ALMUTAMID
La charla con mi novia donde dejaba claros mis sentimientos como nunca antes lo había hecho y el saber que no había pasado nada con Astrid me dieron fuerzas para acometer la preparación de los exámenes. Aunque me decían que con los alumnos Erasmus siempre había una evaluación menos incisiva yo no me fiaba pues mi plan seguía en pie y ahora más que nunca tenía que cumplir con todas sus fases.
Como ya no tenía entrenamiento con el equipo mi rutina se completaba todos los días con las carreras y ejercicios con Astrid. Era un espectáculo verla hacer ejercicio con sus mallas apretadas y su sujetador deportivo con su coleta rubia meciéndose de lado a lado al correr. Además lo pasado me hacía sentirme más seguro con ella.
El primer examen me salió bastante bien. Tras él empezó el desfile de compañeros que iban terminando y se iban despidiendo para regresar a sus ciudades o países. El primero en despedirse fue Guido por lo que me quedé solo en la facultad. Aunque ya no había clases pasaba cada dos o tres días para estar atento a las publicaciones en el tablón. De hecho estaba muy atento a los plazos pues necesitaba tener las notas antes de final de junio para iniciar los trámites de mi traslado. Era obligatorio un certificado de notas para justificas las asignaturas en las que me quería matricular en mi ciudad y quise saber cuándo y cómo conseguirlo.
Heike también quiso despedirse de mí antes de irse. Quedamos varios para tomar unas cervezas en el centro una tarde (era sorprendente ver anochecer casi a las 11 de la noche). La neerlandesa estuvo cariñosa e incluso despidiéndose a solas de mí me confesó algo que sospechaba pero que no había hablado con ella:
-Luis tengo que confesarte algo- me dijo- ¿Recuerdas la primera vez que nos acostamos?
-Claro, como olvidarlo.
-¿Te acuerdas de lo que me pasó?
-¿Qué parte?
-Cuando empecé a lanzar chorros incontrolados durante mi orgasmo.
-Sí, imposible de olvidar. Nunca había visto algo así.
-Yo tampoco…sólo me ha pasado contigo.
-Habrá sido casualidad- respondí con modestia.
-No, Luis. Eres muy bueno. Astrid me ha contado que estás muy enganchado con la chica de tu ciudad. Ojalá la hagas disfrutar como lo hiciste conmigo.
-Gracias- respondí dándole un abrazo donde quizás sentí sus pechos apretarse contra mí por última vez- pero yo podría decir lo mismo. He vivido contigo momentos increíbles.
Sorprendente no que me dijera algo así. Siempre supe que era bueno en la cama, desde que me estrené con Marina en aquel baño y me dijo que le había durado más de lo que esperaba. Todas mis amantes siempre quedaron satisfechas y eso me llenaba de orgullo. Pero nunca había confiado en mi atractivo para que las chicas quisieran algo conmigo. Mi fuerte residía en la confianza y mi labia, pero nunca terminé de creerme que mi físico pudiera atraer a bellezones como los que había disfrutado en mi corta pero intensa vida sexual.
Que me perdonen, pero sólo recordaba a dos feas en mis contactos, Silvia y Anika. “Espérame” no era especialmente bonita pero tenía una forma sensual de comportarse, al igual que Mónica, más misteriosa que realmente guapa. Pero el resto de mujeres de mi vida habían sentido atracción por alguien tan poco creído en ese sentido como yo, más confiado tras haberme enrollado con alguna que antes de hacerlo. Y Heike confirmaba mis suposiciones.
Otra que se despidió de mí aquellos días fue Mireia. Estuvo cariñosa aunque apenas habíamos tenido contacto en las últimas semanas. Nos deseamos suerte a pesar de que habiéndonos conocido habíamos descubierto que sólo habíamos compartido nacionalidad y residencia, pues pertenecíamos a mundos opuestos. Aun así nos despedimos amablemente con abrazo incluido.
