KERANOS
Entonces apareció Elena, ya preparada. Se sentó a mi lado, dándome un pico rápido, quedando yo entre ella y su madre. Estaba preciosa, con el vestido que se puso para su graduación, llevando también los mismos zapatos, pelo alisado y un ligero maquillaje, aunque resaltaban mucho sus labios, de un rojo tan intenso como el vestido. Ese olor que desprendía mezclando su olor natural con el del perfume que solía usar hizo que me pusiera nervioso porque ya me empezó a encender.
J: Que hija más guapa tienes, Maribel.
M: Lo sé, hijo. Jajaja.
E: Jajajaja. Mamá, ¿te puedes creer lo que me dijo Javi ayer?
M: ¿El qué?
E: Que al ver mi foto de la playa le entraron ganas de tener una niña como esa.
Maribel se incorporó, cogiéndome con fuerza del brazo y mirándome fijamente a los ojos mientras ponía una sonrisilla en su boca, como la que puse yo y puso mi madre al oírme.
J: Elena… (dije poniéndome rojo, con una risa nerviosa)
M: Ay… Tener a una niña por aquí… Me encantaría. Pero primero os tendréis que casar, ¿no?
E: Tranquila, mamá. Solo es un comentario, no quieras ya organizarnos la vida…
M: No, pero si ya pensáis en eso, es que la cosa va encarrilada. Y ya sabes que hay que hacer bien las cosas. Primero os casáis y luego ya los hijos.
E: Bueno, ya está. (dijo al ver mi cara de incomodidad)
M: Venga, marchaos, que tenéis muchas cosas que hacer. (dijo alegremente)
Elena y yo nos levantamos, yendo hacia la puerta, pero justo cuando íbamos a salir, Maribel nos detuvo.
M: Esperad.
E: ¿Qué pasa?
M: Poneos, que os voy a echar una foto. Estáis muy guapos.
Elena y yo nos pusimos frente a la puerta, ella a mi lado mientras ambos pasábamos nuestros brazos por la cadera del otro. Yo le apreté con fuerza, atrayéndola hacia mí. Ella echó su cabeza sobre mi cuerpo y Maribel nos echó la foto, con una sonrisa enorme. Después salimos y nos montamos en el coche que estaba a pocos metros de la puerta.
Una vez nos montamos en el coche fui a encender el motor, pero Elena me paró, empezando a besarme suavemente mientras me acariciaba la cara. El beso fue cogiendo intensidad poco a poco, pasando al cuello después para que ambos pudiéramos coger algo de aire.
-Elena, cariño, que se te va a correr el maquillaje…
-Mmm… (murmuraba mientras me seguía besando el cuello)
-Va, para que acabábamos de vernos. Luego esta noche nos vamos a hinchar.
Elena se separó de mí, mirándome sonriente, dándome cuenta de que tenía el maquillaje intacto, sobre todo el de los labios. Me sorprendí porque el morreo que nos dimos fue intenso y seguía conforme lo tenía antes del beso. Supuse que era uno de esos pintalabios que no se corrían y demás. Arranqué el coche y empecé a conducir hasta la ciudad en la que se encontraba el padre de Elena. Lo bueno del plan era que Elena no se lo esperaría porque su padre cambiaba bastante de ciudad por su trabajo y por lo que hablé con él, ella no sabía dónde estaría ese día. Quedé con él en que la llevaría para que la viera y de paso comeríamos los tres juntos, como aquella vez en la que lo conocí.
Por el camino me quedé pensativo en la situación que tuvo lugar con Maribel. Si bien es verdad que estaba encantado con esa actitud, con ella tan alegre y poniéndomelo tan fácil, no podía evitar ponerme incómodo cuando se puso a hablar de cosas del futuro, que aparentemente ella quería más próximas que Elena y yo. De nuevo salió esa personalidad suya controladora y estricta, imponiendo que nos teníamos que casar para después tener hijos. Hijos, en plural. Yo entendía que era su madre, que quería lo mejor para ella y todo eso, pero, ¿no deberíamos ser nosotros los que decidiéramos todo aquello? Hablaba como si eso fuera lo impuesto y fuera a ser así. No tenía en cuenta nuestras opiniones y eso era algo que me molestaba. No por sus formas, ya estaba acostumbrado a eso, sino por esa manera de decidir por los demás sobre sus propias vidas. Quería pensar que aquello fue algo exagerado y que cuando llegara el momento ya haríamos lo que nosotros creyéramos oportuno. Elena me leyó como si fuera un libro abierto al verme así tan pensativo y callado.
-Mi amor, te veo muy callado… ¿Es por lo que ha pasado con mi madre?
-Eres muy lista.
-Bueno, no hay que ser una eminencia para darse cuenta. Sé de sobra como te pones con esos temas.
