ALMUTAMID
Afortunadamente el ruido de la habitación de al lado cesó y mis pensamientos se relajaron. Astrid nunca se me había insinuado. Yo nunca la había buscado. Y además ella era lo suficientemente liberal para decidir si se iba con un tío. Por tanto, deseché la idea de que ella en algún momento hubiese querido acostarse conmigo.
Incluso más allá. Su actitud los días siguientes fue absolutamente normal. Yo tenía novia y había decidido serle fiel, y ella tenía una relación abierta y follaba con quien le apetecía, y no le apetecía conmigo.
El martes, quiso venirse conmigo al entrenamiento con el equipo. El clima de Lieja era menos frío. Incluso cuando salía el sol hacía calor. Además los días alargaban más que en mi ciudad debido a las latitudes más altas en las que me encontraba por lo que atardecía en mayo casi a las 10 de la noche.
No os podéis imaginar el revuelo que causó entre mis compañeros de equipo la aparición de semejante rubia. No sé cuantas veces tuve que explicar que ni era mi novia ni teníamos nada, que sólo era mi compañera de residencia. Y aun así estuvieron encantadores con ella tras el entrenamiento en la cervecería. Tan encantadores que se olvidaron de mí.
De vuelta a la residencia me dijo que me envidiaba.
-¿A mí? ¿Por qué?
-En 3 meses aquí tienes muchos amigos. Yo solo te tengo a ti como amigo.
-Bueno…he visto salir gente de tu dormitorio- repliqué.
-Pero no son amigos. Tú has conseguido tener amigas en la residencia, en la facultad, estos chicos tan agradables del equipo…
-Y aún así estoy deseando irme ya de aquí.
-¿Por tu chica?
Asentí con la cabeza.
-Yo ya no tengo esas sensaciones con mi pareja. No sé si se ha acabado o quizá la distancia nos separa.
-¿Por eso te acuestas con otros tíos?- quise saber.
-No. Eso ya lo había hecho antes. Eso es lo de menos. Pero tú echas tanto de menos a esa chica y yo ya no siento eso.
-Bueno, Alba y yo estamos empezando.
-Alba. ¿Significa algo?
-Sí. Amanecer o también blanca.-expliqué.
-Es un nombre bonito.
-Toda ella es bonita.
-Los mediterráneos creo que amáis de otra manera.
-Yo he sido como tú, pero ahora es lo que siento.
-¿Ves? Te envidio…-remató la conversación.
La conversación rompió mis esquemas y mis prejuicios. ¿Cómo alguien tan bello e inteligente como Astrid podía envidiarme a mí? Yo siempre había sido un pardillo que observaba a las chicas así desde la distancia sin poder aspirar a que me echaran cuenta, y ahora una de ellas ¿me envidiaba? Me podía haber evitado muchos de mis problemas de los últimos tres años sólo si hubiese tenido más autoestima. O, mejor dicho, la seguridad que tener la estima alta te da.
Pero también la charla con mi amiga sueca me dio a entender que en realidad ella no pensaba follar conmigo, pues me reconocía una confianza en mí que superaba a la de un amante ocasional, y además era conocedora de la fidelidad que yo debía a mi novia.
Así que una tentación menos por doble motivo: no necesitaba inflar mi ego pues ante los demás era suficiente ya, y además Astrid no me miraba con intenciones libidinosas, sino que quizá veía en mí a un buen amigo que tampoco la deseaba a ella de esa forma.
A mediados de mayo Guido me propuso retomar el viaje pendiente a Amsterdam que habíamos dejado en febrero. La idea era volver a irnos los cuatro de nuevo, pero a mí me resultaba incómodo viajar con Heidi. Por lo que sin decirle el motivo le planteé que fuéramos alguno más. De hecho, se lo propuse a Santiago. El gallego no había conseguido hacer demasiados amigos y las chicas prácticamente le huían por lo pesado que era. Pero yo le propuse el viaje con la condición de que no fuera pesado con Heidi. Por supuesto, aceptó.
A las chicas tampoco les pareció mal. Por lo que repetimos el modelo del otro viaje. Alquilamos un coche entre los 5 para ir y otro para volver pues en la Venecia del Norte los canales convierten su centro en una gran área peatonal recorrida por cientos de bicicletas.
Reservamos un bed and breakfast para las dos noches. No había habitaciones de 5 y nos tocó compartir una gran habitación de 4 literas con otras tres personas. Como en todos los que habíamos visitado en el viaje anterior los baños eran mixtos. Santiago hablaba mucho pero le cayó bien a Greta y Heidi. Aunque se conocían de antes no habían coincidido demasiado. Quizá por eso. La cuestión es que él no estaba pesado. Ni siquiera parecía mostrar ninguna intención con Heidi. Y eso me allanaba el no tener que estar tanto tiempo pendiente de ella o ella de mí.
Cenamos comida indonesia y nos fuimos a uno d ellos famosos cafés donde el producto estrella no se vende. Aunque sabíamos que en Holanda es legal consumir marihuana no deja de sorprender entrar en un lugar donde a la carta de cafés o cervezas se sumaba la carta de distintos tipos de droga para ser consumida en el local Las mamparas que separaban las mesas no evitaban que el olor y el humo llegaran a todas las mesas.
Aunque Heidi fue reacia a probar el empuje de su amiga y las ganas de Santiago y Guido hicieron el resto. Nos prepararon un porro para compartir tras explicarnos los distintos tipos de hierba y sus virtudes. Ninguno nos atrevimos a preguntar por otros efectos aunque los ojos enrojecidos y alguna risita tonta poco después de terminárnoslo.
