LLUN ROC
En el enorme patio de la casa de Flor, la fiesta se había detenido por completo. Después de que aquella chica abandonase el lugar a toda prisa llorando, se escuchaban murmullos aquí y allá. Todas las miradas estaban fijas en aquel chico alto y delgado, de piel blanquísima y rizado pelo negro que gemía y respiraba trabajosamente en el suelo, aferrado a su entrepierna con ambas manos. Sus tres amigos salieron de la piscina y se fueron acercando a él lentamente, con gesto de desconcierto, incomodidad y preocupación, mirándose entre sí como si no supieran muy bien qué hacer.
La multitud siguió observando la escena en la distancia, sin que nadie más se acercase a ayudar. Los tres chicos se agacharon para intentar hablar con su amigo, que resoplaba y tosía, mientras se seguían oyendo cuchicheos y alguna que otra risa. La cara de Iván estaba enrojecida y reflejaba claramente toda la vergüenza y el dolor que en aquel momento debía sentir. Se agarraba con las dos manos su abultado paquete como si tuviera miedo de que se le fuera a caer.
Mientras sus tres amigos permanecían agachados en torno a él, una figura femenina se acercó a ellos desde atrás. Los tres se volvieron, tapándose el sol con la mano, para mirar a aquella chica de aspecto excéntrico, con su bikini de rayas negras y blancas y sus enormes gafas de sol oscuras. El único que no le prestó la menor atención fue Iván, preocupado únicamente por el estado de lo que tenía entre las piernas.
—Hola, chicos, ¿lo estáis pasando bien? —les dijo Claudia, con una voz pizpireta claramente burlona—. Creo que ya es hora de que cojáis a vuestro amigo y os piréis de aquí.
Los tres chicos la miraron extrañados, en silencio. Vini fue el único que no pudo reprimir un «¿Qué?», mientras fruncía el ceño.
—Ya me has oído, musculitos. Ese idiota ha hecho llorar a mi amiga Lina y ha recibido lo que se merecía. Ahora ya ni él ni vosotros pintáis aquí nada, así que recoged sus huevecillos si es que los encontráis y largaos de una vez —replicó con una arrogancia que en aquella situación sacó de quicio a Vini.
Él estaba acostumbrado a actuar siempre como líder del grupo, así que se incorporó y avanzó hacia ella. Su físico era imponente. Salvo el pobre Iván, los otros tres estaban bastante musculados. Vini era no era tan rubio y andrógino como JH, pero tampoco tan masculino como Luv. Con sus brazos fuertes y tatuados, sus rasgos duros pero prácticamente lampiños, tan solo con algo de sombra en la barbilla, y su cabello rubio oscuro ondulado tenía un aspecto lo suficientemente andrógino como para resultar misterioso pero lo bastante viril como para ser atractivo. El holgado bañador de color claro, todavía mojado, se le pegaba al cuerpo como una segunda piel, revelando bastante de su anatomía masculina.
—Cuidado con lo que dices, tía. Estamos aquí porque tú nos invitaste y mira toda esta mierda qué ha pasado —preguntó mientras se acercaba a ella, con tono acusador. —Tú sabías algo, ¿verdad?
Aquel chico alto y de rasgos duros estaba a casi un palmo de Claudia. Sus brazos con tatuajes de cadenas, así como el tatuaje con forma de araña bajo unas letras góticas que lucía en el pecho, le daban un aspecto intimidante. Pero ella alzó la vista tranquilamente y le aguantó la mirada sin inmutarse.
—Vaya, ¿te crees que vas a asustarme o algo? Verás, no sé si es una buena idea que te pongas chulito conmigo cuando aquí tengo bastantes más amigos que tú… Yo que vosotros no intentaría montar otro numerito si no queréis que os corten vuestras diminutas pollas.
El tono altivo de Claudia fue todo lo que Vini necesitó para no poder reprimirse y contestar automáticamente con un seco y sonoro «zorra», al que ella respondió con una descarada sonrisa. La cara de la chica era de satisfacción.
—Oh, tío… no te imaginas cuánto la estás cagando… —Claudia pareció saborear cada palabra.
Las dos chicas con las que estaba Claudia se habían ido acercando mientras observaban la escena. Desde luego, aquellas dos chicas menudas, con enormes pendientes y bikinis minúsculos, no podían tener menos en común con el aire intelectual y sofisticado de Claudia, pero si algo se le daba bien a ella, era tener amigos hasta en el infierno.