-Pues sí, es por eso.
-No le des importancia, son solo palabras. No va a ser como ella quiera.
-Eso era precisamente lo que pensaba.
-Ni caso.
-Entiendo que sea tu madre, pero…
-¿Qué pasa?
-Pues que no me hace mucha gracia que nos imponga como tenemos que hacer las cosas. No somos niños y más para ese entonces.
-Ya, si llevas razón. Pero prefiero darle la razón o no decir nada para que no me esté dando la chapa. Ya en su momento pues trataré eso con ella.
-Pues sí, creo que es lo mejor.
-¿Es por lo de casarnos?
-¿Eh?
-¿No te gusta a idea?
-¿Tú qué dices?
-Yo he preguntado primero.
-Emmm… Sí, supongo que algún día… (dijo con tono de estar poco convencido de mis palabras)
-Mientes.
Miré con cara de sorpresa a Elena por como me había respondido. La noté muy segura al decirme que mentía, cosa que no esperaba que hiciera.
-Elena, yo…
-No pasa nada, Javi. Si no quieres, puedes decirlo. No me voy a enfadar, ni poner triste ni nada.
-Pues la verdad es que es algo que no me llama la atención. De hecho, lo considero una tontería.
-¿Una tontería? ¿Te parece una tontería demostrarle a todo el mundo lo que nos queremos? (dijo de manera tranquila, sin ir a malas)
-Precisamente por eso, porque veo una tontería tener que demostrar algo que vivimos día a día. Me importa una mierda lo que opinen los demás. Yo te quiero y con que tú me querías, tengo de sobra.
-Eso es muy bonito.
-Pero…
-Pero a mí sí me gustaría. Ya sabes que soy tradicional para estas cosas.
-Bueno, no hay problema.
-¿Algo más por lo que no te guste?
-Porque me incomoda ser el centro de atención y más con tanta gente. Me agobio.
-Ah, pues eso es un problema.
-Si a ti te hace ilusión no tengo problema. Prefiero pasar un mal rato a quitarte esa ilusión.
-Jejeje. Bueno, tampoco es que sea muy urgente hablar de esto.
-No, pero ya que está el tema, pues no está de más hablarlo.
-¿Y ha habido algo más que te haya molestado?
-Mmm, no. Diría que no.
-¿Cuántos hijos te gustaría tener?
-Pues no lo sé. Ayer fue la primera vez que me paré a pensarlo, pero no sé…
-Yo tampoco me he parado mucho a pensarlo, pero… Me gustaría tener dos o tres.
-Uff…
-Jajajajaja, ¿qué pasa?
-Elena, dos o tres, como si estuviéramos comprando tomates, jajajaja.
Elena soltó una carcajada, poniendo su mano en mi cara para acariciarme. Yo se la cogí para besársela mientras ella seguía riendo.
-Entonces, ¿tantos?
-No sé. Me gustaría tener más de uno. Eso seguro.
-¿Dos nenas como tu madre?
-Me da igual que sean dos nenas, dos nenes o un nene y una nena.
-Pues parece que lo tienes más claro de lo que crees.
-Tal vez… Y tú entonces, ¿solo una nena?
-Es que no lo sé en realidad. Vi la foto ese y me gustó mucho la idea, pero no te sé decir. Todo esto es nuevo para mí. Hace unos meses no me imaginaba ni tener pareja. Imagínate tener hijos…
-Oh… Mi niño se hace mayor…
-Jajajajaja. Oye… Menos guasa.
-Bueno, ya veremos cuantos tenemos.
-Mi madre también está un poco emocionada con eso.
-¿Cómo?
-Pues que me escuchó hablar contigo y eso… Que le gustaría tener a una niña correteando por casa.
-Jejejeje.
-Que a ver si nos animamos y se la damos ya, pero le he dicho que tomas pastillas, así que… Jajaja.
-Pero Javi… (dijo poniéndose roja)
-Venga, Elena… Flipo con lo tímida que te pones, si cuando nos conocimos cualquiera te hacía una broma… Jajaja.
-Jajaja… ¿Te acuerdas?
-Pues claro que me acuerdo. Nunca se me ha olvidado esa cara tan preciosa que tienes.
-Jo… (dijo con una risita tonta)
-Para una vez que me armo de valor y le hablo a una chica en ese entonces y vaya mirada me echaste… Me acojoné.
-Jajajaja, pero es que…
-Sí, fue una tontería, pero, ¿qué esperabas? Si estábamos todo el día así.
-Laura la pobre te siguió el rollo y me cogió de la mano para irnos de allí.
-Sí, jajajaja. Siempre ibais juntas.
