ECONOMISTA

27

Al día siguiente Claudia fue a trabajar con otro ánimo a la Consejería, había sido una semana tranquila, donde solo habían hecho un viaje para comer en un pequeño pueblo. Basilio estaba muy cohibido delante de Claudia y desde el encuentro que habían tenido en el hostal era como que había cambiado las tornas entre ellos.

Ahora Claudia se sentía poderosa delante de él y no le dio la más mínima opción a organizar la agenda de la semana. Era ella la que parecía la jefa y Basilio decía a todo que sí como un perrito faldero y sumiso. El resto de funcionarios de la Consejería estaba muy extrañado ante el comportamiento tan raro de Basilio, ya no se movía por el edifico con esa soltura y prepotencia que le caracterizaba.

A media mañana Claudia recibió una llamada telefónica de Mariola.

―Hola, acuérdate que esta tarde tenemos partido…

―Sí, no se me había olvidado, tranquila ―dijo Claudia.

―Al final, ¿qué vamos a hacer el sábado?, ¿hablaste algo con tu marido?

―Este sábado salimos tú y yo… solas…

―Mmmmm, estupendo… ¿y para el que viene quedamos con David?

―De momento esta tarde hablamos lo de este finde, a ver dónde vamos a cenar y qué hacemos… y ya veremos qué hacemos el fin de semana que viene…

―Prepárate para una noche salvaje… quiero que salgamos a tope, déjate de gilipolleces de líneas rojas ni esas mierdas…

―Jajajaja, ya veremos, esta tarde nos vemos que tengo trabajo, adiós guapa…

―Un beso, Claudia.

Cuando colgó se quedó pensando en Mariola, las últimas veces que había salido con ella había terminado teniendo unas buenas sesiones de sexo, o bien entre ellas o bien con algún tío que se habían encontrado. Le esperaba una noche de sábado bastante intensa. Cualquier cosa podía pasar cuando salía de fiesta con Mariola.

Estaba cansada del día anterior, había sido una sesión de sexo demasiado intensa la que había tenido con su marido, con una doble penetración inesperada, pero que le había proporcionado un orgasmo mágico. Cuando iba a volver a sus tareas decidió que no tenía ganas de seguir trabajando, había hecho demasiadas horas de más desde que habían empezado la campaña electoral.

Apagó el ordenador y se puso la cazadora de cuero que tenía sobre la silla. Todos se quedaron mirando como esa rubia bajita y en vaqueros se dirigía decidida al despacho de Basilio. Apenas eran las doce de la mañana. Tocó con los nudillos en la puerta antes de entrar.

―Toc toc, ¿se puede?

―Dime, Claudia.

―Me voy a ir ya, tengo todo el trabajo hecho y quiero hacer algún recado, mañana nos vemos y ya perfilamos la agenda de la semana que viene.

―Ehhhh, sí claro, sin problemas, tenemos que ponernos las pilas que ya quedan poco más de tres semanas para las elecciones.

―Hasta mañana…

Antes de ir a casa se pasó por el colegio de sus hijas, los jueves sobre la una solía estar Germán en el despacho del AMPA por si iba algún padre. Claudia era la presidenta, pero desde que había empezado la campaña había delegado casi todas las tareas en el pobre Germán. Cuando Claudia entró en el despacho él se sorprendió bastante de verla allí. A ella le gustaba lo educado y trabajador que era Germán y se sintió muy decepcionada cuando todos los intentos que había tenido de jugar con él habían quedado en nada.

Se sentó a su lado y estuvieron repasando varios asuntos de la asociación, Claudia intentó provocarle un poco, le apoyó la mano en el muslo como solía hacer con Don Pedro y Germán se puso muy tenso, demasiado, iba escribiendo cosas en el ordenador y Claudia asentía como si le prestara atención, pero en realidad estaba jugando otra vez con él. Al final Germán retiró la silla hacia atrás y se puso de pie, excusándose con rapidez.

―Tengo que irme un momento antes de que salgan los niños del cole, ¿te importa terminar a ti esto?

―No, sin problemas.

Y como alma que lleva el diablo salió del despacho del AMPA. Claudia se recostó en la silla y no pudo evitar reírse, Germán era un buen hombre y padre de familia, al contrario que su jefe, que se merecía una buena lección por todo lo que le había hecho pasar. “Mañana se va a enterar”, se dijo Claudia para sí misma.

Por la tarde quedó para jugar un partido con su amiga Mariola, cuando terminaron y mientras estaban estirando un poco, a pie de pista, pasó María, la monitora que le daba las clases a Claudia, iba con un carro de pelotas y se dirigía a la pista de al lado.

―Hola, Claudia, mañana te veo en clase, ¿no?

―Sí, sí, mañana nos vemos.

―Perfecto.

Mariola le pegó un repaso de arriba a abajo a esa tremenda rubia, llevaba unas mallas que le hacían unas piernas y un culo espectacular.

―¡Qué hija de puta! ―susurró entre dientes, con un volumen justo para que Claudia pudiera escucharla.

―¿Vamos a tomar algo? ―le dijo Claudia.

―No puedo, hoy tengo un poco de prisa… me voy ya a la ducha….

―Espera, que voy contigo…

Mientras se desnudaban estuvieron haciendo planes para la salida del sábado. De momento, Claudia no quiso contarle nada del encuentro que había tenido con Basilio el viernes anterior en el hostal. Ya tendría tiempo de relatarle lo sucedido el sábado cuando llevaran un par de copas encima. Claudia se tapó con la toalla, pero Mariola se fue andando sin ropa hasta la zona de las duchas, exhibiendo su culo para que su amiga se lo viera bien.

―¡Qué ganas tengo de que llegue el sábado! ¡Ni te imaginas cómo me tienes! ―dijo Mariola colgando la toalla en la puerta de su ducha y mostrándole su depilado coño a Claudia.

―Anda, entra ya a ducharte…

―¿Está buena, eh? ―le preguntó Mariola apoyándose en la puerta de Claudia.

―¿Quién?

―La chica esa que te da clases, María, joder, no sé qué me pasa últimamente con las tías, yo creo que me estoy cambiando de acera, jajajaja.

―Pues puede ser, jajaja.

―¡¡Es que vaya cuerpazo que tiene!! ¿Te imaginas como debe ser en la cama?

―Jajajaja, pues no, no lo había pensado…

―Pues yo sí, no te digo más que el otro día hasta soñé con ella, ¿tú crees que será lesbiana?

―Creo que no, me parece que tiene novio…

―¡Qué pena, si no lo mismo le hubiera tirado la caña a ver qué pasaba!

―Jajajajaja…

―Aunque bueno, tú también estás casada, la esperanza es lo último que se pierde…

―Venga, vete a duchar, ¿no tenías prisa?

―¿Qué pasa? ¿Te pone nerviosa verme así desnuda?, a mí me encanta verte así en la ducha, me pones demasiado cerda, ufffff…

―¡Que te vayas ya a duchar, jajajaja!

―Te vas a enterar tú el sábado ―dijo Mariola girándose para que Claudia viera su cuerpo―. Voy a hacer que me comas el culo durante horas ―le susurró pasándose la lengua por los labios.

Luego Claudia la empujó hacia fuera cerrando la puerta de su ducha.

El viernes por la mañana Claudia llegó puntual al trabajo, como siempre. A primera hora de la mañana tenía reunión con Basilio para planificar la agenda de la semana que viene. Luego ya vendría la campaña electoral y ahí ya no dependían tanto de ellos, sino que tendrían que asistir a los actos que les mandaran desde la cúpula del partido.

Sobre las nueve llegó Basilio a su despacho y en cuanto Claudia le vio se fue hacia allí, cerró la puerta, sacó el ordenador portátil y una pequeña carpeta. Se sentó al lado de Basilio, sorprendiéndole bastante, pues siempre se solía poner enfrente de él y cruzó las piernas de forma descarada.

Llevaba una falda hasta las rodillas de color negra, pero con una buena abertura en el centro que hacía que se le vieran las piernas, además se había puesto unas botas altas, que sabía que eran una de las debilidades de su jefe. Antes de entrar en su despacho se desabrochó un botón de la camisa azul a cuadros, para que se le viera un poquito el sujetador cuando él se asomara a su escote.

Ese cruce de piernas hizo que Basilio dejara de hablar de repente, se quedó unos segundos en silencio y luego volvió a retomar la conversación. Al final decidieron asistir a tres comidas durante la semana y poco más.

―Ha sido una reunión rápida, ya tenemos todo preparado para la semana que viene ―dijo Claudia poniendo una mano disimuladamente en el muslo de Basilio mientras este escribía en un folio.

Enseguida pudo notar la reacción de él, poniéndose en guardia como había hecho Germán el día anterior. Basilio no sabía cómo interpretar lo que estaba pasando allí y siguió escribiendo a la vez que Claudia miraba lo que ponía en el papel.

―Eso es, y el jueves a las doce y cuarto salimos… tenemos comida a las dos, ya me encargo yo de llamar a Modou y quedar con él los tres días de la semana….

Claudia sonrió y le quitó la mano del muslo.

―Pues ya está todo, ¿no? ―dijo volviendo a cruzar las piernas delante de su jefe.

―Eh, sí, sí… ―contestó Basilio poniéndose rojo de vergüenza y mirando hacia abajo sin poderlo remediar.

―¿Le gustan?, son de piel, me las he puesto muy poco…

―¿Perdona? ―dijo Basilio.

