KERANOS
Empecé a echar a andar sin mirar a atrás, yendo por la orilla. Me puse a pensar en el numerito que acababa de tener lugar, y no solo por parte de Noelia. Ya estaba empezando de nuevo con sus provocaciones y encima pinchando para provocar a su hermana diciéndole que qué sosa era, que si tenía las tetas pequeñas, que si era celosa… Lo de las gafas de sol no era una excusa por mucho que lo pareciera. Cuando hay mucho sol no puedo mantener los ojos abiertos, se me cierran solos y me empiezan a llorar, por eso empecé a dar manotazos para hacer que me las diera.
Con lo bien que había ido el día anterior y ahora pasaba esto. No paraba de lamentarme de mi mala suerte mientras seguía andando, sin prestar atención a nada de lo que había a mi alrededor. También me puse a pensar en la parte de Elena, esos celos que le daban, los mismos que les dio con Ángela en su día. Me gustaba que tuviera ese punto de posesión o celos, como cuando le daba algún manotazo a Irene cuando intentaba tocarme o diciendo que mi polla era solo para ella, pero cuando empezaba a menospreciarse a sí misma, pintando a la otra chica mejor que ella, me tocaba los huevos de mala manera. Por mucho que la otra chica estuviera buena y me pudiera fijar en su cuerpo, ella era lo primero para mí. No tenía queja con ella en ese tema, disfrutaba muchísimo siempre en la cama con Elena y no entendía por qué hacía eso. No entendía por qué me pintaba a la otra chica mejor que ella, era algo que me quemaba la sangre. Estuve un buen rato paseando, dando vueltas. Me estaba asando así que me metí a darme un baño. Después de un rato, ya más refrescado y calmado, volví por donde había venido. Me puse nervioso porque eché a andar y no llegaba hasta donde estábamos, creía que me había perdido, pero decidí seguir andando. Tan absorto estaba pensando en mis cosas que no sabía cuanto había caminado. Seguí y seguí hasta que oí como Irene me llamaba. Por fin pude ver el sitio donde estábamos y fui hasta allí, sentándome a su lado, viendo que estaba sola.
-Sí que te has mosqueado…
-Pues sí, la verdad.
-Están buscándote, yo me he quedado por si volvías. Voy a avisarles.
-Espera, déjalos un poco por ahí.
-Huy…
-Estoy de mala ostia, no me apetece montar un numerito. De hecho, dame las llaves, que me voy al apartamento. Se me han quedado las ganas de playa.
-Javi, tranquilo. No ha sido para tanto, no te pongas así.
-Es que no veas…
-¿Es por Noelia?
-En parte.
-¿Cómo?
-Tía, Elena con sus celos… Me toca mucho la polla a veces…
-¿Qué ha pasado?
-Nada, que me ha preguntado que si me han gustado las tetas de su hermana.
-Ay, Javi… No es para tanto.
-Luego me ha dicho que es normal que las mire, que las suyas son mejores.
-Hala…
-Irene, me jode mucho cuando se menosprecia así cuando se pone celosa. Me molesta mucho y lo sabe. En su día nos pasó con Ángela y me dijo que no volvería a pasar.
-Háblalo con ella.
-No me apetece. No quiero hablar nada en caliente.
-Bueno, como veas. Toma, coge las llaves. Anda, date una ducha fría y te despejas.
Me fui de allí hacia el apartamento, intentando calmar mi enfado. A Irene se lo pinté en gran medida por lo de Elena, y era cierto que estaba enfadado por aquello, pero lo que más me molestó en realidad fue lo de Noelia. Me estaba viendo venir que sería una semana muy larga y no muy agradable que digamos. Entré y me pegué una ducha y luego me eché en la cama para ver la tele. Pasado un rato llamaron al timbre. No tenía ganas de abrir, pero al ver que insistían, fui. Me encontré solo a Elena quien me miró con ojitos.
-Javi, perdona.
-Venga, pasa.
