerviosa, se me enredan con los trozos rotos del leggins así que cuando las tengo en las rodillas abro las piernas y las rompo con toda la fuerza y calentura que tengo.
Mi marido ya se ha sacado la polla. Reclina mi asiento y lo echa para atrás. Se coloca encima y me penetra. Joder, siento un escalofrío. Esa polla hacía unos minutos habían estado metida en el coño de otra. Su culo se mueve marcando unas envestidas frenéticas. Mis piernas lo rodean y mis pies, estirados, tocan el cristal delantero del coche. Noto el olor de Nila, el mismo olor que había olfateado en el Hotel, el olor a hembra follada. Me caliento todavía más.
—Así, así, carí, asi, no te pares, no te pares. Dime cómo te la chupaba esa guarra, dime.
—Ah, oh.— Alonso no podía nada más que emitir sonidos.
Mis piernas lo abrazaban con fuerza y yo saboreaba con mi entrepierna cada una de sus envestidas. Mi marido ha acomodado ahora mejor las rodillas en el asiento y puede metérmela en el ángulo que me gusta. Ahora su enorme polla me penetra y roza mi clítoris a la vez. Yo tengo que tener las caderas un poco levantadas pero el placer lo merece. Por fin, comienza a hablar.
—La chupa mejor que tú Lore, la chupa, la chupa, joder, la chupaaa mejor que tú.
Sus palabras son poesía para mi coño. Lo tengo ya completamente licuado y no puedo evitar correrme de nuevo. Esta vez no me callo, no silencio mi placer. Grito como una loca de gusto mientras la electricidad hace de mi una piltrafa porque ya no siento mi cuerpo. Mis músculos no me responden ante las sacudidas placenteras de mi entrepierna.
Alonso sigue follándome un poquito hasta que para.
—No puedo Lore, no puedo más.
Se había corrido esa noche dos veces. No iba a exigirle una tercera. Los hombres no son supersementales.
—No te preocupes campeón, lo has hecho muy bien.— Y le dí el beso más amoroso que recuerdo.
Me excitaba mucho que aquella prostituta hubiera ordeñado los huevos de mi marido de tal forma que ya no pudiera correrse conmigo. Desde luego, ya era una cornuda y me gustaba la sensación. Os parecerá extraño pero sentía a la vez humillación y poder. ¿Era aquello normal?
Allí nos quedamos un rato hasta que nos repusimos.
—Tápate con mi chaqueta, Lore. No es plan que te vean así— Alonso me dió la chaqueta del traje que le había comprado para la ocasión.
—Es de noche, no te preocupes. Además la casa está cerca. No quiero manchar el traje.
—El traje se lava.
Y cubrió con la chaqueta mis piernas desnudas mientras arrancaba y ponía el coche en marcha.
Por fin habíamos llegado a casa y esta vez si que todo nos había salido bien. Muy bien.