―Sí, las botas, le preguntaba qué si le gustan, son bonitas, ¿verdad? ―le provocó Claudia moviendo la pierna delante de él.

―Sí, claro, se nota que son buenas…

―A mí me encantan, ¡son comodísimas! ―dijo Claudia subiéndose y bajándose dos veces la cremallera delante de sus narices.

Ese sonido que hizo, acompañado por el gesto de Claudia le volvió loco a Basilio que no pudo evitar tener una erección instantánea. No podía dejar de mirar las botas y los muslos de Claudia. La falda parecía que cada vez se abría más delante de sus narices.

―¡Son muy bonitas!

―¡Y se ajustan como un guante!, pruebe cómo desliza y mire cómo encaja el pie a la perfección…

Basilio se quedó sorprendido, no entendía nada de lo que estaba pasando, Claudia sentada frente a él, con las piernas cruzadas y la falda abierta, le estaba pidiendo que le bajara la cremallera de sus botas. La erección que tenía iba a reventar sus pantalones.

―Pruebe, para que vea que no le miento…

―No, da igual… me lo creo…

―¿De verdad que no quiere?

―No, es que… es que aquí…

Claudia no dejaba de provocarle, bajando y subiendo constantemente la cremallera de las botas y Basilio hipnotizado no podía dejar de mirar ese movimiento.

―¡Mmmmmm, son divinas! ―dijo Claudia cerrando los ojos y mordiéndose los labios.

Entonces Basilio ya no pudo resistirlo más y estiró la mano, agarrando el metal de la hebilla y tirando lo más despacio posible de la cremallera hacia abajo. Poco a poco se fue descubriendo el gemelo de Claudia y notó como su jefe estaba disfrutando de aquello, casi más, que si estuvieran echando un polvo.

Cuando terminó todo el recorrido hacia abajo Basilio retomó el camino de vuelta subiendo la cremallera casi a cámara lenta.

―¡¡Son perfectas!! ―dijo Basilio ensimismado―. ¿Puedo repetir?

―Claro, hágalo otra vez… no se quede con las ganas ―dijo Claudia apoyando una pierna sobre su muslo y casi abriéndose de piernas delante de él.

Con la mirada perdida debajo de su falda Basilio fue tirando otra vez de la cremallera hacia abajo y una vez que lo hizo acaricio a Claudia por la parte de atrás del gemelo.

―¡Huelen a cuero que es una gozada! ―dijo Claudia en una clara invitación.

Basilio apoyó la mano en la parte de abajo y tiró con suavidad para sacar la bota del pie de Claudia. Una vez que la tuvo en sus manos se quedó mirando el pie de ella, cubierto tan solo por una fina media y después la bota que tenía sujeta. Pasó los dedos por el lateral, comprobando el tacto que tenía y la polla le palpitaba ya directamente bajo el pantalón.

―Sí, se nota que es cuero bueno ―dijo con voz temblorosa.

―Se nota más en el olor que tienen ―le retó Claudia sabiendo que él estaba deseando hacerlo.

Se acercó despacio la bota a su cara, disfrutando sin prisas de ese momento, había olvidado por completo que estaba en su despacho de la Consejería. Ahora todo su mundo estaba en ese objeto que tenía en la mano. Pegó la bota a su nariz y aspiró con fuerza, haciendo que el olor a cuero se le metiera hasta lo más profundo de su cerebro.

―¿Qué le parece?

Pero Basilio no contestó, volviendo a aspirar, esta vez con los ojos cerrados concentrando todos sus sentidos en ese olor. Abrió la cremallera y metió la cara directamente por dentro, donde Claudia había tenido su pie. Eso todavía le excitó más.

―Puede chuparla si quiere ―le dijo Claudia con voz de zorra.

Esta vez, Basilio ni se lo pensó y comenzó a recorrer la bota pasando su lengua por el cuero negro, hasta que llegó al tacón, entonces hizo algo que Claudia no se esperaba y fue meterse el fino tacón en la boca y chuparlo hasta el fondo un par de veces.

Claudia estiró el pie y se lo puso en el paquete. Basilio volvió a temblar y ella movió el pie frotándose contra su polla con cuatro o cinco sacudidas hasta que su jefe estalló en una ridícula corrida sin dejar de chupar el tacón, mientras se miraban fijamente a los ojos.

Casi tuvo que arrancarle la bota de las manos, Basilio parecía en trance y Claudia con toda la tranquilidad del mundo se la puso. Salió del despacho dejando al pobre Basilio con los pantalones mojados y una buena corrida empapando su calzón. Luego desde su silla, orgullosa y sonriente, estuvo atenta para ver cuando Basilio salía de su despacho para ir a limpiarse a los baños.

Le iba a ser difícil taparse semejante mancha en los pantalones cuando pasara delante del resto de trabajadores de la Consejería.

28

Había sido un juego muy divertido lo que había pasado con Basilio en el trabajo, sin embargo, Claudia no había podido evitar excitarse mientras le provocaba. Cuando se echó la siesta después de comer estaba realmente cachonda, y lo peor es que posiblemente, en unas horas iba a tener un nuevo encuentro con Lucas en el oscuro callejón del polígono después de la clase de pádel. Mojaba instantáneamente las braguitas en cuanto pensaba montarse en su coche.

Durante la tarde estuvo un rato jugando con sus hijas y el cornudo de su marido, al que no le contó nada de lo que había pasado por la mañana. Mientras preparaba la bolsa de pádel cada vez estaba más nerviosa y excitada. Se despidió de su marido y las niñas y bajó al garaje.

Esta vez no tenía ninguna duda de lo que iba a hacer.

Diez minutos antes de la clase llegó al club, había un sitio justo detrás del coche de Lucas y aparcó allí. Era solo ver ese Clio azul y el corazón se le aceleraba a toda velocidad. Estaba tan nerviosa que como no se relajara no iba a dar pie con bola durante la clase, así que antes se tuvo que pasar por la cafetería para tomarse una infusión de valeriana.

Fue hasta la pista donde ya estaban las otras tres mujeres y puntual llegó María. Se quedó mirando el cuerpo de su profesora, ahora por culpa de Mariola iba a empezar a tener pensamientos poco apropiados con aquella escultural rubia, se dijo a sí misma en cuanto la vio aparecer con esa falda tan corta.

Claudia también se había puesto un conjuntito de pádel muy atractivo de color morado, con una falda que apenas cubría su culo, más o menos como la que llevaba la monitora. No tenía ni que agacharse para que se la viera el culotte que llevaba debajo.

A mitad de clase Claudia se dio cuenta de que estaba siendo observada. Después de dos voleas, al volver a la fila vio a Lucas casi pegado al cristal mirándola descaradamente desde fuera. El chico no hizo nada, ni tan siquiera un pequeño saludo con la mano, pero estuvo casi veinte minutos allí, lo que hizo que Claudia se pusiera muy nerviosa.

Al terminar Lucas ya no estaba, pero Claudia sabía que el chico ya debía estar esperando fuera. Tranquilamente se metió en el vestuario para darse una ducha antes de salir. No tardó en aparecer María que había terminado su jornada laboral.

―Ha estado muy bien… ―le dijo Claudia.

―Gracias, la verdad es que estoy muy contenta con vosotras, sois muy competitivas las cuatro y os tomáis muy en serio los entrenamientos.

―Estamos liberando la energía de toda la semana trabajando.

―Jajajaja, sí, puede ser…

Primero entró Claudia en la ducha, bajo el agua caliente no hacía más que pensar en Lucas y en que estaría fuera esperando a que saliera. No tenía prisa, quería recrearse en la sensación del agua bañando su cuerpo, estaba disfrutando de esos momentos previos a la morbosa experiencia que estaba a punto de tener. Aunque no hacía falta, se masturbó unos segundos, acariciándose los pechos y el coño para excitarse más y le dio mucho morbo escuchar cómo se abría la ducha de al lado pensando en que María estaba desnuda a medio metro de ella.

Al salir se puso un conjunto, con unas mallas deportivas de color negro, pero sin ropa interior debajo y un sujetador deportivo de la misma marca. Se cepilló el pelo mojado unos segundos y cuando ya estaba recogiendo las cosas para meterlas dentro de la bolsa salió María totalmente desnuda.

Se puso a su lado y comenzó a echarse crema hidratante por todo el cuerpo, apoyó un pie en el banco, flexionando una pierna y Claudia no pudo evitar mirar a su monitora. Tenía un precioso coñito con un vello rubio muy bien cuidado, entonces María la miró de repente sorprendiéndola y Claudia se puso roja apartando inmediatamente la vista.

Con toda naturalidad del mundo María se puso crema por todos lados, sus pequeñas tetas, sus largas piernas y se giró un poco para echarse por los glúteos que Claudia contemplaba a menos de un metro. Cuando ella se puso unas braguitas blancas Claudia recogió todo y se despidió de ella hasta el viernes que viene.

―¡Qué tengas buen fin de semana, María!

―Lo mismo digo, hasta luego.

Como había imaginado, Lucas estaba esperándola con el coche en marcha y las luces encendidas. Claudia caminó despacio con la bolsa a su espalda y abrió el maletero para meterla allí. Se subió a su coche aparentando normalidad, pero por dentro estaba que rabiaba. Le subía un calor por la entrepierna que enseguida se dio cuenta que no había sido buena idea no ponerse ropa interior.