-Ya ves. En esa época éramos inseparables. Ahora ya como está subiendo a su ciudad cada poco pues ya apenas se viene con el grupo.
-Y Mario que estaba colado por ella…
-¿Sí?
-Joder, ¿es que no se le notaba?
-Pues no me di cuenta. Pero ahora que lo pienso, a Laura le hacía tilín.
-No jodas…
-Pues sí. Siempre que estábamos con vosotros y nos íbamos me decía que qué guapo era Mario. Así estuvo hasta que se fue a la universidad.
-Tonta de ella por no aprovechar cuando pudo.
-Parece que aprendió de eso.
-¿Por?
-¿No fue a por ti en la fiesta en la que te abriste la cabeza?
-Es verdad.
-¿Te imaginas que Laura y Mario hubieran acabado juntos?
-¿Te imaginas hacer lo que hacemos con ellos pero que en lugar de Irene fuera Laura?
-Uff… No podría.
-¿No?
-No. Qué vergüenza…
-Con Mario al final te has soltado, es lo mismo, ¿no?
-Pfff… No sé. Con Laura he vivido más cosas. No me veo así con ella.
-Aunque es verdad que todo esto empezó con Irene. Estoy seguro de que se lo dijo a Mario, aunque fuera él quien nos lo dijo directamente.
-¿Te gustaría?
-¿El qué?
-Hacer algo con Laura.
-Elena…
-No, si no pasa nada. De verdad, mi amor. Es solo curiosidad.
-Nah, estoy contigo, el rollo este que nos traemos con Irene y Mario pasa por ti. Ya te dije que yo no quería hacer nada que no te gustara. Si tú te lo pasas bien, yo me relajo y disfruto.
-Ya, ya. Pero si pudieras… Me refiero, ¿te parece atractiva?
-Pues sí, supongo. Es que no quiero contestar y hacerte daño.
-Mi amor… -dijo con voz melosa- Yo sé que solo tienes ojos para mí.
Sonreí mirando al frente y entonces Elena siguió:
-Va, responde. ¿Te gustaría hacer un trío con Laura y conmigo?
-Morbo me daría un rato. La chavala está bien.
-Que guarrillo es mi niño… (dijo con voz melosa mientras me sobaba el paquete)
-Estoy conduciendo…
-Ya, ya lo veo. Pero también veo esto y me pongo un poquito caliente.
-Uff…
-Te gustaría reventarla como me revientas a mí, ¿eh? Ella tiene más experiencia que yo. Hemos hablado de vez en cuando. No es una guarra, ni mucho menos, pero ha sido más como tú en ese aspecto. Ha tenido sus novios, pero también sus rolletes. Me acuerdo cuando salíamos que siempre me decía que si no me depilaba el chichi. Con 15 años que teníamos… Pues yo iba con mi matojito, pero ella lo tenía depiladito. No sabía si follaba ya en aquel entonces, pero por algún detalle me imaginaba que sí. Yo no me empecé a depilar hasta que empecé a salir con Alejandro. A él le gustaba depiladito. Apuesto a que Laura aún lo lleva depilado, no creo que se lo deje. Decía que le daba asco tener pelo ahí.
-Ejem…
-¿Sabes? Su coño era muy parecido al mío. Pequeñito y con sus labios rositas.
Me quedé callado, mirando al frente mientras conducía.
-Es que una vez la pillé sin querer y bueno… El chico se asustó y se fue y la vi despatarrada. Fue el verano antes de entrar a la universidad. Se enfadó un poco conmigo por joderle el polvo, pero fue un accidente, así que no pasó nada. Vaya cara tenía… Parecía que la estaba matando.
-Elena.
-¿Sí? (preguntó mirándome)
-¿Por qué me cuentas esto?
-Eh… Pues no sé. ¿Pasa algo?
-No, no. Pero me parece un poco raro que me hables de estas cosas. No sé… Como tú eres y que son cosas muy íntimas, a Laura no le haría gracia…
-No pasa nada, mi amor. Contigo es con quién más confianza tengo. ¿Qué pasa? ¿Te has puesto cachondillo? (dijo de nuevo con voz melosa mientras pasaba su mano por mi paquete)
-Hombre, pues…
-Uff, Javi… Como estás… Menos mal que esta noche tu niña te va a aliviar… Aunque tengo ganas de hacerte una mamadita ahora mismo…
-No, ahora no. ¿Qué te pasa hoy? Jajaja.
-Tenía muchísimas ganas de que estuviéramos los dos solitos.