Me enteré cuando me despedí de Alice Li que Amelie ya se había marchado y que no había querido despedirse de mí. Estaba realmente cabreada conmigo pues se sentía doblemente rechazada por mí, aunque la danesa no sabía lo ocurrido en mi dormitorio el día de la fiesta y como me había buscado para tener sexo.
La oriental por su parte sí que estuvo cariñosa y me emplazó a vernos en alguna ocasión pues estaba deseosa de visitar España y conocer todas las cosas que yo le había contado en nuestras charlas. Sin embargo ella no hizo ninguna alusión a nuestros encuentros sexuales, siendo yo quizá en este caso el que había quedado más impresionado por ellos. Desde luego la imagen de la china metiéndose el dildo en el coño a medio metro me mi cara mientras estaba empalada en mi polla no se iría nunca de mi mente, aunque ya pasado el tiempo me costaba recordar las sensaciones que supuso en semejante experiencia el roce que me generaba en mi glande el movimiento del juguete erótico a través de la mucosa de su vagina y de su recto.
Cuando terminé el último examen quedé una noche con los compañeros del equipo de fútbol sala. Astrid quiso acompañarme comentándome que se lo había pasado muy bien con ellos la otra vez que me había acompañado. Aunque no iba a echar de menos los entrenamientos y su juego comparado con el que disfrutaba con mis amigos quedarían como un recuerdo de lo mejor que me pasó en Lieja. Además con ellos disfruté más del ambiente local y agradecí su buena acogida.
Con todo el mundo nos prometíamos seguir en contacto pero yo sabía de la dificultad y como en pocos meses llegaría el olvido. Como ya no tenía que estudiar apuramos y cayeron varias rondas a pesar de que algunos miembros del equipo trabajaban al día siguiente. De regreso pude charlar con Astrid pues teníamos una larga caminata por delante. Ella iba a esperar a tener las últimas notas antes de irse pero yo le comenté que ya me había informado de que la Universidad de Lieja transmitiría los resultados a mi universidad y sería allí donde yo los solicitaría.
-¿Qué planes tienes para este verano?- me preguntó mientras caminábamos.
La noche en Lieja ya templaba, aun así era necesaria una chaqueta aunque Astrid hubiese impresionado al equipo con un vestido ajustado a sus pechos sin sujetador y suelto bajo el talle que se arremolinaba en sus caderas por efecto de la brisa.
-Pasar todo el tiempo que pueda con Alba.
-¿No vas a viajar?
-Mis padres han heredado un apartamento en la playa. Supongo que pasaré fines de semana y alguna temporada allí. Pero no creo que viaje mucho, suelo trabajar en verano- le expliqué.
-Ahn ¿sí? ¿En qué trabajas?
-Doy clases particulares a alumnos de bachillerato para los exámenes de septiembre.
Tuve que explicarle lo que era la evaluación extraordinaria de septiembre y tras hacerlo me comentó que esos alumnos tenían mucha suerte…
-…por tener un profesor tan agradable (quise interpretar su “nice” así y no con el sentido de hermoso).
-¿Y tú?- quise saber.
-Pues supongo que cogeré un ferry y después me perderé por algún rincón de Europa mientras me dure el dinero.
-¿Y con quién irás?
-Aun no lo sé…
Tuve la discreción de no preguntarle por su novio.
Sentía cierta nostalgia en sus palabras así que quise saber qué recordaba de su estancia en Lieja. Estaba contenta de la experiencia y de las personas que había conocido.
-Yo he vivido dos etapas- admití.
-Sí, se te ha notado. Te portabas de forma muy diferente cuando llegaste a ahora.
-Sí, pero llegué sin expectativas abierto a todo, pero la cosa cambió en Semana Santa.
-¿Qué pasó para que dieras ese cambio? No creo que te enamoraras locamente de tu chica en una semana.- dudó la sueca.