Vini jugó mal sus cartas, nunca debería haber adoptado esa actitud intimidante con Claudia y menos aún insultarla, por mucho que las bromitas de la chica sobre el doloroso puñetazo que su desdichado amigo acababa de recibir de lleno en sus testículos estuviesen hiriendo su propio orgullo masculino. Estaba a punto de pagarlo…
Aquel «zorra» fue como un pistoletazo de salida para las dos chicas que se acercaban lenta y curiosamente. Cayeron sobre él en una tormenta de insultos y empujones.
«Eh, ¿qué dices tú? A ver, ¿qué dices?», se le encaró la más bajita de las dos, de pelo liso muy negro y delgaducha, a quien Vini había escuchado un rato antes que llamaban la Vane. «¿Qué le has llamado, ‘matao’?», «La Isa y yo te vamos a dar las hostias que no te han ‘dao’ en tu puta vida, ‘tontolapolla’», «Vete a tu puta casa, soplapollas.» La tal Isa empezó también a intervenir, una chica de pelo rubio teñido y grandes pechos que rebosan su diminuto bikini, subiendo el nivel de insultos y amenazas. «…O te quedas sin polla, subnormal», «Suerte has tenido, me lo dices a mí y te quedas sin polla y sin huevos y no follas en tu vida, ‘desgraciao’.» Vini se sintió sobrepasado, rodeado por las dos, sin saber de qué lado le venían más insultos, amenazas y empujones. «No te voy a decir de qué tienes cara, julay», «No vas a tener huevos de plantarle cara a nadie más, maricón.»
Trataba de apartarlas mientras ellas le seguían empujando de un lado y otro, desde delante y desde atrás. Su amigo Luv empezó a acercarse tímidamente, dudando qué hacer. Agarró a la del pelo teñido por el brazo, mientras la tal Vane estaba detrás de él y, con un rápido movimiento, estiró la mano derecha hacia arriba, le agarró con fuerza de sus rizos a la altura de la coronilla y tiró hacia atrás. El chico se llevó las manos a la cabeza y soltó un grito de dolor, liberando de su agarre el brazo de la Isa, que rio salvajemente. Su amiga continuó tirando con fuerza de la cabeza de Vini hacia abajo, haciendo que todo su cuerpo se arquease hacia atrás.
Trató torpemente de darse la vuelta, pero antes de que tuviera oportunidad, la Vane subió su brazo izquierdo y se lo puso delante del cuello, haciendo pinza y atrapándolo. Apretó el antebrazo contra su garganta mientras continuaba agarrando sus rizos con la otra mano. Procuró no hacer tanta fuerza como para asfixiarle, pero sí la suficiente para tenerle totalmente atrapado. Las manos de Vini pasaban nerviosamente de su pelo a su garganta, su angustia iba en aumento al saberse totalmente dominado por aquella chica menuda. Por si tenerle cogido por el pelo no era suficiente signo de sumisión, ahora ella también le tenía agarrado del cuello.
Claudia observaba la escena sin perder detalle. La Vane era considerablemente más bajita que él, por lo que a medida que tiraba, el cuerpo de Vini se iba arqueando más y más. «Un poco más y va a acabar haciendo el puente», pensó. En vano trataba él de liberarse del doble agarre al que estaba siendo sometido. Mientras forcejeaba, los músculos de sus brazos se tensaban y dejaban ver el abundante vello claro de sus axilas. Al tener el cuerpo arqueado hacia atrás, se revelaba con mayor claridad la protuberancia de su entrepierna a través del húmedo bañador, que se movía como un badajo a medida que él se agitaba en su impotente esfuerzo por liberarse entre quejidos de angustia y furia.
Al igual que Claudia, la multitud que estaba dispersa a lo largo del patio permanecía atenta, siguiendo aquella inesperada pelea con asombro. Los amigos de Vini seguían la escena desde atrás. Un poco más alejados, JH permanecía de pie junto a Iván, que seguía en el suelo. Por su parte, Luv se había ido acercando a la Vane por la espalda, sin saber cómo intervenir. Mientras ella agarraba con fuerza Vini desde atrás, su amiga Isa permanecía delante de él, riendo y jaleando. Con su cuerpo ya totalmente arqueado, el bulto tambaleante de su entrepierna era cada vez más visible. Claudia, que permanecía inmóvil uno pasos detrás de Isa, sintió un cosquilleo en el estómago cuando intuyó lo que aquella chica estaba a punto de hacer.
