ALMUTAMID

El alcohol y las drogas tuvieron su efecto la mañana siguiente con una resaca considerable que nos hizo salir de la habitación cuando ya habían terminado de dar los desayunos. Yo agradecí que me dejaran dormir algo más después de la noche que me habían dado los compañeros de habitación.

Mientras se duchaban yo holgazaneé en la cama hasta que no me quedó más remedio que levantarme. Me extrañó cierta frialdad entre los dos amantes de la noche anterior, pero pensé que a Heidi le habría molestado que Santiago se fuera a su cama tras su revolcón. Pero al comer algo en una pastelería cerca del B&B él le dijo algo al oído que sonrojó a la alemana provocándole también una sonrisa.

El día lo dedicamos a hacer turismo y a visitar varios de los museos de la ciudad como el Rijks Museum y el de Ana Frank. De hecho gastamos todo el día en las visitas hasta la hora de la cena. Mis amigos estaban cansados quizá pagando los excesos del día anterior. De modo que nos fuimos a cenar con la idea de regresar pronto al hostal.

Durante la cena Santiago y yo coincidimos en el baño. Había una maquina expendedora de condones y el gallego compró una cajita de tres delante de mí.

-Esta noche mojo…-me dijo orgulloso.

-¿Con Heidi?

Asintió. Yo no le hice saber que sabía que se habían liado la noche anterior pero él me lo contó sin reparos:

-Tío, anoche me la comió. Me la comió hasta el final. Se llevó todo el churretón. Que fiera…

Yo nunca he sido de fardar delante de los amigos ni de contar mis intimidades con una chica, pero al gallego se le veía venir. Era un buitre y tenía pinta de no comerse una rosca pero había tenido suerte con la alemana. El problema es que yo ahora me sentía culpable. Heidi me caía muy bien y pensar que yo había traído a este tío me incomodaba. Aunque tampoco la había obligado a liarse con él. Y dudo que lo hiciera para provocarme, pues tras la mamada a dúo en mi dormitorio ella me dejó muy claro que no le interesaban esas historias y seguramente eso me incluía a mí.

-…pero como no teníamos condones no pudimos follar, pero esta noche la pongo mirando a Cuenca…

-¿Dónde?

-Pues en el dormitorio.

-Hay más gente.

-Anoche me la comió allí y no os enterasteis…

Sí que me enteré pero no iba a hinchar más su ego aunque por algún motivo a mí sí se me estaban hinchando las pelotas. No me estaba gustando como hablaba Santiago de la chica.

-Pues serás de poco dar- respondí haciéndome el importante- porque cuando yo me follo a una tía si no grita de gusto no me quedo tranquilo.

Se quedó mirándome muy serio pero de golpe empezó a reír:

-Jajajajaja, menos lobos caperucita. No vayas ahora de machoman…

Pensé en colgarme la medalla de todas las chicas que me había pasado por la piedra desde que había llegado a Lieja pero justo en ese momento me di cuenta de que me estaba rebajando a su nivel y de que precisamente si habían confiado en mí y tenido sexo conmigo era precisamente porque yo era muy diferente a Santiago.

-Bueno, mientras no me deis la noche…-dije secándome las manos para volver a la mesa.

Tras la cena como ya me habían anunciado decidieron volver al B&B, pero yo quería darme un paseo y conocer el famoso Barrio Rojo de la ciudad. Es un lugar sorprendente. Un conjunto de calles estrechas entre canales por las que se agolpa una multitud más de curiosos que de potenciales clientes.

El nombre de Barrio Rojo procede de los faroles de ese color que las casas de citas o burdeles tenían que colgar a la puerta de los establecimientos para que fueran reconocidos. Pero lo más sorprendente no era la concentración de este tipo de locales en una zona, algo habitual en ciudades con puerto. En España se les conoce como barrios chinos o mancebías. Aquí el material está expuesto a la vista de los potenciales clientes: mujeres vestidas con lencería y batas de seda, hombres con ropa interior brillante luciendo abdominales o transexuales de grandes pechos y paquete marcado bajo la fina tela de sus bragas esperaban sentados en el interior de escaparates a la vista del público. No había exhibicionismo ni poses, tan sólo los cuerpos a la vista cubiertos con ropa sugerente para aumentar la curiosidad de los que compran sexo.