Salió Lucas con su Clio azul y Claudia le siguió unos metros hasta que pararon en el callejón del polígono. Ella aparcó delante de él, aproximadamente a unos diez metros y se bajó para echar a andar en dirección al coche de su antiguo alumno. Sin pensárselo dos veces se montó dentro.

Su respiración ya se había acelerado y antes de cerrar la puerta miró a ambos lados por si alguien la hubiera visto. Lucas ya estaba empalmado y tenía una mirada distinta esta vez. Claudia se dio cuenta de que el chico estaba igual de cachondo que ella.

―¿Hoy también vienes solo a mirar? ―preguntó Lucas.

No le contestó, pero por sorpresa ella se inclinó hacia su asiento para comenzar a morrearse con él. El chico no se creía lo que estaba pasando, le daba mucho morbo besarse con su profesora, es lo que más le gustaba imaginar cuando se pajeaba pensando en ella. La lengua de Claudia se movía ansiosa por su boca y Lucas la cogió por el cuello para hacer más fuerza y meter también su lengua dentro de Claudia.

Bajó una mano para intentar introducírsela por el elástico de las mallas, pero Claudia no le dejó, y Lucas se tuvo que conformar con acariciar su coño por encima de la ropa. Metió un dedo entre sus labios vaginales e hizo presión, mojando sus mallas. Lucas miró hacia abajo, no se veía mucho, porque estaba oscuro, pero el coño de Claudia se marcaba a lo bestia.

Incluso notó cierta humedad entre sus dedos a través de la tela.

Claudia gemía con las caricias del chico y ansiosa bajó las manos para sacarle la polla del pantalón de deporte. Sin tiempo que perder comenzó a pajearle con rapidez y con fuerza, incluso con un poco de violencia, golpeando con el puño contra el muslo y los huevos del chico cuando terminaba el recorrido.

Lucas gimoteó pidiendo a Claudia un poco de tranquilidad, seguían besándose a la vez que se acariciaban mutuamente. Otra vez intentó meter la mano por dentro del elástico y al ver que Claudia no le dejaba subió la mano para acariciar sus tetas por encima del sujetador deportivo.

Si Claudia seguía pajeándole a esa velocidad iba a durar un suspiro.

Ella estaba desatada, incluso le besó por el cuello y le mordió una oreja jadeando en su oído. Fueron los únicos segundos que Claudia le dio de tregua. Antes de volver a comerse la boca, Lucas le suplicó.

―¡¡Pare, pare, o me voy a correr!!, ahhhhhhh, pareeeee…

Y el chico sintió la caliente lengua de Claudia moviéndose libre por su boca. Intentó revolverse en el asiento, ni tan siquiera sabía lo que estaba tocando, estaba tan pendiente de la mano de Claudia que con la mirada le volvió a pedir que parara, pero ella no lo hizo.

Le dejó tomar aire unos segundos mientras comía su cuello y le mordía el lóbulo de la oreja, sin aminorar la velocidad a la que le destrozaba la polla.

―¡¡Vamos, córrete!! ―le jadeó Claudia en el oído.

Intentó resistirse un poco más, pero le fue imposible, cuando notó que su corrida ya era inevitable e inminente buscó la boca de Claudia para volver a morrearse con ella. Después su polla empezó a soltar chorros de esperma en todas las direcciones mientras Claudia se la seguía sacudiendo de manera frenética.

¡Qué manera de hacerle una paja!

Apenas había estado cinco minutos dentro del coche de Lucas, lo suficiente para hacer que el chico se corriera. Con la mano llena de semen abrió la puerta del coche, pero Lucas le puso una mano sobre su muslo.

―¡No se vaya, por favor!, quédese un rato más…

Claudia le retiró la mano y se bajó del coche. Cuando estaba fuera se inclinó sobre el asiento y mirando la pringosa polla de Lucas le dijo con voz de zorra.

―El viernes que viene nos vemos…

29

Por la mañana se despertó muy pronto, estaba sudada y cachonda. El día anterior no se había corrido y llevaba acumulada toda esa tensión. Primero, el juego con Basilio haciendo que eyaculara dentro de los pantalones en su despacho mientras le acariciaba con el pie y por la noche, subiéndose al coche de Lucas para hacerle una paja. Pero había preferido no hacer nada, se estaba reservando para Mariola, deseaba soltarse definitivamente y follar con ella sin ningún tipo de tabú.

No le había contado nada al cornudo de su marido, que ajeno a lo que estaba pasando dormía tranquilamente a su lado. Lo primero que hizo fue reservar en un restaurante y después mandarle un mensaje de WhatsApp a Modou.

Claudia 7:45

Si te viene bien, esta noche pásame a buscar por casa sobre las 21:15. Ok?

No tardó mucho en despertarse su marido, se quedaron mirando unos segundos en silencio.

―Buenos días.

―Buenos días.

―¿Qué tal has dormido? ―le preguntó David.

―Muy bien, de maravilla… tú ya he visto que también, has estado roncando toda la noche…

David se quedó mirando detenidamente a su mujer con auténtico deseo y devoción. Seguía enamorado de Claudia como el primer día.

―¿En qué piensas? ―preguntó ella.

―Ya lo sabes… esta noche sales con Mariola, uffffff… me espera una noche larga.

―¿Vas a quedarte despierto esperándome?

―Puede ser.

―Después de cenar voy a ir a su casa.

―Ya lo sé… quiero que luego me lo cuentes todo… ¿qué tenéis pensado hacer?

―Sinceramente no lo sé, de momento vamos a cenar y luego ya veremos…

―¿Quieres que pase lo mismo que en Madrid?, conociendo a Mariola no me extrañaría, no tendríais problemas en ligaros a dos tíos, con lo buenas que estáis las dos podéis acostaros con los que queráis…

―No descarto nada ―dijo Claudia―. Aunque sabes que cuando salgo aquí no me gusta hacer nada… es una ciudad pequeñita…

―Si no ligas, te queda Mariola… ¿vas a ir a su casa?

―Eso seguro, no sé si solas o acompañadas, pero que voy a ir a su casa, eso tenlo por seguro.

Aquellas palabras le excitaron terriblemente al cornudo. Su mujer le estaba diciendo claramente que por la noche iba a follar sí o sí.

Tampoco pudieron hablar mucho más, las niñas se levantaron pronto y después de recoger un poco la casa y aprovechando que había salido una mañana soleada se prepararon unos bocadillos y se fueron de excursión a un pueblo cerquita para comer al aire libre. Sobre las siete regresaron y al llegar Claudia se metió en la ducha para empezar a prepararse.

Un poco más tarde de las nueve vino a casa el taxista senegalés a buscar a mi mujer. Se había puesto para la ocasión un vestido corto, muy ajustado, de color blanco y unas botas negras por encima de las rodillas. Yo llevaba caliente todo el día, desde que por la mañana Claudia me había asegurado que esa salida nocturna iba a terminar en casa de Mariola.

No veía la hora de acostar a las niñas y encender el ordenador. Iba a hacerme una paja de las lentas viendo fotos de mis cuñadas, esta vez solo, al ser noche de sábado no podía contar con la compañía de Toni24, que posiblemente estaría con su novia. Quería recrearme en las fotos de las dos, sobre todo en las que había hecho a Marina en la sesión de fotos, pues cada vez que les echaba un repaso terminaba derramando mi semen irremediablemente. Esa noche no quería correrme, prefería esperar a Claudia, me gustaba estar caliente y ansioso como un perro cuando ella regresaba, pero no descartaba nada, pues en cuanto empezaba a pajearme viendo las fotos de Marina me descontrolaba por completo.

Mientras las niñas cenaban en el salón viendo una película subí a la habitación y me senté en la cama, saqué la caja de nuestros juguetes y me puse a echarlos un vistazo. Habíamos aumentando considerablemente nuestra colección, ahora teníamos de todo, pollas para Claudia, arneses para mí, una peluca, un antifaz, esposas…

Me vi de pie frente al espejo e imaginé a Claudia poniéndose uno de sus arneses cuando llegara de fiesta para encularme mientras me contaba cómo otro tío se la había estado follando en casa de Mariola.

La espera se me iba a hacer muy larga.

Puntuales pasaron a recoger a Mariola por su casa y cuando bajó se montó en la parte de atrás del taxi. También había optado por unas botas altas, solo que ella las llevaba por dentro de unos leggins negros que le hacían un culazo demoledor. En la parte de arriba llevaba una especie de blusa blanca ceñida de manga larga y cuello redondo que le ayudaba a realzar sus pechos.

―Hola, guapo ―le saludó a Modou dándole un pequeño golpecito en el hombro, luego le pegó un sonoro beso a Claudia en la mejilla―. Hola, ¿estás preparada para pasarlo bien? ―dijo cogiendo su mano mientras el senegalés las llevaba al restaurante.

Se bajaron del taxi y Claudia le pagó dejándole una generosa propina, como hacía siempre.

―Luego te llamo, cuando vayamos a ir a casa…

―Sin problema, yo hasta las siete o las ocho de la mañana estaré trabajando…

―¡Madre mía!, ¡qué trabajador nos has salido!, no todo es trabajar, si te animas por la noche te invitamos a tomar algo ―le dijo Mariola.

―No, gracias, señora, no puedo y muchas gracias por la propina.

―Pero no me llames señora, por favor, que me haces mayor, ¿te parezco mayor? ―le preguntó Mariola poniéndose de medio lado en el asiento de atrás.

