ALMUTAMID

Quizá no me creáis cuando os diga que no me fui triste. Evidentemente la iba a echar mucho de menos. Pero había llegado suficientemente lejos con ella para saber que lo nuestro iba en serio. Al menos lo mío. ¿Quizá había corrido demasiado contándoselo a mis padres? Mejor muestra de que yo iba de frente no podía darle. Pero había algo más. Los que conocéis mi historia seguramente ya os habréis dado cuenta de como habían cambiado las cosas tras conocer a Alba.

Mis relaciones anteriores se fundamentaban en una doble necesidad: en primer lugar sentirme deseado, importante, saber que yo atraía a alguien, que era capaz de concentrar su atención y quisiera estar conmigo. En segundo lugar, en la importancia que yo mismo le había dado a mi necesidad de mojar el churro.

Ambas necesidades estaban conectadas pero no eran lo mismo. La primera era una cuestión de autoestima. Era el resultado de la adolescencia de un pardillo que no se había comido una rosca y se mataba a pajas. La segunda era una consecuencia de aquella. Una vez que descubrí que yo era atractivo para las chicas ya no necesita alimentar mi ego, pero sí mis deseos. Follar no era una necesidad de autoestima, era algo parecido al deporte. Un ejercicio físico al que me había acostumbrado.

El problema había empezado primero con mi necesidad de descubrir el sexo con las chicas. Pero una vez sabido que mi problema en la adolescencia no había sido físico sino de autoconvencimiento pues ni yo creía en mi mismo, sobrepasé el límite, y convertí el sexo en una necesidad puramente física.

Conquistar a una chica como Claudia probablemente había sido algo muy difícil. Algo que tíos físicamente mejor dotados que yo no habían conseguido. El problema es que superado ese estigma no fui capaz de controlar ese apetito.

No interpretéis estas palabras como un deseo de volver con Claudia. Descubrir cuanto me importaba Alba y a lo que estaba dispuesto por ella fue muy elocuente. A Claudia la estaba engañando al mes de empezar. Bastaba que una cara bonita se me pusiera a tiro. Es cierto también que las dos caras bonitas fueron abiertamente a por mí. Nieves y Blanca no tropezaron conmigo, ambas me buscaron y provocaron. El problema es que yo lo puse demasiado fácil.

En ese tiempo para mí un polvo era más importante que cuidar mi relación. Y así me fue. Pero la pregunta que me hacía sentado en el avión que me llevaba de regreso a Bruselas empezaba a tener una respuesta clara. ¿Yo engañé a Claudia porque realmente no estaba tan pillado por ella o porque sin saberlo la había convertido en una muesca más en la culata de mi pistola?

Visto en la lejanía éramos una pareja imposible. Aun así hicimos amistad, nos enamoramos mutuamente y empezamos una relación. ¿Su independencia fue el problema? ¿Mi desconfianza? ¿Incompatibilidad?

¿Por qué ahora me resultaba tan fácil pensar que no me interesaba nadie más que Claudia y sin embargo pude sostener una relación con Nieves cuando Claudia ni siquiera se había ido de España?

Pero una nueva duda me asaltaba. Tras enrollarme con Alba un año antes yo me había empeñado nada más y nada menos que en intentar una relación seria con Marta y volver con Claudia. ¿Cuándo fui consciente de que ella era mi alma gemela? En realidad algunos no os lo váis a creer. Pero en realidad fue cuando caí más bajo. Cuando Claudia me dejó y mi mundo parecía desmoronarse ella hizo de tripas corazón y estuvo junto al amigo ¿el chico que le gustaba?…Pero dio la cara. Sabía que el estaba roto por otra y aun así no se apartó. Incluso viéndolo en las peores circunstancias: desaseado, lloroso y hasta desnudo. Pero ella siempre estuvo ahí.

Ya sé que me vais a reprochar que aun así después hice todo lo posible por estar con cualquier otra que no fuera ella. Y es verdad. Y fue consciente. No me veía merecedor de un ángel como Alba. Prefería hacerle daño antes de que después de. O mejor dicho, que ella se convenciera de que yo no era adecuado para ella.

Pero ni aun así. Ella siempre estaba ahí. Nunca fallaba. Consentía. Y sólo cuando me vio aquella vez tomando café con Mónica mostró incomodidad. Ella lo daba todo por mí y yo no tenía remedio. Y sin proponer sexo en ningún momento. No me conquistó ni sentándose en mis piernas como Marta, ni tonteando descaradamente como Nieves, ni haciéndose la inocente como Blanca. Siempre siendo ella misma.

Quizá exagero, pero era tanta la admiración que sentía por m chica que verme ahora con ella incluso limpiaba mis sentimientos de culpa anteriores. Ya no me sentía culpable por haber provocado el fin de mi relación con Claudia. Pues entonces no habría podido estar con Alba. Ese era el estado en el que mi convencimiento por mi novia me tenía. El sol había salido entre las nubes y me iluminaba con su luz blanca.

Tanto que el sexo había pasado a un segundo lugar. Que evidentemente me gustaba el cuerpo de mi chica. Mucho. Que le tenía ganas. Ahora que ya empezaba a disfrutar de mis caricias y demostraba su deseo, mucho más. Pero estaba dispuesto a esperar lo que hiciera falta hasta que ella me deseara tanto que no pudiera estar más sin recibirme.