Asombrado por la forma de comerciar los cuerpos y de la masa humana que los observaba deambulé por las callejas. Cuando ya salía por una de las últimas callejas me fijé en el último escaparate y me llamó la atención su ocupante: una chica delgadita de no más de 18 o 18 años. Había visto en otros escaparates personas delgadas y gruesas, orientales, africanas…pero aquella chica me sorprendió. Podría ser compañera mía de clases. Rubia con la melena recogida a un lado de su cuello, delgada, muy pálida de piel. Tenía una cara bonita con ojos grandes muy azules que destacaban entre el maquillaje negro que los rodeaba y labios finos. Reparó en mí y quizá en mi sorpresa levantándose del sillón donde esperaba al siguiente cliente y creería que podría ser yo.

Vestía un conjunto negro de lencería consistente en medias de liguero a medio muslo, tanga negro que me mostró dándose una vuelta completa para que viera su culo, un corpiño que hacía las veces de sujetador de encaje casi totalmente transparente dejando ver a la perfección dos pequeños pezones aparentemente sonrosados coronando dos pequeños pechos, y sobre los hombros una especia de batita caída sobre los hombros de gasa transparente.

Me encogí de hombros y negué con la cabeza mientras la chica me decía algo que yo no podía oír a través del cristal del escaparate. Pero me hizo un gesto para que me acercara a una zona donde el vidrio tenía unas pequeñas perforaciones agachándose para que su boca quedara cerca.

Me habló en neerlandés pero negué de nuevo con la cabeza. Insistió en inglés.

-¿Dónde va un chico tan guapo solo por aquí?

-Paseaba.

-A este barrio no se viene a pasear.

-Bueno, nadie te obliga a consumir.

-¿No te gusta el producto?- preguntó levantándose girándose de nuevo para mostrarme sus nalgas y poniéndose después en cuclillas con las piernas abiertas para que yo viera sus pechos a través de la transparencia de su escasa ropa y sus piernas abiertas. Tuvo el efecto que ella buscaba pues no pude evitar admirarla de arriba abajo, pero mi respuesta no debió ser la que ella esperaba:

-Eres muy joven ¿no?

Pareció descolocarla mi pregunta y respondió:

-¿Prefieres una mujer madura? Yo tengo experiencia, sé cómo darte placer. En este barrio no trabaja cualquiera.

-Perdón. No era eso lo que quería decirte. Estaba pensando que eres muy joven y muy bonita.

Mi respuesta pareció agradarle creyendo que iba a conseguir trabajo inmediato pero rebajé sus expectativas:

-Te invitaría a un café o una cerveza, pero yo no pago por sexo.

Con molestia respondió airada:

-Para un café no me paso 12 horas expuesta en un escaparate…

-Lo siento, no quería ofenderte.

-No pasa nada. Entre tanto baboso a veces no cae mal un cliente joven y guapo como tú.

-Gracias. Pero yo no pago por sexo. Que tengas suerte.-me despedí de la chica.

-Gracias…

Me retiré del Barrio Rojo con una desagradable sensación. A saber por qué aquella chica se dedicaba a aquello. ¿Dinero fácil? Quizá…

Me fui ya al hostal. Había estado casi dos horas en el paseo entre ir y venir a aquel barrio y el deambular curioso por sus calles. El B&B me pillaba algo retirado de allí pero no me di prisa. No quería pillar a Santiago en plena faena.

Cuando entré a la habitación todo estaba en aparente calma. Encendí una luz pequeña que había a la entrada y con su tenue luz me desnudé y cogí la toalla y el neceser para darme una ducha.

En el baño no había nadie por lo que me duché y me lavé los dientes sin prisas. Cuando terminaba me crucé con dos chicas algo mayores que yo en la puerta de los aseos y me di prisa en enjuagarme los dientes. Iba con una toalla a la cintura y desde que había empezado con Alba el pudor que tenía cuando había llegado a Lieja había regresado a mi comportamiento.

Al regresar a la habitación me di cuenta de que Heidi dormía sola. O Santiago había echado su polvo y había pasado de ella o directamente la chica había evitado acostarse con el gallego. Ya me enteraría pues no dudaba de que me lo contaría con pelos y señales si era necesario.