―Vamos, Mariola, deja de hacer el tonto… ―dijo Claudia tirando de ella―. Perdona Modou, tú a mi amiga ni caso de lo que te diga, eh…

Se conocían de sobra los mejores restaurantes de la ciudad y este era uno de ellos. Lo más peligroso de esas cenas era cuando iban juntas a los lujosos baños. Ya en la primera visita que hicieron Mariola le dejó claras sus intenciones. Se bajó los leggins y le mostró el culo a su amiga cubierto por un pequeño tanga que se perdía entre sus dos glúteos.

―¿Te apetece tocarme un poco?

―Joder, Mariola, que no son ni las once de la noche, todavía nos falta el pescado y el postre…

―Lo sé, pero ya se me está empezando a subir el vino, o eso o que he salido demasiado cachonda de casa… además, tú tampoco ayudas mucho con ese vestidito que te has puesto ―dijo metiendo las manos bajo la falda para acariciarle el culo a su amiga.

Claudia se dejó hacer unos instantes y cuando Mariola le fue a besar en la boca ella se apartó.

―Espera, no quiero que se me corra el maquillaje…

―Está bien… ya me lo pedirás más adelante ―dijo Mariola en bromas y bajándose el tanguita para empezar a mear.

Según avanzaba la cena se estuvieron poniendo un poco al día respecto a sus trabajos y cerca de los postres Claudia le comentó los avances que había tenido esa semana con Basilio.

―¡¡Serás puta!!, ¿en serio le hiciste una paja en su despacho con el pie?

―¡Shhhhhh, calla!, más bajito…

―Sí, perdona, es que me he emocionado, jajajaja.

―Jajajaja,

―Pero luego me lo tienes que contar con todo detalle… eso y lo del pueblo, jajaja y decías que no ibas a volver a follar con él…

―Y no he follado con él…

―Ah, bueno, es verdad, solo le has hecho una paja con el culo y otra con el pie, perdona.

―Jajajaja, ¡serás cabrona!

Terminaron de cenar y antes de salir del restaurante volvieron a pasarse por los baños, empezaba a ser una costumbre. En cuanto entraron al servicio, Mariola le puso a Claudia contra la pared y metió las manos bajo su falda.

―Me encanta que hagamos esto aquí, ¡ni te imaginas el morbo que me da! ―susurró Mariola.

No dejaba de sobar el culito de Claudia por debajo de su vestido blanco, al igual que ella se había puesto un tanga, aunque el de Claudia no era de triángulo como el suyo, tenía un poco más de tela. Comenzaron a besarse despacio, se palpaba en el ambiente que la noche iba a ser muy especial, las dos estaban muy excitadas y se habían reservado expresamente para la ocasión.

A Claudia también le gustaba manosear el culo de Mariola por encima de sus leggins, estuvo tentada de meter las manos por dentro, pero no tenía prisa, además tampoco quería llamar la atención estando mucho tiempo dentro del baño. Si fuera por Mariola se hubieran puesto a follar allí mismo, pues su amiga ya le había apartando el tanguita y le rozaba el coño con uno de sus dedos.

―¡Qué mojadita estás! ―dijo Mariola mordiéndose los labios antes de lanzarse contra Claudia para morrearse con ella.

―Vale, para un poco… ―dijo Claudia apartándose como pudo.

Se dio la vuelta y se bajó el tanga antes de sentarse a mear, Mariola la veía de pies negando con la cabeza.

―¡Como me gustas!, hoy me apetece que nos lo montemos en algún baño antes de ir a mi casa, ¡eso me pone mucho!

Claudia terminó de mear y se incorporó mientras se subía la ropa interior y se bajaba la faldita. Luego era el turno de Mariola que se desabrochó los leggins y de un tirón se los bajó junto con el tanga antes de plantar su culo en la taza.

―¡Mmmmmm, esas botas sin ideales!, es que me gusta todo de ti…

Cuando terminó de hacer pis se levantó y con los pantalones por los muslos se acercó a Claudia para buscar su boca otra vez. Lo que quería es que Claudia manoseara sus glúteos desnudos unos segundos y su amiga lo hizo. Le volvía loca el generoso culo de Mariola, podría haber estado horas tocándoselo, tenía un tacto perfecto, además de ser increíblemente suave.

Luego con tranquilidad, Claudia se inclinó ligeramente y agarró el taguita de Mariola por los lados para subírselo hasta dejarlo perfectamente encajado entre sus dos glúteos.

―Deberíamos salir ya…

No tardaron en llegar a uno de los bares de moda, Claudia había elegido uno que no tuviera gente muy jovencita, pues no quería encontrarse a ninguno de sus ex alumnos. Se pidieron un par de copas y luego se apartaron a un lado a hablar de sus cosas.

―Así que ha habido progresos con tu jefe… ―le dijo Mariola.

―Eso parece.

―¡Es lo que pasa por ir tan caliente como vas tú!, desde hace tiempo necesitas un buen semental, una buena polla que te folle duro…

Inevitablemente Claudia pensó en Lucas, aunque esos encuentros no se los quería contar a su amiga. Era el único secreto que tenía con ella. Y con su marido.

―¿Y piensas acostarte con él más veces?, David estará encantado…

―Pues no lo sé…

―Eso es que sí, jajajaja, ¡qué puta!

―No he dicho que sí, he dicho que no lo sé, me gusta porque ahora es como que han cambiado las tornas y soy yo la que lleva la iniciativa, tenías que haberle visto el otro día en su despacho chupando mi bota.

―¡Joder, qué fuerte!

―Y en cuanto le puse el pie ahí, jajajaja… se corrió ―dijo Claudia moviendo el pie en círculo.

―Normal, estaría cachondo el muy cerdo.

Pasaron delante de ellas dos chicas de unos veintisiete años, eran muy atractivas, una llevaba una mini falda que casi se le veía el culo y la otra marcaba unas nalgas potentes con unos vaqueros ajustados. Mariola se quedó mirando, casi hipnotizada, los cuerpos de aquellas dos chicas.

―¡Uffff, no sé qué me pasa!, pero cada vez me gustan más las tías, ahora te lo juro que ya me daría igual follar con un tío o con una de estas.

―Jajajaja, por cierto, ahora que sale el tema, ayer coincidí en el vestuario con María.

―¿La monitora?

―Sí.

―Calla, calla, esa sí que está buena, ¿y la viste desnuda?

―Sí, eso te iba a decir, se duchó conmigo, y mientras me vestía salió desnuda de la ducha y comenzó a echarse crema hidratante, ¡tenías que haberla visto!

―¿Te fijaste en ella?

―Un poco sí… ―dijo Claudia ruborizada.

―Dime cómo era… ¿le miraste el coño?

―Sí.

―¡Qué zorra!, seguro que te pusiste hasta cachonda, ¿y cómo lo llevaba?, ¿depilado?

―Jajajaja, no, lo tenía así rubio natural, con un triangulito de pelo muy bien cuidado.

―¡Uffff, qué morbo!, ¡¡me estás poniendo malísima!!, vamos a pedirnos otra… ―dijo pegando tres tragos para vaciar de golpe su copa.

Se acercaron de nuevo a la barra y por el camino las pararon un grupo de cuatro chicos, se estuvieron presentando y les dieron dos besos a cada uno, pero de momento les dieron largas, querían seguir hablando de sus cosas. Se quedaron de pie junto a la barra mientras se tomaban esa copa. Desde allí, Mariola observó a los chicos que habían intentado ligar con ellas, había un par de ellos que no estaban nada mal.

―¿Qué te han parecido esos que nos han parado? ―le preguntó a Claudia.

―Ya sabes que aquí no me gusta ligar, es una ciudad pequeña y luego me daría mucha vergüenza encontrármelos un día por la calle si voy con David y las niñas.

―Tampoco tienes que pensar en eso, solo disfrutar y ya está, hay dos que son muy monos, joder, ya me estoy poniendo cachonda de pensarlo.

―¡Cachonda hace un rato que lo estás!

―Bueno, eso también, jajajaja.

―Jajajaja.

―¿Te imaginas llevarlos a mi casa?, mi mayor fantasía es intercambiarlos y que nos follen los dos, no sé si a ti te pone eso, primero uno y luego el otro, que se vayan cambiando de habitación, ¡eso sería la hostia!

―Nunca lo había pensado hasta que te lo he escuchado a ti, la verdad. Pero, tía, ¡eso es de ser muy guarras!

―¡Y follar con otro delante de tu marido no!, ¡no te jode!…

―Ah, vale, de acuerdo, ahora nos acercamos y se lo decimos, oye ¿queréis follar con nosotras?, pero luego cuando terminemos nos intercambiamos eh, que queremos follar con los dos.

―Bien pensado, ¿se lo dices tú o se lo digo yo?, venga vamos.

―¡Que era broma! ¿Cómo les vamos a decir eso?

―Jajajaja, había pillado la ironía, eh… de todas formas, hoy estoy, uffff, ¡¡ y quiero hacer una locura de las que recordemos en un futuro!!

―Estás muy lanzada…

―Y tú quiero que estés igual, ya te dije que hoy no quiero tonterías, dime qué prefieres, ¿nos vamos solas o con dos tíos?

―Hoy prefiero que nos vayamos solas.

―¿Y si estuviéramos en otro sitio?, por ejemplo, en Madrid.

