MOISÉS ESTÉVEZ
Disfrutaron el desayuno casi en completo silencio. Era un placer cuando
estaban juntos y disfrutaban el uno del otro por el mero hecho de la simple
compañía, feliz y placentera. Nunca supuso un problema ese silencio. Un
silencio cómplice y respetuoso.
Noelia no podía dejar de pensar en cómo le diría a su tío lo que tenía
que contarle, y cuando se dio cuenta ya habían terminado los exquisitos platos
que Mario les preparó y paseaban por la calle.
Cogidos de la mano bajaron por la Gran Vía en dirección al Reina Sofía.
No lo podían evitar, ni siquiera se soltaban cada vez que ella paraba en un
escaparate, que eran más veces de las que a Carlos le gustaría, por no decir
que la mitad de las veces tocaba entrar en la tienda, por lo que la travesía se
hizo eterna, lo que por otro lado, a ninguno de los dos le importaba. Importaba
de verdad el mero hecho de estar juntos. Donde fuese.
- Así no llegaremos nunca – dijo Carlos esbozando una sonrisa – Tienes
la misma costumbre que tu madre – Le dijo cariñosamente. Ella respondió con
otra adorable y amplia sonrisa.
Una vez salieron del museo camino al apartamento, decidieron parar en
un Seven Eleven. Comprarían algo para preparar en la diminuta cocina y
almorzarían en casa tranquilamente. Un poco de pasta, salsa al pesto, un
buen queso y una buena botella de vino.
Conversaban animadamente mientras la pasta se ponía al dente,
deleitándose con unos trozos de Camembert regados con un espléndido
Cariñena. - Me han encantado las pinturas tito Carlos. Algunas de Kandinski nunca
las había podido disfrutar tan de cerca. La verdad es que tienes suerte de vivir
en una ciudad donde la oferta cultural es tan amplia – - A mí también, y tienes razón princesita. Aquí siempre hay algo que ver
o visitar. Disfruto bastante en ese sentido. Cuando no es una exposición de
pintura, es un concierto, o un musical, o una obra de teatro, y en ese sentido no
me quejo, todo lo contrario. - Bueno creo que la pasta está en su punto ¿Terminas de poner la mesa
mientras yo la emplato? – - Vale –
Terminaron de almorzar y mientras Noelia retiraba lo que antes rebosaba
de buenos manjares, Carlos preparaba café para la sobremesa.
Sentados tranquilamente en el sofá y con los estómagos llenos, un poco
más de la cuenta, Carlos cogió el mando de la televisión a ver que clase de
programa pasaban a esa hora, sin muchas esperanzas de encontrar algún
canal que emitiera algo digno de ver. No le dio tiempo de darle el primer sorbo
a su infusión de cafeína cuando su sobrina le dijo que tenía algo importante
que decirle. - Que seria te has puesto de repente, me estás asustando –
- Es que es serio lo que te voy a contar –
- Joder, qué te ocurre –
- Estoy embarazada