ALBERTO MORENO
Lorena, la ardilla del jardín de la señora Murray se encaramo de un gran salto a la segunda rama mas alta del magnifico arce.
El arbol coronaba la pequeña colina del rectángulo verde de su parcela.
La casa estaba en el noroeste de Londres, justo al lado del prestigioso barrio de Hampstead.
Desde alli, Lorena divisaba, el otro jardín de mister Harris, el cartero jubilado
que vivía solo y que desayunaba todas las mañanas en su porche de madera .
Mister Harris tenia otro árbol muy apreciado por Lorena.
Era un nogal que en aquella época del año ofrecia sus ramas cargadas de nueces maduras y sabrosas.
En la casa del cartero buscaba su alimento y en la casa de la señora Murray dormía en un nido escondido en la maraña de arbustos pequeños que crecían junto a la valla que separaba ambas casas. El arce era su columpio donde trepaba, bajaba y volvia a subir, a veces con una nuez entre las uñas de sus patas anteriores.
Estas, eran como las manos de Lorena.
Habia comenzado la lluvia hacia unos momentos, cuando se encaramo de un salto al arce.
Un golpe como un trallazo impresionante, no previsto, resonó en la quietud de la mañana..Lorena se encogió de miedo, la nuez resbalo de sus uñas al suelo del jardín.
A la par y en el mismo instante, la rama contigua , salto hecha añicos. Las astillas cayeron al
suelo del jardín. Alli abajo, junto al tronco del árbol un agujero enorme, humeaba.
El rayo de la tormenta había caído a dos palmos de Lorena, su pelo aparecia ligeramente
chamuscado. Luego, la lluvia arrecio y sus gotas gruesas, enormes, taladraban el aire del am-
biente.
Lorena corrió a refugiarse a su madriguera.
Profundamente asustada permaneció en su escondite dos días sin atreverse a salir al jardín.
La señora Murray había recogido en el césped las astillas de la rama rota y había rellenado
con tierra el profundo agujero que había hecho el rayo justo al lado del tronco del arce.
Todo había vuelto a la normalidad.
Lorena asomo primero su hocico con calculada atención a través de la puerta de su madriguera. Oteo el aire, ni movimientos ni sonidos.
Se atrevió a salir al jardín. Con paso quedo, fue acercándose a su árbol. Cuando llego
miro detenidamente el tronco antes de trepar por el.
Al alzar la mirada hacia la copa del árbol, se quedo boquiabierta, ¡¡No podía ser, dijo para si.
Miro mas fijamente, no había lugar a dudas, allí arriba en su rama preferida había otra ardilla, mas grande, con el pelo mas grisaceo, como correspondía a las ardillas mayores.
Quien será?; No vivía ninguna ardilla en los alrededores y como había llegado hasta allí?
¿Quién eres, como te llamas?, le pregunto Lorena.
¡Soy Marta, vengo de un país lejano, he hecho un largo viaje, busco un nuevo hogar!.
¿Eres una ardilla emigrante?, ¡Si!, contesto Marta y añadió:¿Podria quedarme contigo unos días mientras encuentro un árbol donde vivir? .
¡Si!, contesto Lorena. ¡Despues, vamos a tu país, y me enseñas los arboles donde vivias y jugabas!.
Las dos ardillas congeniaron y rápidamente se hicieron amigas,
Lorena le enseño todos los rincones de su jardín y una tarde se fueron de paseo a recorrer los arboles de la zona.
A Marta, la nueva ardilla, le encanto el jardín del cartero jubilado mister Harris, lo inspecciono detenidamente y acordó con Lorena instalarse allí.
Asi vivirían cerca la una de la otra, serian amigas y vecinas y compartirían las nueces del nogal del señor Harris.
Eligio una rama para hacer su madriguera, como era una experta, en menos de dos días, con hojas secas , palitos y ramas construyo un confortable refugio. Lo doto con una ventana y un orificio a forma de puerta.
Las dos ardillas, todas las tardes merendaban las nueces que habían recogido durante el dia.
-¿Cuándo vamos a tu país?, inquirio Lorena una mañana que el sol radiante y la suave temperatura invitaba a la aventura.
¡Nos podemos ir ahora!, contesto Marta, ¿Nos llevamos dos nueces para el camino!.