-Ya veo… (dije poniendo mi mano en su muslo)
El resto del viaje Elena pareció calmarse, aunque no paraba de preguntarme a dónde íbamos y qué quedaba para llegar, parecía una niña pequeña, cosa que me hacía gracia. Cuando se relajó, dejando caer su cara en su mano y cerrando y un poco los ojos me puse a pensar en toda la conversación que acabábamos de tener, siendo probablemente la más rara que había tenido con ella desde que la conocía. Empezamos hablando de planes para futuro, pero con ella muy calmada sin molestarse por nada, ni cuando le dije que no me entusiasmaba la idea de casarnos, ni cuando rehuí el tema de los hijos, viendo exagerado que ella quisiera tener varios mientras que yo decía que quería tener una niña, aunque para nada me notaba preparado para ello. Luego lo de Laura. ¿A qué venía eso? No entendía como se había ido de la lengua de esa manera de una amiga suya. Me dijo que tenía mucha confianza conmigo, pero veía exagerado que me contara esos detalles. Vale que dijera de fantasear poniendo a Laura en el lugar de Irene por eso de que Mario le gustaba a Laura y viceversa, pero de eso a describirme su coño de esa manera… No lo entendía, y más sabiendo que era algo celosa. Solo esperaba que no tuviera que ver con eso.
Finalmente llegamos a dónde estaba el padre de Elena. Aparqué y mientras ella se bajaba y me esperaba a que lo hiciera yo, le escribí a su padre. Fuimos paseando hasta el restaurante donde quedé con él, cogidos de la mano. Elena estaba extrañada de que hiciéramos tantos kilómetros para ir a comer a un sitio, pero cuando llegamos la paré para darle un beso y fue cuando su padre salió, poniéndose detrás suya, poniendo su mano en su hombro. Como era de esperar, le hizo mucha ilusión. Después de que se dieran un gran abrazo y muchos besos, me dio un apretón de manos a mí, entrando a continuación los tres al restaurante.
Mientras comíamos nos pusimos al día, contando cada uno como nos iba. Disfrutamos bastante de aquel rato hasta que su padre se tenía que marchar para ir a trabajar. Nos despedimos de él y después fuimos a dar un paseo, pero no era buena idea por el calor que hacía, por lo que volvimos al coche para regresar a casa. De camino a mi ciudad, Elena no paraba de darme las gracias por haberle dado esa sorpresa. Le encantaba estar con su padre. Todo ese calentón que llevaba en la ida, pareció diluirse en la vuelta, porque no hablamos nada especial en ese aspecto, solo buenas palabras y gestos de cariño. Entre que acabamos tarde de comer y el viaje de vuelta, llegamos bien entrada la tarde. Primero pasamos por casa de Elena porque dijo que se le había olvidado coger una cosa, así que paramos allí, entrando ambos, con Elena muy alegre y eufórica. Cuando entramos fuimos al salón, donde nos encontramos a Maribel y Noelia.
M: ¿Qué pasa, niños?
E: Ay mamá, que contenta estoy…
M: Ya me ha contado Javier antes de que os fuerais. Me alegro de que estés tan contenta.
E: ¿Te molesta?
M: ¿Cómo me va a molestar que estés contenta, hija?
E: No me refiero a eso mamá, me refiero a…
M: Ah, no. Eres libre de hacer lo que quieras. Si eso es lo que quieres, pues adelante. Ya sabes lo que yo pienso.
E: Pero…
M: Elena… -dijo levantándose y yendo hacia ella para darle un abrazo- Que no pasa nada. Sé que le quieres. No me puedo enfadar porque quieras a tu padre. ¿Qué clase de madre sería?
Elena sonrió, devolviéndole el abrazo con mucha fuerza. Sin embargo, puede ver la cara de Maribel al estar ambas de perfil. Tenía una expresión triste, bajando la mirada al suelo.
E: Noelia. -dijo separándose de su madre- Papá te manda muchos besos y quiere que sepas que te quiere mucho.
Noelia dirigió su mirada a su hermana, de forma vacía, sin parecer ella. Durante toda la conversación Noelia estaba distante, mirando la televisión hasta que su hermana le habló. No dijo nada, levantándose para ir a su habitación y cerrar la puerta de manera normal.
E: ¿Qué le pasa, mamá?
M: Lo de su amiga. Estoy preocupada, no quiero verla así. Es muy joven para estar de esa manera.
E: Ya. A mí también me da pena.
M: No sé qué hacer, Elena.
J: No te preocupes. Ya verás como se le pasa en cuanto entre a la universidad. Ahí va a conocer a mucha gente nueva.
M: Ya. ¿Y mientras tanto?
J: Pues…
E: Mamá, le queda poco más de un mes. No es para tanto.
M: Lleváosla algún día para que se distraiga, anda…
E: Eh… Vale, luego la sacamos por ahí.
M: Gracias, hija.
E: Mamá, papá también me ha dicho que te dé un beso de su parte.