Pude dormir tranquilo sin los sobresaltos de la noche anterior pero con una sensación negativa de no estar disfrutando del viaje. Me sentía totalmente desubicado como si yo ya no tuviera nada en común con mis acompañantes. Unos pocos meses antes me lo había pasado muy bien con ellos y sin embargo ahora me sentía ajeno. Son en ocasiones sensaciones más de tu propio estado mental que de la realidad. Pero me había sentido fuera del grupo en casi todo el momento y más sabiendo que Heidi se estaba enrollando con Santiago.

Pero por la mañana hubo sorpresa. Y es que noté a la alemana muy incómoda con el gallego y más pegada a su amiga. Sí desayunamos en hora para poder completar la visita a Ámsterdam antes del regreso a Lieja el domingo por la trade. En el desayuno Heidi casi sólo habló con Greta. Santiago parecía cortado. Fue Guido el que ya fuera del B&B me contó lo ocurrido.

Al parecer Santiago había dado por hecho que iba a follar con Heidi, algo que ella en realidad no tenía del todo claro. Se había puesto pesado y la chica había reaccionado seca cuando el gallego ya se había colado en su cama y la acariciaba. Discusión en la que tuvo que mediar la otra pareja. El problema es que Santiago se empeñaba en que Heidi lo había provocado y era una calientapollas. Guido trató de explicarle que simplemente la chica no estaba segura de hacerlo con él y no le apetecía, pero no fue fácil bajarlo del burro hasta que reconociera que tenían que haberlo hablado antes.

Tras saber lo ocurrido hablé con Heidi. Se sentía mal. La primera noche me confesó que se había dejado llevar por el alcohol y las drogas pero la segunda noche no se sentía con ganas de hacerlo con Santiago, al que reconocía que era mono pero que no le gustaba tanto como para hacerlo con él sin conocerse mejor. Su respuesta me halagó pues conmigo sí que me había buscado ella y sin drogas de por medio.

El viaje de regreso fue ya menos tenso pues en la comida se fueron relajando. Y aunque Santiago se disculpó en privado seguía diciendo que la alemana le había calentado la polla y que no podía dejarlo así. Por más que le expliqué que la primera noche estaba colocada no se bajaba del burro. En cierto sentido me recordó la actitud de Dani con las chicas y especialmente con la novia que había tenido en el pueblo.

Cuando regresamos a la residencia ya atardeciendo en Lieja cené ligero y me metí en la habitación. Las casas del norte de Europa están muy bien acondicionadas para el frío, pero con los escasos 20 grados que alcanzaba el termómetro aquellos días el recalentamiento de mi dormitorio era enorme pues no tenía ventilación y recibía la luz del sol durante más de 14 horas. Casi prefería que volviera el nublado permanente de los primeros meses en Lieja, pues la primavera atrasada de allí hacía irrespirable estar en la habitación teniéndome sudando a pesar de abrir la ventana de la buhardilla.

Lo primero que hice fue comunicarme con mi chica para contarle todo lo sucedido el fin de semana. Le escribí tirado en la cama en calzoncillos pero me apetecía tanto verla que aunque ambos estábamos ya acostados cuando le escribí nos levantamos para encender los ordenadores y poder vernos.

A mi ciudad también había llegado el calor y Alba llevaba una camisetita de tirantas que supuse que era parte de un pijama de verano, pero lo que más me sorprendió es que no llevaba sujetador y sus pechos se movían libremente bajo la tela. Evidentemente le hice saber lo bonita que estaba.

-¿En pijama?

-De cualquier manera…pero este te queda muy bien.

Se miró y se dio cuenta de que iba sin sujetador y se rio graciosa:

-Jajajaja, ya sé por que lo dices. Estaba ya acostada y no me he dado cuenta.

-Estás preciosa. Me gusta invadir tu intimidad. Porque algún día dormiremos juntos.

-Ojalá…

Sus palabras me llenaban de alegría esperando el momento de poder estar juntos de nuevo. Le conté todo lo sucedido en el viaje incluido el incidente entre Santiago y Heidi. Mi chica entendía perfectamente la postura de la alemana y no describió al gallego con adjetivos agradables. Me recomendó que no saliera mucho con él. Pero la conversación dio para más que ya os contaré…

No fui yo el único que se había fijado en la indumentaria para dormir pues Alba también se fijó que estaba desnudo de cintura para arriba.