Yo, como ocurriera en la noche de mal recuerdo con Dani, Martina y Ana, en vez de echarme el humo a pecho, lo retenía ligeramente en la boca y lo expulsaba rápidamente reduciendo considerablemente los efectos de la droga.
Pero cuando salimos del café para dirigirnos a tomar unas cervezas se notaba cierta euforia en el quinteto. Tenían la risa floja que delataba el consumo de estupefacientes. Y el alcohol profundizaba esa sensación.
Yo en realidad no me lo estaba pasando bien del todo. Mi cabeza estaba en otro sitio y mientras la conciencia me decía que aprovechara mi estancia en el norte de Europa y disfrutara la experiencia mi corazón quería estar en otro sitio.
Por eso y aduciendo un dolor de cabeza me retiré cuando vi que mis amigos estaban ya suficientemente borrachos para empezar a ser molestos. No tenía ganas de estar con ellos en ese momento pero tampoco quería ser un aguafiestas. Que ellos se divirtieran.
Regresé al B&B y aprovechando que era bastante tarde me di una ducha antes de meterme en la cama. Como Guido y Santiago son muy altos les dejamos dos literas. Las chicas y yo dormiríamos en camas de abajo. Por otra parte. Cuando entré en la habitación envuelto en una toalla para dormir comprobé que mientras me duchaban habían llegado dos inquilinos más al dormitorio: una pareja muy rubia que me saludaron haciendo que me resultara más incómodo cambiarme.
Pero más incómodo fue lo de después cuando sin importarles lo más mínimo mi presencia se pusieron a follar a juzgar por los suspiros, gemidos y traqueteo de la litera de al lado de la mía. Lejos de excitarme como podría haber pasado en otras épocas me molestó enormemente porque no me dejaban dormir.
Para colmo poco después de que los vecinos amantes terminaran con sus demostraciones de amor y se quedaran en silencio llegaron mis compañeros. Me hice el dormido al comprobar que venían bastante colocados con risitas y tropezones. Entre que fueron al baño, se cambiaron y se acostaron tardaron bastante tiempo sin dejar de hacer ruido.
Pero lo que más me remató es que cuando ya teóricamente estaban acostados y en silencio noté como Santiago se bajaba de la litera que estaba sobre mi cama y se acercaba a la cama de Heidi. Tras unos susurros y risitas flojas noté ruido de sábanas. Pero de nuevo las risitas y susurros con algún siseo.
Pero de golpe me pareció escuchar un beso, mejor dicho el sonido de los labios al separarse. ¿Se estaban enrollando? Ya era lo que me faltaba, ¿dos polvos al lado mía la misma noche?
Agudicé el oído y me pareció oír un suspiro pero de nuevo volvió el silencio y los susurros. Habría sido imaginación mía. Desde luego mi problema no era que se enrollaran sino que no me dejaran dormir pues el dolor de cabeza iba a convertirse en real.
De nuevo sonido de besos. Joder, yo echando de menos a mi novia, con la que había tenido un par de revolcones con paja y estos dos se iban a poner a follar. Empezaba a joderme estar a dos velas, pues no mojaba el churro desde hacía más de dos meses.
¿Un gemido? ¿Se estaban metiendo mano? No me lo podía creer. La oscuridad era casi absoluta, pero salvo la respiración fuerte de alguien que dormía sólo oía a Santiago y Heidi. Bueno especialmente a ella pues suponía que los suspiros eran suyos. Pero un gemido ronco me confundió. Entonces fue cuando distinguí la primeras palabras en un claro español con acento gallego:
-Sí, sí, nena…así…
¿Así qué?
-Ufff, que bien lo haces…
¿Se la estaba comiendo?
-Mmmmm, ufff, beautiful…
¿Bonito? Querrá decir que muy bueno…
-Así, así, enterita…
Volvió al español dejando claro lo que pasaba. Joder. Heidi le estaba comiendo la polla al gallego a escasos dos metros de mí. No me molestaba pero me incomodaba. Además ya se habían olvidado de que no estaban solos en la habitación pues se oían los chupetones además de la voz de Santiago a un volumen más alto que antes.
-Ay, nena, como sigas así me voy a correr…
Debía ser la especialidad de la alemana. La mamada que me había hecho a mí en la ducha del hostal de Amberes había estado muy bien, por no decir aquella a dos bocas con Heike.
-Ummmm, sí, sí…stop, baby, I am coming…
Chup, chup, chup…el sonido era inconfundible.
-Nena, nena…
Que se corra ya y me dejen dormir…
-Arghhhhh….uffff, ufff, que boquita más tragona…
Joder se lo estaba soltando en la boca. Los porros se ve que desinhiben bastante. Pero al menos se callarían de una vez. Pero para mí desesperación no. De nuevo risitas y suspiros. Sonido de besos y una breve conversación de la que oía fragmentos sueltos:
-Do you want to fuck?
La voz de ella era más difícil de oír. Pero al gallego se le entendía todo.
-Sorry, I haven’t.
Podía imaginar lo que ella estaba diciendo, pero tras los susurros de nuevo besos. Algún gemido y la voz del gallego otra vez:
-Que chochito más rico tienes reina…mmmm
Joder, no habían terminado. Fueron unos diez minutos de respiraciones profundas y algún comentario más del gallego en español que no sé qué efecto tendrían en la libido de la alemana pero ahora si se oyó su voz gimiendo y suspirando. Se debía estar corriendo con los dedos largos del gallego.
Cuando la chica se serenó de nuevo besos y de nuevo los susurros que no entendía. Pero me sorprendió que Santiago se volvía a su litera. ¿Cómo dejas a la chica sola? Dios, como echaba de menos dormir con un cuerpecito pegado al mío acariciando mi pecho…