Maribel se quedó callada sin saber qué decir. Estaba seria, mirando a varias partes, haciéndose un momento bastante incómodo. Elena esperaba su respuesta, pero no la hubo. Maribel se fue a su habitación, dejándonos a Elena y a mí solos en el salón. Ella puso un gesto triste, mirando hacia abajo, pero no dejé que fuera a más, cogiéndola de la barbilla para levantarle cara y darle un beso. Al despegarnos la sonrisa volvió a su cara, diciéndome bajito que me quería y dándome un abrazo. Después fue a su habitación y regresó en seguida, yéndonos de su casa para volver a montarnos en el coche e ir a mí ciudad. Por el camino, Irene llamó a Elena preguntándole si se podían pasar por su casa. No teníamos ningún problema en ello, por lo que fui hasta allí. Por el camino me paré a pensar en que querría, pareciéndome extraño porque sabía que teníamos un plan y demás, pero tampoco le di mucha importancia porque Irene y yo habíamos arreglado nuestro problema bastante bien. Cuando llegamos llamamos a la puerta, nos abrió Irene, haciéndonos pasar al salón y diciéndonos lo guapos que estábamos.
I: ¿Cómo va el día?
E: Muy bien. Javi me ha llevado a ver a mi padre y hemos comido con él.
I: Anda… Como te cuida tu chico, ¿eh?
E: Mucho. Me encanta las sorpresas que me da.
M: Y ahora seguiréis, ¿no? (dijo con tono picarón)
E: Uff… Esta noche… -dijo pinchándome en la barriga con su dedo- Vamos a romper una cama… Jijijiji.
I: Esa es mi chica.
M: Uff, Elena…
E: ¿Qué pasa? Jajaja.
M: Nada, que te veo, así como te pones aun conociéndote y me pongo tontorrón.
E: Mmm… Irene, dale lo suyo a tu chico, que se pone malito nada más hablando… Jajajaja.
I: Está deseando que se lo demos entre las dos, jajaja.
E: Mmm… Bueno, ya veremos.
Puse cara de sorprendido, aunque la de Irene y Mario fue mayor.
M: Elena, no me hagas ilusionarme…
E: No, no me gusta mentir.
I: ¿Entonces…?
E: He dicho que ya veremos.
M: Pfff…
E: Mario… -dijo levantándose del sofá y yendo hacia él, sentándose en su regazo y pasando su brazo por sus hombros, empezando a hablar con voz melosa- ¿Qué te gustaría hacerme?
Irene me miró con los ojos muy abiertos, devolviéndole yo la misma mirada, encogiéndome ligeramente de hombros. Mario me miró a mí para ver como reaccionaba. Al verme que no reaccionaba negativamente, sino todo lo contrario, más llevado por la curiosidad que por otra cosa, continuó:
M: Pues te haría todo lo que tú quisieras, tú mandas aquí. (dijo acariciando el desnudo muslo de Elena, aunque sin llegar a subir mucho)
E: ¿Me dejarías ser tu ama?
M: Si es lo que quieres, sí.
E: ¿Te gustaría que te hiciera lo que te hace Irene?
M: Mucho…
Irene se acercó a ellos, mirándolos atentamente. Se la veía con ganas de querer tocar y participar en eso, pero se reprimía para no romper el momento.
E: Jejeje. -rio acariciando la cara de Mario- Mejor me levanto, que ya estoy notando algo más duro de la cuenta.
Elena se levantó y vino a sentarse junto a mí, cruzando las piernas con aire. Por la cara que la otra pareja puso, estaba seguro de que se pudieron ver las braguitas, además de por la risa que soltó Elena.
J: Eh… Bueno, ¿qué queríais?
I: ¿Eh? Ah… Pues queríamos darle a Elena un regalito que no le pudimos dar en la playa.
E: Ah… ¿De qué se trata?
I: Pues voy a por él.
Irene se levantó, yendo a por el regalo de Elena, volviendo enseguida mientras Mario estaba visiblemente nervioso, seguramente por lo que acaba de pasar. Elena sonreía mirando al suelo mientras acariciaba mi mano, que estaba sobre su rodilla.
Irene volvió y le dio el regalo a Elena. Era una caja del tamaño aproximado de un cartón de leche, envuelta en un papel de regalo negro, aparentemente suave al tacto, rematado con un lazo rojo de un color muy vivo. Irene volvió a sentarse con Mario. Elena abrió el regalo y vimos de qué se trataba. Era un dildo negro de silicona. Elena soltó una risa mirando a Irene.
I: Hemos buscado uno que fuera parecido a la de Javi y ese ha sido el más similar. De grosor creo que es igual, pero de tamaño tal vez sea algo menor.
E: Pero, ¿por qué me regaláis esto? Si yo con él no tengo queja.
