JOSÉ MANUEL CIDRE
La yema de su pulgar empezaba a adormecerse mientras su corazón y sus ojos casi crepitaban fijos en la pantalla.
Soltó el móvil por un momento en la mesilla al lado de su cama, mientras respiraba hondo acariciando ya los preparativos de cada noche. El papel, el mechero, ¡Qué buen olor desprendía aquel producto!
Saboreando las caladas se dispuso a coger de nuevo el teléfono.
-¡Seis horas!
El aparato cayó al suelo mientras el chico levantó la mirada. Sentada frente a él en la densa penumbra de la esquina del cuarto, una mujer con gafas de sol y traje blanco brillante se le dirigía con semblante serio. El joven exclamó:
-¿Quién eres tú? ¿Cómo has entrado?
-Mmm. ¿Estás seguro de que quieres saber quien soy?
–¿Qué demonios! ¡A que llamo a la policía!
La mujer se irguió en su asiento y continuó. -Bien. No se si estarás preparado para saberlo, pienso que no te lo vas a creer, pero bueno. Tú lo has querido. Hizo una breve pausa.
–Traduciré la información a tu lenguaje. Me llamo Cognens, provengo de la constelación Janur. Creo que con eso debe bastarte.
-¿Eeeeehhhh? El chico miraba alternativamente a la extraña visitante y al cigarro relajante que sostenía en su mano como acusando a aquel manojo vegetal de ser el culpable de lo que le estaba sucediendo.
-Ya te dije que no te lo creerías. Remarcó la recién llegada con un ligero tono de satisfacción propio de quien se sabe en lo cierto.
-Te explicaré brevemente el motivo de mi visita. -Prosiguió. -Necesitamos información sobre vuestra especie. Serán solo unas preguntas.
-Todo esto es muy raro. Ahora mismo estás saliendo por esa puerta. El chico hizo ademán de levantarse con visible agresividad cuando se vio de golpe sentado de nuevo sin motivo aparente. El miedo le hizo enmudecer.
-Si colaboras, -replicó Cognens –todo irá bien y terminaremos pronto. Vamos a ver, iré cotejando tus respuestas con nuestras bases de datos.
Sacó del bolsillo un aparato electrónico que encendió mientras lanzaba la primera pregunta.
-¿Qué buscas en tu teléfono móvil que te hace estar seis horas al día con él?
–Yo que sé.
La visitante levantó la mirada. -Con esas respuestas vamos a tardar mucho en terminar, -y siguió- sé sincero, di simplemente lo que piensas. Como te digo, solo queremos recoger información... Repito la pregunta ¿Qué buscas ahí?
La cara de cansancio siguió acompañando al chaval. -Pues lo de todo el mundo; cosas para reírme, mensajes de los colegas, evadirme, y eso; si me han dado like a las fotos, si comentan lo que subo…
–¿Eres tú el que aparece en tus publicaciones?
–Hombre claro. -Se mostró aún más sorprendido. -¿Quién es el que sale en los selfies si no?
–Voy a cambiar un poco la pregunta. -Se inclinó ligeramente hacia el joven. -¿Eres tú, realmente, el que aparece en las publicaciones?
Un silencio rotundo se interpuso unos instantes. -Ja. ¡Que tontería de pregunta! Ya te he dicho que quien va a ser si no.
–Vale. -Cognens volvió a bajar la mirada. -Por tanto, es importante para ti lo que piensen los demás ¿Y tú que piensas de ti mismo?
El chico resopló mirando lejos como si buscase la respuesta. –Mira -dijo por fin-, no te enfades pero no sé contestar a esa pregunta. Nunca nadie me la había hecho antes.
–¿Ni siquiera tú?
–No. Ni siquiera yo. No voy por ahí preguntándome esas cosas.
–Bueno. La visitante cambió un poco de tema. –Te dedicas a meter dinero en Bethound ¿verdad?
–Si. ¿Qué pasa?
–¿Tienes alguna necesidad? ¿Comida? ¿Ropa? ¿Alimento?
-A ver. Se puso más serio. -Es para ganar dinero. No, no me falta nada de eso. Jugar, apostar, divertirme. Me ayuda a evadirme. Como todo el mundo ¿no?
–¿Eres feliz con ello?
–A ver -pensó por un momento de nuevo mirando a un lado y a otro- me lo paso bien.
–La pregunta es si eres feliz.
El joven se sentía superado. La frialdad de su interlocutora hacía que aquello pareciese un interrogatorio.
–Si. Supongo. Mira, siempre he sacado malas notas en Filosofía. Esto se lo teníais que hacer a mi colega Toni.
-La encuesta es aleatoria. Sigamos. El joven volvió a resoplar esperando el momento en que le dejase tranquilo.
–Sale aquí que visitas, lo que vosotros llamáis; páginas guarras.
El joven interrumpió. -¿Y que pasa? ¿Me vais a salir fachillas vosotros? ¿No tenemos bastante con los de aquí que tienen que venir también del espacio?
–¿Necesitas reproducirte?
–¿Quééé? Jaaaajajaja. Venga tía. Yo tengo mis necesidades como todos los hombres ¿no? Busco sexo con mujeres. Además te diré una cosa que te va a gustar y la dijeron el otro día en Educación para la Ciudadanía; «las mujeres no son incubadoras para traer niños al mundo».
–Es curioso. La visitante miraba su dispositivo.
-¿El qué es curioso?
-En este caso no me salen incubadoras.
-¿Y que te sale en tu base de datos? El tono burlón era indisimulado.
-Muñecas hinchables.
De nuevo el silencio.
-Supongo que si te pregunto si eres feliz visitando esas páginas también te sentará mal ¿verdad?
–Otra vez con la felicidad. Son necesidades fisiológicas, y me sirve para evadir los problemas.
–Ya. Cognens le miró fijamente. -Imagino que lo que te estabas fumando también es para evadirte. Ya has pronunciado tres veces la palabra.
No se pensó la respuesta. -Por supuesto.
Cognens guardó su dispositivo y empezó a levantarse. -Te voy a hacer una última pregunta pero no me hace falta que me la respondas, piénsatela si quieres; ¿No crees que gastas muchísimo tiempo y esfuerzo huyendo de tu realidad? ¿Huyendo de tu propia vida?
Me encantó esta entrevista? Debería ser requisito indispensable.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Hanna. Creo que esas preguntas vienen bien de vez en cuando, y no nos las suelen/solemos hacer.
Me gustaLe gusta a 1 persona