―En ese caso me daría igual, reconozco que me gustó mucho lo de la última vez en Madrid, nunca me había acostado así con un chico que acabara de conocer.

―Mmmmmmm, esos polvos con un tío desconocido son brutales, ¿verdad?

―Ya lo creo, también tuvimos suerte, con el que estuve yo era un animal.

―¡Te pones cachonda solo de pensarlo!, me parece bien tu plan, hoy nos iremos a casa tú y yo solas si es lo que quieres, la verdad es que me gusta mucho follar contigo, de hecho, si te soy sincera esta tarde he estado viendo algún video porno de sexo entre tías, he visto un par de escenas, ufffff, se hacían de todo, se chupaban, se metían dedos por todos los agujeros, se follaban con consoladores de cristal por el culo, se comían la boca, ¡¡me han puesto que ni te imaginas!!

―Si quieres luego me enseñas esos videos… ―le gimió Claudia al oído.

―Mmmmm, me encantaría verlos contigo, me gusta ver cómo follan dos tías, lo que pasa es que luego en cuanto salgo de fiesta y veo a estos chicos tan guapos, mmmmm, pienso en sus pollas y… no sé qué es lo que tienen las pollas que me ponen tanto…

―Jajajajaja.

―¿No te pasa a ti?

―Sí ―dijo Claudia ruborizándose un poco.

―Por eso te decía que hoy me gustaría hacer una locura, pero bueno me conformaré con follar contigo ―dijo Mariola bajando la mano para sobar disimuladamente el culo de Claudia―. ¿Vamos al baño un poco antes de ir a otro bar?

Claudia se quedó mirando fijamente a su amiga. Las dos tenían cara de deseo y se les había encendido las mejillas. Dejó que Mariola acariciara unos segundos más su culo, hasta que su amiga metió la mano bajo su falda.

―Vale, vamos al baño… ―le dijo Claudia.

Tuvieron que hacer cola para poder entrar lo que hizo que durante la espera todavía se pusieran más calientes. Por desgracia para ellas, había mucha gente queriendo pasar al baño y no podían estar mucho tiempo. Una vez dentro, cerraron la puerta echando el pestillo y comenzaron a besarse la boca. Mariola subió el vestido de Claudia dejándoselo enrollado en la cintura, se agachó un poco para lamerle el coño por encima del tanguita y luego se lo apartó para acariciar a su amiga con un dedo.

Claudia también le desabrochó los leggins, al menos un poco para que no estuvieran tan ajustados y pudo meter sus manos por dentro para tocarle el culo a su amiga. Durante un minuto se morrearon mientras se tocaban mutuamente. Tampoco podían estar mucho más tiempo, todavía tenían que hacer pis y la gente fuera ya se estaba impacientando.

Salieron del baño agarradas de la mano, sonriendo ante la mirada de las que esperaban. Se fijaron que en la cola estaban las dos chicas que antes habían pasado delante de ellas y ahora fue al contrario, las dos se quedaron mirando a Claudia y a Mariola. Esas dos MILF de casi 40 tacos estaban muy buenas.

Cerca de las dos de la mañana, fueron a otro bar a tomarse la última copa, no querían irse muy tarde al piso de Mariola.

―Joder, yo ya empiezo a ir un poco borracha ―dijo Mariola.

―Yo también, si quieres nos vamos ya para casa.

―No, hay que tomar otra, además hoy todavía no hemos ligado, al menos vamos a hablar con algún tío para calentarles un poco, aunque luego nos vayamos solas, ¿te parece?

―Pues no.

―Tú cállate y déjame a mí…

Una vez que pidieron se pusieron a un lado pegadas a una columna, cerca de ellas había varios grupos de chicos, aunque ninguno de la edad que quería Mariola.

―Pero, ¿dónde coño me has traído?, aquí no baja ninguno de cincuenta…

―Y yo qué sé, bueno no seas exagerada, también hay gente más joven que nosotras.

―¿Sí? ¿Dónde?

Claudia miró alrededor y efectivamente, como decía Mariola la mayoría tenía más de cincuenta años y por supuesto ellas no pasaron desapercibidas en un sitio así.

―Voy a empezar a pensar que lo que realmente te pone son estos tíos mayores ―dijo Mariola.

―Nooooo, por favor.

―A mí me gusta lo contrario, cuanto más jóvenes mejor, pero si esto es lo que te gusta a ti, follar con uno de estos, por mí perfecto, ya te he dicho que esta noche tiene que ser especial.

―Jajaja, no quiero acostarme con uno de estos.

―Pues mira, allí hay dos que no nos quitan ojo de encima ―dijo Mariola saludándoles con la copa.

―¡Qué haces! ¡estate quieta!

―Mírales, están tan acojonados que no se atreves a venir, vamos a acercarnos nosotras…

―¡Qué no!, ni se te ocurra…

―¿No quieres mandarle alguna foto al cornudo?, te imaginas que le mandas una foto con alguno de esos dos, ¿qué crees que le pasaría?, anda ven aquí ―dijo Mariola cogiendo a Claudia de la mano.

Se acercaron hasta dos hombres que había en la barra, tendrían sobre 55 años, uno era bajito, pero se conservaba muy bien, se notaba que había jugado al fútbol toda la vida, el otro era algo más mayor, con el pelo canoso, pero también estaba atlético.

―Perdón, chicos, ¿nos hacéis una foto? ―les pidió Mariola pasándoles su móvil.

―Claro, sin problemas.

Mientras se agarraban de la cintura y poniendo poses sugerentes, uno de los hombres les hizo varias fotos con flash, luego Mariola se quedó mirando el móvil a ver qué tal habían salido.

―¿Están bien? ―preguntó el bajito.

―Sí, perfectas… bueno, yo soy Mariola y esta es Claudia.

―Pues encantados de conoceros, nosotros somos Darío y Luis Ángel ―dijeron dándose dos besos entre los cuatro a modo de presentación.

Claudia no quería estar allí con esos tíos, no es que le fueran desagradables, pero tampoco tenían nada de especial. Hacía ya bastante rato que se quería ir al piso de Mariola a follar con ella. Alargar esa espera en el tiempo solo hacía que se calentara más y más y ahora estaba en ese bar de gente mayor hablando con dos hombres que no conocía de nada.

El bajito rápidamente se posicionó al lado de Claudia y el del pelo canoso, que era más alto, con Mariola. Casualmente, el que estaba hablando con Claudia también estaba casado y el otro soltero.

―¡Vaya, es una pena que estés casada!, aunque ahora mi amigo y yo somos la envidia de todo el bar ―le dijo Darío a Claudia.

―¿Por qué dices eso?

―Pues porque sois las más guapas que hay aquí con diferencia y no sé si te habrás dado cuenta, pero casi todos nos están mirando, los hombres con deseo y las mujeres con envidia hacia vosotras.

―Pues no me había fijado.

―Tu amiga es muy lanzada, ¿no?

―Sí, es la que lleva la parte de las relaciones públicas, como habrás podido comprobar.

―Jajajaja, muy buena esa, me parece a mí que es mucha leona para Luis Ángel…

No supo que contestar a ese comentario, aunque era verdad, el señor de pelo canoso no pegaba nada con Mariola, una morenaza de cuarenta que parecía que tenía veintiocho con ese cuerpazo espectacular.

―¿Y salis mucho a ligar, así juntas?

―No hemos salido a ligar…

―Entonces, cuando termines esa, ¿puedo invitarte a otra copa?

―¿Estás ligando conmigo ahora?

―Puede ser… ¿te gustaría?

―Ya te dije que estaba casada…

―No te he preguntado eso, ¿por qué os habéis acercado a nosotros?

―Sinceramente no lo sé, ha sido cosa de mi amiga.

―Pues yo sí lo sé, huelo las calientapollas a kilómetros de distancia, y no me importa, así le levanta un poco la moral a mi colega, está pasando una mala racha.

―Vaya, lo siento.

―Aunque se ve que tú no eres como ella, es una pena, si fueras también otra calientapollas no estaría siendo tan amable.

―¿Ah, no? ¿Y cómo serías?

―Mira, cariño, ya tengo 53 tacos y estoy de vuelta de todo, he salido tranquilamente con mi amigo a tomar una copa, si veo que tú también vas en ese plan habría sido más directo contigo.

―¿Más directo?

―Sí, ya me entiendes… te hubiera propuesto alguna cosa para asustarte y que salieras corriendo.

A Claudia le gustaba la sinceridad de Darío, tenía toda la razón en lo de Mariola, a parte que se le veía un tío curtido en mil batallas. Con el calentón que llevaba, aquella conversación le empezó a parecer interesante, aunque tenía que ir con cuidado, no quería que Darío pensara que ella iba del mismo palo que su amiga.

―No sé si preguntarte lo que me hubieras propuesto, creo que no quiero saberlo… ―le dijo tonteando un poco con él.

―Vaya, vaya… si no quisieras saberlo no hubieras dicho nada.

Mariola se acercó junto con el otro señor donde estaban Claudia y Darío.

―Bueno, bueno, ¿qué tal todo por aquí?, ¿nos tomamos otra copa?

―¿Qué tomas, morena?, yo os invito… ―dijo Darío con cara de resignación.

Una vez que pidieron las cuatro copas Mariola y Luis Ángel se volvieron a separar un poco y Claudia se quedó otra vez con Darío.

―¿Ves?, lo que te decía, tu amiga ya nos ha sacado una copa gratis… eso es a lo que ha venido.