La Vane tenía atrapado a Vini totalmente agarrado por el cabello y la garganta, por lo que Isa solo tuvo que estirar su mano y, con suma facilidad, dirigirla hacia la entrepierna del chico. Palpó sus genitales a través de la fina tela húmeda de su holgado bañador, buscando el tacto de los dos gruesos óvalos carnosos, sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. En cuanto los tuvo en su mano, los rodeó con sus dedos y apretó con fuerza, provocando en él un grito desesperado.
El patio entero pareció gritar a coro. Un grito de sorpresa, dolor, repulsa, euforia, dependiendo del caso. Se sucedieron a continuación los cuchicheos, las risas y también algunas fotos. Los amigos de Vini contemplaron la escena con horror. Jamás hubieran imaginado ver a su admirado colega en una situación tan humillante. Todo había sucedido tan deprisa que Luv no había llegado a intervenir. Al igual que Vini, en más de una ocasión se había metido en peleas, aunque nunca contra unas chicas a quienes, por muy rudas que pareciesen, superaba con mucho en fuerza y tamaño.
Luv era tan alto como Vini, aunque algo menos musculado. Sus rasgos masculinos, con mandíbula bien marcada le daban un aspecto muy duro, mientras que su pelo frondoso y negro contrastaba con su piel clara.
Además, hasta ese momento había confiado en que su amigo sería capaz de defenderse solo. En cuanto vio cómo aquella chica agarraba a Vini por los huevos, se quedó totalmente paralizado. Un escalofrío recorrió su cuerpo y sintió cómo sus propios genitales se encogían dentro de su apretado speedo color blanco. Aquel pequeño bañador realzaba extraordinariamente sus genitales, pero ya momentos antes, la perspectiva de entrar en una pelea con ese atuendo le hacía sentir particularmente vulnerable. Al ver lo que la tal Isa hacía con su amigo, ese temor masculino, primario y abstracto, se materializó en algo bien concreto que podría pasarle a él si se atrevía a enfrentarse a esas dos. Eso le hizo quedarse quieto, si no se andaba con cuidado sus huevos podían ser los siguientes. Por mucho que quisiera ayudar a su amigo, un primitivo instinto de autoprotección le decía «Mejor los suyos que los tuyos.» Sabía que debía intervenir de alguna manera la visión de aquella chica de pelo teñido y pechos enormes hundiendo su mano entre las piernas de Vini era demasiado poderosa. «No seas idiota, si alguien tiene que quedarse sin huevos, no seas tú.»
Vini sentía dolor, sí, pero más fuerte era la angustia desesperada que le nublaba la mente. En el momento en que aquella chica menuda y morena le agarró del pelo y le atrapó por el cuello, sintió cómo se encogía su hombría. Ya esos insultos y amenazas en público le habían hecho sentirse humillado, pero saberse totalmente sometido físicamente por esa muchacha vulgar a quien casi doblaba en tamaño estaba teniendo un efecto castrador para él que nunca antes había tenido la desgracia de experimentar. No concebía una situación más degradante, por eso la sorpresa y el horror se apoderaron totalmente de él cuando sintió otra mano agarrándole por sus desprotegidos testículos. Sus manos, que hasta ese momento habían estado forcejeando con la chica que tenía a sus espaldas para liberar su pelo y su garganta, se dirigieron al instante a su entrepierna. Pese a que la chica que tenía delante, y a quien no podía ver por tener la cabeza hacía atrás, ni siquiera estaba apretando mucho, sintió cómo tenía sus órganos sexuales completamente atrapados. La sensación de emasculación que hasta ese momento era figurada, se acababa de volver dolorosamente literal. No le quedaba otra salida que suplicar auxilio con unos gemidos agudos, llenos de impotencia, que penosamente fue capaz de proferir.
Aquellos gritos agudos y desesperados de su amigo ya fueron demasiado para Luv. Tenía que ayudarle como fuera. Se lanzó a por Vane, que estaba de espaldas a él, por ser la que tenía más cerca. La rodeó con sus brazos desde atrás y, sin mucha dificultad, la levantó en el aire, arrancándola violentamente del agarre al que tenía sometido a Vini. Ella gritó y pataleó, y posiblemente se llevó en la mano un puñado de pelos rizados del chico. Vini a punto estuvo de caer al suelo de espaldas, pero consiguió mantener el equilibrio, se incorporó y miró a la chica que tenía frente a él. Isa no llegó a soltarle, pero sintió miedo al ver la cara de odio ciego en la cara del chico. Él la agarró del cuello con las dos manos, mientras ella no dejaba de apretar. Aquello era un pulso que no se prolongaría demasiado… y el chico tenía las de perder.