¿Y yo? Pues llevaba bien sus pajas. Digo más. Me gustaban. Si era su forma de demostrarme como me deseaba me conformaba. Porque con ella el sexo no se había convertido en un fin sino en un instrumento. Y ese el motivo por el que me sentía fuerte para no meter la pata en los casi dos meses que tendríamos de separación.

A mi llegada a la residencia al mediodía del martes me fui directamente a la facultad tras soltar mi equipaje. Quería que Guido me pusiera al día de todo lo que me había perdido, que en realidad no había sido casi nada, aunque sí se habían publicado las fechas de los exámenes.

Por la tarde tuve entrenamiento. A ellos les expliqué la causa de mi viaje y recibí sus pésames. Por la noche en la soledad de la habitación sí sentí la nostalgia al verme hablando por mensajes con mi chica para contarle como había ido el día. Es curioso como cambian los sentimientos en pocas horas. Pero tenía que demostrarme a mí mismo mi capacidad e iba a hacerlo saliendo bien parado de aquellas semanas lejos de mi novia.

Pero fui capaz de retomar la nueva rutina. En realidad habían sido sólo 5 días de ausencia. Además la proximidad de los exámenes era la excusa perfecta para salir poco.

El miércoles recibí en mi habitación la visita sorpresa de Mireia. Hacía tiempo que no hablaba con ella pero llegó de forma muy cordial.

-Hey, andaluz, que me he enterado que has estado por tu tierra otra vez.

-Asuntos familiares. Falleció una tía muy unida a mi padre.

-Vaya lo siento.

-Gracias.

-Me han llegado rumores de que ya no quieres fiesta como cuando llegaste.

-Esta residencia es un gran hermano, te vigilan.

-Jajajaja

-Y me extraña que tú sepas esas cosas, no eras de las que más se relaciona.

No pareció molestarle mi comentario sino más bien parecía que sentirse diferente y en ocasiones hasta apartada la enorgullecía.

-Pero tú eras una de las estrellas de aquí. Durante semanas se habló de cierto concurso que ganaste.

-Tú estabas presente. Me viste ganar.

-Te noto huidizo. No sé, diferente.

-Es que desde que llegué han cambiado cosas- le expliqué.

-Pues sí. Entonces buscabas desesperadamente gente con quien tener una conversación y ahora estás todo el tiempo apartándote.

-Bueno. Es que hay otra persona y me debo a ella.

-A ver, explícame eso- me pidió la catalana.

-Pues en Semana Santa he dado el paso para salir en serio con una chica.

-¿Novios?

-Sí.

-Desde luego te pega. Reproduces el modelo neoliberal heteropatriarcal de sumisión de la mujer al hombre- me espetó sin cortarse y del tirón.

Perplejo por su exabrupto respondí:

-Me temo que complicas las cosas demasiado. Mi chica no está sometida a nadie. Libremente ha decidido dar el paso para empezar una relación conmigo.

-Para cumplir el rol de género que la sociedad le impone sometida al macho.

-Te vuelves a equivocar. Ambos libremente hemos dado rienda suelta a nuestra atracción mutua y lo hemos formalizado ante nuestros amigos. Pero nada más. Los dos somos iguales, estudiantes que quieren tener el día de mañana una carrera profesional sin que ninguno someta al otro.

-Tú estás dentro del sistema y no lo ves. Pero con tu actitud reproduces el modelo heteropatriarcal.

-Me estás prejuzgando. Alba y yo queremos ser una pareja de iguales y si Dios quiere formar una familia el día de mañana si es que todo nos va bien.

-Ja. Si Dios quiere…la religión siempre es la excusa para someter. Una voluntad superior que condena.

-Mira. Mejor dejamos la conversación porque con tus prejuicios no vas a cambiar mis sentimiento.

Mireia se retiró como otras veces cada vez que sacábamos temas que no veíamos de la misma manera. Yo después repasando la conversación me di cuenta de que había dicho algo que ni siquiera había hablado con Alba: el sentimiento de que lo nuestro podía ser duradero, definitivo… Sentí un escalofrío pero a la vez la determinación de intentarlo al menos.

Sin embargo, no era tan fácil abstraerme de algunas circunstancias. El viernes por la noche mientras estudiaba ya tarde llegaron de la habitación de Astrid sonidos que no eran nuevos para mí. Tenía compañía y estaban practicando sexo. Los sonidos eran muy claros con gemidos y hasta grititos. Se lo estaba pasando bien y el chico con el que estaba también.

De hecho, a diferencia de otras veces o echaron un polvo muy largo o cayeron varios seguidos, pues los gemidos y golpes rítmicos de la cama duraron bastante tiempo demostrando que se estaban dando caña.

Evidentemente la situación em excitó y aunque evité masturbarme la erección no pude controlarla. Pero no quería hacerme una paja con los gemidos lastimeros de la sueca recibiendo pollazos sino que quería serle fiel a mi chica hasta en eso y que el origen de mi excitación fuese el recuerdo de sus pechos, de sus caricias, su olor, o el tacto de su pubis. Difícil conseguirlo con los sonidos que llegaban de la habitación de al lado.

Pero lo más perturbador para mí fue pensar por un momento que quizá podría haber sido yo el que la hiciera gemir. ¿Cuando me encontró desnudo en la cama con Alice Li venía a buscarme para follar? Era una duda que se había quedado en el aire. Yo tenía claro mi camino pero esa duda me asaltaba.

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