-¿No quieres volver a la playa?
-No, por hoy ya he tenido suficiente playa.
-Vale. ¿Me puedo quedar aquí contigo?
-Claro, ¿cómo no vas a poder?
Entramos y me volví a tumbar en la cama mientras Elena se duchaba. Puse el aire para que ambos estuviéramos fresquitos, ya que empezaba a apretar el calor. Cuando volvió se tumbó a mi lado, posando su mano por mi pecho. Se me quedaba mirando, pero yo seguía pendiente de la televisión. Entonces empezó a pasar su mano por mí pecho, bajándola por la barriga y subiendo, como si me estuviera haciendo un masaje. Después se puso sobre mí y me empezó a dar besitos para luego pasar a mi cuello. De nuevo aprovechaba para ir a mi punto débil mientras me sobraba el paquete.
-No, Elena.
-¿No?
-No. No estoy de humor para follar.
-Creía que te gustaría, para levantarte el ánimo y cómo esta mañana nos hemos quedado un poco con las ganas…
-Elena, deja de poner ese tono de voz de niña buena. Estoy enfadado.
-Javi, perdona. No quería hacerte sentir mal. (dijo bajándose de mí, quedando sentada de lado en la cama)
-Pues lo has hecho.
Elena me miró con ojitos, pero no para seducirme. Su mirada reflejaba culpabilidad.
-Elena, estas cosas no se solucionan con sexo. Hay que hablarlas.
-Vale, lo entiendo. ¿Qué quieres hablar?
-Mira, me molesta mucho cuando te menosprecias como has hecho antes.
-Pero yo…
-Sí Elena. Lo has hecho. Y lo peor es que lo sabes. Ya nos pasó con Ángela en su día, ¿te acuerdas?
-Sí.
-¿Y recuerdas lo que pasó?
-Ajá…
-Pues no quiero verte así más. Elena, se me parte el corazón cuando te veo triste y no me gusta nada que te pongas por debajo de nadie. Vales mucho, eres una chica increíble y no deberías tener envidia de nada ni de nadie.
Elena se quedó en silencio, mirándome fijamente a los ojos.
-¿He mirado a tu hermana y a Irene? Pues sí, lo he hecho. Pero es que los tíos somos así.
Vemos carne y se nos van los ojos y más si están a dos palmos de nosotros. Pero para mí tú eres la primera en todo, mi vida. ¿O es que alguna vez he dicho algo malo de tu cuerpo o de ti? Me encantas cómo eres, en todos los aspectos.
-Javi, mi amor…
-¿Qué pasa?
-Que te quiero. (dijo mientras se le ponían los ojos vidriosos)
-No te pongas así, va.
Elena me empezó a besar con mucho cariño, pasando su mano por mi cara. Estuvimos un buen rato así, besándonos y acariciándonos, hasta que se despegó de mis labios para hablarme.
-Lo siento, Javi, de verdad. No lo hago adrede, es algo que me sale solo.
-Ya, sé que no lo haces queriendo, pero es algo que me molesta. Me jode mucho que la persona a la que más quiero se autosaboteé de esa forma. Ya le gustaría a tu hermana ser la mitad de fantástica que eres tú.
-Ay… Gracias, mi amor. De verdad, odio cuando te hago sentir así de mal. Cuando pasó lo de Ángela sentía angustia al verte así. Lo siento.
-Va, ya está.
-Creo que es por lo de Alejandro. Tengo miedo de que me vuelva a pasar y cuando pasa algo así veo como si la otra chica fuera una rival. Tengo miedo a perderte.
-Eso no va a pasar.
-No sabía que lo de mi anterior relación me había afectado tanto… Me ha creado inseguridades. Pensaba que lo pasaría mal por echarle de menos, pero no fue para tanto. Sin embargo, ahora tengo este problema.
-Es que después de cinco años, pues es normal. Debías tenerle mucho apego y que te hiciera eso, pues es muy jodido, la verdad.