Claudia se puso roja de vergüenza.

―Me gustaría haberos invitado, aunque mejor lo dejamos para otro día, me temo que esta va a ser mi última copa, ya vamos un poco pasadas… ―dijo Claudia.

―No te preocupes, lo entiendo, lo dejamos pendiente… además, no me importa con tal de ver a mi amigo así de animado y también de poder hablar contigo, uno no tiene la suerte de estar con una mujer así todas las noches.

―Gracias.

―Ese vestido blanco te queda espectacular y con esas botas, uffff, ¡¡tienes mucho estilo!!, es una pena que estés casada…

―Lo dices como si tú no lo estuvieras.

―Yo lo estoy también, pero no tendría ningún impedimento en follar contigo ―le soltó de repente.

Aquel tío estaba empezando a sorprenderla, pocos hombres había conocido que se atrevieran a hablarla de esa manera. No se le veía nada intimidado por su belleza como les pasaba a otros.

―No estás acostumbrada a que sean tan directos contigo, ¿verdad?, tienes pinta de que se asustas a los tíos, y no me extraña, ¡estás muy buena!

―Pues no, no estoy acostumbrada.

―¿Y te gusta que te hablen así?

―No mucho, me gusta la gente más… educada.

―¿No estoy siendo educado?

―Me estás pareciendo más bien grosero…

―¿Por decirte que estás muy buena y que me gustaría follar contigo?

―Te parecerá normal decirle eso a una mujer que acabas de conocer.

―Si nos hubiéramos conocido en el cumpleaños del colegio de nuestros hijos, por ejemplo, no te lo hubiera dicho, aunque lo pensara, pero aquí en un bar, con unas copas encima, con ese vestido que llevas… pues tampoco creo que esté tan fuera de contexto, y no me salgas ahora con lo del rollo feminista y tal por decirte lo del vestido, vamos, yo encantado de que lo lleves, ¡te queda como un puto guante!, además, ¿sabes una cosa?

―Dime.

―Creo que te gusta que un tío te hable así… no estás acostumbrada y eso al menos te ha llamado la atención.

―Creo que me voy a ir ya.

―Espera, no te vayas, no quería asustarte, me gustaría darte mi número de teléfono, por si algún día quieres… charlar o lo que sea, me supongo que tu marido será un tío alto, guapo y con pasta, pero por favor guarda mi número ―dijo Darío cogiendo el móvil.

Claudia se quedó pensativa unos segundos y entonces también sacó su móvil del bolso.

―Si te hace ilusión que tenga tu número…

―Apunta, seis, siete, dos, cuatro, cuatro…y un dos, llámame otro día que salgas de fiesta y me invitas tú…

―Jajajaja, si salgo otro día te llamaré, aunque no suelo… ah, por cierto, y no me has asustado.

―Pues parecía que sí, es una pena que te tengas que ir ya, parece que la calientapollas y Luis Ángel se lo están pasando bien.

―No llames así a mi amiga, no me gusta.

―¿Qué vais a hacer ahora?

―Pues supongo que irnos para casa.

―Pero si es muy pronto, ¿o me estás dando largas?

―Veo que lo has pillado…

―Entonces no te molesto más, lo he pasado muy bien contigo, Claudia.

―Gracias.

Y se fue a buscar a su amiga, a la que le dio un toque en el hombro cuando llegó a su altura.

―Nos vamos ya…

―Ohhhhh, noooo, quedaros un rato más ―protestó Luis Ángel.

―Otro día nos vemos ―le dijo Mariola―. Encantada de haberos conocido.

Antes de salir, Mariola tiró de Claudia para llevarla de nuevo a los baños. Le ponía mucho cerdear con ella allí y esta vez no tuvieron que hacer cola, eran más amplios y tenía tres reservados. Se metieron dentro y Mariola apoyó a Claudia contra la pared.

―¿Ya quieres irte a casa?

―Sí ―contestó Claudia mirando a su amiga fijamente a veinte centímetros escasos de su cara.

Metió la mano bajo su falda y acercó la lengua despacio para rozar sus labios.

―¿Qué tal con ese tío?

―Bien, ha sido muy directo, me ha dado su teléfono y me ha dicho que quería follar conmigo…

―Joder, que lanzado…

―Sí, no quería perder el tiempo ―dijo Claudia.

―¿Te gustaba?

―No…

―Pues te veía muy a gusto con el bajito, ya te he dicho que si eso es lo que te pone no tengo problemas, estoy tan cachonda que hoy me vale cualquier cosa, hasta haría lo del intercambio con ellos, ¿te imaginas follar con estos dos la misma noche?

―¡¡Joder, tía!!, buaghhh, calla calla…

―¿O prefieres follar conmigo?

―Prefiero contigo… voy a ir llamando a Modou para que venga a buscarnos, no quiero esperar más.

―Está bien, llama al negrito…

Dejó que Claudia sacara su móvil del bolso y llamó al taxista senegalés que dijo que estaría en la puerta del bar en diez minutos. Mientras hablaba con él Mariola se agachó subiendo su falda y poco a poco le fue bajando el tanguita, hasta sacárselo por completo. Hizo que se diera la vuelta y Claudia le ofreció el culo a su amiga.

Cuando Claudia se despedía de Modou Mariola ya estaba de cuclillas besando sus glúteos y mirando detenidamente su ano.

―Tienes un culo precioso, mmmmmm, ¡¡es que me encanta como te huele!! ―dijo metiendo la cara entre sus cachetes.

Claudia se quedó sujetando el móvil y con la mano libre empujó la cara de su amiga contra su culo.

―¿Quieres que te lo coma ahora? ―preguntó Mariola rozando su ano con la punta de la lengua.

―Mmmmmm…

―Joder, te tiemblan las piernas solo con pasarte la puntita… ¡¡estás más que cachonda que yo y mira que eso es difícil!!

Tiró de una nalga hacia fuera abriendo su culo y le pegó otro lametón en su pequeño agujerito. Claudia se puso de puntillas tensando las piernas.

―¡Me vuelve loca cuando lo pones así de duro!, shhhhhh, relájate un poco que no puedo meter aquí la boca…

Apoyó bien los pies en el suelo e intentó relajar los músculos sacando el culo hacia fuera, entonces sintió la caliente lengua de Mariola abriéndose paso en sus paredes intestinales, luego el dedo índice de su amiga jugó un poco a la entrada de su coño acariciándola muy despacio como si estuviera rascando el interior.

―¡Mira, puta!, estás mojando el suelo…

Cuando Claudia miró hacia abajo se encontró un chorro de flujo que efectivamente le goteaba, como un grifo mal cerrado.

―¡Es la hostia, nunca había visto nada parecido! ―dijo Mariola metiendo la cabeza debajo unos segundos hasta que el flujo de su amiga le entró hasta la garganta.

Se puso de pie frente a Claudia y abrió la boca enseñándole su propio flujo para luego cogerla de la cabeza y pasar parte de sus fluidos mientras se daban un intenso morreo. Se miraron fijamente cuando se separaron, les brillaba los labios y la barbilla y volvieron a besarse pasándose la lengua por la cara, por la nariz y por las mejillas.

Se lamían cómo dos putas perras en celo.

Mariola tenía el tanguita de Claudia en la mano y lo estiró para poner la tela entre sus dos bocas, se intentaron besar a través del tanga lo que hizo que todavía se pusieran más cachondas, si es que eso era posible. Claudia tampoco se estaba quieta, le había desabrochado el botón de los leggins a su amiga para meter las manos por dentro y apretarle el culo con ganas.

―¡Me voy a quedar con el tanga de recuerdo!, quiero que vayas hasta casa así, sin nada debajo del vestido ―gimió Mariola.

―Ufff, yo también quiero hacer lo mismo…

―Pues arráncamelo…

La tela no cedió cuando Claudia intento romper el tanguita de Mariola, lo único que hizo fue clavarle las tiras en el cuerpo al soltar la prenda, volvió a insistir con el mismo resultado, solo que lo hizo con más fuerza y al soltar le zurció el tanga contra la piel de su amiga.

―¡¡Ahhhh, puta, me has hecho daño!!…

Pero Claudia mirando a los ojos de Mariola agarró el tanga elástico estirándolo para que golpeara aún más fuerte contra sus caderas.

―Ahhhhhh, joderrrrrr… me estás poniendo mucho haciendo eso, ufffff, vamos arráncamelo…

Y Claudia se agachó mordiéndolo con los dientes desgarrándolo y tirando con sus manos. Se oyó un pequeño crujido, pero el tanga seguía sin ceder. Claudia lo tenía bien sujeto con la dentadura y mordió por donde había más tela, el triangulito de la zona del coño. Entonces sí que pudo romperlo un poco y luego metió el dedo para destrozar el tanga, pero lo que eran las tiras seguían sobre el cuerpo de Mariola.

Su amiga sacó unas tijeritas del bolso y cortó levemente uno de los laterales.

―¡¡Mmmmmmm, arráncamelo ahora!!

De un golpe seco Claudia se quedó con el tanguita de Mariola de la mano. De todas formas, ya no tenía arreglo, estaba roto por un lateral y la poca tela del centro la tenía completamente roída. Antes de salir le metió un dedo por el coño a Mariola y tiró el tanga en una esquina del reservado, dejándolo allí.

Salieron de la discoteca agarradas de la mano. Ya estaba esperando Modou en la puerta.