Mientras Luv forcejeaba con Vane, la anfitriona se acercaba con sus dos amigas. Él tenía a la chica totalmente inmovilizada. La había levantado como si fuera de trapo, la tenía rodeada con sus brazos desde atrás y con solo una mano tenía agarradas sus finas muñecas. Ella trataba defenderse como podía. Trató de subir el codo para darle en la cara, pero él lo evitó con éxito y le agarró los brazos con más fuerza. Le lanzaba pisotones y patadas a la espinilla, pero de poco servían. La tenía firmemente presionada contra su cuerpo, por lo que ella carecía de margen para lanzar una patada más arriba, como intentaba.
Flor, la dueña de la casa, se quedó quieta al lado de Claudia, pero sus amigas Mica y Ceci fueron corriendo a ayudar a Vane. Luv ya había visto lo que le había pasado a su amigo, así que no tuvo ningún miramiento. Con su mano libre, empujó sin piedad a las dos chicas hacia atrás, con tanta fuerza que casi las hizo caer, mientras Vane continuaba retorciéndose como una anguila, mordiendo y arañando como un gato. Mica, una chica regordeta de aspecto inocente, se quedó quieta, asustada, sin saber qué hacer, mientras que su amiga Ceci, una chica morena y guapa de mirada astuta, pareció analizar la situación pensando qué hacer. Luv bastante tenía con contener a Vane entre sus brazos. En un movimiento que él no esperaba, Ceci se agachó y se lanzó contra sus piernas, desestabilizándole y haciéndole caer de espaldas. Luv cayó como una torre, golpeándose la espalda contra el suelo. Aturdido, quedó tendido bocarriba, mientras Vane se escapó de su agarre durante la caída y rodó por el suelo como una marioneta sin hilos.
Antes de que tuviera tiempo de incorporarse, Mica y Ceci corrieron hacia él y le agarraron cada una de un brazo. Con ambas chicas sentadas sobre cada uno de sus brazos, quedó completamente inmovilizado. Le gritaban que se calmara, que le soltarían en cuanto prometiera que no haría daño a nadie… pero Vane parecía tener otras intenciones. La chica se levantó de suelo, con la mirada llena de odio. Se acercó lentamente hasta Luv, quien, con los brazos totalmente atrapados, era ahora quien pataleaba. Al chico se le secó la garganta al ver desde el suelo la furia en el rostro de Vane.
Ella se había metido en muchas peleas en su barrio, muchas veces contra chicos. Sabía cómo hacer daño. Y no perdonaba cuando un tío la tocaba. Ordenó a las dos chicas que se sentaban sobre sus brazos que no le soltasen. A ellas, por puro miedo, no se les hubiera ocurrido desobedecer. Vane se situó entre las piernas de Luv, que no paraban de agitarse nerviosamente. La chica posó su mirada en el bulto blanco que tan eficazmente era realzado por el speedo, la única prenda que llevaba ese infeliz que tenía a sus pies. El apretado bañador no dejaba mucho a la imaginación. A través de él se apreciaba claramente la forma de un pequeño pene, sin duda contraído por el miedo, y bajo él, el redondeado contorno de sus testículos.
A Luv se le secó la garganta en cuanto tuvo claro lo que Vane pretendía hacer. Trató de liberarse con todas sus fuerzas, casi levanta del suelo a las dos chicas que le tenían sujeto, pero no fue capaz. Todos sus músculos estaban en tesión, su boca se había transformado en una mueca de terror, el oscuro pelo mojado se le pegaba en la frente, su respiración era tan acelerada que se habían dilatado extraordinariamente sus fosas nasales, las aletas de la nariz le temblaban con cada expiración y sus ojos estaban abiertos al máximo y fijos en ella. Tan solo le quedaba suplicar con un hilo de voz y negar nerviosamente con la cabeza.
Con mirada furiosa y sonrisa sádica, Vane levantó el pie derecho, lo dejó suspendido en el aire unos instantes y lo dejó caer con todas sus fuerzas, clavando el talón con saña en el abultado paquete de Luv.
—¡Halaaaaaa! ¡En ‘tos’ los huevos! —rio Isa desde la distancia.