-Sí. Pero en realidad estoy tranquila por eso. Sé que tú no me harías algo así.
-Por supuesto que no. Si ya tengo lo mejor del mundo, no voy a dejarlo escapar por nada ni nadie.
-Ay…
-Me resulta curioso una cosa.
-¿El qué?
-Con Irene no te ha pasado, ¿verdad?
-No. Bueno, ya has visto que algún manotazo le he dado y tal…
-Sí. Eso sí me gusta, me hace gracia. Pero lo otro no.
-Jajaja. Pues no, con Irene ha sido diferente. No veo que quiera nada contigo, no sé si me entiendes.
-Más o menos.
-Hacemos nuestras cosas con ella, algo que nunca me habría planteado hacer, la verdad. Pero sé que ella no busca nada más que divertirse. No tengo nada de miedo por su parte. Sé que te quiere mucho, como a mí, pero es otro tipo de amor. Y me gusta mucho que tengamos a personas así cerca.
Nos quedamos tumbados de lado, mirándonos a los ojos, con más caricias hasta que nos volvimos a besar. La televisión pasó bastante desaparecida, estábamos centrados el uno en el otro, sintiéndonos, solo existíamos nosotros dos, no había nada más en ese momento. Estuvimos muchos minutos entre besos y caricias hasta que Elena se tumbó encima de mí, empezando a coger intensidad tanto esos besos como esas caricias.
Me desnudó muy lentamente, besándome por todo el cuerpo. Lo hacía con mucho cariño. Yo me dejaba hacer y la excitación se empezaba a apoderar de nosotros. Una vez desnudos Elena se puso a la altura de mis caderas y me la empezó a chupar lentamente, mirándome a los ojos, pero teníamos tantas ganas el uno del otro que la soltó rápidamente, subiéndose encima de mí para empezar a follarme lentamente y con mucho cariño. Las caricias y los besos eran un continuo mientras nuestro acto de amor se sucedía. No dejábamos de mirarnos a los ojos siempre que nuestros labios se despegaban. El ritmo era tan lento que nos permitió estar muchísimo tiempo disfrutando cada sensación que generábamos en el otro, tanto, que empezaron a llamar a la puerta. No contestábamos ni hacíamos por donde para ver quién era. Solo existíamos nosotros dos, lo demás no importaba. Ya podía estar la casa ardiendo, que nosotros seguiríamos así hasta que acabáramos. No paraban de llamar y Elena, cansada ya, se despegó de mí para gritar:
-¡Que estamos ocupados, coño!
Me empecé a reír y entonces Elena me cogió de las manos, entrelazando nuestros dedos y se lanzó a mi cuello. El roce de nuestros sexos era cada vez más rápido y podía notar los gemidos de Elena saliendo de su boca mientras me besaba mordía mi cuello, amplificando las sensaciones que tan sensible me ponían cuando se centraba en esa zona. Eso, más los movimientos de cadera de Elena hacia delante y atrás con toda mi polla en su interior hicieron que me empezara a correr mientras me retorcía. Elena al verme así empezó a gemir de manera muy dulce, pero siendo cada gemido más alto que el anterior, despegándose de mi cuello, poniendo su cara a pocos centímetros de la mía, permitiéndome ver como apretaba sus ojos y abría su boca. Empezó a vibrar, con algunos fuertes espasmos y se derrumbó en mi pecho. Siempre me fascinaba como sus orgasmos se prolongaban mientras que yo solo necesitaba unos breves minutos para recuperarme normalmente. Dejó su cuerpo muerto sobre el mío, jadeando fuertemente mientras yo le acariciaba la espalda, le abrazaba y le besaba la cabeza.
Una vez se recuperó me empezó a besar en el pecho con cariño mientras hacía soniditos muy dulces. Volvimos a estar así un buen rato, los dos bien abrazados, ella encima de mí, con muchos besos, caricias y mucho cariño. Estaba en la gloria. Solo deseaba que se parara el tiempo en ese momento para disfrutar de ella lo máximo posible así, pero entonces, empezaron a llamar de nuevo a la puerta con insistencia.