-Aquí hace un calor insoportable…

-Pero si te quejabas del frío y la lluvia.

-Ya, pero es que ahora sale el sol y mi habitación es una sauna. Se recalienta y no tiene ventanas para establecer corriente.

-¿Y qué haces?

-Pues quitarme ropa…-dije poniéndome de pie para que viera los calzoncillos.

-Jajajajaja- se rio.- ¿Y si abres la puerta?

-Tendría que abrir la ventana de la compañera de al lado y establecer corriente. ¿Quieres que me vea en calzoncillos?

-Nooooo. Jajajaja. Pero te pones unas calzonas o algo y refrescáis las dos habitaciones.

-Se lo comentare. Espero que no la despierten mis ronquidos.

-¿Roncas??????

-Noooooo, jajajaja. Creo…

-Oye yo te he enseñado mi pijama- le dije con picardía- ¿cómo es el tuyo?

-Normal. Esta camiseta con un pantaloncito a juego.

-Enséñamelo ¿no?

Sus mejillas se encendieron pero tras dudar se levantó. Efectivamente llevaba un pantaloncillo suelto de pijama anudado a la cintura. Al ponerse de pie sus pechos se marcaron más en la fina tela de la camiseta. Debió notar como mis ojos se dirigieron a esa parte de la pantalla porque sentándose ligera me dijo medio en broma:

-Oyeeeeee, ¿qué miras? Jajajajaja

-Lo bonita que es mi princesa…no veas las ganas que tengo de verte…

-¿Sólo de verme?

-Bueno, tú sabes…-respondí guiñándole un ojo.

-Yo también te echo de menos. Pero ya nos falta poco para pasar todo el verano juntos.

Y más…pensé sin atreverme a decirlo. Pero si me atreví a decir:

-Desde que acaricié tus pechos no pienso en otra cosa…

Alba bajó la mirada cortada con las mejillas encendidas.

-¿Es malo que me guste tu cuerpo?

Negó sin mirarme.

-¿A ti te gusta mi cuerpo?

-Tampoco te lo he visto tanto…

-Pero si me has visto en bañador un montón de veces y hasta desnudo.

-Pero no me he fijado.

-¿En serio?- pregunté sorprendido.

-Bueno, en bañador estás muy mono, pero esa vez que te vi desnudo de verdad que no me fijé.

-Pero si me metisteis en la ducha.

-Pero no me fijé. Estabas tan mal que ni pensé en que estabas desnudo…

-Eres un sol. Espero gustarte cuando toque…

-Jajajaja. Qué tonto eres. Ya me gustas.

-Tú sí que me gustas. Y te voy a decir una cosa. Yo sí me he fijado en lo buenorra que está mi chica…

-Jajajajaja, lo sé…

A pesar de ser una conversación de lo más ñoña yo estaba tan escaso que algo empezó a ponerse tontorrón dentro de mi calzoncillo. Y es que las tetas de mi chica me ponían tanto que aunque sólo viera la tela que las tapaba, verlas marcadas y con su movimiento natural me soliviantó. Y evidentemente cuando nos despedimos cayó una paja tumbado en la cama de las rapiditas aunque llevaba tanto tiempo sin eyacular que me puse perdido por la cantidad.

Guido se quejó molesto el lunes en clase de la actitud de Santiago pero yo me disculpé con la excusa de que no sabía que fuese así con las tías. Evidentemente Greta y Heidi no querían saber nada más de él. Y yo no tuve mucha más relación con él salvo algo que ocurrió más adelante.

Las semanas transcurrían sin pausa aunque a mí se me hacían demasiado largas. De hecho a final de mayo se cerraron las fechas de los exámenes. De las 4 asignaturas en las que estaba matriculado una se evaluaba mediante un portfolio final, y las otras tras por exámenes por lo que encontré en ese portfolio la excusa para poder escaquearme de salir demasiado. Ahora mi empeño no era sólo evitar tentaciones que hasta el momento estaba cumpliendo sin dificultad, sino ahorrar dinero para aprovechar el verano, pues mi madre una vez registrada la herencia a nombre de mi padre y pagados los impuestos correspondientes no había perdido el tiempo y estaba reformando el apartamento de la playa.