-No, claro. Yo llevaba mucho tiempo pensando en ella, muy atraído por ella. Hace un año nos enrollamos, pero yo no estaba centrado. La verdad es que estaba bastante confundido por relaciones antiguas y no fui capaz de valorarla lo suficiente.
-¿Y qué cambió?
-El verano pasado sufrí una catarsis. Todo lo que yo había construido en los dos cursos anteriores se había caído, especialmente mis relaciones y mi forma de entender como vivía en la ciudad donde estudiaba. La verdad es que estaba bastante perdido. Alba me gustó siempre, el que en ese momento no me gustaba era yo mismo y menos para ella.
-¿Y qué cambió para que dieras ese paso?
-No te rías. El miedo.
-No me puedo reír del miedo.
-No, porque quizá no fuese miedo. Quizá fuesen celos…
-Uy, eso no me gusta nada. Pero a ver, cuéntame…
-Pensaba que ella me esperaría el tiempo que fuera necesario aunque ni lo habíamos hablado, pero juntos siempre había química. ¿Sabes que en Año Nuevo casi cogemos una pulmonía por quedarnos abrazados a la intemperie?
-En Suecia hubierais muerto, jajajaja…
-Verdad, jajajaja. Pues eso- continué- Yo no quería empezar nada serio con ella antes de venirme pero en Semana Santa me dio pánico pensar que no me esperaría y no pude evitarlo. Y, bueno, aquí estamos…
-Algo serio. Sois extraños a la hora de hablar de vuestras relaciones. ¿Estáis prometidos?
-No hemos hablado de matrimonio, ni de vivir juntos siquiera…
-¿Entonces qué es serio para vosotros?
-El estar sólo el uno para el otro y el otro para el uno. Hacer planes juntos.
-¿Y el sexo?
Me dio vergüenza admitir delante de ella que nuestro sexo había sido muy limitado hasta entonces por lo que mentí diciéndole que en el sexo nos guardábamos exclusividad. Aunque la realidad es que se había limitado exclusivamente a que mi chica me la meneara y poco más.
-Pero tú en Lieja has tenido sexo bien, ¿no?- quise saber.
-Sí, he estado con varios chicos y con alguno estuvo bastante bien.
-Creo que probaste con Georges…
-¿Cómo sabes eso? ¿Te lo contó?
-No, jajaja. Os oí y después lo vi salir de tu habitación.
-Bueno. Es un hombre muy atractivo, con un cuerpo espectacular. Además es muy agradable cuando te da conversación, aunque es el típico que lo hace sólo para conseguir sexo. Yo creo que ha follado con todas las chicas de la residencia…
-Jajajaja- reí- Bueno, eso y cierto instrumento que llamaba la atención…
-¿Su pene?
Asentí.
-Era grande la verdad, pero no era su mayor virtud.
-Supongo por cómo se os oía…- expliqué sin confesar que había llegado a masturbarme escuchándola follar detrás del tabique.
-Oye, que tus amigas no eran mudas, jajaja. Especialmente Heike. Que escandalosa, jajaja.
-Es verdad, jajajaja. Pero porque es una chica muy apasionada en el sexo y no oculta sus sensaciones.
-Y la caña que le dabas…jajajaja- rio justo antes de imitar los grititos de la neerlandesa volviendo su voz más aguda: ahn, ahn, ahn…
-Calla- jajaja, que se van a pensar que estamos follando en la calle, jajajaja…
Ella seguía con el jueguecito mientras los dos nos partíamos de risa. Cuando ya se nos pasó el momento jocoso me confesó algo:
-Luis, ¿sabes una cosa?
-Dime.
-He tenido sexo con chicos estos meses pero con el único que me apetecía realmente era contigo, pero tú no me buscabas y cuando yo lo hacía siempre se nos cruzaba esa chica oriental…
-Pensaba que yo no te interesaba…
-Eras el único que no me tratabas simplemente como alguien a quien follarse. Me dabas amistad y confianza.