-Joder, me cago en su puta madre…
-Tranquila, mi vida, jajajaja.
-Con lo a gusto que estamos y tienen que tocar las narices…
-Espera, voy a ver quién es.
-Tráeme papel antes, porfa…
-Vale.
Después de darle un rollo de papel a Elena fui hacia la puerta en boxers y con unos pantalones cortos, aún un poco sudado. Abrí y eran Irene, Mario y Noelia. Noelia se me quedó mirando un poco de arriba a abajo y fue la primera en pasar apartándome con su mano.
I: Tío, que tenemos que ducharnos antes de ir a comer… Ya verás tú como ahora está a reventar…
J: Estábamos ocupados.
M: Di que sí, hay que aprovechar.
N: Este se ha puesto cachondo viéndonos las tetas y estaba deseando meterla, jajaja.
J: No, con las de mi novia tengo de sobra, no necesito ver otras.
N: Si las tiene pequeñas…
J: ¿Y? A mí me encantan. Son las tetas más ricas que me he comido en mi vida, me pone mucho. (dije con tono para picarla)
Noelia se quedó callada y se fue al baño a ducharse. Irene y Mario se fueron al otro baño y yo volví con Elena, que estaba con su pijamita corto puesto, aunque sin ropa interior debajo, ya que me la encontré en el suelo al entrar.
-¿Qué pasa?
-Nada. Han venido a ducharse para ir a comer ahora.
-Am… Anda, ven aquí conmigo…
Me tumbé al lado de Elena y nos volvimos a abrazar y a besar. Al poco llamaron a la puerta.
I: Vamos a comer, ¿no?
E: No. Estamos a gusto. Además, tenemos otro tipo de hambre… Jejejeje.
I: Mmm… ¡Huy! (dijo mirando la ropa interior de Elena en el suelo)
Irene cogió las braguitas de Elena y se las llevó a la cara para olerlas, haciéndolo de manera muy lasciva y poniendo una cara de vicio increíble.
I: Pfff… Que perra me he puesto. Están mojaditas…
J: Sí, es que hemos estando un buen rato hasta que hemos empezado y…
I: Elena… -dijo acercándose- Tengo muchas ganas de comerte ese coñito tan bonito y tan rico que tienes.
E: Jijijiji…
I: Y otra cosa también, pero no quieres…
E: No. De eso olvídate. Pero… Luego si quieres… (dijo de manera melosa)
N: Luego si quiere… ¿Qué? (dijo apareciendo por la puerta)
J: Nada.
Irene guardó las braguitas de Elena en sus manos, arrugándolas para ocultarlas bien, poniendo un poco cara de susto.
N: ¿Todavía estáis así? Joder… Vamos a comer a este paso de noche.
I: Ellos no vienen.
N: ¿No?
I: No, no tienen hambre.
N: Ya, eso será…
M: Bueno, ¿nos vamos a comer, o qué?
N: Que no, que los tortolitos se quedan dándole que te pego.
M: Pues nada, me tocará irme con estos dos bellezones a comer.
J: Lo siento Mario, pero yo me quedo con la mejor, jajaja.
I: Oye…
N: Sí, la mejor…
J: Pues ya ves que si es la mejor… (dije empezando a besarle el cuello mientras a Elena le entraba la risa)
I: Pues nos vamos. Con lo que sea nos llamáis y luego nos juntamos otra vez. (dijo mientras Mario y Noelia se iban hacia el salón)
E: Sí, aunque va a ser un día muy largo… jijiji…
I: Mmm… Qué envidia me dais…
Irene dejó las braguitas de Elena sobre la mesita y se fue, parándose en la puerta para mirarnos mientras se mordía el labio. Después cerró la puerta y se fue.
-¿Cómo que va a ser un día muy largo?
-Pues eso, tengo muchas ganas de ti, de lo que me haces, de como me llevas al límite y lo que me haces sentir.