I: Elena, es para cuando no puedas estar con él, para darte placer a ti misma. Y para otra cosa…
E: ¿El qué?
I: Como sabemos que te entra todo lo de Javi por todos lados, hemos pensado que podéis aprovechar para jugar con él mientras lo hacéis. Mario y yo lo hacemos. Como él no puede follarme el culo pues mientras me folla el coño usamos uno más pequeño para hacer una doble penetración. Elena, es brutal. Me corro como una loca cuando lo hacemos así.
E: Ah… -dijo poniéndose algo roja- Algo así hemos probado.
I: Ah, ¿sí?
J: Sí, pero fue con el vibrador que tenemos, ya sabéis cual.
I: ¿Y qué tal?
E: Muy bien. Fue muy intenso.
I: Pues esta noche lo probáis y luego me contáis, jajajaja.
En ese momento llamaron a Irene al móvil y cuando lo vio se le cambió la cara. Se puso seria y miró a Mario. Después se fue para poder hablar sin que la oyéramos, quedándonos nosotros con Mario para seguir hablando, dándonos algunos consejos para usarlo. Irene volvió casi de manera inmediata, mirando a Mario. Estaba visiblemente nerviosa y no se sentó, diciéndonos que nos teníamos que ir, pero justo llamaron a la puerta. Irene se puso más nerviosa aún y Mario pareció entender que pasaba porque se levantó como si hubiera sido impulsado por un muelle. Irene nos cogió de la mano y los llevo a la cocina.
E: Irene, ¿qué pasa? Estás rarísima.
I: Nada, nada. ¿Qué va a pasar…? Jejeje. (dijo riendo de manera nerviosa)
J: Entonces, ¿Por qué nos traes a aquí?
I: Para abrirlo y que lo veáis mejor. (dijo cogiendo un cuchillo para abrir la caja y sacar el dildo)
Elena me miraba un poco extrañada mientras Irene se peleaba con la caja del juguete. Al final logró abrirlo y se lo dio a Elena. A ella le gustó el tacto, haciéndoselo saber.
I: Ya verás Elena, te vas a correr que no veas.
J: Irene, ¿qué pasa?
I: Nada, joder.
J: Venga coño, que no somos tontos.
I: Esperad.
Irene salió de la cocina, cerrando la puerta. Elena y yo nos quedamos en silencio mirándonos con gesto de estar extrañados. Ella cogió el dildo y lo guardó en una bolsa muy discreta que venía junto a él. Después lo guardó en su bolso. Yo la miraba con una sonrisilla y ella me devolvió la mirada.
-Esta noche…
-Quiero que me folles como nunca lo has hecho, que me la metas por todos lados…
-Claro, mi vida. ¿Quieres que probemos a hacerlo como ha dicho Irene?
-Uff… Con el vibrador fue muy intenso y no tiene nada que ver de tamaño, pero sí. Me muero de ganas.
Le di un beso a Elena que recibió de buena gana, metiendo su lengua mucho en mi boca. Enseguida volvió Irene, un poco acelerada.
I: Chicos, lo siento, pero es que estamos ocupados.
J: Ah… Pues haberlo dicho Irene. No hay problema, ya nos vamos.
Elena y yo salimos de la cocina, con Irene detrás. Por el camino pude oír alguna risita, dándome cuenta de lo que estaba pasando y más al no ver a Mario por el salón. Irene se despidió de nosotros, estando aún algo nerviosa. Nos dio un abrazo y un beso en la mejilla a cada uno y nos fuimos. Elena y yo dimos un paseo, yendo por la sombra, ya pudiendo estar en la calle al estar atardeciendo. Íbamos cogidos de la mano con nuestros dedos entrelazados, pero callados hasta que Elena sacó el tema de conversación que evidentemente esperaba después de lo ocurrido en casa de nuestros amigos.
-Qué raro, ¿no?
-Un poco.
-¿Crees que se avergüenzan de nosotros?
-¿Cómo?
-No sé, es muy raro lo que acaba de pasar.
-No sé por qué piensas así, Elena. Simplemente han quedado con una chica y se han puesto nerviosos porque estábamos ahí.
-Pero si ya sabemos que hacen sus cosas, ¿a qué viene ponerse así?
-No lo sé.
-Me parece raro que digan de ir a su casa y pase esto. ¿Por qué nos llaman si esperaban a alguien?
-No tengo ni idea, pero tampoco te pongas así, ya lo hablaremos con ellos.
-Ya, ya. Parece mentira que con lo lanzados que son se pongan así…
-Oye, ¿y eso que ha pasado con Mario? Jajajaja.
-Pues… Jajajaja.
-Elena, estoy flipando contigo hoy. Estás desatadísima, jajaja.