-Pero no soy tan guapo ni con cuerpazo como esos otros tíos…
-Pero qué idiota eres. Cuando te dejaste el bigote estabas guapísimo. Pero esa vez te fuiste con Heike…no había forma. Y cuando dejaste de estar con otras chicas me contaste lo de tu novia. Y yo por supuesto lo respeto…
La confesión de Astrid me había dejado tocado. Ella quería acostarse conmigo. ¿Quién me lo iba a decir? Yo, una vez más por mi falta de estima, había pensado todo el tiempo que mi vecina de planta estaba por encima de mis posibilidades. Pues resulta que ella quería. No era una situación nueva en mi vida. Me había ocurrido lo mismo con Claudia.
Había vivido todo el curso colgado de ella dejándome llevar a otras relaciones que terminaron siendo tóxicas como con María y Marta simplemente por faltarme la confianza de ir de frente a por ella.
La historia se repetía aunque ahora había un cambio importante. Yo habría dejado todo por estar con Claudia en aquel momento. Ni María, ni Marta, y ni la pobre Viqui, con todo lo que la quiero, me habrían durado un segundo si hubiera sabido que Claudia me aceptaba. Pero ahora era diferente. Yo no estaba enamorado de Astrid.
Pero saber que le habría gustado tener sexo conmigo me turbaba. Porque yo lo había deseado también. De hecho había fantaseado con ello antes de Semana Santa. Pero ¿quién no querría acostarse con semejante hembra?
En las primeras semanas en la residencia me había masturbado escuchándola follar con otros tíos imaginando que era yo el que la hacía gemir. Y ahora me suelta esto…
¿Me estaba provocando? Si quería sexo lo había tenido fácil el día de la fiesta. O quizá no. Con lo borracho que yo estaba dudo que hubiera podido practicar el sexo en condiciones. Y no creo que fuese el tipo de sexo que ella esperaba.
Tampoco me extrañaba que mi fama hubiese llegado a sus oídos. Heike había ido contando por todas partes que había follado con un tío que literalmente la había hecho correrse a chorros. En una sociedad de mentalidad tan liberal evidentemente era una invitación a otras mujeres a probar ese “prodigio”.
Pero había fallado algo más. Y es que a pesar de que ambos somos europeos nuestras culturas con respecto al sexo siguen siendo muy diferentes. Mientras que para ella el hecho de hacernos amigos, salir juntos a correr, tener confianza y pasar tiempo juntos era el principal motivo que le atraía de mí, para mí fue justo el principal motivo para no intentar nada con ella. El sexo entre amigos es algo común en las sociedades nórdicas mientras que la sociedad en la que yo me he criado la amistad aleja del sexo. Las mujeres las clasificamos entre familiares, amigas y follables. Las amigas no pertenecen a la categoría de follables. No queremos meter la pata y romper la amistad con una relación aunque en ocasiones ocurra.
Pero yo le gustaba justo por eso. No le había lanzado la caña y le había ofrecido amistad y confianza. Ella para mí no era un cuerpo, aunque tuviera uno muy bonito, sino por encima de todo, mi compañera de residencia y de ejercicios.
Ella era consciente de como su cuerpo atraía a los chicos y sabía utilizarlo cuando le convenía, pero también valoraba tener sexo con alguien que no viera sólo su melena rubia, sus ojos claros y sus tetas y culos de infarto. Y esa persona ella la encontró en mí. Quería. Pero yo descartaba esa posibilidad menospreciándome a mí mismo.
No niego que en la residencia disfruté del sexo. Heike, Heidi, Alice Li…con todas fue muy bueno y placentero. Y lo mejor, sin implicaciones. Nada esperaba nada más de mí que pasar un buen rato. Astrid se había convertido en el quiero pero no puedo, aunque ahora se transformara en el puedo pero no quiero.