De hecho, una tarde me tuvo una hora al teléfono contándome emocionada todos los aspectos de la reforma. Como el apartamento era amplio había decidido tirar tabiques y de donde sólo había un dormitorio y el salón sacar dos, uno para ellos y otro para mí. Tenía que decirles si quería dos camas para cuando invitara a algún amigo. Le dije que sí aunque pensando en otras cosas habría preferido una de matrimonio. Por supuesto había reformado el baño y la cocina. Y como el salón había quedado más pequeño había acristalado la terraza con una cristalera desmontable de esas correderas de modo que podía usarse como comedor interior en invierno y exterior en verano.

No sé como veía mi padre tanto gasto pero desde luego el apartamento iba a quedar muy bien y eso era señal de que mi madre quería usarlo mucho. Realmente no me había planteado todavía el verano a pesar de todos los planes que había hecho con Alba. No sabía si dar clases particulares o no, si irme unos días con mis padres, si ella se iría con los suyos. En realidad el único plan había sido buscar la forma de pasar tiempo juntos.

La liguilla de fútbol en la que me había metido también se acababa y aunque los compañeros habían decidido seguir con los entrenamientos yo me lo tomé con más tranquilidad. Me resultaba más cómodo salir a correr para hacer ejercicio que atravesarme la ciudad para entrenar ya sin partidos de por medio. Y aunque algún día acudí por ver a los compañeros que tan bien me habían acogido no mantuve la regularidad con la excusa de los exámenes.

Eso hizo que pasara más tiempo con Astrid. La verdad es que verla salir a correr ahora que el tiempo había mejorado tanto era un espectáculo, pues usaba culottes ajustados a su culazo con sujetadores deportivos y su melena rubia recogida en una coleta se balanceaba al ritmo de sus zancadas. Quien nos viera juntos tantas veces pensaría que éramos pareja o directamente me la follaba, pero nada más lejos de la realidad.

Sólo un día me puse realmente nervioso pues al sentarme a hacer uno de los ejercicios en el suelo no me había percatado que justo donde estaba el aparato había un charco. Mis calzonas, pero especialmente mis calzoncillos, absorbieron el agua provocando que al correr de regreso me rozaran provocándome una escocedura. La sueca me notó correr de forma extraña y me preguntó:

-Estoy empapado y me roza al correr…

-¿Las calzonas?

-No. Los calzoncillos.

-¿Te pones calzoncillos para correr?

-Es que estas calzonas son de fútbol sala y no tienes hueveras…-me justifiqué.

-Vaya, claro, no había pensado en eso. Yo es que para correr no uso ropa interior.- me explicó bajándose el elástico de su culotte enseñándome su cadera desnuda.

Madre mía que nervioso me puse creyendo que me iba a enseñar el chocho. Pero recuperado de la impresión le pregunté si no le importaba que volviéramos andando, a lo que me contestó:

-Quítate los calzoncillos y los llevas en la mano.

-No me voy a desnudar en medio de la calle.

-No, jajajaja. Pero te metes detrás de ese seto y ya está.

No lo veía claro pero parecía muy interesada en volver corriendo a la residencia así que aún no sé por qué motivo la obedecí. Me escondí detrás del seto y me bajé ambas prendas. De broma la llamé, pues estaba de espaldas y le lancé el calzoncillo que ella atrapó al vuelo con sus manos antes de que cayeran sobre su cuerpo.

-Ains, que cochino. Que están sudados…-los sujetaba con cierta repugnancia.

Yo mientras me había puesto las calzonas. Pese a ello me sentía desnudo. Cuando salí de detrás del seto me devolvió la prensa interior lanzándola y salió corriendo para que la siguiera. Al correr sentía que el paquete rebotaba a cada zancada y que todo el mundo que me viera se daría cuenta de que aquello andaba suelto. Pero Astrid no me comentó nada aunque me pareció que alguna vez miró divertida de reojo. Al llegar a la residencia subí con prisa a ducharme para que nadie se diera cuenta de la libertad que reinaba en mi entrepierna. No comentamos nada en los días siguientes por lo que yo no le di ninguna importancia.

A principios de junio se acabaron las clases. Dos semanas de exámenes y estaría en casa quizá ante de lo previsto si me salían bien. Estaba encantado. Sin embargo el fin de las clases traía un peligro que no había imaginado.

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