30

Se subieron juntas en el coche, Claudia detrás del asiento del conductor y Mariola en el medio. Llevaban los dedos entrelazados y Claudia cruzó las piernas enseñando los muslos a su amiga, que le preguntó al taxista.

―¿Y qué tal va la noche? ¿Te queda mucho?

―Bien, bien, gracias, sí, estaré hasta las siete o las ocho ―contestó Modou.

―Si te apetece subir un rato con nosotras a mi casa te invito a una Coca Cola o lo que quieras… para que descanses un poco…

―¡¡Mariola, para ya!! ―dijo Claudia pegándole un codazo.

Mariola se acercó a ella, susurrando algo en su oído, no quería que Modou la escuchara.

―No me digas que no te daría morbo que subiera con nosotras, me parece muy guapo…

―¡Ni se te ocurra!, es el que me lleva a todos los sitios, me ha costado mucho encontrar un taxista de confianza ―dijo Claudia también en bajito.

―Vamos, ¿no te daría morbo?, ¿en serio no has pensado nunca cómo tendrá la polla el negro?

―Vale ya, Mariola, te lo pido por favor… que nos va a escuchar…

―¿No te gustaría que nos follara a las dos?, a mí me pondría burrísima con lo que cachonda que estoy, imagínate chupando a la vez esa polla de chocolate, mmmmmmm… ―dijo Mariola introduciéndose un dedo en la boca como si le estuviera haciendo una mamada.

―¡Que te calles!

―Si quieres que me calle abre las piernas ―dijo bajando el brazo izquierdo para intentar meterlo entre sus piernas.

―¡Estate quieta o…!

―O qué, como no lo hagas le digo cualquier burrada al negrito, te lo juro, y sabes que lo hago, vamos, no puede vernos…

―¡Te voy a matar, puta! ―dijo Claudia cediendo al chantaje de su amiga y abriendo un poco sus piernas.

No le costó mucho a Mariola llegar hasta su coño, huérfano de ropa interior, estaba tan húmeda que Claudia pasó un mal rato pensando en que estaba mojando los asientos de cuero al pobre taxista. Y se puso peor la cosa cuando Mariola comenzó a masturbarla muy despacio, se había inclinado hacia Claudia y le metía el dedo corazón derecho por el coño mientras seguían agarradas de la otra mano.

Por suerte, Mariola fue buena y apenas estuvo unos segundos, dejando a Claudia sofocada y con ganas de más. Cuando apoyó el trasero sobre el asiento de cuero notó que ya estaba completamente empapado. Le iba a dejar un buen regalito a Modou. Sacó un pañuelo del bolso e intentó secar lo que pudo ante la sonrisa de Mariola que asistía risueña a la escena.

El resto del trayecto tuvo que poner una mano bajo su coño para no seguir mojando el asiento y se bajó en cuanto llegaron a casa de Mariola que se quedó pagando mientras le volvía a insistir al senegalés.

―¿Entonces, no subes con nosotras?, tú te lo pierdes, mira hay un sitio ahí, deja el coche diez minutos y te tomas algo…

―De verdad que no, muchas gracias, te lo agradezco.

―Tienes nuestro número de teléfono por si cambias de idea ―dijo Mariola que le dio quince euros, eso sí, antes de bajar vio el tanguita de Claudia asomando en su bolso y sin que su amiga se diera cuenta, se lo dejó caer al taxista en el asiento delantero.

―¡Disfruta este regalo, se las acabo de quitar a Claudia en el baño!

Modou no tuvo ni tiempo de reaccionar, Mariola se bajó del coche dejándole allí el tanga negro de su amiga. Y el senegalés arrancó como alma que lleva el diablo sin saber qué hacer con ese trozo de tela que tenía en el asiento de al lado. No se atrevía ni a tocarlo.

Entraron en el portal de Mariola y antes de subir en el ascensor comenzaron a besarse, Claudia se acordó de lo que había pasado con Lucas en ese portal y de repente le pareció buena idea hacer algo parecido también con su amiga. Le cogió de la mano a Mariola y la subió por las escaleras hasta el descansillo entre plantas donde se había enrollado meses atrás con su antiguo alumno.

―Pero, ¿qué hacemos aquí? ―le preguntó Mariola.

Claudia se detuvo en el mismo lugar y se lanzó a besar a su amiga.

―Mmmmmm, ¿quieres follar aquí? ¿Te da morbo hacerlo en público y que nos puedan ver? ―le preguntó Mariola subiendo su falda hasta la cintura.

Se puso de cuclillas y Claudia pasó una pierna sobre el hombro de Mariola plantándole el coño delante de su cara. Mariola no se lo pensó dos veces y se lo comió en el portal de su casa sin importarle que les pudieran pillar. El estar allí todavía le calentó más a Claudia que aplastó la cara de su amiga contra su entrepierna.

La lengua de Mariola se movía con maestría chupando sus labios vaginales y metiéndola de vez en cuando en su interior y cuando vio que Claudia estaba a punto de llegar al orgasmo le succionó el clítoris penetrándola con tres dedos.

Mantuvo el equilibrio como pudo sin soltar la cabeza de Mariola. Le temblaron las piernas, y cuando se corrió por primera vez ni tan siquiera reprimió los gemidos, que retumbaron en el silencioso portal.

Mariola se incorporó con rapidez y antes de que algún vecino saliera al portal a ver qué estaba pasando tiró de Claudia hacia arriba, metiendo en su casa a una exhausta Claudia que todavía no se había recuperado del orgasmo.

Cayó al sofá como si le faltaran las fuerzas y se recompuso el pelo tratando de estar lo más guapa posible. Sin embargo, Mariola no se había corrido y necesitaba urgentemente hacerlo, se sentó a su lado buscando la boca de Claudia y se fundieron en un beso extraño, Claudia quería que fuera cariñoso, pero Mariola no estaba para juegos y sacó la lengua lamiendo la boca de su amiga.

Entendió la desesperación de Mariola y le deslizó el leggins hacia abajo para desnudarla, Mariola se quitó los zapatos de un puntapié y se recostó en el sofá ofreciéndole el coño a Claudia.

―¡Date la vuelta, quiero tu culo! ―dijo Claudia en bajito, como si le diera vergüenza.

Y Mariola se puso a cuatro patas ofreciendo a su amiga su imponente trasero.

―¿Quieres comerme el ojete? ―exclamó Mariola de forma vulgar.

―Sí…

―Pues pídemelo, di que me lo quieres comer, me pone mucho oírte hablar sucio…

Claudia se quedó mirando con detenimiento el culazo de Mariola y puso las dos manos en sus glúteos. Tiró de las masas de carne hacia fuera abriéndoselo todo lo que pudo y antes de meter la boca en aquel manjar suspiró con voz sensual.

―¡Quiero comerte el ojete! ―y le soltó un sonoro azote con la mano derecha.

Luego sacó la lengua pasándola lujuriosamente de arriba a abajo a la vez que le metía un dedito por el ano. Intentó abrírselo todo lo que podía, y cuando el culo de Mariola ensanchó lo suficiente puso la lengua allí llegando a meterla un par de centímetros. Ahora fue Mariola la que echó la mano hacia atrás aplastando la cara de Claudia contra su cuerpo.

―¡¡Sigue, zorra, sigueeee, voy a correrme!! ―gimió moviendo sus caderas en círculo.

A la vez que le seguía practicando el beso negro a su amiga le soltó otro azote y metió un par de dedos en su coño. Claudia sacó la cabeza buscando respirar unos segundos.

―¡¡Me encanta, uffffff!! ―dijo Claudia.

―¡¡Cállate y no pares, zorra!! ―chilló Mariola apretando la cara de su amiga contra sus glúteos.

En cuanto Claudia estiró la mano, acariciando con el dedo corazón su clítoris, Mariola se volvió loca y se dejó llevar, aflojando todo su cuerpo y alcanzando por fin el orgasmo.

―¡¡¡Ahhhhhhhhhhgggg ahhhhhhgggggg me corroooo me corrooooo!!!

Los gemidos de Mariola se fueron apaciguando y Claudia siguió chupando y metiendo sus dedos hasta que su amiga dejó de moverse.

Mariola se dio la vuelta sentándose en el sofá, Claudia estaba de rodillas delante de ella, mirándola detenidamente.

―¡Qué bueno, hija de puta!, necesitaba correrme… ¿qué miras? ―preguntó Mariola.

―El cuerpazo que tienes…

―Esta noche lo vamos a pasar muy bien, esto no ha hecho más que empezar… ¿por qué no te vas desnudando en lo que preparo uno de mis mojitos?

―Uffff, tía, ya llevo bastante alcohol encima, por mí no los hagas…

―Pues yo me voy a preparar uno, me apetece un trago después de correrme…

No tardó en regresar con su mojito y un vaso de agua para Claudia, que ya estaba completamente desnuda en el sofá, tan solo se había dejado las botas altas a petición de su amiga.

―¿Te apetece que ponga algunos de los videos porno que he estado viendo por la tarde?, así lo mismo aprendemos alguna cosa nueva.

―Como quieras, pero pon alguna funda o algo, porque si no te voy a poner perdido tu lujoso sofá.

―Sí, será mejor, yo también estoy chorreando…

Volvió Mariola con una colcha en la mano para ponerla bajo sus culos y empezaron a ver en la tele videos porno de sexo entre mujeres. Medio recostadas en el sofá pusieron una pierna encima de la otra, entrelazándolas y comenzaron a acariciarse mutuamente mientras veían los videos.