¿Pero no quiero? Joder. Ésta era la prueba más difícil que iba a tener que superar en Lieja antes de volver con Alba. Después del mal rato pasado tras la fiesta no podía fallar ahora. Además la misma Astrid me había admitido que respetaba mi relación con mi novia. Dudo que estuviera ahora abierta a hacerlo. ¿O lo había dicho para provocarme antes de irme?
Me estaba comiendo la cabeza demasiado. Pero por si acaso se me ocurrió una idea para evitar tentaciones. Aquella noche yo había cerrado la puerta del dormitorio para tener intimidad al despedirnos en el pasillo. No quería líos. Además había refrescado algo. Tampoco quería que pensara que huía de ella.
Así que para evitar tentaciones empecé a masturbarme. Tener los huevos vacíos ayudaría. El problema es que yo intentaba pensar en las tetas de mi chica y lo que se me venía a la mente era el cuerpo semidesnudo de Astrid tumbada a mi lado cuando me había despertado tras la enorme borrachera.
La paja se estaba convirtiendo en una lucha de voluntades. Yo quería pensar en Alba pero mi mente me devolvía a Astrid. Recordaba sus gemidos tras la pared. La primera vez que había visto sus tetas en la ducha. Una vez que de forma furtiva había visto su coñito rasurado mientras se cubría con la toalla, su culo apretado en sus culottes o la vez que me demostró que no se ponía bragas. Era imposible. ¿Era eso engañar a Alba?
Por suerte aparecieron otros pensamientos. Esta vez Alice Li salió al rescate de mi mente. Y hasta Heike. Al final la paja se estaba convirtiendo en un repaso al sexo que había disfrutado en la residencia, aunque mi mente terminaba regresando a las palabras de Astrid.
Me corrí abundantemente intentando ahogar los gemidos por si mi vecina estaba despierta y me oía. Me moriría de la vergüenza si me descubre masturbándome después de lo que me había confesado.
Tras limpiarme intenté relajarme tumbado en la cama hasta dormirme, pero Morfeo no quería nada conmigo en ese momento pues tras el orgasmo autoprovocado me vino el remordimiento. Y no era por Alba.
Astrid se había abierto confesándome que le habría gustado tener sexo conmigo, pero yo no había sido capaz de reconocerle que yo también había querido. Me sabía mal que pensara que ella no era igualmente apreciada por mí. Así que me vi en la necesidad de decírselo. Pero ¿cuándo? ¿Sacar el tema otra vez? Me iba en dos días a casa.
En un impulso me levanté de la cama y salí al pasillo pero me quedé quieto delante de su puerta. No me atrevía a llamar. ¿Y si estaba dormida? ¿Y si estaba desnuda? Yo iba en calzoncillos. Quizá no era la mejor forma de expresarle lo que había sentido meses atrás.
Arrepentido de haber salido terminé bajando a la cocina a beber agua y después al baño a vaciar la vejiga. Sólo había sido un impulso. Era tarde. La residencia estaba en silencio. Entre los que ya se habían marchado y los exámenes todo estaba tranquilo.
Decidí regresar a la cama e intentar dormir. Pero al subir las escaleras se me aceleró de nuevo el pulso. ¿Se lo decía? Éramos amigos. Ella lo entendería. Otra vez frente a su puerta. Otra vez las dudas.
“Luis no tienes necesidad” me repetía a mí mismo mientras mi propia voz interna contestaba “Queda bien con ella…”
Para cuando quise darme la vuelta mis nudillos ya habían llamado a su puerta. Su voz sonó al instante. Estaba despierta.
-¿Sí?
-Soy Luis…
-Pasa ¿está todo bien?
La habitación estaba oscura con la tenue luz de la calle colándose por la buhardilla. Pero al instante se encendió una lampara que Astrid tenía junto a su mesilla. De principio la luz me cegó ligeramente pero mis ojos se adaptaron a la luz reconociendo a mi amiga sentándose en la cama apartando la sábana. Estaba vestida sólo con sus bragas con su melena revuelta y sus pechos blancos y redondos coronados en dos pequeños pezones rosados dejándose mecer ligeramente por la gravedad.