-Ufff…
-Pero es que hay un problema. (dijo levantándose para ir hacia su maleta)
-¿Cuál?
-Pues…
Elena se empezó a desnudar, quitándoselo todo muy sensualmente y después cogió algo y se dio la vuelta, viniendo hacia a mí con sus manos en la espalda, ocultando lo que había cogido.
-He sido una chica muy mala… Mucho. Y me merezco que me castigues. (dijo poniendo sus manos delante suya, extendidas, con nuestra fusta sobre sus palmas)
-¿Quieres que te castigue?
-Sí. Quiero que me azotes muy fuerte con esto. Que me deje marca para que no se olvide nunca lo que me quieres y lo tonta que soy por pensar así.
Me levanté y me puse frente a ella, acariciándole la cara con mucha suavidad. Luego cogí la fusta y le acaricié la cara de la misma manera mientras apreciaba como se le empezaba a acelerar la respiración a Elena. Me miraba con unos ojos vibrantes y su nariz se abría por respirar con tanta ansiedad. Eché la fusta a la cama y le agarré del culo para pegarla a mí. Elena lanzó un jadeo al sentir ese movimiento, quizá un poco brusco. Una vez pegados, le pasé el pelo por detrás de la oreja, cogiéndola en brazos, para que se agarrara a mis caderas con sus piernas, agarrándose a mi cuello con sus brazos. Podía notar como a su respiración agitada, tanto como sus ojos, se sumaba un ligero temblor en su cuerpo, mientras me miraba a los ojos fijamente, cambiando a mis labios varias veces.
-Estás temblando…
-Un poquito.
-¿Por qué?
-Porque me pones mucho. Y sabes que cuando me pasas el pelo por detrás de la oreja y me coges así, pues me pongo muy mala…
-Sí que lo sé.
-Javi…
-Dime.
-Domíname.
Me dio un escalofrío cuando me pidió eso mientras me miraba fijamente, haciendo que a ella le diera otro al sentir el mío. Nos empezamos a besar, pero ahora con más ansia. Nos tumbamos en la cama y nos seguimos besando hasta que me incorporé y la cogí del cuello con firmeza.
-Te voy a tener que quitar esa tontería de la cabeza.
-Siiiii. (dijo bajito, de manera muy dulce)
-Has hecho que me enfade, y ahora tendrás tu castigo.
-Siiiii… Castiga a tu zorrita.
Ahí se acabaron las palabras. Puse a Elena boca abajo, acariciándole la espalda y el culo con la fusta, dándole un fuerte azote con ella. El chasquido resonó bastante alto y Elena lanzó un gemido alto, mezclando placer y dolor. Entonces le tiré del pelo para levantarle la cabeza.
-Shhh… No te he dado permiso para quejarte.
-Lo siento, no volverá a pasar, señor.
-Eso espero.
Le volví a acariciar el culo con la fusta y le di otro azote, algo más fuerte que el anterior. Fue como una prueba para ver si se quejaba, pero no. Reprimió casi por completo su gemido ahogándolo contra la cama. De nuevo, volví a acariciarle la espalda, el culo y los muslos con la fusta, dándole esta vez en un muslo. De la misma manera que antes, no se quejó, casi ni tuvo que reprimir ningún gemido ni nada, lo aguantó bien. Estuve así un buen rato, con caricias seguidas de azotes, sobre todo por su culo. Algunos eran más altos que otros y le empezaban a dejar marcas en su culito, que tenía los cachetes bastante rojos con finas líneas con un rojo más vivo.
Me cansé de la fusta y la dejé apartada, empezando a azotarla con la mano, ya que así abarcaría más. Le daba firmes azotes, manteniendo su culo rojo. Ella no se quejaba, pero sí que movía su cuerpo cuando recibía cada azote. Estuvimos así bastante tiempo. Tenía el culo rojísimo y muy caliente. Tanto rato estuvimos así que mi mano estaba de la misma manera que su culo. Decidí dejarle el culo porque creía que ya había tenido suficiente y le di la vuelta. Tenía las mejillas muy rojas y para mi alivio, no soltó ni una lagrima, como en la primera vez que usamos la fusta.