El chico aulló de tal manera que todos los presentes se sobrecogieron. Mica se asustó tanto que a punto de estuvo de soltarlo y salir corriendo, pero Ceci miraba fascinada. Nunca había visto a un tío gritar así. A Luv le fallaban las fuerzas, aquel pisotón fue devastador, lo sintió como una explosión directa en su escroto. Tenía tanto dolor que apenas podía tratar de liberarse. No podía pensar en nada… pero cuando vio que la chica volvía a levantar una vez más el pie, comenzó a gritar a pleno pulmón y patalear. Sus larguísimas piernas se agitaban impotentes y justo entre ellas estaba Vane, a punto de descargar un golpe más.
Mientras tanto, la situación de Vini no era mucho mejor. Pese a que la rabia y la humillación que sentía le hubiera hecho capaz de estrangular a esa chica allí mismo, Isa no había tardado mucho en liberarse de su agarre. Se sintió asustada al principio, pero no tardó en descubrir que tenía la sartén por el mango. Fue retorciendo sus cojones lentamente hasta que él la soltó, y después continuó un poco más.
—¿Qué tal si te arranco las pelotas y te las doy de comer, cabrón de mierda? —gritó con desprecio mientras estrujaba rabiosamente los frágiles órganos procreadores del chico.
El musculoso joven la miraba con ojos de absoluto terror, sentía como si efectivamente sus testículos estuviesen a punto de separarse de su cuerpo. Isa tenía firmemente agarradas aquellas dos bolitas carnosas y las apretaba y retorcía como si quisiera hacerlas reventar, mientras Vini gemía con la cara enrojecida.
Claudia y Flor seguían la escena desde cerca con una mezcla de escándalo y diversión. La anfitriona se había acomodado su larga trenza color caramelo por encima del hombro, mientras que su amiga continuaba refugiada tras sus enormes gafas de sol. Las dos permanecían tranquilas, como quien disfruta de un ameno espectáculo.
—Eso sí que es tener a un tío cogido por los huevos, ¿eh? —Flor se tapó la boca al escuchar la ocurrencia de Claudia y le lanzó una mirada pícara de fingida reprobación y un codazo amistoso.
A Isa al principio le divertía esa sensación de poder, sin embargo, la manera en que el chico se encogía y se retorcía, lloraba y suplicaba le acabó pareciendo tan patética que terminó por soltarlo, dejándole caer al suelo, con la cara llorosa y congestionada.
Su amiga Vane no fue tan compasiva. Isa celebró con una risotada el primer pisotón, pero, al igual que muchos de los presentes, comenzó a incomodarse a medida que el tormento se prolongaba. A partir del tercer o cuarto pisotón, Luv dejó de patalear.
Sus amigos observaban desde la distancia. Iván, que poco a poco se había conseguido incorporar, permanecía encorvado con las manos apoyadas en sus muslos. Las pelotas le estaban matando. El dolor le ardía con cada movimiento que hacía. A su lado estaba JH, que le había ayudado a levantarse. Los dos habían visto cómo le habían retorcido los huevos a Vini hasta dejarlo hecho un ovillo gimoteante y tembloroso en el suelo y cómo esa otra chica no paraba de clavar su pie entre las piernas de un inmovilizado Luv. Una vez, y otra, y otra. Y otra… Sin embargo, ninguno de los dos se planteaba si quiera intervenir.
A Iván casi le habían reventado los testículos un rato antes y con eso tenía suficiente, además bastaría tan solo un roce en la misma zona para hacerlo gritar. Por su parte, JH era muy consciente de que era el único del grupo que se había librado de sufrir un ataque en sus partes íntimas. Pese a superar a Luv y Vini en altura y casi igual a este último en musculatura, en aquel momento se sentía extremadamente vulnerable. Su enorme sonrisa, de aspecto algo caballuno, se había esfumado por completo. Miraba el pie de Vane caer una y otra vez sobre los genitales de su amigo con la mirada perdida. Su rostro largo y afilado, enmarcado por los rubios rizos que le caían a cada lado hasta los hombros, tenía aspecto lúgubre. No pensaba en sus amigos, sino en sí mismo. Le hubiera gustado desaparecer de aquel patio o cómo mínimo ser invisible. Sentía pánico a que en algún momento la situación se volviera contra él. El miedo a sufrir algo similar a lo que estaban padeciendo sus amigos lo paralizaba y se le clavaba en la entrepierna como una navaja a punto de rebanarle las pelotas.