-Yo tampoco puedo dormir…-me reconoció frotándose los ojos.
Me quedé quieto clavado en el marco de la puerta. Conocía esa sensación. Yo mismo lo había llamado en otra ocasión punto de no retorno. Si me acercaba hasta ella me la follaba. Lo sabía. Por eso me quedé en la puerta. Al fin hablé:
-Lo que me has dicho antes me ha dejado cortado y creo que tenía que darte una explicación.
-No te entiendo Luis.
-A ver…yo también tenía ganas de acostarme contigo antes de empezar con mi novia pero simplemente pensé que no me veías con esos ojos. Eres la persona que más me ha interesado desde que llegué aquí y pensé que yo no te atraía. Por eso ni lo intenté contigo. Me veías como a un amigo, y en eso en mi país significa generalmente que no quieres sexo con esa persona. Si llego a saber que te apetecía te aseguro que soy capaz de echar a Alice Li de mi cama para hacerte un sitio…
Un atisbo de sonrisa surgió en su rostro. Le había hecho gracia el comentario. Astrid cruzó sus piernas sobre la cama apoyando sus codos en sus rodillas para sostener su cara que mostraba una sonrisa melancólica y entonces me dijo:
-Bueno, se nos quedará esa espinita clavada. Desde luego me acordaré de ti.
-Y yo también.
Astrid se levantó de la cama y se acercó caminando despacio hacia mí. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no recorrer todo su cuerpo con mi mirada incluidas sus braguitas de Hello Kitty. Evidentemente fracasé. Cuando llegó a mi altura la nórdica me abrazó apoyando sus tetas en mi pecho y me dijo:
-Te voy a echar mucho de menos. Espero que sigamos en contacto.
-Por supuesto- respondí apoyando con timidez mis manos en su espalda- Bueno, me retiro a dormir. Te veo mañana.
Con cierta prisa me retiré a mi dormitorio temeroso de que hubiera visto o sentido mi erección. Si por evitar estas tentaciones se ganaran puntos en una relación yo con Alba ya había superado la puntuación Pro. ¿Quién sería capaz de aguantarse sin buscar a semejante hembra?
Me acosté pero como podéis suponer el sueño no llegaba. Le di vueltas a los mensajes del móvil. Di vueltas. Boca arriba. Boca abajo. De lado. Nada. No conseguía dormir. Oí la puerta de Astrid abrirse. Iría al baño. Pero no. No bajaba la escalera. ¿Qué hacía? Desde luego no iba a preguntárselo. Fueron unos segundos. Quizá un minuto y volví a oír la puerta cerrarse.
Intenté dormir de nuevo. Pero en el silencio sepulcral de la noche se oía todo. Me pareció percibir una respiración agitada. Con cuidado pegué mi oreja a la pared. ¿Respiración profunda? Quizá dormía. Pero el ritmo era más intenso. Parecían breves suspiros. Intenté oír mejor. Ahora oí nítidamente. Un suspiro, un breve gemido. Cierto ritmo. Astrid se estaba masturbando. Lo hacía pensando en mí. Quizá había pensado buscarme en la habitación y se había arrepentido antes de entrar.
Y ahora se masturbaba como yo había hecho poco antes. ¿Masturbarnos a la vez por separado es engañar? No lo creo. Empecé a sobarme la polla. Estaba dura. La saqué del calzoncillo y empecé a meneármela intentando no hacer ruido.
Ella gemía muy levemente. El único sonido que salía de mi dormitorio era el de mi prepucio subiendo y bajando. Mi amiga sueca tardó 10 minutos en ahogar un gemido y vaciar sus pulmones largamente. Yo apenas 5 en manchar mi barriga de nuevo…