-No es para tanto, ¿no?
-Tía… Primero lo de Laura y ahora eso con Mario. Nunca habías hecho eso así.
-¿Te parece mal?
-Elena. -dije parándome de andar y girándola hacía a mí- Me ha dado mucho morbo verte así con él.
-¿Sí? (dijo sonrojándose)
-Me pone mucho verte así de juguetona. ¿No has visto como estaba Mario? Te devoraba con los ojos. Y bueno… Irene también.
-Jejejeje.
-Es que estás muy buena y con esa carita que tienes… Eres guapísima. Es normal que te miren así.
-Javi… (dijo mirándome con ojitos)
No pude aguantar darle un buen beso sin importarme que nos vieran por la calle. Fue muy lento e intenso, aunque empezó a coger intensidad, por lo que la paré, ahora sí por vergüenza. Elena se rio cuando me separé de ella y yo le acaricié la cara.
-Elena, ¿iba en serio lo de que ya verías que hacer?
-No sé, Javi…
-¿El qué no sabes?
-Siento que si hago algo con él sería como estar engañándote y…
-Pero, ¿por qué piensas eso? ¿Piensas que yo te estoy engañando cuando Irene me ha tocado?
-No. No, no, no.
-¿Entonces?
-Es que no es lo mismo. Ella te ha tocado porque yo se lo he permitido. Estamos hablando de que… -dijo mirando a ambos lados para asegurarse de que no había nadie cerca y seguir hablando bajito- Mario me folle…
-Elena, te pusiste muy tensa cuando te enteraste de que te tocó.
-Pfff… Es que…
-Elena, quiero que seas clara conmigo. No entiendo que dejes a Irene que me toque o que yo la toque a ella y tú no quieras…
-Está bien.
Elena me agarró de la mano para sentarnos en un banco de un parque que teníamos cerca. Íbamos en silencio hasta que ella encontró un lugar que creyó conveniente, algo apartado y a la sombra.
-Javi, la razón por la que no quiero hacer nada con Mario es…
-Tranquila. Si no quieres contármelo aún, no lo hagas. No quiero que te sientas incómoda.
-No, ya está. La razón es que yo he vivido unos cuernos y no me quiero arriesgar a que tú te sientas así. Javi, te quiero con todo mi corazón y por nada del mundo quiero pases por lo que he tenido que pasar yo. Se me rompe el corazón con solo pensar en que te puedo hacer daño.
-Pero Elena…
-Es que no puedo. Javi, me da algo si te veo mal.
-Tranquila, mi vida.
Cogí las manos de Elena para besárselas y que se tranquilizara. Después de unos minutos en silencio y viéndola ya más calmada, le dije:
-Elena, si no quieres hacer nada, no lo hagas, no pasa nada. Pero te quiero dejar claro que yo no me he sentido así cuando has hecho eso que acabas de hacer, ni cuando él te tocó. Todo lo contrario. Me dio mucho morbo. Yo nos veo como unos amigos que se lo pasan bien, sin más. Sé diferenciar sentimientos de juegos como los que hacemos y estoy muy seguro de que no me importaría nada si pasa algo más.
-Gracias, pero no sé. Déjame pensarlo.
-No tienes que pensar nada. Si no quieres, no se hace y punto.
-No sé. Déjame darle una vuelta, mi amor.
-Vale, pero no quiero que te pongas mal, ¿eh?
-No, no. No te preocupes. Hoy es un día genial y estoy muy contenta.
-¿Tú no sientes que te estoy engañando cuando Irene y yo nos hemos tocado?
-No ha sido para tanto.
-Elena, me ha pajeado, yo le he pajeado a ella. Me he corrido en su cara, se ha tragado mi corrida…
-Jajajajaja, vale, sí que han sido cosas.
-Jajaja.
-Pues no. No siento eso.
-¿Ves? ¿Por qué habría de sentirlo yo? Si ya me conoces y sabes que me he acostado con varias chicas sin ningún compromiso.
-Vale, vale.
-Ay…
Aprovechamos estar solos para empezar a besarnos bastante. Elena reía entre beso y beso y cogía mi mano para ponerla en su muslo. Pese a esa conversación, más seria de la cuenta, Elena no parecía venirse abajo. Seguía disfrutando del día que estábamos pasando. Mientras nos besábamos estuve pensando en como sentía las cosas y como se preocupaba de nuestra relación. Qué sensible era. Me pensé en si contarle finalmente lo que pasó con Bea. No quería estropear ese día tan bueno a pesar de que Elena cambió el gesto un poco cuando regresamos a su casa y durante esa última conversación, pero tenía que hacerlo. Necesitaba quitarme ese peso de encima. Ella se entregaba totalmente mientras que yo no lo hacía tanto. Bastante culpable me sentía ocultando lo de Noelia como para ocultarle algo más, aunque fuera una tontería, pensando que lo de Bea era algo serio.