La tumbé boca arriba y la besé con cariño durante unos breves segundos hasta que pasé a comerle las tetas, dándole algún mordisco más fuerte que otro, provocando que lanzara algún gemido de queja. Los primeros se los dejé pasar, pero cuando llevaba cinco o seis, me incorporé y le solté una guantada que hizo que le cruzara la cara, lanzando ella un jadeo de sorpresa. Me miró inmediatamente con cara de vicio y mordiéndose el labio mientras yo le hacía un gesto diciéndole que guardara silencio. Ella asintió con cara de niña buena y entonces seguí jugando con sus pezones, bajando hasta su pubis, comenzando a besarlo. Veía como su barriguita subía y bajaba por su respiración agitada debido a la excitación y le pasé la lengua por su rajita, haciendo ella amago de gemir, cosa que remedió poniendo ambas manos sobre su boca.
Le empecé a comer su coñito dando grandes lametones y succiones cuando pasaba a su clítoris. Elena se empezaba a estremecer y se le escapaba algún que otro gemido. Cuando lo hacía, yo le pellizcaba los pezones con más fuerza cada vez. Llegó un punto en el que se quejaba bastante, por lo que me levanté y cogí las cuerdas para atarla, porque otra de las cosas que hacía, era poner sus manos sobre las mías cuando le pellizcaba, haciendo fuerza alguna vez que otra para que dejara de hacerlo. También le puse la mordaza para que se mantuviera callada. Seguí durante un buen rato jugando con su coñito, lamiéndolo, chupándolo, besándolo, succionando…
Siempre que había indicios de que se iba a correr por la forma en la que se retorcía o aceleraba su respiración, paraba, mirándola a los ojos. Ella me miraba con ojitos, poniendo cada vez una cara de pena mayor. Después de comerle el coño durante un buen rato, me incorporé, poniéndome de rodillas y frotando mi glande por toda su rajita. Llegaba un punto en el que pasaba lo mismo que cuando se lo comía. Cada vez se movía más, por lo que le puse la mano en el cuello, apretando un poco para que se estuviera quieta. Parecía funcionar y ponía cara de placer cuando le apretaba, por lo que lo hacía de vez en cuando y alguna vez que otra con más fuerza, haciendo que se pusiera un poco roja.
-¿Te vas a portar bien si te desato y te quito la mordaza?
Elena asintió.
-Responde. (dije quitándole la mordaza)
-Sí. (dijo bajito, con una voz muy dulce)
-¿Vas a intentar apartarme cuando no puedas más?
-No. (dijo de la misma forma)
-¿Vas a chillar?
-No, te lo prometo.
-Bien.
Me incliné de nuevo para empezar a besarle en el estómago y la barriga, pasando después por su pubis, besándolo también. Amagué con pasar por su chochito, pero fui a por sus muslos, bajando cada vez más hasta que pasé a sus pies. Le di un beso a cada uno, pudiendo ver como Elena se empezaba a poner roja de la excitación que tenía. Hice un amago de chupárselos, pero no lo hice.
-No. No te lo mereces. Te has portado muy mal hoy, no te voy a dar ese gusto.
-Vale, como tú quieras, señor.
-De hecho, creo que ya sé cuál va a ser tu castigo…
-Seguro que está a la altura de mi insolencia.
-Sí, creo que sí. ¿Quieres saber cuál es, o sentirlo directamente?
-Lo que mi señor considere oportuno.
-Pues te lo voy a decir, para que te hagas a la idea y que así no te pille tan de sorpresa.
-Como desees.
-Te voy a follar el culo, pero metiéndola de golpe, no te voy a preparar la ello. Creo que ese dolor es comparable al que tú me has hecho.