―¿Te gustaría hacer algo de eso?, yo estoy cerdísima ―le preguntó Mariola.

―Lo que quieras…

―Tenemos que aprender alguna cosa nueva para sorprender a tu marido el sábado que viene, a ver que se nos ocurre.

―A David le gusta todo…

―Ya, ya me di cuenta, por cierto, ahora que estamos aquí solas y calientes me gustaría pedirte una cosa…

―Dime, Mariola…

―Me gustaría que la próxima vez que quedemos con tu marido él participara un poco más…

―¿Participar en qué sentido?, no quiero que haga nada contigo, y mucho menos follar, él solo puede mirar, por cornudo…

―Pues lo he estado pensando y me daría mucho morbo hacer algo con él y que tú lo vieras…

―No lo sé, no quiero que le toques, nada de pajas, ni mamadas, ni mucho menos que os acostéis juntos…

―Pobrecito, déjale que disfrute un poco, ¿no?, bueno, ya lo hablaremos que ahora estoy, uffffff, ¿vamos a la habitación?, me apetece mucho follarte y luego que me folles tú con el arnés por el culo, ¿te parece?

―Vale ―dijo Claudia inclinándose sobre su amiga para besar su boca.

Dos horas más tarde dejó que Mariola le hiciera una foto tumbada boca abajo en su cama deshecha, a su lado descansaba el arnés que habían utilizado para follarse entre ellas. Luego se la mandó a su marido. Ni tan siquiera le puso un mensaje, no hacía falta, había manchas de flujo por toda la sábana. Se habían corrido por lo menos tres veces cada una.

Para terminar, se metieron en la ducha juntas y se sobaron el culo sin dejar de besarse.

―No sé qué me pasa contigo, Claudia, pero quiero más y más… quiero que hagamos de todo…

―Ya hemos hecho de todo…

―Todavía nos quedan muchas cosas… ―dijo besándola bajo el agua caliente de la ducha―. ¿Sabes que me puso a mil cuando antes en el baño del pub me llenaste la boca con tus flujos?

―¡Qué vergüenza, no sé por qué me mojo tanto últimamente!

―Yo sí, porque estás necesitada de una buena polla que te folle como dios manda… y de momento te tienes que conformar conmigo ―dijo Mariola acariciando las tetas de Claudia―. ¡Quiero correrme otra vez!

Entonces Claudia bajó la mano para meter un dedo en el coño de Mariola, pero ésta no se lo permitió.

―¿Qué pasa?

―Quiero que hagamos una cosa que no habíamos hecho antes.

―¿Qué te apetece?…

―¿Sabes lo que es una lluvia dorada?

―Sí, agggggghhhhhh, ¡¡qué asco!!, no pienso hacer eso…

―¿Por qué no?, te estoy pidiendo que me lo hagas tú a mí… no al revés…

―Noooooo, Mariola, no voy a hacer eso.

Mariola se puso de cuclillas y comenzó a masturbarse delante de su amiga.

―¿Qué haces? ―preguntó Claudia.

―Vamos, no te cortes, ¡¡méate encima de mí!!

―¡No, no pienso hacer eso!

―¡¡Te digo que lo hagas!!, además casi no se va a notar, está cayendo el agua de la ducha…

―No, Mariola, eso es demasiado…

―Venga, me da mucho morbo, ¡¡hazlo!!, ¡¡méate encima de mí, por favor!!

―No puedo hacerlo, además no me sale ahora…

―¡Que sí, inténtalo! ―dijo Mariola incrementando el ritmo de su masturbación.

El agua de la ducha caía directamente sobre la cabeza de Claudia, que abrió las rodillas hacia fuera intentando satisfacer los deseos de su amiga. Apretó fuerte y un primer chorro salió disparado, pero Mariola no tuvo tiempo de atraparlo. Claudia siguió empujando, haciendo fuerza y ahora sí, notó que iba a empezar a orinar.

―¡Cierra la ducha! ―le pidió Mariola, que lo único que quería sentir sobre su cuerpo era el líquido dorado de su amiga.

Claudia cerró el grifo del agua justo en el momento en el que un potente chorro de pis salió disparado alcanzando las piernas de Mariola, que se adelantó para que impactara justo sobre su coño a la vez que se masturbaba.

―¡¡Sííííi, sííííííí!!, ¡¡méate encima de mí, zorra, mmmmmm!!

Metió las rodillas debajo del cuerpo de Claudia para levantarle una pierna y ponerla sobre sus hombros, como había hecho un rato antes en el descansillo de su portal, le cogió a Claudia por el culo y puso la boca en la trayectoria de la meada. El pis de Claudia le alcanzó en la cara, mojando su pelo y Mariola abrió la boca sin dejar de masturbarse.

La imagen era dantesca, Mariola de rodillas acariciándose el coño furiosamente mientras Claudia le meaba por toda la cara. Mariola escupía el pis que rebosaba su boca, para no tragárselo, pero inmediatamente se le volvía a llenar. Cerca del orgasmo cerró los ojos dejando que el caliente líquido de su amiga le empapara todo el rostro.

―¡¡¡Ahhhhh síííííí, méate en mi cara, méate en mi cara de puta!!! ―chilló Mariola.

Cuando Claudia terminó de hacer pis miró hacia abajo y se encontró a su amiga de rodillas, bañada en su orina, corriéndose con una cara de satisfacción total. Sin apenas tiempo de recuperarse Mariola se lanzó al coño de Claudia para comérselo e hizo que ella también llegara al orgasmo por última vez.

Fuera de la ducha ya secas, Mariola se tumbó en la cama viendo cómo se vestía su amiga. Claudia tenía el pelo húmedo y estaba sentada en el borde poniéndose sus botas altas.

―¡Vaya imagen más erótica! ―dijo Mariola cogiendo el móvil para hacerle una foto―. Te la acabo de enviar al WhastApp por si quieres mandársela al cornudo de tu marido.

―Vale, gracias, ¿estás segura que has perdido mi tanga?, mira bien en el bolso, lo llevabas allí…

―¡Qué sí!, ya he mirado, pero no lo encuentro, se me caería en el baño, se habrá quedado tirado junto al mío.

Claudia se incorporó poniéndose el bolso sobre el hombro. Había llamado a Modou para que pasara a buscarla por el piso de su amiga.

―Bueno, pues ya voy…

―Vuelve cuando quieras, ¡ha sido increíble!

―Esta semana te llamo y jugamos algún partido.

―Y vamos hablando lo del sábado que viene, ya solo de pensarlo, uffffff, os prepararé una buena cena a David y a ti…

―Vale ―dijo Claudia inclinándose en la cama para darle un pequeño beso en la boca a Mariola.

Ya estaba esperando Modou cuando salió del portal. Habían sido casi tres horas en casa de su amiga, una sesión maratoniana de sexo.

―Buenas noches, llévame a casa, por favor… ―le dijo Claudia montándose en los asientos de atrás en el lado del copiloto.

―De acuerdo.

Modou iba tenso llevando a Claudia. Aquella mujer le imponía y le daba mucho respeto, pero lo peor es que llevaba el tanga que le había dado Mariola guardado bajo del asiento. Fue todo el camino pensando en qué hacer con él, si se lo daba a Claudia iba a quedar muy violenta la situación, pero tampoco quería quedarse con esa prenda que le había dejado Mariola.

Un par de veces cruzaron la mirada por el espejo retrovisor, ahora Claudia estaba tranquila y su cara mostraba relajación, sin embargo, se preguntó qué hubiera pasado si Modou hubiera aceptado la oferta de su amiga cuando le invitó a subir a su casa. En aquel momento estaban borrachas y demasiado cachondas. Claudia no quería hacer nada con el senegalés, pero era consciente de que si Modou hubiera aceptado subir al piso de Mariola se hubiera follado a las dos sin ninguna duda.

―Disculpa antes lo de mi amiga, cuando bebe se pone… ―dijo Claudia.

Entonces Modou, muerto de vergüenza, pensó que se refería a lo del tanga, y lo sacó de debajo del asiento. Justo estaban llegando a casa de Claudia, estiró el brazo hacia atrás sin atreverse a mirar por el bochorno que estaba pasando y se lo dio.

―Yo no quería… fue su amiga la que dejó esto tirado en el asiento… lo siento mucho, de verdad…

Claudia se dio cuenta que lo que tenía Modou en la mano era su tanguita. Sacó un billete de diez euros para pagarle a la vez que Modou soltaba el tanga sobre sus piernas, como si le diera vergüenza sostener aquello más tiempo.

―Es mío, pero te lo regalo si lo quieres… ―dijo Claudia cogiendo el tanga y dejándolo caer en el asiento delantero.

Modou salió de allí a toda prisa, se le había puesto el corazón a mil pulsaciones y ni se atrevía a mirar el trozo de tela negra que tenía a su lado. Ahora había confirmado que el tanga efectivamente era de Claudia. Se apartó a un callejón casi vacío y lo cogió con la mano. Le gustaba el tacto que tenía, era tan suave. Su mujer nunca se había puesto nada parecido.

Se desabrochó el pantalón y salió disparada su enorme polla, luego se puso el tanga en la cara y aspiró el aroma que emanaba de él. ¡Qué rico olía! Y así terminó la noche el senegalés, pajeándose en su taxi mientras se pasaba la ropa interior de Claudia por la nariz.

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