Dicho y hecho. Se pusieron en marcha a los pocos segundos.
Lorena cogio su bolso trenzado de ramas de mimbre, dentro coloco las nueces y otras pequeñas pertenencias. No sabia cuanto podría durar el viaje
¿Debo echar el pasaporte?, inquirio Lorena.
¡No es necesario!¡Entraremos en mi país trepando y saltando por los arboles!.
El principio del viaje no ofrecia a Lorena grandes novedades, pero cuando habían transcurrido tres horas, todo empezó a resultarle nuevo. Iban saltando de árbol en árbol y cuando estos estaban alejados, echaban pie a tierra y caminaban. Siempre por los campos. Evitaban las casas y los caminos de las personas. Marta conducia y dirigía el viaje.
Finalmente, cuando cruzaron un puente sobre un rio que traía un agua azul, limpia que transportaba
flores y hojas en su superficie , Marta volvió el rostro hacia Lorena y dijo: ¡Estamos llegando!.
El paisaje había cambiado, los arboles eran desconocidos para Lorena. Sus ramas tenían unas frutas que nunca habia visto y las hojas eran enormes. Eran guineos con grandes racimos de platanos.
¡Estan muy ricos, cuando maduran, todavía faltan algunas semanas!.
Poco después Marta diviso su árbol, donde crecio y vivio toda su vida. Estaba cambiado, los campesinos le habían cortado casi todas las ramas, se entristecio al verlo. Habia vivido y jugado mucho tiempo en las ramas que habían cortado. A pesar de ser ya mayor, no pudo evitar dos lagrimas que le resbalaron por sus mejillas.
Lorena la consolo: ¡No te preocupes, tienes un nuevo hogar y una nueva amiga.
Marta le conto a Lorena una bonita historia.
“En aquel árbol donde vivi, tenia un amigo mono, que jugaba conmigo a saltar por las ramas. Me traía los platanos sin cascara y me llevaba a los arboles donde vivian sus hermanos. Todos los monos querían jugar conmigo, me traían avellanas, almendras y cacahuetes.
Tambien tenia otro amigo, un patito pequeño que nos miraba desde el suelo, saltar y trepar por las ramas. El patito crecio, aprendio a volar y juntos, los tres hacíamos excursiones hasta el final del bosque. Asi termino el relato de Marta.
Por la tarde, las dos ardillas decidieron volver. La primera parte del viaje lo dirigía Marta, conocía el camino y lo recordaba con los ojos cerrados.
Se hizo de noche y decidieron pasarla en un árbol gigantesco, con ramas que les protegía del viento y del frio.
A la mañana siguiente, nada mas salir el sol, continuaron el viaje de vuelta.
Cuando llegaron al rio, de aguas cristalinas y limpias, se detuvieron a beber agua. Tambien se dieron un baño y almorzaron unos cacahuetes, que Marta con sus uñas, escarvando las raíces de la planta, consiguió sacarlos y extenderlos sobre la hierba del suelo del bosque,este, era como un precioso mantel verde.
Despues de la comida, continuaron el regreso, saltando de árbol en árbol.
Cuando ya no quedaba luz solar, llegaron a la casas de la señora Murray y del señor Harris,
Se despidieron y cada una se marcho a su madriguera.
Estaban muy cansadas del viaje.
Marta soño con sus amigos el patito y el mono, toda la noche estuvo hablando con ellos y les invitaba a venirse a su nuevo hogar.
Por la mañana, cuando despertó, se dio cuenta que había sido un sueño.
Lorena, también soño con el rio y con los cacahuetes que se comieron en el bosque.
¡Le dire a Marta que busque por aquí, seguro que habrá!.
Pasaron los meses y la señora Morris y el señor Harris, al comprobar la amistad de las dos ardillas, decidieron traerle cacahuetes cada vez que iban al super.
A veces el señor Harris les invitaba a ver programas de ardillas en la tele.
Sacaba el aparato a su porche y allí las dos ardillas, comiendo cacahuetes pasaban toda la tarde viendo a sus hermanas en la pantalla.
Hacia dos años del dia que cayo el rayo. ¡No hay mal que por bien no venga!.
Las dos ardillas se habían convertido en unas inseparables amigas
-FIN-