Seguimos con un paseo hasta que ya se hizo de noche y fuimos a un restaurante. El día iba tan bien que fuimos al mejor de la ciudad. Elena no quería que nos gastáramos tanto dinero, pero estaba de tan buen humor al verla así que yo me empeñé y acabamos allí. Fue un rato fantástico. A ella le encantó el sitio. La comida y el trato era excelente, por algo era el mejor sitio para ir a cenar y tener esa compañía lo hacía aún mejor. Elena y yo no parábamos de conversar de muchas cosas haciendo que el tiempo se nos pasara volando. Cuando acabamos de cenar salimos del restaurante dando un paseo cogidos de nuevo de la mano. Hacía una noche fantástica, corriendo algo de aire, haciendo que se estuviera muy a gusto en la calle. Paseamos y paseamos, entrando a algunos parques que teníamos de camino al hotel, parando cada poco para besarnos con Elena con unos ojos brillantes y una sonrisa permanente en la boca.
Finalmente llegamos al hotel, entrando por recepción. Mientras el recepcionista me daba la llave, vi como Elena se quedaba mirando a las escaleras tan grandes que había, enmoquetadas de un terciopelo rojo muy intenso, con una barandilla de madera sobre cristal, rematada con un rodapié de oro. En cuanto me dio la llave, le pedí que nos echara una foto. Elena puso una sonrisa enorme en su boca y nos echamos la foto. Después nos dirigimos al ascensor para subir hasta la habitación. Elena no pudo aguantar y tiró de mí para darme un buen beso que duró hasta que se abrieron las puertas del ascensor, coincidiendo con una pareja, aparentemente mayor que nosotros. Elena se puso más roja que su vestido mientras yo reía. La otra pareja también rio y la mujer me guiñó un ojo, con una sonrisilla picarona. Elena y yo salimos a la vez del ascensor, aunque yo dirigía mi mirada a la otra mujer. Me pareció extraño que me mirara así de esa manera yendo en pareja, él de traje y ella con un vestido de noche. Tenía pinta de que iban a una fiesta importante para ir vestidos así. Elena tiró de mi mano para ir a la habitación y la abrí. Ella entró primero con los brazos abiertos y se tumbó en la cama, rebotando sus piernas hacia arriba, casi enseñándome sus braguitas. Sonriente a rabiar dio un suspiro y de inmediato se levantó para ir hacia la ventana y correr las cortinas para abrirlas. Se quedó pegada a ella, poniendo sus brazos en jarra, moviendo su cabeza para ver todo lo que se podía ver desde allí. Yo me acerqué hacia ella, quedando poco más de un metro a sus espaldas. Al ver mi reflejo, se dio la vuelta, con esa sonrisa permanente.
-Cuidado, cariño. No te acerques mucho, a ver si te vas a marear o algo.
-Tranquila. -dije riéndome ligeramente- Está bajo control.
-Es una pena que no puedas asomarte. Es tan bonito.
-No me importa, tú eres más bonita. Con verte a ti tengo de sobra.
-Mi amor…
A Elena se le saltaron las lágrimas. Yo no podía evitar sentirme muy vulnerable al verla así, aunque fuera por alegría, me derretía verla así. Elena me abrazó con mucha fuerza, dándome después un beso.
-Ay, Javi… Qué cosas me dices… (dijo retirándose las lágrimas con los dedos)
-La verdad, mi vida.
-Javi… No han pasado tantos meses, pero siento que no puedo vivir sin ti. Eres muy importante para mí. Has sido un apoyo enorme y me has dado unos momentos inolvidables. Nunca me he sentido así de bien con nadie más. Te quiero como no he querido a nadie en mi vida. ¿Crees que estoy loca?
-¿Loca? No. Creo que estás enamorada. El único loco aquí soy yo. Estoy loco por ti y por no haberte invitado a salir en cuanto nos conocimos. Qué tonto fui… Haberme perdido tantos años sin estar a tu lado y dejar que ese idiota te la jugara así… Ojalá haber tenido los cojones necesarios en su día para haberte dicho lo guapa que me parecías.
Elena me miró con ojillos, haciendo pucheros hasta que no pudo más y rompió a llorar como una niña pequeña. Yo la abrazaba con fuerza para consolarla, sentándome en un sillón que había y poniéndola encima de mí, acurrucándose ella. Poco a poco se fue tranquilizando mientras yo le acariciaba su cuerpo con mucha suavidad y le daba pequeños besitos en la frente y en los labios.
-Javi…
-Dime.
-Quiero pasar el resto de mi vida contigo.