DO.LOBERA
18- Ginega y Galena
Lamia voló hasta la figura del gigante. Parecía una mujer, tal vez sí que fuera Ginega como había dicho Siriel. Llevaba la mano extendida, alguien de tamaño normal iba sobre ella. ¡Era una sirena! Se acercó hasta su hombro, pues acercarse demasiado a una sirena podía ser peligroso para ambas. Fuego y agua nunca podrían convivir en armonía.
—Buenas noches noble giganta, soy Lamia, ave fénix guardiana del bosque del fénix. ¿Eres tú Ginega?
—Claro que sí. Ahora mismo estás en los límites de mi hogar—confirmó con jovialidad.—Esta es Galena, la sirena. Es una sirena muy valiente al aventurarse por el desierto de la Soledad. Ni siquiera transformándose en humana tiene tanto aguante. Por cierto, ¿cómo sabes mi nombre?
¡Una sirena transformada en humana! Nunca lo había visto u oído.
—Estoy de viaje con un grupo, y uno de sus integrantes, la caballera Siriel, sospechaba que eras tú quien venía.
—¿Siriel? Veníamos en su busca—dijo Galena con voz cantarina.
—Estamos acampados más allá.
Y Lamia guio a la giganta hasta el lugar donde estaban acampando sus amigos. Debido a las grandes pisadas de Ginega las tiendas que habían levantado se cayeron, los caballos estaban asustados y trataban de huir. Siriel se subió encima de uno de los árboles cercanos tratando de acercarse a las visitas. Desde ahí, vio acercarse a Ginega que venía con alguien más en la mano. ¡Era Galena! Tras años de intentos, por fin había logrado su sueño, poder adoptar una forma humana.
—Akal, Tomás subid, son mis amigas.
Más tranquilo, Tomás subió al árbol con agilidad mientras Akal terminaba de quitarse de encima la tienda de campaña que le había caído encima. No era muy ágil subiéndose a los árboles y se quedó en el suelo.
Llegaron rápidamente hasta ellos y Ginega levantó al joven príncipe sin dificultad para posarlo en su palma, al lado de la sirenita. Tomás y Siriel subieron desde la copa del árbol. Ahora estaban juntos y podían hablar sin problemas.
Buenos Relatos 