Mica y Ceci se incorporaron al ver que el chico al que sujetaban por los brazos a penas se movía. La cara de una de ellas era de sincera preocupación, la de la otra, de puro asombro. Vane, sin embargo, siguió pisoteando la bolsa escrotal del chico hasta que finalmente fueron Claudia y Flor quienes la sujetaron y la apartaron, antes de que terminase por reducir sus gónadas a pulpa. Un débil gemido fue lo único que les indicó a los presentes que Luv seguía vagamente consciente.
—Ya ha sido suficiente. Venga, ahora largaos ya de aquí —dijo Claudia, mirando despectivamente a Iván y JH.
Los dos chicos avanzaron lentamente por el patio, en dirección a la salida, franqueada por las chicas. A un lado estaban Claudia y Flor, y al otro Isa y Vane, a quien sus amigas ya habían conseguido calmar, mientras que Mica y Ceci permanecían alejadas. Iván caminaba con dificultad, por lo que tuvo que apoyarse en su amigo. JH tenía aún húmedo su bañador estilo bóxer negro, del mismo color que el apretado speedo que llevaba Iván. No quitaba ojo a Isa y Vane, que les miraban con mueca de desdén. A su alrededor, toda la multitud del patio les observaba en silencio. Claudia y Flor cuchicheaban, apenas podían reprimir la risa al ver la evidente cojera de Iván. Pasaron junto a sus amigos caídos. Vini temblaba, sentado en el suelo, tratando torpemente de ponerse en pie, sin retirar la mano de sus huevos. Luv, en cambio, tardaría bastante rato en poderse si quiera incorporar.
JH sintió cómo se le encogían los testículos al pasar por al lado de Isa y Vane. La primera les miraba con mofa, la segunda con gesto desafiante. El chico tragó saliva. Claudia y Flor continuaban hablando en voz baja y riéndose. Cuando estaban a punto de alcanzar la puerta, JH sintió cómo una mano le daba golpecitos en el hombro.
—Eh, te olvidas esto.
Antes de que tuviera apenas tiempo para darse la vuelta, Flor le encajó un rodillazo directo a la entrepierna. La huesuda rodilla de aquella chica de trenza larguísima se clavó en los testículos del joven, aplastándolos sin piedad contra la ingle, lo que le hizo caer al suelo como un pesado fardo de telas.
—Flor sería una mala anfitriona si hubiera dejado que te fueras sin un recuerdo —dijo Claudia con sarcasmo, lo que provocó una mirada cómplice de Flor y una sonora y violenta risotada de Isa y Vane.
Las cuatro chicas formaron corro alrededor de JH, que se retorcía en el suelo. Junto a ellas estaba Iván, que ni se atrevía a sostenerles la mirada. Claudia, sin embargo, no miraba a aquel chico de rizos dorados que jadeaba a sus pies, sino que tenía la vista fija en Iván. Su cara alargada, su cuerpo blanquísimo y muy delgado, su mentón algo huidizo y su pelo negro y rizado. «Menuda pinta de idiota tiene el chaval». Y, sin embargo, él había sido quien lo había iniciado todo, haciendo llorar a su amiga Lina y dando lugar a todo aquel absurdo enfrentamiento. Aunque en buena medida lo había buscado ella… «Sabía que si invitaba a este idiota y a sus amigos habría movida y que la pobre Lina se daría cuenta de lo imbécil que es… aunque nunca pensé que se nos iría todo tanto de las manos.» Aun así, no podía negarlo. «¡Ha sido jodidamente divertido!»
En aquel momento, Claudia se lamentó de no haberse divertido más… sí, ella lo había instigado todo, pero le hubiera gustado haberle dado una lección a alguno de esos idiotas con sus propias manos. De las cuatro chicas que estaban allí de pie, era la única que no había dado un solo golpe… «¿Qué coño? ¡Total, en unas semanas no les volveré a ver!» En efecto, le habían concedido una beca artística en una prestigiosa academia y dentro de poco estaría fuera durante bastante tiempo, así que… «¿Por qué reprimirse?», pensó. Y alargó su mano disimuladamente hasta la entrepierna de Iván. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, le soltó un fuerte manotazo con el dorso de la mano en sus todavía doloridas pelotas. Ninguna de las presentes se dio cuenta de lo que pasó, solo vieron de repente a Iván doblarse, gimiendo agónicamente.
Desde la distancia, Ceci y Mica sí que habían observado el rápido golpe. Con sonrisa maliciosa, Ceci se acercó a su amiga, que miraba a los cuatro chicos con asombrada incredulidad, y le susurró al oído.
—¿Te das cuenta Mica? Ahora ves para qué les sirven las bolas a los pibes.